Publicado en el Periódico El Restaurador - Año III N° 12 - Setiembre 2009 - Pag. 16
ANECDOTAS
EL COLOSO CAIDO
Rosas en la ancianidad |
Doce años y medio después de haber
sido derrocado, el ex Dictador recibió en su casa a don Nicolás Calvo,
argentino, fundador del periódico “
Calvo había fundado su periódico
después de Caseros en apoyo de la política del Gral. Urquiza y contra la
actitud separatista de
Calvo mandó correspondencias para su
periódico desde Río de Janeiro y Nueva York y luego se embarcó desde esta ciudad
en viaje a Soupthampton, donde se entrevistó con el ex gobernante argentino, y
así lo hizo según lo informa en su correspondencia que transcribimos a continuación.
En el vapor oímos asegurar al capitán
Woolward que el general Rosas vivía de su trabajo personal vendiendo leche a
mitad del precio general.
Nunca habíamos conocido al señor Rosas
ni oído su voz, ni examinado su fisonomía sino en los retratos, y sentíamos
tanta mayor curiosidad de conocer personalmente al hombre que durante veinte
años había mandado autocráticamente
Tomamos un carruaje y fuimos a ver al coloso caído. El aspecto de su residencia es pobre. Vimos tres ranchos de paja, un perro negro y un muchacho inglés que nos dijo hallarse el general en el campo y que iba a avisarle.
Se abrió poco después la puerta del
frente de uno de los ranchos, techo de paja, y se nos hizo entrar en una pieza
amueblada con una mesa de caoba, un sofá y cuatro sillas forradas de percal,
presentando todo el aspecto de la mediocridad más marcada, por no decir de la
miseria.
Vino el señor Rosas y nos recibió con extrema cortesía, disculpándose por haberse hecho esperar porque estaba trabajando en el campo para alcanzar a pagar el arriendo anual de cinco libras esterlinas por acre que era lo que costaba aquella farm. El general Rosas tiene setenta y un años, está fuerte y lozano, dice que duerme bajo un corredor que nos mostró; que está pobre, que salvó muchos papeles pero no dinero porque él aprecia más su honor que todo; que esos papeles están perfectamente organizados; que han de publicarse después de su muerte y que han de juzgarlo entonces; que tiene mucho escrito sobre diversos ramos de los conocimientos humanos: sobre la ley natural, la ciencia médica y otras; mostrando todo una tranquila filosofía que realmente llama la atención del que le observa, como nosotros lo hacíamos, con el deseo de conocer al hombre.
Rosas habla de nuestro país con
templanza: cree que se le ha hecho injusticia
y asegura que la confiscación no ha entrado jamás en sus principios. Habló del
presidente Mitre sin encono, pero lo que nos llamó la atención más, fue que
hablase del general Urquiza con tan subido elogio, diciendo que le debía muchos
agradecimientos por las ofertas que le había
hecho. Observamos que se había hecho circular la voz de que Urquiza le
había enviado cincuenta mil patacones, y que le pasaba cinco mil pesos anuales,
a lo que contestó no haberlos recibido.
El general Urquiza, en su
correspondencia con el general Rosas trata a este último de grande y buen amigo. El señor Rosas en
el curso de la conversación animada que le es peculiar, dijo que él asumía la
responsabilidad de todos sus actos, que a nadie tenía que culpar. Que había
leído el importante papel que escribíamos (
Lord Palmerston |
Agregó que conservaba su lazo, bolas y demás arreos argentinos de campo sin los cuales no ensillaba nunca; que una magnífica yegua, que nos mostró, la había domado él mismo; que el mate no lo ha podido dejar y que él podría hacer adoptar entre la gente de campo en Inglaterra, la yerba paraguaya en vez de té, porque era más saludable.
Estos detalles puramente personales,
sólo tienen interés para los pueblos que durante veinte años han obedecido la
voz de este hombre o luchado para derrocar su sistema.
Juzgar a Rosas y a su sistema no es nuestro
trabajo del momento. Antes lo hemos hecho: nos limitamos solamente a referir lo
que hemos visto en el hombre que tan gran figura ha hecho en el Río de
Debíamos partir para Londres
incesantemente [sic]: acortamos
la visita. Southampton, 8 de noviembre de 1864.
Nicolás
Calvo
(1) Lord Palmerston, había sido ministro de relaciones exteriores inglés y era amigo personal de Rosas (Nota del Director)