jueves, 1 de septiembre de 2016

Combate del Paso del Quebracho

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año X N° 40 - Setiembre 2016 - Pags. 14 a 16   

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816 

1846 - 4 de junio - 2016.

Homenaje a los 170 años del combate de Paso del Quebracho

Doctor Guillermo María Masciotra 


Guerra del Paraná
Cuadro pintado por J. M. Gilbert

El teniente Lauchlan Bellingham Mackinnon, oficial en la corbeta HMS Alecto, llegada a Montevideo desde Inglaterra, a fines de enero de 1846 y enviada a remontar el Paraná para sumarse a la expedición anglofrancesa que el 20 de noviembre había forzado las defensas argentinas en Vuelta de Obligado, fue el encargado -ya en el regreso- de montar una batería de cohetes a la Congrève en una isla frente a la Angostura del Quebracho para hacer frente a las fuerzas argentinas que esperaban el regreso de la flota.

En este cuadro pintado por J. M. Gilbert, propiedad de Mackinnon y que publicó en su obra que en castellano fue traducida como "La escuadra Anglo-Francesa en el Paraná, 1846", se aprecia la intervención de esos cohetes en la batalla del 4 de junio de 1846


El Combate de Paso del Quebracho o de la Angostura, que se desarrolló en las cercanías del hoy Puerto San Martín, Provincia de Santa Fe, el 4 de junio de 1846, constituye una de las glorias de la Guerra del Paraná y de las luchas por la soberanía e independencia nacional. 

En esa circunstancia, la flota de embarcaciones mercantes y de guerra que había forzado la defensa de Vuelta de Obligado un poco más de seis meses atrás y remontó el río para llegar a Corrientes, regresaba de su destino maltrecha y deseando salir de nuestro territorio, que le resultaba manifiestamente hostil. 

La enorme pérdida económica para los comerciantes de Montevideo, las bajas en las tripulaciones y tropas, sumado a la pérdida de cargas y al deterioro de las naves, fortalecían el deseo de abandonar cuanto antes el Río Paraná y así en forma escalonada los convoyes invasores buscaban la llegada al Plata a pesar de su superior artillería y blindajes.

Pero también debemos decir que después de Obligado, la artillería volante con el concurso de Juan Bautista Thorne, Santiago Maurice, Álvaro de Alzogaray, José Félix Cerezo y Laureano de Anzoátegui, siguieron desde la costa a las fuerzas invasoras durante toda su travesía y siempre que por las condiciones del río y sus costas lo permitía, la atacaron. Con vigías en las espesuras de las costas, playas y barrancas, se emboscaba en forma continua a la flota invasora. Así de improviso se desplazaban las unidades de artillería, desarmadas de sus cureñas, las piezas eran cargadas en carros y caballos y colocadas nuevamente en posición aguardaban el momento para disparar y desaparecer. 

La expedición de auxilio enviada desde Montevideo, bajo el amparo de navíos de guerra venidos desde Gran Bretaña, también había sido atacada mientras remontaba el río Paraná cuando pasó por San Lorenzo, dos meses antes.  

En el combate de Vuelta de Obligado, los anglofranceses habían capturado el pailebote Federal (1), al cual rebautizaron como Vuelta de Obligado en homenaje por la reciente "victoria" que habían obtenido, poniéndolo en servicio de SMB y enarbolando desde entonces pabellón inglés. Este navío, por sus características de fácil maniobra y velocidad lo hacían apto para prestar servicio como buque correo de la escuadra invasora y su base en Montevideo.

Cuando en cumplimiento de su misión, este nave bajaba por el Paraná desde Corrientes y se encontró frente a San Lorenzo, encalló en la noche del 18 de abril. Al amanecer del siguiente, advertidos los argentinos de esa situación, cuatro cañones a cargo de Alzogaray la atacaron desde la costa, logrando averiarla. La tripulación y el comandante británico abandonaron el navío y huyeron. Alzogaray con algunos soldados abordaron la embarcación, lograron zafarla de su varadura y la llevaron al puerto de San Lorenzo, donde se retiró el poderoso cañón inglés de bronce, con que lo habían armado, emplazándoselo en la batería instalada en Punta del Quebracho. El pabellón británico que enarbolaba la nave, junto con el equipaje del comandante, correspondencia oficial y otra documentación que los tripulantes dejaron en su huída, fueron remitidos al gobernador Rosas.

El General Lucio Norberto Mansilla -veterano de las Guerras por la Independencia y contra el Imperio de Brasil-, secundado eficazmente por los Coroneles Manuel Virto, Martín Isidoro Santa Coloma y los artilleros veteranos de Vuelta de Obligado prepararon en Punta del Quebracho desde el mes de abril de 1846 una nueva defensa similar a la presentada en Paso del Tonelero y San Lorenzo, aguardando al núcleo principal de la flota invasora. Las fuerzas argentinas contaban con menos de veinte cañones que fueron emplazados en lo alto de una barranca, fuera del alcance de la artillería enemiga, y con un millar de hombres aproximadamente en total, formadas por los siempre aguerridos integrantes del 2do. Batallón de Patricios, los Lanceros de Santa Fe y el Regimiento Escolta del Gral. Mansilla como reserva. Mansilla era un experto en obtener ventajas en el terreno cuando la diferencia de armamento no le daban una situación favorable. 

Los comandantes de las naves invasoras sospechaban fundadamente desde los puentes de sus buques, de una nueva defensa a todo trance que realizarían las fuerzas de la Confederación Argentina, cerca de San Lorenzo, por lo cual se detuvieron a escasas leguas del sitio durante días para reagruparse.

Finalmente el 4 de junio, la flota enemiga compuesta de 12 naves de guerra y 95 mercantes, decidió forzar la posición argentina, donde recibieron un daño mayor, en naves y mercaderías. En algunos casos las embarcaciones, debido a la confusión de las maniobras tendientes a evitar el fuego argentino que se les hacía desde la barranca, vararon en el lecho fangoso y fueron incendiadas por sus propios tripulantes para que no cayeran en manos argentinas. De una de las goletas en llamas los argentinos recuperaron mercaderías.

Luego de casi tres horas de duro combate, parte de las naves retrocedieron porque precisamente la eficaz artillería de Thorne les causaba severos daños. 

El combate del Paso del Quebracho, fue una clara victoria de las fuerzas nacionales, decisiva en la solución del conflicto, ya que los invasores tuvieron cuantiosas pérdidas en las naves mercantes y también los navíos de guerra recibieron el fuego de las baterías argentinas, siendo algunos de ellos seriamente dañados, sufrieron también muchas bajas humanas, frente a las insignificantes de las fuerzas defensoras.

La finalidad de la expedición al Paraguay y Corrientes había fracasado. La ruina aguardaba a los comerciantes de Montevideo que creyeron haber encarado un próspero negocio, pero que les resultó lo contrario,  ya que no solo no pudieron vender sus mercaderías, sino que gran parte las ellas se perdieron como consecuencia de la lucha. 

Los invasores comprendieron que era imposible navegar impunemente los ríos interiores argentinos y de nada les servía la política de cañoneras en un territorio al cual se podía invadir pero del cual resultaba muy difícil salir indemne. Aprendieron la lección y ya nunca más intentaron adentrarse en ríos que eran argentinos.

La estrategia de Mansilla, fue la de correr y golpear, además de dar libertad de acción a sus comandantes para que con decisiones sobre la marcha de los acontecimientos, descargaran salvas en el momento imprevisto y en muchos episodios hasta la última carga de munición.

Tampoco los nuevos ataques de José Garibaldi -bajo las órdenes del gobierno enemigo de Montevideo- a Gualeguaychú y Paysandú cambiaron el curso final de la Guerra del Paraná ya que este enemigo de la Argentina, que había sido derrotado completamente por el almirante Brown en el combate naval de Costa Brava poco menos de cuatro años atrás (15 y 16 de Agosto de 1842), ahora había vuelto a la aventura y al saqueo, luego de que se le permitiera huir y así salvar la vida en las jornadas mencionadas, donde fuera batido por nuestra fuerza naval.

Las noticias del fracaso expedicionario anglofrancés también llegaron a Londres y Paris donde las bajas, las pérdidas de naves y la frustración de los comerciantes europeos que no podían comerciar en el Río de la Plata fueron comentadas en los círculos de los gobiernos inglés y francés y en toda la prensa europea. Tomás Guido -embajador en Río de Janeiro- resaltó que las ricas compañías comerciales de Liverpool y Manchester, también levantaron su voz al ver que tenían la mejor plaza del Atlántico Sur cerrada para sus productos y la Casa Baring Brothers hizo saber a sus inversores con preocupación, que uno de sus préstamos efectuado precisamente a la Argentina, era uno de los pocos que se pagaba en sus servicios puntualmente y que con el ataque a la Confederación Argentina seguramente peligraría en adelante su cumplimiento.

Además, la acción diplomática de Carlos María de Alvear desde Estados Unidos,- divulgador de la Doctrina Monroe en los propios Estados Unidos, la que a similitud de la Guerra de Malvinas no se invocó ni aplicó por el gobierno norteamericano-, de Mariano Balcarce en Francia y de Manuel Moreno en Inglaterra crearon tal conmoción que se resolvió cambiar el interlocutor para negociar con la Confederación Argentina y así llegó el plenipotenciario Thomas Hood para reunirse con Rosas y su canciller Felipe Arana, para finalizar el conflicto, pero pasarán tres años más para la firma de los Tratados Arana-Southern y Arana-Lepredour. 

Guido desde Río de Janeiro, también advirtió sobre la llegada de dos regimientos de línea ingleses procedentes de Ciudad de El Cabo al Imperio de Brasil como modo de coacción, lo que en definitiva no se produjo.

La Confederación Argentina no cedió nunca en sus pretensiones de respeto a su soberanía sobre sus ríos interiores, a pesar que bajo la óptica del terreno estrictamente militar, la flota invasora pudo pasar en todas las oportunidades en las cuales se le presentó batalla, pero al costo que el saldo desfavorable de los combates para los argentinos, se transformó en una victoria política y diplomática que llegó hasta los Estados Vaticanos.

La posición de Juan Manuel de Rosas encargado de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina, en materia de la navegación de los ríos interiores, era similar en argumentos a la adoptada y aplicada por las potencias europeas, entre ellas Francia é Inglaterra, ya que el Río Paraná era sin duda un río interior. Y es precisamente lo que esas naciones más tarde reconocieron en aquellos tratados mencionados, respecto a la soberanía nacional en los ríos Paraná y Uruguay. 

Ha pasado una flota pero la realidad es que el Río Paraná no ha quedado libre para las banderas bloqueadoras, no hay víveres frescos en las costas del Paraná, el ganado ha sido retirado al interior lejos de las riberas, y no hay peor situación que haber invadido un territorio y no saber cómo y a qué precio salir.

Rosas, gran negociador, al tratar por separado con Francia e Inglaterra, consiguió formalmente evidenciar las diferencias que existían entre las dos potencias. Nuestra diplomacia interpretaba con acierto que este plan de invasión solo tenía un interés comercial y que el bloqueo era absolutamente ilegal y contrario a derecho.

Para fundar más aún la posición de la Confederación Argentina, es el hecho que el CONCEPTO DE LOS RIOS INTERNACIONALES, era desconocido en los foros internacionales, y recién se inició su desarrollo en la segunda mitad del siglo XIX.


(1) El pailebote Federal era una nave de construcción española, muy similar a una goleta, de silueta muy fina de solamente 3 m. de manga y una eslora de 28 m., con un desplazamiento de 115 tn. llegaba a ser identificada como la más veloz del Plata. Fue adquirida en 1844 para ser destinada al traslado de los prácticos que auxiliaban a las naves en el pilotaje en el Río de la Plata. Luego de su recuperación por Álvaro José de Alzogaray y ya bajo pabellón argentino y con el nombre originario Federal, su mando es ejercido hasta 1848 por el capitán Santiago Maurice, otro marino veterano de la Guerra del Paraná. Integró la Escuadrilla de Ramallo que operó en Corrientes, pasando luego por su versatilidad a ser asignado como aviso de la Armada Argentina. A partir de 1850 se pierde su actuación en los Registros de Buques.


Fuentes:

Busaniche, José Luis. Historia Argentina. - Caillet Bois, Teodoro. Los Marinos de la dictadura. - Galmarini, Hugo. Tomás Guido. - Gálvez, Manuel. Juan Manuel de Rosas. - Gerding, Eduardo. Recuerden Vuelta de Obligado. - Harguindeguy, Pablo. Apuntes sobre buques de la Armada Argentina. - Mackinnon, L.B. La escuadra Anglo Francesa en el Paraná 1846. - O´Donnell, Mario. La Gran Epopeya. - Piccirilli, Ricardo y Gianello Leoncio. Biografías Navales. - Ruiz Moreno, Isidoro. Campañas militares argentinas. - Saldías, Adolfo. Historia de la Confederación Argentina. - Tanzi, Héctor. Historia Marítima Argentina.

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Canción del Quebracho, escrita por el general Mansilla después del combate del Quebracho

1° - Quebrachito de eterna memoria / De los grandes recuerdos será / Ojalá de la historia argentina / No se borre tu nombre jamás.

2° Altanera de Junio en el cuatro / de esos viles la flota se vio / Invitando a Mansilla a la lid / Que orgulloso jamás despreció.

3° Ya se traba el ruidoso combate / Y entre el fragor se oye repetir: / Viva Rozas, viva la Nación / Por la patria la gloria es morir.

4° Entre el humo y las balas se vió / A las grandes naciones ceder / Al valor de libres que hicieron / Vergonzosa su fuga emprender.

5° Esos mismos que allá en Obligado / levantaron de nuevo el pendón / De Inglaterra será el oprobio / de la Francia, vergüenza y borrón.

Fuente: Dermidio T. González en "El hombre - Reedición de la obra y apuntes históricos - Documentos y hechos desconocidos de la historia argentina" (Arturo E. López editor, Buenos Aires, 1912)