sábado, 31 de diciembre de 2022

Alonso Piñeiro - Malvinas - Diario La Prensa

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

Encontramos este artículo que fue publicado en el diario La Prensa el 6 de junio de 2006, en la columna "Los fantasmas del pasado" de Armando Alonso Piñeiro. 

La primera derrota inglesa en las Malvinas
por Armando Alonso Piñeiro

Malvinas
Francisco de Paula Bucarelli

El martes próximo se cumplirán 233 años de la primera derrota británica en las islas Malvinas, hecho producido el 10 de junio de 1770. Un lustro antes, el primer lord del Almirantazgo, lord Egmont, había advertido de manera textual que el archipiélago es “indiscutiblemente la llave de todo el océano Pacífico. Esta isla debe dominar los puertos y el comercio de Chile, Perú, Panamá, Acapulco y, en una palabra, todos los territorios que dan sobre el mar. Hará que en adelante todas nuestras expediciones a esos lugares nos resulten muy lucrativas, de carácter fatal para España”. 
Había sido precisamente en 1765 que el comodoro Byron fundó Puerto Egmont, en homenaje al citado estadista. Pero como en 1767 se produjo el reconocimiento francés de los derechos españoles sobre el archipiélago, el gobierno de Madrid enfrentó, con toda justicia, la acción británica de dos años antes. Desocupado el archipiélago por los franceses, el territorio se hallaba en manos del gobernador Felipe Ruiz Puente, quien dependía del gobernador de Buenos Aires, Francisco de Paula Bucarelli. Enterado del levantamiento de Puerto Egmont -ubicado en la isla de la Cruzada o Trinidad, según la nomenclatura española-, el gobernador malvinense comisionó a su segundo, el teniente de navío Mario Plata, para entrevistar al comandante británico, titular a la sazón de la fragata ‘Tamar’, Anthony Hunt, con instrucciones para invitarlo a retirarse de la posesión española. Como era de esperar, Hunt no reaccionó con la hidalguía anteriormente demostrada por Francia, y el gobernador Bucarelli fue puesto en conocimiento de la resistencia británica.

Para Bucarelli había llegado la hora de la verdad. Envió entonces al capitán de navío Juan Ignacio Madariaga, quien zarpó de Montevideo con destino a las Malvinas, al mando de una escuadra integrada por cuatro fragatas - ‘Industria’, ‘Santa Rosa’, ‘Santa Bárbara’ y ‘Santa Catalina’- y un jebeque o chambequín: ‘Andaluz’.

Ausente Hunt de Puerto Egmont, lo reemplazaba el comandante Guillermo Maltby, de la fragata ‘Favorite ’, quien rechazó la intimación española. El 10 de junio de 1770, Madariaga disparó dos cañonazos como prevención. “Mientras las naves españolas cañoneaban a los buques ingleses -nos recuerda un historiador- la ‘Industria’ y la ‘Santa Rosa’ despacharon lanchas a tierra con soldados armados, que comenzaron a tirar contra el torreón. Los ingleses, por su parte, descargaban sus baterías por mar y tierra. La lucha fue mucho más reñida de lo que trasuntan las breves crónicas de época. Hubo bajas de ambas partes. En la contienda resultó herido el teniente coronel Vicente de Reyna.”

La nave inglesa se rindió, y poco después Madariaga partía con dirección a España para informar sobre la primera victoria española en el sur del continente americano.

Comienza aquí la etapa diplomática, no muy firmemente inaugurada por la corona de Madrid, que comenzó la triste tradición de perder en la mesa de negociaciones lo que los soldados y marinos ganaban en las batallas. Una tradición no menos firmemente sostenida por sus herederos, los argentinos, en muchos otros encuentros de parecida envergadura.

Porque, en efecto, ante la airada protesta del gobierno británico, la corte española terminó por transigir. Es cierto que al comienzo ensayó una resistencia, pero debió negociar para evitar un conflicto armado. Según el tratado del 22 de enero de 1771, el gobernador Bucarelli fue desautorizado y Puerto Egmont, devuelto a las fuerzas inglesas. Es cierto, sin embargo, que el mismo pacto aclara puntillosamente que “no puede ni debe afectar en nada la cuestión del derecho anterior de soberanía de las islas Malvinas”, como que por una cláusula secreta los británicos se comprometían a retirarse definitivamente de las Malvinas, lo cual se cumplió -aunque no definitivamente- en 1774.

domingo, 4 de diciembre de 2022

Recado criollo - Apero criollo

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 
En la revista El Federal del 9 de junio de 2005, se publicó el siguiente artículo sobre el recado o apero criollo

 
Revista El Federal


Los "gringos" y el recado

Una visión de varios viajeros sobre nuestra forma de ensillar 

Revista El Federal
Recado o apero criollo


Lo que más les llamaba la atención era la gran cantidad de elementos utilizados

 

Sin dudas, el recado (montura particular del gaucho argentino) fue para nuestro hombre de campo, la solución a sus largos viajes por este país extenso, fue herramienta de trabajo y cama, fue su primera morada,

Un viajero inglés, no identificado, referenciaba en 1820: “La costumbre española de llevar los estribos largos ha sido generalmente aceptada, y me parece mucho más elegante que la nuestra. Los paisanos galopan millas llevando en el estribo tan sólo un dedo del pie” se refiere a estribar entre los dedos. Más adelante refiere al uso de riendas y estribos de plata y dice que en los lujos, el gaucho parece un jinete árabe pero con mejor gusto.

Alexander Caldcleugh, quien anduvo por Buenos Aires en 1821, comenta sobre el recado porteño: “Adquirí un recado porteño, cuyas prendas sirven también para formar una cama bastante pasadera. Colócanse primero, sobre el caballo, bastantes mantas de lana (matras), para que no pase el sudor que es excesivo debido al calor y al duro trabajo del animal; sobre las mantas se pone una pieza de cuero curtido con  varios adornos y encima la silla o recado”. Recordemos que recado es el conjunto de todas las piezas. Luego dice: “Una cincha fuerte con dos argollas de hierro sujetan el recado al lomo del caballo. Un cuero de oveja (el cojinillo) y un cuerito (el sobrepuesto), apretado por otra correa, completan el equipo de montar”. Y en coincidencia con el testimonio anterior termina: “Los estribos son pequeños y se usan muy largos”.

En 1847, William Mac Cann, un conocido viajero que mucho ha escrito sobre nuestras costumbres, así describía las riendas del gaucho: “Las riendas son de cuero crudo, trenzado, muy fuerte, y el freno de manufactura inglesa, aunque de modelo español”. Después de describir el conjunto de matras tejidas en lana que van debajo del lomillo, Mac Cann advierte que ese conjunto de prendas cumple la función del mandil que se utiliza debajo de la silla inglesa y que fuera utilizado en nuestro país a fines del siglo XIX y principios del XX hasta nuestros días.

A mediados del siglo pasado un viajero llamado Skogman, sorprendido por la estructura de nuestros recados escribe: “Las monturas aquí empleadas, difieren mucho de las conocidas entre nosotros (no conocemos su país de origen). Están construidas de una serie de piezas sueltas, cuya enumeración sería cansadora”. A este observador también le llamaron la atención los estribos y la forma de utilizarlos por nuestro hombre de a caballo. “Los estribos son pequeños y apenas permiten apoyar la punta de los dedos. Los paisanos casi no los utilizan, o bien se conforman con un par de palitos sujetos en una correa y de los cuales se sirven aprisionándolos entre los dedos de sus pies descalzos”. Skogman no pudo dejar pasar la notable docilidad del caballo del gaucho manifestando: “El freno fuerte obliga a montar con mano liviana, pero en general los caballos no son duros de boca y resultan cómodos y agradables para montar. Saben detenerse casi instantáneamente aunque vengan a gran velocidad y se gobiernan al menor movimiento de la mano”.

Como podemos observar, éstos y muchos otros hombres (Hinchliff, Coni, Hutchinson, d’Orbigny), han sido sorprendidos por nuestra particular forma de montar y porque a lo largo de nuestro suelo se han encontrado con tantas formas distintas como toponimias tiene nuestro país. Recordemos que ante la única silla del “cow-boy” y del “charro”, nosotros tenemos ocho recados distintos, por ser este un país con tradición ecuestre de Norte a Sur y de Este a Oeste. Afortunadamente.

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Al recado criollo también se lo llama apero criollo