Publicado en el Periódico El Restaurador - Año III N° 12 - Setiembre 2009 - Pag. 7
MARTINIANO CHILAVERT
Así cayó. Encomendando su alma a Dios
y carajeando a sus matadores;
porque de vez en cuando
conviene sacudiese del cuerpo los rencores.
Y nada para eso,
nada más oportuno
que aprovechar el último suceso:
cuando le da a la muerte por meterse con uno.
Cayó de frente,
herido de un tiro entre los ojos,
y el corazón partido por el fierro ciruja,
mendicante de quemas y despojos.
Porque él había jurado ante
morir así, de frente, sosteniéndola,
por su honor de soldado,
la vista a la derrota.
Contra él nada pudo,
sino matarle el odio brasilero.
(A Dios se le hizo un nudo en la garganta,
cuando vio el desafuero.)
Pero él murió de frente,
como tenía calculado morir,
mientras de repente,
se le acabó la pólvora de su batería.
La perrada extranjera
exigía el tributo de su sangre,
para que fuera mayor el deshonor,
mayor el luto.
(Porque usted, Coronel, era
estrujando un clavel entre las manos,
pisaba el último escalón.)
IGNACIO B. ANZOÁTEGUI