martes, 1 de septiembre de 2015

Opiniones sobre Rosas

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IX N° 36 - Setiembre 2015 - Pag. 16  

Opiniones

ROBERT CUNNINGHAME GRAHAM

 

Opiniones sobre Rosas
           Nació en Londres en 1852, hijo mayor del comandante escocés William Bontine. Fue nieto por vía materna de una dama de la nobleza española, quien junto con su segundo marido influyeron en la educación del niño, quien por ese motivo, el primer idioma aprendido fue el español.
           A los 17 años viajó por primera vez a la Argentina, intentando hacer fortuna en una estancia dedicada a la ganadería. Se destacó como gran jinete y admiró al gaucho, participando también en la vida política de nuestro país. Se lo conocía con "Don Roberto". Fue gran conocedro y enamorado de la pampa argentina y de las costumbres de sus habitantes, los gauchos, comportándose y vistiendo como ellos, domando potros, manejando el lazo y las boleadoras como el mejor. Volvió a su patria en 1878.
           Fue un aventurero y hombre de mundo y como tal viajó a Marruecos en 1897, vestido como un sheik, intentando visitar la ciudad prohibida, buscó oro en antiguas minas en España y también conoció el lejano Oeste, donde entabló amistad con Búfalo Bill y en la ciudad de Méjico enseñó esgrima.

           Después de fallecer su padre en 1883, tomó el apellido Cunninghame Graham, en lugar del de Bontine. Regresó a Inglaterra donde se convirtió al socialismo participando activamente en política, tratando de mejorar los derechos de los trabajadores. Fue elegido para integrar la Cámara de los Comunes en el año 1886. Como partidario de libertad de Escocia, tomó parte activa en la creación del Partido Nacional de Escocia en 1928 y en 1934 fue elegido como  primer presidente del Partido Nacional Escocés.

           Escritor notable y de gran talento, publicó gran número de libros y artículos, sobre historia, poesía, ensayos, biografía, viajes y cuentos. Podemos citar entre ellos Retrato de un Dictador (Sobre Francisco Solano López), Caballos de la ConquistaCuentos de jinetes, El Río de la Plata, La Arcadia Perdida, trabajo realizado después de una travesía a caballo de 600 millas por el Río Paraná a las Cataratas del Iguazú, investigando el papel de los jesuitas con los nativos de esas tierras, siendo esta la inspiración de la película La Misión, que recibió varios premios cuando se estrenó en 1986; etc.

           En Inglaterra tenía un caballo al cual le puso el nombre de Pampa, que lo acompañó durante 20 años

           Cuando se encontraba en nuestro país para visitar el lugar de nacimiento de su amigo Guillermo Enrique Hudson, falleció en el Plaza Hotel de Buenos Aires, el 20 de marzo de 1936. Sus restos fueron repatriados a su querida Escocia, para descansar junto a los de su esposa

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         En su libro El Río de la Plata (Establecimiento tipográfico Wertheimer, Lea y Cía, Londres, 1914), Cunninghame Graham relata distintas vivencias a través de su viaje por la provincia de Buenos Aires. En el capítulo inicial "El Gaucho" hace un relato sobre el comportamiento del habitante de las pampas, contando anécdotas vividas.

            Entre ellas y en lo que interesa a este trabajo, hizo el siguiente relato, destacando que el gaucho pese al largo tiempo transcurrido desde el derrocamiento de Rosas del poder, nunca lo olvidó y él mismo, en el relato llama al exgobernante "gaucho genuino".

            "El Río de la Plata: así llamábamos al país, en ese entonces, por allá en 1870, cuando todavía el nombre de Rosas inspiraba temor entre los gauchos más viejos, o tal vez, para decirlo con mayor propiedad, les parecía ser el de un Dios tutelar".

           "Cuántas veces los he oído, ya en la frontera meridional de la provincia de Buenos Aires, que entonces estaba en Bahía Blanca, y también en el Oeste, cerca de Tapalquén [Tapalqué] y del Fortín Machado, después de clavar su facón en el mostrador de la pulpería, y de despachar de un trago un vaso de caña, gritar: 'Viva Rosas', añadiendo una o dos maldiciones, probablemente por motivos de eufonía. El inolvidable jefe [Rosas], tipo de todos los vicios y virtudes de su clase, gaucho genuino, si los hubo, capaz de echar el sombrero al suelo y de alzarlo al galope, sin apoyar la mano en la silla, indiferente al gasto de la vida humana y pródigo en derramar sangre, hacia poco que había muerto, convertido en un pacífico burgués, cerca de Southampton; empero su espíritu díscolo aún sobrevivía…" 

Alberto Bondesío - Su fallecimiento

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IX N° 36 - Setiembre 2015 - Pag. 15 

 - Ing. Alberto J. Bondesío -

El jueves 20 de agosto pasado, después de una larga enfermedad, que sobrellevó con fuerza y cristiana resignación, Alberto partió al encuentro de Nuestro Señor.

Fue un ferviente sostenedor de este periódico y escribió varios artículos que publicamos.

Entre los que defendemos la verdad histórica, Alberto deja un vacío que no será fácil llenar y siempre lo recordaremos con mucho afecto y cariño.

Le pedimos a Dios que le conceda paz eterna a su alma y a quienes lo conocieron una oración en su memoria.

Alberto, hasta pronto.

Norberto Jorge Chiviló

Director

Don Bosco y la Patagonia argentina

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IX N° 36 - Setiembre 2015 - Pags. 12 a 15 

Don Bosco y la Patagonia argentina

por Mario Meneghini (*)

Don Bosco
Fotografía del primer grupo de Misioneros Salesianos que partirían hacia América (A)

En 1875 parecía cumplida la vasta acción de Don Bosco, las obras salesianas se extendían incluso fuera de Italia. Pero el corazón del santo permanecía inquieto. Su sueño más deseado no se ha realizado; más allá de los mares, hay inmensas multitudes esperando el anuncio del Evangelio. Hay que acudir a esos pueblos y conducirlos a la fe; recién entonces su misión habrá alcanzado su plenitud. 

En la evangelización de la Patagonia argentina tuvo destacada participación la congregación fundada por san Juan Bosco. En 1883 la conquista militar del desierto aseguró para la civilización y para la República Argentina la posesión y la paz de las tierras australes. Los misioneros salesianos intervinieron activamente en esa encrucijada histórica, difundiendo el Evangelio y la cultura.

Afirma el P. Paesa: “Uno de los más preclaros varones sureños, que habría merecido el título de visionario en calidad de insigne, por su incurable megalomanía patagónica, sería san Juan Bosco. La crítica moderna queda perpleja, al examinar la autenticidad de sus previsiones. Fue precisamente un sueño la causa de la venida de los Salesianos a las tierras del sur”.

En 1854, don Bosco fijó el destino del futuro vicario de la Patagonia, el niño Juan Cagliero, afectado de fiebres malignas; los médicos confesaron que su tarea había terminado. Pero el santo le dijo al enfermo, que había expresado que quería ir al Paraíso, no es tiempo todavía Juan, la Virgen quiere concederte la salud; curarás, serás sacerdote, y un día, con el breviario bajo el brazo, caminarás…Es que don Bosco, velando su lecho de muerte, contempló un grupo de onas, techuelches y mapuches, que dirigían hacia él sus brazos y le pedían ayuda. En 1872, tuvo una nueva visión que le anticipaba en dos momentos la gesta de la conquista espiritual: la de los mártires jesuitas que fijaron las primeras semillas del Evangelio, y la de los salesianos, que la perfeccionaron.

Durante varios años el santo se preguntaba: ¿a qué pueblos llevarían la luz de la fe? Finalmente, la visita del cónsul argentino en Saboya, Juan Bautista Gazzolo, lo orientó. En diciembre de 1874, Gazzolo, en nombre del Arzobispo de Buenos Aires, le propuso la dirección de la iglesia llamada de los Italianos en Buenos Aires, y un colegio en la ciudad de San Nicolás de los Arroyos. Esta invitación lo llevó a buscar publicaciones en las que vio perfectamente representados a los indígenas de sus sueños. Consigue el permiso del papa Pío IX, a quien había relatado su sueño. Claro que ir a Buenos Aires no era ir a la Patagonia, pero sería un punto de apoyo para luego iniciar la conquista espiritual de las inmensas regiones semidesérticas del sur del continente americano.

Aceptó el ofrecimiento recibido, y se dedicó a seleccionar, instruir y equipar un pequeño grupo de misioneros. Fueron diez los elegidos: cuatro sacerdotes y seis laicos. El jefe era Cagliero, el joven de la visión, que moriría recién a los ochenta y ocho años.

Antes de la partida, don Bosco habló así sus misioneros: “¡Qué campo inmenso el de la Patagonia! Una extensión varias veces superior a Italia. ¡Y qué espléndida mies para un ejército apostólico! Y sois apenas diez…No importa. Ocupaos de las almas. Rechazad honores, dignidades, riquezas. ¿Queréis merecer la bendición de Dios y la benevolencia de los hombres? Cuidad de los enfermos, los niños, los ancianos, los dolientes. ¡Propagad la devoción a la Eucaristía y a María Auxiliadora!”.

En 1875, viajó por mar la primera tanda de misioneros de su orden, arribando al Plata diez de ellos, de los cuales sólo tres llegaron al sur. La consigna de don Bosco fue: ¡Id a la Patagonia!, pero la prudencia exigió una preparación previa.

Dos meses después del arribo de los misioneros, fue nombrado el Capitán Antonio Oneto, presidente de una comisión encargada de la distribución y venta de lotes de tierra a los colonos del Chubut. Este funcionario buscó la colaboración de los salesianos, y el padre Cagliero respondió positivamente a esta convocatoria. Este sacerdote escribió a don Bosco, el 5 de mayo de 1877: “Usted verá si soy yo u otro el destinado a entrar por primero en la Patagonia; aquel de quien pueda decirse: pertenece a aquella legión de varones que llevaron la salvación a la Patagonia”. Las necesidades de organización de la congregación en Europa impidieron que fuese él, tocándole ese papel al padre José Fagnano.

Sólo un santo impulsado por sus visiones, pudo atreverse a afrontar una empresa como la conquista espiritual patagónica. Su congregación estaba recién aprobada por la Santa Sede, y contaba con 171 socios, entre ellos cincuenta sacerdotes sin experiencia. Las misiones que procuraba se extendían desde Bahía Blanca hasta Tierra del Fuego. Además la situación del país no era propicia; el gobierno, influido por las logias masónicas, mantenía una actitud de enfrentamiento con la Iglesia Católica como nunca hubo en la historia argentina. El padre Cagliero le advertía a don Bosco: “Los que deben venir por aquí, si no son hijos de Hércules, es mejor que se queden en Europa”.

El mayor milagro del santo fue, sin duda, el prodigioso desarrollo de las Misiones Salesianas. En breve tiempo, la Congregación estaba colocada entre las grandes agrupaciones de la Iglesia. A los veinte años de su llegada a territorio argentino, el desierto había florecido. La inmensa Patagonia y la pampa habían sido recorridas en toda su extensión, y, en parte, conquistadas al Evangelio. Desde 1877, las Hijas de María Auxiliadora se unieron a los Salesianos en la Patagonia. Desde entonces, su trabajo no dejó de secundar la acción de sus hermanos, para crear, a través de la conversión del indígena, la familia cristiana, y bajo el influjo de la caridad, abrir el camino al bautismo.

Don Bosco
Misión Salesiana en Tierra del Fuego, circa 1900


La congregación, ya establecida en Carmen de Patagones desde 1878, realizó en un primer momento el reconocimiento de la región y de su población autóctona, para detectar focos propicios para el establecimiento de residencias, que fueron fundadas en una segunda etapa: escuelas de artes y oficios, de agricultura, de primeras letras, hospitales, imprentas, plantaciones. La obra salesiana tuvo su núcleo central en la educación de niños y jóvenes, impartiendo amplios conocimientos que incluyeron enseñanza religiosa, alfabetización y de oficios. De esta forma se fue dando un paulatino proceso de civilización de la región, permitiendo así la integración de sus pobladores.

Al ser nombrado Monseñor Juan Carlos Cagliero como vicario apostólico de la Patagonia, planificó establecer misiones volantes con estaciones misioneras. Para ello se realizaban permanentes recorridas a lo largo de los ríos Colorado, Negro y Chubut, en busca de lugares aptos para la construcción de escuelas, capillas y hospitales. Los misioneros fueron un verdadero nexo entre los pobladores blancos e indígenas, ayudando a reorganizar la vida después de la campaña del desierto.

La labor de los misioneros salesianos fue fundamental en el proceso de colonización regional. La conquista militar del desierto, no hubiera bastado, por sí sola para lograr la total integración de la Patagonia. Para ello fue necesario el arduo trabajo realizado por estos pioneros, quienes con gran sacrificio y empeño llevaron el Evangelio y la cultura a todos los rincones de la región.

Don Bosco
El cacique Manuel Namuncurá y su familia (en cuclillas Ceferino Namuncurá)


No todos comparten, lamentablemente, una visión positiva de la actividad salesiana; desde una óptica indigenista, se sostiene que el proyecto de evangelización de los indios fue “una forma de homogeneización cultural” (María Nicoletti, “La Congregación Salesiana en la Patagonia”; Universidad Nacional del Comahue, publicado en Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, 2015).

Felizmente, el Estado argentino, a través de la Ley 24.841, estableció el día 16 de noviembre, como Día de la Evangelización Salesiana de la Patagonia; la ley ha venido a confirmar el reconocimiento generalizado en la sociedad argentina.

Don Bosco no alcanzó a ver el resultado de su gigantesco trabajo misional, pues falleció a los cuatro años de erigido el primer vicariato patagónico. Pero, sin embargo, Dios le había mostrado lo que iba a suceder. En la noche del 30 de agosto de 1883, un sueño le hizo recorrer la América del Sur en todo sentido. En este misterioso viaje tuvo por guía al joven Luis Colle –hijo del Conde Colle, de Tolón, bienhechor del Oratorio- muerto en santidad a los diecisiete años. Aquí ves, le dijo el joven, millares de hombres que aguardan la palabra de Cristo; tus hijos evangelizarán estos pueblos.

La clara intuición de la magnitud de la actividad misionera de sus hijos, no fue la única recompensa divina al santo anciano. En efecto, casi al final de sus días, Dios le proporcionó una gran alegría. Habiendo estado inmovilizado más de quince días, por la enfermedad que poco después le provocaría la muerte, en diciembre de 1887, lo visitó Cagliero, ausente cuatro años de Valdocco, y no llegaba solo. Don Bosco no había podido ir a la Patagonia, pero esa región llegaba a él en la persona de una niña india huérfana asistida en la primera expedición a la Tierra del Fuego.

Querido don Bosco –dijo Cagliero- estas son las primicias que le presentan sus hijos del extremo confín de la tierra. 

El santo murmuró en italiano: Padre, le agradezco haber mandado sus misioneros para la salvación mía y de mis hermanos. 


La acción salesiana en la Patagonia

En 1934, las misiones de la Patagonia tenían una organización religiosa, y una red de centros y comunidades de fieles, con vida y recursos propios. Esta entidad, fruto de medio siglo de trabajo apostólico, fue reconocida jurídicamente con la erección de la Diócesis de la Patagonia.

Esta enorme provincia eclesiástica se extendía desde el río Negro hasta las islas australes. En 1957 se desagregaron de tan vastos límites las nuevas provincias patagónicas: Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego.

24 iglesias y capillas transmitían la luz de la fe. En la ciudad de Comodoro Rivadavia congregaba a los fieles la capilla de María Auxiliadora; en la zona de las explotaciones petrolíferas se alternaban las iglesias de: Kilómetro 27, Astra, Kilómetro 8, Kilómetro 5, General Mosconi, Kilómetro 3.

En Chubut, aportaban a la cultura 8 colegios e institutos, 5 salesianos y 3 de las Hermanas de María Auxiliadora, así como una universidad. Por decreto 1.074 del Comisionado Federal de Chubut, se declaraba:

“Gracias a la obra apostólica realizada por la Congregación Salesiana, el Chubut ha podido conformar su integración espiritual, sobre la base de los principios de la civilización occidental cristiana. Y, además, mediante el sacrificio y el espíritu de lucha de sus hijos, ha contribuido en gran parte en la heroica tarea que significó en sus orígenes la colonización de esta Provincia”.

La obra titánica de los salesianos, no puede separarse de la personalidad de su fundador, que explicó de qué manera perseveraba en la acción:

“Cuando tropiezo con una dificultad, me conduzco como quien en la marcha encuentra el plazo obstruido por una peña. Primero, trato de apartarla. Si no lo consigo, la salto o la rodeo. Así, iniciado un asunto, si surgen inconvenientes, lo suspendo para comenzar otro, sin perder de vista el anterior. Y entre tanto, las brevas maduran, los hombres cambian, y las dificultades se allanan”.

Es claro que toda su vida estuvo fundada en el lema Da mihi animas, caetere tolle (Señor, dadme almas y llevaos todo lo demás).

Estampilla de Ceferino Namuncurá
Estampilla emitida por el Correo Argentino en 2007
del beato Ceferino Namuncurá


Fuentes:

Auffray, A. "Un gran educador. San Juan Bosco"; La Plata, Ediciones Don Bosco, 1976.

Paesa, Pascual R., "El amanecer del Chubut"; Buenos Aires, 1967.

Universidad Católica Argentina. "Historia de la Patagonia; desde el siglo XVI hasta 1955", Buenos Aires, 2001.


(*) Mario Meneghini es Doctor en Ciencia Política y Relaciones Internacionales, graduado en la Universidad Católica de Córdoba, Miembro Correspondiente de la Academia Sanmartiniana, de la Academia Argentina de la Historia y de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina.

(A) Fotografía del primer grupo de Misioneros Salesianos, que partirían hacia América, en especial la Argentina, destinada a fundar un Colegio para trabajadores y aprendices en San Nicolás de los Arroyos, en la provincia de Buenos Aires. Llegados a la ciudad de Buenos Aires, algunos se quedaron para atender a la numerosa comunidad italiana, otros partieron hacia San Nicolás de los Arroyos como estaba previsto y el resto se dirigió a la Patagonia. 

En la fotografía que muestra la importancia que se le quiere dar a este momento crucial para la vida salesiana, fue tomada en la ciudad italiana de Savona en 1875, se observa sentados al P. Juan Cagliero (1) recibiendo de Don Bosco (2) quien viste capa y solideo -como en las grandes ocasiones en que se presentaba ante el Papa-, el libro de las Constituciones Salesianas -que es la regla de vida de los salesianos-, el Cónsul Argentino con sede en esa ciudad, Juan Bautista Gazzolo (3), vestido de gala con gran uniforme, -Gazzolo fue el gestor ante el Arzobispo de Buenos Aires León Aneiros, para el envío a nuestro país de la primera misión salesiana- y a su lado el P. José Fagnano (4),destinado a dirigir el colegio de San Nicolás. Parados se encuentran los Coadjuntores Bartolomé Scavini (5) -maestro carpintero- y Vicente Giola (6), los P. Valentín Cassini (7) y Juan Baccino (8) -que morirá dieciocho meses después por el excesivo trabajo-, el Coadjuntor Esteban Belmonte (9) -músico y encargado de la economía doméstica-, el P. Domingo Tomatis (10) cronista de la expedición, el Clérigo Juan Bautista Allavena (11) y el Coadjuntor Bartolomé Molinari (12) -maestro de música instrumental y vocal-. Los que están por partir, visten a la española, con el manto característico y luciendo una gran Crucifijo, propio de los misioneros.

Juan Melchor Bosco - Aniversario de su nacimiento

    Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IX N° 36 - Setiembre 2015 - Pags. 10 y 11 

EN EL 200° ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE JUAN MELCHOR BOSCO

Padre, maestro y amigo.

Por Norberto E. Chindemi


Salesianos
Don Bosco, circa 1865 - 1868


Del matrimonio de Francisco Bosco -que era viudo y con un hijo del primer matrimonio llamado Antonio- y Margarita Occhiena, hubieron dos vástagos, José, dos años mayor que Juan, nacido el 16 de agosto de 1815 en Castelnuovo D'Asti, región perteneciente al reino del Piamonte-Cerdeña.

Francisco falleció cuando el menor de sus hijos -el futuro Don Bosco- tenía un año, afrontando su viuda y heroica madre el manejo del hogar y la educación de los tres niños. En ese humilde hogar, nunca se cerró la puerta a otros pobres. El rezo diario del Santo Rosario, fue forjando el corazón de Juan.

A los 9 años, tuvo una visión -como tantas otras-, que él humildemente llamaba sueño. En esta visión, estaba rodeado de mozalbetes que peleaban, blasfemaban y arremetió contra ellos. De pronto sintió una voz que le decía que no era así, sino con dulzura y caridad, como los habría de ganar. "Yo te daré la Maestra" -le dijo una voz- y apareció majestuosa la imagen de la Santísima Virgen María. "A su tiempo todo lo comprenderás", escuchó.

De inteligencia y memoria fabulosa, hizo de todo: pastor, sastre, cantor de iglesia, hasta que encontró a su primer bienhechor, el P. Juan Calosso, quien fue su primer maestro de gramática y latín. Queriendo ser franciscano, el después santificado P. José Cafasso le aconsejó el Seminario, recibiéndose de sacerdote en 1841.

El 8 de diciembre de ese año, estando por oficiar la Misa, vio al sacristán maltratar a un joven de 16 años, que no sabía ayudar en la Misa. Don Bosco se interpuso y después de la ceremonia religiosa, le dio a Bartolomé Garelli -así se llamaba el primero de sus birichini (1)- la primera clase de catecismo; a la semana siguiente el muchacho trajo a veinte jóvenes más.

En esos momentos Italia hervía por la unitá manejada por carbonarios, liberales y masones, siendo Pontífice Pio IX -futuro santo-.

Don Bosco les enseñaba a sus chicos no gritar "¡Viva Pío IX!", sino "¡Viva el Papa!", queriendo significar con esto que independientemente de la persona, el Sumo Pontífice es el Vicario de Cristo en la tierra.

Su Obra fue el Oratorio, base fundamental de su accionar, con talleres y escuelas que completaron su perfil. Su propia madre, dejando la tranquilidad de su casa se transformó en "Mamá Margarita" de los birichini desde 1848.

Un ministro ultraliberal, Urbano Ratazzi, quien en 1855 había cerrado 334 colegios religiosos, fue quien le aconsejó la fundación -¡cosa de Dios!- de una institución de religiosos y ciudadanos, naciendo así la Sociedad de San Francisco de Sales el 16 de diciembre de 1859 (conocida popularmente como Sociedad Salesiana), basado en el espíritu suave del Santo Protector, cuyo lema "Razón, religión, amabilidad" y un sistema preventivo, ponía a los muchachos en la imposibilidad moral de pecar, que produjo la excelencia de la educación domboscana. 

En 1864, encontró a una joven de Mornese, Dominga Mazzarelo (1837-1881, futura santa) que será la cofundadora de las Hijas de María Auxiliadora.

Don Bosco leía los corazones, produjo incontables milagros en vida y enseñaba "Propagad la devoción a Jesús sacramentado y a la Virgen y veréis lo que son los milagros".

El Oratorio fue para los chicos el lugar de encuentro con Dios: "Dios quiere que estén siempre alegres". En cuatro años (1864-1868) construyó la Basílica de María Auxiliadora "Cada ladrillo es una gracia de la Santísima Virgen", decía, y hacia el fin de su vida en 1887, construyó la Basílica del Sagrado Corazón, en Roma. Allí fue, cuando durante la Misa, se le vio elevarse del pavimento; había comprendido todo.

Nuestra Patagonia era la terra incognita o res nullus. En un nuevo sueño, vio a hombres fornidos, semidesnudos, matar misioneros, cuando de repente tiene una visión de una falange de salesianos. Temió, pero los indios se acercaron, escucharon y terminaron cantando "Load a María". Entendió que su misión estaba en la Patagonia donde sus hijos fueron llamados saleses durante los primeros años y realizaron la proeza inimaginable de la evangelización levantando también la bandera argentina.

Uno de los primeros colaboradores de la institución fue el entonces Arzobispo de Buenos Aires, Mons. León Federico Aneiros.

Una vez llegados los salesianos a Buenos Aires, se lanzó la misión hacia la Patagonia y fue providencial para la Argentina, realizando un trabajo descomunal, ya del jefe de la primera expedición, el P. Juan Cagliero y de otros salesianos como Santiago Costamagna, José Fagnano, que galopó miles de kilómetros en busca de sus amados indios, Domingo Milanesio, que aconsejó rendirse a Manuel Namuncurá, padre de Ceferino Namuncurá, el "santito de la toldería", como lo llamó Manuel Gálvez en su magnífica biografía.

  Namuncurá bautizado con toda su tribu por los salesianos, expresó: "Ahora morir contento, morir ahora buen cristiano". (2)

¿Que hubiera sido ese inmenso territorio de la Patagonia, sin los salesianos?: una empresa de negreros.

El 30 y 31 de agosto de 1883, en una conferencia se refirió a las inmensas riquezas de América de Sur. A un allegado le confió: "Cuando se conozcan las inmensas riquezas que hacen excelente a la Patagonia, esas tierras serán de un vigor comercial extraordinario" -el científico británico Charles Darwin por el contrario, años antes se había referido a esas tierras como "malditas"-.

Bajo el lema labor et temperantia (trabajo y templanza) dieron sólida formación a los salesianos, incansables en su trabajo civilizador y religioso, tenaces e intrépidos, verdaderos gladiadores de la verdad en la actividad apostólica de nuestra patria: pane - lavoro - paradiso, les prometió Don Bosco.

Fue importante también su actividad científica, ya que emtre otras cosas, fundaron cinco observatorios meteorológicos, en Buenos Aires, Montevideo y Chile.

Los amores de Don Bosco: Jesús Sacramentado, María Auxiliadora, el Papa, la juventud pobre y abandonada.

Cuando ya al final de su vida, allá por enero de 1888 (falleció el 31 de ese mes) le pidieron unas palabras para sus jóvenes, expresó "Díganle a mis birichini que los espero a todos en el paraíso".

Los "Exploradores Argentinos de Don Bosco" fue fundado en 1915 por el salesiano P. José Vespignani que había llegado en la tercera expedición misionera en 1877. Yo vestí el uniforme de aquellos -donde conocí un mundo maravilloso- y juré la bandera argentina el 13 de diciembre de 1947.

Nada mejor que reproducir la monumental expresión del sabio e historiador jesuita el P. Guillermo Furlong, referida a la obra efectuada en nuestra patria: "GESTA DEI PER SALESIANOS".

Son estos realmente instrumentos de la Providencia Divina en una acción sorprendente, apostólica y misionera llevada a cabo según el corazón de Dios: "Yo te daré la Maestra" escucho Juanito en su primer sueño, fue la Madre del Cielo y también la nuestra: María Auxiliadora.

Fue declarado beato en 1929 y canonizado en el año 1934 ambas cosas durante el papado de Pío XI.


(1) Birichini, en español: niño o joven travieso, pilluelo, pícaro.

(2) P Francisco De Salvo, "Cagliero civilizador", 1939.

Testamento de Elpidio González

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IX N° 36 - Setiembre 2015 - Pag. 9  

 Su testamento


El testamento otorgado por González y que fue elevado a escritura pública el 24 de agosto de 1949 por ante el registro del Escribano José Antonio Basso, dice así:

"Muero en la fe de mis padres en la que he vivido. Pido ser enterrado con toda modestia como corresponde a mi carácter de católico, como hijo del seráfico padre San Francisco, a cuya tercera orden pertenezco, suplico con amor de Dios, la limosna del hábito franciscano como mortaja y la plegaria de todos mis hermanos en perdón de mis pecados y en sufragio de mi alma. 

No tengo ascendientes vivos y no he tenido descendientes de ninguna naturaleza, por lo que a mi muerte y de acuerdo a la ley nadie podrá, invocando parentesco ni consanguinidad con el otorgante, reclamar al Estado favor, emolumento, beneficios o pensión alguna. 

Es mi última voluntad, por otra parte, que no se decreten honores ni honras oficiales de ninguna especie. No hago institución alguna de herederos, porque no tengo ningún bien de que disponer. 

Declaro además que toda mi vida pública ha sido siempre inspirada y regida por los principios y doctrinas de la Unión Cívica Radical, manteniéndome en todas las horas identificado con el pensamiento y la conducta del eminente republico doctor Hipólito Yrigoyen. 

Que la Unión Cívica Radical a la cual dedique todos mis fervores y desvelos de ciudadano es una, indivisible y absoluta y que cualesquiera sean las contingencias que ella soporta sobrevivirá siempre como imperativo histórico de la conciencia democrática argentina. 

Declaro que este es mi único testamento firme y valido, que revoco cualquier otro anterior y que dejo encomendado a mis amigos el doctor Silvio E. Bonardi, el señor Elvio Gabriel Anchieri y el señor Carlos Borzani el cumplimiento de estas disposiciones".

Carta enviada por Elpidio González al presidente Roberto M. Ortiz

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IX N° 36 - Setiembre 2015 - Pag. 9  

Carta enviada por Elpidio González al presidente Roberto M. Ortiz

Renuncia a pensión

Anécdotas - Elpidio González

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IX N° 36 - Setiembre 2015 - Pag. 8 

 Anécdotas.

revista Qué
(A)

Se conocen algunas anécdotas sobre Elpidio González, que lo muestran tal cual era.

Caras y Caretas
(B)

La primera la encontramos en Internet y no podemos certificar el origen de la misma, pero de todas formas está de acuerdo a la personalidad que tenía González.

Dice así:

"Cierto domingo de un frío invierno, al mediodía, un anciano, pesándole más los años que el maletín de gastado cuero cargado de betún y anilinas Colibrí para los zapatos con que se ganaba la vida, vistiendo un  traje gris, pobre y limpio y la barba, larga pero cuidada, subió a un tranvía.

Después de sacar el boleto se sentó al lado de un señor que venía leyendo un libro.

-“Cantos de vida y esperanza”, un buen libro de Rubén Darío. -le dijo el anciano al pasajero lector, y luego se enfrascó en sus cosas sin prestarle más atención.

El anciano contaba ahora, algunas monedas que había obtenido de la venta del día…

-Y sí, es él, -pensó el lector; ese al que ahora se le caía  una moneda y se levantaba cansinamente a recogerla. Era él, el mismo que decían que vivía en un cuarto de la calle Cerrito que se venía abajo; el mismo que había rechazado una pensión que le correspondía; el amigo de Yrigoyen; el vicepresidente de Alvear... el que tampoco aceptó una casa que el gobierno quiso darle para que viviera como merecía. Sí, era Elpidio González.

El viejo político, con la moneda recuperada en su mano, jadeó un poco. Se había agitado al agacharse a recogerla. Y, como justificándose, dijo a su vecino al sentarse nuevamente junto a él:

-Si no la uso para limosna, la usaré para comer.

  Y en la siguiente parada se alejó hacia la puerta trasera, como un espectro, para irse.

- ¡Oiga, señor González! -le dijo el viajero-, sírvase guardar el libro que le agrada con usted. Sería un honor para mí que lo aceptara.

El anciano le miró agradecido y, cerrando los ojos, le dijo con convicción y humildad:

-Un funcionario, aunque ya no lo sea, no acepta regalos, hijo. Y, además, recuerdo bien a Darío, mejor que a los precios de las pomadas: 

“...y muy siglo diez y ocho, y muy antiguo, y muy moderno; audaz, cosmopolita; con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo, y una sed de ilusiones infinita…”

Después de recitar su estrofa, tras la parada, el anciano bajó del tranvía y se perdió en la historia, con toda la riqueza de su pobreza, guardada en un maletín viejo, lleno de pomadas, y de unas pocas monedas escurridizas.

Caras y Caretas
(C)
Otra nácdota contada por el que fuera brigadier general de la Fuerza Aéra Argentina, Eduardo Schiaffino.

"Mi familia tuvo un negocio durante la década del 40, hasta 1955, en Santa Fe y Paraná. Un día un vendedor ambulante con su portafolio pasó ofreciendo anilinas Colibrí.

Mi abuela Rosario Schiaffino le compró y luego del pago le dijo: «Muchas gracias, señor González». El hombre, sorprendido, dijo: 

«¡Usted me conoce!» Mi abuela le contestó: «Cómo no lo voy a conocer si usted fue vicepresidente de la Nación, señor Elpidio González»".

(A) Tapa de la revista "Qué sucedió en 7 días" N° 45 del 10 de junio de 1947. Aquí se ve a Gonzalez con su larga barba que lo caracterizó en su ancianidad.

(B) Tapa de la revista "Caras y Caretas" N° 1255 del 21/10/1922.

(C) Tapa de la revista "Caras y Caretas" N° 1307 del 6/10/1923. 

Elpidio González, un funcionario honesto

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IX N° 36 - Setiembre 2015 - Pags. 6 y 7 

Funcionario honesto




Elpidio González, un funcionario honesto - Un ejemplo para las actuales generaciones.

por Norberto Jorge Chiviló





Hace un tiempo atrás, un amigo me envió un correo electrónico sobre la vida de Elpidio González, quien durante tres décadas ocupó importantes cargos políticos, ya sea dentro de la Unión Cívica Radical, como también en la administración pública y en el poder legislativo nacional.

Me conmovió leer sobre su comportamiento espartano, propio de un verdadero republicano, ya sea en su vida personal como pública, ajeno a todo tipo de riquezas, ansias de poder, lujos y ostentaciones. Se puede decir que llevó una verdadera existencia franciscana.

Considero -como lo manifesté en el artículo precedente- a la historia como algo vivo, que no se agota con la descripción de hechos históricos, sino que es más rica, ya que ella debe servirnos -como pueblo- para ir forjando un destino que merezca ser respetado por nosotros mismos -que nos llene de orgullo- y por los otros países.

Desgraciadamente, desde hace ya bastante tiempo, ha habido una declinación moral de la sociedad y en especial de su clase dirigente y gobernante, donde la posesión desmesurada del dinero y riquezas ocupa un lugar destacadísimo en la vida de esas personas, ya que se quiere tener más y más, donde no hay límite y nada alcanza a conformar. No importa de como se "hace" el dinero y las riquezas y el "vale todo" es la forma de lograrlo. 

Viene a mi memoria la letra del tango "Cambalache" de Enrique Santos Discépolo, cuando dice: "…el que no afana es un gil…".

Podrán decir que siempre hubo corrupción y funcionarios que se enriquecieron a costa de sus cargos, es verdad, tal es así que ese tango fue compuesto en 1934, hace ya más de ochenta años, pero me parece que se han traspasado todos los límites y los funcionarios -no digo todos- más que servir al pueblo y a la Nación, se sirven del mismo para saciar sus apetencias desmesuradas de poder y  económicas.

Hoy día, descubierto el caso de corrupción o de enriquecimiento ilícito, el objetivo del sospechado es que hay que zafar como sea del proceso y una futura condena, ya sea chicaneando juicios, logrando que el caso pase por determinados juzgados "light" y otras lindezas, cuando por el contrario, debería ser una obligación no solo moral, de quien se cree honesto y libre de todo cargo, de ponerse a disposición de la justicia, para demostrar su honestidad y salvar su honor. Pero lo principal para estas personas inescrupulosas es zafar… y seguir disfrutando lo mal habido. Pero otra cuestión tan importante y que demuestra el gran deterioro moral, es cuando su familia disfruta de los bienes mal habidos, como si nada, sin ningún prurito y cuando nada justificaría ese incremento patrimonial con un sueldo de funcionario. Más aún podemos decir que muchos familiares y amigos son cómplices del corrupto, siendo prestanombres para los diversos chanchullos y bienes ilícitamente habidos.

Vemos también funcionarios, que cuando accedieron al cargo público eran pelagatos o simples personas y de buenas a primeras, y se enriquecieron desmesuradamente y pasan a ser los nuevos ricos, sintiéndose grandes e importantes, y que cuando se retiran de la ´vida pública hacen con los bolsillos bien llenos. 

Todo ello es aplicable a los amigos del poder de turno, devenidos en importantes y multimillonarios empresarios de la obra pública, ganando licitaciones manejadas con coimas y actos reñidos con la moral, compradores de empresas de todo tipo.

Pero no siempre fue así. Hubo funcionarios que pudieron mostrar sus manos limpias y sus bolsillos vacíos.

Rosas es reconocido como el gran hacedor de la unidad nacional y gran defensor de la soberanía nacional. Si bien ello es -por supuesto- de suma importancia, no debe descuidarse el estudio de su vida privada y también como gobernante y funcionario público, sino también su pasar en tierra extraña y como emigrado y es un ejemplo de honestidad.

Me parece que en estos momentos por los que atraviesa nuestro país, de crisis moral, es de destacar sobremanera las cualidades de este gobernante, que si bien era de linaje y con gran fortuna cuando accedió al poder, siempre llevó una vida sencilla, sin ostentaciones, ni lujos. Como funcionario vino a servir al país -y vaya si lo hizo!- y no para servirse de él y cuando fue desalojado del poder, se fue con una mano adelante y otra atrás, llevando la misma vida austera y de trabajo en tierra inglesa hasta el momento de su muerte. Fue un funcionario honesto y trabajador por el bien de su país, siendo ello uno de los rasgos destacados de su republicanismo.

Ahora, voy a referirme a don Elpidio González, otro personaje histórico, funcionario de las mismas características, cuya honradez y desinterés por las riquezas y bienes materiales merecen destacarse y debería ser también ejemplo para todo funcionario público. Posiblemente pretender esto en la actualidad, sería un poco ingenuo, pero sí es importante que el pueblo lo conozca, ya que no tiene ningún monumento que lo recuerde y honre su memoria y en muchísimas ciudades -entre las que se incluyen las del Ptdo. de Gral. San Martín- ni siquiera una calle lleva su nombre. Desde estas páginas le rendimos nuestro sentido, respetuoso y humilde homenaje. 

Don Elpidio nació en Rosario, 140 años atrás, el 1° de agosto del año 1875 en una familia de origen muy humilde. Durante toda su vida dio lecciones de esa profunda humildad, la que siempre practicó y nunca abandonó, no obstante los altos cargos políticos que le tocó ejercer. Físicamente fue de contextura pequeña y algo encorvada y durante su ancianidad usó una larga barba. En su ciudad natal realizó sus estudios primarios y secundarios y a los 19 años se trasladó a la Ciudad de Córdoba en cuya Universidad, inició la carrera de derecho y por la misma época comenzó a interesarse y a intervenir en política, apoyando al caudillo radical Hipólito Yrigoyen. Cuando contaba con 30 años participó en la revolución radical de 1905, comandando un pelotón; vencido el intento revolucionario, como muchos de sus correligionarios, terminó preso. Finalizó su carrera de abogacía en la Universidad de La Plata en 1907.

Con la sanción de la Ley Sáenz Peña en 1912, fue electo diputado nacional y también fue elegido por su partido para encabezar la fórmula para gobernador en su provincia, nominación que desechó pues no podía defraudar -como dijo- a quienes lo habían elegido para integrar la Cámara de Diputados.

Hipólito Yrigoyen
Elpidio González e Hipólito Yrigoyen

En las elecciones celebradas el 2 de abril de 1916, fue elegido para integrar el Colegio Electoral, donde fue consagrada la fórmula conformada por Hipólito Yrigoyen y Pelagio B. Luna, para desempeñar los cargos de Presidente y Vicepresidente de la Nación por el período 1916-1922. En la misma elección fue elegido también diputado nacional por Córdoba, diputación a la cual renunció, ya que fue designado por el presidente electo para ocupar el Ministerio de Guerra, cargo en el cual se desempeñó durante el período 1916/1918. Posteriormente en los tres siguientes años fue designado Jefe de Policía de la Capital. Tanto como ministro de Guerra como así también como jefe de Policía, realizó una importante gestión.

En 1921 fue elegido presidente de la UCR, cargo al que posteriormente renunció para participar en el proceso eleccionario acompañando como candidato a vicepresidente a Máximo Marcelo Torcuato de Alvear -más conocido sin el primer nombre-, fórmula que resultó ganadora en las elecciones de 1922 y que gobernó durante los siguientes seis años. De acuerdo a la constitución y por su carácter de vicepresidente de la República, González se desempeñó como Presidente del Senado nacional.

En ese entonces comenzaron a surgir diferencias entre el expresidente Yrigoyen y el presidente en ejercicio Alvear, produciéndose una ruptura entre estos dos líderes radicales, lo que se reflejó también en el partido, con una virtual fractura, dividiéndose entre yrigoyenistas o personalistas partidarios del primero y los alvearistas o antipersonalistas , que apoyaban al entonces presidente de la Nación. A mediados de 1924, los dos grupos también se separaron en el Congreso, formando dos bloques legislativos distintos.

González, como presidente del Senado y por su apoyo siempre leal al expresidente Yrigoyen, fue permanentemente atacado por los senadores antipersonalistas.

Elegido nuevamente Yrigoyen presidente de la República por segunda vez en 1928, González integró el nuevo gabinete, como titular de uno de los más importantes ministerios, el de Interior, ya que debía resolver las situaciones de las provincias.

En vísperas de la revolución del 30, el día 3 de setiembre ante la renuncia del ministro de Guerra, el general Luis Dellepiane, González lo reemplazó al frente del mismo. Tres días después se produjo el golpe cívico-militar del general Uriburu del 6 de setiembre de 1930 (1) que dio por tierra con el gobierno de Yrigoyen, iniciándose así una época oscura de nuestra historia.

Por motivos políticos fue confinado en prisión hasta el año 1932, iniciándose así un largo período de su alejamiento de la política, sobre todo después de la muerte de don Hipólito, líder al cual él siguió con fervor y le fue fiel en su accionar y en sus ideas hasta el fin de sus días.

Su participación en la política, lo empobreció, ya que a pesar de haber tenido un patrimonio de 350.000 pesos cuando accedió al poder, al producirse la revolución del 6 de setiembre, se encontró con una deuda de 65.000 pesos, por lo que su casa de la calle Gorostiaga fue rematada.

Al recobrar la libertad y ya alejado de la función pública, comenzó a trabajar como corredor en la venta de anilinas "Colibrí", pomadas y betunes, recorriendo la ciudad con su valijita ofreciendo esos productos y ganándose honradamente el sustento diario, como cualquier simple ciudadano.

Todos conocían las dificultades económicas en las que se encontraba este hombre y muchos quisieron ayudarlo, así le fueron ofrecidas casas y dinero, pero él siempre las rechazó con la hombría y la humildad que lo destacaban.

Cuando se iniciaron las obras de ensanchamiento para la Av. 9 de Julio él ocupaba una humilde pieza en la calle Cerrito, que sería alcanzada por las demoliciones que se realizarían para la nueva obra y así le ofrecieron regalarle una casa, lo que él declinó.

Entre los miembros del Congreso era comentario general la situación económica del exvicepresidente y que ello debía ser solucionado, muchos decían: “no puede ser que alguien que ha dado tanto por la Patria viva en estas condiciones”.

Para solucionar el problema económico del exvicepresidente, en 1938, un legislador conservador presentó un proyecto de ley por el cual se les asignarían una pensión vitalicia a los expresidentes y exvicepresidentes. Esa ley fue aprobada y promulgada.

Cuando uno de sus allegados le comentó a González de la sanción de esa norma, que le permitiría cobrar la suma de dos mil pesos mensuales, le contestó: “que mientras tuviera dos manos para trabajar, no necesitaba limosnas”.

Fiel a sus principios, por una nota que dirigió al entonces presidente de la Nación, Roberto M. Ortiz el 6 de octubre de 1838, le manifestó el deseo de no acogerse a los beneficios que le reconocía la nueva ley.

Tuvo una breve intervención en la política a fines de 1945 y principios de 1946, cuando acompañó y apoyó la fórmula radical de José Tamborini y Enrique Mosca de la Unión Democrática frente a la candidatura del entonces coronel Juan Domingo Perón. Con la victoria de este último, González, nuevamente se llamó a silencio.

Fue uno de los políticos más importantes durante tres décadas y de acendrada fe católica durante toda su vida.

Era asiduo concurrente de la ya desaparecida confitería "La Victoria" de Av. de Mayo y Chacabuco, de la Capital, donde hacía un alto en su trabajo para tomar una cerveza tirada.

Con todos sus errores, que los habrá tenido como todo mortal, fue un servidor de la comunidad y nunca se valió de sus altos cargos para sacar beneficio personal alguno. ¡Un verdadero ejemplo!

Después de estar internado durante seis meses en el Hospital Italiano, pues no tenía casa ni familiar que lo cuidara, falleció en la ciudad de Buenos Aires el 18 de octubre de 1951, y el gobierno decretó duelo durante dos días. Sus restos fueron velados en la sede partidaria de la calle Tucumán y el féretro que contenían sus restos mortales, fue acompañado por una multitud hasta el cementerio de la Recoleta, siendo depositado en el panteón del Monumento a los Caídos en la Revolución de 1890, reposando junto a los de Alem e Yrigoyen. 

En su testamento pidió ser enterrado con modestia y vistiendo como mortaja el hábito franciscano.

Con motivo de su fallecimiento el diario La Nación, dijo: “Su paso por los altos cargos públicos no había significado para él un enriquecimiento material. Pobre, muy pobre, hizo frente al violento cambio de la fortuna con estoica simplicidad”.

Ante la actual crisis moral que envuelve a gran parte de nuestra sociedad, el vale todo, el dale que vá, la inconducta, la falta de toda ética y el desprecio -particularmente- por los poderosos de aquellos valores eternos que bien supo llevar González, su accionar austero y decente deben ser un ejemplo para las actuales generaciones y las venideras y un faro de luz que vaya alumbrando poco a poco a nuestro país. 


Referencias:

(1) La revolución de 1930, se gestó en nuestra ciudad de General San Martín y en el que tuvieron destacada actuación los cadetes del Colegio Militar de la Nación, institución que ocupó el predio en el que actualmente se encuentra el Liceo Militar General San Martín, sobre la calle San Lorenzo.


Bibliografía.

Sala, Héctor Rodolfo, "Los vicepresidentes - Campanillero del Senado o Presidentes «en el banco»", Buenos Aires, 2008.

Internet: historiaydoctrinadelaucr.blogspot.com.ar

El legado dejado por Rosas

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IX N° 36 - Setiembre 2015 - Pags. 1 a  5 

 El legado dejado por Rosas

Por Norberto Jorge Chiviló

Cayetano Descalzi
Juan Manuel de Rosas. Óleo sobre tela de Cayetano Descalzi


Hace cuarenta y siete años atrás, en el Boletín N° 2 (Año I, 2da. Época) del Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Históricas, de Agosto-Setiembre de 1968, salió publicado un poema con el título "REPROCHE A JUAN MANUEL", autoría de Emilio Juan Samyn Ducó. La poesía, dice así: 

"iAh! ¡Cómo nos fallaste, Juan Manuel / En las trágicas horas de Caseros! / ¿Porqué no abalanzaste tu caballo / Sobre el vil traicionero? / ¡Qué símbolo elocuente hubiera sido / Tu cuerpo desgarrado / Por las lanzas del falaz brasilero! / / Tu cadáver, / Como estigma sangriento, / Denunciaría por siempre al unitario / Vendido al extranjero. / / ¿Porqué buscaste amparo / En los solares del inglés artero, / En lugar de un pedazo de tu pampa / Recubriendo tus restos, / Y el ganado pasando por encima / Porque perdió su libertad tu suelo? / / En estas noches de argentinos duelos, / Nuestras estrellas velarían tu sueño / A la espera del alba / Sangrienta y roja del desquite nuestro. / / ¡Ah! ¿Por qué nos fallaste, Juan Manuel, / En las trágicas horas de Caseros?" 

Este poema al que la redacción del Boletín calificó de "triste, hermoso e injusto", seguramente algún revuelo había causado entre sus miembros por la crítica que se hacía al proceder del Restaurador "en las trágicas horas de Caseros", pero que no obstante fue publicado por respeto a la libertad de expresión. También se invitaba y ponían las columnas del Boletín a disposición "de quien conteste estos versos con la misma altura y la misma belleza con que los escribió su autor". 

La réplica no se hizo esperar, ya que al número siguiente de esa publicación, (correspondiente a los meses de Octubre-Noviembre de 1968), apareció el poema de Policarpo Medida, titulado "ROSAS ANTE LA BATALLA DE CASEROS", cuyos versos son:

"Señor Gobernador, / Señor Gobernador sereno y digno: / como depositario del honor de la Patria, / cumpliste tu destino de federal, de criollo y de argentino. / / Fue insigne tu valor: / afrontar el destierro, la infamia, la diatriba, / y empuñando el arado en tu vejez altiva, / con tu trabajo honrado repechar otra vez la cuesta arriba. / / Cumpliste tu destino, Juan Manuel: / tu no tenías derecho a descubrir tu pecho / para que el odio se cebara en él, / botín de la alegría del traidor la innoble extranjería. / / La imagen de la Patria sacrosanta / hubiera sido profanada en ti. / (Comprendiéndolo así / a Dios se le hizo un nudo en la garganta.) / / ¡Qué fácil es / cuando abruma la vida, / apurar el veneno de una vez / en la actitud huidiza del suicida! / / Como el soldado carga su mochila, / compañera constante, / la pampa estuvo, cuanto más distante, / espejada más firme en tu pupila. / / ¡Siempre tu recia estampa / fue en cualquier parte, imagen de la pampa! / ¡Cuánto coraje estoico! / y que hermosa enseñanza nos legaste, / cuando aparentemente nos dejaste. / ¡Qué sublime valor! En grado heroico". 

Debo confesar que en aquél entonces y contando con veintiún años de edad, el poema de Samyn Ducó, me había dejado un sabor amargo, pero también consideraba que no era desacertada la crítica que en el mismo se hacía al proceder del derrotado en Caseros.

En ese momento, también pensé, que una muerte gloriosa en el campo de batalla, habría dado más brillo a la figura de quien yo siempre admiré.

Pero el paso del tiempo, hace que la persona medite y evalúe otras circunstancias y los hechos sean analizados desde otra perspectiva y contexto histórico y eso me pasó a mí con este tema.

A través de los años, me hice varias preguntas: ¿Qué hubiera pasado si Rosas hubiera sido muerto en el campo de batalla o hubiera sido fusilado en esa orgía de sangre que se desató inmediatamente después, como pasó con el coronel Martiniano Chilavert, el médico Claudio Mamerto Cuenca y otros prestigiosos jefes militares e innumerables soldados rosistas?, ¿Qué hubiéramos sabido de la Confederación Argentina y de su mentor, Juan M. de Rosas?, ¿Hubiéramos llegado a conocer la verdad de lo que había pasado en la llamada "época de Rosas"?. A la primer pregunta me respondí que con toda seguridad que de no haber muerto en el campo de batalla, hubiera sido asesinado y a las otras dos preguntas, las respondí sin ninguna duda, negativamente.

Desde hace ya tiempo, se conocen todos los intentos de los personajes que conformaron el partido unitario de aquel entonces y sus posteriores corifeos, no solo para ocultar la verdad de lo ocurrido en aquella época, sino también para tergiversar los hechos de la manera más descarada y manchar de cualquier manera el nombre y honor de Rosas, para aparecer ellos como los padres de la patria, llenando el país con sus monumentos -un país federal con estatuas de unitarios!- y poniendo sus nombres a todo lo posible, desde calles, pueblos, escuelas... hasta buques de la Armada.

En los años anteriores a la batalla de Caseros, Rosas se había preocupado en reforzar y abastecer de la mejor forma posible al llamado "Ejercito de Operaciones", que al mando de Justo José de Urquiza, se estaba formando para una próxima guerra que se vislumbraba contra el Imperio del Brasil. Evidentemente, Rosas no pensó que Urquiza iba a traicionar la causa nacional y menos aún que se aliara a quien en ese momento era una amenaza para nuestro país, además de ser -en ese momento- su enemigo histórico.

Pero las cosas tomaron otro cariz con el llamado "Pronunciamiento" de Urquiza y su alianza con el Imperio del Brasil y el gobierno colorado del Uruguay, con el objeto de desplazar al gobernador de Buenos Aires, en cuyas manos se encontraba el manejo de las relaciones exteriores de nuestro país.

Con la defección de Urquiza de la causa argentina, Rosas sabía que eran pocas las posibilidades de obtener una victoria, ya que el entrerriano poseía un ejército veterano batido en innumerables batallas, bien entrenado y con mejores medios de combate que el suyo, formado a las apuradas por tropas bisoñas.

Juan Manuel de Rosas
Estampilla del año 1969
Así Rosas vio menguadas las posibilidades de imponerse en la lucha y sobre todo después del avance que llevó a Urquiza a las puertas de la ciudad de Buenos Aires, sin prácticamente ser enfrentado en forma decidida por las tropas que Rosas había puesto al mando de uno de los militares más importantes que la Confederación tenía en esos momentos, el Gral. Ángel Pacheco, quien otrora había sido subalterno del general San Martín en la campaña libertadora, pero cuyo desempeño en estas circunstancias dejó mucho que desear, inclusive se habló de una traición de este jefe militar hacia el gobernador.

Seguramente, Rosas intuyó cual sería el proceder de sus enemigos políticos en el caso que él fuera derrotado y como intentarían seguir manchando su nombre y honor. Las campañas que habían lanzado desde el exterior contra él y la Confederación, imputándole todo tipo de crímenes y adulterando la verdad para conseguir la ayuda externa, le hacían presagiar lo peor, no podía esperar justicia, ni un proceder honrado de aquellos hombres. Ellos sabían bien como "rehacer" la historia -como lo dijo Sarmiento-, o deformarla a gusto y piacere y como crear una leyenda para el consumo del pueblo, que había sido adicto hasta ese momento al Restaurador. 

Si bien Rosas pudo haber considerado que en caso de ser derrotado podía retirarse al sur -como inmediatamente después de Caseros, lo creyó Urquiza- , donde gozaba de buen prestigio entre la población gaucha e indígena, para intentar una lucha de resistencia y desgaste, con tropas que le eran adictas, consideró que su ciclo político estaba finalizado y se preparó, para el caso de ocurrir lo inevitable, partir al exilio. Esto que afirmo de las posibilidades que tenía de encontrar y concentrar fuerzas adictas en el sur de la provincia, tiene su fundamento en el hecho que tiempo después y encontrándose ya radicado en Inglaterra, le fue ofrecido por personas que le eran adictas traerlo de regreso al país para ponerse al frente de tropas que se concentrarían en la zona de Lobería -sur de la provincia de Buenos Aires-, a lo que Rosas se negó (ER N° 26, pag. 8).

Rosas también sabía que en caso de no morir en la batalla y ser tomado prisionero, casi seguro se lo fusilaría y que de una u otra forma, su buen nombre y honor y el de su administración al frente de la Confederación, quedaría a merced de los vencedores.

Ernesto Quesada, nacido 6 años después de la caída del dictador, hijo de Vicente Quesada (1), cuenta en su magnífica obra La época de Rosas, lo que sucedió en los días previos y posteriores a Caseros.

Así lo relata: "Pero nadie ignora que Rosas, al embarcarse para Inglaterra, -él, el rico home colonial, cuya fortuna particular, antes de subir al gobierno, era quizá la más considerable del país,- no llevó dinero, se fue pobre, sin recursos, pero hizo encajonar casi todo el archivo de gobierno para llevarlo consigo, a fin de que la posteridad pudiera conocer la verdad de su larga dictadura. No acertó a llevarlo todo: el tiempo faltó, y quedaron estantes enteros llenos de papeles, y muchos cajones en poder de algunos particulares. Rosas temió que los vencedores destruyeran el archivo para perpetuar la mistificación y borrar la posibilidad del contralor; no se equivocó: el primer gobierno bonaerense se apresuró a «clasificar» todos los papeles de la época que pudo encontrar, hacer con parte de ellos grandes pilas en los patios de la casa de la calle Moreno, (2) y practicar un «auto de fe» monstruo, a fin de borrar hasta la huella del pasado... Nuestros padres han contemplado la humareda de esa justicia histórica!".

Ese primer gobierno bonaerense, surgido a raíz de Caseros, a cuyo frente se encontraba el fervoroso exrosista -dado vuelta como un panqueque de la noche a la mañana- Vicente López y Planes, secundado por unitarios recién regresados a Buenos Aires, se dedicaron -al decir de Quesada- a la quema de gran cantidad de documentación del archivo del gobierno derrocado, en un verdadero acto de vandalismo político.

Preguntamos: ¿Cuál era la finalidad de tal destrucción?, a lo cual podemos contestar sin equivocarnos: ...no justamente la preservación de pruebas, sino todo lo contrario, esto es la destrucción de documentos para borrar pruebas sobre el buen gobierno de Rosas y a su vez sobre las alianzas de los unitarios con los extranjeros. Cuando cae un gobierno "despótico" o "tiránico", como los unitarios tildaban al gobierno rosista, lo lógico hubiera sido  que se preservaran los instrumentos y archivos que permitieran justificar el desplazamiento de tal gobierno y para probar que era malo... pero si en vez de esto las destruían... por algo sería.... ¿qué se quería borrar...?

También e inmediatamente después de producida la derrota de Caseros, las autoridades provinciales, comenzaron por la violencia a imponer su ley y a diseminar todo tipo de leyendas sobre el "tirano", llegándolo a considerar un monstruo e imponiendo esa idea en las siguientes generaciones. Todos se cebaron sobre el gobernador derrotado, no solo sus enemigos portadores de un odio terrible y exacerbado, sino incluso muchos de los que habían sido sus fervientes sostenedores, que de un momento a otro se dieron vuelta -como el caso más notorio de Vicente López y Planes- para acomodarse con el nuevo gobierno. Además de borrar todo el pasado, se debía crear una nueva historia o mejor dicho, una leyenda, sobre aquél período.

La prensa y los intelectuales se ensañaron con él, esparciendo sobre la sociedad toda una sarta de mentiras, como las que habían esparcido otrora desde Montevideo, presentando al exgobernante porteño como "el Calígula del Plata".

Cuando Rosas se embarcó para el exilio lo hizo acompañado por gran cantidad de cajas y baúles, llenos de papeles y documentos, como bien lo dice Quesada. Los unitarios por el contrario lo acusaron de haberse llevado así joyas y riquezas, que le permitiría vivir como un rey en Europa, lo que posteriormente quedó acreditado que era un infundio más. 

Otros, como Bartolomé Mitre, lo tildaron de ladrón acusándolo de haberse apropiado de los dineros públicos. Infundio cuya falsedad quedó también demostrada después, cuando prestigiosos profesionales luego de analizar la documentación de la época coincidieron en que la administración de Rosas en el manejo de los dineros públicos había sido decente y eficaz. 

Rufino de Elizalde -otro obsecuente exrrosista y que había sido abogado del dictador en juicios incoados por particulares- en la Legislatura provincial, años después de Caseros se refirió a este tema y expresó: "Rosas ha salido del país muy rico. Sabemos que embarcó una gran cantidad de baúles con dinero y alhajas y que se llevó casi todos los brillantes que existían en Buenos Aires porque en los años 40 y 42 todos los que se robaron de las casas particulares, según una carta de Mariño, iban a parar en poder de Rosas. Además Rosas ha vendido, en el pequeño intervalo corrido desde la revocación del decreto hasta la revolución de Septiembre, valiosas propiedades cuyos fondos ha recibido, como también el de una porción considerable de ganado vendido, que le ha sido remitido. De modo que, en posesión de las sumas que sacó, de las que tenía ya anteriormente en Europa y la proveniente del desembargo de sus bienes, no han de padecer nada él ni sus hijos y es muy sabido que ha estado viviendo en Londres con el boato de un príncipe”.

Esos cajones y baúles que se llevó consigo Rosas solo contenían documentos y más documentos que en el futuro le permitieran acreditar su proceder honesto y responsable al frente de la administración pública, como así también la eficaz y patriótica política al frente de la Confederación Argentina.

Como lo informó a su gobierno el comandante del buque que trasladó al exiliado a Inglaterra el dinero que llevó, fue bien poco.

El nuevo gobierno provisorio de la provincia se ensañó con Rosas, aflorando todos los odios y actitudes revanchistas de sus integrantes, tomando contra el exdignatario una serie de medidas arbitrarias, tendientes a despojarlo de todos sus bienes con el dictado del decreto del 16 de febrero -13 días después de Caseros!- por el cual declaraba que todas las propiedades del exiliado eran de pertenencia pública.

Si bien por un decreto posterior de Urquiza -en su carácter de director provisorio de la Confederación Argentina- del 7 de agosto se dispuso la restitución de esos bienes a su legítimo propietario, la situación cambió nuevamente con la revolución que se produjo en la provincia poco más de un mes después -el 11 de setiembre del mismo año-, por el cual los unitarios abiertamente se hicieron con el gobierno provincial y produjeron su secesión de la Confederación Argentina. Cabe consignar aquí que no solo el gobierno se apropió de los bienes del exgobernante, sino también los que les correspondían a sus hijos, recibidos por la herencia de su madre.

Años después y por ley del 29 de julio de 1857, la Legislatura provincial declaró a Rosas "reo de lesa patria" y le imputó entre otras cosas "haber hecho traición... a la independencia de su patria", disponiendo que correspondía a los tribunales ordinarios el juzgamiento de los crímenes comunes cometidos por el "tirano"; a su vez disponía la venta en subasta de los bienes que se le habían confiscado por el decreto del 16 de febrero de 1852, a excepción de los inmuebles que se encontraban en la ciudad, que serían considerados como "bienes municipales".

A raíz de esta ley se le siguió a Rosas un proceso criminal por ante los tribunales ordinarios de la provincia, en los cuales no se le dio oportunidad de defensa al procesado, violándose también todas las formas y garantías del debido proceso y en el que se dictó sentencia en 1862, condenándolo a la pena ordinaria de muerte en calidad de aleve.

Con relación a la subasta de los bienes confiscados al "tirano", dispuesta en esta ley fue dejada sin efecto por otra posterior que dispuso "enegenar sin el requisito de remate público" los inmuebles confiscados. De esta forma el fraude y el favoritismo campearon en las ventas directas, beneficiando a amigos y políticos del gobierno -lo de la corrupción viene de lejos!-. Los bienes del exgobernante se esfumaron de la noche a la mañana y no hay constancias de quienes los adquirieron, ni del dinero obtenido y del destino que tuvieron -imagíneselo Ud, lector!-.

Bien puede decirse que los bienes de Rosas fueron considerados como botín de guerra por sus enemigos.

Mientras todo esto sucedía en nuestro país, Rosas en el exilio vivía de su trabajo personal. Desde allí redactó una Protesta -haciéndolo en tres idiomas: español, inglés y francés- contra las medidas que se habían tomado en Buenos Aires, que se publicó en diarios de Europa y América, poniendo en conocimiento público las arbitrariedades que se habían cometido contra él.

Protesta de Rosas
Parte inicial de la "Protesta del General Rosas", publicado el 20 de
setiembre de 1857, en inglés, francés y español, que constaba de 8 páginas


En Southampton donde se había establecido, había alquilado un predio instalando una chacra o pequeña estanzuela a la usanza criolla donde "la pampa estuvo, cuanto más distante, / espejada más firme en tu pupila", como dice el poema de Policarpo Medina.

En el exilio llevó Rosas una vida sencilla alejada de lujos y riquezas contrariamente a lo que habían dicho sus enemigos.

Estando en el exilio recibió la visita de compatriotas, muchos de los cuales habían sido contrarios a su política y que comprobaron con sus propios ojos lo que aquí decimos en cuanto a esa vida austera que llevaba el exiliado.

Cuando Rosas se trasladó a Londres para encargarse de la impresión de la "protesta", tuvo oportunidad de conocer y entrevistarse con Juan Bautista Alberdi, quien en 1854 había sido designado ministro plenipotenciario de la Confederación cuya presidencia ejercía Urquiza ante distintos gobiernos europeos.

Es muy interesante lo que le contó en cartas Alberdi a Urquiza con respecto al exgobernante porteño, dejando constancia para la posteridad de cual era la situación del exiliado, como vivía y como se comportaba en Europa.

Cuando lo encontró, Rosas le contó "que no había sacado plata de Buenos Aires, pero sí todos sus papeles históricos, en cuya autoridad descansaba". Alberdi, comparándolo con otros exilados, dirá de él: "el único que lleva una vida digna y se tiene en una reserva llena de decoro y honor".

En una carta que Alberdi dirigió el 14 de agosto de ese año al yerno de Rosas -Máximo Terrero-, le dice: "…Nada más público y notorio que la honorabilidad con que lleva el General Rosas su vida de refugiado en el país de los libres… El ejemplo del General Rosas de refugiado digno, resignado, laborioso, en Europa, no tiene ejemplo sino en la vieja historia de Roma. Ningún general de los muchos que la ola de la revolución americana ha echado a las playas de Europa ha dado el ejemplo honroso del General Rosas. Solo él no ha conspirado para recuperar el poder ni ha hecho la corte a los Reyes, ni buscado espectabilidad, ni ruido. Solo él ha vivido del sudor de su trabajo de labrador, sin admitir favores de extraños. Ni el mismo San Martín llevó con más dignidad su proscripción voluntaria. Es indigno y vergonzoso atacar a un hombre semejante y en semejante situación".

Algunos de los visitantes de Rosas, cuentan que en su casa tenía estantes llenos de documentos y papeles, que el exiliado en sus ratos libres se encargaba de clasificar.

Años después del fallecimiento del exiliado, Adolfo Saldías, a quien Mitre le había encomendado escribiera sobre la vida de Rosas, se contactó con Manuelita quien puso a su disposición toda aquella documentación que su padre cuidadosamente había guardado y atesorado, que le sirvió a Saldías para escribir su magnífica obra "Historia de Rozas y de su época", a través de la cual se pudo conocer la verdad sobre la vida y obra del Restaurador y de aquella turbulenta época de la historia argentina.

La historia puede tener dos significados, la historia "muerta", que se refiere al conocimiento de los hechos pasados y la historia "viva", aquella que de alguna manera se puede relacionar con el presente y nos puede brindar ejemplos de conducta, comportamiento político y que sea ejemplo para las generaciones futuras.

Por toda esa documentación, Rosas pudo salvar su honor y buen nombre, que para un hombre honesto es mucho más importantes que todas las riquezas.

En una sociedad, como la nuestra, en gran medida materialista, donde las virtudes cada vez existen menos, donde Don Chicho es igual a San Martín -como dice "Cambalache"-, donde lo que más vale es "hacer plata", la conducta de Rosas debe servir de ejemplo a las autoridades y a los ciudadanos comunes.

La defensa de la honra y el honor que el dictador priorizó a todas las riquezas que poseía, nos debe servir de ejemplo. El hecho de que el hombre encumbrado -ya desde lo político (haber ocupado la más alta magistratura nacional), ya desde lo personal (haber sido uno de los hombres más ricos de la Argentina de entonces)- y que en el último tercio de su vida se haya dedicado al trabajo como un simple labrador, no es un dato menor.

También debe ser ejemplo a todo político, que al poder se va para servir y no para servirse de él y que la administración pública no es un "coto de caza" que sirva para enriquecerse.

Volviendo a las preguntas que hice al principio de este artículo podemos tener la certeza que de haber muerto Rosas después de Caseros, nada habríamos sabido sobre la tan rica y gloriosa época de su administración y defensa de la Patria.


Referencias:

(1) Vicente Quesada fue un importante personaje del antirrosismo de su época y fue uno de los que se opusieron a que al exgobernador de Buenos Aires se le oficiara una misa en la Catedral de Buenos Aires, con motivo de su fallecimiento.  

(2) La casa de la calle Moreno era la residencia que Rosas tenía en la ciudad y en ese lugar funcionaron durante mucho tiempo las dependencias de su gobierno (ER N° 11 pág. 11).


Bibliografía.

"Causa criminal seguida contra el ex-Gobernador Juan Manuel de Rosas ante los tribunales ordinarios de Buenos Aires", Editor Juan Palumbo, Buenos Aires 1908.

Gras, Mario César. "Rosas y Urquiza, sus relaciones después de Caseros", Buenos Aires, 1948. 

Quesada, Ernesto. "La época de Rosas", Ediciones del Restaurador, Buenos Aires, 1950.