jueves, 1 de septiembre de 2016

El centenario de la Independencia

    Publicado en el Periódico El Restaurador - Año X N° 40 - Setiembre 2016 - Pags. 12 y 13   

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816 

1916. El Centenario 

por la Profesora Beatriz C. Doallo 

Revista Caras y Caretas
Algunas imágenes de la celebración del Centenario de la Independencia
publicadas en la revista Caras y Caretas N° 928 del 15 de julio de 1916


Los primeros cien años de la declaración de nuestra Independencia asistieron a un mundo sin paz. Europa se desangraba; millares de hombres se arrastraban de trinchera en trinchera en tanto que millones de hogares quedaban destruidos por la muerte y el hambre. En los distintos frentes de batalla hacía su debut un monstruo bélico, el tanque. Irlanda se sublevaba contra Inglaterra y Estados Unidos invadía México para resarcirse de ciertas tropelías de Pancho Villa. Las Musas estaban de duelo: había muerto el gran poeta nicaragüense Rubén Darío y, en medio del caos, el escritor checo Franz Kafka hacía editar un libro que lo exponía: La metamorfosis.

Sin la fastuosidad que enmarcara en 1910 la celebración del 25 de Mayo, la nación se preparaba para festejar el 9 de Julio el Centenario de su Independencia con el telón de fondo de una gran agitación social.

Los antecedentes de esta agitación se remontaban a 1880. AI asumir ese año la Presidencia de la Nación el general Julio Argentino Roca, instituyó un régimen presidencialista con un Poder Ejecutivo fuerte, imponiéndose a los otros Poderes, el Legislativo y el Judicial. Bajo el lema, "Paz y Administración", el sistema -inscripto en la historia argentina como el régimen a secas- se componía de un núcleo cerrado dirigente que manejaba los asuntos públicos, disponiendo cargos y lineamientos que orientaban a la República en lo político, económico, social y cultural. El centralismo de la recién federalizada Buenos Aires se mantenía, al igual que en tiempos de la Gran Aldea, por el privilegio de contar con la Aduana y sus costosos peajes en un país agrícola-ganadero, carente de industrias, y que necesitaba importar desde los clavos hasta los jabones.

Hay que hacerle justicia a Roca, tan vilipendiado actualmente, puso en marcha un programa modernizador -ferrocarriles y construcción de caminos- que aportó crecimiento y notables mejoras en el transporte y calidad de vida del interior. Se promovió la inmigración sin trabas, y esto jugó papel decisivo en el adelantamiento del país: se crearon pequeñas industrias, talleres, y comercios de todo tipo en las ciudades, y el sector rural incrementó su rendimiento con colonias bien organizadas y campesinos expertos de la Vieja Europa.

En esta primera presidencia (1880-1886) la autoridad de Roca fue incontrastable, aunque, como era de esperar, se había formado un frente opositor entre cuyos conductores figuraba el abogado Leandro Nicéforo Alem y comenzaba a destacarse su sobrino, Hipólito Yrigoyen. 

Alem y sus seguidores se oponían a un programa político desde el Estado, el poder, y propiciaban uno desde la ciudadanía, la sociedad.

Decidido a mantener su sistema, Roca escogió como sucesor para el período 1886-1892 a un pariente, Miguel Juárez Celman. A causa de la creciente oposición, la elección estuvo viciada de fraude; el nuevo Presidente sostuvo el régimen en tanto embarcaba al país en una orgía de despilfarro y desaciertos financieros que concluyeron en una grave crisis y la Revolución del Parque en 1890. Juárez Celman se vio obligado a renunciar y, con la anuencia de Roca, asumió el vicepresidente Carlos Pellegrini. 

En 1892 la fórmula Luis Sáenz Peña- José Evaristo Uriburu, también apoyada por Roca, esta vez con ayuda de Bartolomé Mitre, ganó -con mayor fraude si cabe- la contienda electoral. El régimen continuó con Roca entre bambalinas, pero los aprietos económicos y las rebeliones provinciales se sucedieron al punto de forzar el alejamiento de Sáenz Peña en 1895.

Medallas del centenario de la Independencia
Medalla conmemorativa del Centenario de la Independencia

Se acusaba al roquismo, de despojar a la nación con sus enormes gastos, desmesurado incremento administrativo y difíciles pagos de la tremenda deuda externa. Se había formado la opinión pública, y la doctrina de Engels y Marx, traída en el equipaje de muchos inmigrantes, aumentó el disgusto por la hegemonía de terratenientes y ganaderos, y la inacción de la dirigencia política para solucionar los problemas de vivienda y subsistencia de la clase obrera. Un estrato intermedio, la pequeña burguesía, actual clase media, temía por su futuro hipotecado, y los universitarios surgidos de esa veta social no dudaban en incorporarse a la facción opositora. "El país está enfermo de fraude", afirmaba una editorial del diario La Nación.

Al renunciante Sáenz Peña le sucedió el vicepresidente Uriburu. Al término de su mandato, en 1898, Roca, con intenciones pacifistas y sin mayor impedimento -Alem se había suicidado en 1896 e Yrigoyen, jefe del partido la Unión Cívica Radical, decretó la abstención electoral- asumió su segunda presidencia. Cumplió sus promesas de campaña: siquiera en la superficie, el país se aquietó. El afán gremialista sirvió para que los trabajadores se ocuparan de ellos mismos y no de protestar contra el gobierno, empresas, industrias y comercios, sin temor a disturbios, progresaron.

El año 1900 llegó, no con el fin del mundo profetizado sino con el vals "Danubio Azur", y llegó 1904 con otra elección: Manuel Pedro de la Quintana, amigo de Roca, fue electo Presidente. 

EI 4 de febrero de1905 Yrigoyen, cuyo partido tenía gran cantidad de afiliados en el interior y en la siempre decisiva provincia de Buenos Aires, intentó una revolución prontamente desbaratada; detenido, fue liberado a los pocos días. Para entonces, al país había llegado la violencia de la anarquía que asolaba a Europa desde décadas atrás. El 11 de agosto de 1905 Quintana fue objeto de un atentado perpetrado por un anarquista catalán que trató de balear el carruaje que conducía al Presidente (ER N° 15).

En 1906, por fallecimiento de Quintana, el vicepresidente José Figueroa Alcorta se hizo cargo del Ejecutivo y le cupo el honor de presidir en 1910 los festejos por el Centenario de la Revolución de Mayo. Ese mismo año, y sin oposición -Yrigoyen nuevamente ordenó no participar- Roque Sáenz Peña asumió la Presidencia. En febrero de 1912 logró que se promulgara la ley que obligó a Enrolamiento General, Voto Secreto y Obligatorio y Padrón Electoral. Para que esta iniciativa presidencial tuviera éxito era necesario que los radicales dejaran a un lado su abstención. Yrigoyen creyó en la nueva ley y decidió que la UCR concurriera a las elecciones en Santa Fe, donde ganó.

En 1914 un atentado en Sarajevo lanzó a siete países a la guerra, falleció Roque Sáenz Peña y el vicepresidente, Victorino de la Plaza, asumió la primera magistratura. Murió también Roca, cuyo régimen daba sus últimos coletazos. La conflagración europea repercutió de inmediato en nuestra economía, paralizando el comercio exterior de carnes y granos. La suspensión del arribo de productos manufacturados y combustible y la drástica disminución de las rentas aduaneras trajeron problemas de todo tipo que concluyeron en lo previsible: crisis financiera. A pesar de ello, algo favorable sucedió: obligado el país a resolver por sí mismo sus necesidades, se inició la independencia económica. Se desarrollaron las industrias locales y se organizó la Marina Mercante para realizar importaciones y exportaciones con barcos propios.

En la costa sur de nuestro territorio, en 1915, fue apresado por un crucero inglés el vapor argentino Presidente Mitre (ER N° 27). Aunque Victorino de la Plaza había hecho conocer internacionalmente la neutralidad argentina, la guerra no marginaba a nadie: por la situación confusa, el cónsul argentino en Dinant (Bélgica) fue fusilado por un pelotón alemán, episodio que desató creciente odio hacia Alemania, del que se hicieron eco los periódicos.

El año 1916 comenzó en Europa con más naciones arrastradas al conflicto bélico, y con nuestro país alterado por la crisis. la inminencia de la elección presidencial atenuó las protestas y la proclamación de la fórmula Hipólito Yrigoyen - Pelagio Luna hizo cundir el entusiasmo. Yrigoyen, ya impredecible, se hizo de rogar para aceptar la candidatura. El 2 de abril votó la ciudadanía y el 10 se conoció el resultado: la UCR había triunfado por amplia mayoría sobre los otros Partidos: el Conservador, el Demócrata Progresista y el Socialista.

La satisfacción general por el próximo cambio de gobierno se trasladó a los actos por el Centenario de la Independencia. Llegaron a Buenos Aires delegaciones de todo el mundo, a pesar de la guerra, y en ciudades y pueblos de la República se realizaron grandes festejos con mucho júbilo y bullicio. El 9 de Julio culminó la fiesta en la Capital con un imponente desfile militar, pero la jornada pudo haber terminado trágicamente. Concluía el paso de las tropas cuando un hombre gatilló dos veces un revólver hacia el balcón presidencial; el primer disparo falló, el segundo rebotó a centímetros de la cabeza de Victorino de la Plaza. El público detuvo al agresor y la policía evitó que lo lincharan, en tanto el Presidente, haciendo honor a su apodo de Doctor Confucio, miraba impasible los últimos batallones del desfile. El autor del atentado no era un anarquista, sino un sujeto de pocas luces decidido a vengar la ejecución de dos asesinos por considerarla injusta (ER N° 16). 

El 12 de octubre Yrigoyen juró en el Congreso; en su desborde, el pueblo desenganchó los caballos de su carruaje, IIevándolo a pulso hasta la Casa de Gobierno. Casi 14 años después, en 1930, el pueblo, enardecido, saqueará su casa y arrojará su cama por el balcón. En 1933 ese mismo pueblo, acongojado, llevará su féretro en brazos sobre un mar de cabezas hasta la Recoleta.