sábado, 3 de septiembre de 2016

Rosas - Partido de La Matanza - Chiviló

 Publicado en el diario La Nación el 31 de agosto y 3 de setiembre de 2016   


Ante la existencia de un proyecto presentado en la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, para dividir el Partido de La Matanza en cuatro municipios, uno de los cuales llevaría el nombre de Juan Manuel de Rosas, el día 31 de agosto de 2016 se publicó una carta en la sección Cartas de Lectores de La Nación, por la cual un lector criticó tal proyecto, que mereció mi contestación que se publicó en la misma sección tres días después. Ambas cartas se transcriben a continuación.

Norberto J. Chiviló


Carta de lectores a la nación

Rosas



Juan Manuel de Rosas

Chiviló
Chiviló


jueves, 1 de septiembre de 2016

Motivaciones e ilegalidad de la intervención anglofrancesa

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año X N° 40 - Setiembre 2016 - Pag. 16   

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816 

Las motivaciones y la ilegalidad de la intervención anglofrancesa

La causa principal de la intervención era económica, ya que se creía en aquellas potencias dominantes, las ventajas que para su comercio se podrían obtener de la navegación libre del Paraná.

Para lograr ese objetivo era necesario el reconocimiento de la independencia del Paraguay, como así también el reconocimiento de Entre Ríos y Corrientes como un nuevo país -se las quería separar de la Confederación Argentina-, como también les interesaba el derrocamiento de Rosas quien con tanta tenacidad sostenía la integridad territorial argentina.

Lord Palmerston -primer ministro inglés- consciente de la sinrazón de la posición de Inglaterra y Francia de pretender navegar el río Paraná, en 1846 escribió al jefe del gobierno francés François Guizot: "Lo cierto es, si bien esto debe quedar entre nosotros, que el bloqueo francés y británico del Plata, ha sido ilegal desde el primer momento".

El diplomático inglés William Gore Ouseley -quien fue enviado al Plata para arreglar la cuestión con el gobierno argentino-, comparó y reconoció lo ilógico que era "insistir sobre la libre navegación [del Paraná] que nosotros hemos rechazado en el caso del río San Lorenzo [en Canadá]".

El representante norteamericano en Buenos Aires, Mr. Harris, vio bien claro y así escribió a su gobierno "Toda esta intervención ha sido tan extraña en la conducta internacional, que habrá de provocar la sorpresa y el asombro de cuantos en lo futuro hayan de examinar la historia… Es posible que jamás haya habido nada semejante en los anales todos de la diplomacia".


Combate del Paso del Quebracho

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año X N° 40 - Setiembre 2016 - Pags. 14 a 16   

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816 

1846 - 4 de junio - 2016.

Homenaje a los 170 años del combate de Paso del Quebracho

Doctor Guillermo María Masciotra 


Guerra del Paraná
Cuadro pintado por J. M. Gilbert

El teniente Lauchlan Bellingham Mackinnon, oficial en la corbeta HMS Alecto, llegada a Montevideo desde Inglaterra, a fines de enero de 1846 y enviada a remontar el Paraná para sumarse a la expedición anglofrancesa que el 20 de noviembre había forzado las defensas argentinas en Vuelta de Obligado, fue el encargado -ya en el regreso- de montar una batería de cohetes a la Congrève en una isla frente a la Angostura del Quebracho para hacer frente a las fuerzas argentinas que esperaban el regreso de la flota.

En este cuadro pintado por J. M. Gilbert, propiedad de Mackinnon y que publicó en su obra que en castellano fue traducida como "La escuadra Anglo-Francesa en el Paraná, 1846", se aprecia la intervención de esos cohetes en la batalla del 4 de junio de 1846


El Combate de Paso del Quebracho o de la Angostura, que se desarrolló en las cercanías del hoy Puerto San Martín, Provincia de Santa Fe, el 4 de junio de 1846, constituye una de las glorias de la Guerra del Paraná y de las luchas por la soberanía e independencia nacional. 

En esa circunstancia, la flota de embarcaciones mercantes y de guerra que había forzado la defensa de Vuelta de Obligado un poco más de seis meses atrás y remontó el río para llegar a Corrientes, regresaba de su destino maltrecha y deseando salir de nuestro territorio, que le resultaba manifiestamente hostil. 

La enorme pérdida económica para los comerciantes de Montevideo, las bajas en las tripulaciones y tropas, sumado a la pérdida de cargas y al deterioro de las naves, fortalecían el deseo de abandonar cuanto antes el Río Paraná y así en forma escalonada los convoyes invasores buscaban la llegada al Plata a pesar de su superior artillería y blindajes.

Pero también debemos decir que después de Obligado, la artillería volante con el concurso de Juan Bautista Thorne, Santiago Maurice, Álvaro de Alzogaray, José Félix Cerezo y Laureano de Anzoátegui, siguieron desde la costa a las fuerzas invasoras durante toda su travesía y siempre que por las condiciones del río y sus costas lo permitía, la atacaron. Con vigías en las espesuras de las costas, playas y barrancas, se emboscaba en forma continua a la flota invasora. Así de improviso se desplazaban las unidades de artillería, desarmadas de sus cureñas, las piezas eran cargadas en carros y caballos y colocadas nuevamente en posición aguardaban el momento para disparar y desaparecer. 

La expedición de auxilio enviada desde Montevideo, bajo el amparo de navíos de guerra venidos desde Gran Bretaña, también había sido atacada mientras remontaba el río Paraná cuando pasó por San Lorenzo, dos meses antes.  

En el combate de Vuelta de Obligado, los anglofranceses habían capturado el pailebote Federal (1), al cual rebautizaron como Vuelta de Obligado en homenaje por la reciente "victoria" que habían obtenido, poniéndolo en servicio de SMB y enarbolando desde entonces pabellón inglés. Este navío, por sus características de fácil maniobra y velocidad lo hacían apto para prestar servicio como buque correo de la escuadra invasora y su base en Montevideo.

Cuando en cumplimiento de su misión, este nave bajaba por el Paraná desde Corrientes y se encontró frente a San Lorenzo, encalló en la noche del 18 de abril. Al amanecer del siguiente, advertidos los argentinos de esa situación, cuatro cañones a cargo de Alzogaray la atacaron desde la costa, logrando averiarla. La tripulación y el comandante británico abandonaron el navío y huyeron. Alzogaray con algunos soldados abordaron la embarcación, lograron zafarla de su varadura y la llevaron al puerto de San Lorenzo, donde se retiró el poderoso cañón inglés de bronce, con que lo habían armado, emplazándoselo en la batería instalada en Punta del Quebracho. El pabellón británico que enarbolaba la nave, junto con el equipaje del comandante, correspondencia oficial y otra documentación que los tripulantes dejaron en su huída, fueron remitidos al gobernador Rosas.

El General Lucio Norberto Mansilla -veterano de las Guerras por la Independencia y contra el Imperio de Brasil-, secundado eficazmente por los Coroneles Manuel Virto, Martín Isidoro Santa Coloma y los artilleros veteranos de Vuelta de Obligado prepararon en Punta del Quebracho desde el mes de abril de 1846 una nueva defensa similar a la presentada en Paso del Tonelero y San Lorenzo, aguardando al núcleo principal de la flota invasora. Las fuerzas argentinas contaban con menos de veinte cañones que fueron emplazados en lo alto de una barranca, fuera del alcance de la artillería enemiga, y con un millar de hombres aproximadamente en total, formadas por los siempre aguerridos integrantes del 2do. Batallón de Patricios, los Lanceros de Santa Fe y el Regimiento Escolta del Gral. Mansilla como reserva. Mansilla era un experto en obtener ventajas en el terreno cuando la diferencia de armamento no le daban una situación favorable. 

Los comandantes de las naves invasoras sospechaban fundadamente desde los puentes de sus buques, de una nueva defensa a todo trance que realizarían las fuerzas de la Confederación Argentina, cerca de San Lorenzo, por lo cual se detuvieron a escasas leguas del sitio durante días para reagruparse.

Finalmente el 4 de junio, la flota enemiga compuesta de 12 naves de guerra y 95 mercantes, decidió forzar la posición argentina, donde recibieron un daño mayor, en naves y mercaderías. En algunos casos las embarcaciones, debido a la confusión de las maniobras tendientes a evitar el fuego argentino que se les hacía desde la barranca, vararon en el lecho fangoso y fueron incendiadas por sus propios tripulantes para que no cayeran en manos argentinas. De una de las goletas en llamas los argentinos recuperaron mercaderías.

Luego de casi tres horas de duro combate, parte de las naves retrocedieron porque precisamente la eficaz artillería de Thorne les causaba severos daños. 

El combate del Paso del Quebracho, fue una clara victoria de las fuerzas nacionales, decisiva en la solución del conflicto, ya que los invasores tuvieron cuantiosas pérdidas en las naves mercantes y también los navíos de guerra recibieron el fuego de las baterías argentinas, siendo algunos de ellos seriamente dañados, sufrieron también muchas bajas humanas, frente a las insignificantes de las fuerzas defensoras.

La finalidad de la expedición al Paraguay y Corrientes había fracasado. La ruina aguardaba a los comerciantes de Montevideo que creyeron haber encarado un próspero negocio, pero que les resultó lo contrario,  ya que no solo no pudieron vender sus mercaderías, sino que gran parte las ellas se perdieron como consecuencia de la lucha. 

Los invasores comprendieron que era imposible navegar impunemente los ríos interiores argentinos y de nada les servía la política de cañoneras en un territorio al cual se podía invadir pero del cual resultaba muy difícil salir indemne. Aprendieron la lección y ya nunca más intentaron adentrarse en ríos que eran argentinos.

La estrategia de Mansilla, fue la de correr y golpear, además de dar libertad de acción a sus comandantes para que con decisiones sobre la marcha de los acontecimientos, descargaran salvas en el momento imprevisto y en muchos episodios hasta la última carga de munición.

Tampoco los nuevos ataques de José Garibaldi -bajo las órdenes del gobierno enemigo de Montevideo- a Gualeguaychú y Paysandú cambiaron el curso final de la Guerra del Paraná ya que este enemigo de la Argentina, que había sido derrotado completamente por el almirante Brown en el combate naval de Costa Brava poco menos de cuatro años atrás (15 y 16 de Agosto de 1842), ahora había vuelto a la aventura y al saqueo, luego de que se le permitiera huir y así salvar la vida en las jornadas mencionadas, donde fuera batido por nuestra fuerza naval.

Las noticias del fracaso expedicionario anglofrancés también llegaron a Londres y Paris donde las bajas, las pérdidas de naves y la frustración de los comerciantes europeos que no podían comerciar en el Río de la Plata fueron comentadas en los círculos de los gobiernos inglés y francés y en toda la prensa europea. Tomás Guido -embajador en Río de Janeiro- resaltó que las ricas compañías comerciales de Liverpool y Manchester, también levantaron su voz al ver que tenían la mejor plaza del Atlántico Sur cerrada para sus productos y la Casa Baring Brothers hizo saber a sus inversores con preocupación, que uno de sus préstamos efectuado precisamente a la Argentina, era uno de los pocos que se pagaba en sus servicios puntualmente y que con el ataque a la Confederación Argentina seguramente peligraría en adelante su cumplimiento.

Además, la acción diplomática de Carlos María de Alvear desde Estados Unidos,- divulgador de la Doctrina Monroe en los propios Estados Unidos, la que a similitud de la Guerra de Malvinas no se invocó ni aplicó por el gobierno norteamericano-, de Mariano Balcarce en Francia y de Manuel Moreno en Inglaterra crearon tal conmoción que se resolvió cambiar el interlocutor para negociar con la Confederación Argentina y así llegó el plenipotenciario Thomas Hood para reunirse con Rosas y su canciller Felipe Arana, para finalizar el conflicto, pero pasarán tres años más para la firma de los Tratados Arana-Southern y Arana-Lepredour. 

Guido desde Río de Janeiro, también advirtió sobre la llegada de dos regimientos de línea ingleses procedentes de Ciudad de El Cabo al Imperio de Brasil como modo de coacción, lo que en definitiva no se produjo.

La Confederación Argentina no cedió nunca en sus pretensiones de respeto a su soberanía sobre sus ríos interiores, a pesar que bajo la óptica del terreno estrictamente militar, la flota invasora pudo pasar en todas las oportunidades en las cuales se le presentó batalla, pero al costo que el saldo desfavorable de los combates para los argentinos, se transformó en una victoria política y diplomática que llegó hasta los Estados Vaticanos.

La posición de Juan Manuel de Rosas encargado de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina, en materia de la navegación de los ríos interiores, era similar en argumentos a la adoptada y aplicada por las potencias europeas, entre ellas Francia é Inglaterra, ya que el Río Paraná era sin duda un río interior. Y es precisamente lo que esas naciones más tarde reconocieron en aquellos tratados mencionados, respecto a la soberanía nacional en los ríos Paraná y Uruguay. 

Ha pasado una flota pero la realidad es que el Río Paraná no ha quedado libre para las banderas bloqueadoras, no hay víveres frescos en las costas del Paraná, el ganado ha sido retirado al interior lejos de las riberas, y no hay peor situación que haber invadido un territorio y no saber cómo y a qué precio salir.

Rosas, gran negociador, al tratar por separado con Francia e Inglaterra, consiguió formalmente evidenciar las diferencias que existían entre las dos potencias. Nuestra diplomacia interpretaba con acierto que este plan de invasión solo tenía un interés comercial y que el bloqueo era absolutamente ilegal y contrario a derecho.

Para fundar más aún la posición de la Confederación Argentina, es el hecho que el CONCEPTO DE LOS RIOS INTERNACIONALES, era desconocido en los foros internacionales, y recién se inició su desarrollo en la segunda mitad del siglo XIX.


(1) El pailebote Federal era una nave de construcción española, muy similar a una goleta, de silueta muy fina de solamente 3 m. de manga y una eslora de 28 m., con un desplazamiento de 115 tn. llegaba a ser identificada como la más veloz del Plata. Fue adquirida en 1844 para ser destinada al traslado de los prácticos que auxiliaban a las naves en el pilotaje en el Río de la Plata. Luego de su recuperación por Álvaro José de Alzogaray y ya bajo pabellón argentino y con el nombre originario Federal, su mando es ejercido hasta 1848 por el capitán Santiago Maurice, otro marino veterano de la Guerra del Paraná. Integró la Escuadrilla de Ramallo que operó en Corrientes, pasando luego por su versatilidad a ser asignado como aviso de la Armada Argentina. A partir de 1850 se pierde su actuación en los Registros de Buques.


Fuentes:

Busaniche, José Luis. Historia Argentina. - Caillet Bois, Teodoro. Los Marinos de la dictadura. - Galmarini, Hugo. Tomás Guido. - Gálvez, Manuel. Juan Manuel de Rosas. - Gerding, Eduardo. Recuerden Vuelta de Obligado. - Harguindeguy, Pablo. Apuntes sobre buques de la Armada Argentina. - Mackinnon, L.B. La escuadra Anglo Francesa en el Paraná 1846. - O´Donnell, Mario. La Gran Epopeya. - Piccirilli, Ricardo y Gianello Leoncio. Biografías Navales. - Ruiz Moreno, Isidoro. Campañas militares argentinas. - Saldías, Adolfo. Historia de la Confederación Argentina. - Tanzi, Héctor. Historia Marítima Argentina.

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Canción del Quebracho, escrita por el general Mansilla después del combate del Quebracho

1° - Quebrachito de eterna memoria / De los grandes recuerdos será / Ojalá de la historia argentina / No se borre tu nombre jamás.

2° Altanera de Junio en el cuatro / de esos viles la flota se vio / Invitando a Mansilla a la lid / Que orgulloso jamás despreció.

3° Ya se traba el ruidoso combate / Y entre el fragor se oye repetir: / Viva Rozas, viva la Nación / Por la patria la gloria es morir.

4° Entre el humo y las balas se vió / A las grandes naciones ceder / Al valor de libres que hicieron / Vergonzosa su fuga emprender.

5° Esos mismos que allá en Obligado / levantaron de nuevo el pendón / De Inglaterra será el oprobio / de la Francia, vergüenza y borrón.

Fuente: Dermidio T. González en "El hombre - Reedición de la obra y apuntes históricos - Documentos y hechos desconocidos de la historia argentina" (Arturo E. López editor, Buenos Aires, 1912)

El centenario de la Independencia

    Publicado en el Periódico El Restaurador - Año X N° 40 - Setiembre 2016 - Pags. 12 y 13   

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816 

1916. El Centenario 

por la Profesora Beatriz C. Doallo 

Revista Caras y Caretas
Algunas imágenes de la celebración del Centenario de la Independencia
publicadas en la revista Caras y Caretas N° 928 del 15 de julio de 1916


Los primeros cien años de la declaración de nuestra Independencia asistieron a un mundo sin paz. Europa se desangraba; millares de hombres se arrastraban de trinchera en trinchera en tanto que millones de hogares quedaban destruidos por la muerte y el hambre. En los distintos frentes de batalla hacía su debut un monstruo bélico, el tanque. Irlanda se sublevaba contra Inglaterra y Estados Unidos invadía México para resarcirse de ciertas tropelías de Pancho Villa. Las Musas estaban de duelo: había muerto el gran poeta nicaragüense Rubén Darío y, en medio del caos, el escritor checo Franz Kafka hacía editar un libro que lo exponía: La metamorfosis.

Sin la fastuosidad que enmarcara en 1910 la celebración del 25 de Mayo, la nación se preparaba para festejar el 9 de Julio el Centenario de su Independencia con el telón de fondo de una gran agitación social.

Los antecedentes de esta agitación se remontaban a 1880. AI asumir ese año la Presidencia de la Nación el general Julio Argentino Roca, instituyó un régimen presidencialista con un Poder Ejecutivo fuerte, imponiéndose a los otros Poderes, el Legislativo y el Judicial. Bajo el lema, "Paz y Administración", el sistema -inscripto en la historia argentina como el régimen a secas- se componía de un núcleo cerrado dirigente que manejaba los asuntos públicos, disponiendo cargos y lineamientos que orientaban a la República en lo político, económico, social y cultural. El centralismo de la recién federalizada Buenos Aires se mantenía, al igual que en tiempos de la Gran Aldea, por el privilegio de contar con la Aduana y sus costosos peajes en un país agrícola-ganadero, carente de industrias, y que necesitaba importar desde los clavos hasta los jabones.

Hay que hacerle justicia a Roca, tan vilipendiado actualmente, puso en marcha un programa modernizador -ferrocarriles y construcción de caminos- que aportó crecimiento y notables mejoras en el transporte y calidad de vida del interior. Se promovió la inmigración sin trabas, y esto jugó papel decisivo en el adelantamiento del país: se crearon pequeñas industrias, talleres, y comercios de todo tipo en las ciudades, y el sector rural incrementó su rendimiento con colonias bien organizadas y campesinos expertos de la Vieja Europa.

En esta primera presidencia (1880-1886) la autoridad de Roca fue incontrastable, aunque, como era de esperar, se había formado un frente opositor entre cuyos conductores figuraba el abogado Leandro Nicéforo Alem y comenzaba a destacarse su sobrino, Hipólito Yrigoyen. 

Alem y sus seguidores se oponían a un programa político desde el Estado, el poder, y propiciaban uno desde la ciudadanía, la sociedad.

Decidido a mantener su sistema, Roca escogió como sucesor para el período 1886-1892 a un pariente, Miguel Juárez Celman. A causa de la creciente oposición, la elección estuvo viciada de fraude; el nuevo Presidente sostuvo el régimen en tanto embarcaba al país en una orgía de despilfarro y desaciertos financieros que concluyeron en una grave crisis y la Revolución del Parque en 1890. Juárez Celman se vio obligado a renunciar y, con la anuencia de Roca, asumió el vicepresidente Carlos Pellegrini. 

En 1892 la fórmula Luis Sáenz Peña- José Evaristo Uriburu, también apoyada por Roca, esta vez con ayuda de Bartolomé Mitre, ganó -con mayor fraude si cabe- la contienda electoral. El régimen continuó con Roca entre bambalinas, pero los aprietos económicos y las rebeliones provinciales se sucedieron al punto de forzar el alejamiento de Sáenz Peña en 1895.

Medallas del centenario de la Independencia
Medalla conmemorativa del Centenario de la Independencia

Se acusaba al roquismo, de despojar a la nación con sus enormes gastos, desmesurado incremento administrativo y difíciles pagos de la tremenda deuda externa. Se había formado la opinión pública, y la doctrina de Engels y Marx, traída en el equipaje de muchos inmigrantes, aumentó el disgusto por la hegemonía de terratenientes y ganaderos, y la inacción de la dirigencia política para solucionar los problemas de vivienda y subsistencia de la clase obrera. Un estrato intermedio, la pequeña burguesía, actual clase media, temía por su futuro hipotecado, y los universitarios surgidos de esa veta social no dudaban en incorporarse a la facción opositora. "El país está enfermo de fraude", afirmaba una editorial del diario La Nación.

Al renunciante Sáenz Peña le sucedió el vicepresidente Uriburu. Al término de su mandato, en 1898, Roca, con intenciones pacifistas y sin mayor impedimento -Alem se había suicidado en 1896 e Yrigoyen, jefe del partido la Unión Cívica Radical, decretó la abstención electoral- asumió su segunda presidencia. Cumplió sus promesas de campaña: siquiera en la superficie, el país se aquietó. El afán gremialista sirvió para que los trabajadores se ocuparan de ellos mismos y no de protestar contra el gobierno, empresas, industrias y comercios, sin temor a disturbios, progresaron.

El año 1900 llegó, no con el fin del mundo profetizado sino con el vals "Danubio Azur", y llegó 1904 con otra elección: Manuel Pedro de la Quintana, amigo de Roca, fue electo Presidente. 

EI 4 de febrero de1905 Yrigoyen, cuyo partido tenía gran cantidad de afiliados en el interior y en la siempre decisiva provincia de Buenos Aires, intentó una revolución prontamente desbaratada; detenido, fue liberado a los pocos días. Para entonces, al país había llegado la violencia de la anarquía que asolaba a Europa desde décadas atrás. El 11 de agosto de 1905 Quintana fue objeto de un atentado perpetrado por un anarquista catalán que trató de balear el carruaje que conducía al Presidente (ER N° 15).

En 1906, por fallecimiento de Quintana, el vicepresidente José Figueroa Alcorta se hizo cargo del Ejecutivo y le cupo el honor de presidir en 1910 los festejos por el Centenario de la Revolución de Mayo. Ese mismo año, y sin oposición -Yrigoyen nuevamente ordenó no participar- Roque Sáenz Peña asumió la Presidencia. En febrero de 1912 logró que se promulgara la ley que obligó a Enrolamiento General, Voto Secreto y Obligatorio y Padrón Electoral. Para que esta iniciativa presidencial tuviera éxito era necesario que los radicales dejaran a un lado su abstención. Yrigoyen creyó en la nueva ley y decidió que la UCR concurriera a las elecciones en Santa Fe, donde ganó.

En 1914 un atentado en Sarajevo lanzó a siete países a la guerra, falleció Roque Sáenz Peña y el vicepresidente, Victorino de la Plaza, asumió la primera magistratura. Murió también Roca, cuyo régimen daba sus últimos coletazos. La conflagración europea repercutió de inmediato en nuestra economía, paralizando el comercio exterior de carnes y granos. La suspensión del arribo de productos manufacturados y combustible y la drástica disminución de las rentas aduaneras trajeron problemas de todo tipo que concluyeron en lo previsible: crisis financiera. A pesar de ello, algo favorable sucedió: obligado el país a resolver por sí mismo sus necesidades, se inició la independencia económica. Se desarrollaron las industrias locales y se organizó la Marina Mercante para realizar importaciones y exportaciones con barcos propios.

En la costa sur de nuestro territorio, en 1915, fue apresado por un crucero inglés el vapor argentino Presidente Mitre (ER N° 27). Aunque Victorino de la Plaza había hecho conocer internacionalmente la neutralidad argentina, la guerra no marginaba a nadie: por la situación confusa, el cónsul argentino en Dinant (Bélgica) fue fusilado por un pelotón alemán, episodio que desató creciente odio hacia Alemania, del que se hicieron eco los periódicos.

El año 1916 comenzó en Europa con más naciones arrastradas al conflicto bélico, y con nuestro país alterado por la crisis. la inminencia de la elección presidencial atenuó las protestas y la proclamación de la fórmula Hipólito Yrigoyen - Pelagio Luna hizo cundir el entusiasmo. Yrigoyen, ya impredecible, se hizo de rogar para aceptar la candidatura. El 2 de abril votó la ciudadanía y el 10 se conoció el resultado: la UCR había triunfado por amplia mayoría sobre los otros Partidos: el Conservador, el Demócrata Progresista y el Socialista.

La satisfacción general por el próximo cambio de gobierno se trasladó a los actos por el Centenario de la Independencia. Llegaron a Buenos Aires delegaciones de todo el mundo, a pesar de la guerra, y en ciudades y pueblos de la República se realizaron grandes festejos con mucho júbilo y bullicio. El 9 de Julio culminó la fiesta en la Capital con un imponente desfile militar, pero la jornada pudo haber terminado trágicamente. Concluía el paso de las tropas cuando un hombre gatilló dos veces un revólver hacia el balcón presidencial; el primer disparo falló, el segundo rebotó a centímetros de la cabeza de Victorino de la Plaza. El público detuvo al agresor y la policía evitó que lo lincharan, en tanto el Presidente, haciendo honor a su apodo de Doctor Confucio, miraba impasible los últimos batallones del desfile. El autor del atentado no era un anarquista, sino un sujeto de pocas luces decidido a vengar la ejecución de dos asesinos por considerarla injusta (ER N° 16). 

El 12 de octubre Yrigoyen juró en el Congreso; en su desborde, el pueblo desenganchó los caballos de su carruaje, IIevándolo a pulso hasta la Casa de Gobierno. Casi 14 años después, en 1930, el pueblo, enardecido, saqueará su casa y arrojará su cama por el balcón. En 1933 ese mismo pueblo, acongojado, llevará su féretro en brazos sobre un mar de cabezas hasta la Recoleta. 

La expedición Morillo

    Publicado en el Periódico El Restaurador - Año X N° 40 - Setiembre 2016 - Pags. 10 y 11   

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816 

La expedición Morillo - El Congreso de Viena - La Santa Alianza - La neutralidad inglesa

Por el Dr. Guillermo María Masciotra

A fines de 1813, Napoleón reconoció a Fernando VII, como rey de España, volviendo este a su país a principios de 1814, para instaurar una monarquía absoluta.

Independenci americana
Pablo Morillo

En el Río de la Plata en ese año, la plaza fuerte de Montevideo era un bastión realista, amenazado por tierra por las fuerzas patriotas, primero al mando de Rondeau, y posteriormente de Alvear.

Con la intención de reconquistar América, Fernando VII dispuso el alistamiento de una poderosa expedición, con destino a Montevideo, ejército este que en combinación con las fuerzas asentadas en el Bajo y Alto Perú (actuales Perú y Bolivia respectivamente) produciría una estrategia de pinzas para toda Sudamérica.

Pero la Campaña Naval de 1814, cambió el escenario militar ya que la precaria y milagrosamente constituida fuerza naval patriota, ganó la supremacía de las aguas del Plata y sentenció la caída de Montevideo el 23 de junio. 

A finales del año 1814, ya estaba reunida en Cádiz, la expedición pacificadora, que fue el mayor esfuerzo militar que Fernando VII realizó para reconquistar América. El general Pablo Morillo fue designado jefe de esa fuerza compuesta de 15.000 hombres, integrada por aproximadamente 10.000 soldados que incluían infantería, dos baterías de artillería, y dos escuadrones de caballería y 5.000 marinos, tripulantes de la flota que componían 18 buques de guerra y 47 mercantes. 

En España se mantenía en secreto del destino de la expedición, oficialmente la misma se dirigía a Buenos Aires y con esa consigna zarpó en febrero de 1815. En Buenos Aires, se produjo un gran revuelo y causó temor entre las autoridades y el pueblo.  Se publicaron bandos y se militarizó por decreto a todos los ciudadanos, así se iniciaron levas, se reclutaron voluntarios y se diseñaron las defensas basadas especialmente en los  episodios y lugares de los combates de la Defensa en 1807.

Esta preocupación se mantuvo hasta septiembre de 1815, fecha en que se tomó conocimiento del anuncio de Fernando VII en el sentido que la expedición tenía como destino Venezuela, y asimismo afirmaba que se planificaría otra expedición al Río de la Plata, pero con 20.000 hombres, la cual nunca se armó.

La flota que recaló en Venezuela transportando la expedición Morillo, la integraban 65 naves (18 buques de guerra y 47 mercantes), tripuladas por 5.000 marinos. El San Pedro Alcántara, embarcación insignia de la flota de 1.700 toneladas, que era uno de los tres mayores veleros españoles del momento -poseía dos puentes y estaba armado con 64 cañones-, sufrió un grave incendio a los pocos días de desembarcar las fuerzas militares, el que no pudo ser controlado, produciéndose una explosión que derivó en la pérdida de la embarcación. Casi mil tripulantes murieron, además de la pérdida de los pertrechos que transportaba y los valores para la paga. Como consecuencia, Morillo debió partir con urgencia a España.

Las fuerzas españolas produjeron la derrota de la revolución venezolana y la recuperación temporaria de aquellos territorios para la corona española.

En Europa, en octubre de 1814, había comenzado a sesionar en la ciudad de Viena el llamado Congreso de Viena, siendo su inspirador el diplomático austríaco Klemens von Metternich, del cual participaron embajadores plenipotenciarios de las potencias que se unieron y pelearon contra Napoleón Bonaparte como Austria, Prusia, Rusia y posteriormente Gran Bretaña, sumados a los países que integraron la Coalición Antinapoleónica y también Francia, que si bien había sido derrotada conjuntamente con Napoleón, concurrió como una potencia más, producto de su habilidad y sagacidad diplomática.

El objetivo era la reestructuración territorial europea, y desarrolló tres principios básicos: Legitimación de los soberanos o casas reales que detentaban el trono antes de la Revolución Francesa. Restauración de la realeza absolutista. Equilibrio entre las potencias firmantes ya que con el reparto de territorios en base al principio de antiguo reclamo territorial de ocupación y la fijación de las nuevas fronteras se evitarían las continuas guerras.

Durante el tiempo que duraron las sesiones, se desarrollaron fastuosas recepciones y fiestas de palacio, en clara demostración de quien era la clase dominante. El Congreso finalizó el 8 de junio de 1815 con la firma del acta final.

Como consecuencia de la presencia del Zar Alejandro I de Rusia en el Congreso de Viena, junto a Prusia y Austria definieron un compromiso de ayuda y asistencia militar y económica para hacer frente a los intentos revolucionarios que surgieran y alteraran los principios mas arriba expuestos. Concretamente se trataba de formar un frente que defendiera las monarquías absolutistas, e intentando hacer una  alianza del poder real con la identificación religiosa de la fe cristiana; eran monarcas "por la gracia de Dios". Así surgió en Estados Unidos, años después y como elemento contrario la Doctrina Monroe, ya que se temía la restauración en América de las monarquías europeas que se afirmaban y pensaban en avanzar sobre este nuevo continente.

Posteriormente se concretaron otras alianzas políticas en Europa, a los llamados de los impulsores de la Santa Alianza, que suman a Inglaterra y Francia. Nació la llamada Europa de los Congresos.

En el aspecto geopolítico y militar, el Congreso de Viena obtuvo como resultado que casi no hubiera en Europa grandes conflictos bélicos hasta el siglo XX, pero el nuevo mapa de Europa trajo el surgimiento del nacionalismo, especialmente en Italia y Alemania, que recogían los recelos de las naciones que habían sido abruptamente despojadas de territorios y sometidos por los grandes imperios. Las naciones que quedaron fuera del reparto intentaron aproximarse, tal el caso de España, que instruyó a sus embajadores para intentar buscar apoyo para restablecer su poder en América, pedidos que fueron bloqueados por Gran Bretaña que poseía sumo interés en establecer su poder económico en Sud América.

A raíz de la alianza angloespañola, forjada como consecuencia de la invasión napoleónica a España en 1808, las autoridades londinenses declararon la absoluta neutralidad ante los procesos independentistas americanos Era la opinión oficial que sus súbditos debían abstenerse de participar en la contienda americana.

La realidad era que mediante un número importante de individuos, que además crecía, la proclamada neutralidad inglesa se convertiría en el ejército auxiliar revolucionario. Tal fue la contradicción, que se llegó a promulgar una Ley, que prohibía incorporarse a los británicos en ejércitos extranjeros.

Incluso los funcionarios en Londres recibían a los propios jefes o enviados de los gobiernos revolucionarios que explicaban los proyectos independentistas y solicitaban el reconocimiento diplomático.

Un ejemplo de ello, es el viaje que el marino y militar criollo el Alférez de Navío Matías de Irigoyen, realizará a Londres en 1811 por indicación del gobierno patrio, para lograr la asistencia al proceso que se había iniciado en Buenos Aires. No obtuvo apoyo político, pero en su reemplazo volvió con fusiles y pistolas nuevas adquiridas en fábricas inglesas, muy necesarias para nuestras tropas.

Posteriormente partió también a las islas británicas otra misión, fue la denominada Aguirre-Crompton, también recibida por autoridades inglesas, no suministraron tampoco armas en forma oficial, pero demostraron el interés de comerciar con el Río de la Plata.

Era indudable que el gobierno inglés no deseaba que España, reconstruyera su poderío, y no obstante su "neutralidad", unidades completas como la famosa Legión Británica de 500 hombres se sumaron al ejército de Bolívar.

En Dublín también se instaló una oficina que contrataba voluntarios para combatir en América.

La política inglesa era ambigua, pues oficialmente se proclamaba aliada de España, pero en la realidad no deseaba su victoria, porque tenía sus propios planes.

El Cónsul Inglés en Río de Janeiro, Lord Strangford al mes de la Revolución de Mayo, recibió y contestó un Oficio de la Primera Junta manifestando, no poseer instrucciones al respecto, pero igualmente consideraba prudente relacionarse con la Junta de Buenos Aires, en un marco de respeto especialmente por la lealtad a Fernando VII que se declamaba. A partir de ese momento se inició un intercambio epistolar donde haciendo alarde de la neutralidad inglesa, buscaba incrementar sus negocios en ultramar. Este mismo diplomático, es quién despachó en misión secreta a fines de 1811 a Manuel Aniceto Padilla a Buenos Aires, lo que otorgaba un reconocimiento tácito de las nuevas autoridades, pero sin abandonar la neutralidad. En Londres se temía la posibilidad que otra potencia europea ocupara el lugar de España.

Mario José Buschiazzo

    Publicado en el Periódico El Restaurador - Año X N° 40 - Setiembre 2016 - Pag. 10   

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816 

 

La Casa de Tucumán

Mario José Buschiazzo

Fue arquitecto, docente (de enseñanza secundaria, terciaria y universitaria), escritor, investigador, entre otras actividades.

Nació en Buenos Aires, el 10 de diciembre de 1902, en una familia en la que abundaban los arquitectos. 

Después de cursar el bachillerato en la localidad de Olivos, donde obtuvo medalla de oro por ser el mejor alumno, ingresó en la Universidad de Buenos Aires, recibiéndose de arquitecto en 1927, y donde posteriormente también se desempeñó como profesor titular a partir de 1941 y fue designado como profesor emérito en 1967.

Volcó toda su actividad profesional y su vocación en la función pública, especializándose en la problemática del patrimonio cultural, desempeñándose en los Ministerios de Obras Públicas de la Nación y Provincia de Buenos Aires.

Realizó importantes investigaciones sobre arte y arquitectura hispanoamericana en las que se especializó. Fue autor de numerosos libros -además de folletos, artículos, etc.- sobre el tema, citaremos entre otros: La arquitectura colonial (su primer libro), La Catedral de Córdoba (1941), Buenos Aires y Córdoba en 1729 (1941), La Catedral de Buenos Aires (1943), Estudios de arquitectura colonial en Hispanoamérica (1944), La Iglesia del Pilar (1945), Argentina, monumentos históricos y arqueológicos (1959), Art-Noveau en Buenos Aires (1965). 

Además de realizar numerosos proyectos para construcciones nuevas para el Estado, fue un importante arquitecto conservacionista, restaurador también de edificios históricos como los Cabildos de Buenos Aires y Salta, la Posta de Sinsacate, la Casa de Sarmiento, el Palacio San José, la Misión Jesuítica de San Ignacio, la Casa de Tucumán, el Convento de San Francisco (en Santa Fe), el Convento de Santo Domingo (en San Juan), la Capilla de Pumamarca, entre muchos otros y también realizó importantes trabajos de restauración en la Casa de la Moneda de Potosí -Bolivia-. 

Falleció a los 67 años en su casa de Adrogué el 15 de agosto de 1970.

En un país, como el nuestro, donde lo antiguo y tradicional no es respetado ni cuidado, la figura de Buschiazzo sobresale y se destaca y todo su trabajo, tanto intelectual como restaurador, debe ser realmente valorado como un aporte importantísimo para la cultura argentina y americana.

Nuestra Argentina, su historia y su cultura, le deben mucho a este SEÑOR Arquitecto …un verdadero patriota.

La Casa de Tucumán

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año X N° 40 - Setiembre 2016 - Pags. 8 y 9    

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816 


Declaración de la Independencia
La Casa de Tucumán 

por Norberto Jorge Chiviló


¿Qué puede ser más representativo para nuestros sentidos cuando nos referimos al 9 de julio, que la imagen siempre presente de la Casa de Tucumán?. Muchísimas veces la hemos dibujado siendo niños. ¡Qué trabajo nos daba dibujar las columnas torneadas, junto a la puerta! ¡Cuántas veces las borrábamos y recomenzábamos la tarea!. Muchos de los lectores también recordarán que allá en la década del 50' del siglo pasado, en las páginas centrales de la revista infantil "Billiken", editada en la semana de julio, algunas veces veía dibujada la histórica casa, para ser recortada y armar la conocida fachada.


Su historia

La casa en la que se declaró la independencia en 1816, había sido construida entre los años 1760-1780, por el alcalde Diego Bazán, quien al casar su hija con el comerciante español Miguel Laguna, la dio en dote.

La casa de estilo barroco colonial, edificada en un terreno que medía 29,256 m. de frente por 69,379 m. de fondo, estaba ubicada sobre la llamada "Calle del Rey" y era uno de los mejores edificios de la ciudad de aquél entonces ya que se destacaba por sus dos gruesas columnas torneadas o retorcidas o en espiral, denominadas también "salomónicas" o "helicoidales", las que descansaban sobre pedestal de ladrillo, ubicadas a ambos lados de un portón de madera de dos batientes -ubicado en el medio del frente de la edificación- y por la cual se entraba a un zaguán, y a uno y otro lado se accedía a dos amplios locales, uno a derecha y la otro a la izquierda, cada uno de ellos con una ventana con rejas voladas que daban a la calle. A continuación había un primer patio franqueados por tres salones principales -habitaciones para la familia, la sala y el comedor- ubicados a cada lado y al fondo; luego venía un segundo patio, rodeado de galerías y cerrado hacia el fondo por un grupo de dependencias, destinadas al personal de servicio, que lo separaba, a su vez, del fondo del inmueble, donde había una huerta y árboles frutales y estaba el pozo de agua con su brocal. 

Declaración de la Independencia


La estructura del techo a dos aguas, estaba formado por cabreadas de madera con un entramado de caña hueca y barro, el techo era de tejas españolas de medio punto. Salvo el portal -zaguán y los dos locales laterales- que había sido construido con ladrillos, el resto consistía en muros de tierra apisonada y adobes, revocado con barro y cal. Las columnas de las galerías eran de madera. Ese tipo de construcción demandaba un continuo mantenimiento, para que las intensas lluvias no lo deterioraran.

  Con motivo de la batalla de Tucumán, en 1812, la casa fue alquilada por el Estado para la servir de cuartel y tres años después se alquiló para instalar la Aduana, las Cajas Generales y el Almacén de Guerra.

Poco después y a falta de edificios más adecuados para que pudiera funcionar el Congreso Constituyente que debía sesionar en la ciudad de Tucumán, se decidió destinar esa casa con ese fin, efectuándose nuevas reformas con la ampliación del salón destinado a la realización de las reuniones, demoliendo una pared que separaba el comedor de la sala contigua (en el primer patio) para así hacerlo más grande y apropiado; se repararon techos y se instalaron nuevas letrinas. Mucho del mobiliario que se utilizó en las sesiones fue prestado por algún vecino o por las órdenes religiosas de la ciudad.

Cuando el Congreso dejó de sesionar en esa ciudad, para trasladarse a Buenos Aires, lo que ocurrió en febrero de 1817, la casa cayó en decadencia durante las décadas siguientes, debido al paso del tiempo y a la falta de cuidados adecuados, por lo que fue deteriorándose cada vez más.

En mayo de 1861, una descendiente de los primitivos propietarios, la Sra. Gertrudis de Zavalía, elevó una nota a las autoridades, para que se la eximiera del pago de impuestos por esa propiedad, lo que le fue concedido.

La nota decía: "…Que por Ley de contribución directa están exceptuados los templos, en que se rinde culto al Ser Supremo, como era regular, pero existe en esta ciudad un Santuario, que si bien yace olvidado por la Nación a causa de [las perturbaciones] políticas, a cargo de una familia decaída de su antigua fortuna, que lo conserva intacto con religioso respeto; el cual, hay también fundada razón para que esté comprendido en aquella excepción de la renta. Me refiero, excelentísimo Señor, a la casa monumental de nuestra propiedad, donde se juró la Independencia de las Provincias Unidas de Sud-América por los Padres de la Patria".

"La conservamos en la misma forma que tuvo en aquella época memorable de la historia argentina, esperando que la nación recoja bajo su amparo, y consagre a la veneración de las generaciones venideras ese recinto glorioso, privándose del provecho que su transformación nos ofrece, por esa consideración; y no me parece equitativo que soportemos el gravamen de la contribución, cuando tenemos la conciencia de merecer algún galardón por el servicio de la casa en aquel tiempo, hasta ahora no remunerado, y por su esmerada conservación".

En el año 1869 el italiano Ángel Paganelli, radicado en Tucumán desde 1865, que fue gran retratista de edificios, calles y otras vistas principalmente de la capital tucumana e ingenios azucareros, tomó las dos únicas fotografías que existen de la casa histórica, una que muestra el frente ruinoso y casi destruido, con unos personajes sentados en la vereda y la otra que corresponde al primer patio en la que se ve el exterior del salón donde habían tenido lugar las sesiones del Congreso de 1816, en el que dos mujeres aparecen sentadas a la sombra.

Declaración de la Independencia


En el año 1872 el presidente Nicolás Avellaneda emitió un decreto para adquirir la casa y establecer en ella la oficina de Correos y el Juzgado Federal, debiéndose conservar el "antiguo y venerable salón" donde se había producido la jura de la independencia . Se autorizó así la demolición de gran parte de la casa que daba al frente, para construir en su reemplazo un nuevo edificio con "una fachada neoclásica, con pilastras y medias columnas dóricas soportando un entablamiento y gran frontis… Una portada central de medio punto y seis ventanas llenaban la fachada… dos leones acostados flanqueaban el arranque del frontis", para dar cabida a aquellas oficinas gubernamentales, las que funcionaron en la nueva edificación del frente y el costado izquierdo, separadas por el patio del Salón de la Jura ubicado a la derecha, el que anualmente era engalanado para la celebración de la magna fecha.

Lamentablemente por aquellos años, no se daba importancia a la tradición ni a los edificios históricos, que no solo no se los cuidaba y protegía -contrariamente a lo que ocurría en otros países- sino que la piqueta los derribaba, para construir nuevas edificaciones más acorde con los tiempos que corrían de la "civilización" y el "progreso".

Evidentemente ese nuevo edificio tampoco fue debidamente conservado y amenazaba en convertirse en ruinas ya que en el año 1904, durante la presidencia de Julio A. Roca, se dispuso por decreto la demolición de toda la casa, excepto el salón histórico. A fin de preservar el mismo y darle más realce se construyó un gran pabellón o templete de estilo francés, a dos aguas, propio y característico de principios del siglo XX, con amplios vitrales franceses, dentro del cual quedó protegida la histórica sala, como una pequeña casita con techo de tejas a dos aguas y de allí que los visitantes se refirieran a la misma como la "casita de Tucumán" y como actualmente, a veces, también se la sigue designando. A dicho templete, que popularmente se la llamaba "la quesera", se ingresaba tras pasar un importante pórtico de rejas y un atrio o patio, con palmeras, a cuyos costados había unos murales o bajorrelieves de bronce, obra de la escultora tucumana Lola Mora, que evocaban las dos principales fiestas nacionales, el 25 de Mayo y el 9 de Julio, de gran valor artístico, pero criticadas como documento histórico. El pabellón en su interior contaba con una especie de balcón, donde se situaban las autoridades en las ceremonias oficiales y en sus muros se colocaban las distintas placas conmemorativas.

Declaración de la Independencia

 

Esa construcción de tipo afrancesada, como decía el historiador Guillermo Furlong "lejos de realzar la Sala de la Jura que quedaba bajo de ella, la achicaba y la humillaba".

En 1916 en el centenario de la Independencia, se expropió un inmueble lindero a la casa, que actualmente es el patio de homenajes y donde se encuentran los murales de Lola Mora.

En 1941, se dispuso reconstruir la casa como era originariamente, tarea encomendada al arquitecto Mario J. Buschiazzo, quien a fin de realizar tal importante obra se valió para concretarla, de antiguos planos y las invalorables fotografías que había obtenido Paganelli años atrás. Se utilizaron en la reconstrucción elementos arquitectónicos originales del siglo XVIII, provenientes de otras demoliciones, como puertas, ventanas, columnas, tejas, rejas, etc. El 12 de agosto de ese año, la casa fue declarada Monumento Histórico Nacional.

La casa reconstruida, obra magistralmente realizada por el mencionado arquitecto, fue inaugurada por el presidente Pedro P. Ramírez en el aniversario de la batalla de Tucumán, el 24 de setiembre de 1943.

Desde el año 1992, el 9 de julio de cada año, la ciudad de Tucumán se convierte en Capital de la República y en la Casa Histórica se realiza el acto conmemorativo, con la presencia de las más altas autoridades nacionales y provinciales.


Los colores de la Casa histórica

Declaración de la Independencia


Nos habíamos acostumbrados a ver en ilustraciones -especialmente en los manuales escolares- , los muros de la casa pintados de amarillo, mientras que puertas y ventanas eran verdes y así las pintábamos cuando éramos niños. Esa versión venía originado en un óleo -"Frente de la casa en que se reunió el Congreso de Tucumán, 1816"- pintado por el artista cordobés Genaro Pérez, realizado a fines del siglo XIX, que se encuentra en el Museo Histórico Nacional.

A mediados de los años '90 del siglo pasado, y como consecuencia de trabajos de mantenimiento realizadas en el lugar -cambio de tejas y arreglos en puertas y ventanas comprobándose restos de pintura de color azul- a la par de investigaciones hechas el Archivo Histórico de la Provincia de Tucumán, dieron como resultado que el Congreso que había sesionado en 1816, había encargado la compra de "Azur Prusia" para pintar las puertas y ventanas y cal, para banquear las paredes, siendo estos los colores patrios que habían sido establecidos por la Asamblea del Año XIII.

Así el 9 de julio de 2009 la casa recuperó sus antiguos y originales colores que ostentan en la actualidad.


Fuentes.

Furlong, Guillermo, S.J. "La casa histórica de la Independencia", Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, s/fecha.

Asociación de Amigos del Museo. Folleto: "Museo Casa Histórica de la Independencia Nacional - Historia de la Casa", San Miguel de Tucumán, 1999.

Martín Miguel de Güemes

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año X N° 40 - Setiembre 2016 - Pags. 1 a 6 

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816  

MARTIN MIGUEL DE GÜEMES
El general gaucho
por Norberto Jorge Chiviló 

La guerra gaucha
Martín Miguel de Güemes en su uniforme de gala



La figura militar de Güemes, verdadero general gaucho, como artífice de la guerra defensiva conocida como "guerra gaucha" -nombre éste que se debe a Leopoldo Lugones-, "guerra de recursos" o "guerra irregular", que se desarrolló en lo que hoy es el norte argentino, tiene en nuestra historia un lugar destacado, ya que junto a San Martín y Belgrano -entre otros- fue ardiente defensor de la naciente independencia argentina.
Vicente Fidel López en "Historia de la República Argentina", afirmó: "La campaña defensiva de Güemes… es, en mi concepto, un modelo en su género como plan estratégico y como ejecución consumada. No faltó en ella una sola previsión; no hubo que lamentar un solo descuido; y todas aquellas milicias movidas y electrizadas por el jefe de la provincia invadida, obedecieron directamente a su sola voz con la regularidad del ejército veterano más prolijamente preparado para las operaciones estratégicas de una guerra estrictamente campal. Si exceptuamos la famosa campaña de San Martín sobre Chile, las mayores luces de la escena, y la imponente solemnidad de las batallas que le dan tantos prestigios, no hay entre las guerras de nuestra Revolución ninguna otra que, como la de Güemes en Salta, ofrezca un modelo más acabado de regularidad en el plan y en los resultados…Y de ahí que la célebre campaña de Salta forme el cuadro más vivo y más romanesco que sea posible encontrar en las luchas sangrientas que las masas humanas hayan sostenido alguna vez, las unas contra las otras, cualquiera que sea el país donde se tomen ejemplos. Y la llamamos célebre porque como tal la han clasificado y estudiado todos los historiadores militares españoles que actuaron en ella". 
Martín Miguel de Güemes, segundo hijo de una familia acomodada, cuyo nombre completo era Martín Miguel Juan de Mata de Güemes Goyechea, nació en la ciudad de Salta (Virreinato del Río de la Plata), el 8 de febrero de 1785.
Desde joven abrazó la carrera de las armas, ya que a los 14 años, se alistó en la Compañía del 3er. Batallón del Rey, Fixo de Buenos Aires, que en ese momento se encontraba en Salta a raíz de la rebelión de Túpac Amaru. En 1805 ese batallón, regresó a Buenos Aires -asiento del regimiento-, y como integrante del mismo, Güemes participó un año después en las gloriosas jornadas de la Reconquista contra el invasor inglés, donde se destacó porque al frente de una pequeña fuerza de 30 paisanos dirigió una carga de caballería, sobre un buque mercante inglés, el Justine, que estaba armado con 26 cañones y que había quedado varado debido a una bajante del río, abordándolo y apresando a su tripulación. Por esa actuación, fue ascendido al grado de teniente. Un año después tomó parte también en la Defensa de Buenos Aires.
A fines de junio de 1810, se conoció en Salta, que en el mes de mayo se había formado en Buenos Aires -por entonces capital del Virreinato del Río de la Plata-, una Junta como "la de España" y Güemes fue de los primeros en alistarse en aquella ciudad en la defensa del ideario revolucionario.
Con el envío por la Primera Junta de Gobierno -llamada oficialmente Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata a nombre del Señor Don Fernando VII-  de la Expedición Auxiliadora al Alto Perú al mando del coronel Francisco Ortiz de Ocampo -reemplazado después por Antonio González Balcarce-, con el objeto de sofocar intentos contrarrevolucionarios en Córdoba y ciudades del Alto Perú -que desconocieron el poder de la junta de Buenos Aires- y a su vez llevar la revolución al Norte del Virreinato, Güemes tomó parte de la misma y con 60 hombres se hizo cargo de la defensa de la Quebrada de Humahuaca. 
En la batalla de Suipacha que tuvo lugar el 7 de noviembre del mismo año y que fue la primera victoria significativa del ejército patrio en la guerra de la independencia, Güemes al frente de un cuerpo de milicianos tarijeños tuvo destacadísima actuación y según el Cabildo de Salta "se cubrió de gloria". No obstante que su accionar junto a sus milicianos determinó la victoria patriota, en el parte de la batalla que se remitió al gobierno no fue siquiera nombrado.
Los jefes militares porteños, por celos y envidia, no solo ocultaron esa participación decisiva del joven capitán salteño en aquella batalla, sino que también ocultarán los triunfos diarios que obtendría en el futuro y aún negarán sus servicios a favor de la causa independentista.
Después de ocupar el Alto Perú, el ejército patriota fue derrotado en Huaqui y debía retroceder; Güemes prestó ayuda a los derrotados, a la par que hostigaba con sus partidas gauchas el avance de la vanguardia realista.
Cuando Belgrano asumió el mando del Ejército del Norte y se inició la segunda expedición auxiliadora al Alto Perú para volver a retomar "las provincias de arriba", Güemes no participó, pues fue separado del ejército por indisciplina, causada por una cuestión de polleras, debiéndose trasladar a Buenos Aires. Tenemos que aclarar, que con posterioridad a aquél desencuentro entre Belgrano y Güemes, estos dos personajes históricos se amigaron.
Debido a las derrotas sufridas, una vez más, de las tropas patriotas al mando de Belgrano, en Vilcapugio y Ayohúma el 1° de octubre y 14 de noviembre de 1813 respectivamente, por las fuerzas realistas al mando de Joaquín de la Pezuela y su retirada hacia Jujuy, el gobierno de Buenos Aires decidió el envío de una expedición auxiliadora, designando el 3 de diciembre a San Martín comandante de la fuerza y el 18 de enero siguiente, lo nombró sucesor de Belgrano -quien así lo había pedido- en la jefatura del Ejército del Norte. Once días después en Tucumán, se reunieron ambos jefes, efectuándose el traspaso del mando del ejército.
Guerra gaucha
Carga de Güemes y sus Infernales, óleo sobre tela de Juan A. Boero


En Buenos Aires, Güemes conoció a San Martín, con quien trabó una franca amistad, que duraría hasta el fin de sus días. El salteño, ascendido a teniente coronel y designado como jefe de caballería acompañará a San Martín en esta nueva misión y así volverá a su tierra. Ya en esa tercera expedición, San Martín, en abril de 1814, admirado por la eficiencia de las partidas gauchas, lo designó como comandante de las fuerzas avanzadas de Salta, por el lado del río Pasaje o Juramento  -llamado así porque tiempo atrás allí se había jurado la bandera-, para organizar esas fuerzas y así poder hostigar y contener a las fuerzas realistas. De esa forma Güemes y sus gauchos fueron una barrera infranqueable para los ejércitos realistas.
Después de provocar las dos derrotas al ejército de Belgrano ya señaladas, La Pezuela avanzó hacia el sur y ocupó la ciudad de Jujuy el 27 de mayo de 1814 y luego la de Salta, ocupación que duró hasta el 25 de julio, en que las fuerzas de Güemes, lo hicieron huir después de ocasionarle 1200 bajas en la retirada. 
Güemes a quien su pueblo llamaba "Padre de los pobres", junto con la ayuda de otros caudillejos, al frente de fuerzas irregulares de paisanos en armas, mal armadas, pero con mucho coraje y determinación, un poco indisciplinadas pero que contaron con el amplio apoyo de la población, hicieron frente en muchas oportunidades a los ejércitos regulares realistas bien armados, disciplinados, experimentados en el arte de la guerra y comandados por militares de prestigio, (españoles y criollos como el Mariscal José de la Serna y los generales Pedro de Olañeta, Joaquín de la Pezuela, Juan Ramírez de Orozco, entre otros), que en seis oportunidades desde el Perú fueron enviados por el Alto Perú, para retomar Buenos Aires, lo que no pudieron lograr por la férrea defensa que los gauchos salteños hicieron en tierras de la entonces Intendencia de Salta, que comprendía las actuales provincias de Salta, Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero y la región (ahora boliviana) de Tarija y Tupiza, entre otras.
Lo que se llamó "guerra gaucha", tuvo lugar principalmente en el escenario geográfico de la Quebrada de Humahuaca, lugar por el que pasaban (de Salta y Jujuy hacia el Alto Perú y viceversa) los ejércitos tanto patriotas como realistas, pues al oeste había una zona prácticamente desértica -la Puna- con pocos recursos lo que hacía muy dificultoso su paso por un ejército y al este era una zona selvática falto de caminos y poblaciones y también difícil de transitar.
Güemes, era una persona muy popular entre su pueblo -y lo sigue siendo aún hoy en su querida Salta- de gran carisma, consumado jinete y guerrero y también de carácter noble, justiciero y generoso, lo que le valió por todas esas cualidades, ser admirado y respetado por sus gauchos y le convirtieron en un verdadero caudillo.     
Martín Miguel de Güemes
Infernales. Dibujo de Eleodoro Marenco

Las milicias de paisanos que comandaba, sus gauchos, llamados "Los Infernales", estaban formadas por peones de las haciendas, pequeños propietarios, arrendatarios, puesteros, arrieros y aun indios, diestros en el manejo del caballo y en el arte de lanzar boleadoras y arrojar lazos y en la utilización de armas blancas, lo que les daba ventajas en los enfrentamientos con los realistas, mientras que las armas de fuego eran pocas. Sus características principales eran la valentía y la fidelidad a su jefe
La táctica principal era la de golpear y desaparecer, crear intranquilidad en el ejército enemigo, emboscarlos, arrebatarles recursos, cortar las comunicaciones y sobre todo, hacerlos sentir inseguros en la tierra que pisaban. Todo ello lo hicieron muy bien, y así lo reconocieron los propios enemigos, pero también debemos decir que ayudó la naturaleza del terreno en que se desarrolló esa lucha.
El historiador español Mariano Torrente en sus memorias, describió claramente como fue aquella guerra gaucha a la que los ejércitos realistas se vieron sometidos por las milicias salteñas: "Las numerosas partidas, que se levantaron… compuestas de gentes sumamente diestras en el manejo del caballo, muy conocedoras de aquel terreno montuoso y quebrado, expertas en la guerra de sorpresas, y emboscadas, y de una particular habilidad para penetrar por los espesos bosques y matorrales, extendieron su incursiones hasta las mismas cercanías de Salta. Las tropas del rey tenían que vivir en una continua agitación y alarma, debiendo sostener continuos choques parciales contra aquellos cosacos de América, llamados Gauchos, que huían cuando se les buscaba, pero que con la misma facilidad se echaban encima para interceptar los víveres, cortar las comunicaciones, y sacar partido de todo descuido o desprevención".
Martín Miguel de Güemes
Gucho de Güemes. Dibujo de Eleodoro Marenco
El mismo San Martín, en carta del 23 de marzo de 1814, dirigida al Director Posadas, le expresaba: "…Puedo asegurar a V.E. que ellos solos [los gauchos de Salta], le están haciendo al enemigo una guerra de recursos tan temible, que lo han puesto en la necesidad de despachar una División de más de trescientos hombres con el solo objeto de proteger la extracción de mulas y ganado vacuno", días después en otra carta del 1° de abril, le decía: "…es imponderable la intrepidez y el entusiasmo con que se arroja el paisanaje sobre las partidas enemigas, sin temor del fuego de fusilería que ellas hacen. Tengo de esto repetidos testimonios…" y en otra del 25 de ese mes: "Los enemigos no se han atrevido a destacar ninguna partida fuera de ella [se refiere a la ciudad] en medio de la escasez de víveres que padecen, porque tienen horror a los montaraces".
El general Pezuela, jefe de las fuerzas realistas le envió una nota al virrey del Perú, contándole la actuación de las milicias gauchas y la acción ejercida sobre su ejército: "Su plan es de no dar ni recibir batalla decisiva en parte alguna, y sí de hostilizarnos en nuestras posiciones y movimientos. Observo que, en su conformidad, son inundados estos interminables bosques con partidas de gauchos apoyadas todas ellas con trescientos fusileros que al abrigo de la continuada e impenetrable espesura, y a beneficio de ser muy prácticos y de estar bien montados, se atreven con frecuencia a llegar hasta los arrabales de Salta y a tirotear nuestros cuerpos por respetables que sean, a arrebatar de improviso cualquier individuo que tiene la imprudencia de alejarse una cuadra de la plaza o del campamento, y burlan, ocultos en la mañana, las salidas nuestras, ponen en peligro mi comunicación con Salta a pesar de dos partidas que tengo apostadas en el intermedio; en una palabra, experimento que nos hacen casi con impunidad una guerra lenta pero fatigosa y perjudicial".
Después del combate del Puesto del Marqués, en Jujuy, ocurrido el 14 de abril de 1815, en el que las fuerzas gauchas de Güemes obtuvieron una rotunda y brillante victoria sobre la vanguardia del poderoso ejército realista que estaba al mando de Pezuela, sorprendiéndola en pleno descanso, ocasionándoles 120 muertos y otra igual cantidad de heridos contra sólo 2 heridos entre los atacantes, capturándose asimismo todo el armamento y pertrechos de los enemigos, Güemes se dirigió a Salta, pero al pasar por Jujuy se apoderó de 700 fusiles descompuestos que se encontraban en "la armería, maestranza y demás talleres del ejército", al llegar a Salta, el 6 de mayo y a petición del pueblo, el Cabildo lo designó como Gobernador de esa Intendencia, cargo que ejerció hasta su muerte.
Martín Miguel de Güemes
Güemes en la numismática. Año 2000

El apoderarse de los fusiles en Jujuy, le valió la recriminación del comandante del ejército del Norte, general Rondeau, quien lo conminó a la restitución de esas armas, a lo que Güemes se negó alegando que pertenecían a sus tropas y necesarias para la defensa de Salta. Esta situación produjo la enemistad de ambos militares, siendo declarado Güemes "traidor a la Patria", si bien esas diferencias fueron posteriormente saldadas con la reconciliación, lo que redundó en bien de la causa americana.
A los pocos días de declarada la independencia de las "Provincias Unidas de Sud América", en la ciudad de San Miguel de Tucumán, se entrevistaron en Córdoba el gobernador de Cuyo, general José de San Martín y el recién designado Director Supremo, general Juan Martín de Pueyrredón, para analizar la estrategia propuesta por el primero que consistía en no reincidir en las campañas al Alto Perú, que habían sido siempre contenidas por los realistas, sino en atravesar los Andes, con el ejército a su mando que en Mendoza custodiaba la frontera oeste, expulsar a los realistas de Chile y de allí por mar pasar al Perú, para atacar Lima, capital del Virreinato del Perú, corazón y centro neurálgico del poder español en América. El Director aprobó la estrategia de San Martín y días después, lo nombró General en Jefe del Ejército de los Andes. A su vez a fin de poner en marcha esta estrategia, era necesario que en el norte se impidiera el paso de los ejércitos realistas que pugnaban hacerlo por el Alto Perú, difícil tarea que ya San Martín y Pueyrredón habían confiado en Güemes, lo que el caudillo salteño cumplía a la perfección y lo hará también más tarde, mientras el futuro Libertador, prepara el ejército de los Andes y también después cuando ya liberada Chile, San Martín se aprestaba a realizar su expedición al Perú.
Producida la Declaración de la Independencia, Güemes hizo el juramento de fidelidad junto a autoridades y principales vecinos de la ciudad de Jujuy reunidos en Cabildo Abierto el 6 de agosto, el que repitió de igual forma en el Cabildo Abierto de Salta el 17 de diciembre. Después del primer juramento expidió una proclama destinada a sus fuerzas, comunicándoles el importante acontecimiento, instándolos a continuar combatiendo a los ejércitos invasores realistas. 
A principios del año 1817, Güemes tuvo conocimiento de los planes del jefe realista, mariscal José de la Serna de realizar una gran invasión sobre Salta. Este jefe realista era un prestigioso militar español, con una importante foja de servicios, que se había destacado en los años anteriores en su lucha en la península ibérica contra las tropas de Napoleón y en 1815, fue destinado a América y designado posteriormente como jefe del ejército del Alto Perú, formado el mismo por fuerzas veteranas de muchos combates, vencedoras del ejército imperial francés, con un alto espíritu militar y que también habían venido de España. De la Serna había prometido levantar el estandarte real en la ciudad de Buenos Aires.
Por su lado, Güemes puso a la provincia en pie de guerra, movilizó a su población y organizó el ejército que dividió en partidas pequeñas de no más de veinte hombres. 
Ante el avance de los realistas, Güemes amagó con retirarse, aplicando la táctica de la tierra arrasada, pero a su vez sus partidas hostigan al enemigo en todo lugar y en todo tiempo.
No obstante, las fuerzas de La Serna entraron en Salta el 16 de abril de 1817, pero no pudieron salir de la ciudad por los ataques relámpagos que sufrían y la población, no solo ninguna ayuda le prestaron, sino que por el contrario pasaban información importante a los hombres de Güemes. Esa situación produjo la preocupación del jefe realista y la desmoralización de sus tropas, lo que se vio incrementado con las noticias que venían de Chile y daban cuenta de las victorias obtenidas por San Martín. Todo ello determinó la retirada de La Serna hacia el Alto Perú. 
El 1° de febrero de 1820, en Buenos Aires, se produjo la batalla de Cepeda, que enfrentó a los directoriales -unitarios- y a los federales, comandados estos últimos por Estanislao López y Francisco Ramírez, siendo estos quienes resultaron victoriosos, causando la caída de las autoridades nacionales: el Directorio y la disolución del Congreso Nacional -que había iniciado sus sesiones en Tucumán pero que por esa época ya sesionaba en Buenos Aires y que el año anterior había sancionado la Constitución, tan resistida por los pueblos del interior-.
San Martín, mientras tanto se encontraba con su cuerpo expedicionario en Chile, demorado para iniciar su expedición al Perú.
En esas circunstancias se produjo en el norte una nueva invasión realista, al mando del general Cantenac, quien con un ejército de 4000 hombres ocupó Jujuy y a fines de mayo lo hizo con Salta.
Ante tales hechos, San Martín, como General del Ejército de los Andes, el 8 de junio designó a Güemes, General en Jefe del Ejército de Observación sobre el Perú, con la idea que este no solo contuviera a los realistas, sino que avanzara sobre el Alto Perú y los atacara por la retaguardia, para de esa forma atraer sobre sí a los ejércitos enemigos y facilitar la empresa libertadora.
Cantenac, seguirá los caminos de La Serna, acosado por las partidas gauchas, se retirará tomando el camino hacia el norte. 
Un año después, de aquél nombramiento, en la noche del 6 al 7 de junio de 1821, con la complicidad de algunos enemigos que Güemes tenía en la ciudad de Salta, una fuerza realista de alrededor de 300 a 400 hombres de infantería, altoperuanos, que comandaba José María Valdés, apodado "El Barbarucho", ingresaron en la ciudad, sin levantar sospechas por la vestimenta a la usanza regional que traían de ponchos y ojotas, para tenderle una emboscada nocturna, cercando la casa de su hermana Macacha, en la que Güemes se encontraba y quien al escapar montado en su caballo recibió un balazo en la cadera derecha. 
Esta herida, sea por la enfermedad de hemofilia que padecía Güemes o por la infección que le produjo, le ocasionará la muerte diez días más tarde, en Cañada de la Horqueta, después de padecer una gran agonía, rodeado de sus fieles y apenados gauchos. Todo su pueblo concurrió a su entierro en la Capilla de Chamical.
Guerra gaucha
La muerte de Güemes. Óleo sobre tela de Antonio Alice, circa 1910


Un poco más de un mes después de su muerte, el 22 de julio, sus gauchos comandados por el coronel José Antonio Fernández Cornejo, derrotaron a las fuerzas de "Barbarucho" Valdés y expulsaron para siempre a los españoles de Salta.
Cuando Güemes estaba gravemente herido de muerte, el general español Pedro Antonio Olañeta le envió emisarios, ofreciéndole médicos para que lo curaran, como así también prometiéndole honores y bienes para que desistiera de la lucha por la independencia, ofrecimientos que Güemes rechazó con gran dignidad.
Esos ofrecimientos no fueron los primeros. Un poco menos de cinco años antes, el mismo Olañeta la había remitido a Güemes, una carta (19 de setiembre de 1816) en la que le expresaba: 
"Muy señor mío y pariente: Conducido por el deseo de proporcionar todo el bien posible a los que conmigo están estrechados con relaciones de sangre, dirijo ésta, para que reflexionando con el pulso debido sobre la deplorable situación en que se hallan Uds. por todos los aspectos, se dedicará a labrar su felicidad futura, desviándose de la ruina que lo amenaza..." 
"Si Ud. se halla al cabo de lo expuesto y tiene ánimo de no sacrificarse, avíseme a la mayor brevedad para que con mis jefes le proporcione cuanto sea para su familia", a lo que Güemes contestó: 
"Muy señor mío; y pariente: Al leer su carta del 19 del cte. formé la idea de no contestarla, para que mi silencio acreditara mi justa indignación; pero como me animan sentimientos honrados, hijos de una noble cuna, diré a Ud. que desde ahora y para siempre renuncio y detesto ese decantado bien, que desea proporcionarme. No quiero favores con perjuicio de mi país: este ha de ser libre a pesar del mundo entero. Vengan enhorabuena esos imaginarios regimientos de Extremadura, Gerona, Cantabria, Húsares y Dragones y vengan también cuantos monstruos abortó la España con su Rey Fernando a la cabeza; a nada temo, porque he jurado defender la Independencia de América, y sellarla con mi sangre. Todos estamos dispuestos a morir primero, que sufrir por segunda vez una dominación odiosa, tiránica y execrable. ¿Qué más quiere usted que le diga? Que adopte la guerra que más le acomode para nuestra destrucción, pero tema y mucho la mía. Si Ud. quiere entrar con ese pequeño grupo de tropas a los pueblos de Jujuy y de Salta avísemelo, y en el momento, (le empeño mi palabra de honor) me retiro, dejándole franco el terreno: quiero ver esa guerra análoga a la mía, quiero que midamos nuestras fuerzas y quiero recordarle los triunfos de Vuelta y Media y Wiloma. Estoy persuadido que Ud. delira y por esta razón no acrimino, como debía y podía, el atentado escandaloso de seducirme con embustes, patrañas, que me suponen tonto como las coplas de Calaino. Y luego dirá Ud. que es un oficial de honor y del rey. ¡Qué bajeza! ¿Y así lo toleran sus jefes? ¿Así lo consiente en ese ejército real? Valerse de medios tan rastreros, como inicuos, solo es propio del que nació sin principios. 
Un jefe, que manda un ejército tan respetable, a él solo debe fiar el éxito de sus empresas, lo demás es quimera, es degradarse y mucha debilidad. Yo no tengo más que gauchos honrados y valientes. No son asesinos sino de los tiranos que quieren esclavizarlos. Con estos únicamente espeto a Ud., a su ejército y a cuantos mande de España. Crea Ud. que ansío para ese dicho día que me ha de llenar de gloria, convénzanse Uds. que por experiencia, que ya tienen, que jamás lograrán seducir no a oficiales, sino ni al más infeliz gaucho. En el magnánimo corazón de estos hombres no tiene acogida el interés, ni otro premio que su libertad; por ella pelean con energía, que otras veces han acreditado y que ahora más que nunca desplegarán. Ya está Ud. satisfecho. Ya sabe que me obstino, y ya sabe también que otra vez no ha de hacerse tan indecente propuesta a un oficial de carácter, a un americano honrado, y a un ciudadano que conoce hasta más allá de la evidencia que el pueblo que quiere ser libre, no hay poder humano que lo sujete. Sin perjuicio de esto vea Ud. si en otra cosa puede serle útil su afectísimo servidor Q.S.M.B. Martín Güemes". Como bien lo dijo el general José M. Paz: "Él despreció las seductoras ofertas de los generales realistas".
En aquellos días en que Güemes moría en Cañada de la Horqueta, el ejército libertador al mando de San Martín, ya se encontraba a las puertas de la ciudad de Lima, símbolo del último poder español en América. Ello había sido posible por la actitud decidida de Güemes y sus fuerzas irregulares.
Güemes no fue "un simple comandante de milicias", como lo definió el general Paz en sus Memorias, sino un militar de carrera iniciada desde muy joven y obteniendo sus ascensos por mérito, que estuvo a las órdenes entre otros de San Martín y Belgrano y cuyas aptitudes militares fueron muy valoradas no solo por ellos, sino también por los enemigos realistas, como ya hemos visto. En esas Memorias, el "manco" Paz, también se refirió al jefe salteño en forma muy despectiva, si bien con posterioridad reconoció que fue "patriota sincero y decidido por la independencia, porque lo era en alto grado" y "que hizo una guerra porfiada y al fin, tuvo la gloria de morir por la causa de su elección, que era la de la América entera…"
Güemes quien vivió y peleó por la libertad de su Patria, no es solamente un héroe salteño, sino de toda nuestra Argentina y de la causa de la independencia americana y por lo tanto se encuentra en la galería de los máximos próceres de nuestra nacionalidad y a quien nuestra Patria mucho le debe.
Martín Miguel de Güemes
Monumento a Güemes, al pie del cerro San Bernardo, Salta

El Monumento a Güemes, es obra del artista Víctor Juan Garino, y fue inaugurado el 20 de febrero de 1931 por el entonces Presidente Provisional de la Nación, el salteño José Félix Uriburu. Allí, en cada aniversario de la muerte de Güemes, se concentran gauchos y agrupaciones tradicionalistas, venidas desde todos los puntos de la provincia, para rendirle merecido homenaje.


Fuentes:
www.portaldesalta.gov.ar
"Crónica Histórica Argentina", Editorial Codex S. A., Buenos Aires, 1968.
Gálvez, Lucía. "Güemes el hacedor de la Guerra gaucha", en revista "Todo es historia", N° 546, de enero de 2013.
Perdiguero, César. "Güemes en el banquillo", en revista "Todo es historia", N° 12, abril de 1968.
Rosa, José María. "Historia Argentina", T° 3, Editorial Oriente S.A., Buenos Aires, 1973.

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Los retratos de Güemes

            Nuestro prócer, nunca fue retratado en vida, por lo que las pinturas y dibujos que de él conocemos, son recreaciones artísticas. El primero que se encargó de ello, fue el retratista Eduardo Schiaffino, quien en 1902, realizó una carbonilla de medio cuerpo en el que se ve a Güemes de pie y con los brazos cruzados, vistiendo uniforme de húsar, obra que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Salta, que reproducimos en el N° 3 (pág. 8), de este periódico.

            Para componer el rostro de Güemes, el artista reunió a sus tres nietos, de quienes tomó rasgos de nariz, frente, boca y otros detalles craneanos y faciales, teniendo en cuenta para eso las descripciones que existían de quienes habían conocido en vida al héroe salteño.

            El retrato que ilustra la primera página "Martín Miguel de Güemes en su uniforme de gala" es un óleo sobre tela de M. Prieto, basado evidentemente en la carbonilla de Schiaffino, y se encuentra en el Museo Histórico del Regimiento de Caballería Ligero N° 5 "Gral. Güemes".

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El feriado del 17 de junio

            A principios del mes de junio ppdo. el Senado de la Nación, sancionó la ley 27.258 -originada en la Cámara de Diputados- por la cual se incorpora "como feriado nacional y día no laborable en todo el territorio de la nación el 17 de junio de cada año, en conmemoración al paso a la inmortalidad del general Don Martín Miguel de Güemes", y que al haber sido promulgada rápidamente por el Poder Ejecutivo, tuvo inmediata ejecución el día 17 de junio pasado.

            Nadie niega los méritos del general salteño para merecer todos los homenajes que podamos brindarle los argentinos y que hemos destacado desde las páginas de este periódico, pero sí nos parece que la proliferación de feriados nacionales, sumados a los provinciales, locales, feriados puente y los fijados por cada gremio de trabajadores y otros extraordinarios o de excepción, son un contrasentido con la necesidad del fomento del trabajo y el estudio, que evidentemente se ven afectados con todos ellos.

            Para compensarse la incorporación de este nuevo feriado, podía haberse suprimido alguno de los llamados feriado puente que no tienen más sentido que promover o fomentar el turismo, como si para promover una actividad se pueda afectar a otras.

            Nos parece también que no tiene ninguna razón, más que la señalada, el corrimiento de los feriados, que cuando corresponden a un sábado o domingo u otro día que no fuere un lunes, son trasladados a un lunes, para hacer un feriado largo, sin ninguna lógica. Los feriados no deberían correrse para ninguna otra fecha, porque pierden así todo carácter patriótico y de recordación y solo son excusa para el turismo. Que alguien pueda explicar, porqué en el presente año, el Día de la Soberanía, que debería celebrarse y recordarse el domingo 20 de noviembre, ni siquiera fue pasado para el día siguiente, sino que se lo hizo para el día 28 (¡).

            Creemos que las presentes autoridades debería poner las cosas en su debido lugar: El país no necesita más jolgorio. Necesita trabajar y los jóvenes estudiar. Las actuales circunstancias así lo imponen.