Publicado en el Periódico El Restaurador - Año X N° 40 - Setiembre 2016 - Pags. 8 y 9
Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el 9 de Julio de 1816
La Casa de Tucumán
por Norberto Jorge Chiviló
¿Qué puede ser más representativo para nuestros sentidos cuando nos referimos al 9 de julio, que la imagen siempre presente de la Casa de Tucumán?. Muchísimas veces la hemos dibujado siendo niños. ¡Qué trabajo nos daba dibujar las columnas torneadas, junto a la puerta! ¡Cuántas veces las borrábamos y recomenzábamos la tarea!. Muchos de los lectores también recordarán que allá en la década del 50' del siglo pasado, en las páginas centrales de la revista infantil "Billiken", editada en la semana de julio, algunas veces veía dibujada la histórica casa, para ser recortada y armar la conocida fachada.
Su historia
La casa en la que se declaró la independencia en 1816, había sido construida entre los años 1760-1780, por el alcalde Diego Bazán, quien al casar su hija con el comerciante español Miguel Laguna, la dio en dote.
La casa de estilo barroco colonial, edificada en un terreno que medía 29,256 m. de frente por 69,379 m. de fondo, estaba ubicada sobre la llamada "Calle del Rey" y era uno de los mejores edificios de la ciudad de aquél entonces ya que se destacaba por sus dos gruesas columnas torneadas o retorcidas o en espiral, denominadas también "salomónicas" o "helicoidales", las que descansaban sobre pedestal de ladrillo, ubicadas a ambos lados de un portón de madera de dos batientes -ubicado en el medio del frente de la edificación- y por la cual se entraba a un zaguán, y a uno y otro lado se accedía a dos amplios locales, uno a derecha y la otro a la izquierda, cada uno de ellos con una ventana con rejas voladas que daban a la calle. A continuación había un primer patio franqueados por tres salones principales -habitaciones para la familia, la sala y el comedor- ubicados a cada lado y al fondo; luego venía un segundo patio, rodeado de galerías y cerrado hacia el fondo por un grupo de dependencias, destinadas al personal de servicio, que lo separaba, a su vez, del fondo del inmueble, donde había una huerta y árboles frutales y estaba el pozo de agua con su brocal.
La estructura del techo a dos aguas, estaba formado por cabreadas de madera con un entramado de caña hueca y barro, el techo era de tejas españolas de medio punto. Salvo el portal -zaguán y los dos locales laterales- que había sido construido con ladrillos, el resto consistía en muros de tierra apisonada y adobes, revocado con barro y cal. Las columnas de las galerías eran de madera. Ese tipo de construcción demandaba un continuo mantenimiento, para que las intensas lluvias no lo deterioraran.
Con motivo de la batalla de Tucumán, en 1812, la casa fue alquilada por el Estado para la servir de cuartel y tres años después se alquiló para instalar la Aduana, las Cajas Generales y el Almacén de Guerra.
Poco después y a falta de edificios más adecuados para que pudiera funcionar el Congreso Constituyente que debía sesionar en la ciudad de Tucumán, se decidió destinar esa casa con ese fin, efectuándose nuevas reformas con la ampliación del salón destinado a la realización de las reuniones, demoliendo una pared que separaba el comedor de la sala contigua (en el primer patio) para así hacerlo más grande y apropiado; se repararon techos y se instalaron nuevas letrinas. Mucho del mobiliario que se utilizó en las sesiones fue prestado por algún vecino o por las órdenes religiosas de la ciudad.
Cuando el Congreso dejó de sesionar en esa ciudad, para trasladarse a Buenos Aires, lo que ocurrió en febrero de 1817, la casa cayó en decadencia durante las décadas siguientes, debido al paso del tiempo y a la falta de cuidados adecuados, por lo que fue deteriorándose cada vez más.
En mayo de 1861, una descendiente de los primitivos propietarios, la Sra. Gertrudis de Zavalía, elevó una nota a las autoridades, para que se la eximiera del pago de impuestos por esa propiedad, lo que le fue concedido.
La nota decía: "…Que por Ley de contribución directa están exceptuados los templos, en que se rinde culto al Ser Supremo, como era regular, pero existe en esta ciudad un Santuario, que si bien yace olvidado por la Nación a causa de [las perturbaciones] políticas, a cargo de una familia decaída de su antigua fortuna, que lo conserva intacto con religioso respeto; el cual, hay también fundada razón para que esté comprendido en aquella excepción de la renta. Me refiero, excelentísimo Señor, a la casa monumental de nuestra propiedad, donde se juró la Independencia de las Provincias Unidas de Sud-América por los Padres de la Patria".
"La conservamos en la misma forma que tuvo en aquella época memorable de la historia argentina, esperando que la nación recoja bajo su amparo, y consagre a la veneración de las generaciones venideras ese recinto glorioso, privándose del provecho que su transformación nos ofrece, por esa consideración; y no me parece equitativo que soportemos el gravamen de la contribución, cuando tenemos la conciencia de merecer algún galardón por el servicio de la casa en aquel tiempo, hasta ahora no remunerado, y por su esmerada conservación".
En el año 1869 el italiano Ángel Paganelli, radicado en Tucumán desde 1865, que fue gran retratista de edificios, calles y otras vistas principalmente de la capital tucumana e ingenios azucareros, tomó las dos únicas fotografías que existen de la casa histórica, una que muestra el frente ruinoso y casi destruido, con unos personajes sentados en la vereda y la otra que corresponde al primer patio en la que se ve el exterior del salón donde habían tenido lugar las sesiones del Congreso de 1816, en el que dos mujeres aparecen sentadas a la sombra.
En el año 1872 el presidente Nicolás Avellaneda emitió un decreto para adquirir la casa y establecer en ella la oficina de Correos y el Juzgado Federal, debiéndose conservar el "antiguo y venerable salón" donde se había producido la jura de la independencia . Se autorizó así la demolición de gran parte de la casa que daba al frente, para construir en su reemplazo un nuevo edificio con "una fachada neoclásica, con pilastras y medias columnas dóricas soportando un entablamiento y gran frontis… Una portada central de medio punto y seis ventanas llenaban la fachada… dos leones acostados flanqueaban el arranque del frontis", para dar cabida a aquellas oficinas gubernamentales, las que funcionaron en la nueva edificación del frente y el costado izquierdo, separadas por el patio del Salón de la Jura ubicado a la derecha, el que anualmente era engalanado para la celebración de la magna fecha.
Lamentablemente por aquellos años, no se daba importancia a la tradición ni a los edificios históricos, que no solo no se los cuidaba y protegía -contrariamente a lo que ocurría en otros países- sino que la piqueta los derribaba, para construir nuevas edificaciones más acorde con los tiempos que corrían de la "civilización" y el "progreso".
Evidentemente ese nuevo edificio tampoco fue debidamente conservado y amenazaba en convertirse en ruinas ya que en el año 1904, durante la presidencia de Julio A. Roca, se dispuso por decreto la demolición de toda la casa, excepto el salón histórico. A fin de preservar el mismo y darle más realce se construyó un gran pabellón o templete de estilo francés, a dos aguas, propio y característico de principios del siglo XX, con amplios vitrales franceses, dentro del cual quedó protegida la histórica sala, como una pequeña casita con techo de tejas a dos aguas y de allí que los visitantes se refirieran a la misma como la "casita de Tucumán" y como actualmente, a veces, también se la sigue designando. A dicho templete, que popularmente se la llamaba "la quesera", se ingresaba tras pasar un importante pórtico de rejas y un atrio o patio, con palmeras, a cuyos costados había unos murales o bajorrelieves de bronce, obra de la escultora tucumana Lola Mora, que evocaban las dos principales fiestas nacionales, el 25 de Mayo y el 9 de Julio, de gran valor artístico, pero criticadas como documento histórico. El pabellón en su interior contaba con una especie de balcón, donde se situaban las autoridades en las ceremonias oficiales y en sus muros se colocaban las distintas placas conmemorativas.
Esa construcción de tipo afrancesada, como decía el historiador Guillermo Furlong "lejos de realzar la Sala de la Jura que quedaba bajo de ella, la achicaba y la humillaba".
En 1916 en el centenario de la Independencia, se expropió un inmueble lindero a la casa, que actualmente es el patio de homenajes y donde se encuentran los murales de Lola Mora.
En 1941, se dispuso reconstruir la casa como era originariamente, tarea encomendada al arquitecto Mario J. Buschiazzo, quien a fin de realizar tal importante obra se valió para concretarla, de antiguos planos y las invalorables fotografías que había obtenido Paganelli años atrás. Se utilizaron en la reconstrucción elementos arquitectónicos originales del siglo XVIII, provenientes de otras demoliciones, como puertas, ventanas, columnas, tejas, rejas, etc. El 12 de agosto de ese año, la casa fue declarada Monumento Histórico Nacional.
La casa reconstruida, obra magistralmente realizada por el mencionado arquitecto, fue inaugurada por el presidente Pedro P. Ramírez en el aniversario de la batalla de Tucumán, el 24 de setiembre de 1943.
Desde el año 1992, el 9 de julio de cada año, la ciudad de Tucumán se convierte en Capital de la República y en la Casa Histórica se realiza el acto conmemorativo, con la presencia de las más altas autoridades nacionales y provinciales.
Los colores de la Casa histórica
Nos habíamos acostumbrados a ver en ilustraciones -especialmente en los manuales escolares- , los muros de la casa pintados de amarillo, mientras que puertas y ventanas eran verdes y así las pintábamos cuando éramos niños. Esa versión venía originado en un óleo -"Frente de la casa en que se reunió el Congreso de Tucumán, 1816"- pintado por el artista cordobés Genaro Pérez, realizado a fines del siglo XIX, que se encuentra en el Museo Histórico Nacional.
A mediados de los años '90 del siglo pasado, y como consecuencia de trabajos de mantenimiento realizadas en el lugar -cambio de tejas y arreglos en puertas y ventanas comprobándose restos de pintura de color azul- a la par de investigaciones hechas el Archivo Histórico de la Provincia de Tucumán, dieron como resultado que el Congreso que había sesionado en 1816, había encargado la compra de "Azur Prusia" para pintar las puertas y ventanas y cal, para banquear las paredes, siendo estos los colores patrios que habían sido establecidos por la Asamblea del Año XIII.
Así el 9 de julio de 2009 la casa recuperó sus antiguos y originales colores que ostentan en la actualidad.
Fuentes.
Furlong, Guillermo, S.J. "La casa histórica de la Independencia", Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, s/fecha.
Asociación de Amigos del Museo. Folleto: "Museo Casa Histórica de la Independencia Nacional - Historia de la Casa", San Miguel de Tucumán, 1999.