martes, 1 de septiembre de 2009

La historia en broma... y no tan en broma

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año III N° 12 - Setiembre 2009 - Pag. 16 

La historia en broma... y no tan en broma


Anécdotas - El coloso caido - Nicolás Calvo

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año III N° 12 - Setiembre 2009 - Pag. 16 

ANECDOTAS

EL COLOSO CAIDO

Rosas en la ancianidad

Como ya lo hemos señalado en números anteriores de este periódico, en su exilio en Southampton, Rosas recibía, a todos aquellos –argentinos y extranjeros, familiares o no– que se acercaban para conocerlo y para conversar con él.

Doce años y medio después de haber sido derrocado, el ex Dictador recibió en su casa a don Nicolás Calvo, argentino, fundador del periódico “La Reforma Política”, quien de paso por Europa, decidió visitarlo.

Calvo había fundado su periódico después de Caseros en apoyo de la política del Gral. Urquiza y contra la actitud separatista de la Provincia de Buenos Aires. Después de haber sido “derrotado” Urquiza por Mitre en Pavón (1861), Calvo siguió con la edición de su periódico en Montevideo.

Calvo mandó correspondencias para su periódico desde Río de Janeiro y Nueva York y luego se embarcó desde esta ciudad en viaje a Soupthampton, donde se entrevistó con el ex gobernante argentino, y así lo hizo según lo informa en su correspondencia que transcribimos a continuación.

 

En el vapor oímos asegurar al capitán Woolward que el general Rosas vivía de su trabajo personal vendiendo leche a mitad del precio general.

Nunca habíamos conocido al señor Rosas ni oído su voz, ni examinado su fisonomía sino en los retratos, y sentíamos tanta mayor curiosidad de conocer personalmente al hombre que durante veinte años había mandado autocráticamente la República, cuanto que, la más ridícula patraña que se haya podido inventar en política, nos había imputado durante diez años de lucha por la nacionalidad federal argentina, connivencias con el general Rosas, a quien no conocíamos, y tendencias a restaurar su época, toda personal, y que otras veces   hemos juzgado con imparcialidad.

Tomamos un carruaje y fuimos a ver al coloso caído. El aspecto de su residencia es pobre. Vimos tres ranchos de paja, un perro negro y un muchacho inglés que nos dijo hallarse el general en el campo y que iba a avisarle.

Se abrió poco después la puerta del frente de uno de los ranchos, techo de paja, y se nos hizo entrar en una pieza amueblada con una mesa de caoba, un sofá y cuatro sillas forradas de percal, presentando todo el aspecto de la mediocridad más marcada, por no decir de la miseria.

Vino el señor Rosas y nos recibió con extrema cortesía, disculpándose por haberse hecho esperar porque estaba trabajando en el campo para alcanzar a pagar el arriendo anual de cinco libras esterlinas por acre que era lo que costaba aquella farm. El general Rosas tiene setenta y un años, está fuerte y lozano, dice que duerme bajo un corredor que nos mostró; que está pobre, que salvó muchos papeles pero no dinero porque él aprecia más su honor que todo; que esos papeles están perfectamente organizados; que han de publicarse después de su muerte y que han de juzgarlo entonces; que tiene mucho escrito sobre diversos ramos de los conocimientos humanos: sobre la ley natural, la ciencia médica y otras; mostrando todo una tranquila filosofía que realmente llama la atención del que le observa, como nosotros lo hacíamos, con el deseo de conocer al hombre.

Rosas habla de nuestro país con templanza: cree que se le ha hecho  injusticia y asegura que la confiscación no ha entrado jamás en sus principios. Habló del presidente Mitre sin encono, pero lo que nos llamó la atención más, fue que hablase del general Urquiza con tan subido elogio, diciendo que le debía muchos agradecimientos por las ofertas que le había hecho. Observamos que se había hecho circular la voz de que Urquiza le había enviado cincuenta mil patacones, y que le pasaba cinco mil pesos anuales, a lo que contestó no haberlos recibido.

El general Urquiza, en su correspondencia con el general Rosas trata a este último de grande y buen amigo. El señor Rosas en el curso de la conversación animada que le es peculiar, dijo que él asumía la responsabilidad de todos sus actos, que a nadie tenía que culpar. Que había leído el importante papel que escribíamos (La Reforma) y que aun cuando habíamos juzgado su gobierno muy duramente, él respetaba las opiniones ajenas, porque la opinión no es razón, y que, el haberle publicado la cláusula del testamento del general San Martín mandándole su espada, que allí tenía, nos conquistó su reconocimiento, pero que, al publicarla habíamos suprimido la palabra sabiduría.

Lord Palmerston
Parece el señor Rosas entregado enteramente a su trabajo de campo, recibe muy pocas visitas porque dice que su posición de fortuna no se lo permite y no paga visitas porque ellas le ocasionarían gastos. A lord Palmerston, lo visita cada año una vez (1).

Agregó que conservaba su lazo, bolas y demás arreos argentinos de campo sin los cuales no ensillaba nunca; que una magnífica yegua, que nos mostró, la había domado él mismo; que el mate no lo ha podido dejar y que él podría hacer adoptar entre la gente de campo en Inglaterra, la yerba paraguaya en vez de té, porque era más saludable.

Estos detalles puramente personales, sólo tienen interés para los pueblos que durante veinte años han obedecido la voz de este hombre o luchado para derrocar su sistema.

Juzgar a Rosas y a su sistema no es nuestro trabajo del momento. Antes lo hemos hecho: nos limitamos solamente a referir lo que hemos visto en el hombre que tan gran figura ha hecho en el Río de la Plata.

Debíamos partir para Londres incesantemente [sic]: acortamos la visita. Southampton, 8 de noviembre de 1864.

                                                                       Nicolás Calvo

(1) Lord Palmerston, había sido ministro de relaciones exteriores inglés y era amigo personal de Rosas (Nota del Director)

Rivera Indarte

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año III N° 12 - Setiembre 2009 - Pags. 14 y 15 

¿La reencarnación de Rivera Indarte?... u otras mentiras sobre Rosas

Por Norberto J. Chiviló

 

José Rivera Indarte
La reencarnación es la creencia de que una esencia individual de la persona (mente, alma, consciencia, energía) vive en un cuerpo en la tierra varias veces y no sólo una (Wikipedia. La enciclopedia libre).

La reencarnación presupone la existencia de un alma o espíritu que viaja o aparece por distintos cuerpos, generalmente a fin de aprender en diversas vidas las lecciones que proporciona la tierra, hasta alcanzar una forma de liberación o de unión con un estado de conciencia más alto…

Pero no se inquiete, amigo lector, no deje de leer esta nota… que no voy a profundizar con el tema religioso o filosófico, sino solamente lo que quise fue aclarar el significado del término “reencarnación”.

Posiblemente también el título le habrá llamado la atención: ¿La reencarnación de Rivera Indarte?... Seguramente Ud. conoce la calle homónima que nace en la Av. Rivadavia al 6800 frente a la Plaza Pueyrredón en Flores, Ciudad Autónoma de Buenos Aires y se extiende hacia el sur de esa Ciudad. Pero se preguntará ¿quién fue este personaje...?

José Rivera Indarte había nacido en Córdoba el 1814 y realizó sus estudios de latín, matemáticas y filosofía en Buenos Aires, materias estas preparatorias para el ingreso en la Universidad. De su época de estudiante se sabe que escribía libelos contra sus profesores y compañeros, por lo que en alguna oportunidad, estos le propinaron alguna paliza.

En la edición del 5 de junio de 1845 del periódico antirrosista de Montevideo, El Nacional, diría de “esta grande esperanza de la patria”, refiriéndose a nuestro personaje –cuando este había tenido diez años de edad en el año 1824– que había sido “Perseguido y aporreado por todos, no había quien se complaciese en mortificarle, insultarle, ridiculizarle, y aún hacerle llorar. En aquella edad era un celoso devoto de España. No había golpe ni coacción alguna, por fuerte que fuese, que le obligase jamás a decir Viva la Patria. Sufría con la resignación de un mártir, gemía y gritaba ¡Viva España!...

Ya mas grande, a los diecisiete años y siendo alumno de la Universidad, Rivera Indarte, sustrajo libros de la biblioteca, por ello fue puesto en prisión y una vez compurgado el delito fue expulsado “para siempre de la aulas de la Universidad y apercibiéndole de que, en caso de reincidir, será castigado con toda la severidad de la ley”, según lo dispuso en Ministro de Gobierno Tomás Manuel de Anchorena el 13 de setiembre de 1831.

De él dice el historiador Fermín Chávez: “Fue Rivera Indarte escritor de talento, pero su vida privada, según todos los testimonios, tenía grandes debilidades y fallas. Rosas lo ayudó con el fin de que las superara, pero volvió a las andadas…”

En junio de 1832 pidió ser admitido de nuevo en la Universidad y el 16 de julio siguiente se lo reinscribió “para recuperar su honor”, pero a fines de agosto de 1832, fue nuevamente prendido bajo la acusación de haber falsificado varias cartas y hacerse pasar por otra persona para robar cien onzas de oro. Rivera Indarte, que por ese entonces era estudiante de jurisprudencia, reconoció los hechos pero alegó desconocer que los mismos constituyeran delito, cuando las leyes de las Partidas –entonces vigentes– comprendían ese crimen en los de falsía. Antes de dictar el juez su sentencia de acuerdo a derecho, por una resolución superior fue destinado al servicio de las armas, de donde salió poco después desterrado del país.

En 1832 había escrito varios artículos para La Gaceta Mercantil y mas tarde pasó a Montevideo donde fundó el periódico El Investigador y se puso al servicio del Gral. Oribe, quien le encomendó, en 1834, una misión reservada en Buenos Aires. De nuevo en Buenos Aires, se constituyó junto con Nicolás Mariño y Pedro de Angelis en publicista del federalismo, convirtiéndose en un federal exaltado, adulador de Rosas y de su política.

En 1835 publicó como redactor el Diario de Anuncios y Publicaciones Oficiales de Buenos Aires, alcanzando las 215 entregas. En el nº 80 de este diario publicó una biografía del gobernador bonaerense –Rosas–, con su retrato al frente.

Himno de los Restauradores
Por esa época, escribió también un Himno Federal y el Himno de los Restauradores, donde en alabanza a Rosas, dice: “¡Oh gran Rosas! Tu pueblo quisiera / Mil laureles poner a tus piés… Que el gran Rosas preside a su pueblo, / Y el destino obedece a su voz… Del poder la GRAN SUMA revistes, / A la patria tu debes salvar; / ¡Que a tu vista respire el honrado / Y al perverso se mire temblar! / La ignorancia persigue inflexible / Al talento procura animar / ¡Y ojalá que tu nombre en la historia / Una página ocupe inmortal!”

Acusado de haber robado la corona de la Virgen de Nuestra Señora de las Mercedes y de otros hurtos, fue llevado en prisión a un pontón. Después de salir en libertad, emigró al exterior, primeramente a Europa y luego a Río de Janeiro y en 1839, olvidándose de su exaltado federalismo, “se borocotizó” diríamos ahora y se alió a los unitarios de Montevideo en su prédica antirrosista, convirtiéndose de la noche a la mañana, en un exaltado unitario, escribiendo desde las columnas de El Nacional, desde el cual acusó a Rosas de toda clase de crímenes e inmoralidades y lo atacó de todas formas. Años mas tarde, en 1843, publicó su panfleto Rosas y sus opositores y más tarde las Tablas de Sangre.

La casa comercial “Samuel Lafone y Cía”, encargada de las rentas de la aduana de Montevideo, interesada en alargar la guerra contra Rosas,  –con lo cual se incrementaba los ingresos de la aduana de aquella Ciudad–, le había encomendado que publicara un libro que incluyera una lista, lo más larga posible, de las víctimas de Rosas. Para ello ofreció pagarle un penique por cada muerto. El resultado fue su obra maestra, conocida como Tablas de Sangre. Para llegar a completar la lista que necesitaba recurrió a todos los muertos conocidos, inclusive los que lo fueron por orden directa de Rosas, pero también incluyó personas fallecidas de muerte natural, individuos que habían muerto mucho antes de la llegada de Rosas al poder y hombres que muchos años más tarde aún vivían. Para incrementar el número, agregó también nombres imaginarios, muertos identificados como NN de los que nadie supo cómo habían muerto, y también lo acusó por la muerte de Facundo Quiroga y sus acompañantes, de Alejandro Heredia, Benito Villafañe y de otros personajes públicos en que no cabe duda que Rosas no tuvo responsabilidad alguna. Era cuestión de agregar nombres y más nombres, cuantos más mejor, para así lograr cobrar una suma mayor.

De esta curiosa manera, Rivera Indarte logró completar una lista de 480 muertos; por eso cobró dos libras, es decir, 480 peniques. Con la esperanza de cobrar algo más, lo acusó también de ser el responsable de la muerte de 22.560 muertos producidas durante las guerras civiles entre federales y unitarios desde 1820 en adelante. Esa cantidad era ridícula por sí misma, ya que es improbable que hayan muerto semejante cantidad de hombres en ese período. Por supuesto, para Rivera Indarte, todos los muertos de ambos bandos ya sea en combate o en campaña, habían muerto por culpa de Rosas.

El libelo Las Tablas de Sangre fue utilizado en Europa para promover la intervención de las grandes potencias imperialistas –Francia e Inglaterra– en esta parte del mundo y darles el argumento de un tinte moral de que se estaba actuando en beneficio de la humanidad, contra un bárbaro y un tirano, cuando el fin real solo era económico, el de sentar la influencia de esas grandes potencias en ambas márgenes del Plata y de ello hay pruebas mas que suficientes. Como corolario de la nómina, Rivera Indarte le agregó un ensayo: Es Acción Santa Matar a Rosas. Si bien su principal acusación a Rosas era por asesinato, también lo acusaba de muchas otras inmoralidades: defraudación fiscal, malversación de fondos, insultar a su madre en el lecho de muerte, abandonar a su esposa en sus últimos días, tener amantes de las familias más respetables. Llegó incluso de acusarlo de incesto con su hija Manuelita. Todas esas acusaciones eran producto de la mente enfermiza de este escritor.

La lista de las Tablas de Sangre era exageradamente y absurdamente agrandada, y no tuvo ningún rigor periodístico ni histórico: sin embargo, durante casi un siglo esos libelos, productos de una mente retorcida, fueron una de las principales bases para acusar a Rosas de muchísimos asesinatos y crímenes enormes y horrendos y de innumerables excesos morales y mostrarlo como un energúmeno… como el Calígula del Plata. Pero, inclusive hoy, como veremos, algún escritor sigue utilizando los mismos argumentos e imputaciones y aún agrandándolas mas.

También nuestro personaje tuvo que ver con la “máquina infernal” que se le remitió a Rosas con la intención de matarlo en 1841 (Ver “El Restaurador” Nº 8, pág. 5/6). Murió en Santa Catalina –Imperio del Brasil–, muy joven, el 19 de agosto de 1845.

De él dijo el Archivo Americano: “…Rivera Indarte pertenece a la clase, afortunadamente muy rara, de los malhechores precoces, y que antes de salir de la infancia se había hecho notable por sus robos, por sus sacrilegios, y hasta por sus sentimientos enemistosos hacia su patria…”

Pero volvamos al comienzo de este artículo. Durante el mes de junio pasado y mientras me dirigía a los Tribunales de San Martín, para realizar mi trabajo de abogado, Nico, el canillita que tiene su puesto de diarios y revistas al lado del edificio de Tribunales, me llamó para mostrarme el reportaje que en la sección “20 preguntas” se le había hecho al escritor Federico Andahazi en la Revista Play Boy de ese mes, referidos a la “historia sexual de los argentinos”.

En ese reportaje, donde, por supuesto no podía faltar Rosas, dice este escritor: “Hay casos paradigmáticos, como Juan Manuel de Roras. Un personaje que tuvo a su propia hija cautiva en un sótano, que la violó consuetudinariamente, que con esa hija tuvo seis hijos y los mantuvo cautivos en su casa. Ese fue Rosas. Y esa biografía, negra y oscura, explica lo que fue su gobierno y la mazorca…”. Lo dicho por Andahazi, ni siquiera lo había dicho en su momento Rivera Indarte, por lo que este escritor va mas allá imputando a Rosas el haber violado a su hija y haber tenido con ella seis hijos!!!. Estas mentiras y barbaridades nunca lo había leído, ni de los escritores mas antirrosistas.

Hacía mas o menos cinco años atrás que yo había leído las “obras” de Rivera Indarte y la verdad es que desde ese tiempo no leía semejantes disparates propios de Rivera Indarte, pero dichos ahora por este “escritor” Andahazi, tan suelto de cuerpo. Pero como le decía el Quijote a Sancho: “Cosa vederes, Sancho”.

Mas adelante Andahazi, afirma: “La historia más fuerte es la de Rosas. Lo que sí sucede, y hay que tener mucho cuidado cuando se escribe historia, es no caer en la trampa de ciertos historiadores. Y creo que sobre determinados personajes hubo una serie de difamaciones y mentiras muy grandes. Lo que tuve que hacer es no dejarme llevar por documentos de dudosa credibilidad”. ¡MENOS MAL!!!... porque de haberse dejado llevar por “documentos de dudosa credibilidad”, no sabemos a donde podía haber llegado Andahazi…y que otras afirmaciones mentirosas, disparatadas y demenciales –por no llamarlas de otra manera–, además de las dichas, podría haber realizado… este Rivera Indarte del Siglo XXI.

Sí, hubiera sido interesante que el escritor hubiera mencionado cuales eran sus fuentes “creíbles”… y nos hubiera aclarado también sobre que “determinados personajes hubo una serie de difamaciones y mentiras muy grandes”.

Vea Ud. lector, con que ligereza escriben ciertos escritores mediáticos, con tal de llamar la atención, como se sigue calumniando… cuantas “difamaciones y mentiras muy grandes” se siguen escribiendo… Parecería que estuviésemos a mediados del S. XIX… ¿Será porque nombrando a Rosas… se vende bien…?

Y aquí volvemos al principio de esta nota, …yo no creo en la reencarnación, en este caso de Rivera Indarte, pero también con lo que leí de Andahazi me acuerdo del dicho popular de “Creer o reventar”...

Fuentes:

“Archivo Americano” Nº 20 del 31/7/1845

“Historia de la Confederación Argentina” de Adolfo Saldías

“Iconografía de Rosas y de la Federación” de Fermín Chávez

“Historia de la Argentina”, Tº IX, de Vicente D. Sierra

Para pensar y meditar

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año III N° 12 - Setiembre 2009 - Pag. 13 

 

PARA PENSAR Y MEDITAR

Palabras del presidente de Costa Rica, Óscar Arias pronunciadas en la Cumbre de las Américas, realizada en Trinidad y Tobago el 18 de abril de 2009.

Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el presidente de los Estados Unidos de América, es para pedirle cosas o para reclamarle cosas. Casi siempre, es para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros. No creo que eso sea del todo justo.

No podemos olvidar que América Latina tuvo universidades antes de que Estados Unidos creara Harvard y William & Mary, que son las primeras universidades de ese país. No podemos olvidar que en este continente, como en el mundo entero, por lo menos hasta 1750 todos los americanos eran más o menos iguales: todos eran pobres.

Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países se montan en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda... y así la Revolución Industrial pasó por América Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta. Ciertamente perdimos la oportunidad.

También hay una diferencia muy grande. Leyendo la historia de América Latina, comparada con la historia de Estados Unidos, uno comprende que Latinoamérica no tuvo un John Winthrop español, ni portugués, que viniera con la Biblia en su mano dispuesto a construir "una Ciudad sobre una Colina", una ciudad que brillara, como fue la pretensión de los peregrinos que llegaron a Estados Unidos.

Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, un país como Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del Sur.

Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy Singapur -en cuestión de 35 ó 40 años- es un país con U$S 40.000 de ingreso anual por habitante. Bueno, algo hicimos mal los latinoamericanos.

¿Qué hicimos mal? No puedo enumerar todas las cosas que hemos hecho mal.

Para comenzar, tenemos una escolaridad de 7 años. Esa es la escolaridad promedio de América Latina y no es el caso de la mayoría de los países asiáticos. Ciertamente no es el caso de países como Estados Unidos y Canadá, con la mejor educación del mundo, similar a la de los europeos.
De cada 10 estudiantes que ingresan a la secundaria en América Latina, en algunos países solo uno termina esa secundaria. Hay países que tienen una mortalidad infantil de 50 niños por cada mil, cuando el promedio en los países asiáticos más avanzados es de 8, 9 ó 10.

Nosotros tenemos países donde la carga tributaria es del 12% del producto interno bruto, y no es responsabilidad de nadie, excepto la nuestra, que no le cobremos dinero a la gente más rica de nuestros países.

Nadie tiene la culpa de eso, excepto nosotros mismos.

En 1950, cada ciudadano norteamericano era cuatro veces más rico que un ciudadano latinoamericano. Hoy en día, un ciudadano norteamericano es 10, 15 ó 20 veces más rico que un latinoamericano. Eso no es culpa de Estados Unidos, es culpa nuestra.

En mi intervención de esta mañana, me referí a un hecho que para mí es grotesco, y que lo único que demuestra es que el sistema de valores del siglo XX, que parece ser el que estamos poniendo en práctica también en el siglo XXI, es un sistema de valores equivocado. Porque no puede ser que el mundo rico dedique 100.000 millones de dólares para aliviar la pobreza del 80% de la población del mundo -en un planeta que tiene 2.500 millones de seres humanos con un ingreso de $2 por día- y que gaste 13 veces más (U$S1.300.000.000.000) en armas y soldados.

Como lo dije esta mañana, no puede ser que América Latina se gaste U$S 50.000 millones en armas y soldados. Yo me pregunto: ¿quién es el enemigo nuestro? El enemigo nuestro, presidente Correa, de esa desigualdad que usted apunta con mucha razón, es la falta de educación; es el analfabetismo; es que no gastamos en la salud de nuestro pueblo; que no creamos la infraestructura necesaria, los caminos, las carreteras, los puertos, los aeropuertos; que no estamos dedicando los recursos necesarios para detener la degradación del medio ambiente; es la desigualdad que tenemos, que realmente nos avergüenza; es producto, entre muchas cosas, por supuesto, de que no estamos educando a nuestros hijos y a nuestras hijas.

Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece que estamos en los sesenta, setenta u ochenta. Parece que se nos olvidó que el 9 de noviembre de 1989 pasó algo muy importante, al caer el Muro de Berlín, y que el mundo cambió. Tenemos que aceptar que este es un mundo distinto, y en eso francamente pienso que todos los académicos, que toda la gente de pensamiento, que todos los economistas, que todos los historiadores, casi que coinciden en que el siglo XXI es el siglo de los asiáticos, no de los latinoamericanos. Y yo, lamentablemente, coincido con ellos. Porque mientras nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los "ismos" (¿cuál es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, neoliberalismo, socialcristianismo...), los asiáticos encontraron un "ismo" muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que es el pragmatismo. Para solo citar un ejemplo, recordemos que cuando Deng Xiaoping visitó Singapur y Corea del Sur, después de haberse dado cuenta de que sus propios vecinos se estaban enriqueciendo de una manera muy acelerada, regresó a Pekín y dijo a los viejos camaradas maoístas que lo habían acompañado en la Larga Marcha: "Bueno, la verdad, queridos camaradas, es que mí no me importa si el gato es blanco o negro, lo único que me interesa es que cace ratones".

Y si hubiera estado vivo Mao, se hubiera muerto de nuevo cuando dijo que "la verdad es que enriquecerse es glorioso". Y mientras los chinos hacen esto, y desde el 79 a hoy crecen a un 11%, 12% o 13%, y han sacado a 300 millones de habitantes de la pobreza, nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías que tuvimos que haber enterrado hace mucho tiempo atrás.

La buena noticia es que esto lo logró Deng Xioping cuando tenía 74 años. Viendo alrededor, queridos Presidentes, no veo a nadie que esté cerca de los 74 años. Por eso solo les pido que no esperemos a cumplirlos para hacer los cambios que tenemos que hacer.

Muchas gracias.

Relatos de un viajero

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año III N° 12 - Setiembre 2009 - Pag. 12 

Relatos de un viajero sobre Buenos Aires en 1658.

Acarete du Biscay, viajero inglés llegó a Buenos Aires en 1658, trasladándose posteriormente al Perú. Casi al fines del siglo XVII se publicaron en Londres los relatos de su viaje “A relation of Mons. Acarete du Biscay’s voyage up te River de la Plata and from thence by land to Peru, and his observations in it”. (Relación de los viajes de Acarete du Biscay al Río de la Plata, y desde aquí por tierra hasta el Perú, con observaciones sobre estos países).

He aquí el relato, contemporáneo a los hechos relatados por la Prof. Doallo en el artículo precedente, que nos da una idea de cómo era la Buenos Aires de tres siglos y medio atrás.

 

En cuanto llegamos al cabo de Buenos Aires, noticiamos de ello al gobernador, quien sabiendo que teníamos licencia del Rey de España para ir allí (Sin lo cual no habría podido permitirnos entrar sin quebrantar sus órdenes), mandó a bordo a los oficiales para que, según costumbre, pasasen visita a nuestro buque, y verificada ésta, desembarcamos nuestros efectos, guardándolos en un almacén alquilado al efecto para mientras permaneciésemos allí. Consistían principalmente en irlandas de hilo, especialmente de aquellas manufacturadas en Rouen; que se venden bien en aquellos países, como también sederías, cintas, hilo, agujas, espadas, herraduras y otros artículos de fierro; herramientas de todas clases, drogas, especies, medias de seda y lana, paños, cargas, y otros géneros y en general todo articulo adecuado al vestido, que, según se nos dijo, eran mercancías propias para aquellos países. Es de práctica, luego que llega un buque a Buenos Aires (es decir, que tiene permiso para ello del Rey de España), despacharse por el gobernador o por el capitán del buque un chasque al Perú, conduciendo las cartas de España, si las trae, y en el caso contrario para hacer saber a los mercaderes su llegada, con cuya noticia algunos de éstos parten inmediatamente para Buenos Aires o envían comisiones a sus corresponsales para comprar los efectos que considerasen convenir. Tuve la suerte de ser mandado para llenar ambos encargos, pues entre muchas cartas que traíamos venía un gran paquete de Su Majestad Católica para el Perú, cerrado en un cajón de plomo como comúnmente se envían todos los despachos de la corte española para las Indias; a fin de que, si el buque que los conduce estuviese en peligro inmediato de caer en manos de un enemigo, pudiesen ser echados al agua y sumergirse. Este paquete, en el cual iban muchas cartas para el Virrey del Perú y para otros empleados principales de aquellos países noticiándoles el nacimiento del Príncipe de España, fué encomendado a mi cuidado...

Antes de decir nada de mi viaje al Perú, anotaré lo que observé de remarcable en Buenos Aires, mientras permanecí allí. El aire es bastante templado, muy semejante al de Andalucía, pero no tan caliente: las lluvias caen casi con tanta frecuencia en el verano como en el invierno; y la lluvia en los tiempos de bochorno frecuentemente produce diversas clases de sapos, que son muy comunes en estos paises, pero no ponzoñosos. El pueblo está situado en un terreno elevado a orillas del Río de la Plata, a tiro de fusil del canal, en un ángulo de tierra formado por un pequeño riacho llamado Riachuelo que desagua en el río a un cuarto de legua del pueblo. Contiene cuatrocientas casas, y no tiene cerco, ni muro, ni foso y nada que lo defienda sino un pequeño fuerte de tierra que domina el río, circundado por un foso, y monta diez cañones de fierro, siendo el de mayor calibre de a doce. Allí reside el gobernador y la guarnición se compone de sólo 150 hombres, divididos en tres compañías, mandadas por tres capitanes, nombrados por aquél a su antojo y a quienes cambia con tanta frecuencia que apenas hay un ciudadano rico que no haya sido capitán. Estas compañías no siempre están completas, porque los soldados, inducidos por la baratura con que se vive en aquellos países, frecuentemente desertan, a pesar de los esfuerzos que se hacen por retenerlos en el servicio pagándoles altos sueldos, que llegan a cuatro reales diarios, que equivale a un chelín y seis peniques moneda inglesa y un pan de tres peniques, que es cuanto puede comer un hombre. Pero el gobernador conserva en una llanura inmediata, como mil doscientos caballos mansos para su servicio ordinario, y, en caso de necesidad, para hacer montar a los habitantes del pueblo, formando así un pequeño cuerpo de caballería.

Además de este fuerte hay un pequeño baluarte en la boca del Riachuelo, donde existe una guardia; monta dos pequeños cañones de fierro, de a tres. Este baluarte domina el punto donde atracan las lanchas para descargar o recibir efectos, estando éstas sujetas a ser visitadas por los oficiales del baluarte cuando están descargando o cargando. Las casas del pueblo son construídas de barro, porque hay poca piedra en todos estos países hasta llegar al Perú: están techadas con cañas y paja y no tienen altos; todas las piezas son de un solo piso y muy espaciosas; tienen grandes patios y además de las casas, grandes huertas, llenas de naranjos, limoneros, higueras, manzanos, peros y otros árboles frutales, con legumbres en abundancia como coles, cebollas, lechugas, ajos, arvejas y habas; sus melones especialmente son excelentes, pues la tierra es muy fértil y buena; viven muy cómodamente: a excepción del vino, que es algo caro, tienen toda clase de alimentos en abundancia, como carne de vaca y ternero, de carnero y de venado, liebres, gallinas, patos, gansos silvestres, perdices, pichones, tortugas, y aves de caza de toda especie y tan baratas que pueden comprarse perdices a un penique cada una y lo demás en proporción. Hay también numerosos avestruces que andan en tropilla como el ganado y aun cuando su carne es buena, nadie, sino los salvajes, come de ella; hacen paraguas de plumas, que son muy cómodos para el sol; sus huevos son buenos y todos comen de ellos, aunque se dice que son indigestos...

Las casas de los habitantes de primera clase, están adornadas con colgaduras, cuadros y otros ornamentos y muebles decentes y todos los que se encuentran en situación regular son servidos en vajilla de plata y tienen muchos sirvientes, negros, mulatos, mestizos, indios, cafres o zambos, siendo todos éstos esclavos. Los negros proceden de Guinea, los mulatos son el engendro de un español en una negra, los mestizos son el fruto de una india y un español y los zambos de un indio y una mestiza, distinguibles todos por el color de su tez y su pelo.

Estos esclavos son empleados en las casas de sus amos o en cultivar sus terrenos, pues tienen grandes chacras abundantemente sembradas de granos, como trigo, cebada y mijo; o bien para cuidar de sus caballos o mulas, que en todo el año sólo se alimentan con pasto, o bien en matar toros cerriles y finalmente para cualquier otro servicio.

Observé que (entre los hombres de la milicia) había muchos hombres de edad que no llevaban arma de fuego sino sólo espada al cinto, lanza en la mano y una rodela al hombro. Los más de ellos son hombres casados y jefes de familia y por consiguiente tienen poca afición a los combates. Aman su sosiego y el placer y son devotos de Venus. Confieso que son hasta cierto punto disculpables a este respecto, pues las más de las mujeres son extremadamente bellas, bien formadas y de un cutis terso...

Las mujeres son más numerosas que los hombres, y además de españoles hay unos pocos franceses, holandeses y genoveses, pero todos pasan por españoles, pues de otro modo no habría para ellos cabida allí y especialmente para los que en su religión difieren de los católicos romanos, pues allí está establecida la Inquisición. La renta del Obispo sube a tres mil patacones, o sean setecientas libras esterlinas anuales. Su diócesis comprende este pueblo y el de Santa Fe, con las estancias o haciendas correspondientes a ambas. Ocho o diez sacerdotes ofician en la Catedral, la que, así como las casas particulares, es construida de barro. Los jesuitas tienen un colegio; los dominicos, los recoletos y los religiosos de la Merced tienen cada uno su convento. Hay también un hospital, pero existe tan poca gente pobre en estos países, que de poco sirve.

Fuente: José L. Busaniche “Lecturas de Historia Argentina – Relatos de contemporáneos 1527-1870”

El primer robo bancario en Buenos Aires

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año III N° 12 - Setiembre 2009 - Pags. 10 y 11 

El primer robo bancario en Buenos Aires

                                                                              Por la Profesora Beatriz Celina Doallo

La “Real Fortaleza y Fuerte de San Juan Baltasar de Austria” se alzaba, desde fines del siglo XVI, en el lugar donde hoy se encuentra la Casa Rosada. Tan  ostentoso nombre sugiere un edificio fortificado de la magnitud de los que también construyeron los españoles en Cartagena, Colombia, o junto a la bahía de La Habana, en Cuba, que aún podemos admirar. Nada más alejado de la realidad.

Vista de Buenos Aires 1628 (1)
Destinado a residencia del Gobernador, a albergar las oficinas públicas y a servir de alojamiento a los efectivos militares, el Fuerte de Santa  María de los Buenos Aires estaba construído en parte con paredes de tierra apisonada y otras de cañas y barro. La vivienda del Gobernador y las oficinas tenían techo de tejas, el alojamiento militar y los calabozos donde se encerraba a los escasos delincuentes, techado de paja.

Esta “fortificación”, erigida para defender la ciudad de  posibles ataques piratas o indios, tuvo la buena fortuna de no sufrir ninguno,  pero que carecía de seguridad interna quedó demostrado en la mañana del 16 de septiembre de 1631 cuando la población fue despertada por un cañonazo. Era la señal acostumbrada para avisar a los pobladores de que algo grave sucedía. Y lo que había ocurrido en horas de la noche, y se acababa de descubrir, era que habían saqueado el tesoro real.

Las palabras “tesoro real” evocan la Torre de Londres y las joyas de la Corona, pero en la humilde colonia hispana que era por entonces Buenos Aires, las autoridades denominaban así a una caja de madera de cedro con refuerzo de abrazaderas de hierro y tapa con dos cerraduras. Allí se guardaban los caudales que enviaba España para solventar los gastos administrativos y militares, y las sumas recaudadas por impuestos al ingreso desde la campaña de hortalizas y frutas y de ganado para el matadero, y a la entrada al puerto de mercaderías de ultramar.

El arqueo de caja se hacía diariamente al finalizar las actividades, y la tarde anterior había allí 9.477 pesos y 1 real, cantidad que para la época era importante. La caja estaba ubicada en el sector destinado a Hacienda, el lado sur del Fuerte. Los cacos de entonces no necesitaban la parafernalia que despliegan en la actualidad quienes saquean un Banco y que suele incluir construcción de túneles, motos de agua y de tierra, instalación eléctrica para iluminación, perforadoras, sopletes, baños químicos, y sacos de dormir y provisiones para los operarios. Quienes se habían apropiado del tesoro real sólo tuvieron que escalar un terraplén del costado sur y horadar con algunos golpes una pared para penetrar en la Contaduría. Más trabajo les dió violar la caja, que resistió a sus esfuerzos al punto que, finalmente, optaron por incendiar la tapa hasta carbonizarla.

El pueblo quería saber  a qué venía tanto alboroto, y fue recibido en audiencia pública por el Gobernador, Antonio de Céspedes, acompañado por el Obispo y otros funcionarios, entre ellos el Lugarteniente general a cargo de la milicia, el  Contador, un abogado de la Real Audiencia que se hallaba de paso en la ciudad y prestó luego su apoyo jurídico al asunto, y los dos Alcaldes Ordinarios del Cabildo. Estos últimos se turnaban para administrar justicia en causas criminales y civiles y realizar indagaciones policiales. Su autoridad reunía la que más adelante tuvieron los Jueces de Paz y los Comisarios, podían recurrir a la fuerza militar en caso necesario, y su jurisdicción abarcaba la ciudad y la campaña que la rodeaba.

En un breve discurso Céspedes puso a la población al tanto del robo, que dejaba malparada la vigilancia que, se suponía, debían ejercer los arcabuceros y piqueros que constituían la tropa que custodiaba el Fuerte y sus entornos.

Buenos Aires era poco más que un caserío donde casi todos sus moradores se conocían, y la ausencia de alguno de ellos se advertía muy pronto. Ya al día siguiente de descubrirse el robo circuló la noticia de que el vecino Pedro Cajal, que vivía en una choza lindera con el Convento de Santo Domingo, había desaparecido. Se detuvo e interrogó al criado de Cajal, un indio llamado Juan Puma, quien negó saber dónde se hallaba su patrón. Para complicar las cosas, esa misma noche Puma, al que se había encerrado en uno de los calabozos, burló la custodia de sus guardianes y se fugó agujereando el techo de paja.

Se dispuso que dos destacamentos de tropa armada salieran en persecución de los fugitivos. Una de las patrullas exploró la ribera del río de la Plata y encontró al indio Puma. La otra, que tenía órdenes de llegar hasta Perú si el rastro de los prófugos iba en esa dirección, capturó a Cajal a 26 leguas de Buenos Aires, en proximidades de Arrecifes. Sujeto con la barra de grillos que se utilizaba para malhechores peligrosos, Cajal fue traído a la capital, y junto con la  suma de 2.094 pesos que llevaba fue entregado al Gobernador la noche del 21 de septiembre.

Con el concurso del licenciado Diego de Rivera Maldonado, el abogado de la Real Audiencia que estaba casualmente en la ciudad, comenzaron los interrogatorios. Se estableció que Cajal era oriundo de Santiago del Estero y tenía 22 años. En esa época la mayoría de edad se alcanzaba recién a los 25 años, por lo que se le nombró un curador, persona designada para representar a un menor y cuidar de sus bienes. Cajal confesó ser el autor del robo con ayuda de su criado, y haber enterrado el resto del dinero bajo el piso de tierra de su choza. Se excavó en el lugar y se hallaron dos tinajas con un total de 4.633 pesos en su interior.

Por su parte, el indio Puma, que contó con un defensor de oficio, admitió haber colaborado en el robo y recibido de Cajal 214 pesos, suma que fue encontrada, siguiendo sus indicaciones, en una olla escondida en un horno de las afueras.

Restaba averiguar quién había sido el ideólogo del saqueo a la caja de caudales, pero un careo entre amo y criado derivó en acusaciones recíprocas. El curador y el defensor formalizaron la exigencia legal de argumentar a favor de ambos ladrones y el Gobernador dictó sentencia. Cajal y Puma fueron condenados a la horca, para luego ser decapitados y que sus cabezas se exhibieran sobre el borde del terraplén sur del Fuerte.

Léonie Matthis. Paza Mayor en 1600
Hubo apelaciones sin éxito, y Cajal, ante la inminencia de la muerte, confesó  haber planeado el robo, exculpando a Puma, quien había sido partícipe obedeciendo sus órdenes. El curador sacó a relucir una nueva evidencia: Cajal era hijo natural de un hidalgo, Oidor de la Real Audiencia de Chile; su jerarquía social de hijodalgo le eximía de la horca y le daba derecho a ser decapitado. Céspedes aceptó el alegato y modificó la condena, añadiendo que a Cajal, antes de la decapitación, se le aplicara garrote vil, tormento que consistía en estrangular al reo con un arco de hierro sujeto a un poste fijo. Además, ratificó la pena de horca para el indio Juan Puma.

Los delincuentes fueron puestos en capilla, donde el sacerdote franciscano Fray Jacinto de Quiñones escuchó su confesión y les administró la comunión. El 30 de septiembre se los paseó en carreta por las calles, sometidos a vergüenza pública, hasta el sitio donde les aguardaba el verdugo para ejecutarlos. Sus cabezas, tal como ordenara el Gobernador, fueron ensartadas en picas que se clavaron en el terraplén sur del Fuerte, el mismo que habían escalado para llevar a cabo el robo.

El episodio tuvo una secuencia inesperada: el 1º de octubre, Fray Quiñones, el confesor de los reos, se presentó al Gobernador para informarle que la última voluntad del indio Puma había sido restituir a las autoridades otra parte del dinero sustraído, enterrada por él bajo el piso de la choza de Cajal, cerca de donde se había excavado tras la confesión de éste. Una segunda excavación dió por resultado hallar una bolsa con 79 pesos y medio real. Con este cuarto hallazgo el monto total de lo recuperado ascendió a 7.020 pesos, por lo que Hacienda perdió, en definitiva, 2.457 pesos y l/2 real. Dado que no hubo evidencias de que Cajal o Puma hubieran gastado esa cantidad en el lapso previo a ser detenidos, sólo cabe deducir que uno de los dos se llevó a la tumba el secreto de un quinto escondite.

En sólo 17 días se había capturado a los ladrones, realizado su enjuiciamiento con presentación de pruebas, defensa, apelaciones y alegatos, y ejecutado la sentencia. Si bien la seguridad y vigilancia del Fuerte habían sido puestas en entredicho, no quedan dudas de que los sistemas de represión del delito y de justicia actuaron con una celeridad y eficacia encomiables.

(1) Acuarela del año 1628 realizada por el cartógrafo holandés Juan Vingboons, que se conserva en la Biblioteca del Vaticano y que muestra una vista de Buenos Aires sin fantasías, donde se distingue el antiguo Fuerte, la Catedral, Conventos, etc

Léonie Matthis. Plaza Mayor 1650

Exploración de los ríos Negro y Colorado

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año III N° 12 - Setiembre 2009 - Pags. 8 y 9 

LA  EXPEDICION DESCALZI  (1833 -1834)

Exploración de los ríos Negro  y Colorado

                                                                                   Por el Dr. Guillermo M. Masciotra

Croquis realiozado por Nicolás Descalzi (1)


ANTECEDENTES

Como  muy bien dijera el diplomático y militar Tomás Guido “el lancero  de San Martín” los territorios australes eran apetecidos por  los navegantes portugueses, el Imperio del Brasil y los intereses de las potencias europeas. Era necesario e inminente la ocupación de esos territorios australes legítimamente heredados en el  año 1810 por la  acción soberana nacional ejerciendo actos inmediatos de posesión en esas regiones. A modo de ejemplo las expediciones de los capitanes Parker King y Robert Fitz Roy realizadas respectivamente entre 1826 y 1830 constituyen claros indicios  que la  Real Sociedad Geográfica de Londres prestaba sumo interés a la exploración  en estos australes territorios.

Durante la Guerra con el Imperio de Brasil el ataque a Carmen de Patagones  por la marina imperial  representa también un antecedente de la intención de instalarse en nuestro territorio. Por valor propio y fortuna, esta aventura termina en el mas absoluto fracaso con una derrota que iniciada en el puerto con tres naves brasileñas capturadas terminó en tierra con el triunfo argentino en el Combate del Cerro de la Caballada.

En el año 1825 se celebra el famoso Parlamento de Tandil, al cual concurre Juan Manuel de Rosas, en misión oficial, sin escolta y solo acompañado por la india Tadea, persona muy respetada entre los pampas, y el lenguaraz Manuel Baldebenito. Al Parlamento concurren más de cincuenta caciques de las tribus pampas, como resultado de este Parlamento se establece una nueva línea de fronteras desde Cabo Corrientes hasta la Fortaleza o Fuerte Federación en Junín; se amplió el racionamiento a más tribus que las que estaban racionadas al momento y se da inicio al periodo de intercambio pacífico.

El ejemplo deriva en el posterior Parlamento del Guanaco realizado meses después con las tribus ranqueles por autoridades cordobesas. Los caciques ranqueles enterados del Parlamento de Tandil con los pampas, recibieron en su caso similar tratamiento por parte de las autoridades.

Digamos que Marcos Balcarce ministro de guerra  en 1825 advirtió frente al inicio de las hostilidades, que era intención del Imperio de Brasil enviar una fuerza de cerca de 2.000 hombres al sur de la Provincia de Buenos Aires, para ocupar territorios e incursionar con la adhesión de algunas tribus en un frente de guerra nuevo e inesperado para un teatro de guerra que se establecía en la Banda Oriental.

El conflicto con los últimos vestigios realistas en el Sur de Chile y su alianza de algunas tribus voroganas más los bandidos pincherinos conforman una nueva zona de conflicto entre los ríos Negro y Colorado.

El saqueo de poblaciones fronterizas sumado al robo de ganado que se desplazaba en la ruta de los chilenos por el llamado País de los Manzanos obliga a la conjunción de fuerzas bajo la dirección del  Gral. Facundo Quiroga que partiendo de Mendoza, Córdoba y Buenos Aires dan lugar a la Expedición al Desierto de 1833 y 1834.

 

Croquis de la expedición al desierto de 1833

LA EXPLORACION

El Gobierno ordenó una vez decidido el avance sobre el desierto que el Capitán del Puerto de Buenos Aires, Coronel de marina  Francisco Lynch, alistara las embarcaciones necesarias para remontar los ríos Negro y Colorado como asimismo garantizar el tráfico marítimo con Carmen de Patagones y Bahía Blanca.

A tal efecto se compone una flotilla integrada por las Goletas Encarnación, Sofía, San Martín y Choele Choel, la Ballenera Manuelita y se dispone la construcción de dos chalanas de 15 toneladas de desplazamiento, dos balandras de 7 toneladas y dos canoas de cinco toneladas.

Para la conducción de las naves se designó a dos veteranos y bravos marinos que pelearan en la Guerra contra el Imperio de Brasil: los Capitanes Juan Bautista Thorne  y Guillermo Bathurst, de magnifico desempeño garantizaron el abastecimiento por vía marítima, trasladaron embarcaciones menores  y pertrechos militares.

Nicolás Descalzi, que contaba con el antecedente de la expedición y exploración al río Bermejo, designó para acompañarlo al coronel agrimensor Feliciano Chiclana (hijo del prócer que fuera capitán de Patricios y presidiera el Primer Triunvirato) al cartógrafo Pedro Benot y al experimentado piloto Edmundo Elsegood residente en el puerto de Patagones.

Solicitó compases, sextante, octante, telescopio, cronómetros, termómetros y el almanaque náutico de 1833. El mencionado instrumental le permitiría a los nombrados profesionales medir las distancias, establecer puntos geodésicos, corregir mapas y amojonar los puntos necesarios.

Descalzi exploró el río Negro hasta más allá de la Isla Choele Choel alcanzando el Paraje El Carmen. Utilizó dos embarcaciones: la Goleta Encarnación y la muy útil por su escaso calado, la Ballenera Manuelita. Las dificultades para avanzar en navegación eran diarias y complicadas, se viajaba contra corriente, con bancos cambiantes y en la mayoría de los casos sin poder usar las velas, utilizando para impulsar las naves los métodos de navegación a la sirga y a la espía que requerían mucho tiempo y máximo esfuerzo.

Las rutinas cotidianas contemplaban la confección del Diario del Viaje, el recoger muestras de minerales y arqueológicas, efectuar mediciones astronómicas. No existen vestigios que la Expedición Descalzi utilizara los datos de la Expedición del marino español Basilio Villarino en 1782; la enorme tenacidad de Nicolás Descalzi permitió conocer geográfica y científicamente El País de los Manzanos, debiendo superar no solo problemas de navegación sino también derivados de lo diverso de las tripulaciones que no poseían experiencia fluvial.

Simultáneamente con la tarea científica, la Expedición Descalzi constituía una avanzada de la soberanía nacional al tomar posesión en Coilechel de tierras en nombre del Gobierno Argentino, se enviaban partes en forma permanente a Juan Manuel de Rosas con las novedades del avance con rumbo oeste, acompañados de  muestras de materiales y vegetales hallados en la región.

Dos  episodios revisten el carácter de relevantes, el primero lo simboliza el hecho que por primera vez se celebra en forma oficial el Día de la Independencia, el 9 de julio de 1833, a orillas del río Colorado, que posteriormente  por decreto de 1835 se oficializa el Nueve de julio como Fiesta Cívica, (hasta esa fecha solamente era celebrada como Fiesta Cívica el Veinticinco de Mayo, consagrado así por la Asamblea del Año XIII). El segundo hecho está registrado en la visita que el Naturalista inglés Carlos Darwin efectúa al campamento de Médano Redondo, donde ávido por conocer los resultados de la Expedición se entrevista durante dos días con Juan Manuel de Rosas para obtener detalles de la misma; Rosas enterado del interés de Darwin de viajar por tierra a Buenos Aires le proporciona salvoconductos y escolta para su regreso (ver “El Restaurador” Nº 5, pág. 3).

Simultáneamente con la tarea desarrollada por Descalzi en el río Negro, la Goleta San Martín al mando del Capitán Guillermo Bathurst, acompañado por Juan B. Thorne explora el río Colorado desde su desembocadura hasta las Sierras de Pichi Mahuida, el tener que  superar la  zona de bancos de arena  cercana al mar del río Colorado resulta muy complicada para el calado y el desplazamiento de 75 toneladas de la San Martín. Resultan muy útiles las dos canoas para el relevamiento de las costas del Colorado, así lo consignan los informes de la flora de árboles y pasturas en especial consideración por su aptitud para alimentar y engordar ganado lanar. Se mencionan también el hallazgo de tubérculos similares a la papa que crecen en abundancia en los terrenos ribereños. Además de frondosos ejemplares de sauce blanco y colorado que dan marco vegetal en ambas orillas completa el informe con otras descripciones sobre diferentes pastos que crecen en muy buenas costas, respecto a  las cercanas salinas el informe de Bathurst efectúa vitales consideraciones sobre la posibilidad de instalar saladeros y estancias dedicadas al engorde de ganado vacuno y caprino.

Uno de los informes describe con exactitud lo vertido en los planos y cartas de  la desembocadura para ingresar al cauce interior, previendo como maniobrar  para evitar las falsas bocas y la peligrosa corriente que arrastra las embarcaciones.

Las mediciones de Feliciano Chiclana en el río Colorado fueron realizadas hasta las cercanías del camino que une las proximidades de la isla Choele Choel en el río Negro con el Colorado.

La Expedición Descalzi  causó un sostenido interés de la prensa europea por los informes de las exploraciones que fueron receptados en especial por el prestigioso Annuaire Historique Universel que publicó un completo informe de la campaña militar y científica que se efectuaba. También la Gaceta Mercantil publicaba en Buenos Aires los partes e informes sobre la marcha de la Expedición al Desierto, que lamentablemente solo pudo cumplir con su objetivo la columna izquierda que comandaba Juan Manuel de Rosas, las otras dos columnas debieron regresar a Mendoza y Córdoba, además la Columna Chilena al mando del Gral. Bulnes por problemas intestinos de la nación trasandina no operó en ningún momento.

Diremos que Descalzi había obtenido el apoyo y la autorización para explorar  el Limay y el Neuquén, pero se daba por finalizada la campaña y no dispondría de tropas que por tierra apoyaran su avance, superó sin embargo el paraje el Carmen  y arribó al punto denominado Del Dolor, tal vez denominado así por su dolor personal con su misión que quedaba algo trunca.

Este episodio poco conocido de la Expedición al Desierto representa un valioso  aporte de la ciencia, y el progreso en territorios poco conocidos en esa época, sus informes, mapas y planos sirvieron para nuevas expediciones y convierten a Nicolás Descalzi y sus colaboradores en pioneros de la Patagonia.

Finalmente en abril de 1837 se publica  la “Carta General de la Provincia de Buenos Aires “, importante trabajo del Departamento Cartográfico que incorpora los descubrimientos efectuados por la Expedición Descalzi.

 

NICOLAS DESCALZI

Nació en Chiavari, Italia, el 19 de febrero de 1801. Estudió en Génova y llegó al Río de la Plata en 1823 junto a sus hermanos Pedro y Cayetano. Se embarcó en la  goleta Dolores que efectuaba viajes a Carmen de Patagones. En 1825  fue contratado por la Sociedad de Navegación creada por Bernardino Rivadavia para explorar el Río Grande de Tarija, el San Francisco y el Bermejo.

Llegó por vía fluvial al Río Paraguay y al desembarcar fue apresado por orden del Dr. Francia –gobernante paraguayo y luego liberado. Su valioso informe sobre “La Hidrografía del río Bermejo” fue  publicado en 1831 en Buenos Aires y 1833 en París por la Sociedad de Geografía de Francia.

Sus inmejorables antecedentes y referencias hacen que Juan Manuel de Rosas lo contrate para la exploración de los Ríos Negro y Colorado simultánea con la Campaña del Desierto.

En 1834 al regreso de la Expedición  revalida en Buenos Aires el Título de Agrimensor.

Su actuación en la Campaña del Desierto fue premiada con la Medalla al Honor y la designación en 1839 con el grado de Sargento Mayor de Caballería, en 1841 recibe del Coronel de Marina Juan Francisco Seguí el Título de Piloto Fluvial.

Efectúa  planos catastrales del Riachuelo y su cuenca, del arroyo del Gato, de los Arrabales de la Recoleta, de San Benito de Palermo y Bahía Blanca, su último trabajo es la mensura del Partido del Vecino (hoy Partido de Gral. Guido), en 1857 año de su fallecimiento.

Sus restos mortales fueron sepultados con honores en el Cementerio de la Recoleta.

 

Su recordación 

En la Ciudad de Buenos Aires, una estación del Premetro y una calle lleva su nombre en las cercanías del Autódromo; en la Provincia de Buenos Aires en el Partido de Tres Arroyos se designó una localidad con su nombre, y en el barrio de Villa Rosa, Partido de Pilar una calle también lo recuerda.

 

NAVEGAR A LA SIRGA:

Método que consiste en arrastrar mediante cables con la ayuda de bueyes  o caballos desde la costa a la embarcación que por vientos desfavorables o inexistentes no puede usar sus velas.

NAVEGAR A LA ESPIA:

Es otro método similar al anteriormente descrito para navegar sin velas, se realizaba también mediante cables que afirmados a grandes árboles o salientes rocosas, que eran recogidos desde la cubierta por proa y de ese modo se lograba desplazar la embarcación.

 

FUENTES:

Archivo General de la Nación.

Historia de la Confederación Argentina, Adolfo Saldías, Tomo I

Historia Marítima Argentina, Departamento de Estudios Históricos Navales. Tomo VII.

Nuevo Diccionario Biográfico Argentino, Vicente Osvaldo Cutolo.

Rosas y sus relaciones con los indios, Jorge Oscar Sulé.

Tomás Guido, Hugo Raúl Galmarini.

Apuntes sobre los buques de la Armada Argentina, Pablo E. Arguindeguy 


(1) Croquis realizado por Nicolás Desclazi en su “Diario”, del Río Negro, original existente en el Departamento de Estudios Históricos Navales, Buenos Aires