Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IX N° 34 - Marzo 2015 - Pag. 16
Homenaje al escritor e historiador sanmartinense
JORGE FRANCISCO PERRONE, a 20 años de su fallecimiento.
Jorge F. Perrone |
El 17 de Octubre de 1945 se mezcla
en la multitud que aclama al General Perón. Desde entonces queda ligado a él,
siendo uno de los fundadores del Partido Laborista, que respalda a Perón en su
marcha al primero de sus períodos como presidente de los argentinos.
Dirige "Latitud 34" un
quincenario memorable.
En 1946 ve la luz "en la ciudad
de Santa María de los Buenos Aires", según su decir, su primer libro de
poemas: "Primavera campesina".
En 1947 aparecen sus "Romances
de la aldaba" y al año siguiente "El corazón es agua de
trasiego", del mismo género literario.
En mayo de 1950, da a conocer su
"Canto a Octubre", poema épico, comprometido y rotundo.
En 1951 recibe el primer premio de
literatura de la provincia de Buenos Aires por su novela "Se dice
hombre". Es probablemente su libro más querido. Obra autobiográfica,
pletórica de bellas imágenes, se hacen carne allí sus más queridos amigos.
Fue uno de los iniciadores de la
corriente denominada "Revisionismo Histórico", que reivindica la
figura del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, siendo en 1947 fundador
y directivo del "Instituto Revisionista de la Historia Argentina".
En 1974 sale publicado el primer
tomo de su obra "Diario de la Historia Argentina", tiempo después
aparecen los dos tomos restantes. Es su más importante trabajo como historiador
y abarca desde las invasiones inglesas hasta las elecciones de 1946, en las que
el General Juan Domingo Perón asume por primera vez la presidencia de la
Argentina.
Realiza luego un importante trabajo
como analista de la obra "Vida de Don Juan Manuel de Rosas", de
Manuel Gálvez. Posteriormente, esta obra, con sus comentarios y anotaciones, se
publica en forma de fascículos.
Cuando son repatriados los restos de
Don Juan Manuel de Rosas, publica su original "Reportaje a Rosas",
entrevista imaginaria en la que el Restaurador de las Leyes habla sobre temas
de actualidad: política, religión, relaciones internacionales, la mujer y
otros.
En 1990 edita "Perón y
después", obra en que al estilo del anterior, entrevista al General,
exponiendo éste su ideología en cuanto a la Iglesia, la educación, la historia,
la política...
En agosto de 1994 publica
"Luján", reseña histórica de la Ciudad y su Santuario. Ya por
entonces, la salud se le escapaba lentamente, pero su vida plena y fecunda no
se detenía.
Muere una noche de verano, el 18 de
febrero de 1995.
En el cementerio de San Martín, su
pueblo natal, es despedido en nombre de sus amigos por el Dr. Carlos Manuel
Torreira, y por el historiador Fermín Chávez, por el Instituto de Investigaciones Históricas
Juan Manuel de Rosas.
Su féretro, llevado por quienes lo
aman, está envuelto por la bandera argentina, a la que hizo honor con su
vehemente tarea en la búsqueda de la verdad histórica.
Pero por sobre todas las cosas, vivió apasionadamente. Dios lo sabe.
LA LÍNEA NACIONAL
por Jorge Francisco Perrone
La soberanía pasa por la tierra y su habitante. Y sobre ese eje pivotea la historia de los pueblos.
Aquí mucho se ha hablado sobre una supuesta línea Mayo-Caseros, con eventuales alargues hasta sucesos contemporáneos. Ella marcaría el summun de la verdad nacional.
Un flatus vocis, como diría el cura malintencionado, verdad y conciencia. Por empezar, en Mayo no se utilizaron plata, soldados, ni pertrechos extranjeros para cambiar gobierno. En el mejor de los casos, se trató de un abuso político y una inconsciencia histórica. Ni la patria comenzó en 1810 ni nos fundó el liberalismo, como se agrega.
Si hay una línea nacional, ella viene de la tradición -tradere, el que recibe- desde el espíritu de quienes comenzaron a establecer una cultura, sostén vivo y dinámico de toda frontera. Lengua común, usos, costumbres, carácter para manejarse sobre el suelo amado.
DONDE EMPEZÓ
Ya en el siglo XVIII andaban guaraníes y frailes defendiendo todo ello en las misiones jesuíticas, ante la agresión extranjera de los bandeirantes. Hacia 1776 Carlos III -sin falsas justificaciones de soledad o distancias- crea el Virreinato del Rio de la Plata, último y mayor de América. Si casi la mitad del mismo se perdió al cabo de nuestra independencia, esto cabe apuntarse en el “Debe” de quienes en algún momento manejaron políticamente a la Nación, quebrando el eje de su soberanía. Cuando en 1806 y 1807 tropas británicas invadieron Buenos Aires, el pueblo la rechazó sin fracturas, mientras muchos de su clases dirigente festejaban con vinos y clavicémbalo al atacante, especulando ventajas comerciales y de las otras. Y en Mayo también será el pueblo en armas, desde el regimiento de Patricios, quien imponga la Junta de Gobierno. El pueblo junto a verdaderos conductores. En este caso el Comandante Cornelio Saavedra, luego confinado en la miseria, y a quien rehabilita el General San Martín, posteriormente víctima también del ostracismo y la calumnia.
MINORÍAS INFATUADAS
Los responsables de estas desdichas coinciden con la ruptura de la soberanía argentina -territorial, económica o política-, identificados en minorías soberbias encaramadas en el poder, por asalto, a lo largo de nuestra historia. Redivivo fantasma con distintos nombres de profusa iconografía, que en última instancia “se frega” de los pueblos y de la tierra.
Por inconveniencia o incomprensión, los resultados son idénticos: “decente es todo hombre blanco que use fraque o levita”; constitución monárquica de 1819, oligarquía unitaria del 26; entrega de la Banda Oriental, primero, a los portugueses, para quitárselo de encima a Artigas, que planteaba la independencia y el federalismo, y luego al Brasil, para aplastar a los caudillos federales; fusilamiento de Dorrego en el 28; “La gente baja / ya no domina / y a la cocina / se volverá”; barcos y soldados gringos para luchar contra su propio país entre 1835 y 1850, ofreciendo incluso segregaciones territoriales argentinas para asegurar esa ayuda; abogar por la entrega de la Patagonia a Chile como arma para combatir la “tiranía”; soldados y patacones brasileros para voltearlo a Rosas.
DESPUÉS DE CASEROS
Y desde entonces a nuestro siglo, separación de Buenos Aires en una condenable República del Plata mitrista y liberal, hacia 1856; sometimiento del interior con coroneles orientales -Paunero, Arredondo, Flores- y eficientes armas ad hoc; degüello de hasta generales de la Nación, como el de Don Ángel Peñaloza, buscando sosegar “a la chusma”, levas de fronteras, despojos de bienes, derechos negados -lo cuenta Hernández-, total “el gaucho lo único que tiene de humano es la sangre: hagámosla buena para abonar el suelo”; desamparo total, leyes de residencia, conventillos, desnutrición; mandatarios electos a dedo, según dice Ramón J. Cárcano, con fraudes a mansalva y pitorreando la ley Sáenz Peña luego.
En esta somera farándula se perdieron cuatro regiones que heredamos en Mayo -casi 1.700.000 kilómetros cuadrados-, se menospreció al argentino, se mintió el pasado, a la par que se ordenaban ferrocarriles, telégrafos, bancos, frigoríficos, en un opíparo “granero del mundo”, como quería Inglaterra.
DOS PAÍSES
Próximo a su muerte Faustino Sarmiento atisbó el problema: “En algo hemos fracasado. Tenemos escuelas, vías férreas, Parlamento, Constitución. ¿Por que seguimos derramando sangre como antes? Es que el atavismo pesa.”
Ya por 1864 había señalado Juan Bautista Alberdi “La división Argentina no es política; no son dos partidos, son dos países”.
Uno, importando habitantes, leyes, principios, en reniego de nuestra heredad española y cristiana, desde el puerto que levanta orgullosas las estructuras materiales y economías mercantilistas, entendiendo a la Argentina como una sociedad anónima “crucificada en las pizarras de las cotizaciones de Bolsa”, según apuntara Leopoldo Lugones.
Otro, enraizado en este atavismo que dijera Sarmiento -supervivencia de la sangre fundadora-, con pueblos luchando obstinadamente por realizar su destino, una manera precisa de vivir o morirse, donde hombres y paisaje establezcan una comunidad justa y fraterna.
Por este país cruza la línea nacional, la soberanía, lo que está sobre, por encima de todo lucro, interés, ambición, o teoría sectorial.
Tuvo sus grandes caudillos. Nunca le faltaron -en todo tiempo- voces augurales y enamoradas.
Y esta Argentina prevalecerá.