sábado, 21 de enero de 2023

Roca - Miguel Ángel De Marco

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

154

En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

El 15 de octubre de 1024, se públicó en el diario La Nación, el siguiente artículo sobre Roca como constructor del estado argentino. 

 ROCA, el constructor del Estado Moderno en la Argentina

por Miguel Ángel de Marco


Julio A. Roca
Hace casi 100 años, el 19 de octubre de 1914, moría en Buenos Aires Julio Argentino Roca. El "gobernante de cuño alberdiano" -como lo definió Carlos Ibarguren-, el constructor del Estado moderno en la Argentina, contaba 71 años, pues había nacido en San Miguel de Tucumán el 17 de julio de 1843.

La base de su educación había estado en el Colegio del Uruguay, fundado por Justo José de Urquiza, donde aquel adolescente, hijo del guerrero de la independencia José Segundo Roca y de Agustina Paz, había adquirido los rudimentos de la profesión militar y la pasión por la lectura. Acrecentó su devoción por los libros en medio de los combates del Paraguay. Ni sus nuevas obligaciones como jefe del batallón Salta, ni sus comandos posteriores, entre los que se destaca el de la Frontera Oeste, ni en su rápida y triunfal campaña contra el general Arredondo, que culminó en la acción de Santa Rosa, donde recibió a los 31 años los despachos de general sobre el campo de batalla, le hicieron perder ese hábito. Tampoco las responsabilidades del Ministerio de Guerra, tras la muerte de Adolfo Alsina.

Alsina había llevado una decidida acción para concluir con los malones indios y garantizar el desarrollo económico de la provincia de Buenos Aires. Lo sorprendió la muerte y su joven sucesor quiso hacer más: afirmar la soberanía argentina en la Patagonia con el fin de poblarla y desalentar los propósitos de dominio por parte de Chile. Emprendió una rápida campaña militar que sometió a las tribus que la ocupaban y permitió enarbolar por primera vez la bandera celeste y blanca en las márgenes del río Negro, el 25 de mayo de 1879. Fue el primer paso con el objeto de ocupar aquellas por entonces remotas regiones.

Acallados los fragores del alzamiento militar de la provincia de Buenos Aires, Roca asumió la Presidencia de la República el 12 de octubre de 1880, luego de preparar con sagacidad y vínculos establecidos en casi todo el país el terreno para obtener los votos. El lema "paz y administración", expresado en su primer discurso ante el Congreso, exteriorizó la voluntad de construir en un clima de orden y concordia. Pese al ostensible desarrollo material alcanzado por el país durante esos seis años, varios de sus actos de gobierno provocaron divergencias profundas y generaron enfrentamientos tan traumáticos como el que mantuvo con la Iglesia, hasta provocar una ruptura de relaciones que duró 16 años. No faltaron los problemas sociales ni los conflictos internacionales, aunque su tenacidad permitió firmar el tratado de límites argentino-chileno de 1881. En su último mensaje ante el Congreso le expresó al nuevo primer mandatario, Miguel Juárez Celman: "Os entrego el poder con la República más rica, más fuerte, más vasta y con más crédito y amor a la estabilidad, con más serenos y halagüeños horizontes que cuando la recibí yo". Era cierto.

Pasó a una especie de ostracismo del que lo sacó el marasmo político y económico que provocó la revolución del 26 de julio de 1890, luego de la cual asumió la primera magistratura el vicepresidente Carlos Pellegrini. Juntos, a veces muy próximos, otras más o menos distanciados, fueron los árbitros de la política argentina. Nada pudieron las revoluciones radicales, ni la prédica de la prensa antagónica, ni los acuerdos entre los hombres de la oposición. El Partido Autonomista Nacional estaba en todas partes, y fue esa imbatible estructura la que lo colocó por segunda vez en el poder en 1898, luego de haber sido senador por Tucumán.

En 1901, con motivo de su intento de unificación de la deuda externa de la Nación, distribuida en más de treinta empréstitos, puso en evidencia una vez más su realismo político y flexibilidad. Si bien había avanzado en esa idea a través de gestiones que encomendó realizar en Europa a Carlos Pellegrini, al hallar una cerrada oposición en el Parlamento, la prensa y la opinión pública, tuvo la sensatez de dar marcha atrás con el proyecto. Eso le ganó la enemistad implacable de su antiguo amigo y partidario, quien se sintió traicionado.

Tres años más tarde, hizo el balance de su gestión al finalizar su mandato. Más allá de los conflictos políticos, sociales y aun económicos, abrigaba fundadas esperanzas en un promisorio porvenir. Roca había cerrado a través de un abrazo con el presidente de Chile, Federico Errázuriz, y mediante una coherente acción diplomática, la posibilidad de una triste guerra entre dos naciones hermanas; había acentuado las buenas relaciones con Perú y resuelto los problemas pendientes con Brasil. También había enunciado, en la voz de su canciller Luis María Drago, el principio del cobro no compulsivo de la deuda pública, a raíz de la belicosa actitud de tres naciones europeas que se basaban en la demora de Venezuela para pagarlas. Por otro lado, el presidente había abierto, en forma visionaria, las relaciones diplomáticas con la nueva potencia de Oriente, Japón, y velado por la creciente profesionalización del servicio exterior de la República.

En aquella segunda presidencia que concluía (1898-1904), había promovido la explotación de vastas regiones desiertas de los territorios nacionales, los estudios de tierras y aguas para explotarlas y colonizarlas, la investigación de cultivos adaptables a cada zona, el examen zootécnico de los ganados, la realización de perforaciones en Comodoro Rivadavia, que dieron por resultado el descubrimiento de petróleo; el desarrollo de la industria pesquera mediante la importación de especies de Estados Unidos; la instalación de observatorios meteorológicos, entre ellos el más austral del mundo en las Orcadas del Sur, con lo que se tomó posesión de la Antártida Argentina. Su clara concepción sobre la necesidad de favorecer la educación se tradujo en la construcción de edificios equipados con todos los adelantos de su tiempo. Cuando entregó el bastón presidencial a Manuel Quintana, estaban trazadas las bases de la nación próspera y pujante del Centenario, además de marcar el rumbo del país durante varias décadas.

Sin embargo, al dejar el mando, Roca no contaba ya con su partido. Su influencia se había desgranado, y el golpe final lo había dado la ruptura con Pellegrini. Se marchó a Europa y al volver, en 1907, tuvo la convicción de que su momento había pasado. En 1910 volvió a marcharse al Viejo Mundo. Cuando regresó, vio transcurrir etapas prolongadas en su establecimiento de La Larga. Fuerte y voluntarioso, se entregó a las tareas rurales y dedicó largo tiempo a la lectura, hasta su repentina muerte. Fue sepultado en medio de grandes honras el 20 de octubre de 1914, muy justas para quien había sido uno de los organizadores de la Nación.

Guerra de Malvinas

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

153

En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

El 7 de marzo de 1984, se públicó en el diario Tiempo argentino, el siguiente artículo sobre la Guerra de Malvinas. 

 El 2 de abril esta cerca: 

¿qué haremos? 

por Jorge Lozano

HMS Coventry
Hundumiento del Coventry

Mientras los asesores del señor Ronald Reagan sostienen que la Argentina es un pais ‘‘incorregible’', con lo que parecerían demostrar que 
Washington desconfía de las “ventajas democráticas” que le podía ofrecer el gobierno del doctor Alfonsín, los británicos sólo quieren “acercarse” a Buenos Aires para conseguir algunas ventajas económicas y financieras, y de paso, demostrar al mundo que nosotros “aceptamos la realidad" de las Malvinas. Es decir, quieren “desmalvinizarnos”, quieren revalidar una efímera victoria militar con una decisiva victoria política, justamente cuando a casi dos años de aquella miserable victoria, conseguida con la ayuda de los Estados Unidos, van perdiendo la posibilidad de doblegarnos políticamente. Los británicos no son tontos. Saben que las victorias verdaderas son las políticas. Las balas que carecen de verdades son de manteca.
Se nos viene encima el 2 de abril, el segundo aniversario de aquel intento para recuperar las Malvinas y las Georgias. ¿Qué vamos a hacer? ¿Vamos a seguir discutiendo entre nosotros para que nuestros enemigos (si, nuestros enemigos) continúen obteniendo ventajas de nuestras discusiones? ¿Vamos a entregarle a Margaret Thatcher a Galtieri y Anaya “enjaulados'” para que los exhiba al público en Trafalgar Square?
Pensemos bien lo que vamos a hacer. No nos “'regalemos” creyendo que aquí están los “verdaderos culpables” del episodio, cuando lo único que se ha demostrado es que Gran Bretaña con la ayuda de los Estados Unidos y de la misma OTAN, consiguió por “las malas'' lo que difícilmente hubiera conseguido por la negociación diplomática. Y para pensar bien lo que vamos a hacer, es necesario recordar algo de la oscura historia reciente de las Malvinas, Como, por ejemplo, que el proyecto de transformar a las Malvinas en “base estratégica” occidental asomó en 1969, y que desde entonces el gobierno estadounidense “desalentó” todas las negociaciones anglo-argentinas para la eventual transferencia de la posesión del archipiélago.
Se ha dicho que Washington tentó algunas veces conformar las demandas argentinas mediante la “coparticipación” de la soberanía en las Malvinas ya fuese con el consentimiento de Buenos Aires, de aceptar la administración militar anglo - estadounidense o ya integrando la Argentina un “pacto defensivo” del Atlántico Sur, hipótesis que entre 1968 y 1971 patrocinó Sudáfrica con indiscutible aval de los Estados Unidos y Gran Bretaña. Hay suficientes indicios para afirmar que este curso de acción del Pentágono fue “recreado” por el exsecretario de Marina de los Estados Unidos, señor Hidalgo, quien habría propuesto a las autoridades navales argentinas “un principio de solución” del caso Malvinas si Buenos Aires se avenía a reanudar los operativos Unitas y a resolver favorablemente el proyecto de defensa conjunta del Atlántico Sur.
Siguiendo el hilo de la cuestión y cuando sólo falta establecer qué conversó el general Galtieri en los Estados Unidos con el general Vernon Walters y otros asesores de Reagan acerca de la “soberanía’’ de las Malvinas, se llega a la “provocación” británica en las Georgias y a la “trampa” alentada por Washington. Esto es, el mismo día que zarpó la flota argentina para la “ocupación simbólica” de los archipiélagos, los satélites estadounidenses dieron cuenta a los aliados británicos de todos los movimientos de la operación.
En su visita a Buenos Aires en mayo de 1982, el general Walters desmintió ante el almirante Anaya y el general Galtieri que los Estados Unidos hubieran proporcionado a los mandos británicos “informaciones” de los satélites norteamericanos. Walters negó que su país tuviera satélites sobre “el área”. Y tenía tres, pero eso no fue lo peor. Un día antes de la entrevista de Walters con Anaya y Galtieri, el 10 de mayo, los Estados Unidos habían lanzado otros dos satélites para “vigilar” el extremo austral. El KH-11, por ejemplo, revelaba datos con una precisión de un pie cada cien millas. Walters mentía, pero mentía “piadosamente”; defendía a la civilización occidental, como lo dijo aquí un fanático de los norteamericanos,
Y así fue como, ya desplegada la flota argentina en tres grupos de combates, los Sea Harrier que operaban desde los portaviones “'Hermes'” e “Invincible”, alcanzaban los contornos de maniobras de los buques argentinos, lo que no hubieran podido hacer si no hubiesen tenido la información precisa facilitada por los satélites. El submarino nuclear “Conqueror”, que hundió el crucero “General Belgrano”, cuando éste se replegaba por orden superior, había obtenido la posición de su objetivo por datos del satélite. O sea, cuando los norteamericanos afirmaban que ellos no “vigilaban por satélite” tentaban la posibilidad de que la flota argentina entablara combate a la británica. Querían dejarnos sin un solo buque por diez o quince años, vaya uno a saber para qué.
Pero no fue ésa la única ayuda dispuesta por el Pentágono para facilitar la victoria militar británica. Sin el trampolín de la isla Ascensión y como es reconocido por el almirantazgo británico, la fuerza de tareas colonialista hubiera tenido severas dificultades para llegar con “fuerza” a las Malvinas. Allí, en esa base aeronaval estadounidense, la Royal Navy cargó combustibles, municiones, pertrechos y víveres. Y por si esto fuese poco, el Pentágono armó a los jets británicos con misiles aire-aire de “vuelta encontrada”, lo que impidió a los Mirage y Dagger de la Fuerza Aérea entrar en combate con los Harrier. Se sabe, además, que por lo menos un escuadrón de Harrier de la Infantería de Marina estadounidense fue puesto al servicio de la fuerza de tareas británica, y que por el portahelicópteros “Guam”, de la US Navy, llevó hasta la zona de operaciones de Malvinas los helicópteros Cobra, que entraron en acción en los combates finales.
El “Financial Times” dijo hace poco que el “Guam” había sido prometido a la Royal Navy para el caso de que los aviones argentinos hundieran al “Her- mes” o al Invincible”, pero hay prue- bas de que el portahelicópteros nortea- mericano estuvo en el área de lucha. Cuando centenares de argentinos eran transportados en buques británicos des-, de las Malvinas, varios oficiales navales vieron desde la cubierta del buque inglés la silueta de “un portaviones que no era la del “hermes” o la del “Invincible”. Era la oscura silueta del “Guam”.
La guerra perdida nos duele. Pero si pensamos que con sólo cinco Exocet aire-mar la Royal Navy perdió dos fragatas de tipo 42 (la “Sheffield” y la “'Coventry”) y el portacontenedor “Atlantic Conveyor”, y que la Fuerza Aérea con bombas inadecuadas destruyó en apenas un mes lo que la flota inglesa jamás había perdido en batallas de años, hoy debemos pensar que aquí hay gente que supo pelear. Y que murió por su patria. Investiguemos la guerra del Atlántico Sur con la lenta política pero no nos suicidemos políticamente para que la señora Thatcher consiga la victoria política que se le escapó hace dos años. Juana de Arco derrotó a los ingleses y después los franceses quemaron en la hoguera a su heroína. Nosotros no tuvimos una Juana de Arco, pero no nos incendiemos con los fuegos colonialistas de una señora que no tiene destino.

Guerra de Malvinas - Testimonios

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En el suplemento especial del periódico Comunicados de la ciudad de General San Martín, cuya fecha exacta de publicación no podemos determinar, pero lo fue en marzo o abril de 1984.  

Testimonios - Juicios

— “El valor de las tripulaciones argentinas asombró, pero más llamó la atención de los expertos cómo sistemas de armas que no estaban muy actualizados fueron capaces de violar la avanzada defensa de navíos que se tenían por prácticamente invulnerables. La construcción naval será sometida inexorablemente a un riguroso examen que no soslayará a ninguno de los sectores. . .”. MILTON THOMAS (Analista estadounidense especializado en estrategia aérea).

— “Las pérdidas sufridas por los ingleses representan la derrota más grande de la flota británica en los últimos 50 años. Los daños que le causó la aviación argentina son increíbles. Si hubiesen explotado todas las bombas arrojadas sobre los barcos, la derrota de la flota británica hubiera sido la más grande de su historia. . .” PIERRE CLOSTERMANN (As francés de aviación de la Segunda Guerra Mundial).

— “Siento arrepentimiento por haber dicho que la reconquista de las Georgias fue el aperitivo”, lo que pasó es que desconocía el potencial de la Fuerza Aérea Argentina. Mejor dicho, jamás pensé que sus pilotos hicieran lo que hicieron. No fue un error mío. Cualquiera en mi lugar hubiera actuado como yo. ¿Acaso alguien podría imaginar que nuestra flota iba a aparecer tan desprotegida?” JOHN FOSTER WOODWARD (Almirante en jefe de la Task Force del Reino Unido).

— “Quizás con sólo un poco más de fortuna en los momentos críticos, la Fuerza Aérea Argentina podría haber obligado a Gran Bretaña a abortar la expedición”. CORONEL JONATHAN ALFORD (Vicedirector del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres).

— “No estoy seguro de que los sucesivos golpes que está sufriendo nuestra marina, sigan llegando con todo su realismo al público de Inglaterra; de lo contrario no dudo de que se habrían producido ruidosa protestas. Nos han hundido cuatro de nuestros buques, cuatro han quedado completamente fuera de combate y alrededor de siete han sufrido serios daños. . . además de unas cien personas muertas. “A nuestras propias Fragatas se les ordenó tomar una posición igualmente suicida en el Estrecho de San Carlos y allí se quedaron hasta que les volvieron a ordenar que salieran, después que el ochenta por ciento estaban hundidas o gravemente dañadas. . .” DAVID TINKER (Teniente de navío inglés, muerto a bordo del crucero “Glamorgan” en la noche del 11 al 12 de junio de 1982).

— “Por distintos motivos, según los informes secretísimos del Pentágono, entre el 60 y el 80 por ciento de las bombas usadas por los argentinos no estallaban. No menos de seis barcos británicos tenían bombas sin estallar en sus cascos. . . Una bomba argentina, por lo menos, atravesó una nave británica sin advertir el impacto lo suficiente como para estallar. Si hubiesen explotado más bombas, los británicos se habrían visto obligados a enviar de regreso al resto de su flota, dicen los informes del Pentágono”. JACK ANDERSON (Caracterizado columnista norteamericano, colaborador del Washington Post).

viernes, 20 de enero de 2023

Malvinas - Caidos de la Fuerza Aérea el 1° de mayo de 1982

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En el diario La Prensa, del 30 de abril de 2006, fue publicado en la columna "Política" un artículo sobre los integrantes de la Fuerza Aérea caidos en combate en la guerra de Malvinas. 

Bautismo de fuego de la Fuerza Aérea


Con motivo de cumplirse mañana el 24° aniversario del primer combate de la Fuerza Aérea Argentina se transcriben las circunstancias en que perdieron la vida los 14 integrantes de esa fuerza en la jornada del 1° de mayo de 1982.


A continuación los nombres de los héroes de las Fuerza Aérea Argentina y los detalles de las últimas misiones que debieron realizar en el comienzo de la Guerra de las Malvinas.


Guerra de Malvinas
Capitán Gustavo Argentino García Cuerva, Primer Teniente Mario Hipólito González, Primer Teniente José Leónidas Ardiles, Teniente Daniel Antonio Jukic, Teniente Eduardo Raúl de Ibañez, Cabo Principal Mario Duarte.


Guerra de Malvinas
Cabo Principal Juan Antonio Rodríguez, Cabos Primero: Miguel Angel Carrizo, José Alberto Maldonado, Agustín Hugo Montaño, José Luis Peralta, Andrés Luis Brasich

Guerra de Malvinas
Conscriptos Guillermo Ubaldo García y Héctor Ramón Bordón

Mayor (p.m.) Gustavo Argentino García Cuerva: Fecha de Nacimiento; 28 de febrero de 1946. ULTIMA MISION: Brindar cobertura aérea con el fin de facilitar las maniobras de otras secciones de la Fuerza Aérea Sur.

A las 15.45 se produjo el despegue de la base de Río Gallegos con destino final las islas Malvinas. El entonces Capitán García Cuerva estaba a cargo de la sección denominada “Dardo”, integrada por dos aviones Mirage (M-III). Al Noreste de Puerto Argentino se encontraron con dos aviones “Sea Harrier”. Inmediatamente el Capitán García Cuerva trabó un intenso combate sin consecuencias. Sin embargo, la batalla le había consumido una excesiva cantidad de combustible, pero en vez de eyectarse para luego ser rescatado, decidió realizar un complicado aterrizaje en las islas, donde se produjo su muerte a las 16.38 horas.

Capitán (p.m.) Mario Hipólito González: Fecha de Nacimiento: 06 de Octubre de 1947. 1° Teniente (p.m.) Eduardo Jorge Raúl de Ibañez: Fecha de Nacimiento: 07 de Abril de 1957. ULTIMA MISION DE AMBOS: Ataque a buques situados en Bahía Anunciación. Se decidió utilizar a los MK-62 “Canberra”, un avión bombardero con capacidad de carga de hasta 10.000 libras en su interior. Una formación con tres aviones salió a las 16.20 desde la base aeronaval Almirante Zar (Trelew) con destino final. La formación fue interceptada por una patrulla de Sea Harrier a una distancia aun alejada de sus objetivos y de las mismas islas. Los “Canberra” no eran aptos para mantener una batalla aérea. El avión número dos, tripulado por el primer  teniente González (navegador) y el teniente Ibañez (piloto), fue alcanzado por fuego enemigo produciéndole daños de consideración tal que obligó a ambos oficiales a eyectarse a las 17.04. Desafortunadamente, ninguno de los dos pudieron ser rescatados debido a la desfavorable situación geográfica donde sus almas fueron depositadas. Sus cuerpos se sumergieron en el inmenso y gélido océano encontrando en el mismo el sendero hacia la inmortalidad tras defender orgullosamente la soberanía de su patria.

Capitán (p.m.) José Leonidas Ardiles: Fecha de Nacimiento: 19 de Agosto de 1954. ULTIMA MISION: Ataque a buques situados en Bahía Anunciación y evitar así el desembarco de la Task Force. Siendo las 15.54 se produjo el despegue de Río Grande con destino final: Bahía Anunciación ubicada al norte de Puerto Argentino. El entonces Primer Teniente Ardiles formaba parte de una sección que respondía al indicativo “Rubio”, integrada por dos aviones Mirage M 5 Dagger. Durante el traslado hacia el objetivo el jefe de sección debió regresar hacia el continente por fallas en su aeronave. De este modo el oficial quedaba en soledad para cumplimentar la misión. Al llegar al área ordenada atacó a una fragata que se dirigía a Darwin, impidiendo su misión de ataque. Posteriormente, el radar de Puerto Argentino detectó la presencia de un avión en las inmediaciones. Ardiles, inmediatamente y sin dudarlo, se dirigió a interceptar al nuevo objetivo. Al llegar avistó no uno sino dos Sea Harrier que se encontraban patrullando el lugar. Rápidamente se dio inicio a una breve pero intensa batalla en donde el piloto argentino desplegó toda su gallardía y habilidad. Enfrente, sin embargo, tenía un poderoso rival. Luego de mutuas persecuciones y de algunas maniobras evasivas las dos aeronaves británicas se abrieron en direcciones opuestas quedando el avión tripulado por el Primer Teniente Bertie Penfold en posición favorable para disparar su misil. A las 14.41 recibió un impactó y el Dagger explotó de inmediato sin darle oportunidad de eyectarse, a la altura de la isla Bougainville (Sudoeste de Puerto Argentino).

Teniente (p.m.) Daniel Antonio Jukic: Fecha de Nacimiento: 5 de Junio de 1955. ULTIMA MISION: Repliegue de aviones Pucará que se encontraban albergados en la base aérea militar “Cóndor” en la base aeronaval “Calderón” ubicada en la Isla Borbón. En la madrugada del sábado 1° de mayo las fuerzas británicas habían iniciado un intenso bombardeo aéreo y naval sobre Puerto Argentino con la intención de liberar la zona para realizar el desembarco de sus tropas. En la madrugada del sábado 12 de mayo las fuerzas británicas habían iniciado un intenso bombardeo aéreo y naval sobre Puerto Argentino con la intención de liberar la zona para realizar el desembarco de sus tropas. Definitivamente el próximo objetivo inglés sería la base aérea militar “Cóndor” ubicada en Goose Green. Dicho lugar era el asentamiento de los aviones Pucará, aeronaves diseñadas para operar desde lugares precarios y no preparados. Siendo las 08:31 horas una escuadrilla de Sea Harrier se aproximó a la base y soltaron sus letales bombas de mil libras “Beluga” (bombas de racimo) sobre la pista. Una de estas impactó sobre el avión matrícula A-527, obteniendo como resultado el fallecimiento de Jukic, piloto de la aeronave, y de siete suboficiales.

Suboficial auxiliar mecánico de Pucará, Mario Duarte. Fecha de Nacimiento: 27 de Marzo de 1954.  Suboficial auxiliar de Pucará, Juan Antonio Rodríguez. Fecha de Nacimiento: 6 de Enero de 1953.  Cabo principal Miguel Ángel Carrizo mecánico Pucará. Fecha de Nacimiento: 8 de Agosto de 1958. Cabo principal José Alberto Maldonado, mecánico de Pucará. Fecha de Nacimiento: 3 de Octubre de 1957. Cabo principal mecánico de Pucará, Agustín Hugo Montaño. Fecha de nacimiento: 9 de Agosto 1956. Cabo principal mecánico de Pucará, José Luis Peralta. Fecha de Nacimiento: 2 de setiembre de 1960. Cabo principal mecánico de Pucará, Andrés Luis Brasich, Fecha de Nacimiento: 22 de Octubre de 1960. ULTIMA MISION DE LOS 7 SUBOFICIALES: Asistencia de avión Pucará accidentado en la pista de la base aérea militar “Cóndor” ubicada en Goose Green (Darwin).

Fallecieron en el mismo hecho que el teniente Jukic.

Cabo (p.m.) Guillermo Ubaldo García. Fecha de Nacimiento: 26 de Setiembre de 1963. Cabo. (p.m.) Héctor Ramón Bordón. Fecha de Nacimiento: 2 de junio de 1963. ULTIMA MISION DE AMBOS: Defensa de la Base Aérea Militar “Malvinas” ubicada en Puerto Argentino (Isla Soledad). Murieron en la madrugada del 1° de mayo como consecuencia de un bombardeo inglés.

Malvinas - Guardacostas Islas Malvinas y Río Iguazú

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En el diario La Prensa, del 20 de mayo de 2007, se publicó en la columna "Actualidad" el artículo sobre el desempeño de los guardacostas Islas Malvinas y Río Iguazú en el conflicto austral.

Los héroes de Prefectura en Malvinas

por Magdalena Defferrari 

Guerra de Malvinas
Guardacostas Río Iguazú, con su camuflaje


Se cumplen 25 años desde que un maquinista del "Río Iguazú" logró derribar un avión Harrier inglés


En mayo de 1982, la Prefectura Naval Argentina logró una de las hazañas de la Guerra de las Malvinas. Dos guardacostas, el GC-82 “Islas Malvinas” y el GC-83 “Rio Iguazú”, no sólo consiguieron burlar el bloqueo impuesto por la marina inglesa, sino que, por primera y única vez, se logró derribar un avión Harrier británico desde una unidad de superficie.

Gabino Oscar González era el primer oficial y José Ibáñez, un cabo segundo a cargo del sector máquinas del guardacostas “Río Iguazú”, mientras que Osvaldo Aguirre iba a bordo del “Islas Malvinas” como primer oficial de navegación. Ninguno superaba los 25 años y no imaginaban que su viaje hacia la recuperación de las Islas Malvinas iba a convertirse en una odisea.


P R I S I O N E R O   D E   G U E R R A

El guardacostas “Islas Malvinas” fue el primero en entrar en combate. El 12 de mayo de 1982, a las 8 de la mañana, estaba fondeado en la bahía de la Anunciación cuando un helicóptero Sea King comenzó un ataque.

Aguirre recuerda que les dieron la orden de “fuego libre” y que pensó: “¿Fuego libre... desde un guardacosta? Nosotros disparábamos con lo que había y se ve que se asustó porque desapareció, pero en eso reaparece y con los disparos MAC 762 hiere a Antonio Grigolato, que disparaba con un fusil. Fue el primer combate aeronaval que tuvo el país, aunque no lo quieren reconocer”.

Pero, tras otras misiones y después de sobrevivir a distintos ataques, el “Islas Malvinas' fue capturado por los ingleses y Aguirre, junto a tres oficiales más, fueron tomados prisioneros de guerra.

“Estuve 30 días preso -recuerda-. El capitán Bell, el que estuvo en la rendición de Menéndez, me pidió la espada y la pistola diciéndome que ‘el día de mañana si se solucionaba me los iba a devolver’... y no se habrá solucionado porque no me los devolvió nunca”, dice entre risas.

Aguirre tenía 25 años, cuando pasó sus primeros 15 días como prisionero de guerra en un frigorífico. En el patio, donde todos los días lo hacían caminar en círculos hasta que dijeran basta, había una bomba argentina de 750 libras encajada.

“En un cuaderno de recibos escribía un diario donde contaba lo que hacíamos, más algún insulto de bronca. Un día me llaman a interrogatorio y me sacaron el diario que escondía en mis calzoncillos, nunca más lo recuperé. El Capitán Bell tenía una frase: 'Antes que lo tome un soldado como souvenir, dámelo a mí’ ”, aseguró.

Aguirre se negó a responder algunas de las preguntas del interrogatorio y por eso lo mudaron de ala. Ahí compartió la celda con Menéndez, Dorrego y Balza y asegura “lo único bueno es que a ellos les daban comida”.

Cada vez que habla de su tiempo en cautiverio, pierde la mirada y se nota cómo los recuerdos lo trasladan a su celda. Los siguientes 15 días los pasó peor, lo trasladaron a un barco donde “vivía en un espacio de 8 centímetros”. El camarote tenía cuatro camas y ellos eran cinco. A él le tocó dormir en el piso porque era el de menor cargo.

“Yo era el último en acostarme y el primero en levantarme porque si no me pisaban... aparte roncaban. No tenía diálogo con ellos porque ¿Qué iba a conversar con dos teniente coronel y dos capitanes de fragata? Nada. No podía hablar de hijos porque estaba soltero así que en silencio pasé 15 días más”.

Después fue la vuelta a casa y el dolor de ver al GC-82 “Islas Malvinas” capturado por los británicos,

- ¿Alguna deuda pendiente?

- Sí, tendríamos que haber hundido el barco,


E L    H É R O E    D E   P R E F E C T U R A

Guerra de Malvinas
José Ibáñez relata como derribó al avión inglés

Distinto fue lo que pasó en el GC-83 “Río Iguazú”. José Raúl Ibáñez tenía 24 años y fue la persona que el 22 de mayo de 1982 derribó a un avión Harrier.

A las 8.10 de la mañana, cerca de Puerto Darwin, el “Río Iguazú” hace sonar el ‘zafarrancho de combate’: mientras cada uno de los hombres tomaba su puesto de combate, los Harrier comenzaron el ataque. El guardacosta se defiende también a los tiros.

En la balacera muere el encargado de la ametralladora, Julio Omar Benítez y quedan heridos el timonel, Carlos Bengochea y el contramaestre, Juan José Baccaro.  Mientras tanto, en la zona de máquinas, Ibáñez intentaba sacar el agua que invadía al guardacostas, pero las dos bombas de achique no daban abasto y el agua comenzaba a subir. Tras la orden de abandonar el puesto, Ibáñez sale a la cubierta.

“El panorama era desolador. Baccaro y Bengochea estaban arrastrándose por cubierta y lo único que me acuerdo fue que alguno me dijo ‘Hacelo pomada’ ”, relata.

En medio de los tiros, Ibáñez quita el cuerpo de Benítez de la ametralladora. Luego se acomoda, levanta la vista, el avión comienza un vuelo en picada mientras se enfila en la popa del guardacosta: “El Harrier abre fuego y ahí le mandé una ráfaga de la ametralladora 12,7 y le di. Empezó a largar una cortina de humo y a caer en picada. Nos pasó muy cerca”.

Lo que vino después fue un suplicio. El GC-83 quedó encallado a 10 metros de un islote cerca de Puerto Darwin. Y todos los tripulantes del barco se trasladaron a tierra a la espera de ser rescatados pero con el temor de un nuevo ataque inglés.

“Nuestra gran salvación fue que había observadores de avanzada de la Fuerza Aérea”, recuerda Ibáñez. Enviaron un helicóptero a las 10 de la mañana y otro a las 14. En ese momento, él y 5 personas más se encontraban en el guardacostas sacando el cuerpo de Benítez, y un grupo de 7 personas del Ejército en tierra.

El helicóptero se fue con la promesa de regresar a rescatarlos. Pero eso no sucedió hasta el día siguiente. Durante toda la jornada sobrevolaron aviones ingleses, ninguno argentino. El miedo era normal. “Esa noche, encontramos algo fuerte para tomar. Una botella que estaba archivada, que no sabemos de quién era. Pero era una botella de una bebida blanca muy fuerte que nos ayudó mucho”, recordó.

Al día siguiente, a las 16, llega el helicóptero de rescate y les piden que dejen los bultos, incluido el cuerpo de Benítez, que con 19 años era el hombre más joven de la tripulación: “Ahí le digo que sin el cuerpo no volábamos y me dice: ‘Bueno, alzalo’. Así que nos subimos al helicóptero con la mala suerte de que la zona entra en alarma roja”.

Lo que pasó después fue tan rápido que Ibáñez no lo puede creer. El del helicóptero nos dice: “Yo apoyo el helicóptero y ni bien toco tierra se tiran, se desparraman”. Y así fue, algunos se tiraron, otros no llegaron a hacerlo y unos minutos después pasa el avión... por suerte no nos enganchó sino no contábamos la historia”.

- ¿Usted obtuvo la máxima distinción de la Nación?

- Sí, recibí la máxima distinción que entregó el gobierno “La Nación Argentina al Alto Valor en Combate”. Fue un honor para mí aunque lamento que quedó un compañero en el camino... podríamos haber sido todos, como alguna vez me dijeron. Pero, la vida continúa, hay que ver que sirva d ejemplo porque esto no lo hizo Ibáñez sólo, sino la tripulación de un Guardacosta de la Prefectura.

La guerra terminó pero la memoria, el recuerdo y el agradecimiento persiste en el tiempo. Ellos no dudaron en dar la vida por su país.


U n   m a e s t r o   d e l   c a m u f l a j e

Gabino Oscar González era el oficial principal del GC-83 ‘Rio Iguazú”, estaba recién casado y guarda las cartas y telegramas a su familia como si fueran un tesoro. “Hay algunas que las empiezo a leer y no puedo seguir porque recuerdo lo que fue estar ahí, es algo más fuerte que yo”, relata.

“Las leo y todas dicen lo mismo: ‘Estoy bien’, ‘estamos bien’, ‘no pasa nada’...pero no puedo seguir leyéndolas”, dice.

González fue el hombre que distinguió el avión Harrier sin ninguna información, sólo por ver su imagen en una revista. Una imagen que hoy recuerda por la forma de las alas y por la herida de una esquirla, que recibió durante el ataque, en su pierna izquierda.

Pero también es “el artista de la Prefectura”. No sólo sus dibujos forman parte de las hazañas en las Islas, sino que gracias a su ingenio se logró camuflar el guardacostas y evitar así el ataque inglés.

“Teníamos que ocultarlo como sea -asegura- y con pintura de algunos barcos pesqueros empecé a mezclar colores. No teníamos experiencia en el tema, pero con paciencia conseguí armar los colores: primero fue un verde oscuro, que lo recuerdo porque es como el de la hoja de naranja; un verde más agrisado y el color madera. Y así logramos eludir un ataque inglés”.

miércoles, 18 de enero de 2023

Malvinas - Armando Alonso Piñeiro - Creación de la Comandancia en Malvinas

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

149      

En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En el diario La Prensa, del 7 de junio de 2009, se publicó en la columna "Los fantasmas del pasado" un artículo sobre el decreto de creacinó de la Comandancia política y militar en Malvinas

A 180 años de otro aniversario malvinense

por Armando Alonso Piñeiro 


Con motivo de cumplirse el próximo miércoles 180 años de haber sido creada la Comandancia Política y Militar de las Islas Malvinas, resulta oportuno su recuerdo para reconfirmar por enésima vez la larga pertenencia del archipiélago a la soberanía argentina.

Fue el gobernador Martín Rodríguez quien, el 10 de junio de 1829, firmó el decreto correspondiente, haciéndose eco de lo cual el periódico “La Gaceta Mercantil” diría: “Una de las medidas más importantes del gobierno actual ha sido la organización política y militar de las islas Malvinas y de los terrenos adyacentes al estrecho de Magallanes”.

Por aquella época el archipiélago tenía un fértil territorio poblado por cuarenta mil cabezas de ganado, cuyos primeros antecesores habían sido soltados por los españoles siglos antes. Miles de caballos salvajes retozaban por su áspera geografía y los lobos marinos constituían una tentación para posteriores explotaciones.

El gobierno de Buenos Aires designó en la fecha antes citada a Luis Vernet como comandante político y militar. Se trataba de un personaje tan curioso como polémico, de nacionalidad francesa. Luego de peripecias por Alemania y Estados Unidos, recaló en Buenos Aires en 1817, donde se hizo empresario y al poco tiempo compró tierras ¡en las islas Malvinas! Parecía evidente que su destino estaba inevitablemente entroncado con ellas, pues fue quién informó puntillosamente al gobierno sobre las características geográficas y zoológicas antes resumidas.

En su carácter de funcionario oficial de la Argentina, Vernet cuidaba celosamente de los intereses territoriales, vigilando la pesca y la caza clandestinas, a pesar de que carecía de poder militar. Sin embargo, en enero de 1831 se dio el lujo de apresar a una goleta estadounidense -la ‘Harriet’-, y siete meses después se apoderó de otra nave pesquera -‘Beakwater’-, brevemente, porque pudo huir. Otra goleta, la ‘Superior’, no tardó en caer en sus manos.

En su momento me ocupé de estos episodios, manifestando que “estos hechos, particularmente el incidente con la “Harriet”, motivaron finalmente un incidente diplomático con el gobierno norteamericano. En Buenos Aires, el encargado de negocios Jorge Slacum tomó cartas en el asunto, pero encontró una firme resistencia en nuestro ministro de Relaciones Exteriores, Tomás Manuel de Anchorena, quien no se dejó amedrentar por el tono insolente y desmedido del diplomático norteamericano”.

Se produjeron otros acontecimientos, como la incursión bucanera de otra nave de los Estados Unidos, la “Lexington”, que apenas si pudo llevarse parcialmente una carga de pesca ilegal.

Pero llama la atención que tales acontecimientos no hayan sido centro de la preocupación de Gran Bretaña, cuyo gobierno no intervino ni ante Washington ni ante Buenos Aires, lo que debía haber hecho si sus pretensiones de soberanía hubieran sido legales, como lo diría efectivamente años después -luego de 1833, con la invasión del archipiélago-, al afirmar que el mismo había sido descubierto por exploradores ingleses.

Ya está suficiente y largamente probado que tales exigencias eran insanablemente nulas. Ni siquiera habían protestado cuando, en 1820, la fragata argentina “Heroína”, al mando del coronel de marina David Jewett, enarbolara la enseña nacional en territorio malvinense (Jewett había sido oficial de los Estados Unidos, pero luego prestó oficialmente servicios al gobierno de Buenos Aires, comandando la citada nave, declarada “al servicio del Estado argentino”).

Son todos hechos históricos significativos que deberían ser evocados oficialmente en ocasión de cada aniversario, porque esto constituiría una campaña permanente y sin vacíos, reiterando la indeclinable soberanía de nuestro país en el archipiélago que -aunque el autor de esta columna y sus lectores no lo veamos- pasará inexorablemente a integrar de hecho el ya extenso territorio nacional. Son, pues, los fantasmas del pasado que se alían solidariamente para hacer realidad un sueño de 176 años.

Malvinas - La desmalvinización - Opinión de Alfonsín - Armando Alonso Piñeiro

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

148 

En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En el diario La Prensa, del 28 de marzo de 2003, se publicó en la columna "Los fantasmas del pasado" un artículo sobre Malvinas

La desmalvinización argentina

por Armando Alonso Piñeiro 


El próximo lunes 31 será feriado, puesto que siguiendo una detestable costumbre inaugurada hace algunos años, el Día de las Malvinas -miércoles 2 de abril- se traslada a un lunes como casi todas las conmemoraciones, para incitar al turismo largo de fin de semana, mucho más importante que las tradiciones de la patria.

A comienzos de este mes, precisamente, un diario porteño publicó los resultados de una encuesta realizada por el Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano entre 591 estudiantes de 18 carreras de universidades nacionales y privadas. El estudio intentaba indagar sobre los conocimientos de los jóvenes en torno a la Guerra de las Malvinas, de la que no habían sido protagonistas ni testigos en función de su juventud, así como tampoco lo habían sido de la Revolución de Mayo ni de otras gestas nacionales.

Reproduzco algunos datos sugestivos de la pesquisa universitaria: “Así, casi el 40% de los encuestados no pudo identificar el principal argumento de la Argentina para reclamar la soberanía sobre las islas. Sólo el 36% supo que los problemas de soberanía involucran otras áreas del Atlántico Sur, mientras el 38,4% no pudo indicar cuántos años los británicos llevan ocupando las islas”. Hay muchas otras informaciones equivocadas, que no es del caso reproducir en función de este espacio, pero basta con una de las conclusiones: “Los datos dejan entrever que la educación formal, en sus distintos niveles, no ha logrado transmitir adecuadamente los conceptos fundamentales vinculados con el conflicto”.

Vayan ahora algunas precisiones. No es la educación formal la responsable de esta ignorancia generalizada de la juventud argentina. El culpable es el proceso de desmalvinización operado a partir de 1984 con sospechoso entusiasmo, motorizado por personajes que habían aplaudido la recuperación del archipiélago el 2 de abril de 1982. El doctor Raúl Alfonsín -quien dos años más tarde sería presidente de la Nación y principal inocente de la campaña anti-Malvinas- había dicho tras el 2 de abril de aquel año: “Este hecho militar tiene el respaldo de todo el país. Es una reivindicación histórica que tiene el asentimiento y la unanimidad de los argentinos”. Y cuarenta y ocho horas más tarde insistía: “La ocupación de las islas Malvinas es una vieja aspiración de los argentinos sin distinción de bandera política (...) El episodio pone de manifiesto que los argentinos sabemos unirnos para la defensa de las causas grandes”.

Tengo recopiladas otras apasionadas opiniones sobre la guerra, de personajes como Carlos Manuel Muñiz, Oscar Camilión, Rodolfo Terragno, Saúl Ubaldini, Jorge Triacca, Amalia Lacroze de Fortabat, la CGT, el Consejo Empresario Argentino, la DAIA, la Federación de Entidades Argentino-Árabes y todos los partidos políticos, sin excepción alguna.

Pero con la derrota militar, concluyó el exitismo. Toda había sido una loca aventura y los derechos argentinos sobre las Malvinas estaban muertos. No era esa la opinión de los más lúcidos responsables de Gran Bretaña, como el Comité Especial de la Cámara de los Comunes, que en 1984 emitió el siguiente dictamen: “Este Comité reconoce su incapacidad para determinar si el archipiélago pertenece a Londres o a Buenos Aires”.

En todo el mundo se tiene conciencia de lo que significó la Guerra de las Malvinas. El historiador inglés Paul Johnson señaló: “Malvinas fue parte de algo que se hizo en Granada, Panamá y en el raid a Libia. Eso permitió que se llegase al Golfo [1991]; como se llegó”.

En todo el mundo, menos en la Argentina. No le echemos la culpa a los estudiantes, sino a los gobernantes. Los fantasmas del pasado algún día pedirán rendición de cuentas.

Malvinas - Armando Alonso Piñeiro - Manifestaciones británicas a favor de la posición argentina

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

147 

En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En el diario La Prensa, del 1 de abril de 2007, se publicó en la columna "Los fantasmas del pasado" un artículo sobre los 25 años de Malvinas, en el cual se señalan las opiniones inglesas sobre el derecho argentino hacia las islas. 

A 25 años de Malvinas

por Armando Alonso Piñeiro 


Mañana se cumplirá un cuarto de siglo de la Guerra de Malvinas, es decir, desde que los argentinos intentamos reconquistar el archipiélago pirateado por los ingleses en 1833.

Quienes después de 1982 abominaron de esta gesta -y lo continúan haciendo hasta el presente- olvidan la importancia histórica de aquel hecho, prolongado hasta la rendición del 14 de junio del gobernador de la época, general Mario Benjamín Menéndez, desobedeciendo las órdenes en contrario del general Leopoldo Galtieri.

En los últimos tiempos los británicos no insisten mucho en subrayar sus falsos derechos sobre las islas Malvinas, porque saben que tienen en contra, más que las justas alegaciones nuestras, posiciones de los propios ingleses de los siglos XIX y XX.

Un contemporáneo de la agresión de 1833, el duque de Wellington -a la sazón primer ministro del Reino Unido-, confesó haber “revisado los papeles relacionados con las islas Malvinas. No me resulta nada claro que alguna vez hayamos poseído la soberanía de estas islas”. En 1848 William Maleswon manifestó públicamente en la Cámara de los Comunes que era necesario devolver “las islas al gobierno de Buenos Aires, que justamente las reclama”. El acuerdo anglo-hispano de 1771 contenía una cláusula secreta que implicaba el reconocimiento de los derechos españoles. Ello motivó una sorda polémica en el gobierno inglés, que pidió al prestigioso escritor y lexicógrafo Samuel Johnson ocuparse del tema para dilucidar la cuestión afondo. Johnson escribió entonces un trabajo titulado “Consideraciones sobre las últimas transacciones con respecto a las islas Falkland”, donde su desprecio por el archipiélago era patente: “Hemos mantenido el honor de la Corona y la superioridad de nuestra influencia. ¿Y qué hemos adquirido además de esto? Nada, sino una soledad yerma y triste, una isla inadecuada para cualquier uso humano, de inviernos tormentosos y áridos veranos; una isla que ni siquiera los salvajes sureños se han dignado habitar; donde hay que mantener una guarnición en tales condiciones que llegan a envidiar a los exiliados en Siberia, cuyo gasto será eterno y el uso especialmente ocasional, y que, si la suerte se apiada de nuestros apuros, puede convertirse en nido de contrabandistas en tiempos de paz y en los de guerra en refugio de futuros bucaneros”.

Cuesta creer que un país tenga tan deplorable opinión de su eventual propio territorio, de manera que la conclusión es obvia. Pero hay más aún. En 1910, el titular del Departamento América del Foreign Office, Sidney Spicer, escribió textualmente: “Es difícil evitar la conclusión de que la actitud del gobierno argentino no es enteramente injustificada y que nuestra acción ha sido algo despótica”.

Veintiséis años más tarde, el consejero legal de la Cancillería inglesa, George Fitzmaurice, señaló: “Nuestro caso posee cierta fragilidad”. Y su dictamen era, simplemente, “sentarse fuerte sobre las islas, evitando discutir, en una política para dejar caer el caso”.

Al mismo año de 1936 corresponde un comentado y demoledor párrafo de John Tortbeck, otro alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores británico: “La dificultad en nuestra posición radica en que nuestra toma de posesión de las islas Malvinas en 1833 fue tan arbitraria a los ojos de procedimientos legales actuales, que no es por lo tanto fácil de explicar nuestra posición sin mostrarnos a nosotros mismos como bandidos internacionales”.

Se conservan otros documentos diplomáticos de similar envergadura, todos ellos existentes en el Archivo Público Oficial (PRO) del Foreign Office, pero existe la perturbadora circunstancia de que este archivo se encuentra cerrado hasta el año 2015. Es el mismo repositorio donde se encuentra un memorándum de 1940: “Oferta propuesta por el gobierno de Su Majestad para volver a unir las islas Malvinas a la Argentina y aceptación de arrendamiento”. Este documento fue escrito en una época particular, cuando al Reino Unido le interesaba el apoyo argentino, en plena Guerra Mundial. No sólo el contenido del memorándum sino aun su propio título no tiene desper- dicio, puesto que “volver a unir las islas Malvinas a la Argentina” implica un paladino reconocimiento de que el archipiélago estaba unido a nuestro país.

¿No habrá llegado el momento de utilizar las pruebas británicas -y otras muchas que conservo en mis archivos- a fin de que se les vuelvan en contra? 

Malvinas - Derrota inglesa en Malvinas - Armando Alonso Piñeiro

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

146 

En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En el diario La Prensa, del 6 de junio de 2003, se publicó en la columna "Los fantasmas del pasado" un artículo sobre la primera derrota inglesa en las islas Malvinas. 

La primera derrota inglesa en las Malvinas

por Armando Alonso Piñeiro 


El martes próximo se cumplirán 233 años de la primera derrota británica en las islas Malvinas, hecho producido el 10 de junio de 1770. Un lustro antes, el primer lord del Almirantazgo, lord Egmont, había advertido de manera textual que el archipiélago es “indiscutiblemente la llave de todo el océano Pacífico. Esta isla debe dominar los puertos y el comercio de Chile, Perú, Panamá, Acapulco y, en una palabra, todos los territorios que dan sobre el mar. Hará que en adelante todas nuestras expediciones a esos lugares nos resulten muy lucrativas, de carácter fatal para España”.

Había sido precisamente en 1765 que el comodoro Byron fundó Puerto Egmont, en homenaje al citado estadista. Pero como en 1767 se produjo el reconocimiento francés de los derechos españoles sobre el archipiélago, el gobierno de Madrid enfrentó, con toda justicia, la acción británica de dos años antes. Desocupado el archipiélago por los franceses, el territorio se hallaba en manos del gobernador Felipe Ruiz Puente, quien dependía del gobernador de Buenos Aires, Francisco de Paula Bucarelli. Enterado del levantamiento de Puerto Egmont -ubicado en la isla de la Cruzada o Trinidad, según la nomenclatura española-, el gobernador malvinense comisionó a su segundo, el teniente de navío Mario Plata, para entrevistar al comandante británico, titular a la sazón de la fragata ‘Tamar’, Anthony Hunt, con instrucciones para invitarlo a retirarse de la posesión española. Como era de esperar, Hunt no reaccionó con la hidalguía anteriormente demostrada por Francia, y el gobernador Bucarelli fue puesto en conocimiento de la resistencia británica.

Para Bucarelli había llegado la hora de la verdad. Envió entonces al capitán de navío Juan Ignacio Madariaga, quien zarpó de Montevideo con destino a las Malvinas, al mando de una escuadra integrada por cuatro fragatas - ‘Industria’, ‘Santa Rosa’, ‘Santa Barbara’ y ‘Santa Catalina’- y un jebeque o chambequín: ‘Andaluz’.

Ausente Hunt de Puerto Egmont, lo reemplazaba el comandante Guillermo Maltby, de la fragata ‘Favorite ’, quien rechazó la intimación española. El 10 de junio de 1770, Madariaga disparó dos cañonazos como prevención. “Mientras las naves españolas cañoneaban a los buques ingleses -nos recuerda un historiador- la ‘Industria’ y la ‘Santa Rosa’ despacharon lanchas a tierra con soldados armados, que comenzaron a tirar contra el torreón. Los ingleses, por su parte, descargaban sus baterías por mar y tierra. La lucha fue mucho más reñida de lo que trasuntan las breves crónicas de época. Hubo bajas de ambas partes. En la contienda resultó herido el teniente coronel Vicente de Reyna.”

La nave inglesa se rindió, y poco después Madariaga partía con dirección a España para informar sobre la primera victoria española en el sur del continente americano.

Comienza aquí la etapa diplomática, no muy firmemente inaugurada por la corona de Madrid, que comenzó la triste tradición de perder en la mesa de negociaciones lo que los soldados y marinos ganaban en las batallas. Una tradición no menos firmemente sostenida por sus herederos, los argentinos, en muchos otros encuentros de parecida envergadura.

Porque, en efecto, ante la airada protesta del gobierno británico, la corte española terminó por transigir. Es cierto que al comienzo ensayó una resistencia, pero debió negociar para evitar un conflicto armado. Según el tratado del 22 de enero de 1771, el gobernador Bucarelli fue desautorizado y Puerto Egmont, devuelto a las fuerzas inglesas. Es cierto, sin embargo, que el mismo pacto aclara puntillosamente que “no puede ni debe afectar en nada la cuestión del derecho anterior de soberanía de las islas Malvinas”, como que por una cláusula secreta los británicos se comprometían a retirarse definitivamente de las Malvinas, lo cual se cumplió -aunque no definitivamente- en 1774.

jueves, 12 de enero de 2023

Chacho Peñaloza - Pacho O'Donnell

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

145 

En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En la revista El Federal del 7 de diciembre de 2006, fue publicado un artículo sobre el Chacho Peñaloza.

 CHACHO PEÑALOZA

por Pacho O´Donnell

El Chacho
El Chacho


Desde su provincia natal, La Rioja, se enfrentó a los más importantes líderes de Buenos Aires. Su pueblo lo llamó “Padre de los pobres” por la ferviente lucha para sacar a su gente de la pobreza. Traicionado por Urquiza, a quién consideró líder, fue asesinado a manos de soldados de Sarmiento.

Quien lo había condenado a muerte y festejó ésta con morboso entusiasmo, Domingo Faustino Sarmiento, debió sin embargo reconocer en su víctima: “Alguna cualidad verdaderamente grande debía de haber en el carácter de aquel viejo gaucho”. Cualidad que a Angel Vicente Peñaloza, el “Chacho”, le había permitido, al frente de sus montoneras, tener en jaque durante varios años a los bien entrenados y mejor armados ejércitos que imponían sangrientamente a las provincias el proyecto porteñista de organización nacional.

 

Puro coraje riojano

El “Chacho” había nacido en el riojano rancherío de Guaja, en Los Llanos, en 1798. Era un importante estanciero en La Rioja lo que no fue óbice, movido por su espíritu justiciero, de que se incorporase a las fuerzas de su comprovinciano Facundo Quiroga. Se destacó prontamente por su coraje convirtiendo en leyenda su repetida acción de, montado, enlazar cañones enemigos e incorporarlos a las propias filas. Luego de la Batalla del Tala, El Tigre de los Llanos lo ascendió a capitán de milicias.

Peñaloza continuó en el federalismo luego de la muerte de su jefe en Barranca Yaco hasta que, siguiendo a su nuevo referente, el general Tomás Brizuela, se pasó al unitarismo en rebelión contra Juan Manuel de Rosas, enconado porque éste no había resuelto la postergación y la miseria que acosaba a La Rioja. El Restaurador argumentaba que había debido destinar la recaudación de la Aduana porteña a financiar la defensa contra el ataque de Francia en 1840 y de las armadas anglo francesas combinadas en 1845. Pero esos conflictos parecían ajenos, exclusivos de Buenos Aires, en las provincias alejadas como la riojana. Además eran muchos los convencidos de que don Juan Manuel había sido el autor intelectual de la muerte de Facundo.

A raíz de la derrota de la unitaria Coalición del Norte el “Chacho” se exilia en Chile. Al poco tiempo vuelve a cruzar la Cordillera en un nuevo intento de sublevarse contra la Confederación que termina en fracaso. Otra vez en Chile, convencido del arraigo popular de Rosas y constatando sus diferencias con los exiliados unitarios en tierra chilena, decide reincorporarse al campo federal. Para ello busca la protección del gobernador sanjuanino, Nazario Benavidez, y luego regresa a La Rioja convirtiéndose, desde 1848, en el indiscutible árbitro de la política de su provincia.

Es designado general de la Confederación provincial por nombramiento de su presidente, Justo José de Urquiza, con formal aprobación del Senado. Con su ejército irregular de milicias gauchas convocadas por su carisma, tenía por tarea la custodia del orden militar en La Rioja y en Catamarca.

Las noticias de que la victoria federal en Pavón se había transformado en derrota, que Urquiza estaba enclaustrado en su palacio de San José y que el presidente Derqui había huido en un barco inglés detuvieron su avance sobre Tucumán para cumplir con la orden de deponer al gobernador Taboada, aliado con los liberales autoritarios del puerto. El “Chacho” acampa en las afueras de la ciudad y envía una propuesta de negociación a Taboada quien acepta para darle tiempo de llegar a las tropas al mando del coronel Paunero, a quien escribe Mitre: “Mejor que entenderse con el animal de Peñaloza es voltearlo. Aprovecharemos la oportunidad de los caudillos que quieren suicidarse para ayudarlos a bien morir”.

Cuando el gobernador tucumano, sintiéndose fuerte, rompe la tregua Peñaloza le escribe una carta que revela su espíritu cándido y noble: “¿Por qué una guerra a muerte entre hermanos contra hermanos”. Aprovechando la ausencia del “Chacho”, Paunero avanza sobre La Rioja pero aquél, regresando a matacaballo, la recupera ante los vítores de la chusma que lo venera como “Padre de los pobres”. El corrido coronel uruguayo escribe a Buenos Aires: “El negocio de La Rioja se hace cada vez más una espina en el talón, como decía Luis Felipe a Mackau por la guerra en el Río de la Plata”, identificándose con el invasor extranjero que fuese derrotado por el gauchaje de Rosas.

Dicha “espina” debía ser extraída por cualquier medio, como lo entendiese el coronel Sandes quien sorprendió en “Los llanos” a una desprevenida partida “chachista” y pasó por las armas a todos los apresados. Quien elevaría el parte sería Sarmiento: “El coronel Sandes llevó orden por escrito del infrascripto de pasar por las armas a todos quienes encontrase con armas en la mano, y lo ha ejecutado en jefes y oficiales”. La vocación militarista del sanjuanino se había hecho palpable, desencadenando las burlas de sus adversarios, cuando se hizo retratar, luego de Caseros, con gesto fiero y con imaginario uniforme de coronel, grado que el ejército nunca le reconoció. Años más tarde, ya presidente, fundaría el Colegio Militar y la Escuela Naval.


La rebelión de los provincianos

La guerra se extiende espontáneamente movida por la indignación de los provincianos que ven invadido su territorio por quienes les quieren imponer a sangre y fuego sus conveniencias disfrazadas de cruzada civilizadora. Se levanta en Arauco Severo Chumbita, en Guadancol Felipe Varela, en el oeste Fructuoso Riveros, también Carlos Angel en Chilecito. Para mayor preocupación de Buenos Aires aparecen también montoneras en Córdoba y San Luis.

Lo que los mueve no es tanto la ideología antiliberal sino la convicción tantas veces confirmada de que los intereses porteños eran incompatibles con los de las plebes provincianas y que su predominio resultaría en más miseria y más injusticia. “En 1858, el año más próspero de esa década, el presupuesto del gobierno provincial (de La Rioja) disponía el gasto de apenas 21.150 pesos, muy lejos del de la provincia de Buenos aires que en 1859 autorizaría gastos por 3. 961.260, es decir ¡187 veces más de lo que se intentaba gastar en La Rioja! Aún así la Legislatura riojana estimaba que los recursos genuinos alcanzarían sólo a 11.085 pesos. Entonces el déficit de ese misérrimo presupuesto era casi del 50 por ciento” (A. de la Fuente). Por eso su guerra era por la supervivencia y el “Chacho”, cuyo origen social le hubiera permitido integrar la “clase decente”, como se autocalificaban los oligarcas dando por sentado que los humildes eran “indecentes”, se sentía en la obligación de conducir la resistencia al frente de los gauchos que lo seguían con la confianza de que nunca los defraudaría.

Los porteñistas intentaron entonces el soborno ante la imposibilidad de cazarlo y derrotarlo, y porque su acción se había extendido a San Luis donde aliado con los levantiscos puntanos puso sitio a la capital provincial. Pero lo que el caudillo exige es que las tropas nacionales abandonen su provincia, se terminen las matanzas de riojanos y el secuestro de madres y hermanas de los montoneros. Además una amnistía “para el señor Peñaloza, sus jefes, oficiales y tropa a fin de que puedan regresar, garantidos, a sus hogares”.

Mientras el riojano espera la respuesta de Mitre los coroneles uruguayos continúan su guerra de exterminio. En “Valle fértil” la guerra favorece a la montonera y el “Chacho” se limita a requisar los caballos y deja en libertad a los prisioneros con una carta “muy atenta” como señala, extrañado, Paunero en su comunicación a Mitre: “Es tanto más singular esta conducta noble de parte de Peñaloza en cuanto Sandes y Rivas le han hecho la guerra a muerte”.


La humillación de los mitristas

Se llega finalmente a un acuerdo, el Tratado de La Banderita, que respeta las demandas del “Chacho”. Este promete entregar armas y prisioneros que serían canjeados por los que habían caído en manos del ejército porteñista. Lo sucedido entonces lo contó José Hernández, quien dedicaría un exaltatorio libro al caudillo riojano: “Se entregan las lanzas y en el momento de devolver los prisioneros: “¿Ustedes dirán si los han tratado bien?”, pregunta el “Chacho”: “¡Viva el general Peñaloza!” fue la única y entusiasta respuesta. El riojano se dirige a los jefes porteños: “Y bien, ¿dónde están los míos?”... Los jefes de Mitre se mantenían en silencio, humillados; los prisioneros habían sido fusilados sin piedad, como se persigue y mata a las fieras de los bosques”.

La “clase decente” de La Rioja está disconforme con el arreglo. También Mitre desconfía de dejar al “Chacho” en su provincia a pesar de los argumentos de Paunero de que es el único capaz de mantener el orden. Pero quien más dispuesto está a sabotear esa paz es el gobernador de San Juan, Domingo Faustino Sarmiento, inquieto por la proximidad de los aborrecidos gauchos insurrectos cuyo exterminio, sostenía, era la única garantía de instalar en suelo argentino la civilización liberal en su versión autoritaria. El 22 de enero de 1863 le reprocha a Mitre que “La Rioja estuviera barbarizada y aniquilada con el visto bueno del gobierno y del partido liberal” y acusa a Paunero de cobardía.

José M. Rosa cita al riojano César Reyes quien contaría que “cuando el Chacho se bajaba solo en una casa nuestra no pasaba una hora cuando esa casa se veía rodeada de gauchada. Eran recelos de que le pasara algo, pues la chusma sospechaba la repugnancia de la clase distinguida por el caudillo”. Peñaloza, creyendo en la palabra de los porteños, se retiró a su casa en Guaja. También se apaciguaron sus jefes Ontiveros, Varela, Angel, Llanos, Puebla y otros. Pero la tregua no dura porque los gobernadores liberales y los miembros de la clase alta no cumplen con la amnistía y persiguen, encarcelan y matan a quienes integraron las montoneras “chachistas”. Peñaloza se quejaría ante el gobierno porteño: “Después de la guerra exterminadora no se han cumplido las promesas hechas tantas veces a los hijos de esta desgraciada patria. Los gobernantes se han convertido en verdugos de las provincias, atropellan las propiedades de los vecinos y destierran y mandan matar sin forma de juicio a ciudadanos respetables por haber pertenecido al Partido Federal”.

El ejército nacional con sus cuatro coroneles uruguayos al frente, Sandes, Flores, Paunero e Yrrazábal, se pone nuevamente en movimiento con el estímulo de Sarmiento: “Sandes ha marchado a San Luis. Está saltando por llegar a La Rioja y darle una buena tunda al Chacho. ¿Qué regla seguir en esta emergencia? Si va, déjelo ir. Si mata gente, cállese la boca. Son animales bípedos de tan perversa condición que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor” (Carta a Bartolomé Mitre, 23 de marzo de 1863).

Ante la indómita resistencia del caudillo y los suyos, el sanjuanino será designado una semana más tarde Director de Guerra y Mitre le informa que se ha dispuesto hacer una “guerra de policía” para terminar con Peñaloza. Es decir que serán considerados meros delincuentes, salteadores. Sarmiento cree interpretar lo sugerido en cartas a los coroneles: “Es permitido entonces quitarles la vida donde se los encuentre”. Mitre desmentirá más tarde que ésa fuese su intención.


Arengando a Urquiza

Desde Guaja el “Chacho”, nuevamente en armas, dará una conmovedora proclama: “Los hombres todos, no teniendo ya más que perder en la existencia, quieren sacrificarla más bien en el campo de batalla defendiendo sus libertades, sus leyes y sus más caros intereses atropellados vilmente”. Es decir, no se trataba de lograr una victoria imposible sino vender cara la derrota con coraje y dignidad. Su “grito de Guaja” termina con una consigna de guerra: “¡Viva Urquiza!”, una convocatoria a que el entrerriano saliese de su lujoso palacio y se pusiera al frente de esa nueva insurrección federal que se propagaría por varias provincias. Félix Luna dio a conocer una carta del riojano al entrerriano fechada el 14 de junio de 1863, que fuera interceptada por los unitarios rebautizados “liberales” y publicada en Buenos Aires: “(...) Por fin, Excmo. Sr., puedo responder a V.E. de la situación de las Provincias Argentinas, pero es necesario que aparezca al frente de la reacción política del país V.E., circunstancia sin la que serían estériles todos los sacrificios hechos y la sangre derramada hasta ahora para libertar nuestra patria”. Con humildad el “Chacho” se subordina a Urquiza: “Con bastante fundamento espero que V. E. no solamente se pondrá en pie inmediatamente para llevar a cabo la obra que he iniciado, sino que también no perderá momento en comunicarme sus instrucciones las que serán cumplidas con la lealtad y decisión que V. E. conoce”. Pero don Justo José se apresura a escribir a Mitre que “su nombre es explotado sin mi conocimiento ni aprobación”. En cambio escribiría a Peñaloza y otros caudillos como el puntano Juan Sáa hipócritas cartas que alimentarían sus esperanzas.

Al caudillo riojano lo acompañaba, cabalgando a su lado y sin esquivar los entreveros, su esposa Victoria Romero de Peñaloza. “Era mujer de temperamento varonil e independiente, que no vacilaba ante el peligro” (Lily S. de Newton). Nacida en la Costa Alta de La Rioja, sus comprovincianos sentían por ella respeto y admiración, fomentadas porque, igual que el “Chacho”, compartía fiestas y penurias con el gauchaje. En la Batalla del Manantial, librada por el Chacho contra fuerzas federales en 1842, Victoria, viendo a su marido acorralado se lanzó en su ayuda. "Debió su vida -escribió José Hernández- al arrojo e intrepidez de su mujer, quien, viendo el peligro en que se hallaba, reúne unos cuantos soldados y poniéndose a su frente se precipita sobre los que atacaban a Peñaloza, con una decisión que habría honrado a cualquier guerrero". En el entrevero recibió un feroz sablazo en su cabeza que dejó una cicatriz desde la frente hasta la boca que desfiguró su rostro, lo que disimulaba cubriéndose con un manto. Una copla popular lo recordaría: "Doña Victoria Romero, / si usted quiere que le cuente, / se vino de Tucumán / con una herida en la frente". "La esposa del Chacho venía con frecuencia al campamento y al combate -dice otro biógrafo del riojano, Eduardo Gutiérrez-, a partir con su marido y sus tropas los peligros y las vicisitudes. Entonces el entusiasmo de aquella buena gente llegaba a su último limite y sólo pensaban en protestar a la Chacha, como la llamaba, su lealtad hasta la muerte".


Crónica de un final anunciado

El 28 de junio se produciría la decisiva derrota del “Chacho” en la batalla de “Las Playas” contra las tropas armadas con modernísimos fusiles “Enfield”, comprados para la guerra con el Paraguay, al mando de Paunero y Sandes, sufriendo enormes pérdidas a las que se sumaron las posteriores ejecuciones de oficiales y soldados apresados. Lo que siguió fue una orgía de exterminio de sospechados “chachistas” que, en la obsesión por imponer la “paz de los sepulcros” se extendería a los delincuentes comunes. Sarmiento se vanagloriaría ante Mitre de que un acusado de robo de ganado fue condenado con su firma “a la pena de ordinaria de que se ejecutará a tiro de fusil en la plaza principal de la ciudad, debiendo ser descuartizado su cadáver y puesta su cabeza y cuartos en los diversos caminos públicos”.

El “Chacho” es perseguido por toda la provincia y es común la tortura para arrancar datos de quienes podrían conocer su paradero. Pero el riojano no está escondido sino que ha formado un nuevo ejército de un millar de gauchos y ante el estupor de sus enemigos arremete contra San Juan gobernado por Sarmiento. Las tropas nacionales, con el coronel Arredondo a su frente, vuelven a derrotarlo en “Caucete” y se retira a Olta. Desde allí escribe una vez más a Urquiza exigiéndole que tome la jefatura del movimiento contra la prepotencia porteña. Pero el entrerriano está muy orondo en su palacio haciendo pingües negocios con Buenos Aires que han terminado por convertirlo en el hombre más rico de la Argentina. Además su proyecto político es entonces explorar en el exterior el apoyo para la independencia de las provincias mesopotámicas constituyendo un nuevo país, idea recurrente en Urquiza en distintos momentos de su vida.

Una partida mitrista sorprende, según la versión oficial el 12 de noviembre de 1863, al riojano en la casa de su amigo Oro. Este entrega su facón al jefe de la partida, capitán Vera, quien lo trata con respeto. Pero entonces el comandante Yrrazábal irrumpe en la casa preguntando “quién es el bandido del Chacho”. Este se adelantó: “Yo soy el General Peñaloza, pero no soy un bandido”. Como toda respuesta Yrrazábal le hundió su lanza en el vientre. Luego lo degüella y expone su cabeza hasta la pudrición en el extremo de un palo en la plaza de Olta.


El periodista que lo venga

Carlos del Frade reconoce en José Hernández a uno de los pioneros del periodismo de denun cia debido a su investigación de la muerte de Peñaloza que publicaría en "El Argentino" de Paraná. La primera nota se titulaba "Asesinato atroz" y comenzaba así:

"El general de la Nación, Don Angel Vicente Peñaloza ha sido cosido a puñaladas en su lecho, degollado y llevada su cabeza de regalo al asesino de Benavidez, de los Virasoro, Ayes, Rolin, Giménez y demás mártires, en Olta, la noche del 12 del actual", en referencia a noviembre de 1863.

Luego agregaba: "El general Peñaloza contaba 70 años de edad; encanecido en la carrera militar, jamás tiñó sus manos en sangre y la mitad del partido unitario no tendrá que acusarle un solo acto que venga a empañar el valor de sus hechos, la magnanimidad de sus rasgos, la grandeza de su alma, la generosidad de sus sentimientos y la abnegación de sus sacrificios".

El autor del “Martin Fierro” relacionaría la muerte del “Chacho” con la de Dorrego y otros jefes populares. En su segundo artículo, "La po lítica del puñal", se ocupa de aquel en quien el riojano había vanamente confiado: "Tiemble ya el general Urquiza que el puñal de los asesinos se prepara para descargarlo sobre su cuello; allí, en San José, en medio de los halagos de su familia, su sangre ha de enrojecer los salones tan frecuentados por el partido unitario".

La tercera nota, según Del Frade, es la presentación del género de la investigación periodística en la Argentina.

"Peñaloza no ha sido perseguido. Ni hecho prisionero. Ni fusilado. Ni su muerte ha acaecido el 12 de noviembre. Lo vamos a probar evidentemente, y con los documentos de ellos mismos. Todo eso es un tejido de infamias y mentiras, que cae por tierra al más ligerísimo examen de los documentos oficiales que han publicado sus asesinos", aseguró el periodista.

Agregó que "ha sido cosido a puñaladas en su propio lecho, y mientras dormía, por un asesino que se introdujo a su campo en el silencio de la noche; fue enseguida degollado, y el asesino huyó llevándose la cabeza. A la mañana siguiente no había en su lecho ensangrentado sino un cadáver mutilado y cubierto de heridas. Esa es la verdad, pero todo esto ha ocurrido antes del 12 de que hablan las notas oficiales (...) Examinemos ligeramente esos documentos. El primer parte que aparece dando cuenta de la muerte del general Peñaloza, es el siguiente" y transcribe el texto de Pablo Yrrazábal y Ramón Castañeda fechado en Olta, el 12 de noviembre de 1863.

Allí se pone de manifiesto que Yrrazábal sorprendió al "bandido Peñaloza, el cual fue inmediatamente pasado por las armas" y aseguraba que también tenía "prisionera a la mujer y un hijo adoptivo".

Hernández destacó a los lectores el hecho de que el operativo se produjo en la madrugada del 12 y que no había más prisioneros que la familia de Peñaloza.


La verdad se ha dicho

A continuación, Hernández publicó una carta de Sarmiento, como gobernador de San Juan, al inspector general de Armas de la República, general Wenceslao Paunero.

En ella el sanjuanino le adjudicó la detención del Chacho a Vera y no en la madrugada del 12, sino a las nueve de la mañana.

El tercer documento es la carta que Yrrazábal dirigió al coronel José Arredondo el mítico 12 de noviembre de 1863.

"Pongo en conocimiento de VE el buen éxito de nuestra jornada que ha dado el triunfo sobre el vandalaje", comenzaba el escrito.

Luego mencionó al "valiente comandante Ricardo Vera", la fecha 11 de noviembre, la toma de 18 prisioneros y la partida hacia Olta en la madrugada del 12. Habla de otro grupo de 18 nuevos prisioneros, seis muertos y el secuestro de la mujer del Chacho y un hijo adoptivo.

Entonces Hernández pone en evidencia las contradicciones entre los documentos oficiales.

"O miente uno o miente el otro. La verdad es que mienten los dos", escribe en tono contundente.

“(...) Peñaloza ha sido asesinado mucho antes de lo que dicen esas notas falsificadas". Después analiza la construcción de la historia oficial a través del diario "El Imparcial" de Córdoba y "La Nación Argentina" de Buenos Aires y termina escribiendo que "el criminal se agazapa, se esconde, pero siempre deja la cola afuera, que es por donde lo toma la justicia. Los salvajes unitarios han dejado también la cola afuera".