domingo, 1 de marzo de 2009

Anécdotas - Las visitas a Rosas

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año III N° 10 - Marzo 2009 - Pag. 16  

Anécdotas

 Las visitas a Rosas en el exilio

"Cuando ustedes estudien la personalidad del gene­ral Rosas, dirijan las investigaciones a destacar la nobleza y la altivez de la vida solitaria que llevó en el extranjero. Es para mí ese período de su existencia azarosa, el que ilumina con mejor luz el fondo de su recia personalidad"...

Dicho por Hipólito Irigoyen en 1914 en conversación con el Dr. Ricardo Caballero y el Coronel Ricardo Pereyra Rosas.

Casa de Juan Manuel de Rosas en Swaythling, 10 kms. de Southampton

En su largo exilio en Inglaterra -25 años- Rosas recibió en su casa a innumerables visitantes: amigos, familiares, adversarios políticos, personalidades extranjeras, etc. Todos dan cuenta de la sencillez de la vida que llevaba, atada al diario trabajo. Muchos de ellos se asombraron de la cultura del ex dictador. En este número ofrecemos el relato de dos visitantes, el primero, el célebre poeta español (nacido en Buenos Aires) Ventura de la Vega, cuya madre había tenido vinculación con la familia Rosas, que lo visitó al inicio del exilio, en 1853, quien en carta a su esposa –que figura en las Cartas Intimas del escritor– le relata el encuentro con el exiliado y el otro corresponde a Alejandro Valdez Rozas, hijo de María Dominga Rozas, hermana de Juan Manuel, quien lo visitó en 1873, ya en la ancianidad, y que incluyó el relato en su libro “Relatos de viaje”

 

Carta a su mujer (Fragmento) de Ventura de la Vega.

… A las once salí de aquí (Londres) y a la una y cuarto estaba en Southampton; me bajé del coche y me encaminé, por señas que me habían dado, a la casa que habita el general Rosas. Me recibió una criada inglesa, la cual pasó un recado de que un sujeto de Buenos Aires, deseaba ver al general: salió un negrito y me dijo que su amo estaba en cama y no podía recibir. Entonces le dije que pasara recado a doña Manuelita, y volvió a salir conduciéndome a una sala donde me dijo que aguardase.

…A poco rato de esperar sentí pasos, se abrió la puerta y se presentó una señora que, por el retrato que había visto, conocí era Manuelita…Yo la saludé y ella se quedó parada mirándome como si quisiera reconocerme.

- Es usted de Buenos Aires?

- Sí, señora -le contesté- soy Ventura de la Vega.

No puedes figurarte la impresión que le hizo; se acercó a mi y me dio la mano, diciéndome:

- Dios mio, cómo se parece usted en la cara a su madre! ¿Y qué sorpresa tan agradable es ésta que usted nos da? ¿Cómo se halla usted aquí?

Yo le dije que hacía este viaje a Southampton tan sólo por verlos, porque no me hubiera perdonado, estando a dos horas de distancia de ellos, haber dejado de ir a conocerlos y darles las gracias por las distinciones que les ha merecido mi madre.

- Tampoco yo le hubiera perdonado a usted -me dijo- el que nos hubiera privado de conocer a un argentino que hace tanto honor a su patria, etcétera, etcétera.

Y ya te puedes figurar lo que añadiría en elogios…

Después de hablar mucho, como puedes figurarte, de Buenos Aires, de los acontecimientos de aquel país, de mi madre, de mi hermano, etc., fué al cuarto de su padre, y vino a decirme que en cuanto había sabido que era yo, (Rosas) quería verme, y que le perdonase que me recibiera en la cama. Me levanté para ir allá; pero antes de salir de la sala, se acercó Manuelita a una bandeja con vino generoso y bizcochos que había hecho traer, y llenando tres copas, nos dió una á cada uno, y me dijo: - Antes de bajar, vamos á brindar por la salud de su mamá de usted. Me enterneció aquel recuerdo; porque aunque algunas veces me hago ilusión de que he de volverla a ver... ¡sabe Dios si será! Bajamos por una escalera interior a un cuartito pequeño, donde había una mesa con muchos papeles, y a un lado una cama de caoba, en la cual estaba Rosas. Tenía por colcha un poncho americano: él estaba incorporado, en mangas de camisa, y tenía puesto un chaleco de pana azul, de solapa, y abrochado de arriba abajo. Con decirte que es idéntico al retrato, te lo he dicho todo. -Venga acá, me dijo, que no sabe cuanto gusto tengo en conocerlo. Y abrió los brazos y me dió dos abrazos muy apretados, diciéndome: -Ha de saber que tenía pensado ir á Madrid, solo por verle. Me senté en una silla a su lado. Manuelita se sentó sobre la cama, y empezó de nuevo nuestra conversación de Buenos Aires.

Rosas es el carácter más original, más raro, más sorpren­dente que te puedes imaginar. No sé si para cortar cuando le parece alguna conversación, ó para disimular su pensamiento, ó para desconcertar al que le habla, te encuentras con que pasa repentinamente del tono más elevado, del discurso más serio, á una chapaldita de lo más vulgar, a la cual siguen otra y otra, entre muchas carcajadas, y de allí a un rato vuelve insensible­mente a entrar en el tono serio, y entonces dice, hablando de política, cosas admirables. Decían que solo tenía talento natural y que era poco culto; no es cierto. Es un hombre instruidísimo, y me lo probó con las citas que hacía en su conversación; conoce muy bien nuestra literatura, y sabe de memoria muchos versos de los poetas clásicos españoles.

Con él me estuve hasta las seis y media, en que me levanté para marcharme, porque el convoy salía a las siete; él mandó que arrimaran su coche, y en él fui al camino de hierro, acompaña­do del marido de Manuelita. Al despedirme de Rosas me dio un abrazo, y cuando yo me marchaba, me llamó y me dijo dándome otro “Este por su madre”. Manuelita me acompañó hasta el portal, y me ofreció que pronto irían a hacerme una visita a Madrid…

 

“Diario de Viaje” de Alejandro Valdez Rozas

SOUTHAMPTON agosto 17 de 1873. Esta mañana fui a casa de mi tío Juan Manuel y no lo encontré... Llegué al Farm y salió un peón, en seguida su sirvienta y me dijo que estaba en casa de Manuelita en Worthing y que ésta volvería a Londres en dos semanas. ¡Otro día perdido!...

Día 19. Anoche traté un cochero, al parecer muy bueno que, por dos shillings ha quedado en llevarme al Farm de mi tío... Llevóme el cochero por un lindísimo bosque de inmensos árboles y entramos en el Old London Road, camino viejo de Londres... Llegamos al Farm y esta vez la sirvienta salió corriendo hasta sin sombrero, que es cuanto se puede decir. Abrió la puerta y me hizo entrar, con las mayores demostracio­nes de respeto y amabilidad, a un pequeño saloncito de recibo, con una mesa de comer y una alfombra de la misma fábrica y gusto de la que tenemos en la sala y antesala de casa. Subió la sirvienta una escalera angosta, y volvió diciéndome que la siguiera; al fin de la escalera me pareció ver en una puerta, a la derecha, que estaba mi tío, por la parte de adentro, pero la sirvienta seguía por una puerta al frente; entonces recordé al momento cuán aficionado era mi tío a esa clase de sorpresas, y seguí a la sirvienta; pero al pasar la dicha puerta me salió mi tío al encuentro, con una gran exclamación: "¡Oh!..." y me tendió los brazos.

A mí me había enseñado, desde chico, mi buena madre, a pedirle la bendición: no porque fuera gobernador de la Repú­blica Argentina, sino porque era el hermano mayor de la familia; y en mis cartas, después que él emigró a Inglaterra, yo seguí la misma costumbre. He crecido, llegué a hombre y siempre lo mismo, esta vez no tenía por qué alterarla, así fue que le pedí la bendición. ¡Ah! ¡mis buenos y queridos padres! Después de ellos sólo mi tío a quien pedir la bendición; después de él nadie me la dará ya... doble motivo para guardar esa práctica de mis primeros años.

Mi tío me bendijo con mucho gusto, y me hizo entrar; era aquel su dormitorio y su cuarto de trabajo; allí hay de todo. Es una pieza como de siete varas de largo más o menos, por seis de ancho, con dos ventanas al frente; su puerta de entrada a la izquierda y otra a la derecha que va a un pequeño retrete, una gran mesa llena de periódicos, papeles, libros, impresos, manuscritos y otros objetos, la punta de la derecha está libre para las horas del almuerzo y comida. Alrededor de la pieza, en forma de estantes, unas tablas llenas de libros. Su cama está entre la puerta de entrada y la del retrete, contra la pared, y allí también hay tablas en forma de estantes, llenas de libros. Una chimenea, sobre cuyo marco hay dos relojes de sobremesa y una virgen de Nuestra Señora de las Mercedes. Ningún otro objeto o adorno que llame la atención. Mi tío me hizo entrar cerca de la cama, y él se recostó: me dijo que estaba en mi casa, que podría hacer lo que me diera la gana. Llamó a la sirvienta y le dijo: This gentleman comands here more than I, y la dicha sirvienta (Mariana), a quien ha enseñado a repetir sus órdenes para que no se equivoque, repitió en inglés: Este caballero manda aquí más que usted...

-Ya vez -me dijo mi tío- si puedes estar aquí como en tu casa. Ahora te mostraré las habitaciones todas y no te faltará donde dormir.

Yo no aproveché de estas ofertas, por espíritu de pruden­cia, sabiendo que él se levanta a las cuatro de la mañana y sale a trabajar con sus peones hasta las nueve o diez y que a la una o dos de la tarde vuelve a su tarea hasta la oración. En fin, todo lo que hablamos es puramente privado y asuntos de familia que llenarían todo este diario si lo fuera a escribir aquí, cuando éste es sólo como un extracto.

Opiniones - Ricardo Rojas

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año III N° 10 - Marzo 2009 - Pag. 15 

Opiniones


Ricardo Rojas 


Nació en Tucumán en 1882, y murió en Buenos Aires, en 1957. Fue profesor universitario, periodista y escritor. Sus obras completas comprenden más de treinta volúmenes. Algunas de las cuales, son: La restauración nacionalista (1909), La Argentinidad (1916); Historia de la literatura argentina (1917-1921), Eurindia (1924); El Santo de la Espada (1933); Cervantes (1935); El Profeta de la Pampa (1945); La Entrevista de Guayaquil (1947).

 

De la civilización argentina

Hay quienes dicen que Rosas era la barbarie, frente a la civilización representada por sus selectos enemigos; pero esto es dar a una frase de valor polémico en su tiempo un alcance de verdad científica que sus propios autores no pretendieron para ella cuando la lucha había pasado. Que Rosas representaba el sentimiento del país, no puede negarse, porque tuvo la adhesión de Buenos Aires y de las provincias, de los caudillos y de los pueblos, de la burguesía y de la plebe, de los indios y de los gauchos, de los negros libertos y de muchos blancos europeos. En veinte años sus enemigos no consiguieron derrocarlo; antes lo consolidaron con sus errores. Si Rosas era la barbarie, barbarie era todo su país. ¿Cómo es entonces que mientras unitarios refugiados en Montevideo se aliaban con el rey de Francia y recibían dinero de su cancillería, republicanos como Lamartine (1) censuraban esa alianza y esa política de agresión a una república independiente? San Martín envíale entonces a Rosas la espada de Maipú. Agentes diplomáticos de Rosas fueron Alvear y Guido, héroes de la independencia. López autor del himno nacional, y Anchorena, signatario del acta de Tucumán, fueron amigos suyos. De la entraña del rosismo salió Urquiza, el vencedor de Caseros. De ella salie­ron los caudillos que firman el Acuerdo de San Nicolás, y hombres como Irigoyen y Vélez Sarsfield que habían frecuen­tado la corte de Palermo y que después colaboraron con sus luces en la organización constitucional. Luego, pues, en aquel sistema, sin duda bárbaro, de Rosas, había algunos gérmenes de civilización. ¿De cuál civilización? De la civilización argentina, no de la francesa, no de la británica, que pretendie­ron imponerse por el bloqueo o la guerrilla de mercenarias legiones cosmopolitas, ni tampoco de la otra, que los utopistas unitarios habían soñado crear por medio de constituciones imaginarias.

                                                                                             Ricardo Rojas


(1) Alphonse de Lamartine, (1790-1869) escritor romántico, poeta e historiador. Miembro de la Academia francesa. Ministro de la Segunda República Francesa, Miembro de la Asamblea Constituyente de 1848. Fue diputado en la Asamblea francesa, republicano y favorable a Rosas y su sistema americano.

 

Quiero volver a ser feliz

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año III N° 10 - Marzo 2009 - Pag. 14 

Para reflexionar

(Correo Electrónico que circula por Internet, Anónimo)

 

QUIERO VOLVER A SER FELIZ

Fui criado con principios morales comunes.

Cuando niño, los ladrones tenían apariencia de ladrones y nuestra única preocupación en relación a la seguridad era que los acomodadores de los cines nos expulsaran debido a los golpes que dábamos en el suelo con los pies cuando ponían música que no correspondía, al inicio de los filmes, en las matinés del domingo.

Madres, padres, abuelos, tíos, vecinos, profesores, todos eran personas dignas de respeto y consideración. Cuanto más próximos o más viejos, más afecto.

Inimaginable responder maleducadamente a policías, maestros, ancianos, o a las autoridades.

Confiábamos en los adultos porque todos eran padres y madres de todos los muchachos y muchachas de la cuadra, del barrio, de la ciudad.

Teníamos miedo apenas de lo oscuro, de los sapos, de filmes de terror.

Hoy siento una tristeza infinita, por todo lo que perdimos.

Por todo los que mis nietos un día temerán.

Por el miedo en la mirada de los niños, jóvenes, viejos.

Matar a los padres o a los abuelos, violar niños, secuestrar, robar, engañar, poner la trampa. Todo no importa cuan grave sea, termina en la banalidad de noticias policiales olvidadas después del primer intervalo comercial.

Agentes de tránsito multando infractores, no son más que explotadores, funcionarios de la industria de las multas.

Policías que persiguen malhechores están aplicando “abuso de autoridad”.

Regalías en presidios son materia votada en reuniones.

Derechos humanos para criminales, y solo deberes ilimitados para ciudadanos honestos, son leyes nacionales.

No tomar ventaja es ser pendejo.

Pagar puntualmente las deudas es cosa de idiotas, pero no lo es la amnistía para los estafadores.

Ladrones de traje y corbata, asesinos con cara de ángel, pedófilos de cabellos blancos.

¿QUE PASO CON NOSOTROS?

Profesores maltratados en las aulas, comerciantes amenazados por traficantes, rejas en nuestras ventanas y puertas.

Profesores que no concurren a dictar sus clases.

¡NIÑOS MURIENDO DE HAMBRE!

¿QUÉ VALORES SON ESOS?

Autos que se valoran más que abrazos, e hijos que los quieren como regalo por haber salvado el año.

Celulares en las mochilas de los niños salidos de los pañales.

TVs, DVDs, vidojuegos….

¿QUÉ VAS A PEDIR A CAMBIO DE UN ABRAZO, HIJO MÍO?

Mas vale un Armani que un diploma.

Mas vale una pantalla gigante que una conversación.

Mas vale un maquillaje que un helado.

Mas valen dos centavos que la alegría de un gusto logrado.

¿QUÉ HOGARES SON ESOS?

Padres, ausentes.

Jóvenes, ausentes.

Hijos en busca de sus padres.

Droga presente.

¿Qué es aquello?

¿Un árbol, una gallina, una estrella o una flor?

¿Cuándo fue que todo desapareció o se hizo ridículo?

¿Cuándo fue que olvidé el nombre de mi vecino?

¿Cuándo fue que miré, sin sentir vergüenza, a los ojos de quien me pide ropa, comida, o calzado?

¿Cuándo fue que empecé a tener miedo cuando un niño se me acerca a pedir una ayuda?

¿Cuándo fue que me cerré?

Quiero de vuelta mi dignidad y mi paz

Quiero de nuevo la ley y el orden.

¡Quiero libertad, fraternidad, seguridad!

¡QUIERO SACAR LAS REJAS DE MI VENTANA PARA PODER TOCAR LAS FLORES!

QUIERO SENTARME EN EL PORCHE O EN EL PATIO DE MI CASA Y TENER LA PUERTA ABIERTA EN LAS NOCHES DE VERANO.

Quiero la honestidad como motivo de orgullo.

Quiero la rectitud de carácter, la cara limpia y la mirada a los ojos.

Quiero la vergüenza y la solidaridad.

Quiero esperanza y alegría.

Quiero para todos, techo, comida en la mesa y salud a millón.

¡VIVA EL “SER”!

Y viva el retorno de la verdadera vida, simple como una gota de lluvia, limpia como un cielo de abril, leve como la brisa de la mañana!

Y definitivamente común, como yo.

¡ABAJO EL “TENER”!

Adoro mi mundo simple y común.

¿A tener el amor, la solidaridad y la fraternidad como bases?

¿La indignación ante la falta de ética, de moral y de respeto?

¿A disentir de lo absurdo?

¿Podemos volver a ser aquella buena GENTE?

Quiero construir un mundo mejor, más justo, más humano, donde las personas respeten a las personas.

¿Utopía?

¡Nó!

Simplemente es posible si usted y yo hiciéramos nuestra parte y “contamináramos” a más personas, y esas personas, “contaminaran” a más personas.

R.B.

Opiniones sobre Caseros

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año III N° 10 - Marzo 2009 - Pag. 13 

Opiniones, detalles, preguntas y algo más:

 

“Si el Brasil que tiene tan justos motivos para hacer la guerra a Rosas, me custodia el Paraná y el Uruguay, yo le protesto por mi honor derribar a ese monstruo político enemigo del Brasil y de toda nacionalidad organizada”. Urquiza a Rodrigo de Souza da Silva Pontes –Encargado de negocios del Brasil en Montevideo– el 20 de mayo de 1851.

 *

El ejército imperial (brasilero), contaban con un núcleo de jefes, oficiales y soldados mercenarios alemanes, agrupados en una batería de cohetes a lo Congrève  que tuvo destacada actuación en el desarrollo de la batalla provocando la dispersión de la caballería criolla por su poder de fuego y por ser un elemento novedoso en esta parte del mundo. Algunos de los soldados alemanes desertaron y se unieron a las fuerzas de la Confederación Argentina

 *

La visión de la historiografía oficial sobre Caseros, fue que se trató de “una lucha contra una tiranía sangrienta y por la libertad”, cuando en realidad Urquiza fue aliado de una potencia -el Imperio de Brasil-, que mantuvo la esclavitud hasta el año 1888, ya que ella fue el soporte fundamental de su economía y que envió a sus esclavos negros para integrar la infantería del “Ejército Grande Aliado Libertador”. “Libertador”…?, ¿No es esto una contradicción?

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Una de las condiciones que impuso el emperador del Brasil, Don Pedro II, para sellar su alianza con Urquiza para combatir a Rosas, fue la firma de un tratado de extradición de esclavos. ¿Se puede decir que quien firmó estos tratados, luchó por la libertad?

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¿Qué calificativo corresponde aplicar a quien (Urquiza) formaliza una alianza con la potencia enemiga de su patria (el Impero del Brasil) para combatir al gobierno legal de su país (el de Rosas)…?

 *

Los soldados urquicistas tenían el mismo uniforme que las tropas de la Confederación a quienes enfrentan en Caseros, pero para diferenciarse de las mismas, utilizan sobre su uniforme una camiseta blanca.

 *

“El despotismo que el general Urquiza ha establecido en Entre Ríos, es mucho más absorbente y egoísta que el que acá reina (Provincia de Buenos Aires). La conducta del general Urquiza es sanguinaria y caprichosa, fuera de cuenta todo lo que se ha oído respecto al gobierno de un pueblo de raza blanca; además es rapaz y avaro, uniendo a las características de un tirano insensible e inexorable, los rasgos de un mercader voraz e insaciable…” Comunicación del Plenipotenciario inglés Henri Southern al primer ministro inglés Lord Palmerston el 25 de febrero de 1851.

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"Me ha sido comunicado confidencialmente que Pimenta Bueno, el nuevo presidente de la Provincia de Río Grande, dispone de treinta mil libras esterlinas suministradas por el gobierno imperial a fin de  sobornar a Urquiza, gobernador de Entre Ríos, para que se una al plan de derrocamiento del general Rosas, y que si esta suma no es considerada suficiente, el gobierno brasilero está dispuesto a gastar el doble de la misma, si es necesario”. Carta privada que Mr. Robert Gore (encargado de negocios británico en Montevideo) escribió a Lord Palmerston, el 22 de mayo de 1850. (“Por la plata baila el mono” del refranero popular)

 *

“No fatigaré a V.S. señalándole las usurpaciones sucesivas de territorios pertenecientes al Virreinato de Buenos Aires, en este lado de la Banda Oriental, aún después del tratado de 1777. En cada ocasión en que interfirió la Corona de Portugal –siempre bajo el especioso pretexto de “pacificar”– era anexada una gran porción del territorio y agregado a esta provincia… (de Río Grande do Sul)

“…El gobierno del Brasil nunca perdió de vista esta cuestión de fronteras; y en toda su correspondencia diplomática con el ministro de la Confederación Argentina en Río de Janeiro, ha procurado persuadir al mundo que las dificultades y objeciones que han obstaculizado el camino hacia el cumplimiento  de términos del tratado preliminar de paz de 1828, han sido siempre promovidas por el gobierno de la Confederación. Sin embargo, se supo que para elegir el momento que le fuese favorable, ha sido siempre muy solícito en excluir esta cuestión fronteriza, mientras la República del Uruguay, destrozada por las disenciones era incapaz de afirmar y defender sus derechos…

…(El tratado que concede al Brasil) La navegación del Río Uruguay, es el primer paso hacia la obtención de la misma en el Paraná, que el negociador brasileño Señor Carneiro Leão se esfuerza, evidentemente, en obtener para el Brasil (con exclusión de toda bandera) en beneficio de la provincia de Matto Grosso. Si tiene éxito, el tráfico de cabotaje ha de caer en manos de los brasileros por la facilidad que poseen de emplear esclavos que fácilmente se adiestran en la profesión marítima; y, mas aún, cuando por el tratado de Extradición, la República del Uruguay ya no puede ofrecer asilo al pobre negro fugitivo…” Nota del cónsul británico en Río Grande do Sul, S. Morgan el 26 de diciembre de 1851 al Primer Ministro Lord Palmerston, comentándole el tratado firmado entre el Imperio del Brasil y la República del Uruguay el 12 de octubre de 1851.

 *

”La política insidiosa del Brasil es muy clara: revolucionar estas comarcas y mantenerlas en un estado de guerra civil y anarquía…” Mr. Robert Gore a Lord Palmerston el 2 de febrero de 1852.

 *

En cuanto a la actuación de Rosas en el campo de batalla:

“He sido informado confidencialmente que el general Rosas, después de luchar hasta que el último de sus infantes le quedó…” Informe del contralmirante inglés W. W. Henderson al Almirantazgo dándole parte de Caseros el día 4 de febrero de 1852.

*

“Fui presentado al general Urquiza, quien hablóme acerca del general Rosas y dijo que este había pelado bravamente, y que creía que se había marchado hacia el Sud”. Mr. Roberto Gore a Lord Palmerston, el 9 de febrero de 1852, relatándole los sucesos acaecidos desde Caseros.

 *

“…Casi todos los jefes en quienes Rosas confió se encuentran ahora al servicio de Urquiza. Son las mismas personas a quienes a menudo escuché jurar devoción a la causa y persona del general Rosas. Nunca hubo hombre tan traicionado. El secretario confidencial que copiaba sus notas y despachos, nunca falló en enviar copias a Urquiza de todo lo que era interesante o le interesaba conocer a este. Los jefes que mandaban la vanguardia de Rosas, se hallan ahora al frente de distritos. Nunca fue tan amplia la traición” Mr. Robert Gore a Lord Palmerston, el 9 de febrero de 1852, relatándole los sucesos acaecidos desde Caseros.

Mercenarios alemanes y argentinos - Caseros

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año III N° 10 - Marzo 2009 - Pags. 11 y 12

Publicado en el Boletín Nº 3 (Año I, Segunda época Octubre-Noviembre de 1968) del “Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Históricas”

Los mercenarios Alemanes y Argentinos

                                                                           Por Adolfo Dante Loss

El Gran Americano, luego de las victorias sobre Inglaterra (tratado del 24 de septiembre de 1849) y Francia (tratado del 30 de agosto de 1850), podía abocarse de lleno a plasmar su gran política continental. Pero el Imperio del Brasil comprendía bien lo que esto significaba para su destino: la división, como en Centroamérica, en republiquetas independientes y enemigas entre sí; o, en el mejor de los casos, ser una potencia de segundo orden a la zaga de la Confederación Argentina.

La lúcida clase dirigente brasileña y su hábil diplomacia -que constituía lo más selecto de ella- se encargarían de vertebrar la gran confabulación internacional en contra de la Confederación y su Jefe, con resultados conocidos.

El escritor e historiador alemán Albert Schmid, en su trabajo titulado Die Brummer -traducido al portugués, prologado y anotado por el general de división brasileño Bertoldo Klinger, publicado en la separata de A Defensa Nacional Nos. 431 a 438, editado en Río de Janeiro en 1951-, es expresivo en el sentido apuntado más arriba. El subtítulo de esta obra explica su contenido: Una legión extranjera alemana al servicio del Brasil en la guerra contra Rosas. Escribe el historiador germano en la parte introductoria al tema: “Las disputas tuvieron eclosión bélica cuando el dictador argentino Rosas (1830-1852) entró a obrar en el sentido de reconstituir el antiguo Virreynato del Río de la Plata (Argentina, Paraguay, Uruguay y Bolivia) por medio de una Confederación de Estados del Plata. Por estas maquinaciones de Rosas sintióse amenazado el Brasil en su frontera sudoeste; por ello, el 29 de marzo de 1851 celebró con el Uruguay y el rebelado general Urquiza un tratado contra Rosas”.

Pedro II (1825-1891)
 Emperador del Brasil durante el período 1831-1889

Pedro II, consciente de la gravedad que significaba una confrontación militar con la Confederación Argentina, envía a fines de 1850 al teniente coronel Sebastiáo do Rego Barros a Hamburgo; la misión de éste consistía en reclutar mercenarios alemanes para la lucha que, sin lugar a dudas, tendría que librar el Imperio contra la Argentina. Luego de seis meses de tratativas, saboteadas en parte por los agentes de la Confederación, logra contratar 1.800 hombres, incluidos 50 oficiales, la mayor parte con antecedentes militares en África, Polonia, España y la India. Una cláusula del contrato estipulaba que su vigencia sería de cuatro años, pudiendo el gobierno brasileño rescindirlo a los dos; tiempo que, de acuerdo a la marcha de las negociaciones para contratar al Gran Mercenario Urquiza (tratado del 21 de noviembre de 1851, en que el Brasil acuerda 100.000 patacones mensuales al Traidor), bastaría para derrotar a la Confederación Argentina.

Los mercenarios alemanes integran el ejército comandado por el Conde Caxias como artilleros, zapadores e infantes, que invadiría más tarde la Banda Oriental. Producida la invasión, parte de la Legión permaneció con Caxias en Colonia, y el resto se sumó a los 4.000 brasileños en los batallones 5º, 6º, 7º, 8º y 13º que al mando de Marqués de Souza vengarían en Monte Caseros la derrota de Ituzaingó.

El 3 de febrero, a pesar de la deserción de los segundos tenientes Kaas y Malschitzki, que se unieron a Rosas, le cabría brillante actuación a la fusilería mercenaria: con modernas armas de tiro rápido y preciso producirían bajas en la artillería argentina -comandada por el bravo coronel Martiniano Chilavert- que se constituyó en el principal obstáculo de la Brigada Internacional.

Schmid resume: “A vitoria dos aliados foe absoluta y devida, em primeira plana, á modelar atuasáo das tropas brazileiras”. Y el general Klinger completa: “Dos 56 canhóes tomados, 34 o foram pelos brazileiros; e dos 7000 prizioneros, 2000 os fizemos nós”. Más adelante, para que no haya dudas reitera el prologuista: “Malposto melindre patriotico tem feito ce a maeoria dos argentinos calem o nóso papel desizivo na derrubada de Rózas”.

Urquiza, en carta dirigida al Marqués de Souza (que transcribe Klinger), agradece la actuación brasileña en estos términos: “Cuando la historia trazando el horrible cuadro de la dictadura argentina, tribute su merecido elogio a los libertadores de esta tierra, el nombre de V. S. y el de sus valientes compañeros de armas ocupará un honroso lugar que les compete como dignos aliados de la Civilización y de la Libertad”.

Los mercenarios alemanes volverían al Brasil después de cumplido su cometido, y más tarde serían disueltos. Algunos se radicarían allí en tareas agrícolas; otros retornarían a su país con poca plata y con algunas desilusiones, no muchas.

En cuanto a los otros mercenarios, los nacidos en la Argentina, aparte de la paga brasileña se quedaron con el país como botín. Claro que éste ya no era la gloriosa Confederación Argentina de Juan Manuel de Rosas que marcaba rutas en América y donde las palabras Soberanía y Patria guardaban su pristino sentido. La Nación había sido puesta de rodillas por una potencia extranjera por primera vez; y, desde entonces, pagamos esa derrota con la supeditación en lo interno y lo externo al imperialismo de turno.

Justo José de Urquiza como jefe de los mercenarios argentinos, y todos ellos y sólo ellos, merecen con estricta justicia el dicterio constitucional de infames traidores a la Patria.

Condecoración otorgada por el Emperador Pedro II al Gral. Urquiza,
con motivo de la victoria en la batalla de Caseros


La derrota de Caseros

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año III N° 10 - Marzo 2009 - Pags. 8 a 11

Ultimos instantes de la batalla de Caseros”.
Oleo de A. Fumagalli 

 




En esta obra se puede apreciar la defensa del palomar y la casa de Caseros.

A la izquierda se ven soldados federales y en primer lugar y de frente, con condecoración, el Gral. Marquez de Souza.






La derrota de Caseros

por Norberto Jorge Chiviló

La Batalla de Caseros, que tuvo lugar el 3 de febrero de 1852 muy cerca de nuestra Ciudad de Gral. San Martín, entre las fuerzas nacionales de la Confederación Argentina a cuyo frente se encontraba Juan Manuel de Rosas, y fuerzas de la coalición formada por el Imperio del Brasil, el Estado Oriental y fuerzas entrerrianas a cargo del Gral. Justo José de Urquiza, fue una de esas batallas que han torcido el curso de la historia de nuestra patria. Las tropas de la Confederación Argentina fueron derrotadas, Caseros fue una derrota nacional, Rosas debió dejar el Gobierno y partir al exilio. La guerra la ganó el Imperio del Brasil.

En el mundo y a través de los tiempos, otras batallas también torcieron el curso de la historia.  Podemos mencionar entre otras y por ser las mas conocidas, la batalla de Lepanto ocurrida el 7 de octubre de 1571, donde la armada turca fue vencida por la armada de la coalición cristiana –La Liga Santa: España, Venecia, Génova y Santa Sede– al mando de don Juan de Austria; la batalla de Trafalgar ocurrida el 21 de octubre de 1805, allí la armada británica al mando del Almirante Nelson derrotó a la armada franco española; las batallas de El-Alamein (noviembre de 1942) y Stalingrado (junio 1942-febrero 1943) durante la Segunda Guerra Mundial, cuando las hasta entonces victoriosas tropas alemanas fueron derrotadas por los ingleses y soviéticos, respectivamente, etc.

¿Por qué decimos que esas batallas torcieron y variaron el curso de la historia?. La historia seguía un curso y devenir previsible y lógico y esas batallas cruciales decidieron que la historia tomara un rumbo totalmente distinto hasta la que hasta ese entonces venía siguiendo. Winston Churchill, uno de los artífices de la victoria aliada en la 2da. Guerra Mundial en sus “Memorias”, destaca la importancia de la batalla de El-Alamein, que varió el curso de la guerra, con la siguientes palabras “Antes de El-Alamein, no conocimos la victoria, después de El-Alamein, no conocimos la derrota”. Para continuar con los ejemplos señalados, a partir de Lepanto comenzó el fin del expansionismo otomano sobre el Mediterráneo; con la derrota de la armada franco española, en Trafalgar, Napoleón no pudo realizar la invasión a Inglaterra que le hubiera dado la derrota de su tradicional enemigo y el dominio absoluto de Europa (ver El Restaurador Nº 3, pág. y sgtes.), así, a raíz de la victoria británica, Inglaterra surgió como primera potencia mundial en el S. XIX, con las consecuencias que ello trajo aparejada sobre las colonias españolas en América; lo mismo pasó con Hitler al ser vencidas sus tropas del Africa Korps en el norte de Africa al mando de Rommel –el legendario “zorro del desierto”– por los ingleses comandados por Montgomery en El-Alamein (Egipto) impidiéndole llegar al Canal de Suez y hacerse con esa importante vía de navegación y en el continente europeo derrotado por los soviéticos al mando del general Zhukov en Stalingrado, con lo cual no pudo hacerse con el dominio de la Europa continental y dando todo ello un vuelco al desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, hasta ese momento favorable al Eje y a partir de allí, a favor de los aliados y principalmente de la Unión Soviética, quien se hizo luego dominadora de media Europa.

En nuestro caso, Caseros quebró el curso de la historia de nuestro país. Nuestra Argentina no volvió a ser la misma.

Dice el historiador Ernesto Palacio en “Historia de la Argentina”: “Con la derrota de la Confederación en Caseros –tal vez la mayor calamidad de nuestra historia– se frustraba temporaria­mente el destino nacional y se abrían para el país treinta años más de guerras civiles”.

“Aun dando por ciertas las imperfecciones que a la dictadura del general Rosas le achacaban sus enemigos, no hay duda que el viejo e ilustre partido federal, del que era jefe, representaba la unidad nacional, la integridad territorial, la fidelidad a las esencias tradicionales de la patria, a la vez que un cabal con­cepto de la soberanía y del honor colectivo. En los tres lustros de su dominación habíamos pasado de la situación de colonias va­cantes y anarquizadas –y expuestas por lo tanto al zarpazo de las potencias en tren de expansión– a la de un país respetado y digno. La reiterada agresión extranjera se había estrellado en nuestra heroica decisión de mantener la independencia recién conquistada. El partido federal era sobre todo eso: el partido de la independencia. Por lo cual aplaudía sus triunfos el Liber­tador expatriado y lo servían las más notables figuras sobre­vinientes de la gesta de mayo, como Alvear, Guido, López y Planes, Brown, Sarratea, Soler, Necochea y Manuel Moreno, her­mano, biógrafo y heredero espiritual del secretario de la Primera Junta”.

“En esa lucha se había forjado la unidad de la Confederación, que en 1851 era ya un hecho consumado. A ella había contribuido una política supremamente inteligente de defensa del es­píritu y el trabajo autóctonos, que logró atenuar las viejas tensiones interprovinciales hasta hacerlas desaparecer. No solo éramos un país unido, sino también laborioso y próspero, merced a la protección que las leyes vigentes otorgaban a la producción na­cional y a la escrupulosidad con que se administraban las fi­nanzas. La sabia política americana del Restaurador había afianzado, por lo demás, nuestro prestigio en todo el continente, donde se veía con simpatía y con esperanza la expansión de nuestra influencia”.

“Todo esto cambiaría radicalmente después de Caseros”.

Entrada de Urquiza en la ciudad de Buenos Aires
Léoni Matthis



"Justo José de Urquiza: Abrió nuestros ríos a la libre navegación e inventó el agua de colonia". Ignacio B. Anzoátegui







El escritor mejicano Carlos Pereyra, dice en su obra “Rosas y Thiers”:

“El Brasil era antes de Rosas, como lo fue más tarde, el peligro mayor para la República Argentina. Rosas lo vió, cosa que no había hecho Rivadavia y que no hizo Mitre. Rosas combatió el peligro del Brasil, y lo habría conjurado plenamente su victoria contra Urquiza en 1852, pero la derrota de Caseros dejó abierta una vía de penetración en el Río de la Plata, que la despreocupación y la miopía de Mitre pusieron francamente a disposición del Imperio. Rosas no pudo, pues, resolver este problema capital, y su caída fue recisamente un fracaso histórico para la República Argentina”.

No se explicarán en este artículo los pormenores de esa Batalla, como así tampoco la actuación que le cupo al Gral. Urquiza.

Caseros fue la culminación del segundo enfrentamiento que nuestro país, como estado independiente, sostuvo con el imperio del Brasil en el Siglo XIX, pero ya con anterioridad, se habían suscitado confrontaciones entre los reinos de España y Portugal en estas tierras americanas, originadas por el expansionismo lusitano y que continuó después el Imperio del Brasil.

A fin de frenar ese expansionismo portugués, la Corona española había creado en 1776 el Virreinato del Río de la Plata, con capital en Buenos Aires,  que comprendía un extenso territorio que abarcaba lo que ahora es la Argentina, Uruguay, Bolivia (Alto Perú), Paraguay, prácticamente las dos terceras partes del actual Chile, las Misiones Orientales y parte de Río Grande del Sur (estos dos últimos actuales territorios integrantes del Brasil).

La política astuta de Portugal y su sucesora el Imperio del Brasil –aliados tradicionales de Inglaterra– fue en primer lugar lograr la expansión territorial, y paralelamente promover la desintegración territorial del Virreinato del Río de la Plata y el debilitamiento de las repúblicas que se habían independizado del dominio español y que otrora habían formado parte del mismo.

Los gobiernos patrios surgidos a partir de la revolución de Mayo, no supieron, no quisieron o no pudieron dar solución a este problema de la desintegración territorial y paralelamente al expansionismo lusitano y brasilero, después. Así durante los primeros años se perdieron las provincias del Alto Perú –hoy Bolivia– y el Paraguay, también se consintió, cuando no se promovió, la invasión lusitana a la Provincia argentina de la Banda Oriental –actual Uruguay– y la incorporación de ésta al Imperio del Brasil con el nombre de Provincia Cisplatina (año 1821). Esos gobiernos (Directoriales), no sólo le negaron recursos sino que combatieron a quienes como José Gervasio de Artigas, se oponían a la invasión lusitana a la Banda Oriental, confundiendo así a quienes eran los verdaderos enemigos de la nacionalidad argentina naciente.

En la primera Guerra contra el Imperio del Brasil (1825-1828) que se dio para lograr la reincorporación de la Banda Oriental –que había sido incorporada al imperio del Brasil– junto a sus hermanas del otro lado de los Ríos de la Plata y Uruguay, terminó, pese a la victoria de la armas argentinas, con una derrota en la mesa de las negociaciones para las Provincias Unidas del Río de la Plata –designación que tenía nuestro país en aquellas épocas– perdiéndose así esa provincia importante, la Banda Oriental, que pasó a ser un país independiente (actualmente República Oriental del Uruguay).

El Ejército Grande cruza el Paraná, 1851

Cuando Juan Manuel de Rosas asumió la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires en diciembre de 1829 se propuso reconstruir la integridad territorial de lo que había sido el Virreinato del Río de la Plata –si bien nunca lo hizo saber explícitamente– y del cual las Provincias Unidas del Río de la Plata era heredera.

Su mas encarnizado enemigo, Domingo F. Sarmiento –emigrado a Chile– escribió como una crítica al gobernante argentino en el diario “El Progreso” de Chile el 8 de octubre de 1844: “…porque su mira (la de Rosas) desde mucho tiempo atrás…es restablecer en toda su integridad el antiguo virreinato de Buenos Aires”. El sanjuanino, como todo el partido unitario, consideraba beneficioso el achicamiento del territorio nacional argentino. Ellos se declaraban admiradores del Imperio del Brasil, de los Estados Unidos y de las potencias europeas, potencias todas estas, que a su vez, no sólo no consentían en ver disminuídos sus territorios sino que por el contrario trataban de incrementarlos de toda forma, aún tomando territorios que nunca les habían pertenecido. En Sud América, Rosas por el contrario trataba no solamente de impedir la disgregación territorial del país –cosa que consiguió y logró la unidad territorial y por lo cual todos los argentinos le debemos nuestro agradecimiento– sino que se propuso reconstruir la unidad territorial de lo que había sido aquél virreinato, actitud legítima de todo argentino bien nacido de aquella época. Esa reincorporación de los territorios secesionados del tronco del Virreinato no lo sería por medios violentos o por la fuerza, sino por el convencimiento y voluntad de sus habitantes (caso del territorio de Tarija y el Paraguay). Sobre este tema nos referiremos en otra edición de este periódico.

Esa actitud de Rosas fue siempre criticada por el partido unitario, cuya política fue siempre el de achicar la Nación.

Ese proceder del Gobernador de la Provincia de Buenos Aires –Juan Manuel de Rosas–, quien como representante de la Nación Argentina ante el resto del mundo (por el ejercicio de las Relaciones Exteriores que tenía como Gobernador de Buenos Aires), y cabeza y jefe visible de la Confederación Argentina que él había formado en 1831, se interponía en los planes del Brasil.

En efecto, la clase dirigente del Imperio brasilero, veía a Rosas no sólo como un estorbo en los planes expansionistas de aquella potencia, sino también como el elemento que podía perturbar la existencia misma del Imperio. 

La división brasileña en la batalla de Caseros.
Litografía de V. Adam. Archivo Militar, Río de Janeiro.

No olvidemos que el Imperio del Brasil era un país esclavista y que Rosas no sólo concitaba la adhesión de todas las clases sociales y raciales –blancos, indios y negros– de la Argentina, sino que contaba con las simpatías de las clases agrarias y los esclavos del Brasil. Los esclavos que escapaban de aquél país eran recibidos como hombres libres en la Confederación Argentina.

En el diario “El Progreso” del 5 de agosto de 1844, escribe Sarmiento refiriéndose al Brasil: “… encontramos pueblos pastores, movedizos, jinetes, hombres del desierto, acostumbrados a vagar, por las necesidades mismas de su industria, en mayor parte del día. Esto sucede precisamente en las provincias del Sur (Río Grande do Sul), que es donde, por el contacto con la República oriental, con la provincia de Corrientes y la república del Paraguay, se halla expuesto el Imperio a las influencias desorganizadoras del caudillo argentino (Rosas). El Brasil, además por una necesidad tradicional en el sistema de agricultura, usa del medio horrible, pero necesario allí, de la esclavatura; de modo, pues, que estos dos elementos, los esclavos y los pastores, forman una masa de sociedad peligrosa, preparada a recibir la acción insidiosa de un seductor político (Rosas), por la naturaleza misma de la situación social que tienen”. Párrafos mas adelante, sigue diciendo Sarmiento: “La monarquía constitucional es en el Brasil el paladium de la civilización y de la libertad, no sólo por su acción gubernamental sino por el feliz carácter personal y las tendencias y las tradiciones que han desplegado sus dos primeros monarcas”. Nótese los parámetros que tenía Sarmiento, pues para él, el Brasil esclavista era el “paladium de la civilización y de la libertad”, y cuando habla del Imperio en ese mismo artículo, dice “ese Imperio americano, fuerte y feliz, rico y civilizado…”, mientras que Rosas era el “caudillo desorganizador”, el “déspota” y el “tirano”. Sigue diciendo Sarmiento sobre el Brasil: “Sin embargo de esto, mil veces ha aparecido el incendio con su aspecto aterrante; mil veces se ha desfogado el fuego interno que alimenta allí las clases baja… y la insurrección que más ha durado, la que hasta ahora presenta… un carácter más alarmante por su tenacidad misma, es precisamente la que trabaja las provincias del Sur (Río Grande do Sul) que están en contacto con el desorganizador argentino (el “desorganizador argentino” es Rosas)…”

Tres días después escribe en el mismo diario: “Si Rosas fuera algún gobierno débil, cada cual (otras potencias) iría a ponerle sus cinco dedos sobre el hombro y a dictarle condiciones. Pero como es un poder fuerte, como es un poder peligroso (para aquellas potencias), no hay quien no se encoja para huir su contacto…” “Rosas aborrece de un modo decidido los resultados de la revolución americana, y uno de aquellos que mira con mayor antipatía, es el de las divisiones territoriales que sobrevinieron y se realizaron a la conclusión de aquel grande acontecimiento”.

¿Quién, que no fuera Sarmiento y los unitarios, no podía mirar con antipatía las divisiones territoriales que sobrevinieron después de la independencia? Sarmiento admirador de los Estados Unidos de Norte América, ¿no se dió cuenta que las colonias del Norte de América, una vez independizadas, en vez de dividirse, por el contrario se cohesionaron y fueron incorporando nuevos territorios por compra (Louisiana a Francia, Florida a España, Alaska a Rusia, etc.), por adhesión de sus habitantes y aún por conquista (California y Tejas a Méjico)? ¿No se dio cuenta tampoco que Inglaterra y Francia incrementaban sus territorios con sus intervenciones por todo el mundo…?. ¿Porqué lo contrario para lo que había sido el Virreinato del Río de la Plata y sus continuadoras: las Provincias Unidas del Río de la Plata y posteriormente la Confederación Argentina?

Urquiza, presidente de la Confederación Argentina, 1854
Retrato realizado por Am,adeo Gras

Veamos que actitud tomó el partido unitario en nuestro país y que impidieron a la Confederación Argentina volver a integrar lo que había sido el territorio del antiguo Virreinato, sigue diciendo Sarmiento: “Gracias a resistencias tenaces y sorprendentes que ha encontrado hasta aquí el actual gobierno argentino (el de Rosas) dentro del país mismo que oprime, gracias a ellas si todavía, después de diez años de acción incesante, lo vemos apenas rompiendo los límites de su territorio y cambiando en guerra extranjera la guerra civil que lo empujó al poder. Si no hubieran sido esas resistencias y el consumo extraordinario de fuerzas, de labor y de recursos que ellas le han ocasionado, el poder del general Rosas sería hoy en el sur de la América algo más formidable que lo que es…debemos algo a ese partido argentino (el unitario) que con una tenacidad admirable ha luchado y renacido siempre; que, débil pero resignado, ha ocupado sin cesar y de tal modo las fuerzas y los recursos del gobierno opresor (argentino), que hasta ahora no le ha permitido derramar sobre sus vecinos el torrente de desórdenes y de desmoralización que forma su vida y su poder”.

Para Sarmiento el gobierno argentino era un “gobierno opresor” y “desorganizador” (?), mientras que el brasilero, esclavista era “civilizado” y “progresista”. ¿Civilización o barbarie?, ¿donde una y otra? ¿Civilización y barbarie…?. ¿Civilización bárbara…?. Responda el lector según sus convicciones.

La clase dirigente brasilera, unida e imbuida de un patriotismo envidiable –que casi siempre le ha faltado a la nuestra–, vió con claridad cual era el peligro para el Imperio. El peligro estaba en la Confederación Argentina y su cabeza Juan Manuel de Rosas, él era el único que se interponía en la política expansionista y hegemónica del Brasil en Sud América; Rosas era el único que podía oponerse a la división territorial de lo que había quedado del antiguo Virreinato en pequeñas republiquetas que se pelearan entre sí y que ninguna sombra hicieran al Imperio; Rosas era quien, con la ayuda de los esclavos brasileros, podía determinar el fin del Imperio del Brasil y la declaración de la República que se hermanara con las restantes de América.

Con esas miras se propuso el Brasil, desalojar a quien le molestaba en América; y quien molestaba y le impedía concretar sus aspiraciones era Rosas y la Confederación Argentina.

Pero el Imperio del Brasil con sus disensiones internas no podía por sí solo derribarlo, así intentó alianzas con otras potencias (p. e. Francia e Inglaterra) pero sin lograrlo, hasta que apareció el Gral. Justo José de Urquiza en sus planes, quien cometió el mayor de los crímenes, el de traición a la Patria.

Con la defección de Urquiza, a quien Rosas había confiado la jefatura del Ejército de Operaciones, el Imperio pudo lograr sus propósitos y desalojar a Rosas del poder, que ocupó el General entrerriano de inmediato, a quien hizo reconocer la independencia de la hasta entonces provincia argentina, el Paraguay, le hizo reconocer también la libre navegación de los ríos interiores, tan celosamente defendida por Rosas hasta ese entonces y que tanto había costado mantener, y la pérdida definitiva de las Misiones Orientales –territorio ubicado al este de nuestra actual provincia de Misiones, de una superficie mayor a la provincia de Tucumán–.

Después de Caseros, los esclavos que huyeran del “civilizado Imperio” y pasaran a la Argentina, no serían ya bien recibidos y considerados libres –como lo habían sido con el “tirano” Rosas–, sino que serían extraditados y devueltos a sus “civilizados dueños”.

Como dijimos antes, Caseros resultó un quiebre en la historia argentina. Rosas, el gran defensor de la independencia nacional fue desalojado del cargo. Nuestro país dejó de ser ya el país respetado no sólo en América, sino también en el resto del Mundo; el Brasil pasó a ser el país rector en América. La Armada del Brasil pudo navegar nuestros ríos interiores. La política del Imperio llevó años después a nuestro país a secundarlo en la guerra con la antigua provincia del Virreinato, el Paraguay. De la verdadera Organización Nacional que se había dado a través del tiempo y como consecuencia del tratado del Litoral de 1831 –cuyo inspirador había sido Rosas– se pasó después de Caseros a la total desorganización y a la reanudación de las guerras civiles que se extenderán hasta la década del 80. Las pequeñas industrias del interior y las economías provinciales, protegidas en la época rosista por la Ley de Aduanas de 1835, sufrieron a partir de Caseros la irrupción de mercaderías europeas, que las llevaron prácticamente a su desaparición.


Medalla otorgada por el Uruguay
a Urquiza por su victoria en Caseros

Como premio, Urquiza recibió la más alta condecoración que el Imperio podía otorgar a un extranjero, la Gran Cruz de la Orden de Cristo. Otro que también se había desempeñado como Boletinero del Ejército Grande Aliado Libertador –como se llamó al ejército formado por brasileros, orientales y entrerrianos, en su lucha contra la Confederación Argentina– don Domingo F. Sarmiento será hecho por el Imperio “Comendador de la Orden de la Rosa”.

El General San Martín, había fallecido un año y medio atrás cuando tuvo lugar la batalla de Caseros. ¡Suerte para Urquiza…! Cobraban actualidad las palabras que el Libertador había escrito el 30/6/1839 a Juan Manuel de Rosas: “…pero lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempo de la dominación española; una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”.