domingo, 7 de julio de 2013

Cuando la historia esta sesgada por Ideología

Revista VIVA – CLARIN

El día 7 de julio de 2013, salió publicado en la REVISTA VIVA, suplemento dominical del diario CLARIN, en la columna La historia en foco, a cargo del escritor Felipe Pigna el artículo La crueldad de la oligarquía.



El día 13 del mismo mes, mandé dos cartas idénticas por correo electrónico –que se encuentra transcripta al final de esta nota-, al director de la revista, solicitando su publicación, como al autor del artículo.



En la misma revista, del día 28 de aquél mes, en la sección Lectores, salió publicada –con alguna pequeña modificación- la carta que envié. Por el contrario el Sr. Pigna, nunca contestó.


Norberto Jorge Chiviló




La Crueldad de la Oligarquia - Periódico El Restaurador
La Crueldad de la Oligarquia - Periódico El Restaurador


La historia en foco
Por Felipe Pigna
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La crueldad de la oligarquía



Uno de los aspectos más atroces de la “Campaña del Desierto” fue el modo en que les quitaron los hijos a los indígenas tomados prisioneros y los repartieron entre las “familias de bien” para someterlos a la servidumbre.

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Durante el gobierno de Nicolás Avellaneda, esas “oligarquías” que denunciaba Sarmiento comenzaron a debatir y planificar la “solución al problema indígena”. Su primera fase fue el plan de avance y consolidación de la “frontera”, emprendido por Adolfo Alsina, ministro de Guerra y Marina entre octubre de 1874 y su muerte, ocurrida en diciembre de 1877. La segunda fue la llamada “Conquista del Desierto”, planificada y dirigida por el sucesor de Alsina en esa cartera y figura trascendente del ejército y la política nacional, el general Julio A. Roca.

No vamos a detallar aquí esa campaña (1), pero sí es necesario recordar un proceso que durante mucho tiempo fue silenciado: el de los miles de cautivas y cautivos que, tras las matanzas de los poblados indígenas, fueron llevados por el ejército de Roca a millares de kilómetros de sus tierras ancestrales, y “repartidos” entre las oligarquías con las que estaba peleado Sarmiento.

Evidentemente fue bajo su influencia que el ministro de Guerra de Avellaneda y principal responsable, en todo el amplio sentido del término, de la llamada “Conquista del desierto”, general don Julio Argentino Roca, puso en marcha la horrorosa metodología. Esto publicaba el diario El Nacional:



“Lo que hasta hace poco se hacía era inhumano, pues se le quitaba a las madres sus hijos, para en su presencia y sin piedad, regalarlos, a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas que hincadas y con los brazos al cielo dirigían. Éste era el espectáculo: llegaba un carruaje a aquel mercado humano, situado generalmente en el Retiro, y todos los que lloraban su cruel cautiverio temblaban de espanto […]. Toda la indiada se amontonaba, pretendiendo defenderse los unos a los otros. […] y todos espantados de aquella refinada crueldad, que ellos mismos no concebían en su espíritu salvaje, cesaban por último de pedir piedad a quienes no se conmovían siquiera, y pedir a su Dios la salvación de sus hijos (2).

Recordemos que, según un informe oficial, solo en los tres primeros meses de esa campaña, que se prolongaría casi cinco años más, 14.000 hombres, mujeres y niños fueron masacrados o tomados prisioneros (3). La suerte de los sobrevivientes fue su "traslado", caminando encadenados, unos 1.400 kilómetros, hacia los puertos de Bahía Blanca y Carmen de Patagones. A mitad de camino se montó un enorme campo de concentración en las cercanías de Valcheta (Río Negro). De allí partían los sobrevivientes en una larga y penosa travesía, cargada de horror para personas que desconocían el mar, el barco y los mareos, hacia el puerto de Buenos Aires. Los niños se aferraban a sus madres, que no tenían explicaciones para darles ante tanta barbarie.

Un grupo selecto de hombres, mujeres y niños prisioneros fue obligado a desfilar encadenado por las calles de Buenos Aires rumbo al puerto. Para evitar el escarnio, un grupo de militantes anarquistas irrumpió en el desfile al grito de "dignos", "los bárbaros son los que les pusieron cadenas", y prorrumpió en un emocionado aplauso a los prisioneros que logró opacar el clima festivo y "patriótico" que se le quería imponer a aquel siniestro y vergonzoso "desfile de la victoria".

Desde Buenos Aires, se los llevó a la isla Martín García, convertida en uno de los primeros campos de concentración que registra la historia argentina.

Los que no murieron de hambre, frío y enfermedades fueron trasladados nuevamente al Hotel de Inmigrantes (4), donde comenzó lo que un diario oficialista no tenía prejuicio alguno en titular "Entrega de Indios". En efecto, así lo anunciaba El Nacional, como una noticia suelta más: "Los miércoles y los viernes se efectuará la entrega de indios y chinas a las familias de esta ciudad, por medio de la Sociedad de Beneficencia (5)".

Las "damas" de la sociedad pertenecían a ella y se juntaban en algunos de estos palacios para sus tés canasta con el declarado objetivo de juntar fondos para los pobres, a los que sus maridos empobrecían cada día más. Se había tornado un paseo "francamente divertido" para las damas de la "alta sociedad", voluntaria y eternamente desocupadas, darse una vuelta los miércoles y los viernes por el Hotel a buscar niños para regalar y mucamas, cocineras y todo tipo de servidumbre para explotar.

Las "damas" de la Sociedad de beneficencia se encargaban de realizar este "reparto", por el cual miles de personas fueron "entregadas" y "regaladas" a familias que buscaban obtener servidumbre. Otra eidición de El nacional daba cuenta de algunas escenas de estas apropiaciones de personas, que dejaban en letra muerta el artículo 16 de la Constitución de 1853:

"Llegan a Buenos Aires los indios prisionerosa con sus familias. La desesperación, el llanto, no cesa. Se les quita a las madres su hijos para en su presencia regalarlos, a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas que hincadas y con los brazos al cielo dirijen las mujeres indias. En aquel marco humano unos se tapan la cara, otros miran resignadamente al suelo, la madre aprieta contra su seno al hijo de sus entrañas, el padre se cruza delante para defender a su familia (6)".

Las criaturas arrancadas así a sus madres, apropiadas por los vencedores, en su mayoría tuvieron por destino el servicio doméstico en las casas "de familia" porteñas. Fueron el antecedente de las "peladitas" que poblarían las "piezas de la servidumbre" (nunca tan bien aplicado este término) de las residencias elegantes desde fines del siglo XIX y comienzos del XX.

(1) Véase el capítulo "Mejor un Mayo francés que un Julio Argentino" en Mitos de la historia argentina 2 cit. pag. 291 y siguientes.
(2) El Nacional, Buenos Aires, 20 de marzo de 1885, citado por Martínez Sarasola, op. cit, pág. 270.
(3) "Informe oficial de la Comisión Científica agregada al Estado Mayor General de la Expedición al Río Negro (Patagonia) realizada en los meses de abril, mayo y junio de 1879, bajo las órdenes del general Julio A. Roca", Buenos Aires, 1881, en Roca y la posteridad, Buenos Aires, Honorable Senado de la Nación, 1933.
(4) En ese momento el Asilo u Hotel de Inmigrantes ocupaba un sitio provisorio sobre parte de la actual Plaza San Martín, donde funcionó hasta 1882.
(5) El Nacional, 31 de diciembre de 1878. El diario había sido fundado el 1° de mayo de 1852 por nuestro ya conocido Dalmacio Vélez Sársfield.
(6) El Nacional, 2 de enero de 1879. 


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Villa Ballester, 13 de julio de 2013.
Señor director de la revista VIVA

De mi consideración.



Días pasados leí la columna del Prof. Felipe Pigna "La historia en foco", en la revista Viva del día 7 ppdo. titulada "La crueldad de la oligarquía".

Sería interesante que se escribiera en una próxima entrega, la otra cara de la moneda, esto es los padecimientos, sufridos por los miles de cautivos blancos quienes lo fueron a raíz de los malones indígenas contra poblaciones fronterizas.

Ellos también vieron incendiadas sus casas y fueron separados violentamente y contra su voluntad de sus familiares, quitando a los niños de sus madres y llevándose a las mujeres a millares de kilómetros de donde vivían, a las tolderías, que también tendrían que ser para esas personas verdaderos "campos de concentración" (por seguir las palabras empleadas por Pigna, ya que no me gusta el uso de términos que corresponden a hechos del siglo XX, para aplicarlas a hechos históricos que tuvieron lugar con anterioridad).

Esas mujeres con quienes los indios se cruzaban para mejorar su raza (lograr hombres más altos y robustos), también eran despreciadas y maltratadas por las indias y se las obligaba a realizar los peores trabajos y servían también para el divertimento de los indios... Ud. me entiende.

A esos cautivos se les quitaba la piel de la planta de los pies para que no intentaran escapar de las tolderías.

Los padecimientos que se relata el mencionado artículo, también lo sufrieron otras personas en otras circunstancias y unos y otros fueron seres desgraciados y todos deben ser recordados con el mismo respeto.

No porque unos sean de una etnia, tienen que ser recordados más que los otros. Unos y otros sufrieron lo mismo. Todos eran humanos y americanos.

Poner en evidencia unos hechos desgraciados, como los que se menciona en ese artículo que tuvieron por víctimas a indígenas, pero ocultar otros hechos desgraciados de igual entidad, sufridos por las víctimas de aquellos, no es hacer verdad histórica, sino por el contrario es bastardearla.

Sin más, y a la espera que la presente sea publicada en la sección "Lectores" de esa revista, lo saludo atentamente.


Norberto Jorge Chiviló