domingo, 1 de diciembre de 2013

Opiniones - Alejandro Magariños Cervantes

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 29 - Diciembre 2013 - Pag. 16 


OPINIONES

Opiniones sobre Rosas
Alejandro Magariños Cervantes

Alejandro Magariños Cervantes, nació en Montevideo, Imperio del Brasil en 1825 y falleció en Rocha, República Oriental del Uruguay en 1893. 

Fue uno de los más destacados escritores románticos del Uruguay del siglo XIX.

Se inició en la vida del derecho, como practicante en el Estudio jurídico de Valentín Alsina en 1843, cuando Alsina se encontraba expatriado en el Uruguay, comenzando en esa época sus estudios de derecho que continuó en España donde obtuvo su graduación como doctor en Jurisprudencia.

Tanto en España, como en Francia, escribió varias obras literarias, como Montevideo, episodios de nuestra historia contemporánea, La estrella del sur, Memorias de un buen hombre, Celiar, en las cuales describe lugares y personajes americanos.

En ese tiempo se desempeñó como corresponsal de algunos diarios americanos. En París fundó La Revista Española de ambos mundos y publicó Veladas de invierno, que es una colección de Leyendas

Regresó a su país en 1855 y fue nombrado para desempeñarse como Cónsul General en Buenos Aires.

Durante la gestión presidencial de Bernardo Prudencio Berro, volvió a Montevideo, ya que había sido designado como Fiscal en lo Civil.

En 1865, debido a problemas políticos en su país, emigró nuevamente a Buenos Aires. Aquí escribió Caramurú, donde describe el medio campesino.

Durante el gobierno de Lorenzo Batlle del Partido Colorado, regresó a su país y es nombrado Ministro de Hacienda en 1869, cargo que ocupó durante poco tiempo, dedicándose asimismo por esa misma época como catedrático de la Facultad de Derecho. En 1878 fue nombrado Rector de la Universidad, cargo que ocupó durante dos años, donde desarrolló una proficua actividad.

Formó parte del Senado de la República, hasta el día de su fallecimiento.

 En Estudios históricos, políticos y sociales sobre el Río de la Plata, Magariños Cervantes, dijo de Rosas:

"Séanos lícito reconocerlo, No se manda veinte años, ni se hacen las cosas que él ha hecho, con una inteligencia vulgar, ni sin estar adornado de grandes dotes como hombre de acción y de energía. Digámoslo sin miedo, en voz alta, porque de lo contrario nos haremos muy poco favor los que nos jactamos de ser sus enemigos. Si él era tan inepto y su poder tan frágil e imaginario, ¿cómo ha resistido tanto tiempo al embate de una, dos, de tres coaliciones, en algunas de las cuales figuraban naciones tan poderosas como la Francia y la Inglaterra?... Dejemos la respuesta a los que suponen que es un hombre vulgar, favorecido únicamente por la fortuna".

Libro recibido - Francisco Ramírez

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 29 - Diciembre 2013 - Pag. 16 

Libro recibido

El Supremo Entrerriano
Mi amigo, el escritor e historiador José Angió -paranaerense de nacimiento y ballesterense por adopción, donde reside desde hace 50 años-, me hizo llegar con una amable dedicatoria, su último libro publicado recientemente, "General Francisco Ramírez - El Supremo Entrerriano".

Angió, investigador y prolífico escritor, es un versado conocedor de la vida de Pancho Ramírez, conocimientos que vuelca en esta obra. Hace ya sesenta y cinco años atrás, en 1948, resultó ganador en el concurso instituido por el gobierno de la provincia de Entre Ríos, sobre la personalidad del Supremo Entrerriano, con su trabajo "Algunos aspectos de la vida pública del general Francisco Ramírez".

A pesar de haber fallecido muy joven -a los 35 años de edad- Ramírez tuvo importante gravitación no solo en la historia de su provincia, sino también en la de la Nación en la segunda década y principios de la siguiente del siglo XIX.

Su participación en el Tratado de la Capilla del Pilar o Tratado del Pilar -como comúnmente se lo conoce- a principios de 1820, como consecuencia de la victoria obtenida por sus tropas, aliadas a las del caudillo santafesino Estanislao López, contra las directoriales al mando del Director Supremo José Rondeau, es un hito importante para la historia constitucional del país, pues aquél fue un pacto preexistente a la Constitución de 1853. Ese Pacto significó la reafirmación del sentimiento republicano y federal del grueso de la población.

En el orden provincial, Ramírez, fundador primero de la Provincia Libre de Entre Ríos y luego de la República de Entre Ríos -que integraban Entre Ríos, Corrientes y los territorios de Misiones- "creadas ambas con el concepto federalista argentino y no separatista ni disgregativo", como afirma Angió, se destacó como gran organizador, por el dictado de diversos Reglamentos que tendieron a la organización administrativa, política, militar y económica de la provincia. Dichos Reglamentos son un atisbo de normas constitucionales.

Merece destacarse, entre otros, que en uno de esos Reglamentos, encarga a las autoridades departamentales a estimular al vecindario a la cría de animales de ganado mayor y menor, a la siembra de granos como así también "obligar a cada vecino plante cincuenta árboles frutales, anualmente". También fue precursor de la instrucción pública.

Esta obra, cuidadosamente impresa, no puede faltar en la biblioteca de todo aquel estudioso de la historia patria.

                                                                       Norberto Jorge Chiviló 

El atentado a la Iglesia de San Ignacio

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 29 - Diciembre 2013 - Pag. 15 

 El atentado a la Iglesia de San Ignacio

Por la Prof. Beatriz C. Doallo

Frente de la Iglesia de San Ignacio. Reparto de velas para las fiestas de San Martín. Gouache de Léoni Mathis.


Días atrás la ciudadanía de nuestro país, consternada y al margen del credo religioso que profesara cada uno de sus integrantes, tomó conocimiento de un episodio que indigna: la Iglesia de San Ignacio, sita en Bolívar 225 esquina Alsina, en la ciudad de Buenos Aires, había sido objeto de un ataque vandálico. Un grupo de estudiantes del Colegio Nacional Buenos Aires se introdujo en la Iglesia por un túnel que la une a dicho colegio y cometió destrozos, hizo pintadas agraviantes en piso y paredes y quemó un altar. Los jóvenes autores de este ultraje fracasaron en su intención de incendiar el templo, propósito evidenciado por el combustible líquido que arrojaron sobre los bancos. 

La Iglesia de San Ignacio constituye el límite norte del Colegio Nacional Buenos Aires, con el que tiene comunicación interna por varios túneles. Esta circunstancia era, al parecer, desconocida por los estudiantes compañeros de Miguel Cané, dado que en su gratísimo libro de recuerdos “Juvenilia” no la menciona entre las estratagemas realizadas para escapar del colegio. 

El templo se comenzó a construir en 1710; sirvió como Catedral provisoria y fue importante escenario de la lucha durante las invasiones inglesas. Allí se atrincheró en 1811 el Regimiento de Patricios a causa de la “rebelión de las trenzas”, cuando jefes y soldados se negaron a cumplir la orden del gobierno de cortarse las coletas que usaban como distintivo.

No es el ocurrido hace pocos días el primer atentado que sufre esta Iglesia.

En febrero de 1875, durante el gobierno del Dr. Nicolás Avellaneda, el Arzobispo de Buenos Aires Federico Aneiros la entregó oficialmente a la Orden de San Ignacio de Loyola. Esto originó una campaña liberal contra los jesuitas, que derivó en violenta protesta de un sector de la población. El 25 de febrero unas mil personas al grito de “¡Abajo el Obispo!” y “¡Abajo los jesuitas!” irrumpieron en la Curia Eclesiástica ocasionando importantes destrozos. Reprimidos por la policía, los manifestantes se encaminaron a la Iglesia de San Ignacio, ingresaron rompiendo las puertas de la sacristía y destruyeron bancos y ornamentos. Nuevamente asediados por la fuerza policial, abandonaron el templo y se dirigieron al Colegio del Salvador, perteneciente a la orden jesuita y sito en la manzana comprendida por las calles Riobamba, Lavalle, Tucumán y Callao. Allí forzaron puertas y ventanas y, ya dentro del edificio, cometieron saqueos en los dormitorios, la capilla y las cocinas. En el transcurso del ataque resultaron lesionados tres sacerdotes, que debieron huir para salvar sus vidas. La violenta turba apiló muebles y les prendió fuego, originando un pavoroso incendio; afortunadamente, las llamas no alcanzaron a la valiosa Biblioteca.

Un batallón de la Guardia Nacional acudió en refuerzo de la policía, y la refriega que siguió tuvo como saldo un muerto y varios heridos entre los saqueadores. Ante la magnitud de los hechos el presidente Avellaneda decretó el estado de sitio en la ciudad y convocó a un millar de Guardias Nacionales para garantizar el orden. Una colecta pública y la ayuda financiera del gobierno hicieron posible la reconstrucción del colegio y la reparación de los daños sufridos por la Iglesia de San Ignacio. La justicia absolvió a los manifestantes detenidos en número de setenta y ocho; la campaña contra la entrega de la Iglesia a la Orden de los jesuitas continuó, pero ya no hubo más disturbios. 

Es de esperar que los jóvenes que perpetraron el reciente atentado contra el templo hayan comprendido, aunque tardíamente, que les es necesario aprender y poner en práctica los valores morales que los convertirán en ciudadanos dignos. 

Vida del Chacho - José Hernández

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 29 - Diciembre 2013 - Pag. 12  

Vida del Chacho

Transcribimos de la Vida del Chacho, escrita por José Hernández el capítulo VIII, que se refiere al tratado de Las Banderitas, como así lo denomina el escritor.

José Hernández

No creemos necesario detenernos mucho para recordar a nuestros lectores la resistencia heroica que el general Peñaloza hizo por el espacio de muchos meses al Ejército que después de Pavón envió el general Mitre al Interior, y que fue a ensangrentar el suelo de las provincias. Aún están vivos esos hechos en la memoria de todos, y todos saben que ante su prestigio, su actividad y su arrojo, únicos elementos de que podía disponer, fue a estrellarse todo el poder de las huestes invasoras; política de ese partido, cuya ambición es su único fin, el asesinato su único medio. Nuestros lectores no deben haber olvidado que el supuesto Gobierno Nacional, persuadido de su impotencia para triunfar del general Peñaloza, en esa lucha en que se esterilizaban sus inmensos sacrificios y en que emplearon con igual ineficacia los medios más reprobados y criminales, Rivas, Sandes, Arredondo y demás, celebró entonces un tratado con él, por medio de su comisionado el doctor D. Eusebio Bedoya, cuyo tratado fue firmado en la Provincia de La Rioja, en el lugar llamado Las Banderitas. En ese sitio, y después de firmado dicho tratado, el general Peñaloza, dirigiéndose a los Coroneles Sandes, Arredondo y Rivas dijo: “es natural que habiendo terminado la lucha, por el convenio que acaba de firmarse, nos devolvamos recíprocamente los prisioneros  tomados en los diferentes encuentros que hemos tenido; por mi parte yo voy a llenar inmediatamente este deber”. Los mencionados jefes de Mitre, enmudecieron ante estas palabras y sólo se dirigieron entre sí una mirada de asombro o de vergüenza. El general Peñaloza que, o no se apercibió de lo que ese silencio significaba, o que, por el contrario, ya contaba de antemano con la muda respuesta que se le daba, no se dio por entendido de lo que sucedía. y llamando inmediatamente a uno de sus ayudantes (de apellido Cofré), le ordenó que llevase al lugar de la conferencia a los prisioneros porteños, fueron sus palabras, para ser devueltos a sus jefes.

No tardaron mucho en presentarse dichos prisioneros, y a su vista el general Peñaloza dijo: “Aquí tienen ustedes los prisioneros que yo les he tomado, ellos dirán si los he tratado bien, ya ven que ni siquiera les falta un botón del uniforme”. Un entusiasta viva, al general Peñaloza, dado por los mismos prisioneros, fue la única, pero la más elocuente respuesta que estas palabras recibieron.

El general Peñaloza, viendo el silencio de los jefes de Mitre, insistió en la devolución de los prisioneros que le habían tomado a él. “Y bien, dijo: ¿Dónde están los míos? ¿Por qué no me responden? ¡Qué! ¿Será cierto lo que se ha dicho? ¿Será verdad que todos han sido fusilados? ¿Cómo es, entonces, que yo soy el bandido, el salteador, y ustedes los hombres del orden y de principios? El general Peñaloza continuó en este sentido dirigiendo una enérgica y sencilla reprobación a los jefes de Mitre, a tal extremo, que el doctor Bedoya se llevó el pañuelo a los ojos, y lloraba a sollozos, quizá conmovido por la patética escena que presenciaba, tal vez avergonzado de encontrarse allí, representando a los hombres que había inmolado tantas víctimas, o acusado quizás por su conciencia de haber manchado su carácter de Sacerdote, aceptando el mandato de un partido de asesinos.

Entretanto, los jefes de Mitre, se mantenían en silencio, humillados ante las reconstrucciones de aquél héroe cuya altura de carácter, cuya nobleza de sentimientos, tanto contrastaba con la humildad de su condición.

El general Peñaloza devolvió a todos los prisioneros que había tomado, no faltaba uno solo, y no había uno solo entre ellos que pudiera alzar su voz para quejarse de violencias o malos tratamientos.

Y, ¿dónde estaban los prisioneros que se había tomado a él?

Habían sido fusilados sin piedad, como se persiguen y matan las fieras de los bosques.

Sandes había ensangrentado el “Puesto de Valdés” sacrificando a su rabia multitud de indefensos prisioneros.

Rivas había derramado también en el “Gigante”, la sangre de 35 prisioneros inermes, y entre las víctimas estaban los jefes y oficiales del general Peñaloza, Rojas, Bilbao, Quiroga, Moliné, Vallejo, Lucero, Gutiérrez y Videla.

Las mujeres e hijos de sus soldados habían sido arrebatadas por “los valientes soldados invasores”. Sus mejores servidores y sus compañeros más distinguidos habían sido sacrificados.

El correspondía a todo eso, con una acción generosa, que sus enemigos no han ejecutado nunca.

Hemos hecho conocer ya al hombre que acaba de ser sacrificado a la saña implacable, a la cobardía y a los instintos sanguinarios de un partido de asesinos.

No nos lisonjeamos de ofrecer a nuestros lectores una obra acabada; esta obra sería el fruto de una consagración y de un tiempo de que no podemos disponer.

Pero hemos recorrido ligeramente el largo y complicado período de nuestra revolución, y aunque no hemos trazado de él un cuadro completo, sino tocándolo apenas en sus más notables lineamientos, hemos hallado en todas partes el nombre del general Peñaloza ocupando posiciones y desempeñando papeles diversos, pero, como lo hemos dicho al principio, siempre de una manera distinguida y honorable para él.

Trazados estos rasgos al correr de la pluma, dejamos a la inteligencia de nuestros lectores el suplir con ella, la deficiencia de que han de adolecer naturalmente.

Ángel Vicente Peñaloza
Casa de Olta donde fue muerto el Chacho



Daga de Ángel Vicente Peñaloza

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 29 - Diciembre 2013 - Pag. 1


Daga oriental del general Ángel Vicente Peñaloza

Daga
Daga oriental de Ángel Vicente Peñaloza


Desconcierta encontrar en nuestro país esta daga de origen oriental, posiblemente fabricada en la región turca, Armenia o caucásica, lejos de las variantes europeas que se encuentran normalmente en nuestras tierras criollas.

Según los entendidos, esta daga se denomina “kindjal”, tiene un largo total de 35 cm y una hoja de 24,5 cm. Esta hoja es de doble filo con una hendidura central y punta muy aguzada, típica de este tipo de dagas orientales.

Tiene una fuerte empuñadura con cachas de un muy fino marfil segrinado con un pomo metálico, posiblemente de bronce, el cual servía para asestar golpes, como otra forma de defensa. Además posee una pieza maciza, estilo gavilán, como defensa de la mano y del metal.

No posee ningún tipo de marcas o cuños que puedan identificar su origen, artesano o el siglo de fabricación, suponiéndose los siglos XVII o XVIII. Tampoco se conoce cómo o cuando llegó a manos del General Peñaloza.

Esta pieza se exhibe en el Museo Histórico Nacional.


Bibliografía: “Dagas de Plata”. Abel Domenech. Del autor. 2005                                                                 

Gentileza del Sr. Eugenio Arias.

Cartas - Ángel Vicente Peñaloza

    Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 29 - Diciembre 2013 - Pags. 12 y 13 

 Cartas


Carta del Chacho a Antonino Taboada

8 de enero de 1862 

Querido compatriota y amo: Sin embargo con esta misma fecha me dirijo a V. y su hermano, refiriéndome a objetos que espero les darán acogida a mis sentimientos a que aludo, me permito tomarme la libertad de declararle que sé positivamente que fuerzas  que quizá toman el nombre de V. hostilizan de un modo el más terrible esta Provincia hasta incurrir en las faltas más bárbaras y espantosas hasta tocar los extremos y hacer avances que ni entre los bárbaro se advierten. 

¿Por qué hacemos una guerra de muerte entre hermanos con hermanos?

¿Qué bien nos resulta con el exterminio por sostener pasiones mezquinas? Recapacite General y eche una ojeada sobre la lucha que sostenemos y sacará en limpio que los males que nosotros mismos nos ocasionamos refluye no solamente en nosotros mismos sino en las generaciones venideras que nos imitarán tan perniciosos abuso y costumbres. 

Ruego a V. General ponga un remedio a lo que le llevo expuesto, haciendo que se calmen estas hostilidades dando orden que no proceda en el orden que se practican tan terribles procedimiento hasta que V. delibere sobre los respectos a que me refiero en mi comunicación; y que nos podamos entender. Espero pues de la bondad de V. les dé entera fe y crédito a los enviados que le entregarán mi comunicación esperando que Ud. admita las consideraciones de mi mayor estima.

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Carta del Chacho a Sarmiento

Sarmiento vestido de militar
Domingo F. Sarmiento (1)

Campamento general de los Llanos de la Rioja, agosto 26 de 1863.

Al Excmo. Gobernador don Domingo Faustino Sarmiento.

El que firma, con el deseo de terminar la incesante lucha en que se ve comprometido con las fuerzas mandadas por V.E. de esa provincia y de las demás, ha dispuesto dirigirse a V.E. para que le manifieste cuál es el verdadero fin que se propone, al hacer a estas provincias y a la suya misma una clase de guerra que no dará otro resultado que el constante derramamiento de sangre argentina y el exterminio y la destrucción total de la propiedad, porque si el infrascripto se ve en el caso de hacer uso de los intereses de su provincia para sostenerse, las fuerzas de V.E. que expedicionan a esta provincia con igual o menos derecho, no sólo hacen uso de lo que precisan, sino que destruyen todo cuanto encuentran, sin respetar las propiedades y vidas de los vecinos, haciendo así una guerra enteramente vandálica y destructura (sic), muy indigna de un gobierno culto y civilizado, y que si la Nación entera ha puesto en sus manos los recursos con que cuenta, no lo ha autorizado por eso para exterminar a sus habitantes, ni destruir y atropellar las propiedades particulares.

En vista de esta dolorosa situación a que ha quedado reducido el país entero, se dirige el que firma a V.E., pidiéndole una explicación a esta conducta y de las razones que motivan al Gobierno Nacional a continuar en el tenaz propósito. V.E. sabe muy bien que no sólo peleando se triunfa, y que con política y con tomar medidas más conciliadoras conseguirá lo que no ha de conseguir del modo que se propone.

Persuadido queda el que firma que V.E. en representación de ese gobierno pesará estas reflexiones e inmediatamente adoptará el camino que queda para terminar la guerra. No se negará el infrascripto, ni se negarán sus compañeros de causa a aceptar un medio que sea prudente y admisible, una vez convenido con V.E. y hecha una proposición que sea justa. 

Queda el infrascripto esperando el resultado de ésta y hasta tanto ofrece a V.E. las consideraciones de su aprecio y distinción. Dios guarde a usted. 

Ángel Vicente Peñaloza 

Agenor Pacheco, secretario en campaña. 

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Carta de la esposa del Chacho al Gral. Urquiza

Rioja, agosto 12 de 1864. 

Excelentísimo capitán general, don Justo José de Urquiza. 

De mi singular respeto: 

Confiando en su reconocida prudencia y carácter benévolo, me tomo la libertad de recomendar a la atención de V. E. con la esperanza de que aliviará en algún tanto mis padecimientos en que la desgracia de la suerte me ha colocado, con la dolorosa pérdida de mi marido desgraciado, que la intriga, el perjurio y la traición, ha hecho que desaparezca del modo más afrentoso, y sin piedad, dándole una muerte a usanza de turco, de hombres sin civilización, sin religión; para castigo, la muerte era lo bastante; pero no despedazar a un hombre como lo hace un león; el pulso tiembla, señor general: haber  presenciado y visto por mis propios ojos descuartizar a mi marido dejando en la orfandad a mi familia, y a mí en la última miseria, siendo yo la befa y ludibrio de los que antes recibieron de mi marido y de mí todas las consideraciones y servicios que estaban a nuestros alcances. Me han quitado derechos de estancia, hacienda, menaje y todo cuanto hemos poseído los últimos restos me quitan por perjuicios que dicen haber inferido la gente que mandaba mi marido; me exigen pruebas y documentos de haber tenido yo algo: me tomaron dos cargas de petacas por mandato del señor coronel Arredondo, donde estaban todos mis papeles, testamentos, hijuelas, donaciones y cuanto a mi me pertenecía. 

Se me volvió la ropa mía de vestir, de donde resultó que no tengo como acreditar ni de los dos mil pesos que V. E. tuvo a bien donarme para mí, por hacerme gracia y buena obra, por lo que suplico a V. E. se digne informar sobre esto al juez de esta ciudad, para que a cuenta de esto me deje parte del menaje de la casa, siquiera por esta cantidad que expreso. Lo pase bien, señor general, sea feliz y dichoso, que yo no cesaré en mis preces de enmendarlo al Supremo Ser lo conserve por dilatados años al lado de su amable familia, con salud, prosperidad y dicha. Y no ofreciéndose otra cosa soy de V.E.su affma. S. S. que le ofrece el más humilde acatamiento y las mejores consideraciones de aprecio y respeto. 

Q. B. L. M. de V. E.

Victoria Romero de Peñaloza.


(1) El Teniente Coronel Domingo F. Sarmiento, visitando la Exposición Universal de París en 1867. Sarmiento, fue el mayor enemigo del Chacho.

La esposa - Ángel Vicente Peñaloza

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 29 - Diciembre 2013 - Pags. 10  y 11 

La esposa

Victoria Romero, esposa del Chacho, fue una digna y gran compañera. Los gauchos la llamaban "la Chacha" y se distinguía como gran jinete. Acompañaba a su esposo en los combates -peleando como un gaucho más- y a todo lugar donde este se dirigía.

Después de su primer regreso del exilio en Chile, el Chacho volvió a enfrentarse a Benavídez  en el combate de Manantiales, en el que fue derrotado. En un momento de la acción, el Chacho se encontró cercado por soldados federales y con el riesgo de perder la vida.

Así lo relata Félix Luna en "Granes Protagonistas de la Historia Argentina - Ángel Vicente Peñaloza":

En el combate de Manantiales no se escatima violencia ni valor por parte de ningún bando. De a poco las tropas de Benavídez se van imponiendo sobre las de Peñaloza. El choque se ha convertido en un mano a mano, lanza contra lanza, desplegándose en múltiples escenarios. 

En el vértigo de la lucha, el Chacho carga, sin mediar cálculo alguno, contra un grupo de hombres muy superior en número. Se abre paso con la lanza derribando a cuanto enemigo se le cruza. Pero de pronto advierte que ha quedado solo, a un costado, alejado de sus hombres, cercado por sus enemigos. En las miradas, en los movimientos furiosos, el Chacho advierte que ellos saben a quién tienen en las manos. Mientras hace caracolear su caballo, intentando esquivar los golpes, se dispone a vender a un alto precio su muerte. 

Sumergida en el combate, Victoria Romero, que está peleando como el más valiente de los gauchos, entrevé la complicada situación en la que se ha puesto su esposo. 

Desde que han unido sus vidas, la mujer del Chacho cabalga y combate a su par. Reacciona de inmediato. Se lanza al galope en su dirección mientras reclama a gritos la presencia de los gauchos. Aunque no ha llegado aún el auxilio, Victoria aparece sableando a los soldados que se cierran sobre el Chacho, tomándolos por sorpresa con su velocidad y vehemencia. Entre los dos, logran dispersar a los soldados enemigos. Pero antes uno de ellos descarga un sablazo sobre la cara de la mujer, derribándola. 

De inmediato, Ramón Ibáñez, uno de los capitanes del Chacho, atraviesa de un lanzazo al agresor y alza a Victoria Romero a su cabalgadura. 

Entretanto, el ejército de Benavídez se ha adueñado del campo de batalla y las fuerzas del Chacho empiezan a replegarse. Peñaloza ahora cuida de su mujer. Le acaricia la cabeza, revisa la venda que ha improvisado sobre la herida. Victoria se entrega al sueño, exhausta por la fatiga y la pérdida de sangre".

En la misma obra Luna cuenta la suerte que corrió Victoria Romero, después de la muerte de su esposo

La suerte de doña Victoria Romero, la Tigresa de Los Llanos, resultó ser la contracara de la de Irrazábal. 

La compañera inseparable, que había seguido a su esposo en todas las luchas, combatiendo a su par, quien incluso le había salvado la vida, fue trasladada a la cuidad de San Juan y, encadenada junto a otros prisioneros, se la obligó a barrer y limpiar, una y otra vez, la Plaza Pública. 

Ya liberada, no habría fin para las humillaciones y despojos de los que será objeto. Natal Luna reclamó por valores que, según afirmaba, le habían sustraído los hombres de Peñaloza. Un juez aceptó que fueran cobrados con bienes del muerto. En pocas semanas, los viejos enemigos acudieron en tropel a la Justicia para quedarse con todo lo que quedaba del difunto. Hasta los bienes que le correspondían a doña Victoria correrán peligro de ser usurpados. 

Desesperada, doña Victoria le pedirá ayuda a Urquiza. Nunca se le perdonó que siguiera hasta el último momento el camino del Chacho.

El Chacho - Semblanza

    Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 29 - Diciembre 2013 - Pag. 10 

Semblanza del Chacho


En la revista Todo es Historia N° 25 de mayo de 1969, salió publicado un artículo de autoría de Felipe Cárdenas (h), titulado "Vida, muerte y resurrección del Chacho", del cual hemos rescatado los párrafos que se transcriben a continuación y que constituyen una verdadera semblanza del Chacho.


Semblanza del Chacho
El Chacho. Pintura de Carlos Terribili
...¿Fue acaso el Chacho un caudillo excepcional? Diríamos que no; fue un mediocre jefe militar, cuya trayectoria es una antología de derrotas. ¿Fue un dirigente que llevó a su pueblo ideas, consignas, reivindicaciones, palabras revulsivas? Absolutamente; era un paisano analfabeto que firmaba trabajosamente y cuyas ideas apenas pueden rastrearse en las proclamas que le escribían sus secretarios. ¿Era uno de esos hombres excepcionales que arrastran a los pueblos con el solo vigor de su personalidad, como Facundo, como Güemes? No; era un gaucho sencillo y bondadoso, que nunca trató de imponerse a nadie y que incluso, una vez que uno de sus capitanejos se le sublevó, se limitó a montar a caballo y alejarse, en vez de pelear...

...Pero al mismo tiempo, el caudillo debe ser un hombre distinto a los demás. Debe estar por encima de los suyos, distinguirse con esas connotaciones que le confiere el liderazgo. Debe estar velando siempre, tiene que estar siempre despierto, como Facundo, del cual decían sus soldados que jamás dormía. Tiene que mantener esa diferenciación que otorga autoridad, que inspira respeto y a la vez adhesión. ¡Qué difícil el oficio de caudillo!

El Chacho cumplía bien esa doble obligación. Era un paisano más y nada parecía distinguirlo de sus vecinos, los pobladores de los llanos riojanos. Vestía un chiripá bajo una chaqueta militar desprolija, o un chaleco cuyo único lujo eran los botones de plata; se ataba el pelo con una vincha roja y su vanidad era el apero de su caballo o las grandes espuelas de plata, al modo chileno. Nadie que lo viera podría distinguirlo de un paisano de buena posición del interior del país. Vivía -cuando vivía allí- en Guaja, un caserío mísero, en un rancho de adobe que en los últimos años de su vida lucía como especial lujo una pieza de material, para “las visitas importantes”. Era un paisano cualquiera, como cualquier paisano de mediados del siglo pasado y hasta su tonada era tan golpeada y esdrújula como cualquier llanisto; hasta sus ojos eran azules y su cabello rubio, como lo son, en general, los pobladores de los llanos, descendientes directos de los castellanos que colonizaron esas comarcas donde no había indios.

Pero también era diferente. La diferenciación del Chacho no es de fácil enunciación. Es algo sutil. Porque si físicamente o en su aspecto exterior era un gaucho más, había en su personalidad muchos aspectos que lo apartaban radicalmente del común de sus paisanos. Por empezar, tenía un sentido de responsabilidad sobre su gente; la pesada carga del liderazgo, que lo llevaba a abandonar, vuelta a vuelta, su tranquila existencia de vecino caracterizado, para asumir el caudillazgo de sus rurales huestes. Como cuando en 1861 el gobierno de Catamarca, acosado por las expediciones que le envían los triunfadores de Pavón, le suplica que vaya allá a defenderlo, El Chacho no quiere ir. Sabe que es una guerra dura y tal vez perdida. Pero el mensajero insiste; allí lo esperan sus amigos, le piden que vaya. El Chacho dice que irá y entretanto ordena que su pequeña escolta marche a Catamarca. El mensajero insiste que vaya él, el Chacho accede, finalmente, y casi solo emprende a caballo su marcha hacia la provincia vecina. Y a medida que va andando, sus paisanos se le juntan por el camino. Y lo que iba a ser casi un paseo solitario se convierte al fin -sin él desearlo- en una marcha militar con un millar de hombres que no saben adonde van ni de qué lado van a pelear, pero que se sienten obligados a acompañar a su jefe…

 O su lucha contra Rosas. Es en 1842. La Coalición del Norte ha sido derrotada. Rosas impera omnipotente sobre la Confederación Argentina. Ya ha sido muerto Lavalle, Lamadrid está en el destierro. Nadie piensa en levantarse contra el poder del Gobernador de Buenos Aires. Pero hay un paisano riojano que siente una responsabilidad sobre su cabeza. Y entra a su pago en abril de 1842, por la cordillera, desde Chile, con un puñado de amigos. Y durante cinco años hará guerra de guerrillas, aparecerá y desaparecerá, llegará hasta Tucumán, amenazará Catamarca, peleará, vencerá, y será vencido, verá a su mujer “con un hachazo en la frente” hasta que la inutilidad de su lucha -y las intrigas de sus correligionarios unitarios en Chile- lo llevarán a entregarse a un noble enemigo, el general Nazario Benavídez, gobernador de San Juan.

Sí, hay un sentido de responsabilidad en el Chacho, que es la característica del caudillo. Como hay también una autoridad que le es innata que no ha buscado pero de todos modos le da un aire que todos acatan, Por eso llegan a su casa de Guaja hombres que tienen litigios y allí, sentado en el suelo -así lo describe un historiador contemporáneo- dictará justicia como los “homebuenos” del derecho foral español, y su palabra será ley... Todavía se conserva en Guaja el enorme algarrobo bajo cuya sombra sentenciaba el Chacho; el roble de Guernica tiene sus vástagos en América...

“El general Peñaloza fue una propiedad de la Patria y de sus amigos”, dijo José Hernández poco después de su asesinato. Eso es, acaso, lo que defina mejor al personaje. No se pertenecía: pertenecía a sus amigos y a su concepción de la Patria. Hacía lo que se sentía obligado a hacer, llevado por esa lealtad. El día antes de su asesinato, el Chacho escribe a Urquiza. Toda su lucha, desde 1861, ha sido hecha en nombre de Urquiza, confiando en que el vencedor de Caseros lo amparará con su enorme autoridad. Pero Urquiza nunca ha respondido a sus instancias y secretamente desprecia los alzamientos del Chacho, que perturban la “coexistencia pacífica” que es ahora el lema del Señor de San José. Sin embargo, el Chacho insiste: quiere a Urquiza, lo admira y lo considera su jefe. El 10 de noviembre de 1863 le escribe, pues, desde Olta. Le dice a Urquiza que si ha hecho la guerra contra las expediciones porteñas, ha sido con la intención de distraer la mayor parte de esas fuerzas para que Entre Rios no sea invadido. Pero Urquiza no le ha contestado a sus cartas. ¿Qué debe hacer? Le pide una contestación urgente: “si en ella se negase a lo que nos hemos propuesto -dice el Chacho- tomaré el partido de abandonar la situación retirándome con todo mi ejército fuera de nuestro querido suelo argentino”. Este es el Chacho; su lealtad a Urquiza lo lleva a condicionar su suerte a una palabra de quien considera su jefe. Mientras la carta a Urquiza empieza su largo itinerario, por el otro lado, una partida comandada por un irascible Mayor viene hacia Olta, con la lanza presta... Pero el Chacho no se moverá de Olta, pese a los avisos que le hacen llegar los humildes serranos, que advierten por las polvaredas que el enemigo se acerca. El Chacho no se moverá de Olta porque espera la respuesta de su jefe. La respuesta llegará en forma de lanza. El Chacho no ha querido huir, “es una propiedad de la Patria y de sus amigos”.

Y eso fue desde que empezó su carrera. Desde que un formidable caudillo, de ojos terribles y palabra breve lo llamó y lo llevó consigo. Fue hacia 1820, cuando en las conflictuadas Provincias Unidas del Rio de La Plata se empezó a hablar de un riojano singular llamado Juan Facundo Quiroga...

Ángel Vicente Peñaloza

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 29 - Diciembre 2013 - Pags. 1 a 9 

1863 - 12 de noviembre - 2013

A 150 años de la muerte de Ángel Vicente Peñaloza

por Norberto Jorge Chiviló

Ignacio Baz
El Chacho. Dibujo de Ignacio Baz. Museo Nacional de Bellas Artes

   

"Los salvajes unitarios están de fiesta. Celebran en estos momentos la muerte de uno de los caudillos más prestigiosos, más generosos y valientes que ha tenido la República Argentina". José Hernández 


Hace 150 años, el 12 de noviembre de 1863, moría asesinado a los sesenta y cinco años de edad, en Loma Blanca, cerca de Olta, provincia de La Rioja, uno de los últimos caudillos federales, don Ángel Vicente Peñaloza, apodado "Chacho".


Sus orígenes - Su familia - Su inicio en la carrera de las armas

Había nacido el Malanzán -un pueblo de la Costa Alta de la Sierra de los Llanos, pueblo al sur de la actual provincia de La Rioja-, Virreinato del Río de la Plata, entre los años 1796 y 1799 (1) y era hijo de Juan Esteban Peñaloza, perteneciente a una familia de sólida posición económica y de Úrsula Rivero. Sus padres fallecieron cuando él era muy niño. 

Un tío abuelo -Vicente Peñaloza-, sacerdote y Doctor en Teología, de quien recibió su primera educación, lo llamó "Chacho" -por "muchacho"-, apodo por el cual fue conocido toda su vida.

En el año 1822 se casó con Victoria Romero de Orihuela, con quien tuvo tres hijos, dos de ellos fallecidos a poco de nacer y una hija, Ana María, quien no tuvo descendencia.

Desde joven se dedicó en su provincia a la carrera de las armas, como oficial de milicias bajo el mando de Juan Facundo Quiroga, quien paternalmente lo llamaba "Chachito" y con quien siempre estuvo ligado y mantuvo gran amistad.

Esa relación entre ambos venía de antes, ya que Quiroga a su vez, en 1816 había sido capitán de milicias, bajo las órdenes de Juan Fulgencio Peñaloza, otro tío abuelo del Chacho.


La situación nacional en la década del 20

Grandes cambios se produjeron a mediados de la década del 20 en Buenos Aires, que tuvieron gran repercusión en el interior del país.

El Congreso General -dominado por unitarios- que se encontraba reunido desde  diciembre de 1824 en Buenos Aires, para dictar una constitución, el 6 de febrero de 1826, sin facultades legales para hacerlo sancionó una ley de presidencia creando el Poder Ejecutivo Nacional Permanente y designando Presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata a Bernardino Rivadavia. Posteriormente se declaró capital del Estado a la Ciudad de Buenos Aires, separándola del resto de la provincia y dictando más tarde una constitución de carácter unitaria ya que centralizaba todo el poder en Buenos Aires y facultaba al Presidente a designar los gobernadores de las provincias, con otras medidas de carácter aristocrático, ya que impedía el voto a las clases bajas de la sociedad, lo que suscitó gran resistencia e indignación en los pueblos del interior, pues los mismos vieron vulnerados sus derechos.

El coronel Gregorio Aráoz de Lamadrid, quien fue enviado por el gobierno nacional a Tucumán para adiestrar tropas para ser empleadas en la Guerra contra el Imperio del Brasil, se mezcló en cuestiones domésticas, destituyó al gobernador y ocupó su lugar, contando con la complicidad del gobernador catamarqueño y con el posterior apoyo también del Congreso reunido en Buenos Aires. Ello produjo una reacción en las provincias vecinas -Córdoba, La Rioja, Santiago del Estero- quienes encomendaron a Quiroga a enfrentar a Lamadrid y desalojarlo del poder al que ilegalmente había accedido.

El Tigre de los Llanos
Juan Facundo Quiroga

 

Después de derrotar al gobernador catamarqueño, Quiroga enfrentó a Lamadrid en los campos de El Tala -sur de la provincia de Tucumán- el 27 de octubre de 1826. Los unitarios sufrieron una derrota aplastante, incluso Lamadrid, recibió cerca de quince heridas en su cuerpo, por lo cual los riojanos lo creyeron muerto y abandonaron su cuerpo en un zanjón. En la batalla también se distinguió el Chacho, encabezando una de las cargas de caballería que más daño habían hecho al enemigo, pero en la acción recibió un lanzazo de un soldado enemigo que lo derribó del caballo, produciéndole una grave herida. Quiroga dispuso que se cuidara la salud de su subalterno a la vez que en el mismo campo de batalla, lo nombró capitán. 

Repuesto de su derrota en El Tala, Lamadrid volvió a hacerse dueño del gobierno tucumano con un ejército cercano a los 2000 hombres entre los que se incluían 200 colombianos desertores del ejército de Sucre. Estos colombianos si bien eran famosos por sus actitudes guerreras, también lo eran por los desmanes que a su paso cometían contra personas y bienes (2).

El encuentro entre los dos ejércitos se produjo esta vez en el Rincón -provincia de Tucumán- siendo derrotado nuevamente Lamadrid quien perdió, entre muertos y heridos, poco menos que la mitad de sus efectivos. En esta acción nuevamente se distinguió Peñaloza, quien comandó con arrojo y valentía varias cargas de caballería contra las líneas enemigas.

Debido a las derrotas sufridas por los ejércitos unitarios en el interior y a las vergonzosas cláusulas del tratado con el Imperio del Brasil, que ponía fin a la guerra, Rivadavia se vio forzado a renunciar a la presidencia.

Parecía que nuevos aires se acercaban a la República, sobre todo con la elección del coronel federal Manuel Dorrego, como gobernador de Buenos Aires, pero ello habría de durar poco tiempo.


El derrocamiento de Dorrego - Nuevamente la guerra civil

La destitución de Dorrego por el motín del 1° de diciembre de 1828 promovido por Lavalle y el posterior fusilamiento del gobernador en el pueblo de Navarro el día 13 de ese mes, encendieron nuevamente la mecha de la guerra civil, ya que todos los pueblos del interior, no solo rechazaron la pretensión de Lavalle de ser considerado como legítimo gobernador de Buenos Aires, sino que se unieron contra los amotinados para enfrentarlos militarmente.

El general José María Paz al frente de más tropas que habían combatido contra el Imperio, regresó a Buenos Aires el 1° de enero de 1829 y en combinación con Lavalle, se decidió a marchar hacia Córdoba, donde depuso al gobernador Juan Bautista Bustos en la batalla de San Roque y se hizo con el poder. Mientras tanto el Tigre de Los Llanos -como se lo llamaba a Quiroga- con sus tropas y otras juntadas en las provincias vecinas se dirigió a Córdoba para combatirlo. Los ejércitos, el federal mandado por Quiroga y el unitario comandado por Paz, se enfrentaron durante varios días en los llanos de La Tablada, cercano a la ciudad de Córdoba, donde Paz, considerado el mejor estratega de la época, resultó vencedor, no obstante la valentía y arrojo demostradas por los federales, quienes en varios tramos de la batalla hicieron inclinar el fiel de la balanza haciéndoles creer que la victoria en la batalla era de ellos, pero Paz, haciendo intervenir en forma oportuna a sus reservas consiguió la definitiva victoria.

En la acción se distinguió nuevamente Peñaloza, ya por sus cargas que realizó una y otra vez contra los enemigos, sino también porque al frente de un grupo de hombres, se abrió paso entre los unitarios y tras enlazar un cañón y matar a sus servidores, lo arrastró hasta las líneas propias.

Con los restos de su ejército, Quiroga se retiró a La Rioja para reorganizarse donde también se le unieron gauchos de otras provincias. Ingresado nuevamente en la provincia de Córdoba, otra vez fue derrotado por Paz en Oncativo, perdiendo Quiroga su infantería y artillería. Con pocos hombres y derrotado, Quiroga se retiró a Buenos Aires. 

A raíz de su victoria contra Quiroga, Paz fue desplazando a los gobernadores de tendencia federal y tomando el control de las provincias del interior (Córdoba, San Luis, San Juan, Mendoza, La Rioja, Catamarca, Tucumán, Santiago del Estero, Salta y Jujuy) conformándose la Liga del Interior o Liga Unitaria, ejerciendo él el Supremo Poder Militar, que era una virtual dictadura.

Al poco tiempo, el Chacho volvió en forma secreta a su provincia, la que se encontraba ocupada en esos momentos por Lamadrid. A fin de reunirse con Paz, Lamadrid se alejó de Tucumán, dejando al frente a un personero que rápidamente fue desalojado del poder por fuerzas federales comandadas entre otras por Peñaloza.

Un hecho fortuito vendrá a gravitar en la escena nacional y por ende en el desarrollo de la guerra civil. El 10 de mayo de 1831 Paz estaba por enfrentarse a las tropas federales al mando del gobernador de Santa Fe Estanislao López y mientras previo a la batalla, reconocía el terreno junto a un ayudante y un baqueano, en el paraje El Tío, al norte de la provincia de Córdoba, en la creencia que un grupo de paisanos eran parte de sus fuerzas de avanzada, se acercó a ellos, cuando en realidad eran federales; su caballo fue boleado y él así es tomado prisionero por los hombres de López (Ver ER N° 7). Unas simpes boleadoras terminaron con el sueño unitario de hacerse con el control de la República, pues el partido unitario tenía gran esperanza en las cualidades militares de Paz y no había otro militar que tuviera los mismos méritos y pudiera reemplazarlo convenientemente.

Lamadrid
Gregorio Aráoz de Lamadrid
Así, Lamadrid reemplazó a Paz al frente del ejército unitario, pero en realidad no era el militar indicado para ello, pues evidentemente no tenía la capacidad militar ni estratégica de aquél, como quedaría demostrado posteriormente.

Con un nuevo ejército que se forma en Buenos Aires y es engrosado con fuerzas de otras provincias, Quiroga se dirige otra vez a Tucumán donde Lamadrid, había vuelto a hacerse del control de la provincia con un ejército cercano a los 3.000 hombres.

Ambos jefes nuevamente se enfrentan muy cerca de la ciudad capital, en la Ciudadela, en una batalla que dura dos horas, donde la caballería riojana se lanza sobre las posiciones enemigas, una y otra vez, hasta derrotarla totalmente y logrando su desbande.

Otra vez el Chacho se destaca en la batalla, quien como ocurriera en La Tablada, y despreciando los tiros que se hacen sobre él, vuelve a enlazar un cañón y su caja de municiones y los arrastra hasta las propias filas. Ese hecho valiente del Chacho, le vale que Quiroga lo nombre en el mismo campo de batalla como teniente coronel, dándole el mando del regimiento en el cual había servido como oficial subalterno. Posteriormente el gobernador riojano Orihuela lo designó comandante militar de una parte de Los Llanos.

Con la caída de Salta a finales de 1831 nada quedaba ya de la Liga del Interior.


La muerte de Quiroga

La muerte violenta de Quiroga el 16 de febrero de 1835, en Barranca Yaco -Pcia. de Córdoba- a manos de una partida de gauchos al mando de Santos Pérez, que obedecían a los hermanos Reinafé quienes dominaban la provincia mediterránea, creó un vacío de poder en las provincias del interior, pues nadie pudo reemplazar al general sacrificado que contaba con gran ascendiente y mucho prestigio entre el pueblo.

Muchos sospecharon que Rosas había estado detrás del asesinato de Quiroga y casi con seguridad también así lo pensó el Chacho.

En 1836, Peñaloza dio su apoyo a la invasión que el gobernador de San Juan realizó a la provincia de La Rioja, pero las fuerzas riojanas al mando de Tomás Brizuela vencieron a los invasores en la batalla de Pango. Posteriormente Brizuela se convirtió en gobernador en 1837 y tres años después se decidió a enfrentar a Rosas, pidiéndole al Chacho lo acompañara en la empresa.


El Chacho contra Rosas

Desde fines de marzo de 1838, la Confederación Argentina, se encontraba en conflicto con Francia debido a que esta habían declarado en riguroso bloqueo "el puerto de Buenos Aires y todo el litoral del río perteneciente a la República Argentina”.

En noviembre de 1838, se produjo el asesinato del gobernador tucumano Alejandro Heredia, siendo uno de los mayores promotores del magnicidio, Marco Avellaneda -padre del futuro presidente de la Nación Nicolás Avellaneda- y el poder de la provincia fue pasando al grupo unitario-liberal, quienes en abril de 1840, produjeron una revolución, liderada por Avellaneda entre otros, quien fue designado gobernador, pronunciándose en contra el gobernador Rosas, encargado del manejo de las relaciones exteriores de la Confederación. En la revolución tuvo destacada actuación Lamadrid, quien tiempo atrás había regresado a Buenos Aires, congraciándose con Rosas quien creyendo de buena fe que Lamadrid se había pasado al bando federal, le dio el comando de un ejército que debía dirigirse hacia Tucumán para recoger las armas que necesitaba y que oportunamente le había mandado al gobernador Heredia para enfrentar al mariscal Santa Cruz en la guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana. Ni bien llegado a su destino, Lamadrid apoyó a los revolucionarios y se puso en contra de Rosas.

Se formó la Coalición del Norte, conformada paulatinamente con seis provincias del centro y norte del país -Córdoba, La Rioja, Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy-, que fue una alianza político-militar contra Rosas. 

También  en setiembre de 1839 Lavalle al frente del llamado Ejército Libertador, invadió el suelo patrio por Entre Ríos. Un poco más de un año después, en octubre de 1840 invadió el norte de la provincia de Buenos Aires. Después del amague de Lavalle de tomar Buenos Aires, se retiró hacia el norte, acosado por fuerzas federales, sufriendo una serie de derrotas. A su arribo a La Rioja, Lavalle tomó contacto con Brizuela, virtual Jefe de la Coalición del Norte.

En esos momentos el Chacho había insurreccionado los Llanos, oponiéndose al avance de las tropas federales al mando del fraile José Félix Aldao, que habían ocupado parte de La Rioja. La llegada de Lamadrid con mayores fuerzas determinaron la retirada temporaria de Aldao.

Así el Chacho, al adherir a la Coalición del Norte, pasó a ser aliado de sus antiguos enemigos, Lavalle y Lamadrid.

Lavalle era seguido por fuerzas federales comandadas por el general oriental Manuel Oribe -aliado de Rosas- y por el general Ángel Pacheco, quienes venían pisándole los talones. En su larga retirada fue totalmente vencido por Oribe en Famaillá el 19 de setiembre de 1841 y ello significó el fin de la Coalición del Norte. Derrotado y en su marcha hacia Bolivia, Lavalle encontró la muerte en Jujuy, en circunstancias muy extrañas, que todavía la historia no ha podido develar.

El Chacho, al frente de su ejército hizo frente a las fuerzas de Oribe, Pacheco y Aldao a quienes derrotó en Algarrobo Largo, uniendo posteriormente sus fuerzas a las de Lamadrid, siendo ambos derrotados en Mendoza en la batalla de Rodeo del Medio el 24 de setiembre, debiendo huir ambos hacia Chile.

Al cabo de unos meses, con cien de sus hombres regresó a La Rioja, allí su ejército se engrosó debido al gran prestigio que tenía sobre el paisanaje; después de algunos éxitos, fue vencido por el gobernador de San Juan, general Nazario Benavídez en los Manantiales y más tarde volvió a vencierlo en Illisca y Leoncito, lo que determinó que se exiliara por segunda vez en Chile. La Comisión Argentina, formada por unitarios expatriados, lo habían incitado a regresar al territorio argentino, engañándolo con versiones falsas sobre la supuesta "impopularidad" del gobierno de Rosas y con promesas de hacerle llegar la ayuda necesaria para la empresa, lo que nunca se concretó.

En 1845, al frente de una nueva expedición volvió a La Rioja donde el gobernador lo derrotó en el campo de Telarillo. No queriendo volver al exilio, el Chacho le solició un indulto a su antiguo enemigo el gobernador sanjuanino benavídez, quien aceptó el pedido y lo recibió en su provincia, pese a las protestas del gobernador riojano Hipólito Tello, quien sintiéndose amenazado se quejó a Rosas sobre la actitud de Benavídez. Rosas le pidió a éste el envío de Peñaloza a Buenos Aires, pero el gobernador sanjuanino dio vueltas al asunto y no lo remitió.

Recién después de tres años de permanecer en San Juan, el Chacho regresó a su provincia.

Allí apoyó la destitución del gobernador Vicente Mota y su reemplazo por Manuel Vicente Bustos.

Después del Pronunciamiento de Urquiza contra el gobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas y de la derrota de este último en Caseros, el Chacho se convierte en ferviente urquicista y ello hasta el final de sus días, pese a que como veremos más adelante, Urquiza le negó su apoyo en momentos cruciales para el caudillo riojano. Ambos personajes nunca se conocerían personalmente, si bien intercambiaron numerosa correspondencia.

Ángel V. Peñaloza
En 1855, Urquiza en reconocimiento a los servicios prestados por Peñaloza a la Confederación lo ascendió al grado de coronel mayor del ejército nacional y posteriormente el Congreso Nacional, lo elevó al rango de General de la Nación.

El 23 de octubre de 1858 una noticia conmovió al país, el exgobernador de San Juan, Nazario Benavídez había sido asesinado y se había también profanado su cadáver, de lo que no eran ajenas las nuevas autoridades liberales que se habían hecho cargo del gobierno provincial, como así también de liberales de Buenos Aires, quienes habían incitado el asesinato del exgobernante. No habiendo olvidado el Chacho la actitud benévola que años atrás había tenido consigo el gobernador asesinado, se puso en campaña con sus gauchos para invadir la provincia vecina para enfrentar y castigar a los autores de tal crimen. Pero la rápida intervención del ministro del interior del presidente Urquiza, Santiago Derqui, evitó el enfrentamiento, con la intervención federal a la provincia. Urquiza le agradecerá al Chacho el apoyo a las instituciones de la Nación.


Pavón y sus consecuencias en la escena nacional

Bartolomé Mitre
Batalla de Pavón. Pintura de Ignacio Manzoni


En el año 1861 se produce un hecho importante en la escena nacional, con la "derrota" del gobernador entrerriano Justo José de Urquiza comandante del ejército de la Confederación Argentina, por el gobernador del Estado de Buenos Aires, el general Bartolomé Mitre al mando de las tropas porteñas en la batalla de Pavón el 17 de setiembre. Tras su figura, Urquiza había aglutinado a los restos del partido federal después de la caída de Rosas, como así también a los caudillos del interior quienes como el Chacho, Felipe Varela y otros quienes se habían opuesto a Rosas y que ahora se oponían a los liberales de Buenos Aires, sus exaliados en el pasado.

Cuando encomillamos la palabra derrota, lo hacemos, porque en realidad la derrota no había sido tal en la batalla, ya que la caballería entrerriana había destrozado a la porteña y cuando ya Mitre sí se estaba retirando derrotado, se enteró que Urquiza en forma imprevista había abandonado el campo de batalla. Evidentemente lo acontecido había sido un acuerdo de Logia ya que ambos contendientes eran hermanos masones, como lo eran Derqui, Sarmiento y la mayoría de los dirigentes políticos de aquella época.

De allí en más, esa actitud de Urquiza confundió a muchos de sus seguidores quienes convencidos de una segura victoria de Urquiza, no pudieron creer que en un segundo ésta se convirtiera en una "derrota". Tampoco comprenderán la actitud que en el futuro tendrá el caudillo entrerriano.

Después de Pavón, Urquiza se retiró a su provincia, a su residencia de San José, para gozar de la riqueza que había acumulado durante los años de su actuación pública y se desentendió de quienes seguían teniendo esperanzas en él y lo consideraban como el jefe del partido federal; los hechos que ocurrirían poco tiempo después lo confirman, como veremos a continuación.

A raíz de la batalla de Pavón, Mitre es catapultado al frente de la escena nacional y lo convierte en figura política principal, a la vez que se establece la hegemonía de la provincia de Buenos Aires sobre el resto del país.

Muchas legislaturas provinciales le acuerdan al gobernador  Mitre facultades del poder ejecutivo nacional. Mitre es acompañado y apoyado por todo el partido unitario, ahora llamado liberal. (Un año más tarde accederá a la presidencia de la Nación por el período 1862-1868) 

El historiador A. J. Pérez Amuchástegui, dice: "La batalla de Pavón representa mucho más que una victoria militar. Es un punto de partida para el establecimiento de una política firme y decidida tendiente a europeizar el país, extirpar hasta las raíces de lo vernáculo y destruir todo lo que oliera a tradición hispanoamericana en las instituciones y las formas de vida rioplatenses. La civilización tendría que imponerse por las buenas o por las malas, sobre la barbarie. Y aunque Mitre tuviera un propósito morigerador, en tanto sabía que era indispensable mantener un vínculo de cohesión nacional que sólo podría ser dado por los elementos tradicionales, se vio arrollado por la avalancha ideológica del porteñismo a ultranza. Personero de esa ideología victoriosa y resuelta a fabricar un país al margen de la realidad histórica, fue Domingo Faustino Sarmiento, quien de inmediato fijó la línea política que debía seguirse sin hesitación. Hay dos. cartas sucesivas de Sarmiento a Mitre, escritas el 20 y el 24 de setiembre: cuando la vitoria de Pavón estaba a punto de consolidarse, que definen con aterradora claridad su pensamiento de que a Mitre le correspondía «la gloria de restablecer en toda la República el predominio de la clase culta, anulando el levantamiento de masas»".

"Esa expresión resume complejas. aspiraciones. Es algo más que una esperanza jocunda, algo más que una frase altisonante, algo más que una pedantería individual. Es un plan político, que denuncia el propósito de llevar adelante la diferenciación clasista hasta sus últimas consecuencias... el destino de Urquiza debía ser «Southampton o la horca»; y aconsejaba a Mitre que se corriera hasta Paraná e incendiara los establecimientos públicos «templos polutos» de un régimen ignominioso. Nada debía quedar de cuanto estuviera referido a la Confederación Argentina derrotada; ni las cosas ni las gentes, pues llevaban el estigma de la barbarie".


La resistencia del interior a la política porteña

Pero algunas provincias del interior se resistían al poder de Buenos Aires, como el caso de Córdoba, La Rioja, Catamarca, San Juan y Salta, por lo que a principios de diciembre de 1861 Mitre lanzó contra el interior regimientos de represión y exterminio comandados por militares uruguayos. Así salió de Buenos Aires una fuerza militar a cargo del general Wenceslao Paunero para "unificar su política (la de las provincias díscolas) con la de Buenos Aires", según las instrucciones que le dieron, o para decirlo con otras palabras, para poner gobiernos controlados por Buenos Aires. 

Julio Victorica, contemporáneo a aquellos sucesos, dice en su libro "Urquiza y Mitre": "...el envío de ejércitos al interior del país para someter a sangre y fuego esos pueblos que, debe suponerse, solo por el temor a una gran calamidad, siendo tan pobres y sin recursos, intentaron la resistencia armada al inmenso poder que de la gran victoria (Pavón) había surgido... El general Mitre mandó a Flores, Paunero, Rivas, Arredondo, Sandez -¿para qué nombrar más?- todos orientales. No quería enviar argentinos, o no tenía argentinos a quienes enviar, o ningún  argentino se prestó a desempeñar semejante misión..."

También Victorica se refiere al desconocimiento o violación de las autonomías provinciales por parte del gobierno central: "A los jefes superiores orientales que representaban al general Mitre en las provincias se los designaba popularmente con el nombre de procónsules. A ellos estaba todo subordinado. Si algún gobernador no obedecía sus indicaciones, era preferible que dejase el puesto". 

A los pocos días Paunero dominó Córdoba y desde allí partieron diversas fuerzas para imponerse en las otras provincias, así sobre la que se dirigió a San Juan estaba comandada por Domingo Faustino Sarmiento y por el capitán Pablo Irrazábal. A los dos días de haber tomado San Juan, y bajo el amparo de los fusiles, a principios de enero de 1862, Sarmiento fue elegido gobernador interino.

En el noroeste, los políticos liberales porteños tenían como aliados en Santiago del Estero a los hermanos Manuel y Antonino Taboada, quienes dominaban la escena provincial y trataban de desestabilizar a los gobiernos de Salta y Catamarca y querían lograr el control de las provincias del noroeste.

Pero en La Rioja, la cosa no era tan sencilla, porque allí estaba el Chacho, de gran prestigio, que contaba con amplia adhesión y apoyo de la mayor parte de la población, valeroso y no era persona a la cual se pudiera dominar y derrotar fácilmente.

El gobernador de Catamarca, ante la amenaza a su gobierno por parte de los Taboada, pidió ayuda al Chacho, quien concurrió en su auxilio y los Taboada se retiraron, pero quiso llegar a un acuerdo con ellos para evitar un derramamiento de sangre (ver aparte la carta del 8 de enero de 1862 publicada en "Cartas"). En Tucumán y Santiago del Estero, los liberales no aceptan esa mediación del Chacho y se burlan de ello, el coronel Marcos Paz, escribe: "Peñaloza se ha metido a diplomático". Esa mediación es aceptada por Antonino Taboada, con el solo objeto de ganar tiempo para que los mitristas invadan La Rioja y Catamarca.

Ante la ausencia de Peñaloza, quien se encontraba en Catamarca, Paunero le aconsejó a Mitre invadir La Rioja aprovechando así la ocasión que se presentaba.

Mitre le escribió a Marcos Paz -gobernador de Córdoba-: "Mejor que entenderse con el animal de Peñaloza es voltearlo, aunque cueste un poco más. Aprovechemos la oportunidad de los caudillos que quieren suicidarse para ayudarlos a bien morir". El lector puede vislumbrar que una sangrienta guerra se avizoraba en el futuro.

Peñaloza se dirigió a Tucumán  junto a fuerzas tucumanas federales y otras salteñas para enfrentar al gobernador aliado a los Taboada, pero el gobernador de Salta, se dio vuelta y atacó a Peñaloza en Río Colorado, logrando en un indeciso combate, el repliegue del caudillo riojano. 

A fines de enero de 1862 y ante la ausencia del Chacho en su provincia, La Rioja fue invadida por fuerzas provenientes de Córdoba, San Luis y San Juan. El gobernador riojano Villafañe prefirió salvar su pellejo y contrariando el deseo de la población mayoritariamente chachista, adhirió a la política mitrista.

Esa población federal, comenzó a asediar a las tropas mitristas en toda la provincia, negando su apoyo y evitándole recursos. La rebelión se extendía a toda La Rioja. El conocimiento del terreno, el contar con buenas caballadas y la táctica de golpear y retirarse, tal cual había ocurrido en el pasado con Güemes y Artigas, dieron buenos resultados a los que se oponían a las fuerzas porteñistas.

Así el coronel Ignacio Rivas, le escribirá a Mitre, dándole cuenta de la situación: "Este país, con rarísimas excepciones es nuestro enemigo ni se nos presenta un solo hombre ni encontramos a nadie... El que no está con Peñaloza anda huyendo por las sierras y bosques. No hay un solo caballo que tomar".

Al regresar el Chacho a su provincia, sus fuerzas se incrementaban día a día. El gobernador Villafañe no tuvo más remedio que, junto a sus colaboradores, huir de la capital.

Con el fin de aunar fuerzas, Peñaloza se dirigió a los Llanos -sur de la provincia- donde a mediados de marzo del 62, fue sorprendido por una columna nacional mandada por el coronel uruguayo Ambrosio Sandes en Aguaditas de los Valdeces, quien le ocasionó muchas bajas entre muertos y prisioneros. Sandes no era persona de andar con vueltas y al día siguiente fusiló sin miramiento alguno al jefe de la infantería chachista y a siete de sus oficiales (3). Esa sería una constante en el proceder de este coronel oriental. Si bien Sandes era sanguinario de por sí, también hay que tener en cuenta que las autoridades "civilizadas" que tenía nuestro país en esos momentos, le ordenaron actuar de esa forma con los prisioneros.

Sarmiento, gobernador de San Juan, le escribió a Mitre, sobre las órdenes que le había dado a Sandes: "El coronel Sandes lleva orden por escrito del infrascripto de pasar por las armas a todos los que encontrare con armas en la mano y lo ha ejecutado en jefes y oficiales". ¡Después tenían la desfachatez de hablar de Rosas y acusarlo de sanguinario!

Arredondo, mandado desde Catamarca para retomar la capital de la Rioja, también utilizará el terror, así la casa de Severo Chumbita -subalterno del Chacho- como los poblados de Aimagasta y Malanzán, fueron incendiados por su orden porque habían adherido en forma masiva al Chacho. 

Como la resistencia a las tropas nacionales-mitristas crecía entre la población y la guerra civil se extendía, sus jefes no tuvieron mejor idea que emplear el terror para quebrar toda resistencia. Los fusilamientos, incendios de poblaciones y vejaciones de todo tipo y el terror en general se sucedieron sin pausa con aquella finalidad.

Alarmado el gobierno nacional que la insurrección se extendía rápidamente trató de negociar con el Chacho, pero las tratativas fracasaron, sobre todo porque los jefes militares creían posible derrotar en forma definitiva al caudillo.

A todo esto Peñaloza había puesto sitio a la ciudad de San Luis, cuyo gobernador coronel Barbeito tuvo que negociar con él un tratado de paz el 23 de abril, por el cual éste reconocía a las autoridades nacionales y a su vez obtendría una amnistía general para sus tropas. Cumpliendo lo pactado Peñaloza inició su retiro de San Luis. No obstante Rivas desconociendo el acuerdo, tres días después sorprendió a la vanguardia riojana en las Mulitas y la puso en fuga. 

Perseguido por Rivas, Peñaloza pudo llegar a los Llanos, su tierra, donde era prácticamente imbatible y la guerra civil se presentaba como interminable.


El Tratado de La Banderita

Ángel Vicente Peñaloza
Batalla de Caucete, parte de los soldados del Chacho Peñaloza tomados prisioneros por las fuerzas nacionales comandadas por el Mayor Irrazabal,

Mientras tanto, Mitre quien debía asumir la presidencia y muchos del partido liberal que pensaban como él querían tener un país pacificado -se los llamaba liberales "cocidos" (o "ablandados" después de haber "hervido en la olla de Urquiza", se decía)-, pero otros del ala dura -a los que se los llamaba "crudos"-, entre los que se encontraba Sarmiento, no querían ningún acuerdo, sino solo la derrota y la eliminación total del Chacho. 

En una carta que Paunero le envió a Mitre el 19 de mayo, le decía: "debemos dar fin a la guerra de cualquier manera, bien sea por medio de algún arreglo con el Chacho u ocupando militarmente los Llanos a la manera de la guerra de la Vendée" (4).

El criterio de Mitre se impuso y el general Paunero envió como mediadora una llamada Comisión Pacificadora del Oeste, que formaron el cura Eusebio del Carmen Bedoya -rector de la Universidad de Córdoba- y el estanciero Manuel Recalde -amigo de Peñaloza- con el fin de lograr la paz con el Chacho. El acuerdo de pacificación se firmó el 30 de mayo de 1862 en la estancia La Banderita, propiedad de Recalde. 

En ese Tratado conocido como de La Banderita, Peñaloza que era reconocido como general de la Nación, se comprometía a la entrega de las armas y a cesar en la lucha contra las autoridades nacionales a quienes reconocía como tales, y a su vez se le garantizaba la vida de los hombres que habían luchado junto a él. 

La Comisión informó a Paunero que el Chacho era "hombre dócil y ciudadano sumiso a las autoridades nacionales y provinciales".

Cuando la comitiva que encabezaba el Chacho con los mediadores Bedoya y Recalde, se presentaron ante las fuerzas nacionales, a cuyo frente se encontraban Rivas, Sandes, Arredondo y otros jefes y oficiales mitristas, con el fin de entregar sus armas y los prisioneros que tenían en su poder, los que fueron devueltos, sanos y salvos, se encontraron con que las fuerzas nacionales, no tenían prisioneros chachistas que entregar, sencillamente porque habían sido fusilados. La conmovedora y patética escena que se vivió en aquellos momentos, fue relatada por José Hernández en su obra "Vida del Chacho - Rasgos biográficos del General D. Ángel V. Peñaloza", cuya parte pertinente reproducimos en este número.

Nuevamente, los "bárbaros" daban clases de civilización a los "civilizados", demostrando una vez más que la antinomia de "Civilización y Barbarie" planteada en entre otros por el "Maestro de América" en nuestra historia nacional, no es tal.

A los que llamaba "bárbaros", eran con todos sus "defectos" los verdaderos civilizados, mientras que los autollamados "civilizados" eran con todas sus "virtudes", sanguinarios y bárbaros.


La paz no duraría mucho tiempo

La designación de Felipe Varela -lugarteniente del Chacho- como comandante de armas de La Rioja, no fue del agrado de las personas acomodadas de la provincia, que formaban el pequeño Partido Liberal, como tampoco estaban satisfechas con el tratado de La Banderita. Las quejas que hicieron llegar a las autoridades nacionales contra el Chacho y sus hombres, fueron continuas.

Sarmiento, gobernador de San Juan, también había sido en su momento un obstinado opositor al tratado (5) y cualquier incidente de cuatrerismo o robo que se producía le daba ocasión para quejarse ante Mitre de que el tratado no era respetado y que La Rioja estaba "barbarizada". Para él, el Chacho y sus gauchos eran los enemigos que debían ser derrotados y exterminados para dar paso a la civilización europea. No "había que ahorrar sangre de gauchos" para lograr tal propósito.

El Chacho también se quejaba a Paunero que los gobernadores de San Juan y San Luis, no respetaban el tratado en cuanto se negaban a otorgar una amnistía a los hombres que habían formado parte de su ejército federal.

Los gobernadores de San Luis y Córdoba sumaron su voz a la de Sarmiento y solicitaron una nueva intervención del ejército nacional, alegando que el Chacho encubría a bandas de cuatreros y salteadores que incursionaban en sus territorios.

El 12 de octubre de 1862, Mitre asume la Presidencia de la Nación.

Victorica en su libro mencionado, dice: "La presidencia del general Mitre se inició en condiciones muy desgraciadas. Las provincias más débiles continuaron siendo víctimas de la soldadesca enviada después de Pavón para imponerles por la fuerza mandatarios que no contaban con las simpatías populares". 

"A nombre de la libertad y de los principios se cometieron entonces los mayores excesos. En todo el país se hablaba, como de lo más natural, de exterminio y de muerte: reinaba el extravío de las ideas".


De nuevo la guerra civil

Ángel Vicente Peñaloza
Pistola que perteneció al Chacho. M.H.N.


La continua hostilización de las tropas mitristas a los hombres de Peñaloza, deterioró la situación del Chacho con el gobierno nacional y en marzo del 63 se vuelve a reiniciar la guerra civil.

El presidente Mitre nombró a Sarmiento director de la Guerra represiva que se llevará a cabo contra el Chacho y su gente.

A mediados de abril, el Chacho, que dominaba un vasto territorio de serranías y llanos entre San Luis y Córdoba, lanzó una proclama llamando a la rebelión, a la par que remitió una carta a Mitre el 16 de ese mes, manifestándole que estaba dispuesto a terminar con la situación de miseria en la que se encontraba el interior del país destacando "el amargo desengaño, al ver la conducta arbitraria de sus gobernantes, al ver despedazadas sus leyes y atropelladas sus propiedades y sin garantías para sus mismas vidas". Le decía también que los gobernadores, "convertidos en otros tantos verdugos de las provincias... destierran y mandan matar sin forma de juicio... tomando y mandando ejecutar a los hombres que me han acompañado... y teniendo que someterme al azote de sus tiranos".

Fuerzas de Peñaloza ingresaron a las provincias de Mendoza, Catamarca y San Luis y después de obtener alguna victoria, son derrotadas y obligadas a retornar a La Rioja. Diversas columnas nacionales penetraron en esta provincia. Una al mando de Manuel Taboada tomó la ciudad capital, otra bajo el mando de Arredondo se dirigió al Famatina, mientras que a los Llanos fue otra al mando de Sandes. El Chacho con sus movedizas tropas va de un lado para otro, pero el 20 de mayo en Lomas Blancas es batido por Sandes en una sangrienta batalla. El peso de una mejor instrucción y mejores armas -nuevos fusiles y cañones- del ejército nacional, se imponen a los federales, quienes todavía pelean con chuzas, trabucos y algún viejo cañoncito. El Chacho se retira pero logra quitarle al enemigo la caballada de reserva y el bagaje.

Pero tampoco Peñaloza está vencido y aparece en un lado y en otro y eso trastorna a sus enemigos, quienes otra vez apelan al terror para imponerse y quebrar la resistencia que encuentran por todos lados.

A fines de mayo se produce en Catamarca una rebelión favorable al Chacho.

Mientras tanto en Córboba, la ausencia de las tropas nacionales, debido a la partida de las mismas hacia las sierras para evitar la entrada del Chacho, es aprovechada por el partido federal, quienes el 10 de junio producen una revolución en la ciudad, deponen al gobernador liberal y ponen a uno de los suyos. El nuevo gobierno llama en su auxilio al Chacho, quien cuatro días después, ingresa a la ciudad de Córdoba. Esa situación sorprende al gobierno nacional, quien de creer vencido al Chacho, ven como éste se adueña de tan importante ciudad, era la segunda de la República.

Alarmado, el gobierno nacional ordena que converjan sobre la misma importantes fuerzas militares, de línea y milicias, muy superiores a las que estaban a las órdenes del Chacho, de lo que él era consciente, por eso escribió a Urquiza a quien consideraba su jefe, con la esperanza que éste se levantara en armas en defensa de los federales, a la vez que le pedía el envío de armas que era lo que más necesitaba. Pero el entrerriano estaba muy tranquilo en su provincia, disfrutando de su fortuna y no tenía interés alguno en entrar en conflicto con el gobierno nacional y ya había acordado con Mitre.

El desenlace no podía ser otro que la derrota del Chacho, lo que ocurrió en Las Playas, en las afueras de la ciudad de Córdoba. El ejército nacional reportó 14 muertos y 20 heridos entre su propia tropa, mientras que reportó 300 muertos y 40 heridos en la tropa federal. Evidentemente muchos soldados federales fueron fusilados, pues de lo contrario no se explica la diferencia de muertos entre ambos ejércitos.

Durante las dos semanas que la ciudad de Córdoba estuvo ocupada por el Chacho y sus tropas, no se produjeron desmanes ni hechos graves contra la población, como lo habían vaticinado los liberales.

Peñaloza no tuvo más remedio que abandonar la ciudad de Córdoba y buscar nuevamente refugio en su provincia donde lo esperaba en acecho el general Arredondo con sus tropas, para sorprenderlo, pero después de perseguirlo por más de un día, el Chacho se le escabulló. Durante quince días estuvo el Chacho cabalgando cientos de kilómetros con los restos de su ejército, acorralado por el ejército nacional, llegando hasta la cordillera de los Andes. De allí partió y dando una gran vuelta nuevamente hacia el lugar donde había salido y a su paso se le incorporaban los paisanos, para formar ese ejército, llegando a contar con más de mil hombres. Los jefes nacionales, no pudieron darle alcance y quedaron totalmente desconcertados.

Surgieron desavenencias entre los miembros del partido liberal por el modo en que la guerra era llevada adelante. Sarmiento consideraba que el gobierno no le daba el apoyo suficiente y a su vez el gobierno consideraba que Sarmiento no tenía la pericia suficiente para llevar a buen término la guerra. 

La muerte de Sandes en Mendoza a principios de setiembre, debido a las heridas recibidas en un combate, vino a complicar más la situación de las fuerzas nacionales-mitristas.

Una columna con caballada de refuerzo enviada desde San Juan para Arredondo, interceptada por los rebeldes, fue un golpe también para el ejército nacional que le impidió frenar la reorganización de los federales.

A fines de octubre el Chacho se encamina a San Juan con parte de su ejército para tomar la capital de la provincia, pero veinte kilómetros antes sus tropas acampan en Puntilla del Cauce, donde son sorprendidas por fuerzas de Irrazábal que las derrotan. El Chacho pasa a Costa Baja de Los Llanos, donde se refugia en una casa de un amigo -Pablo Oros- en Loma Blanca, vecina a Olta.

Allí espera las respuestas a sus proposiciones de paz hechas a las autoridades nacionales y el día 10 de noviembre le escribe una última carta a Urquiza: "Mi digno general y amigo... En medio de esta desigual y azarosa lucha nada me desalienta, si llevase por norte el pensamiento de V.E. de ponerse al frente de la fácil reacción de nuestro partido".


La muerte del Chacho

El día 12, en ese lugar el Chacho es tomado prisionero por el comandante Ricardo Vera, a quien se rinde sin ofrecer ninguna resistencia, pero al rato llega el jefe de la división, Pablo Irrazábal, quien pregunta: "¿Quién es el bandido del Chacho?" a lo que Peñaloza le contesta "¡Yo soy el general Pañaloza, pero no un bandido!". Comprobando así que se trataba del caudillo, Irrazábal le asesta un lanzazo en el vientre, para ultimarlo después. El Chacho es muerto, encontrándose en esos momentos en compañía de su mujer y de un hijo adoptivo de 14 años. Se decía que el Chacho nunca había matado a un vencido.

En parte a sus superiores, Vera informará: "...fue obra de un segundo, dando (Irrazábal) orden a los soldados que lo custodiaban (al Chacho) que concluyeran con el herido, como en efecto lo verificaron con una descarga de carabina que le hicieron..."

Por su parte, Irrazábal, informaba a sus superiores: "Pongo en conocimiento de V.E. que hoy en la madrugada sorprendí al bandido Peñaloza, el cual fue inmediatamente pasado por las armas, haciéndole también algunos muertos que despavoridos huían; también tengo prisionera a la mujer y un hijo adoptivo, tomándome gran interés en salvarlo".

Pero allí no terminó la cosa, sino que se ensañaron con el cadáver y cortaron la cabeza, para exponerla ensartada en un palo en la plaza del pueblo de Olta, que quedará expuesta ocho días, como escarmiento para la población adicta al caudillo o como dijo el Dr. Guillermo Rawson en el Senado Nacional, años después, el 6 de junio de 1875: "para terror y espanto de los demás montoneros". También separaron las orejas que fueron remitidas a Natal Luna un notable de La Rioja, miembro del partido liberal, y ministro del Gobernador riojano Manuel Bustos, como prueba de la muerte del Chacho.

La esposa del Chacho quedó prisionera y sufrió muchos vejámenes.


Reacciones de los liberales

El parte de Irrazábal, transcripto unos párrafos más arriba, fue transmitido a otras autoridades y gobernadores de provincia. Nadie reprochó la acción, sino que por el contrario la aprobaron. Gran parte de la prensa aplaudió.

En carta que Sarmiento le remitió al presidente Mitre el 18 de noviembre, demostrará su satisfacción por la forma en que fue muerto el Chacho, y le dice: "No sé qué pensarán de la ejecución del Chacho. Yo, inspirado por el sentimiento de los hombres pacíficos y honrados, aquí he aplaudido la medida, precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses...". El presidente, por su parte lo felicita.

Juan Bautista Alberdi, dirá: "Con todos los recursos del gobierno de San Juan y del gobierno nacional, Sarmiento no pudo vencer al héroe popular de La Rioja, cuyo poder consistía únicamente en la adhesión libre y absoluta de su pueblo; y de temor Sarmiento lo hizo asesinar ... Sarmiento detestaba al Chacho no por sus defectos sino por sus cualidades reconocidas de caudillo popular". 


Conclusiones

Las autonomías provinciales eran totalmente desconocidas por el poder central. Los jefes militares mandados a los pueblos del interior, hacían y deshacían a su antojo y voluntad.

Los ejércitos mitristas oficiaban de verdaderos ejércitos de ocupación y exterminio en las provincias interiores.

La chusma como se llamaba al pueblo, como el vencido no tenían ningún derecho en aquellos tiempos, ni gozaban de las garantías que establecía la Constitución que diez años antes se había aprobado en Santa Fé. El enemigo político, sobre todo si era gaucho, no era un humano sino un "animal bípedo" (6)... al que había que exterminar. Las ejecuciones de prisioneros sin proceso previo y las depredaciones estuvieron a la orden del día. Era la época del "no ahorre sangre de gaucho...".

Todo esto ocurría diez años después de Caseros y ahora todos estos hechos tenían como inspiradores a Sarmiento y Mitre, acusadores en el pasado de la "sangrienta tiranía" de Rosas.  

Pero en definitiva... ahora era la Argentina de la "civilización y el progreso"...


Referencias

(1) No se tiene una fecha exacta del nacimiento, ya que no se encontró el acta de bautismo que pudieren determinarlo.

(2) En carta remitida por Quiroga, a Bustos, gobernador de Córdoba, se refería así a los colombianos: "...corro a dar alcance a esa tropa de bandidos que no han dispensado crimen por cometer; que no solo han incendiado poblaciones y degollado a los pacíficos vecinos sino que, atropellando a lo más sagrado han violado jóvenes delicadas. Tengo yo jurado dejar de existir o castigarlos de un modo ejemplar"

(3) En el informe que Sandes remitió a su superior el coronel Ignacio Rivas el 12 de marzo de 1862, además de comentarle sobre las alternativas y resultado de la batalla, le dice sobre los fusilamientos: "...Entre los prisioneros se encuentran el sargento mayor don Cicerón Quiroga, capitán don Policarpo Lucero, ayudante mayor don Carmelo Rojas, teniente don Nemoroso Moliné, don Ignacio Bilbao y don Juan M. Vallejo, y alféreces don Ramón Gutiérrez y don Juan de Dios Videla. Todos ellos han sido pasados por las armas según la orden de V.S. y la necesidad de hacer ejemplar castigo de la ley con los que osados se arman contra la tranquilidad pública..."

(4) Guerra de la Vendée. Se denomina así a la guerra civil que se desató en la región francesa de la Vendée entre 1793 y 1796 a raíz de la rebelión popular, campesina, católica, monárquica y contrarrevolucionaria, contra los partidarios de la Revolución Francesa que finalizó con la total derrota de los primeros, después de una gran represión que dio lugar a matanzas de decenas de miles de víctimas (se ha llegado a hablar de más de 100.000 de víctimas) y en la cual no fue respetada ni la edad ni el sexo, ya que solo se tenía en cuenta lograr el exterminio de la población de la región sublevada.  "Tenemos que convertir La Vendée en un cementerio nacional", exclamó el general Turreau, uno de los principales responsables de la matanza. Como se dijo en su momento se trató de un "populicidio".

(5) Ya Paunero había informado a Mitre que los de Mendoza y "Sarmiento están mudos por los tratados con el Chacho, porque indudablemente querían y quieren que se lo demos colgado en alguna de sus plazas".

(6) En un informe a Mitre, Sarmiento se refiere a los federales: "Son animales bípedos de tan perversa condición que nada se obtiene con tratarlos mejor".


Fuentes

Cárdenas (h), Felipe. "Vida, muerte y resurrección del Chacho", Revista "Todo es Historia" N° 25 de mayo de 1969. 

García Mellid, Atilio. "Proceso al liberalismo argentino", Edit. Theoría, Buenos Aires, 1957.

Luna, Félix. "Granes Protagonistas de la Historia Argentina - Ángel Vicente Peñaloza", Editorial Planeta Argentina SAIC, Buenos Aires, 1999.

Pérez Amuchástegui, Antonio J. "La clase culta", en "Crónica Histórica Argentina", Tomo 4, Edit. Codex S.A., Buenos Aires, 1969. 

Perrone, Jorge. "Historia de la Argentina", 3 tomos, Editores Unidos, Buenos Aires, 1981.

Victorica, Julio. "Urquiza y Mitre", Edit. EUDEBA, Buenos Aires, 1968.

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Actualmente uno de los departamentos o municipios de la provincia de La Rioja, se denomina General Ángel Vicente Peñaloza.

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Encontrándose en Chile otro exiliado le peguntó al Chacho como estaba, el Chacho le contestó ¡Como me ha de dir, mi amigo, en Chile y a pié!

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Peñaloza diz que es muerto

no hay duda que así será

¡Tengan cuidado salvajes

no vaya a resucitar!

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"La vida real del Chacho no contiene un solo hecho de barbarie igual al asesinato del que fue víctima". Juan B. Alberdi