Publicado en el Periódico El Restaurador - Año III N° 12 - Setiembre 2009 - Pag. 6
Del
libro “Curiosidades de la ciudad vieja” de Jorge Vilella (Gentileza de su hijo
Mariano Vilella Sánchez Viamonte)
ITINERARIO FINAL DE ROSAS (1852)
Rosas y sus
acompañantes, embarcan en la fragata Centaur el 4 de febrero de 1852. Grabado de la época |
EN
SU RETIRADA DE
Desde
las cercanías de su campamento de Santos Lugares, al noroeste de la ciudad,
tomó la dirección sureste, y una vez que cruzó cañadas, riachos y mucho campo
tendido, llegó según Saldías al almacén de Montero, en plena campaña, cerca del
Paso de Burgos sobre el Riachuelo, un poco más arriba de donde hoy queda el
puente Uriburu. Entró así a los arrabales del sur de la ciudad, y tiene que
haberse acercado a la desembocadura del río costeándolo por la que era zona de saladeros,
de una y otra ribera, hasta encontrar la calle Sola, actual Vieytes, que terminaba
en un puente de madera que unía Barracas al Norte con Barracas al Sur,
comúnmente llamado Puente de Barracas, reemplazado luego en su estructura y en
el nombre por el que hoy se llama Victorino de
Allí tomó la calle Sola hacia el N para dirigirse al pleno centro de la ciudad. En el plano de Adolfo Sourdeaux, que no tiene año de realización pero se calcula casi con certeza que fue dibujado por 1850, figura esa calle, o más bien camino, “con una población de apenas una docena de ranchitos”.
Galopó
por Sola más o menos
Con
la aparición de la sombra se explica el desvío, aunque pequeño, realizado en su
búsqueda, puesto que no debemos olvidar que eran alrededor de las cuatro de la
tarde de un 3 de febrero, pleno verano fuerte en Buenos Aires, y venía galopando
desde la una un hombre corpulento respetablemente entrado en kilos, alejado del
ejercicio físico desde hacía rato, que el siguiente 30 de marzo cumpliría
cincuenta y nueve años y traía el sabor amargo de la derrota en su caballo
preferido, cuyo nombre parecía esa tarde un sarcasmo, “Victoria”, regalo de la
reina británica de igual nombre. ¿O sería una yegua? Desmontó y pidió a su
asistente una hoja de papel, en la cual escribió con lápiz, unos dicen que apoyándose
sobre el recado, otros bajo un ombú, la conocida nota de su renuncia. Luego
cambió la chaqueta por el poncho rojo del soldado que lo acompañaba y,
calándose el gorro punzó de éste, se dispuso a entrar en el centro de la
ciudad.
No
estaba lejos de su objetivo y aún era temprano. Para alcanzarlo se dirigió
directamente al E, hacia el Río de
El
diplomático no estaba, pero cuenta que cuando llegó de regreso a su casa
encontró a Rosas en su cama, “cubierto con el humo y polvo de la batalla y
sufriendo fatiga y hambre”.
De
inmediato dispuso su traslado a un buque de guerra antes de que se conociese su
paradero, y arregló lo necesario para el embarque con la ayuda de Manuelita y
en contra del parecer de Rosas, que quería permanecer dos o tres días en la
casa para arreglar sus cosas.
Después
de vestir al general Rosas con un gran capote y gorro de marino, a su hija como
si fuese un joven y al hijo con las propias ropas de Gore, partieron a la
medianoche y llegaron
al río, donde encontraron las aguas muy bajas, teniendo que caminar unas
De
este buque pasaron el 10 de febrero al “Conflict”, a cargo del comandante
Jenner, como el descubridor de la vacuna, en el cual partieron a su destino.
La travesía se hizo muy larga y duró más de cuarenta días, ya que a medio camino explotó una de las calderas y debieron seguir a vela. Llegaron a Cork, Irlanda, el 19 de abril, y desembarcaron finalmente en Plymouth unos días después, el 26, “donde temporariamente y por primera vez pisó (Rosas) suelo inglés”, y tomó habitaciones en el Moorshead’s Royal Hotel, en la cercana Devonport, sobre el mar. El arribo fue saludado por la batería del Fuerte con una salva de cañonazos; lo esperaban al pie de la planchada varios dignatarios e hicieron pasar por la aduana rápidamente su equipaje, para que no pudiera tener ninguna molestia. Un reportero de The Times se convirtió en testigo asombrado de este despliegue de honores, y al día siguiente el periódico comentó: “Ha sido maravillosa la ansiedad de estos caballeros ingleses, de alto rango militar y naval, por estrechar su mano teñida de sangre”. Tres meses después, el exiliado ya estaba viviendo en Southampton.
Entre los integrantes del reducido grupo de compañía estaban su hija Manuelita, que se casaría el 22 de octubre del mismo año con Máximo Terrero; su hijo Juan con su esposa, Mercedes Fuentes Arguibel, y el joven Juan Manuel Ortiz de Rozas Arguibel, de 13 años, que luego sería gobernador de la provincia de Buenos Aires en 1913, año de su fallecimiento.
Los militares eran el brigadier general Pascual Echagüe, el coronel y edecán Jerónimo Costa, el coronel Manuel Febre y el sargento trompa José Machado.