domingo, 29 de noviembre de 2020

Política económica de Rosas - Juan Pablo Oliver

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

Publicamos ahora un artículo cuyo autor fue Juan Pablo Oliver, que apareció en la "Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas" N° 4 de diciembre de 1939, y años después republicado en la revista Revisión N° 2 a 5.

POLITICA ECONÓMICA DE ROSAS

                                                                                                                          Por Juan Pablo Oliver


Don Juan Manuel de Rosas. Óleo sobre tela de García del Molino

Los fines esenciales de la política no son de orden económico. Si nuestra mentalidad cristiana condena la subordinación de la conducta individual a resultados lucrativos, nuestra conformación latina e hispana repele con igual vigor el propósito de reducir las actividades del Estado a fines puramente utilitarios traducidos en su enriquecimiento o en el del elemento humano que lo constituye. Lo esencial es el triunfo de la Idea Nacional, el engrandecimiento de la Nación, mediante la integración de sus porciones naturales y la exclusión de factores extraños en la determinación de su destino; y la medida en que se logre o no el triunfo de ese anhelo lo estará señalando el resultado de nuestra vida en relación con los demás pueblos de la tierra. Es por eso que la organización interna del país, sea económica, política o social, no es más que la adecuada conformación de medios que permitan cumplir aquel propósito.

No es aquí del caso –estaría fuera de mi alcance–, desarrollar una filosofía o una teoría de la política económica mantenida en un determinado período de nuestra historia, pero he querido dejar pre-anotados aquellos conceptos, pues de su comprensión depende el juicio que en definitiva merezca Rosas ante los problemas económicos que le tocó resolver durante su gobierno.

Quien esté conforme en que lo principal es la independencia de la patria y no su opulencia, convendrá que la política de Rosas fue loable; quien intente reprocharle haber retardado la instalación de ferrocarriles, bancos y cuanto constituye el llamado “capital europeo” –aún cuando el apresuramiento de su instalación hubiera implicado convertirnos en una factoría o protectorado colonial–, podría tener razón en censurar su conducta; es evidente que la India, Argelia y Etiopía han recibido los beneficios económicos de la civilización inmediatamente después de su conquista.

“Podría” tener razón –he dicho– pues con Rosas no llega a cumplirse la disyuntiva, ya que si bien no puede caber duda en que aseguró la emancipación y mantuvo la integridad del país en un grado que no supieron conseguirlo sus adversarios, en el manejo de los intereses puramente económicos obtuvo –también– resultados infinitamente más positivos que los logrados por los hombres que hasta hoy detentan el acaparamiento oficial de las estatuas.

Su recia personalidad se destaca como la del grande hombre de estado argentino cuya política financiera y económica ajustada a los ideales superiores de independencia y unidad nacional nos está indicando, a través de un siglo, el camino a retomar.

Los distintos aspectos de la acción económica de su gobierno es motivo asaz extenso para permitir –en un artículo de esta índole–, reseñar los hechos que, por consideración científica, han de venir necesariamente acondicionados al elemento probatorio de documentos, transcripción de juicios, cifras, citas y estadísticas. A mérito de la extensión, pues haré, en lo posible, gracias al lector de la reseña y sus comprobantes, y también porque prudentemente me lo está indicando la aridez del tema, y hasta por último, quizá, porque un resabio abogadil recuerda a los que no somos historiadores ni hombres de pluma, que en materia de procedimientos el período de prueba es posterior y separado de la tesis expuesta. Con esta advertencia –la de que puedo, llegado el caso, fundamentar acabadamente cada afirmación– intentaré bosquejar las características económicas salientes, de aquel período.

* * * *

Desde luego que la presentación de la época de Rosas, modelada con elementos de novela para las sucesivas generaciones bajo el rótulo oficial de “Historia”, no ha exceptuado de su anatema la parte económica. Si alguna excepción cabe apuntar es el reconocimiento, parco y a regañadientes, de la honradez personal del gobernador; lo límpido de su actuación ofrecía tan evidente contraste con otras anteriores y posteriores, que no brindaba, mal pesare a sus críticos, ni posibilidad de disimularlo, ni el mas leve resquicio para clavar el dardo de la calumnia. Aceptar por otra parte, dentro de un cuadro de acabada condenación, la honradez intrínseca de Rosas ante los caudales públicos, no contradecía la pintura de caudillejo ignorante y sanguinario con la cual se ha pretendido embaucar a la posteridad. De cualquier manera es bueno dejar consignado, no su honradez personal que no interesa –como no interesa la de algunos de sus adversarios que también la tuvieron– sino el caso único en el país de un período de veinte años de absoluta escrupulosidad administrativa, circunstancia a la cual –como ocasión de anotarlo el crítico antagonista Agustín de Vedia en “El Banco Nacional”– no ha de ser ajena la constante adhesión popular a su gobierno.

Los historiadores que, sin recurrir al expediente de saltar del año 29 al 52 llenando el vacío con las rituales cuatro palabras “tiranía”, “libertad”, “despotismo” y “ostracismo”, se han aventurado en el campo de la economía a fundamentar una crítica, la concentran a los cargos siguientes:

1° Las confiscaciones.

2° El emisionismo.

3° El “corte feudal” de su economía.

4° Ausencia de toda “reforma” administrativa.

I.- CONFISCACIONES

El infundio de que “toda la fortuna privada (del país) subvenía a los gastos generales por medio de 'auxilios' o sea exacciones de toda especie que pesaban como sobre un país conquistado, sin derecho a la propiedad inmueble, móvil o semoviente, además de las emisiones y de las confiscaciones de los salvajes unitarios” se le debe en primer lugar al General Mitre a quien pertenecen las palabras transcriptas y ha sido repetido en todos los tonos por aquellos a quienes resultaba grato cobijarse al abrigo de su diario. Don José A. Terry de conocida filiación y actuación unitario –mitrista, pero ante todo profesor de finanzas–, se ha encargado de desmentir al General en sus propias hojas, naturalmente con la cautela que en las condiciones anotadas podía hacerlo ("La Nación", 25 de Mayo de 1910, juicio transcripto en su tratado de “Finanzas”, 2° edición, pág. 442).

La imputación pretende basarse en que a raíz de las depredaciones y asolaciones que “como sobre un país conquistado” llevó al General Lavalle al Norte de la Provincia en el año 40, el gobierno se vio en la necesidad de decretar (16 de septiembre) que los cómplices del General amotinado responderían con sus bienes a los perjuicios que con su actitud podrían causar a los intereses particulares y del fisco; a los efectos de asegurar eventualmente su responsabilidad fueron “clasificados” aquellos que reconocidamente secundaban a Lavalle, adoptándose, así, el mismo procedimiento que éste había llevado a la práctica con los federales en 1829. El decreto no pasó de una pública advertencia y en realidad no constituía más que eso, ya que la legislación de la época, como la actual (Cód. Civil, art. 1109), sienta la obligación de responder con los bienes propios a los perjuicios causados por culpa a terceros. Aparte de unos pocos embargos precautorios y temporales no hubo un solo decreto de confiscación individual y es sabido que cuando después de Caseros se llamó públicamente a los confiscados a efectuar sus reclamos se presentó un solo recurrente cuya pretensión fue rechazada. Más aún: cuando en cumplimiento del referido decreto del Directorio del Banco de la Provincia llevó a conocimiento del Gobierno la lista de los depósitos pertenecientes a los clasificados, el Gobierno ordenó se hiciera entrega del monto a sus titulares o apoderados y se cancelaran las cuentas (Casarino N. “Historia del Banco de la Provincia”, pág. 76). Apelo al testimonio de los descendientes de unitarios, a que declaren si es cierto de que alguna vez sus antecesores “tuvieron necesidad de obtener” la devolución de sus bienes. Si algo hay que reprochar a Rosas en la emergencia, es la lenidad con aquellos que no trepidaron en entrar en inteligencia y recibir “auxilios pecuniarios” del extranjero con quien el país estaba en guerra.

II.- EMISIONISMO

La “furia emisionista”, los “gastos extraordinarios”, el “déficit crónico” son otras tantas imputaciones que de financistas baratos ha merecido el sistema mediante el cual consiguió Rosas arbitrar, con todo éxito, los recursos necesarios a su pensamiento de gobierno.

Aclarado que la “furia emisionista” representa los “gastos extraordinarios” y que éstos son la causa del “déficit crónico” la trinidad de cargos se reduce al primero. ¡Emisionismo! La palabra parece terrible y el hecho es cierto. En efecto, la emisión alcanzó durante los 22 años de gobierno de Rosas (incluido el período federal del 32 al 35) a 110 millones de pesos en números redondos. Desde luego que emisión de papel moneda inconvertible; igual que hoy. Pero –se observará– entonces no se contaba con un respaldo o cobertura metálica guardada en un sótano. El hecho también es cierto; nuestro oro, gracias a los esfuerzos sucesivos de Beresford y de Rivadavia había ido a engrosar la reserva que en aquélla época se ocupaba de acumular el Banco de Inglaterra. ¿No tenían entonces respaldo o garantía las emisiones? Tenían el respaldo de una emisión proporcionadamente mayor de fondos públicos que, pagándose puntualmente a su vencimiento, llegaron a cotizarse a la par. Como con ello decreció el interés de los tenedores para presentarlos a la Caja de Amortización que al efecto había organizado Rosas, a fin de que no quedaran improductivas las sumas asignadas a la amortización se destinaron al descuento del Banco y Casa de Moneda de la Provincia (1848). Las quemas periódicas de papel moneda –su mejor garantía– coadyudaban a evitar su desvalorización; la confianza en el gobierno emisor hacia el resto permitiendo cumplir así, el desiderátum financiero de “regular la cantidad de crédito y de los medios de pago, adaptándolos al volumen real de los negocios”.

Este sistema de respaldar el papel moneda con títulos públicos es un procedimiento clásico en finanzas: la contiene, entre otras cláusulas la Ley de Reserva Federal de E. E. U. U. de 1913, “Governement bonds” y “Governement securities”.

Pero así y todo podría discutirse la bondad del sistema en épocas normales cuando los recursos ordinarios deben cubrir, en principio, el presupuesto de gastos y cabe consignar que Rosas se ajustó a la heterodoxia financiera más estricta, pues de los años 29 al 37 y 49 al 52 no “emitió” ni hubo “gastos extraordinarios” ni “déficit crónico”. Pero el cargo de “emisionista” que se le formula no sólo es reprobable desde el punto de vista científico, sino también el patriótico, cuando se recapacite que las finanzas de Rosas fueron en general finanzas de guerra, desarrolladas con admirable eficacia (del año 37 al 49) (1)

Ante el riesgo de convertirnos en 16 republiquetas, ante el ataque exterior en combinación con la sublevación interna, ante el bloqueo de nuestros puertos cegando la única fuente de recursos fiscales, ante el hundimiento de nuestros barcos, el bombardeo de nuestras poblaciones y el intento de reducirnos a una segunda Argelia o una anticipada Cochinchina ¿qué debió hacer Rosas? ¿aceptar el protectorado inglés o la “influencia permanente de la Francia”? ¿o defender victoriosamente nuestra soberanía –como lo hizo–, aún cuando para ello se viere forzado a emitir un centenar de millones de pesos?

¿Qué acaban de hacer las “naciones civilizadas” que cuentan con Bancos Centrales centenarios, Universidades de Ciencias Económicas, industrias poderosas, colonias, aliados y ricos y crédito exterior? El primer día de guerra (2-9-1939) Francia ha emitido 92.000 millones de francos; Alemania aumenta en un cuarto su circulación fiduciaria mediante emisiones de “Retenmarks” e Inglaterra lanza a la circulación 500 millones de libras; pero cuando hace 100 años en circunstancias aún más graves –como que nos iba con ello nuestra independencia– apeló Rosas al mismo método, resulta tachado de déspota, bárbaro e ignorante.

Agreguemos, para terminar con este punto, que si los gobiernos del 29 al 52 durante 22 años emitieron 110 millones de pesos, los gobiernos del 52 al 61 durante 9 años emitieron 275 millones de pesos.




Confrontar con: Casarino Nicolás “El Banco de la Provincia", 1923. páginas 56 y 97; A. de Vedia "El Banco Nacional", 1889, pág. 486 y sigts.; Garrigós O. "El Banco de la Provincia", 1873, página 252; Hansen E. "Historia de la Moneda", 1916, página 344. Registro Oficial de la Provincia, 1822.1862.

III.- FEUDALISMO

Esta calificación aplicada al sistema económico de Rosas es de reciente data; sus inventores son los neo-historiadores de izquierda –hoy comunistas vergonzantes– que en su posición de dar la espalda incluso al país y vivir prestados de lo extranjero son dignos continuadores de la escuela unitaria (2). Al aplicar el término “feudal” –de por cuyo antipático– a la economía agraria argentina en general y a la de Rosas en particular, consiguen, sin duda, desahogar una natural malquerencia judaica contra el concepto cristiano del contacto con la tierra y atacar de paso, con baja demagogia ciudadana, la manifestación más noble de la economía argentina y a su genuino representante, Rosas, cuya popularidad les inquieta. De esta manera, además, permanecen fieles a su conocida táctica de emplear calificativos sistemáticos que, en razón misma de quitar precisión al pensamiento, resultan eficaces para captar mentalidades primarias, de corte “periodístico” o “ cinematográfico”, diríamos, siempre pegadas de actitudes o frases hechas.

Leemos, así, a cada paso frases como estas: “…feudalismo criollo de los estancieros de horca y cuchillo…”, “…la reacción feudal de Rosas, continuadora de sistema económico colonial”, etc., etc.

Si entretanto, los que tales cosas escriben, consultaran cualquier diccionario o texto elemental de historia medioeval, aprenderían cómo el concepto “feudalismo” responde en lo político a fragmentación de la nacionalidad; lucha del localismo contra la monarquía centralizante; y preeminencia de intereses aristocrático; y en lo que al económico respecta: a desigualdad social y tributaria; superposición de gravámenes inmobiliarios, y usurpación de los derechos de soberanía por los propietarios del suelo. ¿Cómo puede honestamente, entonces, aplicarse dicho consejo al régimen de España en Indias –como lo hacen– cuando fue; monárquico, de legislación uniforme y de economía general mercantilista? Por lo que atañe a la política de Rosas y cuanto él representara, fue la antítesis misma del feudalismo, a saber: férrea unidad nacional; régimen legal igualitario con preeminencia de hechos del elemento popular; adjudicación del suelo en plena propiedad, e imposición estricta de la ley superior del estado a los propietarios territoriales, como sucedió en forma violenta con los llamados hacendados o estancieros del Sur.

IV.- AUSENCIA DE REFORMAS

A los efectos de un discernimiento histórico, es condición previa resolver si hasta para la atribución de méritos la simple alteración de un estado cualquiera de cosas, la reforma intrínseca, o si es necesario inferir el juicio favorable de la pureza de la intención que provocó la reforma y en manera principal de la bondad de sus consecuencias. Porque bien podía suceder que las “reformas” (nos atenemos al concepto de alteración legislativa que le venimos dando) lejos de ser atributivas de méritos constituyen, por el contrario, condenaciones de una actuación política, y como, en cambio, el haber sabido limitar su aplicación a oportunidad de tiempo y medio, demuestren condiciones de sensatez y dotes de buen gobierno. Pero en vez de resolver esta cuestión con especulaciones teóricas, es preferible remitir al lector a algunos ejemplos económicos de nuestra historia.

Desde los tiempos de la escuela primaria se nos viene inculcando la veneración a los…”héroes civiles autores de geniales reformas”. Se lleva la palma Bernardino Rivadavia quien, debido a su espíritu reformador, se ha ganado indiscutiblemente algo así como el campeonato de próceres.

Del año 21 al 27, secundado por la camarilla del Estado Mayor Unitario, reformó, innovó, transformó, cambió sin necesidad administrativa ni política todo el régimen existente, producto de la experiencia y observación de siglos, por la imitación de las últimas novedades expuestas en París, Madrid o Londres, aquí por fuerza destinadas al fracaso. Estos “snobs” de la política eran los que hacían exclamar al Padre Castañeda:

“Diga yo novedades / aunque profiera mil barbaridades / ¡Dale que dale! / La pura novedad es lo que vale

Pero el fraile también los apostrofaba como “sicofantas devotos de la pasta dorada”. En efecto, no fueron las reformas producto exclusivo de la candidez: la creación del Banco de Descuentos en 1822 transformado en 1827 por la Presidencia en el llamado “Banco Nacional” y que no fue ni banco ni nacional, sino una entidad emisora de billetes dirigida por “capitalistas” británicos, quienes no aportaron ningún capital, constituyó la base de un comercio de hombres de negocios extranjeros y hombres de gobierno negociantes, vinculados en su fundación y giro a escandalosas especulaciones en que –sin hipérbole– la traición y el despojo al país se daban la mano. No exagera Rosas cuando en el mensaje de 1836 hace el proceso de esa entidad.

Otra innovación fue el primer empréstito exterior (Baring Brothers y Cía., de Londres –1.000.000 £– en 1824) que, contratado innecesariamente y en condiciones deprimentes y peligrosísimas para la soberanía del país, representó el drenaje de su riqueza hasta la cancelación en 1904, después de haber entregado una suma cerca de veinte veces superior a la efectivamente recibida. 

D. Vicente F. López, nos refiere amenamente (T. VIII, pág. 401 y sigts.), la intervención que cupo al Ministro Rivadavia en la negociación “pro-domo-sua” de las minas de Famatina a la Casa Hullet Hnos., de Londres y la vinculación de esta “reforma monetaria” a su elección presidencial.

El juicio que me he limitado a consignar es pálido comparado al que surge de la exposición objetiva y detallada de las operaciones aludidas; los incautos a quienes se les hace la boca agua ante las “novedades financieras” del grupo rivadaviano corren a cada momento el riesgo de incurrir en la apología del delito. Fue justamente un convencimiento de la venalidad de las esferas gubernativas a quienes se acusaba de “vender al país”, el que inspiró muy principalmente el alzamiento popular del año 27 dando al traste con el gobierno presidencial (ver A. Lamas “Rivadavia”, Capítulo III). Sube Dorrego al gobierno, quien anuncia públicamente el enjuiciamiento de los implicados en aquellos escándalos; entonces estos lo mandan fusilar (3).

Volvía el caos. La República en guerra civil y al borde de la disolución; la guerra exterior triunfante en batallas y perdida desde el gobierno y con ella la provincia más típicamente argentina; una crisis financiera sin precedentes y desguarnecidas las fronteras los indios llegaban a las puertas de Buenos Aires asolando la campaña. Las “reformas” habían producido su fruto.

*  *  *  *

El país estaba ahito de reformas y Rosas no era hombre de novelerías. Reconstruyó lo que otros habían destruído. Impuso orden y temor a la ley. Conquistó el desierto. Contuvo la disgregación nacional y defendió con celo su soberanía. No fue el “visionario genial” que de espaldas a su patria interrogaba al Palais Royal o a Lombard Street; fue –sencillamente– la Argentina rigiendo sus destinos.

No fue autor de reformas fracasadas con daño al país o que a lo sumo se pasaron del asiento en registros oficiales para futuro alborozo de historiadores crédulos; fue el gobernante poseído del sentido de la realidad que sin adaptaciones exóticas supo cumplir su propósito político perfeccionando la administración, reformando cuando lo demandaban exigencias positivas, creando instrumentos aún hoy útiles al cuerpo social. La índole de estas líneas sólo permite algunas referencias esquemáticas, pero suficientes para demostrar el NACIONALISMO ECONOMICO observado durante su gestión gubernativa.

El llamado “Banco Nacional”, expirado su término, fue disuelto por el Decreto del 30 de mayo de 1836 con términos tan lacónicos como exactos: “Considerando… que la Carta del Banco Nacional ha terminado, que la moneda corriente está exclusivamente garantizada por el Gobierno, quien es deudor de ella al público; que el Banco sólo ha prestado al Tesoro del Estado la estampa de sus billetes y que el Gobierno es accionista del establecimiento por casi tres quintas partes de su capital con otras consideraciones demasiado notorias de las que el Gobierno no puede ni debe prescindir, ha acordado y decreta: Artículo 1° –Queda disuelto desde esta fecha el Banco Nacional”

A continuación se organiza en su reemplazo una nueva entidad de Estado, el actual BANCO DE LA PROVINCIA, institución netamente argentina que en marcha ascendente atendió con eficacia las necesidades del comercio, de la industria y la política financiera del Gobierno. La ley del año 1848 completó su giro permitiendo a esta entidad de comienzos modestos, pero seguros, llegar a ser “el coloso del ahorro provincial”, “el arcasanta de nuestros destinos financieros” (Mitre). El Banco de la Provincia atesora hoy millones, levanta rascacielos, reparte dividendos sólidos, y por aquel desierto donde moraba el salvaje establece sucursales para atención de florecientes poblaciones, pero en este país pródigo en homenajes ni una placa recuerda el nombre de su fundador D. Juan Manuel de Rosas, de su colaborador D. José María Rojas o de su primer presidente D. Bernabé de Escalada. 

Al comenzar el sistema monetario nos hemos referido al CREDITO INTERNO cabe agregar como caso posiblemente único en el país que el gobierno de Rosas no dejó deudas apreciables a sus sucesores (4). En cuanto a la DEUDA EXTERIOR hipotecaria dejada por Rivadavia con el empréstito Baring Brothers, Rosas denunció de hecho las garantías desdorosas a la soberanía del país como veremos al tratar de la tierra pública; tocante a la obligación principal, convino “transar” con Baring, vale decir, que sin desconocer la deuda o negarse sencillamente al pago, buscó en la emergencia un “arreglo” decoroso, con el acreedor, a la manera como un buen padre de familia procede con el usurero en cuyas garras ha tenido la mala suerte de caer el hijo tarambana que lleva su nombre: devolver lo recibido pero no prestarse a la exacción. No es otra cosa el arreglo convenido con el representante de Baring, señor Falconnet, en 1844, fruto de una diestrísima política en que la tenacidad y entereza de Rosas ante los avances europeos no fue, indudablemente, el factor que jugó menos importancia en la decisión de los prestamistas a aceptar el “arreglo” descartando el azar de perderlo todo. Estamos pues, en presencia de la primera conversión externa, que registra nuestra historia financiera; conversión forzosa, se argüirá; admitido, pero no por eso menos brillante para los intereses del país, ni menos justa, vistas las condiciones usurarias de su contratación. Y los señores Baring que a cambio de 27.083 $ fts. mensuales acordados por Rivadavia, recibirían sólo 5.000 $ fts. mensuales, nos testimoniaron públicamente su agradecimiento. 

Pero este “arreglo” –hábilmente estipulado en forma que disimulase la renuncia de exigencias por parte del acreedor–, constituyó, además, un arma eficacísima en manos de Rosas durante los conflictos mantenidos posteriormente con Inglaterra, ya que mediante la oportuna suspensión o reanudación de los pagos mensuales, conseguía servirse en Londres de los señores Baring como dirigentes colaboradores de su política ante la corte de Saint James. Y no se nos venga con el socorrido argumento que paraliza en el gobierno desde hace 100 años toda conducta gananciosa al país; de que actitudes como la de Rosas “pueden redundar en perjuicio de nuestro crédito exterior”, o que podrían “ocasionar dificultades y menoscabo para el país”. En materia de relaciones internacionales sólo valen las posturas firmes como muy pronto, en 1849, lo demostró la conclusión del tratado Arana-Southern, el más honroso de nuestra historia, por el cual Inglaterra se obligó a levantar el bloqueo renunciando a todas sus pretensiones en el Plata incluso la impertinente “libertad de los ríos”, hecho lo cual, Rosas, por su parte, reanuda puntualmente los pagos a Baring Hnos., quienes de nuevo nos dieron encarecidas gracias. (Ver “Bono del Préstamo”, etc., y Decretos de Rosas, en José B. Peña, “Crédito Público”, 1907, t. II, págs. 381 y siguientes). 

Vino Caseros y los papeles se trocaron: los ríos argentinos fueron entregados incluso los derechos de soberanía sobre Martín García, se renunció a la Provincia del Paraguay, se pagaron indemnizaciones a los súbditos extranjeros, se pagó, en fin, cuanto quisieron los señores Baring, y aún hoy les seguimos manifestando nuestro profundo agradecimiento. 

En cuanto a la ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA, Rosas echó las bases que hasta ahora mantiene el Ministerio de Hacienda de la Provincia: separó la Colecturía (Dirección de Rentas) de la contaduría y quitó las funciones de tesorería general al Banco, erigiéndola en Departamento separado dentro del Ministerio de Hacienda (5). En materia de CONTABILIDAD, su calidad, exactitud y publicidad llegan al exceso: diariamente la Gaceta Mercantil publica el estado de la Tesorería y mensualmente las informaciones de la Oficina de Estadísticas. En los mensajes a la Legislatura, leídos puntualmente el 1° de enero, se expone el presupuesto de gastos, recursos a base del ejercicio anual cerrado el 31 de diciembre anterior a las 5 pm. y la Legislatura se entrega de lleno a revisar, observar o rechazar las cuentas presentadas, pues la suma del poder público acordada al Gobernador por razones políticas excluye la parte financiera. Hoy día contamos con toda una constitución escrita cuyo artículo 67, inc. 7° impone aquellos mismos deberes al Congreso, pero nadie para en cuentas administrativas ni constitucionales. 

Nuestro SISTEMA IMPOSITIVO se ha basado hasta hace muy poco en las entradas de la Aduana; Rosas en su reforma (sic) del año 1835, apartándose de un criterio puramente fiscal introduce una debida protección de la competencia extranjera tendiente a crear condiciones propicias al arraigo de industrias manufacturadas; por primera vez se habla en documentos de gobierno de las atenciones que requiere una “clase media” apta para atender las necesidades de la industria; se arbitran medios para la formación de “artesanos hábiles”, para la creación de una marina de cabotaje, para la formación de “prácticos en plantíos y demás faenas del campo”, etc. Además de los aduaneros fueron creados y aumentados otros arbitrios, principalmente y en grado elevado el impuesto al capital llamado Contribución Territorial, medida a la que no fue ajeno la sublevación de algunos estancieros del Sud, que si por alguna “libertad” lucharon fue por la de no pagar impuestos. 

TIERRAS. Si a alguien otorgamos suficientes facultades para administrar nuestros bienes privados y los hipoteca a un préstamo innecesario y ruinoso, y de yapa no recibimos el importe del préstamo, merecerá sin duda, como adjetivo más benévolo, el de “mal administrador”. 

Rivadavia administrador público hipotecó todas las tierras e inmuebles del Estado y además otros valores, a aquel comentado préstamo Baring Brothers, y por cierto no fue una “garantía lírica” como no ha dejado de calificarla alguno de sus panegiristas, pues no caben los lirismos dentro de las hipotecas y esta fue tal en cualquier acepción del término. Rivadavia llegó así. Al “régimen de la inmovilización de la tierra pública” con la necesaria consecuencia de la implantación de la “enfiteusis”, sistema al que correctamente corresponde –ahora sí– el calificativo de feudal. Las medidas legislativas posteriores con sus correspondientes debates, muestran a esa garantía hipotecaria del empréstito, flotar como una pesadilla sobre cualquier tentativa de organizar el régimen inmobiliario del Estado; los constitucionalistas del 53 que pomposamente encomendaron al Congreso, “disponer del uso y de la enajenación de la tierra de propiedad nacional” (Art. 67, inc. 4°), debieron sin duda, recordar bien pronto aquel principio del derecho civil que prohibe al deudor disponer de sus bienes sin permiso del acreedor hipotecario, cuando el cónsul inglés Woodbine Parish, en representación de los acreedores del préstamo Baring Brothers, protestó ante el gobierno de Buenos Aires por algunas ventas de tierra que éste acababa de efectuar, (Cám. de Dip. Nac. Sesión del 21 de octubre de 1869. Diputado Mármol). 

Pero esa caución hipotecaria, a la verdad, no trabó a Rosas en su política económica. Como Jefe de una nación soberana, y no de una factoría, denunció de hecho aquella cláusula interdictoria, mediante la derogación definitiva del régimen enfitéutico (1836), que no dejó al país consecuencia alguna excepto aumentar el latifundismo a raíz del acaparamiento y agio de la tierra pública. El nuevo régimen legal que se instaurara es el de adjudicar en plena propiedad a los hijos de la provincia y a los avecindados en ella naturales de la República” y de preferencia a los de familia humilde” suertes de estancias tomadas de las tierras del Estado sin más condición que la de afincarse en ellas, poblarlas y trabajarlas. No ha faltado quien criticara a Rosas “haber establecido las mercedes de las tierras del Estado a los nativos con excepción de los extranjeros” así como las disposiciones de la ley del año 35 en virtud de las cuales se distribuyeron parte de las tierras recién conquistadas a los salvajes, entre los soldados y jefes expedicionarios. Es su mayor mérito y no concebimos a un argentino pensando lo contrario. En definitiva: “Rosas fue el único que repartió realmente la tierra entre los pobladores de la campaña” (Juan B. Justo, “La Teoría científica de la Historia”, Buenos Aires, 1896, página 36), satisfaciendo a su tiempo un designio acerca del cual hoy estamos en mora. 

COMERCIO INTERNACIONAL. El gobernador Juan Manuel de Rosas sólo legisla para la Provincia de Buenos Aires, pero sus medidas de gobierno como expresión de los principios del partido federal, encuentran eco por lo general adoptados por los otros gobiernos confederados. Como director de las Relaciones Exteriores y en cumplimiento del Art. 4 del Pacto Federal queda a su cargo cuanto atañe al comercio internacional de la República; se celebran tratados de comercio y amistad con todas las naciones del orbe, e incluso Francia e Inglaterra –reconocía nuestra soberanía en 1849– mantienen un activísimo intercambio no superado en muchos años. 

El régimen nacional de los ríos, a la par que asegura la soberanía de la provincia alzada del Paraguay, permite sentar las bases de lo que “hubiera podido” ser nuestra marina mercante. La vigilancia de las aduanas exteriores, además de las razones fiscales y económicas anotadas, constituye un eficaz recurso de unidad nacional, lo cual desespera a Sarmiento en Chile (1845) impulsándole a dirigir apremiantes requisitorias al gobierno de ese país a fin de que adopte las medidas necesarias para impedir a las provincias de Cuyo “caer bajo el poder del gobernador del puerto de Buenos Aires” (Tomo IV, Obras completas, Pág.. 316). 

INDUSTRIAS. Aparte de su acción gubernativa, ha sido Rosas el gran industrial argentino de la primera mitad del siglo pasado y –sin ponderación– el verdadero fundador de nuestra moderna industria pecuaria; su saladero “Las Higueritas”, en Quilmes fue el primer establecimiento dedicado en la provincia al beneficio intensivo de los productos de ganadería y salazón de pescado, y a la exportación efectuada desde los puertos del Tuyú y de la Ensenada, gran parte en los mismos barcos de Rosas, no fue superada en el país hasta que el invento de Tellier en 1879, permitió la aplicación industrial del frío. Hoy los argentinos proveen la materia prima, carne, como los nativos de Ceilán proveen el caucho y los del Congo el marfil, pero la industrialización, el transporte y la colocación en los mercados consumidores corresponde a empresas extranjeras en cuyas manos queda el mayor porcentaje de las ganancias; hemos retrocedido, así, a una organización económica tipo factoría. 

Es por demás conocida la infatigable actuación de Rosas como fundador, organizador y administrador de nuevas poblaciones (recordemos Bahía Blanca, Junín y 25 de Mayo) asegurando para la civilización las tierras ganadas a los salvajes; nada resume mejor su actividad como aquél espectáculo que hacía exclamar 50 años más tarde (1882) a don Calixto Bravo: “sesenta arados funcionando al mismo tiempo, sólo se ha visto en el establecimiento modelo “Los Cerrillos!” El arado tan a menudo mentado como símbolo de progreso tiene aquí una elocuente expresión. 

La publicidad oficial y privada ha sido dirigida desde Caseros, por quienes tenían interés en “sabotear” la obra de Rosas, a cuya obra patriótica han extendido la conspiración del silencio mediante un sencillo subterfugio; arrancar las estadísticas desde el 60 ó a lo sumo desde el 53 a fin de inculcar en los espíritus desprevenidos el convencimiento de que el período anterior ha sido “la noche oscura de la tiranía”, el Apocalipsis de nuestra historia, del cual los proscriptos hicieron surgir al país en siete días o en siete años mediante el “fiat lux” de una constitución yankee. En realidad siguió a Caseros una desorganización política y económica que suspendió largo tiempo la obra de progreso alcanzada durante el gobierno de Rosas. Data de su época el establecimiento de los factores básicos de nuestra riqueza: las primeras exportaciones de cerealesharina en barricas. Jacinto Caprile, trae de Italia en 1844 las primeras bolsas de trigo “Barleta”. B. Newton en su estancia “La Santa María”, de Chascomús (1845) tiende los primeros alambrados destinados a trasformar en breve la fisonomía de nuestros campos; se importan por Juan Miller en 1842 los famosos tarquinos, primeros reproductores vacunos de la raza Durham (ver “Anales de la Sociedad Rural Argentina”, tomo 54); una nueva riqueza, la lana, llega a constituir uno de los principales artículos de exportación gracias al mejoramiento de las antiguas majadas logradas entre otros por los cabañeros, J. M. Rojas y Patrón y D. Gibson, en 1830 con la importación de “merinos”; don Mariano Miró en 1831 con la de “moruecos”; don Domingo Olivera con moruecos en 1836 y “negretes” en 1843 orígenes del “rambouillet argentino”, etc., etc. Correligionarios y adversarios políticos –como lo están demostrando esos apellidos– trabajan por el adelanto de la riqueza del país y de su propia fortuna al amparo del orden e imperio de la ley que significaba el gobierno de Rosas. El mismo, como primer estanciero de la Provincia, tenía instalados en sus galpones situados a la izquierda de los antiguos Portones de Palermo cerca del lugar ocupado actualmente por la Exposición Rural, los mejores ejemplares de reproductores de raza llegados al país. Cabe recordar ahora una “obra” de sus contrarios: a aquel parque adquirido y formado por el peculio particular de Rosas y librado por él al servicio público, la gratitud oficial después de confiscársele le denominó parque “Tres de Febrero” (6)

POBLACION. El pueblo argentino le cupo la singular ventura de poder encarnar su idiosincrasia y sus aspiraciones en una personalidad superior a su medio y dotado de las previas condiciones de hombre de estado que tuvo Rosas; el pueblo se sentía dueño de cuanto, poco o mucho, la Providencia había otorgado al país; existía esa conciencia de ser, que hoy inquirimos azorados temiendo haberla perdido a través de ciento y tantos años de desafección nacional. 

Lo dicho se refiere a la población considerada como elemento constitutivo del estado. En cuanto a su faz social, es conocido su afán en concluir con la situación anómala a la dignidad humana ofrecida por los esclavos y extraña a la civilización mantenida por los indígenas; lo confirma la política abolicionista seguida firmemente a través de resoluciones y tratados internacionales, y la protección acordada a los “indios reducidos”, asignándoles tierras, fundando Colonias Agrícolas e incorporándolas al trabajo de las poblaciones; no en vano ambos elementos le atestiguaron un entrañable apego. Se ha manifestado inexactamente que fue adverso del extranjero y la inmigración; receló, sí, del imperio de lo extranjero sobre lo nacional, tanto en el orden político como en el puramente espiritual y económico y su norma de conducta al respecto no obedecía sólo a un sentimiento nato, sino era producto de conceptos de gobierno explicados con claridad en la época, a los cuales las consecuencias de la influencia ajena durante y después de su gobierno han venido a dar razón. En cuanto al individuo extranjero decidido a convertirse en argentino, a fundirse en la nacionalidad argentina, jamás encontró su hostilidad; miles de inmigrantes desembarcaban en nuestras playas: vascos, italianos a quienes entonces se llamaban sardos, franceses, cuyo número crecido no era indiferente a las maquinaciones de la dominación de Francia, españoles, irlandeses y de otras nacionalidades sanas y adaptables a nuestro medio constituyeron aquí sus hogares y labraron el porvenir de sus hijos argentinos, pero sin duda hay exageración en lo que categóricamente afirma en su “Civilización y Barbarie” Sarmiento en 1845: hoy no hay lechero, sirviente, panadero, gañán, ni cuidador de ganado (¡!) que no sea alemán, inglés, vasco, italiano, español”. 

La opresión del pobre por el rico, la lucha de clases con la consiguiente dictadura del proletariado o del capitalismo (extranjero por añadidura), las huelgas, la desocupación y muy a menudo la miseria, son otros tantos presente brindados por los exóticos principios liberales de nuestra Constitución a un país de por suyo rico. Rosas impidió la producción de esos males al aventar el “individualismo”, como se decía entonces, o “liberalismo”, como lo llamamos hoy, pues impuso como sistema político-económico un auténtico socialismo de estado, que de no mediar su caída, hubiera permitido a él o a sus continuadores en el gobierno, llegar, en forma original, a una verdadera justicia social No serían los escépticos pues no hay exageración, como sucede en todas las grandes reformas sociales también motivó la de Rosas notables comentarios teóricos, condenados luego, al olvido, mientras se bate el parche ponderativo acerca de cualquier suelto escrito por algún plumífero unitario. En 1834, D. Pedro de Angelis en su “Memoria sobre el Estado de la Hacienda Pública”, anticipa a “grosso modo” el futuro programa económico y financiero de Rosas anunciando la franca intervención del estado en la economía privada, tendencia ya advertida durante el primer gobierno (represión de monopolios, precios máximos para artículos de primera necesidad y mínimos para los de exportación, competencia comercial por el estado, medidas suntuarias, etc.). En las postrimerías de su gobierno, D. Mariano Fragueiro, radicado entonces por negocios particulares en Chile, (circunstancia utilizada para poder presentarlo a la posteridad como “proscripto de la tiranía”. Ver “Diccionario Biográfico” de Enrique Udaondo, Bs. As. 1938), formula con anticipación de varios años a Louis Blanc y Fernando Lassalle y con una precisión no igualada por ellos, el concepto del moderno estado socialista, mediante la incorporación de los medios de producción (Bancos, ferrocarriles, vías públicas, comunicaciones marítimas, etc.), y supresión de la libre concurrencia. Esta obra, (“Organización del Crédito”, 1850 –Santiago- Imp. Julio Belin y Cía.), notable por más de un sentido, obtiene comentarios irónicos de Sarmiento, quien en una carta abierta al autor, (Tomo IV “Obras Completas”, pag. 343) califica a aquellas ideas como “extravíos de la inteligencia”. El tema es sugerente pero su extensión me llevaría a apartarme del carácter esquemático que deseo dar a estas líneas (7); transcribiré en cambio, y excepcionalmente, lo expresado por Fragueiro (página 20), a continuación de haber expuesto en términos generales los “inconvenientes del individualismo”, no confundido, como hoy, con “democracia”: 

“Tales son las razones fundamentales que me han decidido a escribir sobre el crédito público. Una larga experiencia en el comercio i en el Banco de Buenos Aires en donde fui uno de sus directores por varios años; i una seria observación sobre los abusos del crédito particular en la industria de Copiapó me han demostrado que TODO EL MAL VIENE DE LA INDIVIDUALIDAD; i he encontrado una confirmación de esta verdad en mi última residencia en Buenos Aires desde 1846 a 1849. ALLI ENCONTRE REMOVIDO LOS DOS GRANDES INCONVENIENTES PARA LA REALIZACION DE LA DEMOCRACIA I SOCIALISMO –la individualidad– i toda influencia de toda autoridad en la autoridad nacional. Allí existe una autoridad perfecta con toda la originalidad e independencia de la nación. La Confederación Argentina está preparada para ser la primera en la reforma social

Rosas fue duro con los poderosos y codiciosos, respecto de quienes sentía una personal animadversión; se hallaba a gusto en cambio y obtenían sus simpatías los humildes y llanos; posiblemente nunca ha sido tan feliz el pueblo entonces y tan apreciado y tenido en cuenta por gobierno alguno. No se invocaban “derechos” y “libertades” abstractas que el pueblo no entiende, ni le interesan y que cualesquiera sean los gobernantes nunca tienen presente, pero imperaba la igualdad, ese sentimiento consustancial del espíritu argentino, traducido en la dignidad y exigencias del mutuo respeto sin consideración a la fortuna o posición social. Ese fue el sentimiento que elevó y mantuvo Rosas en el poder; abordan estas ideas -con un brillo y galanura de que yo no dispongo-, dos miembros del Instituto: R. Font Ezcurra en una próxima publicación nos demostrará como Partido Federal” y “Partido Unitario”, sólo son nominaciones que encerraban respectivamente el sentimiento republicano, vale decir igualitario, y el sentimiento monárquico, vale decir de privilegio; por un lado los genuinos caudillos argentinos con sus figuras conspicuas, Dorrego, T. de Anchorena, Manuel Moreno y Rosas, y por el otro los aspirantes a chambelanes de un trono extranjero, como Rivadavia, J. S. de Agüero, V. Gómez, los Varela, etc. En cuanto al sentimiento argentino mismo, personificado en Martín Fierro, Roberto de Laferrere en una reciente exposición ha explicado su sentimiento político de protesta contra los malos gobiernos apañadoress del extranjero en el despojo del país. El poema es leído con placer, por lo cual no resisto a transcribir algunas estrofas de las cuales surge el contraste entre la vida feliz del paisano en tiempo de Rosas, con la del paria perseguido que sufre bajo el régimen de los “derechos constitucionales”.

¡Jué pucha! Que trae liciones / el tiempo con sus mudanzas.

Martín Fierro invoca tiempos mejores

Yo he conocido esta tierra / en que el paisano vivía / y su ranchito tenía / y sus hijos y muger. . . / era una delicia el ver / cómo pasaban sus días.

Ricuerdo ¡qué maravilla! / cómo andaba la gauchada / siempre alegre y bien montada / y dispuesta pa el trabajo. . ./ pero al presente. . .barajo! / no se le ve de aporreada.

Venía la carne con cuero / la sabrosa carbonada / mazamorra bien pisada / los pasteles y el buen vino. . . / pero ha querido el destino /  que todo aquello acabara.

Estaba el gaucho en su pago / con toda seguridá: / pero aura. . .¡barbarida! / la cosa anda tan fruncida / que gasta el pobre la vida / en juir de la autoridá.

Martín Fierro protesta de su situación en 1872 

No tiene hijos, ni muger /  ni amigo ni protetores / pues todos son sus señores / sin que ninguno lo ampare. / Tiene la suerte del güey / y dónde irá el güey que no are.

El anda siempre juyendo / siempre pobre y perseguido / no tiene cueva ni nido / como si juera maldito / porque el ser gaucho. . .barajo / el ser gaucho es un delito.

Todos se güelven proyectos / de colonias y carriles / y tirar la plata a miles / en los gringos enganchados / mientras el pobre soldao / le pelan la chaucha ¡ah, viles!.

Hace mucho que sufrimos / la suerte reculativa / trabaja el gaucho y no arriba / porque a lo mejor del caso, / lo levantan de un sogazo / sin dejarle ni saliva.

Tiene el gaucho que aguantar / hasta que lo trague el oyo / o hasta que venga algún criollo / en esta tierra a mandar.

Contribuir a la realización de la esperanza alentada en aquellos dos últimos versos, constituye el propósito perseguido al presentar la verdad del pasado con un discernimiento impuesto por la observación de los problemas actuales del país, por cuanto es evidente que para lograr en esta tierra un gobierno argentino –positivamente “gobierno”, auténticamente “argentino”– en lugar de continuar dirigidos por figuras y organizaciones fideicomisarias de intereses extranjeros, es condición previa la revaluación de los conceptos históricos de nuestra población, de manera que respondan a favor de sus intereses y no en su contra, como viene sucediendo. Cuando enterada entonces, la opinión, de los hechos históricos metódicamente silenciados, esté en facultad de justipreciar la ganancia obtenida para el país por uno y otro de sus gobiernos, habrá, sin duda, adquirido el criterio necesario para resolver los problemas contemporáneos en un sentido nacional. Es fácil de explicar, pues, como –a excepción de algunos casos de evidente inocencia derivados de prejuicios educativos o familiares– el empecinamiento en desconocer o callar la magnificencia de Rosas no obedece a otra causa, que a la de haber respondido su política a la de un verdadero nacionalismo en el gobierno, cuya restauración necesariamente traería aparejado el sacrificio de muchos intereses personales y particulares.


(1) Como ejemplo de las “finanzas de guerra”, doy un pequeño balance con cifras tomadas del mensaje del 31 de diciembre de 1845, momento álgido de la guerra contra el extranjero. Como se observará, las entradas normales de Aduana ($ 12.055.000 en 1830) han mermado extraordinariamente. A fin de hacer frente a la financiación de la guerra el gobierno solicita autorización a la Legislatura para emitir 2.000.000 de pesos mensuales mientras dure el bloqueo; el saldo pasaría a 1847. Los gastos han sido reducidos a la mínima expresión, a fin de asegurar la defensa. Expresa el Mensaje: “Si votáis menor suma que la de pesos 2.000.000 en cada mes, se expediría con ella el Gobierno según le fuese posible. Y si no pudiereis arbitrar ninguna, sabéis Honorables Representantes, que es del estricto deber del Gobierno sostener sin mengua el honor e independencia nacional. El Gobierno lo llenará en todos casos cualesquiera que fueren, con entera confianza en el ardiente subordinado y heroico patriotismo de los empleados, de los ejércitos y de todos los ciudadanos”.

Y termina el Mensaje con estas palabras que parecen un apóstrofe al presente:

“Se ha salvado el honor y el porvenir nacional. Os toca preservar y transmitir esta gloria sin mancha”.

(2) El origen mal aplicado, de esa mentecata calificación puede encontrarse quizá, en “La evolución de las Ideas Argentinas”, tomo III (La restauración) por José Ingenieros. Edic. 1936 revisada y anotada por Aníbal Ponce. Se refiere al concepto “feudal” desde el punto de vista de la mentalidad religiosa de nuestros caudillos federales, pág. 63: “En las regiones rurales de Europa tenía más hondo arraigo la mentalidad feudal, cuyas características eran precisas: el espíritu localista antinacional, la superstición religiosa y un odio a la cultura de las ciudades. De estos tres sentimientos usaba la Iglesia en todas partes para asegurar su preminencia sobre el Estado”.

(3) He citado las finanzas de Rivadavia y su dramático desenlace, al solo título de ejemplo de cuanto constituyen sus "geniales reformas". El tema demanda un espacio tal que, muy a pesar mío, debo dejar su desarrollo para mejopr ocasión.

(4) Así se explica el hecho de haber logrado mantener el valor de la moneda pese a las espinosas circunstancias por que pasó el país. Vale la pena transcribir el ilustrativo juicio dado por Emilio Hansen en su obra "La Moneda Argentina", Buenos Aires, 1916, pág. 346.

"El peso moneda corriente valía 16 y 1/3 de peso plata en enero de 1880 y había bajado solamente 5 centavos 4/10 en diciembre de 1851. Las emisiones hechas por Rosas equivalían a 109.980.854 pesos que al tipo expuesto de 315 1/4 pesos por onza de oro de 17 pesos plata por onza equivalía a 5.930.085 pesos de éstos.

"La verdad que los apologistas de Rosas pueden exhibir con satisfacción este testimonio de una administración que, cualesquiera que fueran sus crímenes políticos, en la administración de la fortuna pública se mostró honrada y frugal. Las emisiones hechas en virtud de la ley de 1846 a consecuencia del bloqueo anglo-francés tenían una perfecta justificación financiera, desde que había que acudir a las necesidades de un presupuesto de más de 60 millones anuales y la acción del enemigo hubo cortado la corriente casi única de la renta pública".

(5) Creo justo consignar aquí los nombres de los funcionarios que, entre otros muchos acompañaron a Rosas en el ramo de hacienda:

MINISTROS: José María Roxas y Patrón, Manuel J. García y Manuel Insiarte.

DIRECTORES DEL BANCO Y CASA DE MONEDA: Bernabé Escalada, Miguel Antonio Gutiérrez, Narciso Martínez, Juan Alsina, Miguel de Riglos, Daniel Gowland, Juan de Victorica, Joaquin de Rezabal, Laureano Rufino, Manuel Blanco González.

CREDITO PUBLICO: Juan Bautista Peña, Juan J. Alsina. Bonifacio Huergo, Simón Mier, Andrés Ibañez de Luca.

CONTADURIA, RECEPTORIA Y TESORERIA GENERAL: Juan Antonio de Albarracin, Pedro S. Pereyra, Felipe Ezcurra, Juan Gregorio Urquiza, Victoriano Fuentes.

COMISIONES DE HACIENDA: AgustÍn Garrigós, Felipe Senillosa, Manuel Arrotea, Pedro Lezica, José de Oromí, Eduardo Lahitte, Lorenzo Torres, Miguel Riglos y Juan Manuel de Luca.

(6) El ingeniero Prudencio de la C. Mendoza, en su “Historia de la Ganadería Argentina”, publicación oficial del Ministerio de Agricultura de la Nación, 1928, primer premio en el 2° Congreso de Historia Nacional, anticipa en el prólogo (pág. 6), el fruto de las investigaciones que le fueran encomendadas: “La figura de D. Juan Manuel de Rosas surge en estas páginas como la encarnación del hacendado porteño… Rosas reunía en su persona todas las cualidades; era un hombre de bien, un labrador honrado, como él mismo se reconocía y centauro entre los centauros. Fue el protector de los estancieros del Sud y durante mucho tiempo su acción se señaló como un dique infranqueable para la barbarie contra la civilización argentina…”.

(7) He aquí, sin embargo, algunos párrafos del precursor Fragueiro

“Las revoluciones políticas, la guerra, el papel moneda y otras convulsiones que deberían arruinar la riqueza, la aumentan muchas veces, según opiniones bien fundadas. Así se ha visto después de la Revolución del 89 en Francia y de sus asignados, y en el Brasil después de la creación del papel moneda y en Buenos Aires después de la guerra civil y de la intervención” (pág. 75). . .

“Las vías públicas, ferrocarriles, comunicaciones, bancos y otras empresas, están al amparo de los soberanos, y deben su realización al crédito público (pág. 105).

“La libertad absoluta, en todo orden, es libertad para los poderosos que son pocos individuos y es la opresión para los débiles que forman las masas; es protección al capital, favor al rango aristocrático y restricción para las capacidades demócratas. Sólo la organización del trabajo que consulta los intereses sociales, que asegura el uso de la propiedad, sin más límite que el debido a las relaciones de la sociedad, asegura también la libertad” (pág. 220).

Hasta el año 1851, fecha de la publicación, ningún escritor europeo o americano había presentado tan nítidamente al estado socialista integral, en contraposición al liberalismo imperante. Es posible que Fregueiro haya conocido el “Manifiesto Comunista” de Marx y Engels, publicado en 1848, pero su concepción acerca del sentido nacional del estado, su crítica contra todo intento de imitar organizaciones de gobierno o constituciones extranjeras (pág. 228), su adhesión a los principios religiosos del pueblo, sus ideas –muy de Santo Tomás– contra el préstamo de interés y sus proyectos de reglamentación de la libertad de imprenta y derechos intelectuales, hacen de él un doctrinario tan original como actualmente desconocido y robustecen su afirmación del prólogo, de que en Buenos Aires de 1846 a 1849, pudo encontrar, gracias a la obra de gobierno de Don Juan Manuel de Rosas, las condiciones propicias para llegar a la implantación de las ideas expuestas en su libro.

* * * * * * * * * * 


Juan Pablo Oliver

JUAN PABLO OLIVER, nació en 1906 y falleció en Buenos Aires en 1985. Fue abogado e historiador. Se desempeñó como profesor de Historia Económica Argentina, en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. En los años 1943/1944 integró la Comisión que investigó casos de corrupción en la empresa CHADE, proveedora de electricidad en la Ciudad de Buenos Aires, ocurridos entre los años 1933 y 1936. Integró el Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. Fue autor de varios libros y fueron publicados en la Revista y Boletín de ese Instituto algunos de sus artículos.

sábado, 28 de noviembre de 2020

Gramática y diccionario de la lengua pampa

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

Encontramos este artículo de Oscar R. Suárez Caviglia publicado en el Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas N° 3 de enero/marzo de 1945.

Acerca de la “Gramática” y

“Diccionario de la Lengua Pampa”

de Juan Manuel de Rosas

por Oscar R. Suárez Caviglia

Casi todos los autores que se han ocupado “in extenso” de la vida de Rosas, están contestes en informar que éste dejó escritos, además de sus difundidas “Instrucciones para los mayordomos o encargados de estancias” y otros trabajos inconclusos o perdidos, una “Gramática” y “Diccionario de la lengua Pampa”.

 En su “Vida de Don Juan Manuel de Rosas”, el doctor Manuel Gálvez también lo recuerda, así como el hecho de que en el codicilo a su testamento dispusiera de esas obras.

Efectivamente: en el codicilo aditado por Rosas a su testamente, que firmara en “Burgess Farm” casi un año antes de su muerte, el 22 de Abril de 1876, por la cláusula 24° dispone: “El Diccionario y Gramática Pampa manuscritos, los dejo a Manuelita, por su muerte a Máximo, su esposo, y por muerte de éste, a sus hijos, por escala de mayor edad”.

Pero sólo Adolfo Saldías, que fue poseedor de esas obras en virtud de las circunstancias de todos conocidas, abunda en detalles al respecto y, en la Introducción a sus “Papeles de Rozas” (Sesé y Larrañaga.- La Plata, 1904), dice: “Los únicos trabajos originales que concluyó y que obran en mi archivo son: Gramática de la lengua Pampa, y Diccionario de la lengua Pampa, obras de erudición y paciencias únicas en nuestro país, y tanto más interesante cuanto que se refiere a una raza que la civilización ha extinguido, pues, además de haberlos diezmado, es lo cierto que “los indios, por las circunstancias que rodean su vida, no se multiplican como los cristianos”, según la expresión de Sarmiento. Tuve ocasión en Francia de enseñar la Gramática y el Diccionario al sabio Mr. Ernesto Renán, quien los retuvo en su poder algunos días, al cabo de los cuales me manifestó una opinión en extremo favorable para dichos trabajos. Llegó a prometerme una introducción para publicarlos; pero desgraciadamente falleció en esos meses dejando en las letras y en las ciencias francesas un vacío profundo”.

Movidos por explicable interés, hemos indagado infructuosamente durante largo tiempo respecto al paradero de las mencionadas obras, encontrándolas merced a la referencia que el señor Teodoro Becú hace de ellas en su notable y patriótico trabajo “La colección de documentos de Pedro de Angelis” (Nota 5, pág. 69), donde expresan: “Archivo General de la Nación, Buenos Aires, Papeles del doctor Juan Angel Farini, legajo: Varios. C. E. Allí se encuentran, también, el Diccionario pampa español y español-pampa y una gramática de esta lengua, original de Don Juan Manuel de Rosas, etc.” 

No se encuentran en el legajo “Varios C. E.” –el error carece de importancia–, pero sí en el leg. 36 de la mencionada colección, donde hemos podido examinarlas, no sin emoción.

De la “Gramática” encontramos una copia manuscrita, en francés, de 17 páginas, faltando la primera. Creemos se trate de una traducción efectuada por Saldías para facilitársela a Renán en las circunstancias por él referidas en la nota que hemos trascripto precedentemente.

En cuanto al “Diccionario Pampa-Español y Español-Pampa” se trata de un códice de 402 págs. Con escritura de clarísima legibilidad y anotaciones y correcciones de puño y letra del mismo Rosas, dividido en cinco partes, siendo la primera “Un breve diccionario de las voces más usuales”.

La compulsa con trabajos similares, dentro de nuestras posibilidades de estimación, hace plena fe del juicio que a Saldías le merecieran, pues los diccionarios que comprenden parcialmente a la lengua pampa son araucanos –del cual la lengua pampa deriva, entre otras– e incluyen sinnúmero de voces tehuelches, boroganas y ranquelinas.

La obra de Rosas se refiere exclusivamente, dentro de lo que ello es posible, por razones obvias, a la lengua pampa, respecto a la cual sólo hemos encontrado el “Manual o vocabulario de la lengua pampa”, que publicara el Tte. Coronel Federico Barbará en el año 1879, trabajo de alcance limitado y cuyo vocabulario sólo insume cien páginas en formato menor, siendo el diccionario de Rosas, como dejamos expresado, un códice de 402 págs. , de las cuales ofrecemos, a título ilustrativo, la reproducción de CUATRO en facsímile reducido; autenticadas por el “Archivo General de la Nación”.

Sin abrir juicio con criterio filológico –que no compete a nuestra consagración– creemos se trata de una obra de positivo valor científico desde el punto de vista  histórico y lingüístico, e invitamos públicamente al “Instituto de Filología” de la “Facultad de Filosofía y Letras” de Buenos Aires, que dirige el doctor Amado Alonso, a prestarle la científica y argentina dedicación que se merece.

Finalmente, queremos destacar otro valor de particular significación histórica que encierran estas obras inéditas de Rosas, evidenciando en ellas por lo que el dominio pleno de la lengua pampa supuso para su autor, como gobernante, por razones psicológicas y humanas de fácil comprensión; es decir, factor principalísimo de éxito en su constante relación con los Señores del Desierto, que se tradujo, para el país, de veinte años de paz en las fronteras.


Bibliografía Consultada

Augusta, Fray Félix José de (Capuchino). – “Gramática Araucana”. Valdivia, año 1903.

Febres, Andrés S. J. – “Arte de la Lengua General del Reyno de Chile”. Lima, 1765.

Mitre, B. – “Catálogo razonado de la Sección de Lenguas Americanas”. 3 tomos, 1909.

Groeber, Pablo. – Toponimia Americana”. Bs. Aires, 1926.

Havestadt, Bernardo S. J. – “Chilidugu sive Tractatus de Lingua Seu Ydiomate Yndo Chilensi”. Westfalia, año 1777. (Resume el “Arte Vocabulario y confesionario de la lengua de Chyle”, del Padre Luis de Valdivia, y glosa las “Indículas Universalis” del P. Pomey, Misionero Jesuita de la Araucania.

Barbará, F. – “Manual o vocabulario de la lengua pampa”. 1879.

Tello. – “Toponimia Pampeana”.

Cevallos, Estanislao S. – “Viaje al País de los Araucanos”.

Mansilla, Lucio V. – “Una excursión a los Indios Ranqueles”. 1928.

Cevallos, Estanislao S. – Callvucurá y la Dinastía de los Piedra”.

Cevallos, Estanislao S. – “Painé y la Dinastía de los Zorros”, Relmu, Reina de los Pinares, 1928.

Perón, Juan Mayor. – “Toponimia Patagónica de Etnología Araucana”. (Almanaque del Minist. de Agr. de la Nación. Años 1935 y 1936).