domingo, 1 de marzo de 2015

Jorge Francisco Perrone

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IX N° 34 - Marzo 2015 - Pag. 16 

Homenaje al escritor e historiador sanmartinense JORGE FRANCISCO PERRONE, a 20 años de su fallecimiento.

 

La Línea Nacional
Jorge F. Perrone
Su vida

Nació en el pueblo de San Martin, provincia de Buenos Aires, el 3 de noviembre de 1924.
Muy joven, su vocación literaria lo lleva por ese camino, que vincula a su actividad política.

El 17 de Octubre de 1945 se mezcla en la multitud que aclama al General Perón. Desde entonces queda ligado a él, siendo uno de los fundadores del Partido Laborista, que respalda a Perón en su marcha al primero de sus períodos como presidente de los argentinos.

Dirige "Latitud 34" un quincenario memorable.

En 1946 ve la luz "en la ciudad de Santa María de los Buenos Aires", según su decir, su primer libro de poemas: "Primavera campesina".

En 1947 aparecen sus "Romances de la aldaba" y al año siguiente "El corazón es agua de trasiego", del mismo género literario.

En mayo de 1950, da a conocer su "Canto a Octubre", poema épico, comprometido y rotundo.

En 1951 recibe el primer premio de literatura de la provincia de Buenos Aires por su novela "Se dice hombre". Es probablemente su libro más querido. Obra autobiográfica, pletórica de bellas imágenes, se hacen carne allí sus más queridos amigos.

Fue uno de los iniciadores de la corriente denominada "Revisionismo Histórico", que reivindica la figura del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, siendo en 1947 fundador y directivo del "Instituto Revisionista de la Historia Argentina".

En 1974 sale publicado el primer tomo de su obra "Diario de la Historia Argentina", tiempo después aparecen los dos tomos restantes. Es su más importante trabajo como historiador y abarca desde las invasiones inglesas hasta las elecciones de 1946, en las que el General Juan Domingo Perón asume por primera vez la presidencia de la Argentina.

En 1981 aparece su "Historia Argentina" obra en tres tomos que abarca un amplio período histórico (1516-1981).
En 1983 edita los dos tomos de "La Patria Reciente" -adaptación de la obra "Historia de la Argentina"-, que abarca el período 1943-1983.
En 1985 publica una adaptación libre de increíble belleza: "Leyendas de Ayer y Siempre".

Realiza luego un importante trabajo como analista de la obra "Vida de Don Juan Manuel de Rosas", de Manuel Gálvez. Posteriormente, esta obra, con sus comentarios y anotaciones, se publica en forma de fascículos.

Cuando son repatriados los restos de Don Juan Manuel de Rosas, publica su original "Reportaje a Rosas", entrevista imaginaria en la que el Restaurador de las Leyes habla sobre temas de actualidad: política, religión, relaciones internacionales, la mujer y otros.

En 1990 edita "Perón y después", obra en que al estilo del anterior, entrevista al General, exponiendo éste su ideología en cuanto a la Iglesia, la educación, la historia, la política...

En agosto de 1994 publica "Luján", reseña histórica de la Ciudad y su Santuario. Ya por entonces, la salud se le escapaba lentamente, pero su vida plena y fecunda no se detenía.

Muere una noche de verano, el 18 de febrero de 1995.

En el cementerio de San Martín, su pueblo natal, es despedido en nombre de sus amigos por el Dr. Carlos Manuel Torreira, y por el historiador Fermín Chávez,  por el Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas.

Su féretro, llevado por quienes lo aman, está envuelto por la bandera argentina, a la que hizo honor con su vehemente tarea en la búsqueda de la verdad histórica.

Pero por sobre todas las cosas, vivió apasionadamente. Dios lo sabe.


LA LÍNEA NACIONAL

por Jorge Francisco Perrone

La soberanía pasa por la tierra y su habitante. Y sobre ese eje pivotea la historia de los pueblos.

Aquí mucho se ha hablado sobre una supuesta línea Mayo-Caseros, con eventuales alargues hasta sucesos contemporáneos. Ella marcaría el summun de la verdad nacional.

Un flatus vocis, como diría el cura malintencionado, verdad y conciencia. Por empezar, en Mayo no se utilizaron plata, soldados, ni pertrechos extranjeros para cambiar gobierno. En el mejor de los casos, se trató de un abuso político y una inconsciencia histórica. Ni la patria comenzó en 1810 ni nos fundó el liberalismo, como se agrega.

Si hay una línea nacional, ella viene de la tradición -tradere, el que recibe- desde el espíritu de quienes comenzaron a establecer una cultura, sostén vivo y dinámico de toda frontera. Lengua común, usos, costumbres, carácter para manejarse sobre el suelo amado.


DONDE EMPEZÓ

Ya en el siglo XVIII andaban guaraníes y frailes defendiendo todo ello en las misiones jesuíticas, ante la agresión extranjera de los bandeirantes. Hacia 1776 Carlos III -sin falsas justificaciones de soledad o distancias- crea el Virreinato del Rio de la Plata, último y mayor de América. Si casi la mitad del mismo se perdió al cabo de nuestra independencia, esto cabe apuntarse en el “Debe” de quienes en algún momento manejaron políticamente a la Nación, quebrando el eje de su soberanía. Cuando en 1806 y 1807 tropas británicas invadieron Buenos Aires, el pueblo la rechazó sin fracturas, mientras muchos de su clases dirigente festejaban con vinos y clavicémbalo al atacante, especulando ventajas comerciales y de las otras. Y en Mayo también será el pueblo en armas, desde el regimiento de Patricios, quien imponga la Junta de Gobierno. El pueblo junto a verdaderos conductores. En este caso el Comandante Cornelio Saavedra, luego confinado en la miseria, y a quien rehabilita el General San Martín, posteriormente víctima también del ostracismo y la calumnia.


MINORÍAS INFATUADAS

Los responsables de estas desdichas coinciden con la ruptura de la soberanía argentina -territorial, económica o política-, identificados en minorías soberbias encaramadas en el poder, por asalto, a lo largo de nuestra historia. Redivivo fantasma con distintos nombres de profusa iconografía, que en última instancia “se frega” de los pueblos y de la tierra. 

Por inconveniencia o incomprensión, los resultados son idénticos: “decente es todo hombre blanco que use fraque o levita”; constitución monárquica de 1819, oligarquía unitaria del 26; entrega de la Banda Oriental, primero, a los portugueses, para quitárselo de encima a Artigas, que planteaba la independencia y el federalismo, y luego al Brasil, para aplastar a los caudillos federales; fusilamiento de Dorrego en el 28; “La gente baja / ya no domina / y a la cocina / se volverá”; barcos y soldados gringos para luchar contra su propio país entre 1835 y 1850, ofreciendo incluso segregaciones territoriales argentinas para asegurar esa ayuda; abogar por la entrega de la Patagonia a Chile como arma para combatir la “tiranía”; soldados y patacones brasileros para voltearlo a Rosas.


DESPUÉS DE CASEROS

Y desde entonces a nuestro siglo, separación de Buenos Aires en una condenable República del Plata mitrista y liberal, hacia 1856; sometimiento del interior con coroneles orientales -Paunero, Arredondo, Flores- y eficientes armas ad hoc; degüello de hasta generales de la Nación, como el de Don Ángel Peñaloza, buscando sosegar “a la chusma”, levas de fronteras, despojos de bienes, derechos negados -lo cuenta Hernández-, total “el gaucho lo único que tiene de humano es la sangre: hagámosla buena para abonar el suelo”; desamparo total, leyes de residencia, conventillos, desnutrición; mandatarios electos a dedo, según dice Ramón J. Cárcano, con fraudes a mansalva y pitorreando la ley Sáenz Peña luego.

En esta somera farándula se perdieron cuatro regiones que heredamos en Mayo -casi 1.700.000 kilómetros cuadrados-, se menospreció al argentino, se mintió el pasado, a la par que se ordenaban ferrocarriles, telégrafos, bancos, frigoríficos, en un opíparo “granero del mundo”, como quería Inglaterra.


DOS PAÍSES

Próximo a su muerte Faustino Sarmiento atisbó el problema: “En algo hemos fracasado. Tenemos escuelas, vías férreas, Parlamento, Constitución. ¿Por que seguimos derramando sangre como antes? Es que el atavismo pesa.”

Ya por 1864 había señalado Juan Bautista Alberdi “La división Argentina no es política; no son dos partidos, son dos países”.

Uno, importando habitantes, leyes, principios, en reniego de nuestra heredad española y cristiana, desde el puerto que levanta orgullosas las estructuras materiales y economías mercantilistas, entendiendo a la Argentina como una sociedad anónima “crucificada en las pizarras de las cotizaciones de Bolsa”, según apuntara Leopoldo Lugones.

Otro, enraizado en este atavismo que dijera Sarmiento -supervivencia de la sangre fundadora-, con pueblos luchando obstinadamente por realizar su destino, una manera precisa de vivir o morirse, donde hombres y paisaje establezcan una comunidad justa y fraterna.

Por este país cruza la línea nacional, la soberanía, lo que está sobre, por encima de todo lucro, interés, ambición, o teoría sectorial.

Tuvo sus grandes caudillos. Nunca le faltaron -en todo tiempo- voces augurales y enamoradas.

Y esta Argentina prevalecerá.

Las agachadas de don Justo

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IX N° 34 - Marzo 2015 - Pags. 10 a 15  

Las agachadas de don Justo

por Norberto Jorge Chiviló

Urquiza ¿Prócer o traidor?

El Gral. Justo José de Urquiza, fue un gran hacendado e importante comerciante entrerriano, y uno de los mejores militares de su época, que tuvo destacada actuación -por acción u omisión- en los tres conflictos armados que enfrentó el Brasil, primero contra la Confederación Argentina (1851-1852), luego en su intromisión en la política interna del Uruguay (1864-1865) y por último en la guerra del Paraguay (1865-1870) y también en los conflictos internos de la política nacional (1859-1861 y 1863). Esa actuación, activa en unos casos y pasiva en otros, fueron verdaderamente agachadas que configuraron el delito de traición a la patria, pero que le valieron tranquilidad y fortuna personal, que es lo que a él solo le interesaba. Siempre fue servil al Imperio brasileño por lo cual fue generosamente retribuido y privilegió su interés personal al de su patria. Además traicionó a quienes eran sus seguidores. En suma, fue un inescrupuloso total.

En honor a la verdad debemos añadir que Urquiza se había destacado durante los años 1838 a 1847, como leal soldado de la Confederación, primero como subalterno del gobernador de Entre Ríos, Pascual Echagüe, contra el gobernador de Corrientes Genaro Berón de Astrada, interviniendo en la batalla de Pago Largo. Ya como gobernador de su provincia, Urquiza junto con Oribe infringieron una derrota a las tropas unitarias en Arroyo Grande y posteriormente derrotó a Rivera en India Muerta y al gobernador correntino Joaquín Madariaga, en Potrero de Vences. Tanto Berón de Astrada como Madariaga pretendían secesionar de la Confederación, no solo la provincia de Corrientes, sino también las litorales, para formar junto con el Uruguay de Rivera y el sur del Brasil una nueva República. 


La diplomacia brasilera

Desde el establecimiento en América de portugueses y españoles, fueron continuos los conflictos entre ellos motivados por cuestiones políticas y el expansionismo lusitano y su pretensión de dominación de la cuenca del Plata, llevada a cabo mediante las invasiones de los bandeirantes en las misiones jesuíticas y los avances en la Banda Oriental del río Uruguay por la posesión de la Colonia del Sacramento.

En el siglo XIX, el tradicional enemigo de los argentinos siguió siendo el Brasil. 

Los Braganza, casa reinante en Portugal y aliados importantes de Inglaterra, primero desde la Metrópoli y luego desde suelo americano -una vez trasladados a estas tierras en 1808 en buques ingleses, por la huida de toda la Corte por la invasión napoleónica a la península ibérica-, tuvieron en su mira el expansionismo territorial de sus posesiones americanas y paralelamente el desmembramiento y la división del vecino Virreinato del Río de la Plata y posteriormente de los países que surgieron de ella. Eso continuó y se mantuvo inalterable aún después de declarada la independencia del Brasil y el establecimiento del Imperio en 1822. 

La política diplomática brasilera, conocida como diplomacia de Itamaraty, se caracterizó siempre por ser muy hábil, muy profesional, manteniendo una línea coherente en su fines y medios, durante el transcurso de toda su historia, no obstante los cambios de regímenes y gobiernos, contrariamente a lo que sucedió con los países linderos de origen español, en la que sus políticas diplomáticas fueron cambiantes y muchas veces contradictorias y a veces estuvieron muy ligadas a los intereses del Brasil al cual beneficiaron, en contra de sus hermanas americanas. 

Podemos decir, sin equivocarnos, que la diplomacia brasilera fue y es una de las mejores del mundo, con una visión geoestratégica envidiable, cuyo fin fue desde el inicio el expansionismo y el dominio de la cuenca del Plata, para lo cual empleó la política de los romanos del divide et impera (divide y vencerás). 

Justo José de Urquiza
Bartolomé Mitre (A)
Debemos destacar la habilidad de esa diplomacia en lograr que las guerras en las que intervino el Brasil, se desarrollaran principalmente fuera de sus fronteras (p.e. caso de la Primera Guerra contra las Provincias Unidas del Río de la Plata, que se desarrolló en la Banda Oriental; la Segunda Guerra esta vez contra la Confederación Argentina que tuvo lugar en tierras uruguayas y argentinas; la guerra contra el Uruguay de 1864-1865, que se llevó a cabo también en tierra uruguaya; y por último la llamada Guerra de la Triple Alianza o Guerra del Paraguay cuyo teatro de operaciones estuvo mayormente en tierra argentina y paraguaya -también en tierra brasilera del Mato Groso-.

El divide et impera, no solo fue aplicado en las relaciones entre los países derivados de la división del antiguo Virreinato del Río de la Plata, sino también dentro de cada país, anarquizándolos, promoviendo levantamientos y guerras internas o civiles, apoyando a un partido en contra del otro, contando siempre con la ayuda de nativos de esos países los que oficiaron de aliados o auxiliares (p.e. el caso del Gral. Urquiza su aliado en la Guerra contra la Confederación Argentina, o apoyando al Gral. Venancio Flores en el Uruguay para que se hiciera del ejecutivo del país hermano, o posteriormente en la guerra del Paraguay, neutralizando al Gral. Urquiza). Para ello se valieron del soborno o alentando intereses o apetencias personales de poder u otros métodos para neutralizar a quienes pudieran llegar a ser enemigos. 

Así lo vio claramente el representante británico Robert Gore cuando le informó a Lord Palmerston el 2 de febrero de 1852 que ”La política insidiosa del Brasil es muy clara: revolucionar estas comarcas y mantenerlas en un estado de guerra civil y anarquía…” 

De todas esos conflictos armados el Brasil siempre sacó ventajas territoriales (como la independencia de la Banda Oriental, la anexión de las Misiones orientales, la apertura de los ríos argentinos, las mutilaciones a los territorios uruguayo y paraguayo), o bien sacándose de encima a gobiernos (caso de la Confederación Argentina de Rosas) que representaban un peligro para su propia existencia o logrando la destrucción de otros países (caso del Paraguay) que podrían en el futuro ser sus competidores económicos. 


La Confederación Argentina de Rosas

Si existió una política diplomática de acuerdo a sus intereses nacionales, comparable a la de Itamaraty, fue la diplomacia de la Confederación Argentina durante el período rosista, no superada por ningún otro gobierno argentino. Eso lo afirmamos teniendo en cuenta el texto de los tratados firmados con franceses (1840 y 1850) e ingleses (1849), tratados que no fueron igualados por ninguna otra nación del mundo.

La Argentina anterior a Rosas había sufrido mutilaciones territoriales y durante su época existieron también serios intentos secesionistas de distintos territorios que la conformaban, promovidos por las dos potencias europeas más importantes de la época y por el Brasil.

Para el Brasil, Rosas fue una piedra en el camino, un escollo para su política expansionista, un gobernante al cual no se podía engañar y menos aún sobornar y con un gran predicamento no solo en Argentina, sino en toda América, incluso en vastos sectores del Imperio, que no iba a permitir ninguna disgregación territorial, sino que por el contrario su política era la de la reincorporación por el consenso de los territorios que se habían separado del tronco común que formaron el antiguo virreinato.

Rosas tenía bien claro quién era el enemigo y el país con el cual debía enfrentarse en el futuro y este no era otro que el Impero del Brasil.

La independencia declarada por el Paraguay a fines de 1842, que Rosas se negó a reconocer por considerarla como una provincia argentina fue con la convicción que en el futuro se reintegraría al seno de sus hermanas. En carta que Rosas envió a las autoridades de Asunción, con motivo de la declaración de la independencia, les decía: "…jamás las armas de la Confederación Argentina, turbarán la paz y tranquilidad del pueblo paraguayo…" y esa posición la mantuvo no obstante la política hostil por parte del gobierno de Asunción con respecto a la Confederación. Esa independencia que sí fue reconocida por el Brasil en 1844  (ya que era un territorio que ambicionaba y que se había secesionado del tronco común argentino) fue un gesto inamistoso hacia la Argentina y una de las causales, que enturbiaron la relación entre ambos países (Argentina y Brasil). Los paraguayos habrán lamentado años después con las consecuencias sufridas por el país en la Guerra de la Triple Alianza y la equivocación en la que incurrieron al haber considerado a Rosas y la Confederación como enemigos, ayudado a su derrota y a los brasileros como amigos.

Además, las gestiones realizadas por el Imperio con franceses e ingleses para lograr la intervención conjunta en el Río de la Plata y la finalidad de lograr la secesión de las provincias mesopotámicas, deterioraron aún más las relaciones entre ambos países. Rosas y el Imperio, se consideraban mutuamente como próximo enemigo en una guerra que ya era inevitable

A fines de la década de 1840 la Confederación Argentina, se encontraba en paz, con el partido unitario totalmente vencido y habiendo cesado las agresiones de Francia e Inglaterra, y levantando el bloqueo que ellas habían establecido y habiéndose firmado los tratados que habían puesto fin a tales agresiones y el reconocimiento de la jurisdicción argentina sobre sus ríos interiores. Incluso, volvían muchísimos emigrados. Sólo restaba resolver la cuestión de Montevideo.

Rosas tenía confianza en que los territorios que se habían segregado años atrás se reintegraran al tronco común, junto a sus hermanas argentinas.

Con el fin de hacer frente a ese futuro conflicto se fue formando el poderoso y aguerrido Ejército de Operaciones que Rosas puso al mando de Justo José de Urquiza, uno de los mejores militares que tenía el país en esos momentos. Rosas fue dotando de todo tipo de medios y recursos a ese ejército, que además contaba con la caballería entrerriana que era la mejor de América.

El prestigio de Rosas en nuestro país y en toda América, a fines de esa época, estaba en todo su apogeo.

Por el contrario el Imperio se encontraba solo, no tenía un ejército comparable al argentino ya que era notablemente inferior y no estaba en condiciones de afrontar con éxito una confrontación armada. Así se lo hizo saber el emperador del Imperio austríaco, Francisco José I, pariente del emperador del Brasil, Pedro II, aconsejándole a éste evitar una confrontación con la Confederación Argentina, “pues, según la opinión de oficiales franceses informados in locum (en el lugar), la balanza se inclinaría a favor de Rosas”.

Tampoco el Brasil se encontraba en las mejores condiciones políticas internas, ya que había una fuerte tendencia secesionistas en Pernambuco y Bahía y también en el sur a pesar de la derrota de la República Farrapa -en la provincia de Río Grande-, donde el sentido republicano era todavía muy fuerte y donde los gaúchos riograndenses, se sentían hermanos de orientales y argentinos. La importante población de esclavos tenía simpatías por el dictador argentino y gran parte de la población tenía ideas republicanas que la acercaban a las ideas de Rosas.

Todo ello podría significar el fin del Imperio y la instauración de la República. Los políticos brasileros eran conscientes de la situación crítica que se encontraba su país en esos momentos.

Así el diputado Pereyra Da Silva, en la cámara de diputados brasileña el 17 de junio de 1850, expresó: "…Los designios del general Rosas no son ocultos. Pretende reconstruir el virreinato de Buenos Aires, acabando con todos los pequeños Estados que de él se habían hecho independientes. Estos designios son fatalísimos, perjudiciales al Imperio del Brasil”. 

La cuestión para el Brasil era: "La  Confederación Argentina y Rosas o el Brasil". 

“El Brasil temía a Rosas, no sin fundamento, porque éste, con el ejército que tenía en el sitio de Montevideo y con más de 20.000 hombres en Santos Lugares, podía, el día que hubiese querido, presentar 40 ó 50.000 hombres en la frontera del Brasil, invadiendo el Imperio por la provincia de Río Grande, auxiliando al partido republicano y, dando libertad a la esclavitud, hacer bambolear al Emperador brasileño. El Gobierno del Emperador comprendió la política de Rosas, la temía, sabía que era un enemigo fuerte, por lo que no perdonaba medio ni sacrificio para derribarlo”. Así lo afirmó el periodista Benito Hortelano.

No había más alternativa entonces que el derrocamiento de Rosas y el debilitamiento de la Confederación. El Brasil debía sacarse a Rosas de encima, fuere como fuere, ya que era él con la Confederación Argentina, quien impedía concretar sus aspiraciones y apetencias territoriales y ponía en peligro su propia existencia como Imperio. Había que encontrar el medio para lograr esos objetivos.


Urquiza

Urquiza fue un comerciante inescrupuloso que rápidamente se enriqueció y pasó a ser la persona más rica de la Confederación, sin medir los medios y las consecuencias.

El proceder del caudillo entrerriano, Justo José de Urquiza, era considerar solo su conveniencia económica. En pleno sitio de Montevideo por el ejército federal-blanco, Urquiza se permitía comerciar con la plaza sitiada a la que abastecía de carne y otros elementos.

Vamos a señalar a continuación lo casos que consideramos como "agachadas" de don Justo, que significaron actos de traición a la patria y a sus seguidores, que le valieron riquezas y tranquilidad personal.


Primer caso 

Ante la situación crítica en la que se encontraba el Imperio, el partido gobernante considerando que la cuestión era “Rosas y la Confederación o el Imperio”, jugó una última carta tanteando al Gral. Urquiza para que este quedara al margen de una futura guerra argentina-brasilera.

En 1850 corrieron rumores acerca de la posible defección de Urquiza de la causa nacional. Éste se hizo el ofendido e hizo publicar en El Federal Entre-Riano de Paraná del 6 de junio de 1850: 

“Crea Ud. que me ha sorprendido sobremanera que el gobierno brasilero, como lo asevera, haya dado orden a su Encargado de Negocios en esa ciudad, para averiguar si podía contar con mi neutralidad… Yo, Gobernador y Capitán General de la Provincia de Entre Ríos, parte integrante de la Confederación Argentina y General en Jefe de su Ejército de Operaciones, que viese empeñada a esta o a su aliada la República Oriental en una guerra, en que por este medio se ventilasen cuestiones de vida o muerte vitales a su existencia o soberanía… ¿Cómo cree, pues, el Brasil, como lo ha imaginado por un momento, que permanecería frío e impasible espectador de esa contienda en que se juega nada menos que la suerte de nuestra nacionalidad o de sus más sagradas prerrogativas, sin traicionar a mi Patria, sin romper los indisolubles vínculos que a ella me unen y sin borrar con esta ignominiosa mancha mis antecedentes?” 

“El Gabinete imperial al expresarse así me ha inferido una grave ofensa, suponiéndome capaz de faltar a mis santos y obligatorios deberes, olvidando que siempre los he llevado del modo que mejor posible me ha sido, y que así lo verificaré… Debe el Brasil estar cierto de que el General Urquiza con 14 ó 16 mil valientes entrerrianos y correntinos que tiene a su órdenes sabrá, en el caso que habrá indicado, lidiar en los campos de batalla por los derechos de la Patria y sacrificar si fuera necesario, su persona, sus intereses, fama, y cuanto posee”.

Léase con detenimiento nuevamente esta declaración de bellas y patrióticas palabras y considérese el proceder posterior del mismo Urquiza totalmente contrario a lo que se había publicado. Sus mismas palabras lo señalan como traidor de lesa patria.

En 1851, le llegó una información al Encargado de Negocios brasileño en Montevideo, que un oficial del Ejército de Operaciones argentino, le habría asegurado que dicho ejército se podría "neutralizar". El Brasil no dejó pasar la oportunidad y actuó en consecuencia.

Así, el canciller del Brasil le hizo conocer a su par del gobierno austríaco que los sucesos ya no eran como un tiempo atrás, sino que ahora venían desarrollándose a favor del Brasil  ya que “El fuego se ha encendido en la casa de nuestro vecino, cuando él pensaba ponerla en la nuestra…”.

En efecto, iniciadas gestiones secretas entre Urquiza y el Imperio, una vez que se suscribió su acuerdo, Urquiza efectuó su famoso "Pronunciamiento" contra Rosas. Ya no solo sería "neutral" -ya de por sí una actitud antipatriótica- en el conflicto entre la Confederación y el Brasil, sino que tomaría parte activísima y decisiva en contra de los intereses de su propia Patria, insurreccionando el ejército para ponerlo al servicio de la potencia extranjera.

La historia oficial ha dado una versión idealista del "Pronunciamiento", como que la lucha de Urquiza era contra la "tiranía sangrienta" y por la "libertad" y "contra" Rosas y no "contra" el pueblo argentino, versión totalmente alejada de lo que fue en la realidad. Siempre que se da la intervención extranjera a favor de una facción política,  la lucha nunca es contra el "pueblo", sino contra quien la "tiraniza"; lo mismo volverá a repetirse años después en la guerra contra el Paraguay, donde esta no lo era contra el pueblo paraguayo sino contra el tirano Francisco Solano López. Como dice el dicho popular "la historia se repite". 

La alianza militar de Urquiza, con el Imperio y el gobierno colorado uruguayo, derivó en el derrocamiento de Rosas en la batalla de Caseros, a raíz de la cual nuestros ríos interiores ya dejaron de ser de jurisdicción argentina, se perdieron definitivamente las misiones orientales, se reconoció la independencia del Paraguay -entre otras cuestiones-, todo lo cual benefició al Brasil y nuestro país pasó a ser un aliado del Imperio en las luchas que mantuvo posteriomente con el Uruguay y el Paraguay. Caseros significó una gran victoria para el Brasil ya que se sacó del medio a Rosas, que era lo que más le importaba y la Confederación Argentina quedó debilitada. Ya no sería posible para nuestro país, lograr que se reintegraran junto a sus hermanas argentinas, aquellos territorios segregados. 

La causa del porqué de la defección de Urquiza, la conocemos de boca de uno de los más enconados adversarios de Rosas y quien en su momento formó parte como Boletinero del Ejército Grande urquicista, me refiero a Domingo F. Sarmiento, quien en una carta que a su antiguo jefe le escribió desde Yungay, el 13 de octubre de 1852, le decía:

“Yo he permanecido dos meses en la Corte del Brasil, en el comercio casi íntimo de los hombres de estado de aquella nación, y conozco todos los detalles, General, y los pactos y transacciones por las cuales entró S.E. en la liga contra Rosas. Todo esto no conocido hoy del público, es ya dominio de la Historia, y está archivado en los Ministerios de Relaciones Exteriores del Brasil y del Uruguay”

“Tanta aberración he visto en estos años, como si dijeran que el emperador ha sentado plaza en el ejército de S.E. para corresponderle el servicio que le hizo S.E. conservándole la corona que lleva en la cabeza, como tuvo S.E. la petulancia de decirlo en barbas del Sr. Carneiro Leão, enviado Extraordinario del Emperador”. 

“Se me caía la cara de vergüenza al oírle a aquel Enviado referir la irritante escena y los comentarios: ¡Si, los millones con que hemos tenido que comprarlo para derrocar a Rosas! Todavía, después de entrar en Buenos Aires, quería que le diese cien mil duros mensuales”. 

Batalla de Caseros
Litografía sobre la batalla de Caseros (B) 

Coinciden estas palabras transcriptas de Sarmiento con el informe que el Encargado de negocios británico en Montevideo le había escrito a Lord Palmerston, el 22 de mayo de 1850: "Me ha sido comunicado confidencialmente que Pimenta Bueno, el nuevo presidente de la Provincia de Río Grande, dispone de treinta mil libras esterlinas suministradas por el gobierno imperial a fin de sobornar a Urquiza, gobernador de Entre Ríos, para que se una al plan de derrocamiento del general Rosas, y que si esta suma no es considerada suficiente, el gobierno brasilero está dispuesto a gastar el doble de la misma, si es necesario". Mas palabras, sobran.  

El Plenipotenciario inglés Henri Southern en comunicación al primer ministro inglés el 25 de febrero de 1851, dice de Urquiza "…además es rapaz y avaro, uniendo a las características de un tirano insensible e inexorable, los rasgos de un mercader voraz e insaciable". Más claro echarle agua.

Si esta no es una agachada de don Justo, digan que es…


Segundo caso

Después de Caseros, la mayoría de los federales (entre los más importantes podemos señalar a Pascual Echagüe, Jerónimo Costa, Juan Bautista Thorne, Hilario Lagos, Nazario Benavídez, Prudencio Arnold), consideraron a Urquiza como el sucesor de Rosas, al frente del partido federal. Incluso así también lo consideró el exdictador desde el exilio. Esos federales, junto con el pueblo federal, lo siguieron durante mucho tiempo, confiando de buena fe en su persona, sin poder ver en su momento, lo que nos ha mostrado la historia sobre este triste personaje.

Producida la caída de Rosas, se sucedieron hechos de anarquía como fue la separación de la provincia de Buenos Aires de la Confederación, promovida por el partido unitario y no pocos exrrosistas, dando origen al Estado de Buenos Aires. En los hechos eran y se comportaban como dos estados distintos, incluso cada uno con su propia diplomacia y ejército.

Entre ambas partes se produjeron no pocos enfrentamientos militares, siendo los más importantes el de Cepeda (23 de octubre de 1859) y Pavón (17 de setiembre de 1861), estando Mitre al mando del ejército de Buenos Aires y Urquiza en el de la Confederación.

Cepeda se originó en razón de la revolución que desplazó a Nazario Benavídez -partidario de Urquiza- de la gobernación de su provincia de San Juan y su asesinato posterior, a manos de hombres adictos a Buenos Aires. El gobierno federal produjo la intervención de esa provincia a la que se opusieron los porteños. Asimismo por una ley del Congreso Nacional, encomendaba a Urquiza que lograra por medios pacíficos, la reincorporación de Buenos Aires y el acatamiento a la Constitución de 1853 pero si ello no era posible de esa forma lo autorizaba al uso de la fuerza.

Buenos Aires, consideró esos hechos como una declaración de guerra y ordenó al entonces coronel Mitre para que invadiera Santa Fe y a su flota que bloqueara la ciudad de Paraná -que era la capital de la Confederación-. 

Los ejércitos se enfrentaron en el arroyo de Cepeda -al sur de la provincia de Santa Fe- donde los urquicistas se impusieron en la lucha, ante lo cual Mitre se retiró derrotado.

Urquiza estaba en condiciones de ingresar a Buenos Aires y poner así fin al conflicto, ya que nada se lo impedía pero no obstante ello, se estableció en el pueblo de San José de Flores. La mediación de Francisco Solano López -hijo del presidente paraguayo- hizo posible que se firmara el Pacto de Unión Nacional o de San José de Flores, lográndose la reincorporación de derecho de Buenos Aires a la Confederación. Ricardo López Jordán dijo que Urquiza "había llegado a Buenos Aires como vencedor y negociado como derrotado".

En 1860, Urquiza entregó la presidencia de la Confederación a Santiago Derqui y Buenos Aires nombró gobernador a Mitre, mientras que Urquiza ocupó la gobernación de Entre Ríos.

Batalla de Pavón
La Guardia Nacional saliendo para Pavón (C)
Buenos Aires, ganó tiempo en el cual pudo fortalecerse económica y militarmente, dando vueltas a la cuestión de su reincorporación efectiva a la Confederación, por lo cual en los hechos el pacto no se cumplió.

En ese año se realizó en Buenos Aires la elección de diputados que debían incorporarse al Congreso Nacional, pero como esa elección se hizo de acuerdo a las leyes locales y no a la de la Nación, Derqui desconoció la representatividad de esos diputados y dictó una ley llamando nuevamente a realizar otro acto eleccionario, lo que fue desconocido por el gobierno de Buenos Aires el que declaró caduco el pacto de San José de Flores, lo que fue considerado por el Congreso Nacional como un acto sedicioso. Ante esa situación Derqui puso a Urquiza al frente del ejército con la misión de imponer a Buenos Aires el acatamiento a las normas federales.

La confrontación entre ambos fuerzas debía ser favorable al de la Confederación, no solo por la experiencia militar siempre exitosa de Urquiza, quien contaba con el apoyo casi unánime del país, contrariamente a lo que sucedía con  Mitre, quien nunca había ganado una batalla, y solo lo apoyaba Buenos Aires, y por lo tanto así se preveía una nueva victoria como la de Cepeda.

Fracasaron varios intentos mediadores y llegados ambos ejércitos a orillas del arroyo Pavón, Urquiza no se decidió a atacar de inmediato, como le aconsejaron varios de sus subalternos -como López Jordán y Arnold- para tomar la iniciativa contra los porteños.

El ejército nacional compuesto por aproximadamente 17.000 hombres -aportados 8.000 hombres por las provincias del centro y el resto por las del litoral y voluntarios porteños federales- eran principalmente de caballería con alguna pequeña fuerza de infantería y artillería, se enfrentó a los 22.000 hombres de las fuerzas mitristas con mucha infantería y artillería y con mayores y mejores elementos bélicos que los provincianos. 

La caballería que conformaban las alas del dispositivo nacional, al mando de Juan Saá, Ricardo López Jordán y Miguel Galarza, derrotaron totalmente y pusieron en fuga a la caballería porteña mandada por el militar uruguayo Venancio Flores y Manuel Hornos, pero por el contrario la inexperta e inferior infantería nacional que cubría el centro del dispositivo, fue superada por la de Buenos Aires, que después de la lucha quedó muy disminuida y cercada por la caballería urquicista.

Infantería urquicista
Infantería urquicista en la batalla de Pavón 

Urquiza, que no combatió, sino que se mantuvo en su caballo, "clavado como una estaca" en una hondonada junto a 4.000 aguerridos entrerrianos de reserva y a los cuales no hizo intervenir en la lucha, imprevistamente y en medio de la victoria, ordenó la retirada, junto con la invicta caballería entrerriana -"me retiré al tranco hacia Rosario", escribió para significar que su retirada era voluntaria y que nadie lo perseguía- donde finalmente se embarcó en Rosario para cruzar el Paraná.

Ante la derrota evidente de sus fuerzas Mitre se retiró con los restos del ejército hacia San Nicolás de los Arroyos.

No obstante que la caballería nacional había quedado dueña del campo de batalla y que le fue comunicada esa circunstancia a Urquiza (1), éste no quiso retornar, siguiendo la retirada y dejando el campo de batalla libre a los mitristas. "¡No dispare, general, que ha ganado!", es el parte que recibió Mitre en su retirada y por el cual volvió al campo de batalla y quedó como vencedor -y así lo ha considerado la historia-. Después de consolidar su posición, se inició posteriormente la persecución del ejército nacional. Venancio Flores al frente de una fuerza porteña, sorprendió a las fuerzas urquicistas en retirada mientras dormían en Cañada de Gómez, ocasionándoles importantes pérdidas.

Esa retirada de Urquiza, no obstante la victoria conseguida por la caballería, fue incomprensible para sus generales y todos sus seguidores, quienes no pudieron ver la razón de esa actitud.

¿Qué es lo que pasó con Urquiza y Mitre? La actitud incomprensible en aquellos momentos de Urquiza -considerarse vencido, cuando no lo estaba y retirarse como tal del campo de batalla-, fue dilucidada posteriormente por la historia. 

Tanto Urquiza como Mitre eran hermanos masones del Grado 33, el que habían recibido -junto a Derqui, Sarmiento y el general Juan Andrés Gelly y Obes- en un acto de confraternidad, celebrada el 21 de julio de 1860 en el Templo de la Logia Unión del Plata.

Un tal Yateman, comerciante norteamericano, estuvo la noche anterior al combate, yendo y viniendo de un campamento a otro, trayendo y llevando correspondencia. Cuenta un asistente de Urquiza que llegado al campamento este caballero norteamericano, fue bien recibido por Urquiza, a quien le entregó una carta remitida por Mitre y a su vez Urquiza redactó una contestación que le dio para ser entregada para el gobernador de Buenos Aires.

Un acuerdo de Logia determinó que Urquiza se retirara de la escena nacional, replegándose a su provincia donde no sería molestado, reconociéndosele el carácter de hombre fuerte de la misma, dejando a Bartolomé Mitre la dirección y reorganización del país. 

Años después, Mitre en un discurso pronunciado en un banquete que la masonería ofreció a Sarmiento el 29 de setiembre de 1868, agitando un instrumento masónico dijo: “¿Qué es Sarmiento? un pobre hombre como yo, un instrumento como este…”. ¿Todos eran instrumentos de la masonería?

El historiador masónico Alcibíades Lappas en su libro La Masonería Argentina a través de sus hombres, dice sobre toda esta situación y el porqué de la retirada de Urquiza: "Esta vez también el general Urquiza supo dar la victoria a las armas de la Confederación, en los campos de Pavón. Pero no obstante eso, el general victorioso, en magnifico gesto de autosacrificio y renunciamiento se retiró a Entre Ríos dejando el campo de batalla a las fuerzas opuestas comandadas por Mitre, convencido que esa era la única manera de terminar con las disidencias y obtener la meta ideal de la pacificación definitiva". 

En una carta que el presidente Derqui le remitió al general Saá el 22 de octubre de 1861, le dice entre otros conceptos sobre Urquiza, que "entregaría maniatado al partido nacionalista de la República, con tal de que lo dejasen tranquilo en Entre Ríos. Ya se me habían dado avisos por personas muy caracterizadas, que el Gral. Urquiza estaba en relaciones clandestinas con el enemigo: pero ya se ha quitado la máscara y se comunican por medio de vapores de guerra del enemigo que vienen al Diamante con bandera de parlamento y entregan correspondencia para él…"

La sangre de los federales había sido derramada, en definitiva, sin ningún motivo. Habían sido traicionados por su jefe. Como dice el dicho popular, allí Urquiza "mostró la hilacha". Esta es otra agachada de Urquiza.


Tercer caso

Palacio San José
Palacio San José (D)
    Después de su "derrota" en Pavón, Urquiza tranquilamente y sin ningún escrúpulo por los que habían combatido por él, se retiró a su provincia, para gozar en su residencia de San José y sin sobresaltos de la riqueza que había acumulado durante los años de su actuación pública y volvió a desentenderse de quienes todavía seguían teniendo esperanzas en él y lo seguían considerando como el jefe del partido federal.

A raíz de la batalla de Pavón, en gobernador Mitre es catapultado al frente de la escena nacional y lo convierte en figura y árbitro político principal, a la vez que se establece la hegemonía de la provincia de Buenos Aires sobre el resto del país, marcando el fin de la Confederación Argentina.

A principios de diciembre de 1861, parten los ejércitos mitristas, que fueron de represión y exterminio al mando de oficiales uruguayos como Paunero, Sandes, Flores, Arredondo, Rivas, Sandez, Irrazábal -los llamados procónsules- para invadir el interior del país, para desalojar a los gobiernos de tendencia federal que se oponían a la hegemonía porteña -como Córdoba, San Juan, La Rioja, Catamarca, Salta- y poner como nuevos gobernadores a unitarios y liberales, siendo una excepción Urquiza, quien no fue molestado de ninguna forma.  

Era la imposición de la civilización sobre la barbarie. Nada debía quedar de la derrotada Confederación Argentina. Era la época del "no ahorre sangre de gauchos". Volvía la guerra civil.

En La Rioja, la situación no fue tan sencilla para los ejércitos porteños, ya que la resistencia estuvo a cargo del general Ángel Vicente Peñaloza, "El Chacho", a quien el Congreso Nacional había promovido a ese grado militar en 1855.

El Chacho, de gran prestigio y muy popular en la zona, no era persona a la cual se pudiera dominar fácilmente. El lector puede releer lo que sobre este tema se escribió con mayor extensión en ER N° 29. 

Mientras esto ocurría, el presidente Derqui, considerándose traicionado por Urquiza, presentó su renuncia y se refugió en Montevideo. El vicepresidente Juan Esteban Pedernera declaró caduco el gobierno nacional y se encargó su reorganización al gobernador porteño, Mitre, quien fue designado luego como encargado del Poder Ejecutivo Nacional y posteriormente electo como nuevo presidente de la Nación asumiendo el 12 de octubre de 1862 por el período de seis años. Extendió así su influencia a todo el país, copando con sus partidarios las bancas del Congreso y toda la administración, pasando así a ser el hombre fuerte del país.

La capital de la Confederación que estaba asentada en Paraná fue trasladada a Buenos Aires.

Justo José de Urquiza
Ángel Vicente Peñaloza 
La rebelión del Chacho tiene nuevos bríos a partir de marzo de 1863. Después de obtener algunas victorias contra el ejército nacional que contaba con mejores armas y más instruido y más numerosos, éstos se imponen a los llanistas riojanos -quienes todavía peleaban con chuzas y viejas armas-. Cuando las fuerzas nacionales se le vienen encima, el Chacho por medio de varias carta pide ayuda a Urquiza a quien considera jefe de los federales. En una última del 10 de noviembre de 1863, poco tiempo antes de su alevosa muerte, le escribe: "Mi digno general y amigo... En medio de esta desigual y azarosa lucha nada me desalienta, si llevase por norte el pensamiento de V.E. de ponerse al frente de la fácil reacción de nuestro partido".

Urquiza nada hizo ni nada contestó, secretamente despreció los levantamientos federales, que perturbaban su coexistencia pacífica con los porteños, él quería seguir disfrutando tranquilamente de sus riquezas en su provincia natal. Otra traición a quienes se consideraban sus seguidores.


Cuarto caso

Esta nueva traición a las fuerzas federales, se dio con relación al tema tratado en la nota de tapa de este número, por lo cual no vamos a extendernos mucho.

Durante la intervención brasilera en el Uruguay  y que contó con la complicidad del gobierno de Mitre, apoyando al partido colorado en su lucha contra el legítimo presidente Berro, Urquiza ni se movió ni hizo nada…..

El 31 de agosto de 1864, el defensor de la sitiada plaza de Paysandú, Leandro Gómez se dirige a Urquiza, pidiéndole que no deje "que sus hermanos los orientales luchen solos y a muerte con los soldados esclavos de un imperio que pretende sojuzgarnos". 

Urquiza desoyó los pedidos de ayuda no solo que le formularon los orientales, sino también de muchos connacionales para que se involucrara en la acción a favor de los defensores de Paysandú. El sentimiento a favor de los sitiados en Paysandú era muy fuerte en nuestro país y muchos argentinos pudieron cruzar el río Uruguay -lo cual no era fácil, por la presencia de la flota brasilera- para incorporarse a la defensa de la martirizada ciudad.

La Heroica Paysandú cayó, cuando ya no quedaban defensores en condición de hacerlo. Urquiza no había movido ni un pelo a favor de los hermanos orientales.

Cuenta Miguel Ángel Scenna, que en el año 1863, cuando los brasileros se aprestaban a intervenir en el Uruguay, para apoya a la invasión colorada de Flores, Urquiza dio señales de vida, e hizo llegar su solidaridad al presidente oriental Berro, con la intención de actuar en la contienda y entró en contacto también con el presidente paraguayo Francisco Solano López. Como esa alianza que se insinuaba (Uruguay, Paraguay y Urquiza) podía ser letal a los planes brasileros, el banquero, barón de Mahuá, se trasladó a la residencia de San José, para "convencer" al caudillo entrerriano, que más le convenía mantenerse quieto. ¿Cómo lo "convenció"?. Fácilmente: le otorgó "un suculento préstamo de su banco en condiciones excepcionales y la promesa de un subsidio del gobierno de Buenos Aires. A partir de entones -prosigue Scenna- Urquiza se olvidó de los blancos, de los colorados, de los federales, de los liberales y de los paraguayos. Volvió a su opulenta modorra en el suntuoso palacio de San José…"

Sigue contando Scenna: "…la incomparable defensa de Paysandú se estaba convirtiendo en un serio peligro para los brasileños. No solo duraba más de lo esperado, sino que podía despertar emulaciones. ¿Y si Urquiza salía de su apatía  y arrojaba sus entrerrianos en apoyo de Gómez? ¿Y si las fuerzas paraguayas concentradas en la frontera cruzaban Corrientes y caían sobre Río Grande do Sul?. Había que terminar cuanto antes con Paysandú, pero antes debía asegurarse la pasividad de Urquiza. Los brasileños sabían cómo. El general Manuel Osorio que llegaría a mariscal del Imperio y marqués de Erval, se trasladó a San José para negociar con el caudillo. Necesitaba caballos, unos treinta mil. Estaba dispuesto a pagar 13 patacones por cabeza, cifra espeluznante de acuerdo a los precios corrientes. Urquiza sacó cuentas. Treinta mil a 13 hacen nada menos que 390.000 patacones, suma millonaria, curiosamente parecida a la que recibiera del Imperio para pronunciarse contra Rosas. Claro que si entregaba treinta mil caballos dejaba de a pié a los entrerrianos y convertía a su propia posición política en mero decorado, pero 390.000 patacones son 390.000 patacones. Cerró trato, tomó la fortuna. Osorio se fue con los caballos y Paysandú siguió siendo demolida a cañonazos".

Flor de "prócer" tenemos los argentinos. Pero como decía un brasileño: "Por la plata baila el macaco"


Referencias 

(1) El general Virasoro, no explicándose qué ha ido a hacer Urquiza a Rosario, lo espera de un momento a otro. Redacta el 19 el parte de batalla datándolo en el "campo de la victoria de Pavón": "El resultado de esta inmortal jornada, que formará una de las brillantes páginas de nuestra historia, ha sido quedar tendidos en el campo de batalla más de 1.500 cadáveres enemigos, entre ellos muchos jefes y oficiales, 1.200 prisioneros, su convoy y bagajes en nuestro poder... Si algunas piezas de artillería han podido arrastrar nuestros enemigos, a trueque nos han dejado otras... hasta la galera del general enemigo la tenemos en nuestro poder".


Fuentes

"Crónica Histórica Argentina", Tomo 4, Editorial Codex S.A., Buenos Aires, 1968.

Hortelano, Benito. "Memorias parte argentina 1849-1860", EUDEBA, Buenos Aires 1972. 

Lappas, Alcibíades. "La masonería argentina a través de sus hombres", 2da. edición, Edición del autor, Bs. As. 1966. 

Rosa, José María. "Historia Argentina", Tomo 6, Editorial Oriente S.A., Bs. As., 1973.

Rosa, José María. "La caída de Rosas", Editorial Plus Ultra, 2da. edición, Bs. As., 1968.

Scenna, Miguel Ángel. "Argentina-Brasil, cuatro siglos de rivalidad",  3era. parte: La Hegemonía brasileña, Revista Todo es Historia N° 78, Bs. As., Noviembre de 1973.

(A) Bartolomé Mitre. Óleo sobre tela de 1,67 x 1,32 m, de Cándido López (1862)

(B) Litografía sobre la batalla de Caseros -concentrándose en la 1ra. División Brasilera-. Publicada el 4 de diciembre de 1852 en "The Illlustrated London News". 

(C) La Guardia Nacional saliendo de Buenos Aires, camino a Pavón. Óleo de Juan Pedro León Palliere. Museo Histórico Nacional. Montevideo.

 (D) Palacio San José, mandado construir por Urquiza entre 1848 y 1857, ubicado en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, fue su residencia hasta el momento de su asesinato el 11 de abril de 1870.

Los poetas - Olegario Víctor Andrade

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IX N° 34 - Marzo 2015 - Pags. 8 y 9  

LOS POETAS

Olegario Víctor Andrade

Paysandú
Olegario V. Andrade

Olegario Víctor Andrade, nació en Río Grande do Sul -Imperio del Brasil- en 1839, donde sus padres, ambos argentinos, se habían radicado por cuestiones políticas  y falleció en Buenos Aires en 1882.

Se destacó como poeta, periodista y político.

A los ocho años quedó huérfano de padre y madre. Estudió  en el Colegio de Concepción del Uruguay -Entre Ríos-, donde fue compañero de Julio Argentino Roca, Victorino de la Plaza, Eduardo Wilde y otros que con posterioridad se destacarían en la escena política del país.

Siendo muy joven fue secretario personal de presidente Santiago Derqui.

De orientación federal colaboró en diversos periódicos, siendo fundador de alguno de ellos. Fue crítico de la Guerra del Paraguay.

En 1878 fue electo diputado nacional, cargo por el cual fue también reelecto.

Fue un destacado poeta de su tiempo, autor de "El nido de cóndores", "San Martín", "Prometeo", entre otras

 

            EVOCACIÓN A PAYSANDÚ


¡Sombra de Paysandú! ¡Sombra gigante / que velas los despojos de la gloria! / ¡Urna de las reliquias del martirio, espectro vengador! / ¡Sombra de Paysandú! ¡lecho de muerte, / donde la libertad cayó violada! / ¡Altar de los supremos sacrificios, santuario del valor!

 ¡Sombra de Paysandú! ¡Muda y airada / como en las horas del sublime trance, / cuando azotaban con sañudo embate tu soberbia cerviz! / Cuando formaban tu esplendente aureola /las calientes señales del suplicio, / rojizos rastros de fecunda sangre de la ancha cicatriz!

 ¡Calvario de la santa democracia! / ¡Viuda del patriotismo y la nobleza! / ¡Tus vestidos de luto son tus ruinas, de eterna majestad! /Cuna de los guerreros de alma grande, / de las hembras de pecho varonil, / semillero de gloria y heroísmo, paz en tu soledad!

¡Paz a los que cayeron batallando / allá en los días de la lid tremenda! / ¡Paz a los que tuvieron por mortaja los techos de su hogar! /¡Sombra de Paysandú! ¡Templo de gloria / a cuyas aras se prosterna un mundo! / ¡Visión de los supremos sacrificios, yo te vengo a evocar!

 

            1 DE ENERO DE 1865

Se enderezó en el lecho / de Oriente la amazona, / ciñendo sobre el cuerpo / su invulnerable arnés; / crispada la melena / se levantó la leona; / temblaron los lebreles / que aullaban, a sus pies.

Dios le infundió su aliento, / la libertad su brío, / le dio su voz tonante / rugiendo el Uruguay. / Ya reventó la furia / del huracán bravío / ¡guay de la vil mesnada! / De los esclavos ¡guay!

El fuego de las iras / relampagueó en sus ojos, / lanzóse al remolino / del humo del cañón; / y en pedestal soberbio / de muertos y despojos, / apareció flameando / su blanco pabellón!

Las naves descargaron / sus bronces colosales, / revoloteó la muerte / blandiendo su segur; / graznaron de alegría / los cuervos imperiales, / gritaron los esclavos: / "¡Ya es nuestro Paysandú!"

Rasgó la nube inmensa / que fuego y muerte brota, / un rayo bendecido / de diamantina luz; / y la amazona entonces / sobre la almena rota, / gritóle a los esclavos: / "¡No es vuestro Paysandú!"

Las bombas estallaron / con hórrido estampido, / dejando tras sus huellas / sangrienta claridad; / el polvo de las ruinas / se eleva enrojecido, / y gritan los esclavos: / "¡Viva Su Majestad!"

El invisible aliento / del Dios de la victoria / llevó sobre sus alas / la densa obscuridad; / y la amazona entonces / en hombros de la gloria, / gritóle a los esclavos: / "¡Viva la libertad!"

Volvió a tronar el bronce, / tembló la dura tierra / al rebotar las bombas / del corpulento obús; / y los hambrientos cuervos / de la traidora guerra, / de júbilo aletearon / mirando a Paysandú!

Y Paysandú, gallardo, / sereno, imperturbable, / sonreía en el tumulto / de la espantosa lid; / y haciendo brotar chispas / de su potente sable, / ceñida de relámpagos / erguía su cerviz.

¡Allá van las famélicas legiones / como la inerme tropa al matadero! / Suena el clarín, relinchan los bridones, / y en Paysandú desnudan los campeones/ de la justicia el vengador acero!

¡Allá van! ¡Como turbia marejada / que el tremendo huracán aguijonea! / La turba se aproxima alborotada, / y en vez de su bandera mancillada / se destaca el color de su librea!

¡Ya llegan! ¡al asalto! ¡a la matanza! / ¡Ay de los héroes del empuje rudo! / ¡Paysandú va a caer, no hay esperanza! / ¡Saltó en astillas la tremenda lanza! / ¡Silencio por doquier... silencio mudo!

¡Se consumó el horrendo sacrificio! / Flaqueó por fin su arrojo temerario, / no fue el destino a su valor propicio... / ¡Llegó el momento del atroz suplicio! / ¡El Cristo va a trepar a su Calvario!

Van a asaltar la formidable valla / donde del libre la bandera ondula... / ¡No! que empieza de nuevo la batalla, / y un torrente de fuego y de metralla / contesta: "¡Paysandú no capitula!"

Cruda es la lid, sangriento el entrevero; / libres y esclavos en informe masa / caen a los golpes del tajante acero! / ¡De la matanza el buitre carnicero / sobre los troncos mutilados pasa!

¡Cruda es la lid! Como rugientes olas / que el sañudo huracán aguijonea, / las huestes de las verdes banderolas / disparan pusilánimes y solas, / ¡sólo se ve el color de su librea!

¡Allá van! ¡Allá van! En la humareda, / parecen bandas de nocturnas aves, / que al primer rayo de la aurora leda / vanse a ocultar temblando en la arboleda, / lanzando al aire sus gemidos graves!

¡Allá van! ¡Allá van! Bajo su planta / alas puso el pavor de la derrota ... / ¡Gloria a los héroes de la lucha santa! / ¡Y a los que vimos con bravura tanta / siempre de pie sobre su almena rota!

Y vuelven otra vez. Sonó el chasquido / del látigo en la espalda de los siervos... / Ya se acercan con aire compungido, / ya no lanzan su lúgubre graznido / de la matanza los hambrientos cuervos!

Ya vuelven desplegando sus banderas, / les despeja el cañón ancho camino. / y se traba la lid en las trincheras, / y vuelven a mezclarse sus hileras / en horrendo y confuso torbellino!

Sacia la muerte sus enojos fieros, / y los pendones de color de gualda / bordados de girones y agujeros, / alfombra son al pie de los guerreros / que hieren a los siervos por la espalda.

Y vuelven otra vez a las trincheras, / se acometen, se empujan, se atropellan, / y vuelven las espadas carniceras / a tronchar como mieses sus hileras, / y de matar se rompen y se mellan!

¡Inútil batallar! ¡Estéril brillo! / El blanco pabellón siempre flamea, / y los endebles muros de ladrillo / son las negras almenas de un castillo / que el sangriento relámpago clarea!

¡Inútil batallar! ¡Dios los ayuda! / ¡Dios protege a los ínclitos campeones! / La libertad de un mundo los escuda. / Y sobre Paysandú la noche muda / desplega sus sombríos pabellones!

 

            2 DE ENERO DE 1865

 

El Sinaí de la ley republicana, / de sus altares pedestal inerte, / el crisol en que al fuego de la muerte / sus aceros templó la Libertad! / La encarnación sublime de una idea / que hizo trizas el plomo y el cuchillo, / la gigantesca hoguera cuyo brillo no apagó la iracunda tempestad.

Paysandú está de pie, como en otrora / al sublime tronar de los cañones; / su sudario de escombros y tizones / se asemeja a la cresta de un volcán... / Y tranquila, serena, imperturbable, / la derruida ciudad se alza en la loma / como el ombú que en el desierto asoma, / y atropella y desgaja el huracán!

Leandro Gómez y Piris, semidioses / de la moderna edad, en la batalla / creció, creció vuestra soberbia talla, / se volvió vuestro nombre colosal; / porque el genio, el valor y la nobleza / crecen como los cedros, en la altura, / y su riego de vida y de frescura / es la saña feroz del vendaval!

¡Ah! ¡Silencio! ¡silencio! que resuena / ronco clamor, salvaje vocería; / es el festín de la traición impía, / de los esclavos la algazara atroz! / Se consumó el horrendo sacrificio, / suena en los aires estridor de muerte, / va a caer de la patria el brazo fuerte! / ¡Oh! ¡Silencio, silencio... que oiga Dios!

Así debió caer la ciudad mártir, / como cayó, retando a su destino; / ¡así debiste caer, cóndor andino, / en las garras del águila rapaz! / Eras el Cristo de una grande idea,  / el apóstol de un dogma bendecido; / la traición como a Cristo te ha vendido, / como a Cristo la fe te salvará!

¡Paysandú! ¡epitafio sacrosanto / escrito con la sangre de los libres! / ¡Altar de los supremos sacrificios, a tus cenizas, paz! / ¡Paysandú! ¡el gran día de justicia alborea en el cielo americano, / y, Lázaro, del fondo de tu tumba / tú te levantarás!