sábado, 12 de febrero de 2022

San Martín y la educación

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

57

El Tradicional


En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.

En el N° 63 del periódico El Tradicional del mes de enero de 2006 se publicó un artículo de  José A. Gaillardou, que consideramos importante incluirlo en este Blog. 


VOLVER A SAN MARTÍN

por José Adolfo Gaillardou (Presidente de la Asociación Sanmartiniana de Hurlingham)


Leíamos en los diarios capitalinos y como notas de tapa en alguno de ellos, que los estudiantes de las escuelas en la ciudad de La Plata hacían actos de protesta negándose a rendir exámenes y de inmediato la memoria recurrió a la gran preocupación que sobre éste tema le robara horas de descanso a nuestro Libertador el General José de San Martín, ya que los pueblos que su espada había liberado del yugo esclavista que imponían los españoles, tratando con eso de despertar con conocimientos en la mente de los ciudadanos, el derecho que les asistía de conocer sus obligaciones.
Siendo Gobernador Intendente de la Provincia de Cuyo el entonces Coronel Mayor D. José de San Martín, el 17 de octubre de 1815, enterado del poco espíritu o carácter que los señores preceptores ponían ante el alumnado que recién comenzaba a funcionar en algunas escuelas de Mendoza, les envía una nota desde su Campamento del Plumerillo, diciendo; “La educación formó el espíritu de los hombres. La naturaleza misma, el genio, la índole, ceden a la acción fuerte de este admirable resorte de la sociedad. A ello han debido siempre las naciones las varias alternativas de su política. La libertad de los pueblos libres es aún despreciada por los siervos porque no la conocen. Nosotros palpamos con dolor esa verdad. La Independencia de América habría sido obra de momentos si la educación española no hubiera enervado en la mayor parte de nuestro genio. Pero aún hay tiempo. Los pobladores del nuevo mundo son susceptibles de las mejores luces. El destino de preceptor de las primeras letras que Ud. ocupa le obliga íntegramente  a suministrar estas ideas a sus alumnos. Recuerde Ud. que esos tiernos renuevos dirigidos por manos maestras formarán algún día una Nación culta, libre y gloriosa.
El Gobierno le imprime el mayor esmero y vigilancia en inspirarles el patriotismo y virtudes cívicas, haciéndoles entender en lo posible que ya no pertenecen al suelo de una colonia miserable, sino a un Pueblo Libre y Virtuoso.
 A cuyo fin para excitar este espíritu en los niños, cómo en el común de las gentes, cumplirá Ud. exactamente desde la semana actual la superior orden relativa a que todos los jueves se presenten las escuelas en la Plaza Mayor a entonar la Canción Nacional.
                                                José de San Martín”.
(El original de este documento se encuentra en el archivo Histórico de Mendoza, publicado en la revista “San Martín”. Año II, Número 9, Página 40. Buenos Aires, diciembre de 1937).
Es muy poco lo que resta agregar a esta nota, donde vemos que el señor Director de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires quizá ignore la existencia de esta valiosa circular dictada por el mismo San Martín en 1815 y que nos hace ver que por algo es el padre de LA PATRIA. De otro modo le serviría de muy buena herramienta para hacer cambiar de ideas a los alumnos que se niegan rendir exámenes para lograr un día a ser dignos ciudadanos de ésta hermosa Argentina que aún no conocemos en su inmenso capital histórico.

Daniel Zorrilla - Un sospechoso robo en los toldos

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

56

El Tradicional


En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.

En el N° 63 del periódico El Tradicional del mes de enero de 2006 se publicó un artículo del Dr. Daniel C. Zorrilla, sobre un hecho no aclarado en una toldería india.


Un sospechoso robo en los toldos
por el Dr. Daniel Claudio Zorrilla


Cuando esa noche serena de mayo Martín Montenegro resolvió salir, en dudosa compañía, a “divertirse”, no sospechó cuán amargos serían los días venideros, particularmente el siguiente, que lo sorprendió en calidad de detenido en el Hospital de la Fortaleza Argentina reponiéndose de numerosas y, algunas de ellas, graves heridas.
Ocurrió en el mes de mayo de 1848 en las vecindades de la ciudad de Bahía Blanca, con intervención de su Alcaldía de Paz, Sección Primera, en la provincia de Buenos Aires. El entonces juez de Paz y comisario D. José María Hidalgo, solicitaba al comandante del Fuerte Argentino, teniente coronel José Luis Palavicino, la designación de un oficial “...para q’ proceda a las correspondientes diligencias en el esclarecimiento del hecho”. Se trataba de la denuncia formulada el día 2 de mayo en el mismo Fuerte por el capitanejo amigo Ancalao contra el paisano Martín Montenegro, quien fuera sorprendido en el interior de su toldo robándole varias pertenencias (“Unas espuelas grandes de plata, un puñal con bayna y cavo de plata, una daga con su bayna, un poncho inglés, un mandil de algodón y un retaso de lienzo...”). El pedido implicaba la delegación y comisión para instruir el pertinente sumario, “no habiendo en este pueblo un paisano inteligente...” para hacerlo. Es entonces designado “juez fiscal” el teniente coronel D. Juan Francisco Díaz, segundo al mando de la fortaleza, quien solicita inmediatamente informe sobre el estado de Montenegro al médico Sixto Laspiur. Este contesta: “haber curado en el Hospital de la Fortaleza al paisano Martín Montenegro de heridas contusas en la cabeza, una herida de más consideración en la cara, abajo del arco zigomático del lado izquierdo, vertical más profunda en la parte superior en la extensión de una pulgada que interesa la piel, el elevador del labio superior, el buccinador y el ángulo orbicular de los labios, y trozada las arterias labial superior y infraorbitaria. Además otra herida de poca consideración que ha trozado transversalmente la oreja del mismo lado. Todas estas heridas son hechas con instrumentos contundentes, esta circunstancias y la mucha pérdida de sangre lo tiene al herido en un estado delicado, de todo lo cual el que firma pone en su conocimiento a los fines que sean de superior aprobación”.
De inmediato el sumariante convoca y toma declaración al denunciante Ancalao -indio amigo que es de edad “como de 35 años” y habla regularmente el idioma español-, recibiendo sus dichos “bajo promesa de decir verdad por el sol que nos alumbra, a quien adora”. Declara que la noche anterior se encontraba durmiendo en su toldo siendo despertado por unos ruidos. Vio entonces a su mujer que perseguía a un hombre que huía con unas prendas robadas que guardaba en un cajón junto a su cama. Cuando hubo alcanzado al ladrón lo tiró al suelo y “... se le puso en sima, le quitó las prendas robadas tirandolas á un lado incluso el puñal, el facón y las espuelas de plata y agarrando una de dichas espuelas con la mano izquierda le apretó la garganta al ladrón (quien no decía palabra -como para decirla, i.m.-) y con la derecha le pegó con la espuela por la cara y la cabeza en términos que la rompio: que en tanto el ladron se defendia á mordiscones: resultando el declarante con tres mordiscones en su cuerpo: que este caso comenso á llamar a gritos á Fermín, que en inmediatamente llegó hallí así co- mo su muger y varias Chinas y condujeron al ladron al toldo del declarante.” Su declaración fue corroborada por la China Micaela, mujer de Ancalao, y por Fermín (indio fiero y célebre), quienes también juraron por el “sol que nos alumbra” a quien adoran, agregando este último que el capitanejo quería degollar al paisano pero él se opuso y lo llevaron al toldo atándolo a un palo.
Sin embargo, al prestar declaración Montenegro -quien sólo logra hacerlo después de cuatro días, repuesto un poco de sus heridas-, ofrece una distinta versión de los sucesos. El paisano es un mozo de 23 años, ocupado en tareas rurales y presta su juramento haciendo una señal de la Cruz. Dice que la noche del hecho había estado bebiendo y jugando a los naipes en una pulpería donde ganó mucha plata, pero terminó totalmente embriagado no recordando nada más a partir de ese momento, hasta que despertó en el toldo de Ancalao, herido, atado y desnudo. Agrega respecto de la denuncia “que es un falso testimonio que le han levantado, pues á demás que tiene dicho que no tenía conocimiento en dichos toldos no era posible que hubiera acertado tan bien encontrar dichas prendas reunidas robarlas y salir con ellas corriendo, cuando dicen Ancalao lo perseguía: que mas bien el declarante salió robado, pues al otro días se encontró atado, herido y desnudo”. Identifica a sus compañeros de la juerga de esa noche como Juan Peralta e Ignacio Becerra (este último soldado del Regimiento de Dragones), a quienes califica de patibularios arguyendo que deben ser ellos quienes lo robaron llevándolo luego a los toldos, que él no conocía, dejándolo abandonado a merced de los indios quienes lo estropearon. Rubrica su declaración con una cruz por no saber firmar.
Peralta no es encontrado para prestar declaración y Becerra dice que lo llevó a Montenegro a la casa donde el mismo vive, por caridad y para que durmiera la borrachera, yéndose a su vez a seguir juergueando y que no lo encontró al volver porque ya se había ido, justificando la tenencia de una buena suma de dinero en su poder por haberla ganado, a su vez, en el juego luego de dejar a Montenegro. Su declaración es apoyada por la dueña de la casa y por otros soldados (del Regimiento de Blandengues esta vez), que dijeron haber estado con Becerra.
El “juez fiscal comisionado” consideró llegado este punto, estancada la investigación, sin probabilidades de mayor esclarecimiento, elevando lo actuado al Jefe de la Guarnición sentando así su conclusión: “... á juicio del Fiscal se cré no haber habido tal robo, y si que los indios para cubrir la gravedad del delito que habían cometido, han inventado el robo: pues de ningún modo el Acusado pudo haber entrado en un toldo obscuro, robar rapidamente tantas prendas y escapar con ellas sin tener antesedente ni conocimiento alguno en los toldos...”. Seguidamente, el comandante Palavicino elevó un oficio al juez de Paz dictaminando: “El Infrascripto remite a U. La indagación seguida al Paisano Martín Montenegro por la que no resultan pruebas para proceder en juicio contra dicho Paisano, por no haber testigos presenciales; por cuyo motivo el Infrascripto es de opinión que le lebante el Arresto al Paisano Montenegro, y después de sanar de sus dolencias, sea apercibido seriamente para los Subsecivo en andar bagando noturnamente por los Toldos de los indios amigos, por lo que sehá hecho sospechoso y digno de un castigo ejemplar, sin embargo de no habersele podido probar el robo, tampoco se puede decir que no lo ha cometido, por cuando hecha por disculpa la embriaguez”. “Las prendas de su referencias pertenecientes al Capitanejo Amigo Ancalao, le han sido entregadas por el conducto del Sargento Mayor Dn. Francisco Iturra.”. “Dios guarde á V.M.A.”.
Suponemos, porque no consta en las actuaciones que se conservan, que habrá el juez de Paz dictado el pertinente sobreseimiento provisorio de aquel pobre paisano Montenegro que “fue por lana... y salió esquilado”. 

viernes, 11 de febrero de 2022

Hacia un proyecto de Nación - Diego Sarcona

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

55




En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.

En el N° 63 del periódico El Tradicional del mes de enero de 2006 se publicó el interesante artículo del Dr. Diego I. Sarcona, que ofrecemos a nuestros lectores.

Hacia un proyecto de Nación
por el Dr. Diego Ignacio Sarcona


Francisco Fortuny





Primera Junta por
Francisco Fortuny










Argentina no nació espontáneamente en mayo de 1810 y en el largo camino de construcción de nuestro país se fueron sucediendo con variada suerte, los distintos intentos de erigir una nación. Distintas experiencias que fueron evolucionando a partir de traumáticos ensayos. Es que el gran desafío de la revolución fue el reemplazo de la burocracia colonial por una dirigencia criolla capaz de manejar el aparato estatal e integrar los distintos territorios del ex Virreinato del Río de la Plata. Los reveses, luchas y desencuentros en su transcurso hablan de un proceso en constante evolución que nos hace pensar en la revolución como un proceso y no como un mero “acontecimiento”, estático y recluido temporalmente en la llamada “semana de Mayo”.
La construcción de una nueva nación, aquel reto de los primero revolucionarios demorado por más de medio siglo encontró diversos obstáculos que explicarían el fenómeno. La inestabilidad política y el caos económico de los primeros años. La obstinada negación de la realidad de parte de una dirigencia que entendía que la mejor organización jurídica e institucional era aquella que impostaba formulas traídas de Europa, desconociendo así la realidad socio-económica de nuestro país, la pertinaz insistencia de formulaciones teóricas pensando en el país ideal y no en el país real que tenían ante sus ojos los “doctorcitos de Buenos Aires”, como llamaban despectivamente en el interior a los promotores de este pensamiento. Es por ello que quizá la razón de mayor peso la encontremos en la ríspida relación entre Buenos Aires y el resto del país, la negación del derecho de éstas de participar en la construcción de un gobierno nacional y el desconocimiento de la preexistencia de aquellas frente a una entidad central.
Cronológicamente, la primera experiencia de organizar un gobierno nacional surgió con la Revolución y se extendió por una década. El movimiento revolucionario. -con claros objetivos emancipadores- fue llevado a cabo con exclusividad por Buenos Aires, existiendo en muchos lugares del interior indiferencia y hasta oposición. Por ello, en el seno mismo de la Primera Junta de Gobierno comenzaron las diferencias entre aquellos que querían integrar al interior y aquellos que le negaban participación. Esta exclusividad en el manejo de las decisiones políticas por parte de Buenos Aires -que tenía como claro objetivo preservar los privilegios e intereses de la capital aunque este se disfrazara en la excusa de preservar la revolución- se hizo evidente con el rechazo a las ideas federativas de José Gaspar de Francia en el Paraguay o de José Gervasio Artigas en la Banda Oriental, pensamiento que en ningún caso significaba rechazo a la existencia de un poder central. También serían silenciadas las voces de diputados de las provincias como José García de Cossio, representante de Corrientes o Juan Ignacio Gorriti, diputado de Jujuy, reclamando la participación de las provincias con fundamento en que todos los pueblos debían tener representación en el gobierno. La guerra de la independencia y la necesidad de la defensa de la revolución dilataron y enmascararon un tanto este conflicto volviendo a primer plano luego de la declaración de la Independencia. En aquella ocasión, en momentos de disentir la forma de gobierno, Buenos Aires impuso un marcado centralismo que, entre otras cosas negaba al interior el básico derecho a elegir a sus gobernantes, disposiciones todas plasmadas en la Constitución de 1819, Carta que daba la espalda a una realidad social distinta. La reacción no se hizo esperar y provino del litoral. No sólo se desconoció dicha Carta y con ella la forma de organización nacional que imponía sino que la presión de los caudillos López y Ramírez concluyeron con el enfrentamiento de las fuerzas directoriales (nacionales) y las provincias en la batalla de Cepeda, siendo derrotadas las primeras y con ello la intención de crear una autoridad nacional sobre estas bases.
La segunda, conocida como “la feliz experiencia” comenzó a gestarse a partir del año 20. Disuelta la autoridad del Directorio, las provincias tomaron forma institucional. Algunas de ellas nacieron de la fractura de las antiguas intendencias virreinales y definieron sus imprecisos límites. En algunos casos, bajo la tutela de hombres vehementes y en otros de déspotas y demagogos que utilizaron el apoyo popular para satisfacer sus intereses hegemónicos, organizaron precariamente sus instituciones, algunas dictaron constituciones y otras pretendieron erigirse en estados independientes. Buenos Aires, en una situación de ventaja sobre el resto por su situación geográfica y recursos económicos provenientes de los ingresos de una Aduana cuyas arcas se ensanchaban con el aporte de los excedentes exportables derivados de la ganadería, encaró profundas reformas en materia económica, política, institucional, social y administrativa. El propulsor de estas reformas, Bernardino Rivadavia, encarnaba el ser y sentir de la ciudad porteña, que orgullosa y altanera, vislumbró la posibilidad de retomar bajo su tutela la idea de formar un gobierno nacional. Obligada por los tratados firmados y llamada a un Congreso General en la ciudad de Córdoba para organizar el gobierno central se retiró para propiciar la reunión de uno en Buenos Aires. Comprando voluntades, duplicando el número de los representantes porteños, y a partir de otros ardides el Congreso de 1826 sancionó otra constitución en la que el centralismo se acentuaba aún más. Rivadavia, designado en el ejecutivo con el cargo de Presidente de la Nación llevó adelante una política que mereció el rechazo de las provincias, al igual que la flamante constitución, aspectos que sumados al desastroso manejo diplomático de la victoria en la guerra contra el Brasil, precipitaron su caída y con ella esta segunda oportunidad de organización. Buenos Aires no había aprendido la lección. En la tercera oportunidad, el proyecto de Rosas significó el reconocimiento de las autonomías provinciales. Era un proyecto nacional pero bajo la forma de una federación de Estados o confederación (con la dificultad que implica la utilización de estos equívocos términos) bajo la forma de una unidad de hecho. La Nación allí tenía una presencia difusa que radicaba fundamentalmente en la cesión por parte de las provincias de específicas facultades, principalmente el manejo de las relaciones exteriores.
Este tácito reconocimiento de la existencia de una entidad central -que se tornaba en expreso en las voluntades de los mandatarios provinciales- fue ratificada por la suscripción el Pacto Federal de 1831, a partir del cual en base a una política personalista y firme -con ciertos rasgos de intolerancia en una época marcada por la violencia política- lo convirtió en el líder indiscutido de la Confederación permitiéndole el acceso al poder por segunda vez. Aún con la implacable resistencia en el país y desde el exterior de una férrea oposición que en algunos casos no dudó en utilizar el bajo recurso de traicionar los propios intereses con condicionantes alianzas externas, Rosas unificó el sentimiento de la existencia de la nación aspecto que nadie pudo lograr hasta ese momento, cualidad reconocida -tiempo después, claro está- por parte de sus más remisos enemigos políticos. Esto según las propias palabras de aquellos fue el cimiento fundamental para la organización posterior. Pero este logro resultó a través de la imposición de una política y no de una constitución que pudo haber organizado los poderes de una nación cuya existencia todos reconocían. En efecto Rosas no dictó una Carta Magna ni propició la reunión de un Congreso General para organizar el gobierno de la nación bajo la forma federal como lo establecía el Pacto Federal. Entendía que la situación de precario orden de las provincias no tenía el sustento suficiente para organizar un gobierno nacional a través de una constitución y no lo hizo, explicando su conducta a aquellos que estuvieron dispuestos a requerirlas: Estanislao López y Facundo Quiroga. En la carta a este último derivada de su encuentro en la hacienda de Figueroa expresaba “quién forma un ser viviente y robusto con miembros muertos o dilacerados y enfermos de la más corrupta gangrena, siendo así que la vida y robustez de éste nuevo ser no puede ser sino la que reciba de los propios miembros de que haya de componerse?” Cierto es que la organización nacional hubiera significado en ese caso la nacionalización de la Aduana y de sus recursos quitando así la mayor fuente de ingresos fiscales de la provincia y dejando huérfano la base de dónde provenía gran parte del poder del gobernante porteño. Nunca llegaría la oportunidad para la reunión del Congreso General y en 1852 Rosas sería vencido en Caseros por una alianza entre los gobernadores del Litoral, los unitarios exiliados, Brasil y los intereses extranjeros que siempre estuvieron al asecho.
A partir de allí, y en base a aquella unidad y el deseo intacto -aunque postergado- de organizar la Nación sobre una sólida base se echó mano a un esquema que había madurado con la experiencia -dolorosa casi siempre- de nuestros desencuentros. Una generación de hombres que había proyectado un pensamiento superador de las históricas divergencias entre unitarios y federales salía a la luz como una concepción práctica y realista. Muestro país tenía una realidad política, social y económica que debía ser observada y escrutada a la hora de plasmarla en un texto constitucional. Este pensamiento estuvo en las mentes de Echeverría, Gutiérrez. Alberdi y otros; el provecto de hacerlos ordenados y palpables en un texto estuvo a cargo del último. Así se reconoció la existencia de una doble jurisdicción. Por un lado las provincias en base al reconocimiento de su autonomía y el ejercicio de facultades y prerrogativas exclusivas entre ellas, por supuesto, la de elegir sus autoridades y por otro lado la Nación con una estructura administrativa constituida por tres poderes independientes en su funcionamiento -con un ejecutivo fuerte derivado de la práctica histórica-, recursos y con facultades y atribuciones propias y otras delegadas por las provincias. Todo ello en un equilibrio entre las dos entidades y con mecanismos de control.
Por otro lado la Constitución significó el reconocimiento de gran cantidad de derechos y garantías, el fomento de la inmigración, el desarrollo económico, la libertad religiosa, la forma de elegir a los representantes, etc. Pero Buenos Aires, celosa todavía de sus privilegios, no acudió al Congreso que sancionó la constitución en 1853 en Santa Fe, porque crear una autoridad nacional significaba nacionalizar y compartir los ingresos de la Aduana y contar de esa manera con recursos para crear y mantener esta estructura. Perdería así esta exclusividad y la base de su poder económico -y también político- y sus privilegios. Sumado a ello la libre navegación de los ríos interiores (fundamentalmente el Paraná y el Uruguay) pondrían en riesgo la exclusividad de su puerto y la comercialización de los productos importados. Buenos Aires advirtió las intenciones hegemónicas del gobernador de Entre Ríos, Justo José de Urquiza, de que el Litoral se coloque a la cabeza del proyecto de construir la Nación y no dudó en separarse del resto del país por diez años. Comenzará así una guerra económica (enmascarada en los inverosímiles enfrentamientos armados de Cepeda y Pavón en 1859 y 1861, respectivamente) de la que finalmente saldrá victoriosa demostrando que por su capacidad económica y recursos fiscales era ella -y no un Litoral asfixiado por los inmensos gastos de la empresa-, la única en condiciones de llevar a cabo la organización nacional. Finalmente, ésta será efectuada en función de sus necesidades e intereses y con sus recursos.

Alberto Mondragón - Dorrego y los derechos

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

51

En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.

Aproximadamente a fines de la década del 60 se se publicó (no pudiéndose determinar el medio en que lo hizo) el siguiente artículo del Dr. Alberto A. Mondragón.


Dorrego y los derechos

                                                                    por Alberto A. Mondragón 


El episodio ocurrió al discutirse la Constitución de 1826 en el Congreso Nacional. El proyecto de la Comisión decía en su art. 6°, inciso 7°: (Los Derechos de ciudadanía) se suspenden... por el estado de... criado a sueldo, peón jornalero, simple soldado de línea, notoriamente vago, o legalmente procesado en causa criminal”. Es decir: no podrían votar.

Se trató en la sesión del 26 de setiembre de 1826. El proyecto unitario fue impugnado por la bancada federal: Galisteo, diputado federal por Santa Fe, se opuso porque “si el doméstico y el jornalero no están libres de los deberes que la República les impone, como el servicio militar, tampoco deben estar privados de sus goces”. Contestó el unitario Manuel Antonio de Castro por la Comisión: “Es preciso que los individuos que han de ejercer el derecho de ciudadanía... tengan voluntad propia... el hombre en el estado de condición de doméstico o jornalero, se presume que está bajo la inmediata influencia del patrón”. Preguntó entonces Dorrego: “¿Si es por la falta de libertad, los empleados de cualquier clase pueden sufragar?” (“Si”, contesta Castro.) “¿Pero no están dependiendo del gobierno? ¿Y quién tendrá más empeño en las elecciones: un particular o el mismo gobierno?... ¿Qué es lo que resulta de esto? Una aristocracia, la más terrible porque es la aristocracia del dinero. Échese la vista sobre nuestro país pobre, véase qué proporción hay entre asalariados y jornaleros y las demás clases y se advertirá al momento quién va a tomar parte en las elecciones. Excluyéndose las clases que se expresan en el artículo, es una pequeñísima parte del país, tal vez no exceda de una vigésima parte... ¿Cómo se puede permitir esto en un país republicano? ¿Es posible que los asalariados sean bueno para lo que es penoso y odioso en la sociedad, pero que no puedan tomar parte en las elecciones?... Pero aún más, Señor: la independencia. El que es capitalista no tiene independencia y no podría votar. Échese la vista sobre la población y se notará cuan pocos pueden considerarse independientes: los particulares, como tienen asuntos y negocios, quedan más dependientes del P. Ejecutivo que nadie: a esos es a quienes deberían ponerse trabas. Si excluyen a los jornaleros, domésticos y asalariados ¿entonces quiénes quedan? Queda un corto número de comerciantes y capitalistas... - Ustedes... ¡He aquí la aristocracia del dinero, y si esto es así podría ponerse en giro la suerte del país y mercarse! Entonces sí que sería fácil influir en las elecciones, porque no es fácil influir en la generalidad de la masa, pero sí en una corta porción de capitalistas. Y en ese caso, hablemos claro: ¡¡el que formaría la elección sería el Banco!! (El Banco, era el fundado por Rivadavia llamado “Nacional”, por irrisión, pues era dirigido por ingleses.)

Contestó Castro como un diputado de la Federación de Partidos del Centro: “Nunca puede dejar de haber esta aristocracia que se quiere hacer aparecer como un monstruo tan perjudicial a la sociedad; que es la que conserva la sociedad y el orden según está establecido... La aristocracia de la sangre, ésa si es peligrosa porque se opone a las leyes y a un sistema libre; pero aquella que nace de la naturaleza de las cosas, no hay poder en la tierra que pueda vencerla... ¿Quién puede hacer que el pobre sea igual al rico? Cada uno debe tener tanta parte en la sociedad cuantos son los elementos (con) que entra en ella”.

Opinó el viejo Paso, reliquia venerable de Mayo. No era federal ni unitario, sino un hombre lleno de patriotismo, experiencia y buen sentido. Se opuso al artículo: “En este país donde los peones tienen poco menos libertad e independencia que los amos; conocimientos, alcances, poco más los amos que los peones; en donde el jornalero cobra su jornal con el derecho que él exige, con imperio en haciendo su trabajo, no hallo dependencia: que induzca servilidad... (Si la hay) supongo que en el pulpero que lo manda (al jornalero) con más imperio que su amo... Yo no doy a estas cosas tanta importancia, ni se las he dado, ni se las daré nunca, ni es posible dárselas. Porque por más que se diga que el Cuerpo de Representantes sea la expresión de una voluntad general, siempre será la expresión de un hombre. Esta es la verdad práctica, y esto sucede en todo el mundo y no puede ser de otro modo. Jamás será la representación la expresión de la voluntad general, sino la expresión de aquel o aquellos que han conducido la elección”.

Pidió la palabra el canónigo unitario Valentín Gómez, llamado Mama Valentina por los federales. Era un dialéctico admirable para demostrar lo blanco o lo negro, lo justo o lo injusto. Quería borrar, en el recinto y en la calle, la mala impresión dejada por las palabras sinceras de Castro sobre los privilegios de la aristocracia del dinero. Había que detener esa aristocracia, pero con argumentos retóricos: “Al formar la Comisión este artículo animada de los liberales sentimientos que aparecen en toda la formación de esta constitución, temió ser demasiado liberal estableciendo la elección popular y directa. Cuando se trata de la Constitución es necesario no afectarse de momentos presentes: de aquí resultará la inexactitud del cálculo sobre los que serán excluidos: porque no debe ponerse en duda que los propietarios aumentarán, y que la ilustración ha de crecer, y de consiguiente no existirá la exclusión del jornalero y de doméstico a sueldo... Por respecto a lo que se dijo que los Jornaleros son los únicos llamados a ser soldados, no debe considerarse que hay una injusticia tan remarcable en que sobre ellos recaiga  exclusivamente el servicio militar y no sobre las demás clases. Porque ellos (los jornaleros) reciben muchos beneficios que no reciben las demás clases. Y a la verdad ¿quiénes son los contribuyentes?... El que tiene menos de dos mil pesos no contribuye. ¿Y qué resulta a beneficio de los jornaleros y domésticos de esa contribución que pagan solamente los pudientes? Resulta que ellos gozan de los demás bienes del Estado, incluso de la seguridad social de la policía, de la seguridad del Estado que da el ejército, de la seguridad de sus personas, etc., etc., porque a todo conduce la contribución. Pero además están la multitud de establecimientos públicos costeados por los contribuyentes a beneficio de las clases menesterosas, a más de los cargos públicos que también desempeña (la clase rica) sin sueldo. ¿Y si los pobres son los únicos en ir a la guerra, por quiénes son pagados, y mantenidas y recompensadas sus familias en caso de morir?... Por los que tienen bienes. Pues viceversa: si los soldados fuesen los pudientes ¿con qué contribuirían los pobres?...

jueves, 10 de febrero de 2022

Alberto Mondragón - Vida de Dorrego

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

49

En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.

En el periódico El Puente de diciembre de 1968, se publicó el siguiente artículo del Dr. Alberto A. Mondragón.


VIDA PASIÓN Y MUERTE DE MANUEL DORREGO

por Alberto A. Mondragón


EL GUERRERO INTREPIDO

Alberto Mondragón
La estrella refulgente de Manuel Dorrego se apagó cruelmente el 13 de diciembre de 1828; ese crimen inaudito en los anales históricos argentinos, es desgraciadamente para la posteridad, un eslabón en los hechos que modificaron fundamentalmente la estructura y el sistema de la vida nacional.

Tan importante suceso, cuya valoración lo tuvo en ese momento histórico, repercutió hondamente en todo el ser nacional y constituye hoy un baldón y motivo de severo enjuiciamiento, a más de lección histórica inolvidable. Es por ello que la fecha de ese nefasto día, la pluma debe reflejar el proceso de autores, visibles y encubiertos, el estudio de la víctima ilustre, las consecuencias inmediatas y la secuela posterior.

La intensa vida del coronel Dorrego encierra ya una clave esclarecedora.

Nació Manuel Dorrego el 11 de junio de 1787, y desde joven, en su paso por el colegio de San Carlos, dejó huellas visibles de su acción. Estudiante aventajado era a la vez partícipe de gestos independientes, indicadores de un carácter en formación, recio y decidido, que anticipaba sus futuras actuaciones.

A los 20 años viaja a Chile donde influyó en el triunfo patriota del 18 de setiembre de 1810, mereciendo un premio recordatorio de su estada en el país trasandino, que le acordó una medalla con una inscripción que antidata su futura pasión política “Chile a su primer defensor”.

“A regresar a Buenos Aires se alista en las tropas noveles de la Revolución, actúa en SANSANA (17 de diciembre de 1811), y en NAZARENO (11 de enero de 1812), que preparaba su decisiva actuación en la batalla de SUIPACHA (12 de enero de 1812), siendo ascendido a Tte, Coronel las batallas de TUCUMAN (24 de septiembre de 1812) y SALTA (20 de febrero de 1813), acciones todas en donde Dorrego en cargas valientes y arriesgadas, con gestos de resolución personal, marginadas a la conducción de Belgrano, dan el triunfo a las armas patriotas.

Esa altivez digna y valiente del intrépido guerrero no se condiciona a la situación de una política impuesta por el Triunvirato y el Directorio otras “armas” y en otro terreno los políticos de Buenos Aires maniobran en “batallas”, las más perdidas de la diplomacia; Dorrego no conoce para ese entonces sino las refulgentes espadas y la mortífera metralla, los otros —Rivadavia, Alvear, Pueyrredón— acomodan su política inepta a los intereses extranacionales.

Pueyrredón lo aborrece y le teme, un decreto muy conciso y sin causa justificable le impone la pena de expatriación y.. . bien distante, a los Estados Unidos de Norteamérica, en donde se radica en 1817 en la ciudad de Baltimore.

Tres años pasa en los Estados Unidos, hasta su regreso a Buenos Aires el 6 de abril de 1820, llamado por Sarratea, cuyo decreto de amnistía en la parte resolutiva es digno de destacar, por considerar a Dorrego “...buen servidor e inocente de falsas imputaciones”.

EL TRIBUNO FEDERAL

Los directoriales asumen de retorno el poder, en un “maremagnum” de asuntos graves para el país, Rivadavia hipoteca las tierras públicas a la banca inglesa con el Banco Nacional y el empréstito Baring Brothers; se negocia con el Imperio del Brasil la pérdida de la Pcia. de la Banda Oriental; se impone una “presidencia” y una constitución “a palos y por cientos de decretos se crean hipotéticos castillos en el aire”, y en fin tantos dislates se derrumban estrepitosamente, y el gran derrumbador fue precisamente el coronel Manuel Dorrego.

El periodista ataca esa nefasta política antinacional; en artículos encendidos inflama un material reseco, propugna cambios fundamentales, denuncia a los actores y ejecutores de maniobras fraudulentas, ataca a la cabeza visible, es un fiscal incorruptible, es una pluma acerada, escribe con la “punta de la espada”.

El legislador Dorrego defiende al pueblo que los unitarios no quieren que vote —¡el pueblo no es unitario!— en el Congreso se discutió el proyecto de la Comisión que propugna una constitución, ese proyecto nos dá luz para el futuro del que era llamado, justamente por su defensa, el “padre de los pobres” y el “descamisado”.

Denuncia al Banco —una creación inglesa, con directores ingleses—, a los agiotistas —“aristocracia del dinero“—; da nombres de comprometidos y los que escuchan temen, el rencor nace, la venganza acecha, el crimen se organiza.

Nada deja Dorrego por denunciar, ni nada tampoco por esclarecer sobre la forma de gobierno, y si considera posible que por un gobierno centralista —como se tuvo— se hipoteque el país, era lógico considerar el peligro de pasar por “decreto” de un régimen a otro, dice Dorrego en la sesión del 28 de septiembre de 1826, ”...yo creo que no hay quien pueda creer que haya igual distancia y proporción bajo el sistema federal que bajo el sistema de unidad. Uno sólo gira bajo el sistema de unidad, bajo el nombre de Gobierno dispone toda la máquina y la hace rodar; pero bajo el sistema federal todas las ruedas giran a la par de la rueda grande”.

Todos sus alegatos en favor del régimen federal en lo económico, político y social, hacen de Dorrego el portaestandarte de un sistema deseado y querido por los pueblos; en una síntesis de claridad meridiana lo expone: “Opino por el sistema federal, porque creo que es el que quieren los pueblos, porque creo que es el únicamente aceptado”.

EL GOBERNANTE VALIENTE 

(Ituzaingó —20 de febrero de 1327— fue una victoria argentina frente al imperio esclavista del Brasil.

Esa guerra ganada, la perdió Rivadavia en las tratativas antidiplomáticas, la “paz” era una política de agregar más incompetencias a las ya pesadas situaciones internas, el “visionario”, el “más grande hombre civil de los argentinos”, dejaba una herencia de taras en todos los órdenes.

Al Coronel Manuel Dorrego le toca en suerte la “herencia” de hacerse cargo de ese presente griego que era el estado argentino. El 3 de agosto de 1827 toma la responsabilidad del poder como Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y con delegación de las Provincias las Relaciones Exteriores, y su primer acto es dar conocimiento del estado general y de la situación del país en un memorable “Mensaje” ante la Legislatura el 14 de septiembre de 1827, que por múltiples motivos es preciso detenerse para comprender el destino “prefijado” por sus enemigos en el triste fin de Dorrego.

Lo primero es “la restitución de la provincia”, es el primer acto de confianza, del cual “dependía la paz interior de los pueblos, el buen orden y respeto de la República” está claro en Dorrego la idea federalista. Luego habló del Banco, destacando el “cuadro aflictivo” de la economía del país. Hizo clara referencia sobre los “negociados” de las minas: “sin esperar sanción legislativa”. Por último y sobre la guerra contra el Brasil, prosigue ese extraordinario “Mensaje”: “Las filas de aquellos valientes se hallaban dislocadas por un disgusto pronunciado contra la conducta, ya militar, ya política...”. En este valiente y doloroso “Mensaje” Dorrego puso su claridad, sobre quienes eran los responsables del deshonor nacional y la situación gravísima del país. Si el 25 de septiembre no se borraba para las logias muy temibles, este 14 de septiembre confirmaba aplicar el destino “prefijado”.

El último acto del drama debía estar próximo.

 

EL MARTIR DEL CIPAYAJE

Resuelta la restitución provincial, a Dorrego cabe el llamado federal de reunir a sus colegas del interior, a los fines de consolidar el orden interno, sanear las economías provinciales y enfrentar al Imperio del Brasil.

La respuesta de las provincias fue unánime: Dorrego es la esperanza en el federalismo y en la prosecución nacional de lucha contra el Brasil; en ambas obtuvo el asentimiento, pues el interior generoso y comprensivo estaba en la pacificación; mérito destacable de Dorrego es haber creado una nueva República, una “pax federal” y una representación política y militar casi desconocida desde años de lucha por la libertad e independencia.

Los otros dos asuntos pendientes —la guerra del Brasil y el Banco “Nacional”— eran en sí dos paralelas intransitables para Dorrego, ambas dominadas por el imperio inglés; así, pues, mientras Dorrego reclutaba tropas, se buscaba el apoyo de Bolivar y se intrigaba con los mercenarios brasileros; alguien muy sutilmente destejía la tela que costosamente tejía Dorrego. Lord Ponsomby era el hábil y diligente diplomático que anulaba la tela, Dorrego muy doctrinario y Ponsomby con libras esterlinas; el primero creía en la soberanía americana, en la independencia nacional y en la libertad de los pueblos; el otro se apoyaba en el deterioro del país y en el nefasto Banco llamado “Nacional”, de Inglaterra.

A Ponsonby lo debemos considerar como el primer conspirador, y a él se unirá la logia unitaria, Dorrego mientras tanto no creía en una nueva catástrofe nacional, ¡volver al pasado tan remarcado justamente por él!, aún prevenido, seguía no creyendo; el ¡oven estanciero, Juan Manuel de Rosas, le dice: “El ejército nacional llega desmoralizado por esa logia que desde mucho tiempo atrás nos tiene vendidos; logia a que en distintas épocas ha avasallado a Buenos Aires, que ha tratado de estancar con su pequeño círculo a la opinión de los pueblos; logia ominosa y funesta contra la cual está alarmada la nación”.

La logia que menciona Rosas la formaban: “Aguero, Gallardo, Del Carril, Gómez y Varela, que en contacto con Lavalle —esa “espada sin cabeza” al decir de San Martín—, se lanzó al motín del 1° de diciembre de 1828.

Gestada la “revolución” pacientemente a la vista y oído de todos, Dorrego nada podía oponer, sino su propia voluntad valiente e intrépida, pero inoperante a la intriga y duplicidad del enemigo, tampoco se dejaba aconsejar. Fue traicionado por sus “amigos” y entregado al furor de la logia; llevado a Navarro se le fusiló sin juicio; por “mi orden” dijo Lavalle, con premura desusada en nuestras luchas civiles; pareciere que el banquillo del ajusticiado estaba preparado de antemano.

El 13 de diciembre de 1828 se cerró el ciclo de la intensa vida de Manuel Dorrego, pero no las terribles consecuencias políticas desencadenadas por su injusta muerte, al tribuno federal, al guerrero intrépido y al gobernante valiente, se dejó paso al mártir del cipayaje.

El silencio del sepulcro levantado en honor de Dorrego por un pueblo noble e inocente “que no fue cómplice de su muerte” puso fin a un proceso histórico, pero dio apertura a una esperanza en el destino nacional; la bandera caída es retomada por nuevas manos en una nueva etapa gloriosa del devenir argentino, la naciente Confederación Argentina asoma a la luz de la vida política, y el Caudillo conductor, llevará las banderas del federalismo y de la Restauración Nacional, Juan Manuel de Rosas es el destinado a concretar la gran aspiración del Coronel Manuel Dorrego.

Alberto Mondragón - La Reconquista de Buenos Aires

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

48

En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.

En el periódico El Puente, de agosto de 1968, se publicó el siguiente artículo del Dr. Alberto A. Mondragón.


La otra cara de la historia

UN PUEBLO EN ARMAS

por Alberto A. Mondragón

Nuestra Historia carece de relatos heroicos populares, pues los que se conocen —el Negro Falucho, el Tambor de Tacuarí, Pringles y la bandera, el Negro Ventura, las cintas azul y blanca de French y Berutti, etc.—, no llenan, amén de no ser auténticas, la epopeya popular; notable es la diferencia con relatos de otras historias extranjeras que se exaltan en las escuelas norteamericanas, españolas, alemanas, etc,  y que hasta los argentinos conocemos, a falta de nuestros propios relatos nacionales.

Esta observación, que siempre nos ha preocupado, la ponemos como inicio para afirmar que en ésto, como en otros asuntos históricos nacionales, se han ocultado, en el “complot del silencio”, muy particularmente las epopeyas populares a fin de no despertar al pueblo con acciones notables —no sea cosa que e repitan— ya que el pueblo es el actor relevante, ayer y hoy, de todo acontecer histórico, vale decir: “sin pueblo no hay Historia”.

Al caso del 12 de agosto de 1806, fecha muy ingrata para ingleses y cipayos, la superchería es de los profesores y maestros de historia, muy comprometidos en su mentalidad liberal; las invasiones inglesas han servido para declamar que: introdujeron ideas independentistas iluminando a nuestros próceres de Mayo, que liberó al comercio monopolista de España, que propagó la libertad religiosa, que nos hicieron conocer nuevas leyes liberales y un poco más, que fue una lástima que fueran vencidos; lo que se debe decir bien fuerte es que todo un pueblo se levantó en armas, que esos invasores eran herejes, que su comercio fue una extorsión, que los piratas ingleses se robaron el tesoro y, aunque doloroso, que las “clases” sociales elevadas los aceptaron y agasajaron, que las niñas de la “sociedad” se les unieron en lazos matrimoniales, etc.

Pero todo llega a saberse: la verdad y la mentira no se pondrán nunca de acuerdo.

La rendición incondicional de los ingleses el 12 de Agosto de 1806 se tergiversa intencionalmente. Ver A. P. Pérez Amuchástegui “Crónica Argentina” fascículo 3 - 1968—, y una popular figurita pintada por un dibujante de Historia a lo Grosso, simple copión de los relatos adulterados que nos presenta una lámina en la que Beresford rodeado de oficiales vendados, soldados muertos y heridos, cañones caídos, etc. sobre un fondo de fuego y destrucción, no es en definitiva más que una bella ficción pictórica.

Y a la prueba vamos.

Para poner las cosas en su lugar es importante conocer lo expresado por tres testigos y actores de la gesta popular de 1806:

1°— Hilarión de la Quintana (“Memorias”, pág. 15), al relatar cómo el pueble invadió el Fuerte donde se hallaba arrinconado con sus tropas el ejército inglés al mando del general Beresford, dice: “El general Beresford se confesó rendido, y a la media hora vimos se aproximaba al pie de la muralla una inmensidad de pueblo, exigiendo que el general enemigo tirara el sable: lo echó efectivamente abajo y lo tomó el capitán Mordeille”.

2° — Alejandro Gillespie ("Buenos Aires y el interior” pág. 80), este oficial inglés estaba en el Fuerte y dice: “Una retirada inmediata dentro del Fuerte se hizo pronto, después se cerró el portón y se emplazaron dos cañones adentro para defenderlo. Previamente a esto izamos bandera de parlamento que fue admitido por el enemigo, y en el intervalo, siempre consagrado a la paz, su ejército se precipitó como torrente a ¡a gran plaza, prorrumpiendo en el alarido más horrendo ...”.

3° -— Antonio Villalba (declaración del Teniente del Regimiento de Caballería de la Colonia del Sacramento).”...viendo el declarante a don Hipólito Mordeille, que al pie de la muralla hacía al general cierta demostración con la espada y le hablaba en francés, le preguntó en aquel acto al primero a que se reducía su conversación y demostraciones, y este le contestó, que a decirle al general inglés se rindiese a discreción porque la acción era nuestra; si estaba segura su vida y la de los suyos, y le había contestado que sí porque los españoles éramos humanos, y que en este momento fue cuando se arboló la bandera española, empezando los nuestros a dar vivas al rey”.

Estas expresiones provienen de un delegado de Liniers, un oficial inglés y un español respectivamente, y son coincidentes en la acción popular y la presencia de la bandera de parlamento. Y dos de ellos subrayan la espada de Beresford.

Ahora bien, a fin de completar el cuadro es necesario lo que nos dicen tres historiadores sobre esos sucesos: Bartolomé Mitre, “Historia de Belgrano”, tomo I, pág.: 138): ”.. .Berresford quiso entregar su espada al oficial parlamentario, quien la rehusó por dos ocasiones, visto lo cual por un oficial inglés lo tomó en sus manos y lo arrojó desde lo alto del muro, siendole devuelta  en el acto por medio de pañuelos atados con que fue suspendida...”

Juan Beyerina, “Las invasiones inglesas al Río de la Plata (1806-1807), tomo l, pág. 388, recopilando a Quintana, Anzóategui, Villalba, etc. dice: “...le hicieren presente al general inglés que los nuestros se aproximaban a la muralla, y el declarante, por comp!acerio y quitarle el recelo que indicaba, se vino con él a la muralla sobre la puerta de la Fortaleza, desde donde hizo entender al ejército y le previno se retirase  por cuanto el enemigo estaba rendido a discreción y que debía esperar la llegada de nuestro general, a quien dio orden se le avisase; que a instancias de la gente nuestra, sacó el general su espada y se la quiso entregar por dos a tres ocasiones al declarante, que no la admitió, respetando su persona y carácter; que otro oficial que estaba muy inmediata al general, para satisfacer sin duda a nuestras tropas y darles una idea cabal de estar rendidos, arrojó la espada, la misma, que por disposición del declarante le hizo alcanzar don Hipólito Mordeille”. Diego Luis Molinari, Conf.: “El 12 de agosto de 1806, a través de documentación inédita”, nos expresa que: “...Whitte, intermediario entre Liniers y Beresford iba y venía desde la quinta de Capdevila al Fuerte; mas entretanto el pueblo invadió el Fuerte obligando a Beresford a capitular tirando la espada desde lo alto de la fortaleza, así pues la segunda capitulación se cumplió el 14 de Agosto...”.

Lo sabroso del tema obligaba documentar los heroicos hechos producidos para poder concluir tres afirmaciones históricas de valor indiscutible:

1° — El pueblo de Buenos Aires y soldados del interior, fueron actores decisivos en la acción de derrotar a los invasores; era pues el “pueblo en armas”,

2° — La espada de Beresford fue entregada o arrojada al pueblo y recogida por don Hipólito Mordeille.

3° — El ejército inglés se rindió al pueblo, y con posterioridad —14 de agosto— lo hizo ante Liniers Es pues el 12 de Agosto de 1806 la fecha popular de la Reconquista de Buenos Aires.

martes, 8 de febrero de 2022

Alberto Mondragón - Cornelio Saavedra

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

47 


En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.

En la Revista Doctrina, de fines de la década del '80, se publicó el siguiente artículo del Dr. Alberto A. Mondragón.

CORNELIO SAAVEDRA

Por Alberto A. Mondragón


Alberto Mondragón
El 29 de Marzo de 1829 fallecía en Buenos Aires el Brigadier General Don Cornelio Saavedra, ex Presidente de la Junta de Mayo de 1810, personaje casi desconocido que pasó parte de su existencia en justificarse de la deformación interesada, cuando no calumniosa de la pasión y el partidismo.

Nacido el 16 de Setiembre de 1759 en Potosí, Provincia norteña del Virreinato del Río de la Plata, pasa a Buenos Aires a estudiar en el Colegio San Carlos y a ejercitarse en el comercio con singular prestigio que por su honestidad mereció el aprecio de la sociedad.

Las Invasiones inglesas de 1806 y 1807 lo llevan a la formación de cuadros militares -los Patricios- como jefe y ejecutor de valientes acciones ascendiendo a Coronel; de ahí en adelante se convierte en hombre político y militar.

Saavedra puso todo su poder con sus Patricios en el apoyo al nuevo Virrey Don Santiago de Liniers -el Virrey del Pueblo- y con su sostén desbarata la intentona del 1° de Enero de 1809 de Alzaga, Moreno, French y otros, en el primer choque con los porteños.

En el Cabildo Abierto del 22 de Mayo con su voto arrastra a la mayoría, siguiendo las claras directivas de las Juntas Españolas: sin Rey el Pueblo es Soberano”, tesis del filósofo jesuita Suárez. Decisión definitoria de la Junta por la que la razón y la fuerza daban la legitimización al Coronel Cornelio Saavedra como presidente de la Junta de Mayo de 1810.

Mas la Junta de Buenos Aires no era el todo virreinal y el Presidente exigió una Junta Grande de todos los Cabildos, primera concepción federalista de nuestra historia, que los porteñistas aceptaron y luego negaron destituyendo al noble Saavedra y, por ende, a la Junta creándose el Primer Triunvirato.

Este primer asalto al poder es también el inicio de la persecución y calumnias a Saavedra quien busca refugio en Chile; pero un también futuro calumniado el General San Martín, por entonces Gobernador de Cuyo, lo protegió y lo refugió en Mendoza con restitución de la familia y bienes. De ahí pasó a Buenos Aires y, en un paralelo a meditar, el Gobernador Don Juan Manuel de Rosas le restituyó el grado de Brigadier General. En su quinta de San Isidro comienza a redactar sus Memorias” reivindicativas.

Las “Memorias” son la pasión máxima de su vida y documento valioso para desentrañar los orígenes de nuestras luchas fratricidas de liberales o nacionales, oligarquía o pueblo, unitarios o federales, provincianos o porteños que signan hasta el hoy nuestro destino de Liberación o Dependencia”.

No puede sorprender que Don Juan Manuel de Rosas las publicara en su órgano oficia] “La Gaceta Mercantil” en cinco sucesivas ediciones en 1830 y que la admiración por Saavedra lo lleve a decretar ya fallecido el prócer, el 10 de Enero de 1830, un solemne funeral durante el cual el Padre Olavarrieta, reseñó  desde el púlpito sagrado su vida política que también fue publicado, siendo la primera biografía de Don Cornelio Saavedra. Aún más: el decreto dispone su sepultura en el cementerio del Norte (hoy Recoleta), se levante un monumento y se deposite su testamento ológrafo en la Biblioteca Pública (hoy Nacional).

Ese acto reivindicatorio se realizó con la presencia del Señor Gobernador,  Ministros, Militares, Clero y Pueblo certificando que Saavedra, el provinciano, es el primer Presidente que reposa en Buenos Aires como el símbolo de la Federación en la Unión Nacional.

Alberto A. Mondragón

Alberto Mondragón - Mariano Medrano

A mediados de la década del '60 Alberto Mondragón redactó unas breves biografías bajo el título "Figuras rosistas", que fueron publicadas en distintos periódicos y revistas (Revista o períódico El Puente, Revista Doctrina, entre otras). 


FIGURAS ROSISTAS 

(Revista El Puente y Revista Doctrina)


... Figura

MARIANO MEDRANO


Alberto Mondragón
El hermano del Congresista de Tucumán, Don Pedro Medrano, MARIANO MEDRANO, había nacido en Buenos Aires el 8 de Septiembre de 1767, consagrándose a la Patria y a la Iglesia hasta la avanzada edad de 83 años, con arraigado patriotismo, conducta acrisolada y probidad intelectual.

Alumno del Colegio de Nuestra Señora de Montserrat, prosigue sus estudios en la Real y Pontificia Universidad de San Javier en Charcas, donde el 15 de noviembre de 1788 se recibió de Doctor en Sagrada Teología y luego en Cánones y Leyes, ordenándolo Sacerdote Monseñor Azamor y Rodríguez en diciembre de 1791; de regreso a Buenos Aires ejerce la cátedra de Filosofía en el Real Colegio de San Carlos, ocupando en 1808 el cargo de Párroco de la Iglesia de la Piedad, siendo finalmente miembro del Vicariato Capitular y Gobernador del obispado en 1822.

En ese 1822 resonó con violencia el reformismo rivadaviano afectando al Clero argentino; el laicista Rivadavia, en un propósito absolutista y regalista a lo borbónico en España, pretendió ejercer poderes ajenos a la incumbencia en la legislación que por siglos la Iglesia Católica mantenía en su estructura y que la naciente Argentina en su totalidad poblacional profesaba.

Este proceso que Rivadavia desató en instantes grávidos del desenvolvimiento político del país y, más, cuando el Clero aportó lo mejor de sus intelectuales para la Libertad e Independencia  Nacional, era una innovación atentatoria a la divinidad de la Iglesia y una copia infiel de la de Carlos II y la del usurpador del Trono Español José Bonaparte, siguiendo las huellas del fraile apóstata y regalista afrancesado, Llorente.

La disputa del proceso fue larga y burocrática; si Rivadavia insistía en sus “principios”, su oponente Mariano Medrano con la disciplina y ciencia que lo acreditaban sus antecedentes, lo rebatió con firmeza y salvó a la Iglesia Argentina de caer en el caos; y si Medrano era la Jerarquía, lo era en razón de ajustar su conducta en la tradición Hispano-Católica del Pueblo Argentino y respondió a Rivadavia que, sin autoridad política, pretendiera imponer lo que el Pueblo todo, con la bandera de Religión o Muerte.

Concretado el estado federal con Dorrego y luego Rosas, desaparecidos de la escena los reformistas, cúpole a Mariano Medrano ser reconocido por la Santa Sede como Obispo de Aulón y posesión del Vicariato Apostólico en el Río de la Plata; primer argentino en ese alto cargo y lo es bajo el Gobierno tutelar y católico del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas quien remite al Obispo Medrano el 19 de Agosto de 1831 la carta felicitación ... que disfruta nuestra Iglesia de la dirección de tan eminente prelado, y Dios Nuestro Señor fortificará el espíritu de su Ilustísima, y nos dará el consuelo de que su salud sea duradera como de corazón lo deseo”.

Más aún: en la recepción oficial del cargo en la Catedral, el representante del Gobierno, el  general Lucio Mansilla, le expresó  ... después de su independencia la República ve a un hijo de Buenos Aires revestido con las insignias episcopales y lo segundo que V.S. Illma es uno de los que con más distinción ha acreditado su adhesión a un gobierno paterna!”.

Organizador y justiciero puso orden en el Clero, fundador de Iglesias en la campaña, editor de catecismos, regulador de sermones etc. logró lo más acariciado: la instalación solemne el 3 de Junio de 1831, con el apoyo del Gobierno de la Escuela de Latinidad como preseminario, fecha ésta gloriosa para el Obispo nacional y federal. Estuvo presente el Gobernador.

El hecho de que don Juan Manuel de Rosas hubiese logrado paz religiosa durante su larga trayectoria gubernamental fue obra en conjunto con el Obispo por haber contado con la leal y efectiva colaboración de Monseñor Mariano Medrano.

Alberto A. Mondragón

Alberto Mondragón - Juan Bautista Thorne

A mediados de la década del '60 Alberto Mondragón redactó unas breves biografías bajo el título "Figuras rosistas", que fueron publicadas en distintos periódicos y revistas (Revista o períódico El Puente, Revista Doctrina, entre otras). 


FIGURAS ROSISTAS 

(Revista El Puente y Revista Doctrina)


... Figura

JUAN BAUTISTA THORNE


Obligado es el Combate de los pechos argentinos que se opusieron a la inconsulta y agresiva intervención de Francia e Inglaterra conjuntamente; ese 20 de Noviembre de 1845 de costa a costa del Río Paraná se tendieron las gruesas cadenas simbolizando la Soberanía Nacional. Allí estuvieron Mansilla, Alzogaray, los hijos de Brown y de Quiroga, y entre ellos un neoyorquino nacido en 1807 y ya conocido en su Argentina de elección desde 1825: JUAN BAUTISTA THORNE, bien llamado el "Sordo de Obligado".

En efecto, en Marzo de 1825 y gracias a los oficios del General Pinedo, se incorpora como voluntario a la naciente Armada Nacional; de ahí en más THORNE participa en casi toda la Historia Naval y aún en la terrestre en la Confederación Argentina: Carmen de Patagones, río Colorado, Martín García, Obligado, Quebracho, Caaguazú, Cagancha, Pago Largo, Sauce Grande...

Sus títulos por su valor empiezan en Carmen de Patagones el 20 de Febrero de 1826, con un hecho de singular importancia y bastante desconocido: el abordaje y destrucción de la flotilla brasilera que atacara y diezmara a la población de Carmen de Patagones durante la guerra contra el Brasil.

Como Comandante, THORNE sigue sus servicios en colaboración con Rosas en la Campaña del Desierto, avituallando y protegiendo a las tropas remontando el Río Colorado en barcos especialmente preparados: el "Sofía" y el "Margarita" motivando ser condecorado con la medalla "Al Honor".

Junto al Coronel Gerónimo Costa sostiene la soberanía de la Isla Martín García al ser atacada e invadida por Francia por la flota del Capitán Dagenet el 12 de Octubre de 1838 y poco después en campañas terrestres antes mencionadas de Pago Largo, Cagancha, Sauce Grande, etc. En la organización de la nueva Escuadra de la Confederación es llamado por el Almirante Brown, motivando el elogio por la rapidez y eficacia; a estos fines es THORNE junto con Todd y Craig quienes idean el uniforme típico nacional, gorra y chaqueta punzó de los marineros, que los diferencia de la marina del mundo uniformados de blanco y corbata negra de duelo por la muerte del Almirante Nelson.

En 1843 pasa a defender la costa del Río Paraná desde el Río de la Plata hasta Corrientes, participando en toda la preparación y ejecución de baterías costeras y en especial en la Vuelta de Obligado con el tendido de las cadenas de grueso espesor de lado a lado de la costa.

Iniciada la famosa batalla de la Soberanía, Thorne es herido en un brazo y con la explosión de un cañón le destruye el órgano auditivo, por lo cual mereció ser llamado y recordado como "el sordo de Obligado".

Nuevamente herido en el combate de "El Quebracho” debe retirarse del servicio activo para dedicarse a actividades federales como leal adicto a la causa de la Confederación Argentina y a su jefe Don Juan Manuel de Rosas, a quien le dice que "es argentino por simpatía y adopción".

JUAN BAUTISTA THORNE después de Caseros es el héroe olvidado falleciendo en Buenos Aires en 1865.

Recién en 1885 a una torpedera se le impone el nombre del "sordo de Obligado".

Alberto A. Mondragón

domingo, 6 de febrero de 2022

Alberto Mondragón - Fernando García del Molino

A mediados de la década del '60 Alberto Mondragón redactó unas breves biografías bajo el título "Figuras rosistas", que fueron publicadas en distintos periódicos y revistas (Revista o períódico El Puente, Revista Doctrina, entre otras). 


FIGURAS ROSISTAS

(Revista El Puente)


Vigésima novena Figura

FERNANDO GARCÍA DEL MOLINO


García del Molino
¡GARCIA DEL MOLINO es el pintor argentino ignorado durante cien años! Recién en 1948 es rescatado por José León Pagano. 

Junto con Carlos Morel son cronológicamente los primeros maestros con obras documentadas en tres direcciones diversas: miniaturistas, bocetistas y la de cuadros al óleo.

Nacido en Chile el 13 de marzo de 1813, sus padres se radican en Buenos Aires, FERNANDO  GARCIA DEL MOLINO contaba 6 años, su Patria pues es la Argentina, tanto que logra naturalizarse al ser mayor de edad.

“No estudié con ningún maestro” solía decir, de ahí que en sus obras se transparenta el autodidacta y el no influido del arte extranjero; se visualiza la ingenuidad del pintor, su falta de ciencia adquirida es la realidad de lo captado, de lo sentido, de lo observado.

Su progreso en la perfección se evidencia al correr de los años y de su tesonera labor, y al tiempo que adquiere más conocimiento de la forma expresiva se completa con detalles de calidad, mérito es adelantar que por ello la honestidad del artista es lo que ve y surge la seguridad que así fueron los retratados e indica la época de cómo eran y quiénes eran.

Firmado y fechado en 1837 una de sus primeras miniaturas -la del coronel Maza- se percibe la identidad perfecta del modelo, le siguen en calidad y tonalidad la de Rosas y de Quiroga, al paso que retrata es un buen bocetista, los dibujos del general Juan Bautista Bustos, la quinta de Estrada, la iglesia de la Villa de Luján, la campaña de Pergamino, etc., le acreditan en Buenos Aires y el interior del país.

Pero el genio del pincel de FERNANDO GARCIA DEL MOLINO está en la pintura del caballete en óleos de dimensiones diversas que lo destacan como el “Pintor de la Federación”, como bien se le llama en las esferas del arte pictórico. ya que caracteriza la época y sella sus cuadros estampando la leyenda ”F. ó M.”, “Vivan los Federales” — ¡”Mueran los Salvajes Asquerosos Unitarios!”; pintor oficial de San Benito de Palermo contaba con el beneplácito de su protector y mecenas artístico don Juan Manuel de Roses, de ahí su vastísima producción de retratista v de sus más de 150 cuadros se destacan: Rosas (en variadas poses), Manuelita, María Josefa Ezcurra, Dr. del Arca, Agustina Rosas de Mansilla, Dolores Lacasa, Juan Moreno (Jefe de Policía), coronel Joaquín Hidalgo, doña Encarnación Ezcurra de Rosas, Carlos Morel, José Félix Aldao, etc.

A la caída de su protector y admirador contaba FERNANDO GARCIA DEL MOLINO, escasos 40 años, y está en la virilidad artística y después... nada de él, su rastro se diluye, es que como a tantos se terminó el tema creativo, los hombres y las cosas, ya que no son los tiempos de Rosas, pero nos dejó el testimonio visual de sus cuadros que reflejan una época, una vida, una sociedad.

Alberto A. Mondragón

Alberto Mondragón - Pedro Ramos

A mediados de la década del '60 Alberto Mondragón redactó unas breves biografías bajo el título "Figuras rosistas", que fueron publicadas en distintos periódicos y revistas (Revista o períódico El Puente, Revista Doctrina, entre otras). 


FIGURAS ROSISTAS

(Revista El Puente)


Vigésima octava Figura

PEDRO RAMOS


Alberto Mondragón
El astro naciente del Coronel Don José de San Martín, recibía en el Campamento del Retiro solicitaciones de ingreso a su inicial Cuerpo de Granaderos a Caballo, entre tantos, un joven de 17 años de nombre PEDRO RAMOS pedía anotarse como Cadete, y la vocación era cierta, ya que al año siguiente (1814) recibía por la ocupación de Montevideo la primer medalla con la inscripción “La Patria a los Vencedores de Montevideo”.

RAMOS hizo la campaña de la Banda Oriental junto con el coronel Manuel Dorrego, y a su regreso a Buenos Aires pasa a alistarse como Alférez en los escuadrones que se prepararon para el pasaje glorioso de la Cordillera de los Andes. Concurrió a Chacabuco (12 de Febrero de 1817) recibiendo la medalla “Por el Valor en Chacabuco”, y a todas las acciones en Chile —Gavilán, Arauco, Talcahuano, Maipo y Chillán— mereciendo una medalla al “Mérito de la Campaña de los Andes”.

Pasa al Regimiento N° 2 de Caballería Patricia con grado de Capitán, actuando en la campaña contra los indios en Salto y luego en el Fuerte del Tandil pasa 1828 en el Fuerte Federación, en 1831 como Coronel se incorpora al Ejército Auxiliar Confederado a cargo del General Estanislao López y el año 1833 en la famosa Expedición al Desierto en el ala izquierda del Coronel Don Juan Manuel de Rosas, y como Edecán del Restaurador prosigue exitosamente las acciones contra los indígenas ranquelinos (chilenos), siendo condecorado.     

Por tantos y valiosos antecedentes —Guerrero de la Independencia y Conquistador del Desierto— el coronel PEDRO RAMOS es designado por Rosas al lado de Pacheco en la “Campaña del Norte”, actuando en la batalla de Rodeo del Medio (24 de septiembre de 1841), y luego trasladado a Paraná enfrentó a la escuadra del pirata Garibaldi, que batió definitivamente tres meses después en Costa Brava, el Almirante Guillermo Brown, quien lo condecoró.

El Ejército de Vanguardia de la Confederación de destacada actuación en la Banda Oriental, que en conjunción con Oribe sitiaba a Montevideo. El Coronel RAMOS manda el Batallón “Libres de Buenos Aires”, aquí se vio la tremenda garra de este militar pundonoroso que al serle pedida la rendición a posterior renunciamiento de Oribe frente a Urquiza y del Brasil aliadas contra la Confederación Argentina de Juan Manuel de Rosas, se negó aceptar ni condicionalmente expresando con altivez que lo honra: “que era caer en poder de un general rebelde a la Confederación Argentina”.

Caseros fue su última batalla, vencido pasa a ser miembro del “Cuerpo de Inválidos”, olvidado y pobre muere el 28 de marzo de 1871 víctima de la fiebre amarilla.

PEDRO RAMOS con tantas medallas, tantos méritos fue junto con San Martín, Dorrego, López y Rosas un firme puntal de la soberanía y libertad de su Patria, su figura argentinísima y rosista espera de la Historia el recuerdo para ejemplo del presente y del futuro.

Alberto A. Mondragón