martes, 1 de septiembre de 2009

Rivera Indarte

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año III N° 12 - Setiembre 2009 - Pags. 14 y 15 

¿La reencarnación de Rivera Indarte?... u otras mentiras sobre Rosas

Por Norberto J. Chiviló

 

José Rivera Indarte
La reencarnación es la creencia de que una esencia individual de la persona (mente, alma, consciencia, energía) vive en un cuerpo en la tierra varias veces y no sólo una (Wikipedia. La enciclopedia libre).

La reencarnación presupone la existencia de un alma o espíritu que viaja o aparece por distintos cuerpos, generalmente a fin de aprender en diversas vidas las lecciones que proporciona la tierra, hasta alcanzar una forma de liberación o de unión con un estado de conciencia más alto…

Pero no se inquiete, amigo lector, no deje de leer esta nota… que no voy a profundizar con el tema religioso o filosófico, sino solamente lo que quise fue aclarar el significado del término “reencarnación”.

Posiblemente también el título le habrá llamado la atención: ¿La reencarnación de Rivera Indarte?... Seguramente Ud. conoce la calle homónima que nace en la Av. Rivadavia al 6800 frente a la Plaza Pueyrredón en Flores, Ciudad Autónoma de Buenos Aires y se extiende hacia el sur de esa Ciudad. Pero se preguntará ¿quién fue este personaje...?

José Rivera Indarte había nacido en Córdoba el 1814 y realizó sus estudios de latín, matemáticas y filosofía en Buenos Aires, materias estas preparatorias para el ingreso en la Universidad. De su época de estudiante se sabe que escribía libelos contra sus profesores y compañeros, por lo que en alguna oportunidad, estos le propinaron alguna paliza.

En la edición del 5 de junio de 1845 del periódico antirrosista de Montevideo, El Nacional, diría de “esta grande esperanza de la patria”, refiriéndose a nuestro personaje –cuando este había tenido diez años de edad en el año 1824– que había sido “Perseguido y aporreado por todos, no había quien se complaciese en mortificarle, insultarle, ridiculizarle, y aún hacerle llorar. En aquella edad era un celoso devoto de España. No había golpe ni coacción alguna, por fuerte que fuese, que le obligase jamás a decir Viva la Patria. Sufría con la resignación de un mártir, gemía y gritaba ¡Viva España!...

Ya mas grande, a los diecisiete años y siendo alumno de la Universidad, Rivera Indarte, sustrajo libros de la biblioteca, por ello fue puesto en prisión y una vez compurgado el delito fue expulsado “para siempre de la aulas de la Universidad y apercibiéndole de que, en caso de reincidir, será castigado con toda la severidad de la ley”, según lo dispuso en Ministro de Gobierno Tomás Manuel de Anchorena el 13 de setiembre de 1831.

De él dice el historiador Fermín Chávez: “Fue Rivera Indarte escritor de talento, pero su vida privada, según todos los testimonios, tenía grandes debilidades y fallas. Rosas lo ayudó con el fin de que las superara, pero volvió a las andadas…”

En junio de 1832 pidió ser admitido de nuevo en la Universidad y el 16 de julio siguiente se lo reinscribió “para recuperar su honor”, pero a fines de agosto de 1832, fue nuevamente prendido bajo la acusación de haber falsificado varias cartas y hacerse pasar por otra persona para robar cien onzas de oro. Rivera Indarte, que por ese entonces era estudiante de jurisprudencia, reconoció los hechos pero alegó desconocer que los mismos constituyeran delito, cuando las leyes de las Partidas –entonces vigentes– comprendían ese crimen en los de falsía. Antes de dictar el juez su sentencia de acuerdo a derecho, por una resolución superior fue destinado al servicio de las armas, de donde salió poco después desterrado del país.

En 1832 había escrito varios artículos para La Gaceta Mercantil y mas tarde pasó a Montevideo donde fundó el periódico El Investigador y se puso al servicio del Gral. Oribe, quien le encomendó, en 1834, una misión reservada en Buenos Aires. De nuevo en Buenos Aires, se constituyó junto con Nicolás Mariño y Pedro de Angelis en publicista del federalismo, convirtiéndose en un federal exaltado, adulador de Rosas y de su política.

En 1835 publicó como redactor el Diario de Anuncios y Publicaciones Oficiales de Buenos Aires, alcanzando las 215 entregas. En el nº 80 de este diario publicó una biografía del gobernador bonaerense –Rosas–, con su retrato al frente.

Himno de los Restauradores
Por esa época, escribió también un Himno Federal y el Himno de los Restauradores, donde en alabanza a Rosas, dice: “¡Oh gran Rosas! Tu pueblo quisiera / Mil laureles poner a tus piés… Que el gran Rosas preside a su pueblo, / Y el destino obedece a su voz… Del poder la GRAN SUMA revistes, / A la patria tu debes salvar; / ¡Que a tu vista respire el honrado / Y al perverso se mire temblar! / La ignorancia persigue inflexible / Al talento procura animar / ¡Y ojalá que tu nombre en la historia / Una página ocupe inmortal!”

Acusado de haber robado la corona de la Virgen de Nuestra Señora de las Mercedes y de otros hurtos, fue llevado en prisión a un pontón. Después de salir en libertad, emigró al exterior, primeramente a Europa y luego a Río de Janeiro y en 1839, olvidándose de su exaltado federalismo, “se borocotizó” diríamos ahora y se alió a los unitarios de Montevideo en su prédica antirrosista, convirtiéndose de la noche a la mañana, en un exaltado unitario, escribiendo desde las columnas de El Nacional, desde el cual acusó a Rosas de toda clase de crímenes e inmoralidades y lo atacó de todas formas. Años mas tarde, en 1843, publicó su panfleto Rosas y sus opositores y más tarde las Tablas de Sangre.

La casa comercial “Samuel Lafone y Cía”, encargada de las rentas de la aduana de Montevideo, interesada en alargar la guerra contra Rosas,  –con lo cual se incrementaba los ingresos de la aduana de aquella Ciudad–, le había encomendado que publicara un libro que incluyera una lista, lo más larga posible, de las víctimas de Rosas. Para ello ofreció pagarle un penique por cada muerto. El resultado fue su obra maestra, conocida como Tablas de Sangre. Para llegar a completar la lista que necesitaba recurrió a todos los muertos conocidos, inclusive los que lo fueron por orden directa de Rosas, pero también incluyó personas fallecidas de muerte natural, individuos que habían muerto mucho antes de la llegada de Rosas al poder y hombres que muchos años más tarde aún vivían. Para incrementar el número, agregó también nombres imaginarios, muertos identificados como NN de los que nadie supo cómo habían muerto, y también lo acusó por la muerte de Facundo Quiroga y sus acompañantes, de Alejandro Heredia, Benito Villafañe y de otros personajes públicos en que no cabe duda que Rosas no tuvo responsabilidad alguna. Era cuestión de agregar nombres y más nombres, cuantos más mejor, para así lograr cobrar una suma mayor.

De esta curiosa manera, Rivera Indarte logró completar una lista de 480 muertos; por eso cobró dos libras, es decir, 480 peniques. Con la esperanza de cobrar algo más, lo acusó también de ser el responsable de la muerte de 22.560 muertos producidas durante las guerras civiles entre federales y unitarios desde 1820 en adelante. Esa cantidad era ridícula por sí misma, ya que es improbable que hayan muerto semejante cantidad de hombres en ese período. Por supuesto, para Rivera Indarte, todos los muertos de ambos bandos ya sea en combate o en campaña, habían muerto por culpa de Rosas.

El libelo Las Tablas de Sangre fue utilizado en Europa para promover la intervención de las grandes potencias imperialistas –Francia e Inglaterra– en esta parte del mundo y darles el argumento de un tinte moral de que se estaba actuando en beneficio de la humanidad, contra un bárbaro y un tirano, cuando el fin real solo era económico, el de sentar la influencia de esas grandes potencias en ambas márgenes del Plata y de ello hay pruebas mas que suficientes. Como corolario de la nómina, Rivera Indarte le agregó un ensayo: Es Acción Santa Matar a Rosas. Si bien su principal acusación a Rosas era por asesinato, también lo acusaba de muchas otras inmoralidades: defraudación fiscal, malversación de fondos, insultar a su madre en el lecho de muerte, abandonar a su esposa en sus últimos días, tener amantes de las familias más respetables. Llegó incluso de acusarlo de incesto con su hija Manuelita. Todas esas acusaciones eran producto de la mente enfermiza de este escritor.

La lista de las Tablas de Sangre era exageradamente y absurdamente agrandada, y no tuvo ningún rigor periodístico ni histórico: sin embargo, durante casi un siglo esos libelos, productos de una mente retorcida, fueron una de las principales bases para acusar a Rosas de muchísimos asesinatos y crímenes enormes y horrendos y de innumerables excesos morales y mostrarlo como un energúmeno… como el Calígula del Plata. Pero, inclusive hoy, como veremos, algún escritor sigue utilizando los mismos argumentos e imputaciones y aún agrandándolas mas.

También nuestro personaje tuvo que ver con la “máquina infernal” que se le remitió a Rosas con la intención de matarlo en 1841 (Ver “El Restaurador” Nº 8, pág. 5/6). Murió en Santa Catalina –Imperio del Brasil–, muy joven, el 19 de agosto de 1845.

De él dijo el Archivo Americano: “…Rivera Indarte pertenece a la clase, afortunadamente muy rara, de los malhechores precoces, y que antes de salir de la infancia se había hecho notable por sus robos, por sus sacrilegios, y hasta por sus sentimientos enemistosos hacia su patria…”

Pero volvamos al comienzo de este artículo. Durante el mes de junio pasado y mientras me dirigía a los Tribunales de San Martín, para realizar mi trabajo de abogado, Nico, el canillita que tiene su puesto de diarios y revistas al lado del edificio de Tribunales, me llamó para mostrarme el reportaje que en la sección “20 preguntas” se le había hecho al escritor Federico Andahazi en la Revista Play Boy de ese mes, referidos a la “historia sexual de los argentinos”.

En ese reportaje, donde, por supuesto no podía faltar Rosas, dice este escritor: “Hay casos paradigmáticos, como Juan Manuel de Roras. Un personaje que tuvo a su propia hija cautiva en un sótano, que la violó consuetudinariamente, que con esa hija tuvo seis hijos y los mantuvo cautivos en su casa. Ese fue Rosas. Y esa biografía, negra y oscura, explica lo que fue su gobierno y la mazorca…”. Lo dicho por Andahazi, ni siquiera lo había dicho en su momento Rivera Indarte, por lo que este escritor va mas allá imputando a Rosas el haber violado a su hija y haber tenido con ella seis hijos!!!. Estas mentiras y barbaridades nunca lo había leído, ni de los escritores mas antirrosistas.

Hacía mas o menos cinco años atrás que yo había leído las “obras” de Rivera Indarte y la verdad es que desde ese tiempo no leía semejantes disparates propios de Rivera Indarte, pero dichos ahora por este “escritor” Andahazi, tan suelto de cuerpo. Pero como le decía el Quijote a Sancho: “Cosa vederes, Sancho”.

Mas adelante Andahazi, afirma: “La historia más fuerte es la de Rosas. Lo que sí sucede, y hay que tener mucho cuidado cuando se escribe historia, es no caer en la trampa de ciertos historiadores. Y creo que sobre determinados personajes hubo una serie de difamaciones y mentiras muy grandes. Lo que tuve que hacer es no dejarme llevar por documentos de dudosa credibilidad”. ¡MENOS MAL!!!... porque de haberse dejado llevar por “documentos de dudosa credibilidad”, no sabemos a donde podía haber llegado Andahazi…y que otras afirmaciones mentirosas, disparatadas y demenciales –por no llamarlas de otra manera–, además de las dichas, podría haber realizado… este Rivera Indarte del Siglo XXI.

Sí, hubiera sido interesante que el escritor hubiera mencionado cuales eran sus fuentes “creíbles”… y nos hubiera aclarado también sobre que “determinados personajes hubo una serie de difamaciones y mentiras muy grandes”.

Vea Ud. lector, con que ligereza escriben ciertos escritores mediáticos, con tal de llamar la atención, como se sigue calumniando… cuantas “difamaciones y mentiras muy grandes” se siguen escribiendo… Parecería que estuviésemos a mediados del S. XIX… ¿Será porque nombrando a Rosas… se vende bien…?

Y aquí volvemos al principio de esta nota, …yo no creo en la reencarnación, en este caso de Rivera Indarte, pero también con lo que leí de Andahazi me acuerdo del dicho popular de “Creer o reventar”...

Fuentes:

“Archivo Americano” Nº 20 del 31/7/1845

“Historia de la Confederación Argentina” de Adolfo Saldías

“Iconografía de Rosas y de la Federación” de Fermín Chávez

“Historia de la Argentina”, Tº IX, de Vicente D. Sierra