Publicado en el Periódico El Restaurador - Año III N° 12 - Setiembre 2009 - Pag. 12
Relatos
de un viajero sobre Buenos Aires en 1658.
Acarete
du Biscay, viajero inglés llegó a Buenos Aires en 1658, trasladándose
posteriormente al Perú. Casi al fines del siglo XVII se publicaron en Londres
los relatos de su viaje
“A relation of Mons. Acarete du Biscay’s voyage up te River de
He
aquí el relato, contemporáneo a los hechos relatados por
En cuanto llegamos al cabo de Buenos
Aires, noticiamos de ello al gobernador, quien sabiendo que teníamos licencia
del Rey de España para ir allí (Sin lo cual no habría podido permitirnos entrar
sin quebrantar sus órdenes), mandó a bordo a los oficiales para que, según
costumbre, pasasen visita a nuestro buque, y verificada ésta, desembarcamos
nuestros efectos, guardándolos en un almacén alquilado al efecto para mientras
permaneciésemos allí. Consistían principalmente en irlandas de hilo,
especialmente de aquellas manufacturadas en Rouen; que se venden bien en
aquellos países, como también sederías, cintas, hilo, agujas, espadas,
herraduras y otros artículos de fierro; herramientas de todas clases, drogas,
especies, medias de seda y lana, paños, cargas, y otros géneros y en general
todo articulo adecuado al vestido, que, según se nos dijo, eran mercancías
propias para aquellos países. Es de práctica, luego que llega un buque a Buenos
Aires (es decir, que tiene permiso para ello del Rey de España), despacharse por
el gobernador o por el capitán del buque un chasque al Perú, conduciendo las
cartas de España, si las trae, y en el caso contrario para hacer saber a los
mercaderes su llegada, con cuya noticia algunos de éstos parten inmediatamente
para Buenos Aires o envían comisiones a sus corresponsales para comprar los
efectos que considerasen convenir. Tuve la suerte de ser mandado para llenar
ambos encargos, pues entre muchas cartas que traíamos venía un gran paquete de
Su Majestad Católica para el Perú, cerrado en un cajón de plomo como comúnmente
se envían todos los despachos de la corte española para las Indias; a fin de
que, si el buque que los conduce estuviese en peligro inmediato de caer en
manos de un enemigo, pudiesen ser echados al agua y sumergirse. Este paquete,
en el cual iban muchas cartas para el Virrey del Perú y para otros empleados
principales de aquellos países noticiándoles el nacimiento del Príncipe de
España, fué encomendado a mi cuidado...
Antes de decir nada de mi viaje al
Perú, anotaré lo que observé de remarcable en Buenos Aires, mientras permanecí
allí. El aire es bastante templado, muy semejante al de Andalucía, pero no tan
caliente: las lluvias caen casi con tanta frecuencia en el verano como en el
invierno; y la lluvia en los tiempos de bochorno frecuentemente produce
diversas clases de sapos, que son muy comunes en estos paises, pero no
ponzoñosos. El pueblo está situado en un terreno elevado a orillas del Río de
Además de este fuerte hay un pequeño
baluarte en la boca del Riachuelo, donde existe una guardia; monta dos pequeños
cañones de fierro, de a tres. Este baluarte domina el punto donde atracan las
lanchas para descargar o recibir efectos, estando éstas sujetas a ser visitadas
por los oficiales del baluarte cuando están descargando o cargando. Las casas
del pueblo son construídas de barro, porque hay poca piedra en todos estos
países hasta llegar al Perú: están techadas con cañas y paja y no tienen altos;
todas las piezas son de un solo piso y muy espaciosas; tienen grandes patios y
además de las casas, grandes huertas, llenas de naranjos, limoneros, higueras,
manzanos, peros y otros árboles frutales, con legumbres en abundancia como
coles, cebollas, lechugas, ajos, arvejas y habas; sus melones especialmente son
excelentes, pues la tierra es muy fértil y buena; viven muy cómodamente: a excepción
del vino, que es algo caro, tienen toda clase de alimentos en abundancia, como
carne de vaca y ternero, de carnero y de venado, liebres, gallinas, patos,
gansos silvestres, perdices, pichones, tortugas, y aves de caza de toda especie
y tan baratas que pueden comprarse perdices a un penique cada una y lo demás en
proporción. Hay también numerosos avestruces que andan en tropilla como el
ganado y aun cuando su carne es buena, nadie, sino los salvajes, come de ella;
hacen paraguas de plumas, que son muy cómodos para el sol; sus huevos son
buenos y todos comen de ellos, aunque se dice que son indigestos...
Las casas de los habitantes de primera
clase, están adornadas con colgaduras, cuadros y otros ornamentos y muebles
decentes y todos los que se encuentran en situación regular son servidos en
vajilla de plata y tienen muchos sirvientes, negros, mulatos, mestizos, indios,
cafres o zambos, siendo todos éstos esclavos. Los negros proceden de Guinea,
los mulatos son el engendro de un español en una negra, los mestizos son el
fruto de una india y un español y los zambos de un indio y una mestiza,
distinguibles todos por el color de su tez y su pelo.
Estos esclavos son empleados en las
casas de sus amos o en cultivar sus terrenos, pues tienen grandes chacras abundantemente
sembradas de granos, como trigo, cebada y mijo; o bien para cuidar de sus
caballos o mulas, que en todo el año sólo se alimentan con pasto, o bien en
matar toros cerriles y finalmente para cualquier otro servicio.
Observé que (entre los hombres de la
milicia) había muchos hombres de edad que no llevaban arma de fuego sino sólo
espada al cinto, lanza en la mano y una rodela al hombro. Los más de ellos son
hombres casados y jefes de familia y por consiguiente tienen poca afición a los
combates. Aman su sosiego y el placer y son devotos de Venus. Confieso que son
hasta cierto punto disculpables a este respecto, pues las más de las mujeres
son extremadamente bellas, bien formadas y de un cutis terso...
Las mujeres son más numerosas que los
hombres, y además de españoles hay unos pocos franceses, holandeses y
genoveses, pero todos pasan por españoles, pues de otro modo no habría para
ellos cabida allí y especialmente para los que en su religión difieren de los
católicos romanos, pues allí está establecida
Fuente: José
L. Busaniche “Lecturas de Historia Argentina – Relatos de contemporáneos 1527-