lunes, 20 de noviembre de 2023

Combate de Vuelta de Obligado

 Con motivo de conmemorarse un nuevo aniversario del Combate de la Vuelta de Obligado, en la sección  Sociedad del portal INFOBAE del 18 de noviembre de 2023, se publicó el siguiente artículo, que compartimos con nuestros lectores.

Vuelta de Obligado

"¿Estamos en guerra con Buenos Aires?": el debate que la Vuelta de Obligado suscitó en los parlamentos de Inglaterra y Francia

Hubo interpelaciones a los responsables de la política exterior de esas potencias coloniales, porque unos no podían entender y otros explicarse cómo no habían triunfado en su intento de imponer su voluntad en este rincón del mundo

por Pablo Yurman

La guerra que sostuvo nuestro país, por espacio de cinco años, contra la armada anglo-francesa en la década de 1840, y que tuvo como fecha icónica el 20 de noviembre de 1845, día del Combate de Vuelta de Obligado, sobre el río Paraná, fue cubierta con marcado interés por la prensa internacional, y además constituyó tema de permanente debate en los parlamentos tanto en Inglaterra como de Francia. 

Para comprender los motivos por los que ambas potencias decidieron financiar una armada que superaba el centenar de buques, en su mayoría mercantes, escoltados por una veintena de naves de guerra, debe tenerse en cuenta el contexto internacional de mediados del siglo XIX.

Eran años en los que en varias partes del mundo se asistía a una expansión del colonialismo británico, y también francés, que por la vía diplomática o por el uso de la fuerza -recordemos que se trataba de las principales potencias militares y económicas de la época- obtenían en todos lados las más variadas concesiones de diversos pueblos sometidos. Por ejemplo, el primer ministro Lord Robert Peel logró la firma del Tratado de Nankín con China en 1842 por el cual se puso fin a la primera guerra del opio, y le permitió a Inglaterra apoderarse de la célebre isla de Hong Kong (cuyo control retuvo hasta su cesión en 1997) y la apertura económica de China a sus productos industriales. Era una época en la que la diplomacia británica no aceptaba de buen grado una negativa a sus demandas por parte de otros países.

Combate de Vuelta de Obligado
La firma del Tratado de Nankin, 1842

Los franceses no se quedaban muy atrás. Y en tren de reivindicaciones territoriales sostenían un vasto imperio colonial en todos los continentes. Al tiempo que inventaban el término “Latinoamérica” (jamás usado en los siglos precedentes), no se privaron ni de bombardear el puerto mexicano de Veracruz (1838) ni de instalar a un emperador dócil a la sugerencia de establecer un tutelaje galo sobre México, como fue el caso del  desdichado Maximiliano (1864-1867).

Era, por tanto, cuestión de esgrimir una buena excusa para iniciar formalmente hostilidades contra una nación que, como la Argentina, controlaba la comercialmente estratégica boca del estuario del río de la Plata, la que a su vez constituía el paso previo para la navegación por los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay, que eran la llave de ingreso al interior del continente.

Máxime cuando había un punto débil para la Argentina de aquellos años que será astutamente aprovechado por las potencias invasoras: nuestra guerra civil entre unitarios y federales que había provocado el exilio de muchos de los primeros en Montevideo, desde donde prestarían su ayuda a los enemigos externos del país.

Raúl Roux
Francia usó como excusa el reclamo al gobierno presidido por Juan Manuel de Rosas de que a sus ciudadanos se les diera el mismo trato privilegiado que ya tenían los residentes británicos en nuestro país (concesión que venía de tiempos de Bernardino Rivadavia). Por su parte Inglaterra reclamaba que los ríos internos en territorio argentino fuesen de libre navegación internacional, es decir, que naves de bandera británica circularan por ellos sin necesidad de autorización del gobierno argentino.

Años antes habíamos mantenido un conflicto militar similar con Francia, entre 1838 y 1840, que se concluyó con la firma del Tratado Arana-Mackau. Al respecto señala Edmundo Heredia (en Un conflicto regional e internacional en el Plata. La vuelta de Obligado) que “la prepotencia francesa desnudó su imperialismo al mezclar sus pretensiones comerciales con su apoyo a los unitarios proscriptos, entrometiéndose así en una cuestión interna de los rioplatenses. Las concretas intervenciones de fuerzas navales francesas acompañadas de declaraciones y otras actitudes nada amistosas del gobierno de Francia, eran una demostración ostensible de su decisión de mantener siempre una presencia activa en el continente”.

La negativa argentina, expresada en un incesante intercambio de notas diplomáticas entre nuestro canciller, Felipe Arana, y los funcionarios europeos, se mantuvo incólume, lo que derivó en el inicio de hostilidades. La resistencia militar argentina en la Vuelta de Obligado fue saludada por los pueblos americanos que la reivindicaron al nivel de una segunda guerra por nuestra independencia. Resultó que nuevamente ingleses y franceses deberían lidiar con uno de los pocos pueblos del planeta dispuesto a hacerles frente.

Dice Vicente Sierra en su Historia de la Argentina que “ya en enero de 1846 en el Parlamento inglés se hizo escuchar la voz de la oposición liberal ante un desarrollo de los hechos del Plata que no se ajustaba a lo que la mayoría había supuesto.” (tomo IX, pág. 275). Y agrega respecto de las bases para una salida negociada a la crisis, propuesta formulada por Rosas a través del representante argentino en Londres, Manuel Moreno, que “Lord Aberdeen dijo ante la Cámara de los Lores, el 19 de febrero de 1846, que si bien se trataba de proposiciones inadmisibles, ‘podían muy prontamente conducir a un arreglo amistoso de toda la cuestión.”

El 23 de marzo de 1846 Lord Peel fue interpelado en el parlamento, sitio en el que tuvo que responder las preguntas del vocero de la oposición, Lord Aberdeen (tiempo después pasará de la oposición al gobierno). A las preguntas relacionadas con el estado de la cuestión del Plata, a saber: si existía un estado de guerra entre Gran Bretaña y la Confederación Argentina, y fundamentalmente, sobre las perspectivas que razonablemente tendría el asunto, Peel respondió diciendo: “¿Estamos en guerra con Buenos Aires? No ha habido declaración de guerra. Hay un bloqueo de ciertos puertos del Río de la Plata pertenecientes a Buenos Aires; pero no entiendo que el establecimiento de un bloqueo importe necesariamente un estado de guerra. La segunda pregunta del noble Lord es si las operaciones de carácter más hostil en las márgenes del río Paraná tenían la sanción previa del Gobierno. Dije ya que no había dado instrucciones ningunas al representante del gobierno o al comandante de las fuerzas navales además de las que fueron comunicadas a la Cámara, y aunque parezca singular hasta hoy no se ha recibido aún una explicación amplia o satisfactoria de los motivos que hubo para la expedición del Paraná…”(citado por Vicente Sierra en Historia de la Argentina).

Sostiene Heredia que “las razones por las cuales, entre otras alternativas, la flota conjunta decidió forzar el paso fluvial en lugar de atacar un puerto o llevar a cabo alguna otra medida de fuerza, o hasta declarar la guerra, son por ahora objeto de conjeturas. Resulta extraña la pretensión de colocar mercaderías contenidas en casi una centena de barcos, en un mercado incierto y de escasa población; es poco creíble que comerciantes y fuerzas armadas creyeran realizar un buen negocio, en términos estrictamente comerciales. La hipótesis que parece más plausible, que puede inferirse por los hechos ocurridos, es que la opción procuraba movilizar en contra de Rosas a las provincias situadas al Norte (Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes) y al Paraguay; es decir, producir un hecho detonante que provocara una reacción generalizada contra Rosas.”

En efecto, varios documentos y testimonios de la época dan cuenta del interés por parte del Brasil de sacar ventajas de la intervención europea en perjuicio de la Argentina, procurando su debilitamiento en combinación con el Paraguay. Llegó a manejarse la posibilidad de crear una artificial República de la Mesopotamia, es decir, el desmembramiento del territorio argentino.

Las tensiones parlamentarias en Francia estaban a la orden del día a raíz de los sucesos en Sudamérica. François Guizot era el ministro de relaciones exteriores francés y será poco tiempo después primer ministro coincidiendo con el reinado de Luis Felipe. Al comparecer a la Asamblea Nacional fue duramente interpelado por un viejo adversario, Adolfo Thiers, en línea similar a la de los parlamentarios ingleses.

Al respecto expresa Sierra que “Guizot no podía defenderse muy eficazmente, pues su política rioplatense distaba de ser coherente, revelaba contradicciones, de manera que se limitó a exponer que no se podía aún hablar de que la intervención hubiera fracasado. La verdad era, en cambio, que ni Guizot ni Aberdeen lograban explicarse cómo no habían triunfado.”

Constituye un lugar común en ciertos sectores de nuestra historiografía, guiados más por prejuicios que por rigor y exhaustividad histórica, considerar a la actitud argentina de resistir las demandas extranjeras como un capricho de Rosas. Además de omitir decir que ese conflicto culminó con una victoria diplomática de nuestro país, olvidan que al tiempo que fue una guerra internacional, también lo fue regional, en la que por una suma de intereses y circunstancias se jugaba nuestro destino: o salvaguardar nuestra integridad y dignidad, o atomizarnos en un mosaico de pequeños estados irrelevantes en el tablero internacional.

martes, 14 de noviembre de 2023

Los libres del Sur - Batalla de Chascomús

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

254

  En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.

Durante los meses de octubre y noviembre de 1989 y con motivo de cumplirse el 150° aniversario de la revolución o levantamiento de los llamados "Libres del Sur", fueron publicados en el diario La Prensa, artículos alusivos al tema, con la visión de la Historia Oficial.
El 30 de julio, se publicó siguiente artículo en el Suplemento Cultural del mencionado matutino.


Dolores y Chascomús, los libres del sur, de 1839
por Rolando Dorcas Berro (h)

Batalla de Chascomús, los hacendados del sur
Batalla de Chascomús


Hace exactamente ciento cincuenta años, Dolores y Chascomús, dos pueblos cercanos de similar características, nacidos ambos como avanzadas de la civilización en el desierto, protagonizaron la Revolución del Sur, gesta heroica que Esteban Echeverría calificó, en 1849, como el acontecimiento más notable de la historia argentina después de la Revolución de Mayo.

Recordemos, brevemente, aquellos hechos. A fines de 1839 el comandante Rico se incorporó a los complotados con Jo cual se ganaba a uno de los principales actores del movimiento.

El grito de rebelión estaba acordado para el 6 de noviembre, pero, un acontecimiento, sl se quiere insignificante, precipitó el estallido. Un vecino del pueblo de Dolores, un tal Cuello, encontró en la calle un anónimo harto comprometedor y se lo llevó al juez de paz. Este, preocupado, le envió una copia del mismo a Rosas que le contestó así: "Que esta clase de anónimos son obra de la miserable importancia de los salvajes unitarios y que toda vez que aparezca alguno, se fije usted en cuatro unitarios de los más señalados y mentados por tales en el partido, los haga prender, les remache una barra de grillos a cada uno y los remita a la cárcel pública de esta ciudad con orden al conductor de fusilarlos en el camino si dieran trabajo y dar cuenta. Y, por último, que luego de recibir la presente mande los cuatro que correspondan al anónimo comunicado”.

Temeroso el juez Sánchez se apresuró a pedirle a Rosas que designe a los cuatro y, por consiguiente, en esos días se empezó a rumorear en la población los nombres de ellos.

Un comunicado análogo le había llegado al juez de paz de Lobería, don José Otamendi con la nómina de los que tenía que engrillar, que eran: su hermano Fernando, Pedro Castelli, su íntimo amigo, Juan Ramón Ezeiza y el comandante Lacasa. El juez comunicó la noticia a su hermano Fernando, éste avisó a Lacasa quien a su vez se puso en comunicación con Castelli y éste urgió a Rico que se hallaba en los Montes Grandes para que regrese a Dolores. Rico, a su vez, había tenido noticias de que iban a ser detenidos otros amigos de modo que precipitó los acontecimientos. En las primeras horas de la mañana del 29 de octubre se empezó a escuchar el redoble acompasado del tambor batiendo generala por las calles solitarias de Dolores y, rápidamente, se comenzó a llenar la plaza de gente. Entonces el comandante Rico, cubierto aún con el polvo del camino -como dice Carrranza-  y seguido por los capitanes Zacarías, Márquez y Crispín Peralta, penetró en el cuadro a caballo y desmontándose, comenzó a hablar así

"Compañeros: Nos hemos reunido aquí con el objeto de elegir para el partido de Dolores un nuevo comandante militar y otro juez de paz que respondan y apoyen el levantamiento dela campaña del Sur contra el gobernador D. Juan Manuel de Rosas…”

Luego de firmada el acta, el ciudadano Severo Pizarro fue con cuatro hombres a buscar el retrato de Rosas que ocupaba en el juzgado de paz un lugar de honor, así nos lo relata Ángel J. Carranza en su libro "La Revolución del Sur”. Llevado el retrato delante de Rico, dijo éste:

“Compañeros, hermanos: Por quién llevamos este velillo de luto en el sombrero y arrancándose también la divisa agregó: Y qué significa esta marca ignominiosa sobre el corazón? Pues arrojemos al suelo con desprecio el primero, clavando en él con nuestros puñales la segunda para vengarnos de tantos ultrajes…” y en acto, dice un testigo, la plaza quedó coloreando de cintas y sembrada de trapos negros.

Esa misma noche, no encontrándose tela celeste para embanderar el pueblo un grupo de mujeres tiñó varias piezas de bramante, de modo que, a las pocas horas quinientas banderas flotaban al viento.

El grito de Dolores repercutió de inmediato en Chascomús y el 2 de noviembre el comandante José Mendiola en medio de la plaza y entre repiques de campanas aclamaba a los revolucionarios de Dolores con la consecuente destrucción de bustos de yeso. El 3 la vanguardia de las tropas revolucionarias entró en la ciudad y en tanto que Dolores bullía de espirito belicoso, Castelli escribía al General Eustaquio Díaz Vélez, guerrero de la Independencia, a su estancia en la comarca, ofreciéndole la jefatura de todo el movimiento. Se enviaron tropas para sublevar Tandil y al mismo tiempo se comunicaban con la escuadra francesa bloqueadora para ponerse en contacto con Montevideo.

Pedro Castelli, sargento mayor, fue designado jefe del movimiento por el prestigio de su apellido pues era hijo de Juan José Castelli, miembro de la Junta de Mayo. Dicen que cuando Martínez Castro y Ramos Mejía, en nombre de Lavalle y de Maza le ofrecieron la jefatura del movimiento, declaró “que preferiría ir como simple soldado ya que se empeñaban en hacerlo degollar”.

Mientras en Chascomús se reclamaba la presencia de Castelli, desde Azul y Tapalqué venían avanzando las fuerzas del gobierno al mando de Prudencio Rosas. El 5 llegó Castelli a Chascomús y junto con Crámer y Márquez recorrieron el campamento revolucionario. Castelli lanzó una proclama a la población y luego doña Carmen Machado de Deheza repartió escarapeles de mostacillas azul y blanco a los oficiales y de cintas a los soldados. Por la noche se celebró un gran baile en honor de las ropas que venían de Dolores. Era Ja noche del 6 de noviembre. Las informaciones decían que Rosas y Granada venían llegando y que desde Monte avanzaba el famoso coronel Vicente González su Majestad Caranchísima.

En poco más de tres horas se decidió la batalla que sirvió para consolidar el poder de Rosas. Muchos quedaron en el campo de lucha, muchos fueron prisioneros. Rico se retiró a Dolores y desde allí al Tuyú en donde se embarcó con cerca de mil hombres para Montevideo.

En la tarde de ese tormentoso día 7, Castelli regresaba solitario y deprimido hacia Dolores y con su asistente el negro Gabino optó por continuar solo hacia los Montes  Grandes de Monsalvo y allí se refugió. Al pasar por dichos montes la vanguardia de Prudencio Rosas, que iba con el mismo rumbo, uno de los soldados de la partida sorprendió al asistente que aterrorizado dio a conocer el refugio de su amo. Castelli fue atacado de Improviso, mientras grababa su nombre en un tala; cayó derribado de un feroz  hachazo en la cara y enseguida lo degolló el soldado Durán“.

En la mañana  del 17  de  noviembre los vecinos de Dolores se sintieron horrorizados pues una partida entraba al pueblo, al frente de la cual un jinete traía colgada al pecho de su caballo una cabeza humana, era la de Pedro Castelli, que, totalmente desfigurada fue colgada en un madero que se colocó en la plaza donde ahora se levanta la pirámide. Para escarnio y terror de la población estuvo siete años colocada allí.

Refiere Juan B. Selva, en su libro “El Grito de Dolores”, que una mañana lluviosa y destemplada de julio de 1847, una mulata correntina conocida como Mama Pancha y otra amiga atravesaban la plaza en dirección a su casa. Al llegar al poste, Mama Pancha levantó los ojos, quizá para dirigirle una plegaria al muerto, y con sorpresa vio que la cabeza había desaparecido. Su compañera la sacó de dudas pues la hacía rodar de un puntapié. Mama Pancha sólo pensó en rescatarla. Cuándo llegó su hijo José, cabo del 5 de Cívicos, al notarla tan preocupada le inquirió la causa y la madre le propuso que fuera a la plaza para traer el fúnebre despojo. Algo similar había hecho Fortunato García con la cabeza de Avellaneda. Madre e hijo comprendian que se exponían a ser fusilados, no obstánte, José la trajo esa noche, oculta en su pesado poncho pampa. La madre, ansiosa, lo recibió con un grito de júbilo. Nada nos ocurrirá, dijo, rasgando el cotín del colchón, escondiendo la cabeza entre la lana. Mama Pancha solía sacarla, la colocaba sobre un cajón, le encendía velas y le rezaba oraciones. Así la tuvo oculta hasta la caída de Rosas.

 Muchos poetas han cantado esta épica acción: Echeverría en la “Insurrección del Sur”, Mitre en varios poemas, Melgar en “El Grito de Dolores”, Egozcue en “La cabeza de Castelli”, Cotta en “La Jornada heroica”, Navarro  Puentes en su “Canto épico a la batalla de Chascomús”, mi progenitor en sus “Décimas”

Dolores y Chascomús son hoy ciudades cultas e importantes en la provincia de Buenas Aires, pero la santidad y el heroísmo, están por encima de todas las grandezas materiales y para siempre su mayor título de gloria habrá sido esta acción casi legendaria.


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sábado, 11 de noviembre de 2023

Revolución de los Libres del Sur - Isidoro Ruíz Moreno

 

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

253

  En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

Durante los meses de octubre y noviembre de 1989 y con motivo de cumplirse el 150° aniversario de la revolución o levantamiento de los llamados "Libres del Sur", fueron publicados en el diario La Prensa, artículos alusivos al tema, de autoría de autores seguidores de la línea de la Historia Oficial; el que sigue se publicó el 31 de octubre.

Los Libres del Sur
por Isidoro Ruiz Moreno

Levantamientos contra el gobierno de Rosas
Los iniciadores del levantamiento de los hacendados del sur

No siempre la admiración de la posteridad se detiene en hechos victoriosos. A veces, como en el  presente episodio histórico, la atención va dedicada a exaltar gestas que, no obstante su fracaso, salvan la dignidad de un pueblo. Al cumplirse el 150° aniversario del alzamiento porteño de 1839 contra un sistema degradante y regresivo rememoraremos sus alternativas como homenaje a la protesta viril ante ese estado de cosas.

Cuatro años hacía que asumiera el mando provincial don Juan M. de Rosas. Investido por la Legislatura con la “suma del Poder Público”, su autoridad omnímoda se había hecho sentir de inmediato para eliminar a sus opositores, a los enemigos de la Federación y a quienes calificaba de  traidores a la misma. Listas de cesantías de todo tipo de funcionarios, sin exceptuar a clérigos o profesores universitarios, pasando por la baja de militares, llenaron páginas del Registro Oficial; paralelamente se fulminaba con amenazas tremendas a quienes osaran manifestarse contra el régimen imperante, denostados con dicterios aterradores.

Se había trocado libertad por orden, y éste se hizo sentir pesadamente. Una severa fiscalización que no perdonó siquiera modas, impuso todo tipo de control, hasta llegar incluso a prohibir el acceso a las Iglesias a quienes no portaban la divisa partidista.

Lo descripto —y mucho más que no permite referir el espacio— podía perpetuarse merced a la ausencia de una Constitución. Nada bastaba que el propio Pacto Federal de 1831 impusiera la obligación de convocar al Congreso, ni que el mismo Rosas lo hubiera ratificado, como tampoco que reinase formalmente la “paz y tranquilidad” fijadas como presupuesto para dicha convocatoria.

La uniformidad cromática era reflejo de la igualdad de conductas, y la pasividad vino a ser la característica del pueblo porteño, otrora levantisco y altivo, que había rechazado a los ingleses y expulsado a los españoles.

En 1838 este panorama sombrío vino a complicarse cuando un conflicto con el Reino de Francia derivó en el establecimiento de bloqueo primero, y de hostilidades después. Motivaba el entredicho la negativa de las autoridades de la provincia a someter a proceso a ciertos franceses detenidos, y a licenciar a otros que prestaban servicio militar. Presentado por el gobernador Rosas como un ataque a la propia independencia nacional con propósito de colonización, esta interpretación pronto fue refutada por el gobernador López de Santa Fe, que la redujo a los límites de Buenos Aires por procederes de sus funcionarios. De su parte, Francia negó todo intento de conquista.

La sorda protesta culminaría en 1839, no ya encarnada en opositores emigrados, sino por los hasta entonces sostenedores de la situación. La crítica dio paso a la conspiración.

Numerosos hombres vinculados al circulo dominante se propusieron lograr la renuncia de Rosas, encabezándolos el comandante Ramón Maza en la capital de la provincia, con ramificaciones en su campaña. Todos, por cierto, militaban dentro del partido Federal.

Los más prestigiosos hacendados del sur de Buenos Aires, hombres de alma templada y espíritu valeroso, sin agitaciones partidistas sino cansados de todo tipo de imposición oficial, resolvieron secundar aquellos esfuerzos. Se preveía el apoyo del general Lavalle, quien al frente de una Legión Libertadora vendría desde Montevideo para derribar la tiranía uniendo en la empresa común a los antiguos bandos adversarios. Tres jóvenes decididos actuaban como enlaces entre la capital, la campaña y el cuartel de la Legión, instalado en Martín García: Marcelino Martínez Castro, Félix Frías e Isaías de Elía. Estaba previsto que Lavalle conduciría el armamento preciso hasta la costa bonaerense, en cercanías de la actual Mar del Plata, donde poseía una pequeña estancia el jefe de los complotados del sur; que era el antiguo mayor de caballería Pedro Castelli, ex oficial de Granaderos como aquél, e hijo del prócer del año 10.

Al lado de éste anudaban adhesiones sus amigos Martín Campos, Francisco Matías Ramos Mejía; Martín de la Serna, José Otamendi, José Ferrari y varios jóvenes más. Carreras de caballos y yerra servían de ocasión para unir voluntades, y el círculo creció: Anselmo Sáenz Valiente, Martín de Alzaga. Leonardo Gándara, Domingo Lastra, Juan Ramón Ezeiza, Francisco Bernabé Madero y otros hacendados de fortuna, enviaron dinero a Montevideo para adquirir los fusiles, sables y lanzas que les faltaban. Cabe apuntar otros nombres de quienes se movilizaban con entusiasmo; el veterano coronel de la Independencia Ambrosio Crámer, Pedro Lacasa, José María Guerra; José Iraola, José María Pizarro, Pascual Calvento, Miguens, Agustín Acosta, Tiburcio Lens, Miguel Miller, Antonio Pillado, Juan Antonio Fernández  Suárez, Ildefonso Torres, Rufino Fornaguera, Saturnino Lara, Manuel Silva, Juan Dillon, Francisco Mujica y multitud más que resulta imposible mencionar.

En el mes de junio la conspiración del teniente coronel Maza en la capital fue descubierta, y ejecutado su jefe y detenidos muchos implicados. Empero, contra lo que podía esperarse, el movimiento de la campaña no se detuvo pese al grave contraste, sin cundir el desaliento. Rosas sintió la agitación, y en septiembre ordenaría que los vecinos de la costa del Tuyu internasen sus caballadas a 20 leguas, para privar de elementos de movilidad a los legionarios del general Lavalle si desembarcaban allí.

Pero el esperado adalid había alterado sus planes: noticiado que el Ejército Entrerriano cruzaba el río Uruguay para atacar a su aliado el presidente Rivera en el estado oriental, tomó la funesta decisión de invadir Entre Ríos para aliviarlo en vez de dirigirse al sur...“A mí me es indiferente empezar por una o por otra parte, pero no al pueblo oriental invadido —escribió Lavalle a Andrés Lámas—. Yo tengo, que obedecer a su interés, que es el de todos: en Buenos Aires se van a desesperar, pero así lo exige el bien público”.

Esta alteración tan importante no detuvo tampoco a los complotados, quienes contaban con lograr la defección del coronel Granada, jefe de valor y prestigio, a fin de sumarlo a sus filas, tal como se había adherido el comandante Manuel Rico, segundo jefe del Regimiento 5 de Milicias y antiguo juez de paz de Dolores.

El pronunciamiento estaba previsto para el 6 de noviembre. Unos 3.000 hombres sólo esperaban el armamento necesario; ya estaba impresa la Proclama suscripta por Castelli, quien se denominaba en ella: “el jefe de los patriotas armados en la campaña del sur contra el tirano Rosas”.

Un raro ejemplar de la misma, propiedad del historiador Juan Isidro Quesada, informaba sobre los agravios que los movían: “Un error funesto nos hizo elevar al mando supremo a un malvado indigno de gobernarnos, y aún de vivir entre nosotros. Juan Manuel Rosas ha quebrantado todas las promesas, todos los juramentos que hizo cuando le confiamos el gobierno. Nos prometió restablecer la tranquilidad  pública y no ha hecho más que fomentar odios, partidos y desuniones. Nos ofreció dar paz a la República, y la comprometió injustamente en guerras con Estados vecinos y con naciones amigas. Juró proteger nuestras vidas, nuestros derechos, y se ha ocupado diez años consecutivos en encarcelar, fusilar y degollar a nuestros compatriotas. Nos ha hecho quemarle inciensos, darle nuestras fortunas, vestir trajes y divisas ridículas e insultantes, arrastrar su coche, adorar su retrato en los templos mismos”. Concluía el documento: “Os hablan hombres que conocéis, propietarios, hacendados, que os ofrecen garantías de sus intenciones: no tenemos aspiración ninguna no queremos partidos, no los quiere tampoco el patriota general Lavalle ni los valientes que le acompañan, queremos sólo paz para la República, unión de hermanos entre todos los argentinos, un gobierno regular y justo, elegido libremente por el voto de los pueblos”.

La delación de un vecino de Dolores precipitó el estallido. El comandante Rico dio la señal de insurrección en la plaza de Dolores en la mañana del martes 29 de octubre, quitándose la concurrencia las divisas coloradas con que sembraron el suelo; esa noche un grupo de entusiastas damas tiñeron con añil varias piezas de bramante —porque se carecía de tela celeste, color proscripto oficialmente por “unitario"— y confeccionaron banderas argentinas para engalanar al pueblo. Cuatro días después se levantaba en Chascomús el comandante José Mendiola,

Mas una semana después, todo estaba concluido; sorprendidos los elementos heterogéneos de los “Libres del Sur” al borde de la laguna de Chascomús, por una división mandada por el general Prudencio O. de Rozas, hermano del mandatario, en cuyas filas formaba —para confusión y terror de aquéllos— el coronel Granada con cuyo apoyo se especulaba, la derrota y la muerte fueron la consecuencia inevitable de la confusión, y la falta de armamento y disciplina. Apenas pudo salvar Rico unos 1.400 hombres que luego engrosaron la hueste de Lavalle.

Tremendo fue el escarmiento, y nada mejor que trascribir un parte del jefe vencedor: “El principal cabecilla motinero, salvaje unitario Pedro Castelli, había sido encontrado en una isleta de monte, y  habiéndose resistido a entregarse, fue necesario matarle y cortarle la cabeza, la que reconocida por mí, la remitió el general que firma a Dolores, para que el comandante de este pueblo la coloque en un palo en medio de la plaza, lugar donde estalló el motín, para escarmiento de esos malvados salvajes unitarios”. Los que salvaron de la persecución, sufrieron la confiscación de sus propiedades, repartidas entre los triunfadores.

Pero quien mejor juzgó el hecho que evocamos, midiéndolo con cabal conocimiento y criterio, fue el general José María Paz, a la sazón residente en Buenos Aires, donde tenía la ciudad por cárcel. Sabiéndose de la severidad de sus costumbres y lo parco que era en elogios, llama la atención las vibrantes frases que le dedicó en sus “Memorias”: “Creo que el movimiento del sur de Buenos Aires es uno de los episodios más brillantes de esta época: el fue tan espontáneo como general, tan desinteresado como simultáneo; casi no tuvieron parte en él los cuerpos militares, y fue todo obra del paisanaje, incluso los ricos propietarios de aquella campaña. Es seguro que ningún otro suceso ha sorprendido tanto a Rosas, y a fe que tenía razón para ello: el sur era su comarca predilecta, en la que se freía que conservaba más influencia; había sido en una palabra la cuna de su poder. Fue para él un desengaño, una sorpresa, un desencanto: puede creerse sin miedo de equivocarse que han sido los días más aciagos de su carrera”.

Episodios como el reseñado son los que prepararon el ambiente para la reacción final. Sin ellos, que sedimentaron la resistencia a lo largo del tiempo, el espíritu público habría languidecido para siempre, privando al país de su regeneración. Tal es la enseñanza que se desprende de su análisis, y por eso sus autores y actores son dignos de nuestro reconocimiento en este aniversario de su empresa.


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Revolución de los Libres del Sur - General Tomás de Iriarte - Comisión Argentina de Montevideo

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

252

  En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.

Durante los meses de octubre y noviembre de 1989 y con motivo de cumplirse el 150° aniversario de la revolución o levantamiento de los llamados "Libres del Sur", fueron publicados en el diario La Prensa, artículos alusivos al tema, de autoría de personas que seguían la línea de la Historia Oficial.
El 16 de noviembre, se publicó siguiente artículo de interesante apreciación sobre la Comisión Argentina de Montevideo.


Iriarte y los Libres del Sur
por Alberto Allende Iriarte

General Iriarte
General Tomás de Iriarte



Sin lugar a dudas son Ángel Carranza en 1880 y Juan B. Selva, más tarde, los mayores investigadores de la romántica Revolución de los Libres del Sur. Sin embargo, en sus magníficas obras que tratan exhaustivamente dichos acontecimientos, la figura del brigadier general Tomás de Iriarte aparece fugazmente.
Las memorias del general Iriarte que constan de 10.000 páginas manuscritas, fueron publicadas a partir de 1945 en 12 voluminosos tomos, con estudio preliminar del académico Enrique de Gandía.  Carranza y Selva no tuvieron en sus manos el relato de Iriarte que hubiese dado respuesta a muchos de los interrogantes que consignan en sus libros. ¿Qué sucedía con esa “Comisión Argentina”, controvertida y vacilante? ¿Qué motivaba las cambiantes decisiones del general Lavalle?  ¿Por qué se retardó la invasión a Buenos Aires, qué abortara la conspiración de Maza? Todas estas preguntas están contestadas en las maravillosas páginas del memorialista que explican la vida, las divisiones, las ideas, las ambiciones, las ilusiones y las debilidades de los inmigrados de Montevideo. En 1838 la primera inmigración formada por los unitarios de Rivadavia y los que acompañaron a Lavalle en su revolución de 1828 estaba dividida. Por un lado los que no concebían la ayuda francesa para derrocar a Rosas y por otro los que consideraban que ésta potencia no tenía pretensiones sobre nuestro país, sino que sólo quería ayudar a derrocar un régimen despótico que había perseguido a sus súbditos. De la primera opinión participaban entre otros el General Lavalle, Varela, Agüero, Alsina y Gallardo. Opinaban en forma contraria, inducidos por Rivadavia que escribía febrilmente desde el Brasil, el canónigo Gomes y el doctor Zavaleta. Los antiguos unitarios, “Los Ancianos” dice Alberdi, recelaban de los “Lomos Negros”, como Iriarte, que junto a Olazábal, Martínez, Balcarce y otros formaban la segunda inmigración de federales constitucionalistas. En Montevideo, Rivera se propuso organizar la inmigración y al efecto promovió la instalación de una "Comisión Argentina”, con la que debían entenderse y ante quien debían subordinarse los Inmigrados. Quedó constituida bajo la presidencia del general Martín Rodríguez, y estaba integrada por Florencio Varela como secretarlo y como vocales Valentín Alsina, Salvador María del Carril, general Félix de Olazábal y el General Tomás de Iriarte. A medida que llegaron por sus destierros se incorporaron. Agüero, Ocampo, Gallardo, Costa y Agrelo. Desde las primeras reuniones de la comisión se manifestó el espíritu antagónico entre la primera y segunda inmigración. Los unitarios y los federales liberales (Lomos negros). Según Iriarte, “... vivían hacía cerca de cuatro años y no tenían inmediato contacto, existía entre ellos una especie de interdicción”. La comisión estaba integrada en su mayoría por unitarios, solamente había dos liberales: Iriarte y Olazábal. La inmigración de Buenos Aires aumentaba día a día y se componía en especial de hombres jóvenes y muchos estudiantes de Derecho que estaban imbuidos de las  nuevas ideas que habían convulsionado al régimen imperante. Los nuevos emigrados se denominaron "La nueva generación”, pretendía constituir el país y hacerlo marchar bajo su dirección por la senda del progreso social. Esta tercera inmigración que tenía por principales representantes, entre otros, a Alberdi, Echeverría, Gutiérrez, Mitre y Rivera Indarte, surgió de las ideas románticas  que llegaron de Francia con le revolución de Julio de 1830, que llevó al trono a Luis Felipe de Orleáns: Este movimiento producido por la burguesa de Francia es producto de la prédica de republicanos y liberales. Sus doctrinas llevaron a Diego de Alcorta, desde la cátedra, a enseñar un nuevo lenguaje intelectual y político que llevó a sus discípulos a pasar de una postura literaria a una decidida acción política. De sus primeras reuniones en lo de Miguel Cané, de las  realizadas en el “Salón Literario” en la librería de Marcos Sastre, pasaron a actuar secretamente en Ja Asociación de Mayo, para luego tener que emigrar por la persecución de Rosas. Es indudable que la "Nueva Generación” fue la que logró que los unitarios y el mismo Lavalle aceptaran la ayuda de la Flota Francesa y de Rivera en la empresa de derrocar al tirano. Lavalle, distanciado de Rivera desde la batalla del Palmar, a instancia de los inmigrados y muy especialmente de Iriarte, escribió al caudillo oriental, logrando su apoyo y se convirtió finalmente en el jefe del movimiento. Estas desinteligencias habían hecho perder un tiempo precioso a la revolución y dio por resultado desarticular las operaciones combinadas con el coronel Maza en  Buenos Aires y con los hacendados del sur de la campaña. La actividad de Iriarte  dentro de la Comisión Argentina, su trabajo con Alberdi en los proyectos bélicos y políticos que se resumieron en el memorial citado y su lucha denodada para unir a las tres inmigraciones, tenía un solo objetivo, lograr que la legión argentina invadiera Buenos Aires por el sur cuanto  antes para concretar el plan concebido. Muchos hacendados, federales distinguidos, ponían objeciones a la figura de Lavalle como jefe de la expedición y requerían al general Martín Rodríguez u otro jefe de mérito para encabezarla. La edad y el estado de salud del general Rodríguez impedían que accediera a lo solicitado y en consecuencia quedaban los generales Olazábal e Iriarte como líderes naturales con antecedentes reconocidos para satisfacer tales requerimientos. El bloqueo final que privaba al Fisco de las entradas aduaneras y la guerra que mantenía la Confederación con Bolivia, habían resentido el erario dejando al gobierno en estado de total insolvencia. Fue así que Rosas expidió un decreto en 1838 que duplicaba el canon enfitéutico y estableció una amplia zona dentro de la provincia en la cual no se renovarían los contratos enfitéuticos cuyos terrenos serían vendidos. Quienes atacan la gesta de los Libres del Sur, invocan estas razones como las causas que indujeron a los hacendados en su pronunciamiento, olvidando que la mayor parte de los sublevados eran propietarios de sus estancias. Asimismo los sublevados del sur se habían incorporado al “Club de los Cinco” liderado por Tejedor y en consecuencia Ramón Maza, Pedro Castelli, Marcelino Martínez Castro, los hermanos Ramos Mejía, Francisco Madero y Manuel Belgrano y otros se habían imbuido de las ideas de libertad que allí se debatían. Por entonces estallaban movimientos contra Rosas en los cuatro puntos cardinales del país y los inmigrados en la Banda Oriental se preparaban para invadirlo. Félix Frías seguía comunicándose con los conjurados y prometiendo la ayuda de Lavalle. Descubierta la conspiración de Maza, por la tardanza de Lavalle, ésta terminó con su fusilamiento y el asesinato de su padre Manuel Vicente en su despacho. Al fracasar la revolución en la ciudad, los hacendados, privados de su jefe militar, quedaron librados a sus propios y desorganizados recursos, sólo les quedaba la esperanza del desembarco de Lavalle en las playas de Buenos Aires. Los de conjurados del sur lo instaban a que lo hiciera en sus costas, Ferré preocupado por su situación le pedía invadir Entre Ríos. Finalmente, Lavalle, ante la invasión de Echagüe, varió su plan y se dirigió a Entre Ríos desde Martín García, desembarcando el 5 de septiembre en el puerto de Landa. No obstante sus reiterados pedidos a Lavalle en Martín García, Iriarte, presumiblemente por la oposición de los “Ancianos Ilustrados”, no pudo incorporarse a la legión.   El mismo día que embarcó Lavalle comisionó al general don Tomás de Iriarte, para que se entrevistara con Rivera a efectos de combinar un plan militar entre los ejércitos argentino y uruguayo. Rico el 28 de octubre de 1839 dio el Grito de Dolores y puso en marcha la romántica epopeya de los Libres del Sur. La costa cayó en poder de los sublevados, lo que les permitió luego una retirada que evitó un desastre mayor. Prácticamente no era más que una masa humana sin jefes y sin soldados y para colmo sin armas. Estas habían sido pedidas a la “Comisión Argentina” en Montevideo y llegaron después del desastre. Frente a estos grupos que sólo podían oponer su valor, avanzaron las huestes de Prudencio Rosas bien equipadas e igualmente disciplinadas. El 7 de noviembre de1839 se encontraron las fuerzas enemigas en Chascomús  donde después de un combate reñido, que duró “tres horas, quedó sellada la suerte de la revolución. Ese mismo día llegó a Montevideo por vía de la escuadra francesa la noticia del levantamiento de la campaña del sur de Buenos. Aires, irónicamente  cuando ya estaba definido el destino de los insurrectos. Iriarte, como representante de Lavalle, resuelve embarcarse hacia el lugar de las operaciones y se le presentan jefes y oficiales que resuelven acompañarlo. En nombre de la “Comisión Argentina” entrega a los enviados de los insurgentes, mil sables, mil tercerolas y municiones. Montevideo vive jornadas de júbilo y las campanas de las iglesias no cesan de repicar, la música cruzaba por las calles de la ciudad hasta después de la medianoche. El día 14 de noviembre llegó a Montevideo la noticia funesta del desastre de Chascomús y la crónica real de los sucesos. No obstante la certeza de la derrota, Iriarte con su secretario Pascual Videla y su comitiva partió el mismo día al ponerse el sol, en la balandra “L'Actif”, llegando el día 15 de mañana a la boca del Salado. Iriarte se reunió con Rico en el bergantín en que éste estaba embarcado. Lo acompañaban Miguel Irigoyen y Miguel Sánchez, que habían llegado poco antes comisionados por los líderes de la primera inmigración. Estos habían ya convencido a Rico de unirse a Lavalle embarcándose a Montevideo y éste había soltado poco antes más de 4.000 de los mejores caballos del sur de la provincia. Este no había sido el plan original del jefe revolucionario. Luego de permanecer más de tres días inactivo en Dolores con 1.000 hombres, 300 lo abandonaron por no haber entrado en acción. Entonces recibió la comunicación del coronel Martín Campos que le anunciaba su llegadas al Ajó con 200 hombres. Rico arengó a sus tropas y prometió luchar hasta el fin, fue aclamado por el pueblo y marchó a unirse con Campos y con los efectivos y armas que venían desde Montevideo para batir la campaña y juntarse con los Libres que aún combatían. Rico le manifestó a Iriarte que estaba decidido a unirse a las fuerzas de Lavalle e Iriarte no insistió más, quedando convenido que el cambio de plan de Rico y la falta de una cabeza que diere dirección al conjunto fue la única causa de la derrota de los libres. Entre los900 hombres que acompañaban a Rico sólo treinta y tantos estuvieron en la acción de Chascomús. El plan del general Iriarte no pudo aplicarse debido a las luchas de predominio de las distintas facciones de los emigrados, que trataban separadamente de atribuirse el mérito de la caída de Rosas y, por ende, de lograr para ellos el acceso al poder. Lavalle animado de las mejores intenciones qué surgen de su proclama, no pudo sustraerse de los consejos de los “Ancianos Ilustrados”, a quien tanto oía y que en definitiva le hicieron cometer los errores que lo llevarían a su trágico fin y que demorarían más de una década el comienzo de la organización de la Nación.

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martes, 31 de octubre de 2023

Manuel Belgrano y la religión - Carta de Belgrano a San Martín

Carta de Belgrano a San Martín sobre la religión


Manuel Belgrano y la religión

Un consejo a San Martin. Inculcar la religión


Mi amigo: hablo a usted como tal, y según mis deseos de su acierto: no sé qué ha venido por aquí con la noticia de las reglas reservadas con que deben gobernarse los cuerpos, inculcando en la del duelo: me lo han preguntado varios vecinos, asombrados, y a todos he contestado que ignoro, y aun disuadiéndoles.

Son muy respetables las preocupaciones de los pueblos, y mucho más aquellas que se apoyan, por poco que sea, en cosa que huela a religión: creo muy bien que usted tendrá esto presente, y que arbitrará en medio de que no cunda esa disposición, y particularmente de que no llegue a noticia de los pueblos del interior.

La guerra, allí, no sólo la ha de hacer usted con las armas sino con la opinión, afianzándose siempre está en las virtudes morales, cristianas, y religiosas; pues los enemigos nos la han hecho llamándonos herejes, y sólo por este medio han atraído las genes bárbaras a las armas, manifestándoles que atacábamos la religión.

Acaso se reirá alguno de este mi pensamiento pero usted no deje llevarse de opiniones exóticas, ni de hombres que no conocen el país que pisan; además por ese medio conseguirá usted tener al ejército bien subordinado; pues él al fin se comprende de hombres educados en la Religión Católica que profesamos, y sus máximas no pueden ser más a propósito para el orden.

Estoy cierto de que los pueblos del Perú no tienen una sola virtud, y que la religión los reduce a exterioridades todas las clases, hablo en lo general: porque son tan celosos de éstas que no cabe más, y aseguro a usted que se vería en muchos trabajos si notasen lo más mínimo en el ejército de su mando que se opusiese a ella, y a las excomuniones de los Papas.

He dicho a usted lo bastante; quisiera hablar más pero temo quitar a usted su precioso tiempo, y mis males tampoco me dejan: añadiré únicamente que conserve la bandera que le dejé: que la enarbole cuando todo el ejército se forme; que no deje de implorar a Nuestra Señora de las Mercedes, nombrándola siempre nuestra generala, y no olvide los escapularios a la tropa: deje usted que se rían; los efectos le resarcirán a usted de la risa de los mentecatos que ven las cosas por encima.

Acuérdese usted que es un general Cristiano Apostólico y Romano; cele usted de que en nada ni aun en las conversaciones más triviales se le falte el respeto de cuanto diga a Nuestra Santa Religión, tenga presente no sólo a los generales del pueblo de Israel sino a los gentiles y al gran Julio César, que jamás dejó de invocar a los dioses inmortales, y por sus victorias en Roma se decretaban rogativas: se lo dice a usted su verdadero y fiel amigo.

Manuel Belgrano


Carta de Belgrano al General en Jefe del Ejército Auxiliar del Perú, Coronel José de San Martín; Santiago del Estero, 6 de abril de 1814.


domingo, 29 de octubre de 2023

Manuel Belgrano - Fragmento de la memoria sobre la batalla de Tucumán

 

MANUEL BELGRANO

Fragmento de la memoria sobre la batalla de Tucumán

Había pensado dejar para tiempos más tranquilos, escribir una memoria sobre la acción gloriosa del 24 de septiembre del año anterior; lo mismo que de las demás que he tenido, en mi expedición al Paraguay, con el objeto de instruir a los militares del modo más acertado, dándoles lecciones por medio de una manifestación de mis errores, de mis debilidades y de mis aciertos para que se aprovechasen en las circunstancias y lograsen evitarlos primeros, y aprovecharse de los últimos. Pero es tal el fuego que un díscolo, intrigante, y diré también cobarde atentado, introdujo en el ejército, sin efecto en este pueblo y en la capital: y su osadía para haberme presentado un papel que por sí mismo lo acusa, cuando trata de elogiarse y vestirse de plumas ajenas, que no me es dable desentenderme y me veo precisado en medio de mis graves ocupaciones a privarme de la tranquilidad y reposo tan necesario, para manifestar a clara luz la acción del predicho 24 y la parte que todos tuvieron en ella.

(…) Todos mis paisanos y muchos habitantes de la España saben que mi carrera fue la de los estudios, y que concluidos éstos debía Carlos IV que me nombrase secretario del Consulado de Buenos Aires en su creación; por consiguiente mi aplicación poca o mucha, nunca se dirigió a lo militar, y si en el 1796 el virrey Melo, me confirió el despacho de capitán de milicias urbanas de la misma capital, más bien lo recibí como para tener un vestido más que ponerme, que para tomar conocimientos en semejante carrera. Así es, que habiendo sido preciso hacer uso de las armas y figurar como capitán el año 1806, que invadieron los ingleses, no sólo ignoraba cómo se formaba una compañía en batalla, o en columna, pero ni sabía mandar echar armas al hombro, y tuve que ir a retaguardia de una de ellas, dependiente de la voz de un oficial subalterno, o tal vez de un cabo de escuadrón de aquella clase.

Cuando Buenos Aires se libertó, en el mismo año de 1806, de los expresados enemigos y regresé de la Banda Oriental a donde fui después que se creó el cuerpo de patricios, mis paisanos haciéndome un favor, que no merecía, me eligieron sargento mayor, y a fin de desempeñar aquella confianza, me puse a aprender el manejo de armas y tomar sucesivamente lecciones de milicia. He aquí el origen de mi carrera militar, que continué hasta la repulsa del ejército de Whitelocke, en el año 1807, en la que hice el papel de ayudante de campo del cuartel maestre, y me retiré del servicio de mi empleo, sin pensar en que había de llegar el caso de figurar en la milicia: por consiguiente, para nada ocupaba mi imaginación lo que pertenecía a esta carrera, si no era ponerme alguna vez el uniforme para hermanarme con mis paisanos.

(…) Se deja ver que mis conocimientos marciales eran ningunos, y que no podía yo entrar al rol de nuestros oficiales que desde sus tiernos años, se habían dedicado, aun cuando no fuese más que a aquella rutina que los constituía tales: pues que ciertamente, tampoco les enseñaban otra cosa, ni la Corte de España quería que supiesen más.

En este estado sucedió la revolución de 1810; mis paisanos me eligen para uno de los vocales de la Junta provisoria, y esta misma me envía al Paraguay de su representante, y general en jefe de una fuerza a que dio el nombre de ejército porque había sin duda en ella de toda arma, y no es el caso hablar ahora de ella, ni de sus operaciones de entonces. Pero ellas me atrajeron la envidia de mis cohermanos de armas y en particular el grado de brigadier, que me confirió la misma junta, haciendo más brecha en el tal don Juan Ramón Balcarce, que además, había sido el autor para que no fuese en mi auxilio el cuerpo de húsares de que era teniente coronel, intrigando y esforzándose con sus oficiales en una junta de guerra, hasta conseguir que cediesen a su opinión, exceptuándose solamente uno, que en su honor debo nombrar: don Blas José Pico (..)”.


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La revolución francesa y la religión católica - Mártires de la revolución francesa

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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  En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En el año 1989 y con motivo del bicentenario de la Revolución Francesa, el diario La Prensa, durante todo el año publicó periódicamente artículos referidos a ese tema. No tenemos la fecha exacta del artículo que a continuación ofrecemos, pero que con casi seguridad lo fue en agosto de dicho año.

La verdad y la historia

¿Los derechos del hombre y del ciudadano?
por Roberto Gorostiaga

 

Los mártires de la revolución francesa

Como dijo Rousseau, “para establecerse y subsistir el Estado revolucionario deberá destruir a la Iglesia y los cuerpos naturales de la sociedad”.

Así, la Asamblea Legislativa francesa dijo: “Los males que resultan de las corporaciones han sido expuestos. La tendencia natural que ellas tienen a crecer, la oposición constante de su interés con el interés general se han visto con toda claridad. Los proyectos de los enemigos de la revolución se fundan sobre los bienes del clero... devolvedlos a la Nación y ellos serán destruidos”. (Diario de decretos y debates -9 de abril de 1790- nr 238) Por eso el papa Pío VI enseñó:

“La Asamblea Nacional se ha abrogado la potestad eclesiástica, estableciendo tantas y tantas cosas contrarias no sólo a los dogmas sino también a la disciplina eclesiástica y obligando a todos los obispos y eclesiásticos con juramento a la observancia de su decreto. Más esto de ningún modo debe maravillar a aquellos que por la constitución misma de la Asamblea fácilmente comprenden que a ninguna otra cosa se encamina ni de ninguna otra cosa trata que de abolir la religión católica...” (Breve Quod Aliquantum, del 10 de febrero de 1791).

Veamos sólo algunos hechos de cómo procedió con la Iglesia la “gloriosa Revolución”, cuyo bicentenario acaba de celebrarse:

El 12 de noviembre de 1789 los bienes del clero son puestos a disposición de la Nación.

El 13 de febrero de 1790 se decreta la secularización de los religiosos, prohibiendo los votos de religión.

El 20 de marzo se decreta se hagan los inventarios de las iglesias y locales del clero. Desde la Revolución las iglesias católicas son del Estado, que —desde el Concordato de 1801 a que fue obligado por la resistencia vandeana— facilita su uso a la Iglesia.

La Asamblea Nacional francesa votó del 9 de abril al 12 de julio de 1790 “la Constitución civil del clero” que instaura una Iglesia nacional.

Allí Robespierre dijo que: “La Nación debe conservar (en sus manos) todo lo que es necesario para el culto, para el sostén de la religión católica...”. Y reclama la supresión del celibato eclesiástico.

El 6 de abril de 1792: la Asamblea Legislativa suprime el hábito religioso.

El 18 de agosto de 1792: supresión de todas las congregaciones religiosas.

El 17 de noviembre de 1792: se aprueba el matrimonio de los clérigos.

El 22 de enero de 1783: Circular del consejo ejecutivo para imponer al clero “constitucional” la obligación de casar a los divorciados y a los sacerdotes.

El 3 de abril de 1789 (14 germinal, año VI): Resolución del directorio relativo al calendario y a los mercados para impedir el ayuno de los viernes.


Mártires y víctimas de la Revolución

La Iglesia ha beatificado hasta ahora 374 mártires, asesinados por “odio de la fe” a saber:

Las 16 carmelitas de Compiegne, guillotinadas el 17 de julio de 1794 (beatificadas por la Iglesia en 1906). 

Las 15 religiosas de Valenciennes (3 Hijas de la Caridad y 11 Ursulinas) guillotinadas el 26 de junio de 1794 (beatificadas en 1920). 

Las 32 religiosas de Bollene, guillotinadas en Orange del 6 al 26 de agosto de 1794 (beatificadas en 1925).

El padre Noél Pinot, guillotinado el 21 de febrero de 1794 (beatificado en 1926).

Los 191 mártires guillotinados en la prisión del Carmelo el 2 de septiembre de 1792 (beatificados en 1926.

El padre Pierre-René Rogue, guillotinado en Vannes el 3 de marzo de 1796 (beatificado en 1934).

Los 19 mártires de Laval, guillotinados el 21 de enero de 1794 (beatificados en 1955).

Los 99 mártires de Angers (12 sacerdotes; 3 religiosas y 94 laicos, de ellos mujeres) ejecutados entre octubre de 1793 y octubre de 1794.

Otras causas en proceso de beatificación en Roma son los de:

El padre Jean Poulín de Arras ejecutado el 22 de agosto de 1793 y otras 157 víctimas de la misma ciudad, entre 1793 y 1798.

El padre Ignacio José Gosseau, de Valenciennes y 46 sacerdotes y religiosos de la misma ciudad, ejecutados entre 1792 y 1799.

Tomás Merle de Castillon y otras 71 personas ejecutadas en Lyon entre 1792 y 1794.

Los 5 capuchinos ejecutados en Nimes el 14 de junio de 1790, Jean Baptiste Souzy ejecutado en L'Ile Madame el 27 de julio de 1793 y sus 102 compañeros también muertos por la fe entre 1793 y 1795.

Los 110 niños de menos de 7 años masacrados en Lucs-sur-Boulogne en Vendee, por la “columna infernal” del general Cordellier.

No se agota con esto la lista de quienes murieron por causa directa de su fe.

Así, en Nantes, están los 143 sacerdotes ahogados en el río Loira a fines del año 1793.

En Toulouse el padre Duchein, ejecutado el 7 de noviembre de 1793.

En París, Ana Poulain y su criada Margarita, condenadas a muerte el 21 de diciembre de 1793 por haber escondido a un sacerdote proscripto.

El padre Fenelon, sobrino nieto del autor de “Telémaco” guillotinado también en París, julio 1794.

En Puy la señora de Beauzac, madre de un sacerdote refractario a la Constitución civil del clero; y la familia Best (el marido, su esposa y su cuñada) guillotinados en enero de 1794 por ayudar al clero fiel.

En Dax sor Margarita Rustau, Hija de la Caridad, guillotinada el 9 de abril de 1794.

En Montpellier, María Coste, campesina guillotinada el 3 de mayo de 1794 por haber alimentado a un sacerdote proscripto.

Se calculan en 2 millones de personas las víctimas del terror en Francia. A ellos deben agregarse las víctimas de las guerras de la Revolución y el imperio napoleónico en toda Europa, desde España hasta Rusia. Todo ello en nombre de los derechos del hombre y el ciudadano.


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viernes, 27 de octubre de 2023

Revolución Francesa - El martirio de las Carmelitas Descalzas de Compiégne

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

250

  En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En el año 1989 y con motivo del bicentenario de la Revolución Francesa, el diario La Prensa, durante ese año publicó periódicamente artículos referidos a ese tema. Una lectora hizo notar que en tales artículos se había omitido mencionar el martirio sufrido por las Carmelitas de Compiégne. Su carta de lectores fue publicada en el mencionado matutino el 27 de julio de 1989 y por la importancia del tema, la publicamos en este Blog.

El Martirio de las Carmelitas de Compiégne
Fueron 16, las Carmelitas Descalzas sacrificadas en Compiégne


Las Carmelitas de Compiégne

Señor director:
En la abundante recordación que se ha hecho en las publicaciones de la Revolución Francesa se ha omitido un aspecto de la misma y es la actitud que tuvo con respecto a la religión.
Solamente “La Prensa” en su sección Santoral del 17/7 ha mencionado uno de los crímenes más despiadados que se cometieron en ese aspecto, el de las Carmelitas de Compiégne. Dispersadas primero —la libertad e igualdad no funcionaban para los que querían vivir religiosamente— fueron luego encarceladas y condenadas a muerte “por tenencia de armas ocultas en su convento”.
Ante esta acusación la superiora sacó el crucifijo que llevan bajo el hábito y dijo: “Estas son nuestras armas”. Subieron al cadalso cantando la Salve y como todas tenían buenas voces, aquello parecía realmente un coro de ángeles que partían al Paraíso. Impresionaron tanto a la muchedumbre que rodeaba el patíbulo que se abstuvieron de insultarlas o burlarlas como acostumbraban con otros condenados y hasta una chica se atrevió a pedirles un recuerdo (la superiora le regaló su devocionario). En provincias, las matanzas de clérigos y religiosas fueron atroces.
Son hechos éstos que conviene recordar, ya que se han repetido en otras revoluciones inspiradas en la francesa, como la rusa.
                    MYRIAM DE LA RIESTRA
                    Periodista
                    Libertad 976, Buenos Aires

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miércoles, 25 de octubre de 2023

Fuerza Aérea Argentina - Estrechar la mano del enemigo

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

249

  En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

El interesante artículo que publicamos a continuación, salió en el diario La Prensa el 5 de octubre de 1989.

Pájaros de un mismo plumaje
Cuando se estrecha la mano del enemigo
por Pío Matassi

El piloto Pablo Carballo
Pablo Carballo
Después del conflicto del Atlántico sur, año 1982, mucho se ha escrito y hablado respecto a las infinitas facetas que el mismo presenta.
Después del conflicto del Atlántico sur, año 1982, mucho se ha escrito y hablado respecto a las infinitas facetas que el mismo presenta.
En todo el mundo, en distintos círculos culturales, con mayor o menor objetividad y con distintos grados de buena fe, esta guerra ha dado lugar a montañas de opiniones y análisis. Militares, estrategas, geopolíticos, políticos y periodistas, en Occidente y en Oriente, en el Norte o en el Sur, que se precien de su profesión, no han dejado de emitir sus opiniones y convicciones. Porque ésta atípica guerra tal vez sea la última de su clase y también su desencadenamiento ya nunca más lo permitan los mecanismos de seguridad del mundo del futuro.
Pero de todos sus infinitos aspectos, hay uno que, dejando de lado técnicas y doctrinas, apasiona a la opinión pública en todos lados y es el de la batalla aérea, es decir, los sistemas de armas aéreos, contra aéreos y antiaéreos que allí se emplearon en plenitud y que produjeron los acontecimientos bélicos más espectaculares. Y en la medida que se avanza se llega a la curiosidad por los hombres que manejaron esos prodigios de la técnica y se concluye que aquéllos eran a su vez, las grandes revelaciones de esta guerra. Y así, el interés periodístico tiende naturalmente a entrevistar y estudiar a esos personajes, los aviadores de ambos mandos; algo que no hace mucha justicia al resto de los combatientes pues ellos también se sacrificaron, y tal vez en mayor grado y su accionar puede haber determinado resultados más importantes y gravitantes, pero la opinión pública en general, la no especializada, quiere saber de la guerra aérea y allá van los periodistas.
En la Fuerza Aérea Argentina se han recibido, además de estudiosos y especialistas a muchos periodistas cuyo propósito principal es conocer de cerca a sus aviadores de combate. Y entre los más numerosos se encuentran los periodistas ingleses o que escriben para la prensa de Gran Bretaña. Creemos que los argentinos debiéramos conocer, cómo ve a nuestros aviadores la opinión pública inglesa.

“Los cracks entre los combatientes mundiales”
Así titula en la tapa, la revista "The Elite”, año 1988, con una foto del capitán Pablo Marcos Carvallo en la cabina de su A4 B, tomada cuando, junto a su escuadrilla regresaba del estrecho de San Carlos, luego de atacar a la fragata británica “Antelope” y perder uno de sus pilotos, el primer teniente Luciano Guadagnini, el 23 de mayo de 1982. La fragata estallaría esa noche cuando un equipo de especialistas en explosivos intentara desactivar las bombas de 500 kilos que esta escuadrilla había alojado en su interior y que no habían explotado en el momento del impacto.

Héroes de una derrota
También en febrero de 1986 la revista dominical del diario “Telegraph” (N° 485) de Londres, anuncia en toda su tapa un reportaje a los pilotos argentinos de Malvinas. El artículo, titulado “Héroes de una derrota”, fue escrito por el periodista Tony Alln Mills quien visitó (por primera vez un británico) a fines de 1985, nuestras unidades de caza estacionadas en San Luís y Mendoza. En su introducción el artículo dice: 
“Volando aviones incuestionablemente antiguos en sus límites operativos, asombraron a los británicos por su determinación y coraje para ejecutar los ataques. El almirante Woodward, Comandante de la fuerza de tareas británica, reconoció el valor de los aviadores argentinos, a pesar de los dolores de cabeza que le causaron. El ex secretario de Defensa John Nott declaró en los Comunes  que tenía que reconocer la enorme bravura de los pilotos, cuando lanzaban sus aviones dentro del dantesco fuego británico”. 
Y continúa expresando Allen Mills: 
"Pero quienes eran estos indomables paladines de las pampas? ¿Qué los hacia atacar sin temor, casi fanáticamente, a las fuerzas británicas armadas con Sea Cat, Blow Pipe, Sidewinder y Rapler?” 
Y luego de cinco páginas de entrevistas y observaciones  termina su artículo;
"En general los oficiales británicos reconocieron, después de la guerra, que habían subestimado el coraje y la determinación de los pilotos de la Fuerza Aérea. En una pared del casino de oficiales de Villa Reynolds se eleva el retrato de un ave halcón con su pecho hinchado y sus talones flexionados, abajo una inscripción dice: “Raza Argentina, descubierta por el Reino Unido en Malvinas. Mayo/Junio 1982".

Con la Fuerza Aérea Argentina
En septiembre de 1988 la revista especializada en temas Aeronáuticos,“Pilot”, de Inglaterra, ofreció un artículo de Maxi Gainza.
Como se percibirá, este periodista es un ciudadano argentino, corresponsal del diario “La Prensa" en Gran Bretaña y que reside en este país desde mucho antes de la guerra. Gainza,que además es piloto civil enamorado de la acrobacia aérea, un día tomó contacto a través de su amigo vicecomodoro Floralt con el Estado Mayor de la Fuerza Aérea Argentina, expresando sus deseos de visitar nuestras bases aéreas y conversar con los pilotos patriotas, “de quienes se sentía muy orgulloso” y... si fuera posible, dado su condición de piloto y de argentino, volar un Mirage. Sabía que estaba pidiendo mucho… pero muchos (y ya veremos por qué) podían ser los réditos de sus artículos. El Estado Mayor concretó una entrevista en uno de los viajes que realizaba Gainza a nuestro país y evaluó su interés. Le ofreció una visita a la base de Tandil pero sin volar... el avión de doble comando (de dos  asientos) estaba fuera de servicio, se arguyó, pero podría subir al entrenador terrestre (una réplica de la cabina, en un salón, que reproduce toda las actividades del avión en vuelo) y tomar contacto con los pilotos, con esos que, según sus propias palabras en este artículo, “son los compatriotas que seis años antes se habían ganado el respeto de muchos británicos, lo que permitió mantener  alta mi frente de argentino, mientras viva en Inglaterra, durante y después de aquella triste guerra”.
El resultado fue su primer artículo en “Pilot”: “Con la Fuerta Aérea Argentina”, “A seis años, la gloria y los  sinsabores de la guerra de Malvinas no se han desvanecido”. Y allí tomó contacto con los pilotos argentinos, veteranos de Malvinas; con el capitán Aguirre Faget que integró la escuadrilla que averió seriamente (y no sabe si hundió) a un destructor británico, el 1° de mayo de 1982 con el primer teniente Barrionuevo, integrante de la sección de A4B que hundió al destructor “HMS Coventry” el 25 de mayo de 1982, con el capitán Paredi que había regresado de una misión de ataque con su 4AC enchufado en el avión Hércules reabastecedor pues tenía sus tanques de combustible perforados; con el capitán lsaac que, junto a los Super Etendard navales había atacado el 30 de mayo, con su A4C al portaaviones que, “la Argentina declara” e “Inglaterra niega, era el “HMS Invencible”.
Y cuando Gainza se despide del jefe de la base, éste tratando de hacer un cumplido y en la seguridad de que el periodista se daría por satisfecho con el trajín del día pasado en Tandil le comentó: “El biposto entrará en servicio recién pasado mañana...” y ahí perdió.

Volando el Mirage/Dagger argentino
Este es el título de su segunda entrega, en la revista “Pilot”, aparecida en Gran Bretaña, el mes de octubre de 1988. Su herencia vasca, hizo que Gainza regresara a Tandil dos días después para cobrar lo prometido... y aquí se derrumbaron las defensas del jefe de base: “Mayor Dorado, llévelo a volar..." 
En este artículo, Gainza demuestra un noble sentimiento argentino que por otro lado campea en todos sus escritos. También deja salir de su pecho el cálido amor que siente por sus “pampas” donde él se crió.
Y estos nobles sentimientos, yo estoy seguro, es lo que gusta en Inglaterra. Lo hace creíble, respetable, porque ... en cuestiones de guerra (e incluso en competencias) esta autenticidad es la que secretamente, en la intimidad de su ser, halaga a los británicos.
Comienza relatando su viaje por la ruta 3, en medio de las estancias de Buenos Aires, de madrugada y cuando sale el sol “que al calentar los campos despertaba los olores de los pastos... que le recordaban su niñez”.
Luego pasa a pintar con mano maestra, el vuelo en Dagger con detalle de un agudo y entendido observador.  Es su primera experiencia en un reactor militar (y de la magnitud del Dagger). Según él dice: sentado sobre una bomba viva (en el asiento eyectable), escucha por los auriculares el indicativo de llamada que tendrá su vuelo (Gaucho) y comenta “qué hermoso Indicativo”. Despegan, ascienden Dorado, el piloto, le ofrece los comandos en altura y el Dagger tiende, solo, a acercarse a la velocidad del sonido. ¡Cuidado! Ya están sobre la costa Atlántica (cerca de Mar del Plata), pasan a vuelo rasante sobre el mar, la táctica argentina para penetrar las defensas británicas. Se internan y vuelven, siempre rasante; navegando ahora sobre un “mar de pastos” pampeano. Ascienden a 25.000 (ilegible). Nuevamente en los comandos, intenta un tonel (muy suave) y un looping (turbulento), etcétera. Todo lo observa, y relata como un experto.
“Ahora vamos a rehidratarnos” le dicen después del aterrizaje y lo invitan a la Sala de Pilotos. Aquí Gainza dialoga nuevamente con sus ya familiares pilotos argentinos. Acerca de los pilotos británicos, los argentinos, dice, hablan con respeto. Uno de ellos razona: “Tal vez seamos  parecidos a los pilotos británicos o tal vez los pilotos de caza sean iguales en todas partes del mundo, algunos mejor entrenados que otros, eso es todo...” Y Gainza se despido lamentando no poder quedarse a comer un asado en la base esa noche con ellos. Termina su artículo (agudeza y alta diplomacia periodística) diciendo: 
“No podría haber imaginado mejor compañía para comer un asado. Y no puedo dejar de pensar en aquel soñado día en que se unieran alrededor de nuestro mismo fuego, esa otra hermosa compañía que serían los pilotos británicos”.

Pájaros del mismo plumaje
O como diríamos aquí “astillas del mismo palo”.
Según tenemos entendido, estos dos artículos precedentes de “Pilot” interesaron a los organismos competentes de la Royal Navy y Gainza fue invitado a visitar la Base Aeronaval Principal (Yeovilton) y entrevistar a los pilotos navales británicos que, en su gran mayoría, fueron los que se enfrentaron con los argentinos en el Atlántico sur.
Era otro sueño de Gainza que se hacía realidad. Seguramente tendría ahora la oportunidad de volar el Sea Harrier. Aparece así su, hasta hoy, último artículo: “Pájaros de un mismo plumaje” (Birds of a feather), publicado esta vez en un diario de circulación masiva, el “Sunday Telegraph”, del 21 de mayo pasado.
En esta entrega Gainza emplea el mismo método que en las anteriores.
Relata su vuelo en el Harrier piloteado por el Lt. Cdr. Morgan, detalla tácticas de ataque sobre Gales del sur. Un ascenso vertical para evadir un supuesto misil antiaéreo; luego una maniobra, particular del Harrier, “el viffing”, que le permite saltar, como una langosta y evadir ser cazado por otro avión en su cola. Por ahí comienzan una picada violenta, alejándose hacia el mar por el canal de Bristol, mientras Gainza reflexiona: "(el mar) parecía calmo y salino. No barcos, no aviones, no odio. Solamente un británico y un argentino exorcizando juntos a los fantasmas que se habían interpuesto entre ellos mediante el gozo indescriptible de un vuelo fabuloso”.
El piloto del Harrier, Lt. Cdr. David Morgan, integraba durante la guerra el Escuadrón 800, a bordo del portaaviones Invencible y el 8 de Junio de 1982 fue lanzado en patrulla de combate, junto con otro Harrier piloteado por el Lt. Cdr. Smith, para defender los buques y las tropas británicas que estaban siendo atacadas en bahía  Agradable por la Fuerza Aérea Argentina; llegaron al lugar cuando la última escuadrilla argentina atacaba un lanchón de desembarco que pertenecía  al “HMS Fearless”, ya para entonces el “Sir Galahad", el “Sir Tristam" y la fragata “Plymouth” ardían. Y los cazaron desde la altura superior que “tenían respecto a los argentinos que volaban rasante sobre el lanchón. El resultado fue tres aviones argentinos derribados (dos por Morgan) y sus pilotos fallecidos (primer teniente Bolzan, teniente Arraras y alférez Vázquez).
"Para nosotros, los aviadores argentinos eran sólo blancos y nuestro trabajo consistía en obedecer órdenes pero no deseamos glorificarnos por lo que hicimos”, dijo Morgan.
Gainza vuelve ahora a relatar su vuelo... ya sus condiciones físicas se agotan y dice “estuve a punto de tirar la toalla”, cuando le ofrece Morgan los comandos del Harrier para que intente algunas maniobras acrobáticas.
“Pensé entonces en aquellos pilotos argentinos que darían lo que no tienen por volar un Harrier y… tomé los comandos”.
Se convierte entonces en un periodista singular que ha tenido la única oportunidad de volar esos monstruos piloteados por los mismos pilotos de Malvinas. Y aquí con autoridad ganada por sí mismo, pasa a comparar los aviones de lo que es su verdadero objetivo; a comparar los pilotos de ambos países para llegar a la conclusión de que son… “pájaros de un mismo plumaje”... astillas de un mismo palo.
Apela entonces a todo su profesionalismo para presentar los hechos y razones que lo llevarán a esa conclusión y lo logra indudablemente. Destaca la opinión del capitán Sánchez, quien integraba la escuadrilla que derribó a Morgan y fue el único que sobrevivió y que dice: "No tengo nada en contra de los (pilotos) británicos. Nos tiramos unos contra otros pero ambos estábamos haciendo nuestra tarea... por eso, los respeto”.
Y concluye su artículo:
“Podrán haber dejado atrás la guerra. Pero, ¿cómo explicar la necesidad que tienen de hablar con aquéllos que mataron a nuestros amigos? Tal vez haya heridas más profundas que sólo las pueden cicatrizar cuando se estrecha la mano del enemigo”.

Nuestra conclusión
Los años y la guerra de nuestras islas Malvinas comienzan a alejarse en el pasado. Al mismo tiempo van surgiendo, entre la bruma de los recuerdos, los valores imperecederos del hombre.
Dentro de ellos resalta la estatura moral y profesional de nuestros aviadores. Pero no son sólo ellos... (tal vez la espectacularidad de sus acciones guerreras haga sobresalir su amistad con todos, absolutamente todos los combatientes argentinos que tuvieron que pelear para salvar el honor nacional.  Tarde o temprano esta altísima dignidad valdrá, en el campo internacional, lo mucho o lo poco que otros hombres le quieran adjudicar).
Porque el caso de nuestras islas sigue sin resolverse. Ya se anuncian las nuevas acciones, ahora diplomáticas, que se ensayarán para tal solución. Los que ahora intervengan se unirán y serán comparados por el juicio de la historia con estos “indomables paladines de las pampas, al decir de un inglés. Pues un francés Pierre Closterman, refiriéndose también a esta guerra ya dijo, en 1983: “El mundo cree solamente en aquellas causas cuyos testigos se hacen matar por ellas”. 

El comodoro Pío Matassi desempeña en el actual Estado Mayor de la Fuerza Aérea Argentina, el cargo de presidente de la comisión de evaluación y análisis de lo batalla aérea de nuestras islas Malvinas.

Pájaros de un mismo plumaje