jueves, 1 de septiembre de 2016

La expedición Morillo

    Publicado en el Periódico El Restaurador - Año X N° 40 - Setiembre 2016 - Pags. 10 y 11   

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816 

La expedición Morillo - El Congreso de Viena - La Santa Alianza - La neutralidad inglesa

Por el Dr. Guillermo María Masciotra

A fines de 1813, Napoleón reconoció a Fernando VII, como rey de España, volviendo este a su país a principios de 1814, para instaurar una monarquía absoluta.

Independenci americana
Pablo Morillo

En el Río de la Plata en ese año, la plaza fuerte de Montevideo era un bastión realista, amenazado por tierra por las fuerzas patriotas, primero al mando de Rondeau, y posteriormente de Alvear.

Con la intención de reconquistar América, Fernando VII dispuso el alistamiento de una poderosa expedición, con destino a Montevideo, ejército este que en combinación con las fuerzas asentadas en el Bajo y Alto Perú (actuales Perú y Bolivia respectivamente) produciría una estrategia de pinzas para toda Sudamérica.

Pero la Campaña Naval de 1814, cambió el escenario militar ya que la precaria y milagrosamente constituida fuerza naval patriota, ganó la supremacía de las aguas del Plata y sentenció la caída de Montevideo el 23 de junio. 

A finales del año 1814, ya estaba reunida en Cádiz, la expedición pacificadora, que fue el mayor esfuerzo militar que Fernando VII realizó para reconquistar América. El general Pablo Morillo fue designado jefe de esa fuerza compuesta de 15.000 hombres, integrada por aproximadamente 10.000 soldados que incluían infantería, dos baterías de artillería, y dos escuadrones de caballería y 5.000 marinos, tripulantes de la flota que componían 18 buques de guerra y 47 mercantes. 

En España se mantenía en secreto del destino de la expedición, oficialmente la misma se dirigía a Buenos Aires y con esa consigna zarpó en febrero de 1815. En Buenos Aires, se produjo un gran revuelo y causó temor entre las autoridades y el pueblo.  Se publicaron bandos y se militarizó por decreto a todos los ciudadanos, así se iniciaron levas, se reclutaron voluntarios y se diseñaron las defensas basadas especialmente en los  episodios y lugares de los combates de la Defensa en 1807.

Esta preocupación se mantuvo hasta septiembre de 1815, fecha en que se tomó conocimiento del anuncio de Fernando VII en el sentido que la expedición tenía como destino Venezuela, y asimismo afirmaba que se planificaría otra expedición al Río de la Plata, pero con 20.000 hombres, la cual nunca se armó.

La flota que recaló en Venezuela transportando la expedición Morillo, la integraban 65 naves (18 buques de guerra y 47 mercantes), tripuladas por 5.000 marinos. El San Pedro Alcántara, embarcación insignia de la flota de 1.700 toneladas, que era uno de los tres mayores veleros españoles del momento -poseía dos puentes y estaba armado con 64 cañones-, sufrió un grave incendio a los pocos días de desembarcar las fuerzas militares, el que no pudo ser controlado, produciéndose una explosión que derivó en la pérdida de la embarcación. Casi mil tripulantes murieron, además de la pérdida de los pertrechos que transportaba y los valores para la paga. Como consecuencia, Morillo debió partir con urgencia a España.

Las fuerzas españolas produjeron la derrota de la revolución venezolana y la recuperación temporaria de aquellos territorios para la corona española.

En Europa, en octubre de 1814, había comenzado a sesionar en la ciudad de Viena el llamado Congreso de Viena, siendo su inspirador el diplomático austríaco Klemens von Metternich, del cual participaron embajadores plenipotenciarios de las potencias que se unieron y pelearon contra Napoleón Bonaparte como Austria, Prusia, Rusia y posteriormente Gran Bretaña, sumados a los países que integraron la Coalición Antinapoleónica y también Francia, que si bien había sido derrotada conjuntamente con Napoleón, concurrió como una potencia más, producto de su habilidad y sagacidad diplomática.

El objetivo era la reestructuración territorial europea, y desarrolló tres principios básicos: Legitimación de los soberanos o casas reales que detentaban el trono antes de la Revolución Francesa. Restauración de la realeza absolutista. Equilibrio entre las potencias firmantes ya que con el reparto de territorios en base al principio de antiguo reclamo territorial de ocupación y la fijación de las nuevas fronteras se evitarían las continuas guerras.

Durante el tiempo que duraron las sesiones, se desarrollaron fastuosas recepciones y fiestas de palacio, en clara demostración de quien era la clase dominante. El Congreso finalizó el 8 de junio de 1815 con la firma del acta final.

Como consecuencia de la presencia del Zar Alejandro I de Rusia en el Congreso de Viena, junto a Prusia y Austria definieron un compromiso de ayuda y asistencia militar y económica para hacer frente a los intentos revolucionarios que surgieran y alteraran los principios mas arriba expuestos. Concretamente se trataba de formar un frente que defendiera las monarquías absolutistas, e intentando hacer una  alianza del poder real con la identificación religiosa de la fe cristiana; eran monarcas "por la gracia de Dios". Así surgió en Estados Unidos, años después y como elemento contrario la Doctrina Monroe, ya que se temía la restauración en América de las monarquías europeas que se afirmaban y pensaban en avanzar sobre este nuevo continente.

Posteriormente se concretaron otras alianzas políticas en Europa, a los llamados de los impulsores de la Santa Alianza, que suman a Inglaterra y Francia. Nació la llamada Europa de los Congresos.

En el aspecto geopolítico y militar, el Congreso de Viena obtuvo como resultado que casi no hubiera en Europa grandes conflictos bélicos hasta el siglo XX, pero el nuevo mapa de Europa trajo el surgimiento del nacionalismo, especialmente en Italia y Alemania, que recogían los recelos de las naciones que habían sido abruptamente despojadas de territorios y sometidos por los grandes imperios. Las naciones que quedaron fuera del reparto intentaron aproximarse, tal el caso de España, que instruyó a sus embajadores para intentar buscar apoyo para restablecer su poder en América, pedidos que fueron bloqueados por Gran Bretaña que poseía sumo interés en establecer su poder económico en Sud América.

A raíz de la alianza angloespañola, forjada como consecuencia de la invasión napoleónica a España en 1808, las autoridades londinenses declararon la absoluta neutralidad ante los procesos independentistas americanos Era la opinión oficial que sus súbditos debían abstenerse de participar en la contienda americana.

La realidad era que mediante un número importante de individuos, que además crecía, la proclamada neutralidad inglesa se convertiría en el ejército auxiliar revolucionario. Tal fue la contradicción, que se llegó a promulgar una Ley, que prohibía incorporarse a los británicos en ejércitos extranjeros.

Incluso los funcionarios en Londres recibían a los propios jefes o enviados de los gobiernos revolucionarios que explicaban los proyectos independentistas y solicitaban el reconocimiento diplomático.

Un ejemplo de ello, es el viaje que el marino y militar criollo el Alférez de Navío Matías de Irigoyen, realizará a Londres en 1811 por indicación del gobierno patrio, para lograr la asistencia al proceso que se había iniciado en Buenos Aires. No obtuvo apoyo político, pero en su reemplazo volvió con fusiles y pistolas nuevas adquiridas en fábricas inglesas, muy necesarias para nuestras tropas.

Posteriormente partió también a las islas británicas otra misión, fue la denominada Aguirre-Crompton, también recibida por autoridades inglesas, no suministraron tampoco armas en forma oficial, pero demostraron el interés de comerciar con el Río de la Plata.

Era indudable que el gobierno inglés no deseaba que España, reconstruyera su poderío, y no obstante su "neutralidad", unidades completas como la famosa Legión Británica de 500 hombres se sumaron al ejército de Bolívar.

En Dublín también se instaló una oficina que contrataba voluntarios para combatir en América.

La política inglesa era ambigua, pues oficialmente se proclamaba aliada de España, pero en la realidad no deseaba su victoria, porque tenía sus propios planes.

El Cónsul Inglés en Río de Janeiro, Lord Strangford al mes de la Revolución de Mayo, recibió y contestó un Oficio de la Primera Junta manifestando, no poseer instrucciones al respecto, pero igualmente consideraba prudente relacionarse con la Junta de Buenos Aires, en un marco de respeto especialmente por la lealtad a Fernando VII que se declamaba. A partir de ese momento se inició un intercambio epistolar donde haciendo alarde de la neutralidad inglesa, buscaba incrementar sus negocios en ultramar. Este mismo diplomático, es quién despachó en misión secreta a fines de 1811 a Manuel Aniceto Padilla a Buenos Aires, lo que otorgaba un reconocimiento tácito de las nuevas autoridades, pero sin abandonar la neutralidad. En Londres se temía la posibilidad que otra potencia europea ocupara el lugar de España.