sábado, 1 de marzo de 2014

Cartas de nuestros lectores

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 30 - Marzo 2014 - Pag. 20 

Cartas de nuestros lectores

Lamentablemente por falta de espacio no se han podido publicar las cartas que nos envían nuestros lectores, las cuales agradecemos.

 

            Publicamos la siguiente que nos remitió el Sr. Hugo Alberto J. Freytes el 26 de noviembre pasado, que consideramos interesante ya que tiene que ver, con el tema de la muerte del Chacho Peñaloza, que fue nota de tapa en la edición anterior de este periódico. 

            "Leí con mucho interés los artículos escritos en el N° 29 del periódico. Son muy buenos y sirven para la reflexión acerca del pensamiento nacional. Con relación al primer artículo me gustaría hacer un comentario respecto al lugar donde muere el Chacho. 

            Mi madre y su familia son oriundos de La Rioja, más precisamente sobre el lugar donde es herido y muerto el Chacho, llamado Loma Alta y no Loma Blanca como erróneamente se menciona en el artículo.

            En la época de la llegada de los conquistadores toda la región entre Olta y Chañar fue denominada Merced de la Loma Alta. Esas tierras fueron otorgadas en recompensa al conquistador Guzmán cuando llegó allí sirviendo a la Corona. La forma de delimitar las mercedes en aquella época era atándole una penca en la cola de un caballo y luego de un azote, hasta donde éste llegaba cansado marcaba el límite del campo. Esas tierras pertenecieron a la familia de mi madre hasta el año 1974 en que fueron vendidas. 

            En cuanto a la muerte del Chacho, contaba mi madre que su abuela -mi bisabuela- junto a la esposa del Chacho lo atendieron al momento de ser herido por un proyectil en la cabeza; que le recogieron los sesos, porque estaba descerebrado, lo juntaron con un pañuelo, y posteriormente se dirigieron a Olta y después todo lo que la historia conoce".       

Noticias

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 30 - Marzo 2014 - Pag. 19 

 

NOTICIAS

Monumento en Tartagal, Salta.

Juan Manuel de Rosas


El día 27 de noviembre ppdo., se inauguró en la ciudad de Tartagal, Depto. San Martín, Pcia. de Salta, en la intersección de las calles J.M. de Rosas y Av. Packham, sobre el paseo Aníbal Nazar, un monumento con el busto de Juan Manuel de Rosas. 

Ello se debió a la iniciativa de la Comisión Tartagal "Década Bicentenario 2006-2016", que preside el profesor Jorge Camacho y que integran entre otras las siguientes instituciones: Agrupación Tradicionalista Gauchos de Güemes, Asociación Veteranos de Guerra de Malvinas y de Familiares Caídos en Combate del Depto. San Martín, Instituto Güemesiano, Instituto Belgraniano, Universidad Nacional de Salta (Sede Regional Tartagal), Instituto de Estudios Históricos Juan Manuel de Rosas y del Federalismo, Fundación Acción Ambiental, Foro de Mujeres Salteñas, Comisión de Integración del Gran Chaco, Centro Cultural Boliviano, Escuadrón de Gendarmería Nacional 52, Regimiento de Infantería de Monte 28 Grala. Juana Azurduy de Padilla. 

También integran la Comisión, funcionarios municipales, directivos de establecimientos educacionales, representantes religiosos de la Diócesis de la Nueva Orán, docentes, periodistas, profesionales, empresarios, artistas, ciudadanos, entre otros. 

Nuestras felicitaciones a la Comisión promotora, que logró la concreción de la instalación de ese monumento en la tierra del Gran Güemes.

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Agradecimiento 

El historiador José Angió, nos obsequió 90 ejemplares autografiados y dedicados de su última obra "General Francisco Ramírez - El Supremo Entrerriano ", para ser distribuidos entre los avisadores, colaboradores y amigos de "El Restaurador". 

Los destinatarios de esa obra, la recibieron con mucha satisfacción y cada uno de ellos agradeció ese regalo, a los que sumamos el nuestro.

                   * * * * * *                       

Importante entrevista 

En los primeros días de enero, conjuntamente con el Dr. Guillermo M. Masciotra, concurrimos a una entrevista con el Director del Museo Histórico de Buenos Aires Cornelio de Saavedra, Lic. Alberto G. Piñeiro, donde fuimos muy bien recibidos y atendidos. 

Es nuestro interés incorporar en las distintas ediciones futuras de este periódico reproducciones de los distintos e importantes objetos que conforman el acervo de ese Museo, como ya lo hicimos en el N° 28 con respecto a un mueble que había pertenecido al Restaurador y un retrato desconocido de éste. 

En la entrevista que duró algo más de una hora, encontramos la mejor predisposición por parte del Lic. Piñeiro, quien ofreció su colaboración, lo que le agradecimos.

* * * * * * 

Distinción 

El día 20 de noviembre pasado fui distinguido por la "Comisión permanente de homenaje a Juan Facundo Quiroga" con la condecoración "La Gran Cruz Religión o Muerte", por la tarea realizada desde las páginas de este periódico, en un lucido y prolijo acto que contó con la concurrencia de muchas personas. 

En la ocasión fueron distinguidas con la misma condecoración también otras personalidades, entre las que se encontraba nuestro vecino, amigo y colaborador de nuestro periódico, el Profesor Carlos Adamo Barbera, y el también amigo, el empresario Fabián D'Antonio titular de Ediciones Fabro. 

Una vez más a las autoridades de dicha Comisión, muchísimas gracias. 

Norberto Jorge Chiviló - Director 

Casa de Grand Bourg

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 30 - Marzo 2014 - Pag. 18 

Casa de Grand Bourg

José de San Martín
Casa de Grand Bourg


En abril de 1834, San Martín compró una casa en Grand Bourg, villa francesa a 7 km. de París y cercana al río Sena.

La casona tenía planta baja y dos pisos altos, con techo de pizarra. En la planta baja se encontraba un salón, el comedor y la cocina, en la planta alta había cinco habitaciones y tres la segunda.

La casa estaba rodeada por un extenso parque, había una huerta con árboles frutales, jardín e invernáculo. Allí el general se entretenía realizando tareas de jardinería y el cuidado de la huerta.

En dicha casa nació Josefa, su segunda nieta, ya que Mercedes había nacido en Buenos Aires, el 14 de octubre de 1833. (1)

A raíz de los sucesos revolucionarios ocurridos en París en 1848, San Martín decidió mudarse a Boulogne-Sur-Mer, sobre el canal de la Mancha, cercana a Inglaterra, donde pensaba radicarse si las condiciones políticas en Francia así lo aconsejaban.

En esa casa en Grand Bourg, recibió la visita de personajes americanos

Una réplica exacta de esa casa -si bien en dimensiones algo menores, pero en escala-, se encuentra ubicada en la Plaza Grand Bourg en la Ciudad de Buenos Aires, en el barrio de Palermo Chico. Fué inaugurada en el año 1946 y es sede del Instituto Nacional Sanmartiniano.

José de San Martín


En billete de quinientos pesos moneda nacional, emitidos entre los años 1964 y 1968, en su frente llevaba el retrato de San Martín, anciano, con ropa de civil y al dorso la réplica de la casa de Grand Bourg.

En dicha casa San Martín redactó su testamento.

(1) En la versión impresa se cometió un error, ya que allí se consignó que ambas nietas del Libertador, habían nacido en Francia.

Opiniones - Leopoldo Lugones

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 30 - Marzo 2014 - Pag. 16 a  18 

Opiniones

Juan Manuel de Rosas

    

Leopoldo Lugones nació el 13 de junio de 1874 en Santa María de Río Seco, Córdoba.

Fue uno de destacado poetas de su época, también ensayista, narrador, periodista y político. Fue inspector de enseñanza media 

Estudió bachillerato en el Colegio Monserrat, de Córdoba, uno de los más importantes de nuestro país.  

En Córdoba cuando tenía 21 años, fundó un Centro Socialista Obrero y comenzó como periodista en la publicación Pensamiento Libre de tendencia atea y anarquista.  Al radicarse en Buenos Aires en 1896 se unió al un grupo de escritores socialistas. Escribió en La Vanguardia -socialista- y Tribuna -roquista-.

Cuando contaba con 22 años de edad, en  el diario El tiempo de Buenos Aires, el día de la llegada a nuestro país del sable corvo, se publica el artículo El sable de su autoría, que transcribimos a continuación, en la que expone su opinión sobre Rosas y sus enemigos. Ese mismo año -1897-, publicó su primer libro Las montañas del oro.

A fines del siglo XIX conoció al poeta nicaragüense Rubén Darío con quien mantuvo amistad hasta la muerte de este último y que influyó en su pensamiento.

Durante el transcurso de su vida va cambiando su posición política, ya que como se dijo se inició en el socialismo más extremo, para pasar al liberalismo, el conservadurismo y tendencias autoritarias propias de las décadas del 20 y del 30. También en 1899 como muchos de los intelectuales de aquella época, había ingresado en la Masonería.

Escribió diversas obras de carácter histórico como El imperio jesuítico, siendo esta una obra profunda sobre ese tema, publicada en 1905 y ese mismo año escribió La guerra gaucha, acaso su obra más conocida, que en el año 1942 fue llevada al cine con notable éxito, por los artistas que trabajaron: Enrique Muiño, Ángel Magaña, Francisco Petrone, Amelia Bence y otros y es considerada como una de las más exitosas películas del cine argentino de todos los tiempos.

Historia de Sarmiento fue otra de sus obras escrita en 1911.

Realizó colaboraciones para el diario La Nación, desempeñándose también como corresponsal en Europa en los años previos a la Gran Guerra, habiendo anticipado la iniciación del conflicto.

En 1915 fue designado Director de la Biblioteca Nacional de Maestros, cargo que desempeño hasta su muerte.

En el año 1924, como "uno de los escritores más importantes del mundo", participó de la reunión de la Liga de las Naciones. En Europa conoció a Alberto Einstein, a quien años después agasajó en su casa cuando el famoso físico visitó nuestro país. 

En 1926 recibió el Premio Nacional de Literatura y en 1928 juntamente con Horacio Quiroga fundaron la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), de la que fue su primer presidente. En su honor, esa sociedad instituyó el día de su natalicio como "Día del escritor".

En 1930 apoyó la revolución del 6 de setiembre que derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen, habiendo sido el redactor de la proclama revolucionaria. Ese año se publicó La grande Argentina y La patria fuerte.

Según opinan unos, desencantado por la situación política y otros, por problemas amorosos, se quitó la vida en Tigre, Pcia. de Buenos Aires el 18 de febrero de 1938. 

Alguna de sus otras obras fueron: Odas seculares (1910), Mi beligerancia (1917), Rubén Darío (1919), El tamaño del espacio (1921), La organización de la paz (1925), Roca (1938), Romances del Río Seco (1938), etc.


EL SABLE

Por Leopoldo Lugones


José de San Martín


Primer acto: El sable libertador.

Y así pasaba el sable: como un relámpago ante las filas y en el relámpago había una visión; y la visión era un florecer de palmas. ¡Gran cosa esa guerra! A la espalda, los Andes. Los campos de Chile al frente. San Martín en medio. 

Una decoración imponente: bloques monstruosos, torrentes espumosos de correr como caballos, abismos llenos de ecos como inmensas campanas volcadas, sueño de vientos, nubes, nieve, silencio. Algún cóndor.

De repente un trueno cercano, una llama: Chacabuco. Luego, más lejos otro trueno, otra llama: Maipú. La vieja cordillera oía, y si bien callaba, esto no quiere decir que permanecía indiferente. Aquello era un amanecer.

De improviso, por la cuesta más agria, entre las mandíbulas del abismo caminando por las sendas que conocen el paso de las nubes y en las cuales suele desganarse el viento en quejas, caballos, granaderos, armas, banderas: La legión. La libertad con ella, y Dios cerca. Iban aquellos tempestuosos caballeros en dura empresa de redimir y despertar.

Tratábase de inaugurar naciones y de vestir pueblos desnudos. De vestirlos de laureles, que es heroico vestir. Era un trabajo cósmico, un trabajo de fe y de acero. La fe era grande, porque los corazones eran firmes; los aceros herían hondo, porque los brazos eran fuertes.

Aquellos soldados podían llamarse los ascetas de la libertad. De hambrientos que estaban, se habían vuelto inmensos; fenómeno común entre los esclavos que ya no quieren serlo. Remendadas llevaban piel y blusa, pero la una y la otra se habían roto porque no se rompió el acero del dueño. No sabían leer; empero sabían deletrear el poema de la tempestad. No tenían camisas, pero les sobraba sangre y entusiasmo bajo la piel, y si no iban vestidos, iban dorados de gloria. No hablaban; sin embargo, habían oído de cerca la voz de la montaña. No poseían siquiera un poeta: mas sí negros vigorosos que soplaban formidables clarines, y golpeaban toscos tambores. No pensaban en nada; no obstante tenían sus caballos. Ni siquiera conocían su propio rumbo; pero para ellos el horizonte concluía donde se levantaba el sable. Aquel sable era como el sol: por donde pasaba se iban despertando las gentes. 

Y era entonces el trajín de las batallas que había de ganarse; de los aceros que necesitaban su bautismo; de los corazones que daban allá adentro como sordos golpes de caballos que llevaban también alas; de las banderas en que había pintados soles para que ni aún los días oscuros anduviera sin sol aquella tropa; de los ímpetus más apremiantes que espuelas; de las esperanzas brillando de golpe y a un tiempo, como cuando el cielo escampa a media noche y la Vía Láctea arroja sobre el horizonte su enorme cruza de cascada; de los corajes extrahumanos que empujaban hacia la muerte a los guerreros que iban con las almas puestas en las espaldas y los corazones latiendo acordes con el galope de caballos, en aquel inmenso trajín, de esos que dejan un ruido largo por los caminos cuando se ponen a trotar los pueblos que el pensamiento de Dios inquieta en ciertas horas como un instinto superior, que provoca esos irresistibles éxodos, bajo cuyo empuje se abren en dos los mares y se conmueven los desiertos: (mares de agua y mares de sombra, desiertos de arena y desiertos de luz, porque suele tratarse igualmente de ejércitos, de familias y de caravanas de almas). Y era el sable quien mandaba y eran cosas de prodigio las que se veían cuando el sable mandaba, cosas de exterminio y de sangre, cosas de honor y de luz, muertes, cargas, fugas, esplendores, cóleras… y el sable siempre rayando las fronteras de los pueblos nuevos y esparciendo a los cuatro horizontes los saludables espantos de la justicia. Aquel sable era como la tempestad: por donde iba pasando tronaba. 

Y vino después el tiempo de los ocios tristes, y llegó la estación de encanecer y las grandes aves negras volvían a ausentarse para sus pueblos y cumbres, y el sable volvió a entrar en su vaina y ya no se le vio más… hasta un día!.

Segundo acto del drama: Juan Manuel de Rozas

Este hombre tan grande y tan fuerte vivió constantemente recibiendo rayos. Cuestión de altura. Sólo que como las cosas del mundo físico suelen tocar su acción en el mundo moral, las calumnias, las diatribas y los apóstrofes de los pequeños contra los grandes hieren de abajo a arriba. 

Es casi asunto de iniciados llegar a convencerse en este país de la inmensa altura genial de Rozas. Son veinte años de historia tachados cobardemente.

Irrefutable prueba de pequeñez moral. Las tres cuartas partes de los ciudadanos argentinos ignoran todo lo que es realmente histórico de la dictadura del general Rozas. La gente unitaria ha seguido teniéndole miedo al hombre hasta después de muerto, y se ha dado el elocuente caso de un cadáver dando miedo a la historia oficial de un pueblo. Porque ésta es la verdad: no han sido los historiadores que se han callado, sino el cadáver que les ha impuesto silencio. De algún modo tenía la calumnia que mostrar bajo su falsa piel leonina, el hocico de chacal. Sólo se sabe que en aquella época se cortaban cabezas. Y bien, ¿qué? Se cortaban porque era una guerra de cabeza contra cabeza. Y si yo hubiera de optar imparcialmente entre aquella época de lucha ferozmente bravía, y estos tiempos de cobardías y de subasta en todo, me quedaría con la primera. Temple moral debía tener el pueblo que mandaba el general Rozas cuando fue capaz de producir Caseros. 

En cambio, el pueblo de hoy cree que para echar abajo las repugnantes medianías que lo están robando, no le queda mejor recurso que el soborno del ejército ¡Siempre la subasta! 

Y luego, ¡qué extraña y formidable carrera la de aquel hombre! De repente aparece en la escena con los dos rayos azules de sus ojos. A su alrededor hay guerreros valerosos, tribunos eximios, ciudadanos meritorios. Todo se pliega ante él o viene abajo. Es cosa de un instante. Repentinamente se ve que ya no queda más que él. Suprema injuria para los mediocres. 

Dentro del concepto del gobierno, y con las modernas leyes científicas de la concurrencia vital, el único gobernante lógico es el tirano. La idea del mando es absolutamente autocrática. El que manda es siempre uno. El crimen del general Rozas consiste en haber sido lógico ocupando solo todo el horizonte porque era el más grande de todos los hombres de su tiempo. 

Hay que confesar que la personalidad de Rozas no cabía en la vulgar y mediana blusa democrática a pesar de tener ésta diez mil mangas. Y él la hizo estallar magníficamente. Bajo la enorme presión de su pecho dominador saltaron los míseros broches del convencionalismo legal. Entonces le advirtió la tempestad, le juzgó digno de su esfuerzo, le vio grande entre las microscópicas envidias que hormigueaban bajo su talón imperioso, y echó él vientos, nubes, rayos. Europa volvió a anudar los cabos rotos de sus recolonizaciones fracasadas, y fue el moverse las escuadras sobre los mares, y el agruparse los traidores sobre la tierra. Brevemente: Rozas alzó entonces su cabeza principalmente hermosa y soberbia, hizo pelear a su pueblo, y batiéndose –ambidextro formidable– con un brazo contra la traición que ponía en venta la propia tierra por envidia de él, y con el otro contra la invasión que venía a saquear en tierra extraña, echó a la tempestad riendas de hierro que manejó con sus puños el gran jinete de pueblos y de potros. Y por segunda vez se salvó la independencia de la América. 

Entonces el sable, aquel viejo sable se estremeció en su vaina como en los buenos días de las batallas por la libertad del continente lejano. El león sintió que sus canas eran todavía pelos viriles, comprendió toda la grandeza del esfuerzo del dictador, y dijo que en mejor mano no podía caer la prenda heroica. Y redactó su testamento partiendo la herencia en dos; dejó su corazón a Buenos Aires y su sable a Juan Manuel de Rozas. Y no tenía más que dejar. Hay motivos para creer que no amaba más el corazón que el sable. Este rasgo de San Martín, es entre los muy pocos geniales que tuvo, el más genial. No cualquiera podía comprender a Rozas. Verdad es que San Martín no debió ver en él sino el Salvador de la Independencia de América. Pero, ¿se necesita más? 

Y bien: he aquí que traen como una reliquia bajo el saludo de las banderas, la herencia que San Martín dejó a Rozas. Jamás soñara el dictador mejor desagravio en su propia tierra. Porque es imposible separar aquí los recuerdos. Por Rozas vuelven a tener los argentinos el sable del Libertador. Y no se puede hablar de la herencia heroica sin recordar al gran heredero, al hombre extraordinario que a pesar de todo no han conseguido manchar por completo las calumnias mezquinas y los silencios cobardes de los que nunca pudieron perdonarle el imperdonable crimen de haber sido más grande que ellos. 

Y yo que escribo esto ahora, asumiendo honradamente mis fueros de posteridad, debo una declaración que conceptúo importante: dos de mis abuelos pelearon en las filas unitarias. 

Uno venciendo al Gran Bárbaro, empresario de hazañas de leyenda, en la Tablada y Oncativo, donde fue el afirmarse las infanterías como sobre un manchón de piedra cada infante, y el cargar de las caballerías rajando la tierra a golpes de patas de caballo los jinetes con los brazos arremangados y tan pegados a ellos las lanzas, que parecían retoños de árboles en aquel choque de una tormenta brava contra una montaña serena. Otro vencido en el Tala, donde fue el desbandarse las gentes de La Madrid –aquel guerrero de piel tan agujereada que no se sabía cómo no le había ido por las brechas la brisa de fuego que tenía por alma– bajo una nube de boleadoras, con las lanzas a la rastra para salvar los jarretes en los brutos, doblada la espalda bajo el fantástico golpe de la persecución que venía desatando alaridos y desplegando los colorados chiripás como llamas pegadas a los flancos de los caballos, en un tumulto visionario que era como un naufragio en un relámpago. 

Ahora bien, en presencia de ese sable que la nación de los argentinos no puede recibir hoy dignamente, porque está muy escasa de laureles, cabe un parangón entre época y época. Cabe preguntar qué vale más, si aquellos años de guerra abierta, cruel pero varonil, o los presentes de asfixia moral, de lepra sorda, de cobardías y de sensualismos de camastros. Es el momento de decidirse entre la hemorragia y el flujo secreto. Y hay que confesar, sobre todo, que si hemos conseguido un confortable tejido adiposo, nos hemos empequeñecido de corazón. La ganzúa ha vencido al puñal. Ya nadie quiere mandar; empero, todos desean hartarse. Economía de rayos para las nubes. Gastos de miasmas para el sumidero. Compensación. ¿Qué nos favorece más? 

¡Oh!, los sables libertadores son útiles santos. Por el sable es cómo dos islas están sosteniendo ahora el honor de la humanidad. Los sables nunca tienen la culpa de los males de los pueblos. Las culpables son las manos. 

Ante la gloria de los héroes, desaparece, se anula el mísero concepto de las patrias. Por eso yo que no tengo ninguna, si se exceptúa el corazón de la mujer que me ama, he recordado ante ese sable que llega, la independencia americana, necesaria a la economía del globo como un pulmón, aunque esté manchado por la infamia republicana y la estupidez democrática; he vengado a la historia de la conjuración de mil triunfantes envidias pequeñas, pero numerosas como viruelas; y he resuelto recordar a los militares (no me atrevo a decir guerreros) de esta nación crucificada en el caballete de una pizarra de bolsa, que entre los afeminados ciudadanos de Ítaca no se encontró uno capaz de manejar el arco legendario del guerrero ausente. 

Por fortuna, el Sable va a ser puesto en el museo. Es lo mejor, desde que ya no existen ni el Libertador don José de San Martín ni el Tirano don Juan Manuel de Rozas.

El sable debe volver a Buenos Aires

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 30 - Marzo 2014 - Pag. 15 

El Sable "debe volver a Buenos Aires"

Jacinto Anzorena, nacido en Mendoza a fines de 1879, relató en una carta remitida a su amigo Conrado Céspedes y publicada en "El Diario" el 27 de mayo de 1925, como había conocido a Manuelita Rosas.

Después de contarle que en 1886 siendo aún niño, se embarcó en Buenos Aires junto a su hermano Eliseo en el transatlántico "El Plata" para ser conducido a Inglaterra para estudiar ingeniería, llevando consigo varias cartas de recomendación para argentinos residentes en Inglaterra, entre ellos Máximo Terrero, esposo de Manuelita Rosas, quien también casualmente viajaba en ese barco hacia el mismo destino, le dijo sobre Manuelita:

"...Pasados algunos meses recibimos no sin sorpresa, una tarjetita del señor Terrero, invitándonos en su nombre y en el de su señora esposa a pasar unos días de vacaciones en su residencia de Belzise Park Gardens. Aceptamos complacidos y fuimos recibidos cariñosamente por la familia Terrero y especialmente por doña Manuelita.

Era esta una dama de corte patriarcal que, a pesar de sus años y de la tristeza que le causara el alejamiento de su querida patria conservaba aún rastros de su esbeltez y hermosura juveniles; pero, lo que más impresionaba en ella era esa bondad natural y espontánea que inspiraba todas sus palabras y todos sus actos. Un día fuí presa de una formidable indigestión, que me obligó a guardar cama; la señora se constituyó en mi enfermera, sufriendo gustosa las incomodidades inherentes al cuidado de un paciente cuya atención pudo confiar a extraños.

Después de su larga residencia en la Gran Bretaña, la hija de Rosas matizaba frecuentemente su conversación con términos ingleses o anglo-argentinos...

Jamás oí en boca de doña Manuelita una sola palabra que denunciara encono, resentimiento o el más leve reproche para nadie. Todo lo contrario, recordaba con intenso cariño a Buenos Aires, seguía con interés los progresos y evolución de la patria, dejando traslucir su deseo de volver a verla.

No me olvidaré de un día que, admirando el famoso sable que San Martín obsequió a Rosas, pregunté a la señora por qué no lo regalaba al Museo Histórico de Buenos Aires. Mi ingenua pregunta tuvo una rápida respuesta del señor Terrero: «Ese sable no volverá a la Argentina sino con los restos del general Rosas».

Ante mi sorpresa, intervino doña Manuelita, diciendo: «No, Máximo, este niño tiene razón; esa reliquia debe volver a Buenos Aires y a su tiempo los argentinos le harán justicia a tatita»".

Era el último día que debíamos pasar en Belzise Park Gardens, domingo. La señora me pidió que la acompañara a misa, y al subir al carruaje me pasó su breviario, que le entregué al entrar al templo y del cual fui nuevamente conductor al regreso, devolviéndoselo una vez llegados a la casa. Al recibirlo me dio un abrazo diciéndome, bastante emocionada: «Acabas de proporcionarme uno de los mayores placeres que he tenido, desde que salí de Buenos Aires: eres el primer argentino que me lleva el libro a misa». En la noche nos despedimos de la hija del restaurador para no volverla a ver, pero he conservado y conservaré siempre un cariñoso recuerdo de aquella dama tan discreta como bondadosa".

Manuelita Rosas
Carlos Ibarguren


Ibarguren, Carlos. "Manuelita Rosas", 3ra. edición, Carlos y Roberto Nalé Editores, Bs. As. 1953.)

El sable corvo del General San Martín

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 30 - Marzo 2014 - Pags. 14 y 15 

Agradecemos a los Amigos del Museo Municipal Kakey Huicul de Maipú, el permitirnos la publicación de la última parte del siguiente artículo y en cuya Biblioteca Digital El Amigo (www.elamigo.blogspot.com.ar/p/biblioteca-digital-el-amigo.htm) se puede obtener la versión completa en PDF

 

José de San Martín

El SABLE CORVO DEL GENERAL SAN MARTIN

Por Humberto F. Leonelli


El sable tiene un típico diseño de inspiración oriental. El Libertador adquirió esa arma durante su estadía en Londres, antes de embarcarse con destino a Buenos Aires, en el año 1811. Algunos autores también dicen que pudo haberlo adquirido en Francia. Lo concreto es que este sable fue elegido por San Martín para que lo acompañe en su derrotero americano luego de que dejara de prestar servicio en España.

Era bastante frecuente que sables de ese tipo fueran usados en Europa en tiempos en que las fuerzas napoleónicas al conquistar Egipto tomaran contacto con las culturas del oriente medio y las armas blancas que se usaban en la región. También en Inglaterra, Arthur Colley Wellestey (1769-1852) que fuera luego, Duque de Wellington, ya era famoso por usar un sable de estas características orientales durante su carrera militar en España y en Francia.

El sable del Libertador tiene un largo de hoja de 818 mm. Un largo total incluyendo la empuñadura, de 948 mm. Un ancho máximo de la hoja de 27 mm. Un espesor máximo de la hoja de 5 mm. El peso del sable, sin dragona, es de 890 gramos, el del sable con dragona de 910 gramos, el peso de la vaina es de 680 gramos y el peso del sable con vaina y dragona es de 1570 gramos. El largo de la vaina es de 845 mm. El ancho máximo de la vaina es de 52 mm., y el espesor máximo de la vaina es de 37 mm.

La curva de la hoja tiene forma de alfanje en un ángulo de 20º. El lomo es redondo y su espesor cerca de la empuñadura es de 5,5 mm, comenzando a degradarse a 5 mm., en su tramo medio llegando a 2 mm. en la punta.

La hoja del sable es de acero de Damasco, zona donde los occidentales encontraron por primera vez un acero ideal para la fabricación de armas blancas.

Los árabes obtenían excelentes resultados con los aceros que fabricaban sus armas. Era un acero de origen hindú con alto contenido de carbono y con muy difíciles condiciones para el forjado.

La empuñadura está armada con cachas de madera de “ébano de las Indias Orientales”, también conocidas como “ébano de Ceilán” o “ébano negro” que se encontraba en India y Ceilán como también en África tropical.

El color de ésta madera es negro en su duramen y con brillo metálico. Esta empuñadura se encuentra peregrinada con un típico diseño inglés. Las cachas están sujetas con un perno en forma de remache. La forma de la empuñadura remata en sus extremos con volutas donde están atravesadas con un tubo metálico que permite el paso de la dragona.

La vaina es de madera de "haya europea", que se encuentra distribuida geográficamente en la región templada de Europa desde Inglaterra y Noruega hasta España e Italia. Esta vaina se encuentra revestida en cuero, dada la antigüedad y lo exiguo del tamaño de las muestras que se analizaron en laboratorio se trata de un cuero de un animal que no se pudo determinar la especie y además de dónde proviene.

Del estudio de las partes constitutivas del sable de Libertador, se puede inferir que siendo el diseño de la hoja de tipo oriental y su proceso de fabricación de los llamados de “damasquinado” que, por lo que hemos visto era común su utilización en medio oriente no así en Europa donde, recién en 1821 se encuentra documentado un procedimiento que intenta ser similar. Se trataría de una hoja de una antigüedad mayor al resto del sable o de neto origen Persa o cercano a su área de influencia.

Ese origen, se asevera en su diseño por la curvatura irregular. Esta hoja pudo ser utilizada en Inglaterra para armar un sable de características orientales al modo de las utilizadas por los jefes militares de los ejércitos napoleónicos como también los más prestigiosos jefes británicos.

El general San Martín adquiere este sable en su estadía previa a embarcarse para América. Por lo tanto también es conocida la fecha aproximada de su adquisición.

El sable del Libertador es entonces, armado con una hoja de verdadero acero damasquinado oriental y el resto del arma pudo haberse preparado en Inglaterra aunque no contiene en ninguna de sus partes visibles sellos ni cúneos que aseveren fabricantes probables. 

Lo concreto es que el Padre de la Patria decide venir a América para iniciar su glorioso derrotero acompañado de un arma que contenía, para muchos jefes militares de Europa un altísimo prestigio militar y a quienes, él había visto combatir durante su brillante carrera profesional en el ejército español, un poco como, si hubiera predicho su destino, en la gesta de nuestra emancipación.

Cartas - Manuelita Rosas - Adolfo P. Carranza

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 30 - Marzo 2014 - Pag. 13  

CARTAS

5 de setiembre de 1896.

Señora Manuela Rozas de Terrero

Distinguida señora:

Durante el largo período de Gobierno que ejerció su señor padre en este país, tocóle defender y mantener sus derechos e integridad comprometida por la agresión de dos poderosas naciones europeas.

Han pasado los años, se han calmado las pasiones que se agitaban en aquellos días, y hoy creo poder asegurarle se ha hecho opinión general, lo que fue entonces por algunos resistido, y es que con su actitud, salvó el honor de nuestra bandera y protestó bizarramente contra el proceder de la diplomacia extranjera.

Entre las manifestaciones que él recibió de aplausos por su conducta, tan correcta como decidida es sin duda; la de mayor importancia, la que mereció del ilustre General San Martín, quien para dar más energía a sus declaraciones le legó por testamento, el sable que le había acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur.

Y bien, señora, hoy cuando la República Argentina, constituida a través de casi un siglo de dolorosa anarquía, posee un Establecimiento donde se reúnen y guardan, los recuerdos de épocas y hombres que pertenecen a la historia y donde se encuentran como se impondrá V. por el catálogo adjunto, muchas de las reliquias del grande hombre, me permito solicitar de V. y con destino al Museo que dirijo, aquella espada redentora de un mundo, para que aquí, en el seno de la patria que le dio el ser, pueda ser contemplada por los que la habitan y sea ella en todo tiempo la que les inspire para defender la soberanía nacional, como en la ocasión que originó se la obsequiaran a su señor padre.

Considero que nada sería más satisfactorio para Vd. señora, que obtener el agradecimiento de sus conciudadanos, y en este caso lo tendría y sería en bien de la memoria de su padre, entregarle a la patria, lo que es de ella, lo que es el símbolo de su antigua gloria, de su acción benefactora en la guerra de la emancipación americana.

Animado de propósitos patrióticos y persuadido de que no apelo en vano a ese sentimiento que debe palpitar perenne en su corazón por la tierra de su amor y de sus ascendientes; vengo a rogar a V. haga donación al Museo Histórico, en nombre de su señor padre, del sable que recibió, como una prueba de satisfacción, por la firmeza con que sostuvo el honor de la República, contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla.

A la espera de su contestación para repetir esta misma en mi carácter oficial, tiene el agrado de saludarla con toda consideración.

                                                                                  Adolfo P. Carranza

                                               - - - - - - - -

25 de noviembre de 1896

Señor Dr. Dn. Adolfo P. Carranza

Director del Museo Histórico Nacional

Oportunamente recibí su fina carta de 5 de septiembre último, la que es para mi esposo, para mí y nuestros hijos; tan interesante por la justicia que hace Ud. en ella a la actitud heroica con que mi lamentado padre el General Dn. Juan Manuel de Rosas durante su gobierno, salvó el honor de nuestra bandera ultrajada por potencias extranjeras que trataban de humillarla.

Por disposición testamentaria de mi padre, el sable que le fue legado por el Ilustre Capitán General Dn. José de San Martín, valiosísima prenda que con palabras tan gratas me pide Ud. destino al Museo Histórico Nacional de nuestro país, hoy pertenece a mi esposo, y como fácilmente lo comprenderá Ud. mucho le cuesta a él, como a todos nosotros hacer el sacrificio de desprendernos de ella. Es esta la razón por la demora de mi contestación a su pedido.

AI fin mi esposo, con la entera aprobación mía y de nuestros hijos, se ha decidido en donar a la "Nación Argentina" este monumento de gloria para ella, reconociendo que el verdadero hogar del sable del Libertador, debiera ser en el seno del país que libertó. Por lo tanto puede Ud. señor Carranza contar con que al recibo del pedido oficial que Ud. ofrece la contestación será el envío del sable.

Mandaremos también dos objetos históricos que pensamos-serán de valor para el Museo Histórico Nacional.

En unión con mi esposo y nuestros hijos saludamos a Ud. cordialmente y soy su atenta segura servidora.

                                                       Manuela de Rozas de Terrero


Testamento de San Martín - Transcripción

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 30 - Marzo 2014 - Pag. 12 

Transcripción del Testamento de San Martín de acuerdo a la grafía actual

En el nombre de Dios Todopoderoso, a quien reconozco como Hacedor del Universo: Digo yo, José de San Martín, Generalísimo de la República del Perú y fundador de su libertad, Capitán General de la de Chile y Brigadier General de la Confederación Argentina, que visto el mal estado de mi salud, declaro por el presente testamento lo siguiente:
Primero, dejo por mi absoluta heredera de mis bienes, habidos y por haber, a mi única hija, Mercedes de San Martín, actualmente casada con Mariano Balcarce.
2°. Es mi expresa voluntad el que mi hija suministre a mi hermana María Helena, una pensión de mil francos anuales y, a su fallecimiento, se continúe pagando a su hija Petronila, una de doscientos cincuenta hasta su muerte, sin que para asegurar este don que hago a mi hermana y sobrina, sea necesaria otra hipoteca que la confianza que me asiste, de que mi hija y sus herederos cumplirán religiosamente ésta, mi voluntad.
3°. El sable que me ha acompañado en toda la Guerra de la Independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido, al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataron de humillarla.
4°.Prohíbo el que se me haga ningún género de funeral y, desde el lugar en que falleciere, se me conducirá directamente al cementerio sin ningún acompañamiento, pero sí desearía el que mi corazón fuese depositado en el de Buenos Aires.
5°. Declaro no deber ni haber jamás debido nada a nadie.
6°. Aunque es verdad que todos mis anhelos no han tenido otro objeto que el bien de mi hija amada, debo confesar que la honrada conducta de ésta y el constante cariño y esmero que siempre me ha manifestado, han recompensado con usura todos mis esmeros haciendo mi vejez feliz, y le ruego continúe con el mismo cuidado y contracción la educación de sus hijas (a las que abrazo con todo mi corazón), si es que, a su vez, quiere tener la misma feliz suerte que yo he tenido. Igual encargo hago a su esposo, cuya honradez y hombría de bien no ha desmentido la opinión que había formado de él, lo que me garantiza continuará haciendo la felicidad de mi hija y nietas.
7°. Todo otro testamento o disposición anterior al presente queda nulo y sin ningún valor.

Hecho en París, a veintitrés de enero del año mil ochocientos cuarenta y cuatro y escrito, todo él, de mi puño y letra.

José de San Martín
Artículo adicional: 

Es mi voluntad el que el Estandarte que el bravo español Don Francisco Pizarro tremoló en la conquista del Perú, sea devuelto a esta República (a pesar de ser una propiedad mía), siempre que sus gobiernos hayan realizado las recompensas y honores con que me honró su primer Congreso.

José de San Martín

Testamento de San Martín

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 30 - Marzo 2014 - Pags. 10 y 11 

Testamento de San Martín

José de San Martín



Testamento de San Martín

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 30 - Marzo 2014 - Pags. 1 a 9   

1844 - 23 de enero - 2014


EL TESTAMENTO DE JOSÉ DE SAN MARTIN

Por Norberto Jorge Chiviló

"Y redactó su testamento partiendo la herencia en dos, dejó su corazón a Buenos Aires y su sable a Juan Manuel de Rosas" - Leopoldo Lugones


 

Brigadier Don José de San Martín. Lit de Rodolfo Kratzenstein

El día 23 de enero ppdo. se cumplieron 170 años del testamento ológrafo redactado por el Brigadier General de la Confederación Argentina José de San Martín, por ello le dedicamos esta edición de 20 páginas.

Nos referiremos a ese importante documento y sus implicancias con respecto a nuestra historia; al motivo y objeto del legado testamentario: el sable corvo, su historia y su destino; la ignorancia del hecho por parte de la llamada Historia Oficial; la importancia del mismo en las distintas generaciones de argentinos.  


¿Qué es un testamento?

Para ilustración de nuestros lectores explicaremos sucintamente y con palabras sencillas qué es un testamento.

Es un documento que otorga una persona física, disponiendo -como última voluntad- sobre el destino de sus bienes para después de su muerte. Ese documento debe cumplir con ciertos requisitos formales que establece la legislación vigente al momento de su redacción. El testador (nombre que se le da a quien otorga el testamento) puede instituir herederos, esto es personas que reciben el total de la herencia o cuotas partes de la misma, o bien legatarios que solo reciben determinados bienes a los que se denomina legados. En el testamento de San Martín, veremos ambas cosas.


Formas de testamento 

El Código Civil francés, llamado comúnmente Código Napoleón, Código de Napoleón o Código Napoleónico aprobado en 1804 -que aún hoy con modificaciones sigue en vigencia- era la ley vigente al momento en el que el Libertador redactó su testamento, en razón del domicilio que el prócer tenía en ese momento, ubicado en la Rue Neuve Saint-Georges, de París, Francia.

Este Código Civil establecía dos tipos de testamento, el ológrafo que para ser válido debía estar escrito por entero, de puño y letra del testador y con la firma del mismo, y el testamento por acto público, que debía ser hecho ante un notario.


El testamento de San Martín, su contenido

El testamento redactado por San Martín, cuando este contaba con 67 años,  es un testamento ológrafo, y fue escrito al frente y al dorso en papel sellado (1) como se aprecia en el ángulo superior izquierdo (TIMBRE ROYAL) del mismo.

El testamento consta de 52 renglones, 29 al frente y 23 al dorso, incluidas las firmas.

Tiene un encabezamiento "presentación", siete cláusulas y un "artículo adicional".

En el encabezamiento o presentación, San Martín se declara como persona creyente, al decir en la frase inicial: "En el Nombre de Dios todo Poderoso a quien conozco como Hacedor del Universo".

Acto seguido enuncia sus títulos y declara ser "Generalísimo de la Republica del Perú, y Fundador de su libertad, Capitán General de la de Chile, y Brigadier General de la Confederación Argentina". Destaco que declare ser "Brigadier General de la Confederación Argentina" y esto tiene importancia por el análisis que haré más adelante.

Por último y antes de establecer las cláusulas testamentarias, manifiesta cual es el motivo de la redacción del testamento cuando dice: "qe. visto el mal estado de mi salud, declaro por el presente Testamento lo siguiente". No obstante lo expresado, San Martín, sobrevivirá seis años y medio más a su testamento.


Las siete cláusulas testamentarias

En la primera, instituye como universal heredera de todos sus bienes a su única hija Mercedes Tomasa ("dejo pr. mi absoluta Heredera de mis bienes, havidos y por haver a mi única Hija Mercedes de Sn. Martín actualmente casada con Mariano Balcarce"), a quien manda en la segunda, que abone una pensión anual de 1000 francos a su hermana María Elena  -tía de Mercedes- y a la muerte de ésta una pensión anual de 250 francos a su hija Petronila -prima de Mercedes- y hasta su fallecimiento, confiando en que su hija Mercedes y sus herederos cumplirían esta su voluntad.

Recordamos que a la fecha de la confección del testamento, San Martín, era viudo ya que su esposa había fallecido muchos años antes y su única hija era su universal heredera.

En la tercera cláusula, que desde el punto de vista histórico es la más importante, establece un legado con respecto a su sable (2) que lo acompañó durante toda la gesta libertadora, disponiendo que "le será entregado al General dela Republica Argentina Dn. Juan Manuel de Rosas", dando el motivo que lo impulsó a hacerlo: "como una prueba de la satisfacion, qe. como Argentino he tenido al ver la firmeza con qe. ha sostenido el honor de la Republica contra las injustas pretenciones de los Extranjeros qe. tratában de Umillarla".

En la cuarta, prohíbe se le haga ningún tipo de funeral, ya que pide se lo conduzca directamente al cementerio sin ningún acompañamiento. La sencillez y la humildad del Libertador demostrada en innumerables actos durante toda su vida se ponen de manifiesto también en esta disposición de última voluntad, pero sí expresa su deseo: "que mi Corazón fuese Depositado en el de Buenos Ayres".

Asimismo en la cláusula siguiente declara no tener ningún tipo de deudas.

En la sexta de carácter familiar, se refiere a su hija, nietas y yerno. Manifiesta que sus anhelos han sido siempre lograr el bien de su hija y que se ha visto correspondido por ella ya que lo ha hecho feliz en su vejez. La insta al cuidado y contracción hacia sus nietas "si es que asu vez quiere tener la misma feliz suerte qe. yo he tenido". Igual encargo hace a su yerno -Mariano Severo Balcarce-, destacando la honradez y su hombría de bien "lo que me me garantiza continuara haciendo la felicidad de mi Hija y Nietas".

Por último y antes de la firma y como habitualmente se hace en estos casos, declara nulo y sin ningún valor, todo otro testamento que hubiera redactado con anterioridad.

Después de firmado el documento, lo reabre con un "artículo adiccional" disponiendo "...que el Estandarte que el bravo Español Dn. Franco. Pizarro tremoló en la conquista del Perú sea devuelto a esta República...".

Jurada en 1821 la independencia del Perú, el Cabildo de Lima le había pasado al generalísimo don José de San Martín un oficio, por el cual la ciudad le hacía el obsequio del considerado estandarte de Francisco Pizarro (3)

La reproducción fotográfica del testamento se encuentra en las páginas 10 y 11 de esta edición y su transcripción de acuerdo a la grafía actual en la página 12.


La cláusula tercera, el legado del sable corvo.  

Para un militar, en este caso San Martín, no hay elemento más importante que su espada, o en este caso el sable corvo libertador. Ese sable que el futuro Libertador de media América, adquirió en Londres en el año 1811, antes de embarcarse para América, que lo acompañó en toda su campaña militar (4), y que después ya exiliado, estuvo colgado en su habitación, tenía para el prócer un destinatario según manifestara en una carta escrita en 1835: "...mi sable corvo, que me ha servido en todas mis campañas de América, y servirá para un nietecito, si es que lo tengo", pero después vinieron los acontecimientos de la agresión francesa y entonces, no dudó y lo legó definitivamente a Juan Manuel de Rosas "...al ver la firmeza con qe. ha sostenido el honor de la Republica contra las injustas pretenciones de los Extranjeros qe. tratában de Umillarla".

El legado está evidentemente ligado al conflicto bélico que la Confederación Argentina había tenido con Francia -segunda potencia mundial en aquél entonces- con motivo del primer bloqueo establecido por la flota al mando del almirante Louis Leblanc, en marzo de 1838. Francia, quería reverdecer sus alicaídos laureles y para ello nada mejor que encontrar un país "débil", como erróneamente consideró a la Confederación Argentina, que accediera a todas sus demandas. 

Conocido por el Libertador -residente en Grand Bourg, Francia- el establecimiento de ese bloqueo en el Río de la Plata y la iniciación del conflicto, lo indignó y considerando que ello importaba una amenaza a la independencia de nuestro país, le mandó una carta a Rosas el 5 de agosto de 1838, poniéndose a disposición y ofreciéndole sus servicios, iniciándose así un interesante intercambio epistolar entre ambos personajes que se truncó con su muerte ocurrida el 17 de agosto de 1850.

El Restaurador, teniendo en cuenta seguramente la edad de San Martín, le contestará a ese ofrecimiento, que podría prestar mejores servicios encontrándose en Europa -oficiando como virtual diplomático de la Confederación-, como efectivamente los prestaría en el futuro.

En la segunda carta que San Martín le remitió al Restaurador, fechada el 10 de junio de 1839, emitió un juicio categórico y lapidario, contra quienes -como los unitarios- se habían aliado al extranjero, expresando: "pero lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempo de la dominación española; una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer..." (El texto completo de estas cartas fueron reproducidas en ER N° 6).

La actitud valiente y enérgica del gobernante argentino, que no solo no se dejó amedrentar por la actitud de Francia, sino que hizo frente a la injusta agresión hacia nuestra joven Nación, pese a la desproporción de medios que existía a favor de los galos -quienes poseían medios ilimitados propios de una gran potencia- y que con mano firme también venció las conspiraciones internas que se le opusieron, como el caso del levantamiento de los hacendados del sur de la provincia -entre otras-, y la invasión del ejército auxiliar de los franceses al mando del general Juan Lavalle, de seguro conmovieron el corazón y los sentimientos patrióticos del Libertador de media América.

Un poco menos de tres años atrás de la redacción del testamento, había concluido con la firma del tratado Arana-Mackau el 29 de octubre de 1840 la guerra franco-argentina, que se había iniciado a fines de marzo del 38.

El honor nacional no solo no sufrió menoscabo por esa contienda, sino que salió fortalecido por la firma de ese tratado con cláusulas más que honrosas para la Confederación (ER  N° 17), pues en realidad significó la capitulación de Francia frente a un pequeño país sudamericano. Rosas pasó así a ser conocido como el gran defensor de la independencia no solo argentina, sino americana.

Fue el desarrollo de ese conflicto y de su conclusión en la forma honrosa y favorable a los intereses de nuestra Patria, lo que motivó a San Martín al establecer ese legado. 

Pero también debemos decir que siempre fue admirador y apoyó el proceder político de Rosas, ya que éste fue el "brazo vigoroso" que la Patria necesitaba en aquellos momentos al parecer de San Martín, cuando la anarquía y el desorden parecía que iban a adueñarse del país (ER N° 11). Esa adhesión de San Martín a la política de Rosas, nunca decreció y siempre lo puso de manifiesto no solo en su correspondencia con el Restaurador -a quien colmó de elogios en varias oportunidades- sino también con otros personajes de la época como Tomás Guido y Bernardo O'Higgins.

También es de destacar que San Martín cuando en el encabezamiento del testamento, enuncia sus títulos y se declara con el grado militar de "Brigadier General de la Confederación Argentina", era porque se consideraba verdaderamente un soldado de la Confederación, con toda las implicancias que eso conllevaba y se identificaba plenamente con la Confederación de la cual Rosas era creador y principal figura inspiradora y motora.

Toda esa actuación patriótica del Restaurador lo decidieron a legarle su sable, como un merecido y mayor homenaje, que pudo hacer a un contemporáneo.

El escritor Ricardo Rojas, quien no es afecto a la figura de Rosas, en El Santo de la Espada reconoce que "San Martín lega, pues su sable no al gobernador de Buenos Aires, sino al gestor internacional de la Confederación que ha defendido la integridad del territorio patrio, o sea la independencia que San Martín fundara con aquel sable".

Rosas, nunca defraudó aquellos sentimientos de San Martín, como lo demostrará una vez más el gobernante porteño, años después (1845-1849), con motivo de la intervención -esta vez-, de las dos más grandes potencias de aquellos tiempos: Francia e Inglaterra.

Tanto es así, que producida esta nueva intervención, volverá San Martín a ofrecer sus servicios a su Patria, prestándoselos estando allá en Europa, reiterando su correspondencia con Rosas y cimentando la mutua amistad.

Pastor Obligado refiere en el artículo "¿Para qué sirve la gloria?", publicado en La Nación, el 9 de julio de 1894 (ER N° 24) que en la visita que Sarmiento, conjuntamente con Manuel Guerrico hicieron al Libertador en su residencia de Grand Bourg en el año 1846, San Martín manifestó: "...Que (Rosas) ha sabido defender con energía y en toda ocasión el pabellón nacional. Por esto, después del combate en Obligado, tentado estuve de mandarle la espada con que contribuí a fundar la independencia americana, por aquel acto de entereza, en que con cuatro cañones hizo conocer a la escuadra anglo francesa que, pocos o muchos, sin contar sus elementos, los argentinos saben siempre defender su independencia". (5)


¿Por qué Rosas?

Como bien dice Jorge O. Sulé Tonelli: 

"Además hay un detalle que pocos habrán descubierto: el sable de San Martín, su reliquia más significativa pudo tener otros destinatarios. 

Vivían aún muchos oficiales que lo secundaron en la primera línea en las luchas emancipadoras: pudo haberlo recibido Las Heras, Soler, Pacheco, Corvalán, el propio Guido, Necochea (Mariano y Eugenio), Paz, Lamadrid, Pueyrredón, entre los marinos se debe destacar al prócer máximo de la Marina de Guerra, el Almirante Brown. De los personajes civiles que pudieron aspirar a la herencia histórica recordamos a Juan Larrea sobreviviente de la Junta Provisional de Mayo, Vicente López y Planes indiscutido patricio que se contó entre sus corresponsales y autor del Himno Nacional. Entre los que lo visitaron en el exilio y ya se destacaban en el campo de las letras recordamos a Juan Bautista Alberdi que, en 1844, le hizo llegar una elogiosa semblanza que se imprimió en un folleto en París, y también Sarmiento, que había escrito su Facundo. 

Pero San Martín, imperturbable ante tantos merecimientos de diversos signos, distinguió al que encarnaba sus propios valores: soberanía, independencia, unidad, disciplina y honor nacional; surgía así indiscutible su heredero: Don Juan Manuel de Rosas, señalándolo de esa manera como al argentino más grande de su época". 

Ramón Doll, a su vez afirma:

"San Martín es más fuerte, más veraz y más realista que sus biógrafos, cuando empieza por juzgar los prolegómenos del rosismo, sigue encomiando la presencia de quien supo poner orden en el país y termina exultando las consecuencias de aquella energía providencial, cuyo fruto fue la defensa de la integridad nacional en el pleito con las potencias extranjeras... no se puede negar con documentos a la vista, que entre Rosas y San Martín, sin conocerse, había una identificación de puntos de vista y anhelos, de los que Rosas fue brazo y ejecutor y San Martín, su numen paradigmático a través de la distancia... la visión de la realidad política y social argentina que acompañó a San Martín, durante el ostracismo...San Martín es el primero que advierte en Rosas un celoso continuador de su obra y lo aplaude...Y preciso es no corregir nada al gran hombre argentino; él sabía más que todos..."


Los unitarios y el legado del sable corvo

Ocurrida la muerte de San Martín, y enterados los unitarios que éste había hecho el legado de su sable a Rosas, quedaron consternados y contrariados, porque ello importaba de parte del Libertador, por un lado la aprobación a la política de Rosas, y por el otro representaba una reprobación hacia la conducta antipatriótica que ellos habían tenido al aliarse con extranjeros en su lucha contra el gobernante porteño.

En una carta que Valentín Alsina le envió a Félix Frías el 9 de noviembre de 1850, le dirá: “Como militar (San Martín) fue intachable, un héroe; pero en lo demás era muy mal mirado por los enemigos de Rosas. Ha hecho un gran daño a nuestra causa con sus prevenciones, casi agrestes y serviles, contra el extranjero copiando el estilo y fraseología de aquel... Era de los que en la causa de América no ven más que la independencia del extranjero, sin importárseles nada de la libertad y sus consecuencias... Nos ha dañado mucho fortificando allá y aquí la causa de Rosas, con sus opiniones y con su nombre; y todavía lega a un Rosas, tan luego su espada. Esto aturde, humilla e indigna y... Pero mejor es no hablar de esto".

Los unitarios llegaron a negar autenticidad a esta cláusula porque encerraba una indeleble reprobación de su conducta desleal y antipatriótica, y llegaron a afirmar, fundados en el diario de Varela, “que ese legado le había sido arrancado al glorioso veterano en los momentos de la agonía, cuando ya no era dueño de su cabeza”, no reparando que el testamento había sido redactado por San Martín, muchos años antes a su muerte. 


La remisión a Rosas de la reliquia histórica.

Mariano Balcarce
Dos semanas después de producido el fallecimiento de San Martín, su yerno Mariano Balcarce, en el carácter de albacea -persona encargada por el testador para dar cumplimiento a las mandas testamentarias- comunicó al gobierno argentino por intermedio de su Ministro de Relaciones Exteriores, Camarista Felipe Arana sobre el fallecimiento del Prócer y el mismo día (30 de agosto de 1850) se dirige a Rosas "...para anunciar a V.E. que la Divina providencia acaba de privar a la Confederación Argentina de uno de sus más leales servidores; á V.E. de un digno e impersonal apreciador de sus eminentes servicios; y á mi esposa, y a mis hijos, de su tierno y virtuoso Padre, cuya pérdida nos deja inconsolables. Mi ilustre y venerado Señor padre político D. José de San Martín, después de una larga y cruel enfermedad, expiró tranquilamente en los brazos de sus hijos, en la ciudad de Boloña sobre el mar, Departamento del Paso de Calés, a las tres de la tarde del día 17 del que rije, y en la mañana del 20 sus restos mortales fueron conducidos, sin pompa alguna exterior, a la catedral de dicha ciudad, en cuya bóveda quedan depositados hasta que puedan ser trasladados a esa capital según sus deseos, para que reposen en el suelo de su Patria querida. Como albacea suyo, y en cumplimiento de su última voluntad, me toca el penoso deber de comunicar a V.E. esta dolorosa noticia, y la honra de poner en conocimiento de V.E. la siguiente cláusula de su testamento: [ Aquí transcribe la cláusula 3° del testamento ]. Tan pronto como se presente una ocasión segura, tendré el honor de remitir a V.E. esa preciosa memoria legada al Defensor de la Independencia Americana por un viejo soldado cuyos servicios a la Patria se ha dignado V.E. recordar constantemente en términos tan lisonjeros como honrosos..."

El 29 de setiembre en una nueva carta dirigida a Rosas, Balcarce pone en manos del Restaurador una copia legalizada del testamento que "...servirá de testimonio constante de la satisfacción que experimentó tan eminente Argentino, por los heroicos servicios que ha rendido V.E. a la Confederación y a la independencia de toda la América..."

El 1° de noviembre el Ministro Arana hará saber a Balcarce: "El Exmo. Señor Gobernador se ha instruido con el pesar más profundo de la melancólica noticia que usted le comunica. La patria ha perdido en el ilustre finado general, un ciudadano, militar y político eminente, y el recuerdo mas vivo de las grandes acciones que trajo consigo la guerra heroica de la independencia. S.E. deplora tan inmensa pérdida, que será más vivamente sentida en todo el continente de la América del Sud, teatro de sus mas esclarecidos hechos. S.E. el Sr. Gobernador, previene a usted que luego que sea posible proceda a verificar la traslación de los restos mortales del finado general a esta ciudad, por cuenta de la Confederación Argentina, para que a la par reciba de este modo un testimonio elocuente del íntimo aprecio que su patriotismo le hacía merecedor de su gobierno y de su país, quede también cumplida su última voluntad en este punto..."

Tiempo después Rosas recibirá el sable corvo que San Martín le había legado, quedando así como su legítimo propietario.


La imposibilidad de la repatriación de los restos mortales de San Martín

Diversos factores externos e internos de nuestro país en aquellos momentos impidieron que el deseo del gobierno argentino, en cuanto a la repatriación de los restos del Padre de la Patria, pudieran concretarse.

En efecto, por un lado se deberá tener en cuenta las relaciones tirantes entre la Confederación y el Imperio del Brasil y la probable guerra que entre ambos se estaba gestando y por el otro la defección de la causa nacional del general Justo José de Urquiza quien se encontraba al frente del ejército nacional que se estaba preparando para aquél conflicto, quien cometiendo el delito de lesa Patria, se alió a aquella potencia enemiga y que desembocará con la derrota argentina en la Batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852.

Recién y casi después de 30 años de fallecido San Martín, sus restos son repatriados el 28 de mayo de 1880 durante la presidencia de Nicolás Avellaneda.

Al margen del relato: ¿Se puede imaginar el lector que hubiera expresado el General San Martín de haber vivido aquellos momentos...? ¿...Qué hubiera dicho de Urquiza y de su desleal y antipatriótica actitud...?. Amigo lector, contéstese esas preguntas.

Rosas y el sable corvo

Producida la batalla de Caseros, el Restaurador se asiló en la casa del Encargado de Negocios de la Gran Bretaña, Robert Gore y se dispuso trasladarse a Inglaterra. Una semana después a bordo del navío de guerra inglés HMS Conflict, vió por última vez las costas de Buenos Aires y partió hacia Inglaterra, lo acompaña hacia el exilio uno de sus más preciados bienes: el glorioso sable corvo.

El día 23 de abril desembarcó en el puerto de Plymouth, donde las autoridades locales le rindieron honores. Tiempo después se trasladó a Southampton que era un importante puerto comercial sobre el Canal de la Mancha, donde residirá en distintos lugares de la ciudad y alrededores hasta su muerte.

Preserva la reliquia histórica en un cofre al cual le hace colocar en su tapa una placa de bronce, grabada en ella la cláusula 3° de testamento de San Martín.

A los diez años de su exilio, Rosas redacta su testamento ológrafo el 28 de agosto de 1862, disponiendo que a su fallecimiento se distribuyan sus bienes entre parientes y amigos y en su cláusula 18°, establece el siguiente legado:  "A mi primer amigo el señor Dn. Juan Nepomuceno Terrero, se entregará la espada que me dejó el excelentísimo señor Capitán General Dn. José de San Martín y que lo acompañó en toda la guerra de la Independencia,  «por la firmeza con que sostuve los derechos de mi Patria». Muerto mi dicho amigo, pasará a su esposa la señora Da. Juanita Rábago de Terrero, y por su muerte a cada uno de sus hijos, e hijas, por escala de mayor edad". 

Juan Nepomuceno Terrero era su amigo leal de toda la vida, ya desde que fueron socios en el primer negocio de ambos, el Saladero "Rosas, Terrero y Cía.", abierto en 1815 y con el tiempo esa amistad fue estrechándose mas ya que llegaron a ser consuegros, porque Manuelita Rosas se había casado con Máximo, hijo de Juan Nepomuceno Terrero.

  Quince años después de redactado su testamento y después de llevar en el exilio una vida digna, austera y de trabajo, Rosas rindió su vida a Dios el 14 de marzo de 1877.  

En cumplimiento de su manda testamentaria que en su artículo 3° rezaba: "Mi funeral debe ser solamente una misa rezada, sin pompa ni aparato alguno", como dice Saldías, "...el cadáver de Rosas fue transportado de la chacra de Swarkling a la capilla católica de Southampton, y al día siguiente conducido el cadáver al cementerio de esta ciudad. Encima del féretro de roble se veía la bandera argentina que flameó en la Campaña de la Sierra y que le había donado el coronel Arenales, hijo del general, y el sable que el Libertador San Martín usó en sus campañas por la Independencia de América".  

Por el mandato testamentario y encontrándose prefallecidos Juan Nepomuceno Terrero y su esposa, el sable pasó al hijo de ambos Máximo Terrero.

La repatriación del glorioso sable

"Mientras se levantan altares a San Martín, -decía Alberdi- su espada está en Southampton sirviendo de trofeo fundamental a la tumba de Rosas, puesta en ella por las manos mismas del héroe de Chacabuco y Maipo".

Casi durante los veinte años que siguieron a la muerte del Gran Americano -como se lo llegó a llamar a Rosas- nadie se interesó en lograr la repatriación del sable.


Adolfo P. Carranza
Recién fue en el año 1896, cuando el primer director del Museo Histórico Nacional, Adolfo Pedro Carranza inició esas gestiones.

Carranza temía que el sable quedara en tierra inglesa, pues la hija de Rosas y su esposo -poseedor de la reliquia- eran ya ancianos y sus hijos eran ingleses y vivían allí.

Para realizar esas gestiones ante Manuelita Rosas, Carranza se valió del concurso y ayuda que prestó a tal fin don Antonino Reyes, el fiel exedecán del Restaurador.

Reyes nunca había abjurado de su pasado rosista y fue uno de los pocos que se mantuvo leal a su antiguo jefe, con quien intercambió correspondencia hasta su muerte, y también con Manuelita Rosas, de quien siempre fue su amigo.

Manuelita junto a sus hijos

Así por intermedio de Reyes, Carranza escribió a Manuelita el 5 de setiembre de 1896, requiriéndole la donación del sable al Museo que él dirigía, conteniendo esa carta comentarios elogiosos hacia la conducta asumida por Rosas "...que con su actitud, salvó el honor de nuestra bandera y protestó bizarramente contra el proceder de la diplomacia extranjera. Entre las manifestaciones que él recibió de aplausos por su conducta, tan correcta como decidida es sin duda; la de mayor importancia, la que mereció del ilustre General San Martín, quien para dar más energía a sus declaraciones le legó por testamento, el sable que le había acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur..."

Manuelita le contestó el 27 de noviembre accediendo al pedido, resaltando "...la justicia que hace Ud. en ella a la actitud heroica con que mi lamentado padre el General Dn. Juan Manuel de Rosas durante su gobierno, salvó el honor de nuestra bandera ultrajada por potencias extranjeras que trataban de humillarla..."

También le hacía saber a Carranza que el sable "...hoy pertenece a mi esposo, y como fácilmente lo comprenderá Ud. mucho le cuesta a él, como a todos nosotros hacer el sacrificio de desprendernos de ella... Al fin mi esposo, con la entera aprobación mía y de nuestros hijos, se ha decidido en donar a la «Nación Argentina» este monumento de gloria para ella, reconociendo que el verdadero hogar del sable del Libertador, debiera ser en el seno del país que libertó..."

El Sr. Jacinto Anzorena, cuenta que siendo niño y encontrándose de visita en casa de Manuelita Rosas, y admirando el sable corvo le preguntó porqué no lo regalaba al Museo Histórico de Buenos Aires; Terrero en rápida respuesta le contestó: "Ese sable no volverá a la Argentina sino con los restos del general Rosas", ante lo cual Manuelita le dijo: "No, Máximo, este niño tiene razón; esa reliquia debe volver a Buenos Aires y a su tiempo los argentinos le harán justicia a tatita".

Ya decidida la donación del sable al Museo Histórico, Rodrigo S. Terrero -hijo de Máximo y Manuelita- por encargo de sus padres se comunicó con su primo carnal Juan Manuel Ortiz de Rozas (6) quien residía en Buenos Aires, "...y es el deseo de ellos que seas tú el que hagas la presentación, en su nombre a la patria... Se entiende que el sable será donado a la Nación Argentina y tu me dirás si crees que la entrega deba ser hecha por tí al Presidente de la República para depositarla en el Museo o directamente al Sr. Carranza como representante de este establecimiento, o bien de cualquier otro modo".

En una carta muy cordial que Manuelita le remitió a Carranza el 31 de enero de 1897, en la cual incluso le ofrecía su casa para servirle de hospedaje en caso que este viajara a Inglaterra, expresaba "...que es nuestro deseo especial  que sea Juan Manuel Ortiz de Rozas quien presente la donación, pues en nuestra ausencia y la de nuestros hijos es a él a quien por derecho de cortesía le corresponde recibir y entregar en representación nuestra, el objeto que su abuelo heredó del Ilustre General San Martín..." y que de acuerdo a la opinión de su sobrino "...(enteramente de acuerdo con la nuestra) que tratándose de una donación a la Nación corresponde ofrecer el sable al señor Presidente de la República..."

Máximo escribe dos cartas al día siguiente, una dirigida a Carranza y la otra al Presidente de la Nación, José Evaristo Uriburu, ofreciendo en donación el sable "...siendo mi deseo donar a la Nación Argentina, para siempre, este recuerdo, quizás el más interesante que existe, de su valiente Libertador... Suplico a V.E. -le dice al Presidente- se digne aceptar la ofrenda que hago a la patria en nombre mío, de mi esposa Doña Manuela Rozas de Terrero y de nuestros hijos, y si bien en caso de ser aceptada la remisión, nos fuera permitido expresar nuestro deseo en cuanto al destino que se le diera al sable, sería el que fuese depositado en el Museo Histórico Nacional, con su vaina y caja tal cual fue recibido el legado del general San Martín..."

El Danube, navío en el cual se transportó el sable
Habiendo sido puestos los sellos correspondientes al sable y su cofre en la Delegación Argentina en Londres, el día 2 fueron embarcados en el paquebote RMS Danube de la Royal Mail Line, partiendo dicho buque desde Southampton para Sudamérica tres días después, teniendo previsto el arribo al puerto de La Plata (7) el día 27 de febrero.

Conocida esa noticia casi de inmediato en Buenos Aires -ya que la misma se transmitió telegráficamente-, los diarios dieron distintas opiniones acerca del marco que debía darse al acontecimiento, coincidiendo todos que debía ser de mucha importancia, pero el gobierno en realidad no se preocupó demasiado, como si la situación incomodara y faltando dos días para el arribo de la nave no se sabía cómo se recibiría la reliquia. Todo fue improvisación por parte de las autoridades.

A último momento se dispuso que al arribo del Danube al puerto de La Plata, lo que ocurriría el día domingo 28 por la mañana, el sable fuera trasbordado a la corbeta La Argentina para su traslado bajo el pabellón argentino al puerto de Buenos Aires.


El regreso del sable a la Patria

Al arribo del Danube, su Comandante dispuso el traslado a cubierta de la encomienda que venía con una bandera argentina. Se trataba de un gran cajón, dentro del cual había otro de cinc, que al ser cortado permitió ver una valija de cuero negro rodeada -a modo de protección- por diarios argentinos e ingleses. Abierta la valija había una caja de madera oscura cerrada con llave, sobre cuya cubierta había una placa de bronce de forma ovalada, en la cual se encontraba grabada la cláusula 3ra. del testamento de San Martín -que había sido puesta oportunamente y años atrás por Rosas- y dentro de la caja estaba el sable corvo. El Sr. Ortiz de Rozas se hizo cargo de la encomienda y acompañado por un oficial de la Marina y otras personas presentes descendieron del navío y en un falúa de gala  de la corbeta La Argentina, acompañados por otros botes en formación, fueron trasladados a ésta.

Ya a bordo de La Argentina, se efectuó una ceremonia de recepción. La caja fue depositada sobre el armón de un cañón, bajo los toques de un clarín y con la tripulación formada sobre cubierta. Después de un breve discurso, Ortiz de Rozas, encargaba la custodia de la caja con la reliquia sanmartiniana al Comandante de La Argentina para ser entregada al Gobierno de la Nación, constituyéndose de inmediato una guardia de honor para su custodia, con lo que finalizó el acto.

Corbeta La Argentina

Los diarios de la época destacaron la poca concurrencia de público para tan magno acontecimiento, que atribuyeron a la falta de publicidad y el poco interés o indiferencia de las autoridades para la realización de festejos y promover la concurrencia del pueblo para recibir el sable con el cual San Martín había libertado a media América.

"La Prensa" en su edición del 1° de marzo, así decía: “Desagradable impresión ha causado entre la poca concurrencia que acudió ayer a presenciar el trasbordo de la espada que perteneció al General San Martín, desde el vapor mercante «Danube» que lo ha conducido desde Southampton, a la corbeta «La Argentina».  La ausencia de representación de los gobiernos, y la poca publicidad dada al acto, contribuyó a que aquella ceremonia solo fuera presenciada por unas pocas personas”.

Poca cantidad de vecinos de Ensenada concurrieron al puerto en esa ocasión.

La entrada de La Argentina al puerto de Buenos Aires, fue demorada hasta el día jueves 4 de marzo, pues en esos días anteriores se celebraban las fiestas de carnaval.

Tampoco en esta ocasión se tomaron disposiciones para dar brillo y honrar de manera adecuada a la importancia que tenía la reliquia más valiosa de la nacionalidad. La llegada del sable que unía los nombres de San Martín y Rosas, parece que molestó a muchos militares y civiles, ya que varios generales en actividad designados para integrar una Comisión encargada justamente de la recepción del sable, excusaron su concurrencia y debió asumir la presidencia de la misma el Teniente General Donato Álvarez llegado desde Necochea, quien se encontraba en situación de retiro, junto a algunos coroneles y otros oficiales. 

No se había dispuesto la formación de tropas ni desfiles, como así tampoco la formación y saludo de los buques de la escuadra al paso de la corbeta que transportaba la gloriosa reliquia.

Una vez desembarcada, la caja que contenía el sable fue conducido al Salón de ceremonias de la casa de gobierno por cuatro marineros vestidos de gala de la dotación de La Argentina, seguidos por Ortiz de Rozas, por la Comisión militar y miembros del Club Militar y la escuela de Grumetes de la Armada, con su banda de música, con la concurrencia de aproximadamente un poco más de mil personas.

Juan Manuel León Ortiz de Rozas, nieto del Restaurador

Previa alocución patriótica Pronunciada por el Sr. Ortiz de Rozas -nieto del Restaurador y con su mismo nombre-, la caja con el sable fue entregada al Presidente Uriburu, quien se encontraba acompañado por sus ministros, funcionarios y militares. El presidente, después de agradecer la generosa donación del sable por su legítimo poseedor y a fin de cumplir con la voluntad del donante de que el arma fuera expuesta a la contemplación del pueblo, ordenaba a la Comisión presidida por el Tte. Gral. Álvarez, que hiciera su formal entrega al Presidente del Museo Histórico Nacional conjuntamente con la documentación pertinente que certificaban la autenticidad de esa pieza histórica.

El Tte. Gral. Álvarez, con los otros miembros de la Comisión se trasladaron en carruajes hasta el Museo -ubicado en aquél entonces donde hoy se encuentra el Jardín Botánico- a fin de dar cumplimiento a lo dispuesto por el Presidente. Ese día a las 15 horas, la caja con el sable y demás documentación fue recibida por Adolfo P. Carranza e incorporado así al patrimonio histórico de la Nación. El acto terminó con la entrega de medallas conmemorativas y láminas con el retrato del Libertador y de su sable, no así las de quien había sido destinatario del legado, el Brigadier Rosas, ya que en realidad, donante, legado y legatario estaban íntimamente vinculados.

Los medios de la época destacaron la frialdad de los actos, llegando el diario "El Tiempo" en su edición del 5 de marzo, bajo el título "Patriotismo chiquito" a publicar lo siguiente:

"En el enérgico lenguaje criollo puede decirse que la recepción del Sable de San Martín, ha sido una porquería. 

Ni el gobierno, ni el pueblo, ni el ejército han hecho nada digno del acontecimiento. El gobierno, porque lo tiene a mal traer su perpetuo catarro político; el pueblo porque no ha sabido nada de lo que pasaba o porque si lo ha sabido se ha encogido de hombros; y el ejército, porque... se enfermaron los generales epidémicamente. 

De ahí que la ceremonia adoleciera de la insoportable tiesura oficial sin que una nota calurosa y espontánea derritiera el hielo de la indiferencia...

La repentina peste que se declaró en las altas esferas del ejército hizo que los generales no pudieran concurrir  a la recepción del  sable del GENERAL..."

El diario "La Prensa", no obstante más moderado en sus apreciaciones, destacaba que "...el acto resultó deslucido" y que "Honda contrariedad y profunda pena  causa el retraimiento inequívocamente intencionado de los militares de más alta graduación del ejército y la armada...".

El diario "Tribuna", habla de "la penosa impresión que nos ha causado  y el recibimiento triste y frio  que se ha hecho a la espada de San Martín, el símbolo más hermoso, al fin y al cabo de la epopeya de la independencia americana".

En forma coincidente "El Día" de la Plata, decía "El acto ha debido ser imponente pero ha sido casi frio". 

En conceptuosa nota a Máximo Terrero, Carranza destacó la generosidad del donante de la pieza histórica, como que la misma se encontraba ya expuesta a la veneración del pueblo.

Al ser trasladado el Museo a su actual emplazamiento en Parque Lezama, el sable corvo fue exhibido en una vitrina, en una sala denominada "Recinto de San Martín", donde también se encontraban otros objetos que habían pertenecido al Libertador.


El robo del sable

Hace ya hace cincuenta años atrás, el 12 de agosto de 1963 en horas de la noche y por motivos políticos, el sable fue sustraído del Museo y devuelto el 29 de ese mes al ejército, quedando en custodia transitoria por parte del jefe del Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín. Por disposición del Juez Federal que entendió en la causa, el sable corvo fue reintegrado al Museo Histórico Nacional a las 16 hs. del día 17 de agosto de 1964, aniversario del paso a la inmortalidad del Libertador.

Pero fue sustraído nuevamente el 19 de agosto de 1965 y al ser recuperado tiempo más tarde se dispuso que quedara en guarda y custodia permanente por el Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín, habiendo sido colocado dentro de un templete blindado hecho a tal efecto, para impedir así otra sustracción y la pérdida de la más importante reliquia histórica de nuestro país.

Significado del legado del sable

El poseer ese sable durante todos esos veinticinco años de exilio, fue un bálsamo para el espíritu del Restaurador, frente a los agravios que se le hacían en su tierra, ensañándose con él, apostrofándole e injuriándole de toda forma, despojándole sus bienes y el de sus hijos y lo que es aún peor, dictando leyes, como la sancionada por la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires el 29 de julio de 1857, declarándolo "reo de lesa patria...y por haber hecho traición, en muchos casos a la independencia de la patria" y sometiéndole también a un ilegal juicio, donde se vulneraron todas las formas del debido proceso en el cual fue juzgado por sus declarados enemigos y condenado a muerte.

Pero su nombre quedaría unido indisolublemente por los siglos de los siglos -mal que les pese a sus enemigos de ayer y de hoy- junto al del Padre de la Patria. Su nombre y su memoria resplandecen junto al de San Martín!

Nunca un argentino, ni ayer, ni hoy, ni mañana podrá superarlo en el homenaje que recibió, no comparable a nada, de quien es reconocido como el Padre de la Patria y uno de sus hombres más preclaros y fundador de la nacionalidad argentina.

¡Haber tenido Rosas en su casa por tantos años el sable libertador!. ¡Qué otro homenaje podrá superarlo!

Los ataques que recibió Rosas de los pequeños hombres de Buenos Aires -muy hábiles para rehacer la historia-, se estrellan para convertirse en nada, contra ese reconocimiento eterno que emitió el Brigadier General José de San Martín.


El sable y los detractores de Rosas

Los historiadores de la llamada "historia oficial", nunca pudieron "digerir" el legado del Libertador a quien ellos llamaban "el execrable tirano", "Calígula del Plata", "tirano degollador" y otros epítetos por el estilo. No tenían forma de explicar lo que a ellos les debía resultar "inexplicable". Tampoco podían explicar la amigable correspondencia entre San Martín y Rosas... y entonces ¿qué hicieron?.

En algunos casos lo ignoraron y así la vida de San Martín prácticamente se agota con su partida a Europa allá por 1824 y el Libertador continúa jugando con sus nietecitos allá en Francia, hasta su muerte. Nada de sus opiniones políticas, nada de su relación con Rosas, nada de su testamento.

Otros por el contrario, trataron de "explicar" la actitud de San Martín con argumentos tales como su edad o una pretendida "incapacidad mental", su decadente estado de salud, su desconocimiento de lo que sucedía en Buenos Aires, y otros argumentos que resultarían descalificantes para el Libertador, como si éste hubiere actuado con dobleces, como es subordinar el legado al nombramiento de su yerno con el cargo de Oficial de la Legación Argentina en Francia, sin "advertir" que el testamento fue redactado en 1844 y el nombramiento de Balcarce se efectuó a fines de 1848.

Al respecto escribió Mario César Gras:

"Nada desconcierta ni exaspera tanto a los detractores de Rosas como la constante y firme adhesión que le dispensó el general San Martín y que culminó con el legado de su corvo glorioso, dispuesto por la cláusula tercera de su testamento... Muchos, en la imposibilidad de ocultar esa adhesión, ampliamente documentada, o el propio contenido del testamento, pretenden explicar la actitud del Libertador recurriendo a razones pueriles, como sería su falta de información sobre las atrocidades del gobierno de Rosas o su chochera cuando elaboró sus disposiciones de última voluntad... Se trata de recursos absurdos, demostrativos de condenable mala fe. La correspondencia de San Martín, afortunadamente copiosa y clara, comprueba, hasta la evidencia, su constante preocupación por los sucesos de América, en especial por los que ocurren en su país de origen y, si algunas veces demoran las informaciones más de lo prudente, se apresuran a reclamarlas de sus amigos de confianza... En cuanto a la pretendida declinación mental de San Martín cuando confeccionó su testamento, cabe advertir  que éste está fechado en Enero 23 de 1844, esto es, 6 ½ años antes de su deceso y que el Gran Capitán, conservó hasta su último instante el pleno ejercicio de sus facultades. Así lo asevera su propio yerno don Mariano Severo Balcarce al comunicar su fallecimiento al gobierno de Buenos Aires... (los) esfuerzos -de los historiógrafos liberales- por ocultar o deformar la verdad, carecen ya de eficacia ante el avance de las investigaciones objetivas y, en la actualidad, sólo pueden merecer piedad  o desprecio...".

En cuanto a la salud mental del prócer al momento de su fallecimiento, me remito a la opinión del unitario Félix Frías (ER N° 16), quien lo visitó en sus últimos días y  escribió: "Hacía algún tiempo que el general consideraba próxima su muerte… El día 6 escribió en su cartera algunas palabras afectuosas de despedida para sus hijos. Su razón sin embargo se ha mantenido entera hasta último momento… En algunas conversaciones que tuve con él…pude notar un mes antes de su muerte que su inteligencia superior no había declinado. Vi en ella el sello del buen sentido que es para mí el signo inequívoco de una cabeza bien organizada. Hablaba con entusiasmo…Recordaba siempre… y su memoria conservaba frescos y animados recuerdos de los hombres y los sucesos de su época brillante… Su lenguaje era de un tono firme y militar, por decirlo así, cual el de un hombre de convicciones meditadas".


Significado para los argentinos del legado del sable corvo

Para los argentinos a los cuales les conmueve el espíritu sanmartiniano, no les puede ser indiferente la actitud de San Martín al legarle su sable a su amigo Rosas.

Esa actitud de San Martín, que nunca modificó, y que podía haberlo hecho de haber variado su concepto sobre Rosas y su política, sino que por el contrario lo convalidó cuando en su última carta dirigida a su amigo, el 6 de mayo de 1850, afirmó, lo que constituye un mandato para todo argentino: 

"...como argentino me llena de un verdadero orgullo, al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor restablecidos en nuestra querida patria; y todos estos progresos efectuados en medio de circunstancias tan difíciles, en que pocos Estados se habrán hallado. 

Por tantos bienes realizados, yo felicito a Ud. sinceramente, como igualmente a toda la Confederación Argentina.

Que goce Ud. de salud completa, y que al terminar su vida pública, sea colmado del justo reconocimiento de todo Argentino, son los votos que hace y hará siempre en favor de Ud. este su apasionado

Amigo y Compatriota"

Allá por el año 1960, cuando ingresaba a la adolescencia y después de habérseme enseñado en la escuela primaria todo lo imaginable sobre la "tiranía" de Rosas y por el contrario era presentado al General San Martín, como Héroe máximo de la nacionalidad -que lo es-, junto a otros "héroes" y "próceres" -que no lo son-, al tener la oportunidad de leer la cláusula 3ra. del testamento del Padre de la Patria, me pregunté: "Pero si Rosas era tan malo, ¿cómo es que el general San Martín le legó su sable?". Ese fue el comienzo de una infatigable búsqueda de la verdad histórica y que hoy después de tantos años me tiene al frente de este periódico en la misma senda.

Lo mismo le ha pasado a innumerables argentinos. 

Otros aún siguen con la leyenda de la "primera tiranía". Por aquellos años de mi infancia recuerdo que había una revista llamada "La gran historieta"; así también se debería llamar la historia tejida de "inexactitudes a designio", mentiras y falsedades en torno a Rosas y su gobierno y de exaltación desmesurada e injusta hacia sus enemigos, que fueron también los enemigos de la Patria argentina, historia ésta contada a partir de Caseros.

San Martín, quien -a mi criterio- fue el primer rosista, nos abrió los ojos. ¡Gracias Padre de la Patria, por ser el camino para hacernos ver y conocer la verdad histórica de una época importante de nuestra Nación!

Referencias:

(1) El papel sellado es un tipo especial de papel que contiene un impuesto de timbre, y que es exigido, en ciertos países, para efectuar trámites judiciales o administrativos. 

(2) Se confunde -inclusive por historiadores, escritores, etc.- sable con espada, cuando no son sinónimos sino distintos. El objeto del legado era un "sable" que es un arma blanca semejante a la espada, pero algo corva y por lo común de un solo corte, como lo define el Diccionario de la Real Academia Española, y no una "espada" que es un arma blanca, larga, recta, aguda y cortante, con guarnición y empuñadura, como lo define el mismo diccionario. 

(3) El estandarte que fuere obsequiado al general San Martín, no era en realidad el llevado por Pizarro al conquistar el imperio del Inca, sino era el del ayuntamiento de Lima es decir el que se habría empleado en la fundación de esa Ciudad y que por error se confundía éste con aquél. Tanto San Martín como sus descendientes creyeron de buena fe que el estandarte que se le había obsequiado era en realidad el de Pizarro. Estudios posteriores de un historiador peruano, determinaron en 1827 el verdadero origen de aquel estandarte.

El estandarte de Pizarro se encuentra actualmente en el Museo Nacional de Colombia, en la Ciudad de Bogotá. 

(4) Hay una controversia acerca de si el sable fue utilizado por San Martín en San Lorenzo, pues según algún historiador habría usado una espada, que regaló a Lamadrid, cuando lo nombró su edecán al recibir el mando del Ejército del Norte en 1814. Se desconoce el paradero de esta espada, ya que Lamadrid la perdió en acción de guerra. 

(5) Algunos historiadores y escritores, cometen un error bastante común que es afirmar que San Martín, le remitió a Rosas su "espada" o sable corvo después de haber conocido la acción de la Vuelta de Obligado. Tomamos como ejemplo que en la "Historia integral de la Argentina", de la Editorial Planeta Argentina S.A., año 2000, 25 tomos, dirigidos por Félix Luna, en el tomo 9 "La Santa Federación", pág. 713, cuando refiriéndose a San Martín, dice: "Instalado en Grand Bourg desde 1834, no dejó de pensar en su patria. Cuando se produjo la intervención anglo-francesa (sic) en el Río de la Plata, durante el mandato de Juan Manuel de Rosas, San Martín, impedido de combatir por su avanzada edad y su precaria salud, envió su espada (sic) como acto simbólico de defensa de la soberanía".

Felipe Pigna en la página web "elhistoriador.com.ar", en el apartado Biografía de Rosas y sobre el Combate de la Vuelta de Obligado, incurre en el mismo error cuando afirma: "Los ingleses levantaron el bloqueo en 1847 mientras que los franceses lo hicieron un año después. La firme actitud de Rosas durante los bloqueos (sic) le valió la felicitación del General San Martín y un apartado especial en su testamento..." 

(6) Juan Manuel León Ortiz de Rozas (1839-1813), era nieto del Restaurador ya que era hijo de Juan Bautista Ortiz de Rozas Ezcurra, y de Mercedes Fuentes. De joven fue representante argentino en Montevideo. Luchó en la guerra contra el Paraguay y tuvo destacada actuación política -fue miembro del Partido Autonomista de Adolfo Alsina- y administrativa, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, donde fue gobernador desde julio de 1913 hasta su fallecimiento ocurrido un poco más de un mes más tarde. 

(7) El puerto de La Plata, se encuentra sobre el Río de la Plata, a 10 km. aproximadamente de esa Ciudad, en la localidad de Ensenada.


Fuentes:

Doallo, Beatriz Celina. "El exilio del Restaurador", Ediciones Fabro, Buenos Aires, 2012.

Font Ezcurra, Ricardo. "San Martín y Rosas". Editorial Juan Manuel de Rosas, Bs. As., 1965. 

Gras, Mario Cesar. "Rosas y Urquiza. Sus relaciones después de Caseros". Bs. As., 1948.

Gras, Mario Cesar. "San Martín y Rosas. Una amistad histórica" con Noticia preliminar de Ramón Doll, Bs. As., 1948.

Ramallo, Jorge María. "El Sable de San Martín", Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas N° 20 del segundo semestre de 1959. 

Saldías, Adolfo. "Historia de la Confederación Argentina", Edit. Oriente, Bs. As., 1975.

Sulé Tonelli, Jorge. "La coherencia política de San Martín", Ediciones Fabro, 2007.

Villegas Basavilbaso, Benjamín. "Significación moral del testamento de San Martín", Revista del Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Históricas N° 6 de diciembre de 1940.