sábado, 1 de marzo de 2014

Testamento de San Martín

 Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 30 - Marzo 2014 - Pags. 1 a 9   

1844 - 23 de enero - 2014


EL TESTAMENTO DE JOSÉ DE SAN MARTIN

Por Norberto Jorge Chiviló

"Y redactó su testamento partiendo la herencia en dos, dejó su corazón a Buenos Aires y su sable a Juan Manuel de Rosas" - Leopoldo Lugones


 

Brigadier Don José de San Martín. Lit de Rodolfo Kratzenstein

El día 23 de enero ppdo. se cumplieron 170 años del testamento ológrafo redactado por el Brigadier General de la Confederación Argentina José de San Martín, por ello le dedicamos esta edición de 20 páginas.

Nos referiremos a ese importante documento y sus implicancias con respecto a nuestra historia; al motivo y objeto del legado testamentario: el sable corvo, su historia y su destino; la ignorancia del hecho por parte de la llamada Historia Oficial; la importancia del mismo en las distintas generaciones de argentinos.  


¿Qué es un testamento?

Para ilustración de nuestros lectores explicaremos sucintamente y con palabras sencillas qué es un testamento.

Es un documento que otorga una persona física, disponiendo -como última voluntad- sobre el destino de sus bienes para después de su muerte. Ese documento debe cumplir con ciertos requisitos formales que establece la legislación vigente al momento de su redacción. El testador (nombre que se le da a quien otorga el testamento) puede instituir herederos, esto es personas que reciben el total de la herencia o cuotas partes de la misma, o bien legatarios que solo reciben determinados bienes a los que se denomina legados. En el testamento de San Martín, veremos ambas cosas.


Formas de testamento 

El Código Civil francés, llamado comúnmente Código Napoleón, Código de Napoleón o Código Napoleónico aprobado en 1804 -que aún hoy con modificaciones sigue en vigencia- era la ley vigente al momento en el que el Libertador redactó su testamento, en razón del domicilio que el prócer tenía en ese momento, ubicado en la Rue Neuve Saint-Georges, de París, Francia.

Este Código Civil establecía dos tipos de testamento, el ológrafo que para ser válido debía estar escrito por entero, de puño y letra del testador y con la firma del mismo, y el testamento por acto público, que debía ser hecho ante un notario.


El testamento de San Martín, su contenido

El testamento redactado por San Martín, cuando este contaba con 67 años,  es un testamento ológrafo, y fue escrito al frente y al dorso en papel sellado (1) como se aprecia en el ángulo superior izquierdo (TIMBRE ROYAL) del mismo.

El testamento consta de 52 renglones, 29 al frente y 23 al dorso, incluidas las firmas.

Tiene un encabezamiento "presentación", siete cláusulas y un "artículo adicional".

En el encabezamiento o presentación, San Martín se declara como persona creyente, al decir en la frase inicial: "En el Nombre de Dios todo Poderoso a quien conozco como Hacedor del Universo".

Acto seguido enuncia sus títulos y declara ser "Generalísimo de la Republica del Perú, y Fundador de su libertad, Capitán General de la de Chile, y Brigadier General de la Confederación Argentina". Destaco que declare ser "Brigadier General de la Confederación Argentina" y esto tiene importancia por el análisis que haré más adelante.

Por último y antes de establecer las cláusulas testamentarias, manifiesta cual es el motivo de la redacción del testamento cuando dice: "qe. visto el mal estado de mi salud, declaro por el presente Testamento lo siguiente". No obstante lo expresado, San Martín, sobrevivirá seis años y medio más a su testamento.


Las siete cláusulas testamentarias

En la primera, instituye como universal heredera de todos sus bienes a su única hija Mercedes Tomasa ("dejo pr. mi absoluta Heredera de mis bienes, havidos y por haver a mi única Hija Mercedes de Sn. Martín actualmente casada con Mariano Balcarce"), a quien manda en la segunda, que abone una pensión anual de 1000 francos a su hermana María Elena  -tía de Mercedes- y a la muerte de ésta una pensión anual de 250 francos a su hija Petronila -prima de Mercedes- y hasta su fallecimiento, confiando en que su hija Mercedes y sus herederos cumplirían esta su voluntad.

Recordamos que a la fecha de la confección del testamento, San Martín, era viudo ya que su esposa había fallecido muchos años antes y su única hija era su universal heredera.

En la tercera cláusula, que desde el punto de vista histórico es la más importante, establece un legado con respecto a su sable (2) que lo acompañó durante toda la gesta libertadora, disponiendo que "le será entregado al General dela Republica Argentina Dn. Juan Manuel de Rosas", dando el motivo que lo impulsó a hacerlo: "como una prueba de la satisfacion, qe. como Argentino he tenido al ver la firmeza con qe. ha sostenido el honor de la Republica contra las injustas pretenciones de los Extranjeros qe. tratában de Umillarla".

En la cuarta, prohíbe se le haga ningún tipo de funeral, ya que pide se lo conduzca directamente al cementerio sin ningún acompañamiento. La sencillez y la humildad del Libertador demostrada en innumerables actos durante toda su vida se ponen de manifiesto también en esta disposición de última voluntad, pero sí expresa su deseo: "que mi Corazón fuese Depositado en el de Buenos Ayres".

Asimismo en la cláusula siguiente declara no tener ningún tipo de deudas.

En la sexta de carácter familiar, se refiere a su hija, nietas y yerno. Manifiesta que sus anhelos han sido siempre lograr el bien de su hija y que se ha visto correspondido por ella ya que lo ha hecho feliz en su vejez. La insta al cuidado y contracción hacia sus nietas "si es que asu vez quiere tener la misma feliz suerte qe. yo he tenido". Igual encargo hace a su yerno -Mariano Severo Balcarce-, destacando la honradez y su hombría de bien "lo que me me garantiza continuara haciendo la felicidad de mi Hija y Nietas".

Por último y antes de la firma y como habitualmente se hace en estos casos, declara nulo y sin ningún valor, todo otro testamento que hubiera redactado con anterioridad.

Después de firmado el documento, lo reabre con un "artículo adiccional" disponiendo "...que el Estandarte que el bravo Español Dn. Franco. Pizarro tremoló en la conquista del Perú sea devuelto a esta República...".

Jurada en 1821 la independencia del Perú, el Cabildo de Lima le había pasado al generalísimo don José de San Martín un oficio, por el cual la ciudad le hacía el obsequio del considerado estandarte de Francisco Pizarro (3)

La reproducción fotográfica del testamento se encuentra en las páginas 10 y 11 de esta edición y su transcripción de acuerdo a la grafía actual en la página 12.


La cláusula tercera, el legado del sable corvo.  

Para un militar, en este caso San Martín, no hay elemento más importante que su espada, o en este caso el sable corvo libertador. Ese sable que el futuro Libertador de media América, adquirió en Londres en el año 1811, antes de embarcarse para América, que lo acompañó en toda su campaña militar (4), y que después ya exiliado, estuvo colgado en su habitación, tenía para el prócer un destinatario según manifestara en una carta escrita en 1835: "...mi sable corvo, que me ha servido en todas mis campañas de América, y servirá para un nietecito, si es que lo tengo", pero después vinieron los acontecimientos de la agresión francesa y entonces, no dudó y lo legó definitivamente a Juan Manuel de Rosas "...al ver la firmeza con qe. ha sostenido el honor de la Republica contra las injustas pretenciones de los Extranjeros qe. tratában de Umillarla".

El legado está evidentemente ligado al conflicto bélico que la Confederación Argentina había tenido con Francia -segunda potencia mundial en aquél entonces- con motivo del primer bloqueo establecido por la flota al mando del almirante Louis Leblanc, en marzo de 1838. Francia, quería reverdecer sus alicaídos laureles y para ello nada mejor que encontrar un país "débil", como erróneamente consideró a la Confederación Argentina, que accediera a todas sus demandas. 

Conocido por el Libertador -residente en Grand Bourg, Francia- el establecimiento de ese bloqueo en el Río de la Plata y la iniciación del conflicto, lo indignó y considerando que ello importaba una amenaza a la independencia de nuestro país, le mandó una carta a Rosas el 5 de agosto de 1838, poniéndose a disposición y ofreciéndole sus servicios, iniciándose así un interesante intercambio epistolar entre ambos personajes que se truncó con su muerte ocurrida el 17 de agosto de 1850.

El Restaurador, teniendo en cuenta seguramente la edad de San Martín, le contestará a ese ofrecimiento, que podría prestar mejores servicios encontrándose en Europa -oficiando como virtual diplomático de la Confederación-, como efectivamente los prestaría en el futuro.

En la segunda carta que San Martín le remitió al Restaurador, fechada el 10 de junio de 1839, emitió un juicio categórico y lapidario, contra quienes -como los unitarios- se habían aliado al extranjero, expresando: "pero lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempo de la dominación española; una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer..." (El texto completo de estas cartas fueron reproducidas en ER N° 6).

La actitud valiente y enérgica del gobernante argentino, que no solo no se dejó amedrentar por la actitud de Francia, sino que hizo frente a la injusta agresión hacia nuestra joven Nación, pese a la desproporción de medios que existía a favor de los galos -quienes poseían medios ilimitados propios de una gran potencia- y que con mano firme también venció las conspiraciones internas que se le opusieron, como el caso del levantamiento de los hacendados del sur de la provincia -entre otras-, y la invasión del ejército auxiliar de los franceses al mando del general Juan Lavalle, de seguro conmovieron el corazón y los sentimientos patrióticos del Libertador de media América.

Un poco menos de tres años atrás de la redacción del testamento, había concluido con la firma del tratado Arana-Mackau el 29 de octubre de 1840 la guerra franco-argentina, que se había iniciado a fines de marzo del 38.

El honor nacional no solo no sufrió menoscabo por esa contienda, sino que salió fortalecido por la firma de ese tratado con cláusulas más que honrosas para la Confederación (ER  N° 17), pues en realidad significó la capitulación de Francia frente a un pequeño país sudamericano. Rosas pasó así a ser conocido como el gran defensor de la independencia no solo argentina, sino americana.

Fue el desarrollo de ese conflicto y de su conclusión en la forma honrosa y favorable a los intereses de nuestra Patria, lo que motivó a San Martín al establecer ese legado. 

Pero también debemos decir que siempre fue admirador y apoyó el proceder político de Rosas, ya que éste fue el "brazo vigoroso" que la Patria necesitaba en aquellos momentos al parecer de San Martín, cuando la anarquía y el desorden parecía que iban a adueñarse del país (ER N° 11). Esa adhesión de San Martín a la política de Rosas, nunca decreció y siempre lo puso de manifiesto no solo en su correspondencia con el Restaurador -a quien colmó de elogios en varias oportunidades- sino también con otros personajes de la época como Tomás Guido y Bernardo O'Higgins.

También es de destacar que San Martín cuando en el encabezamiento del testamento, enuncia sus títulos y se declara con el grado militar de "Brigadier General de la Confederación Argentina", era porque se consideraba verdaderamente un soldado de la Confederación, con toda las implicancias que eso conllevaba y se identificaba plenamente con la Confederación de la cual Rosas era creador y principal figura inspiradora y motora.

Toda esa actuación patriótica del Restaurador lo decidieron a legarle su sable, como un merecido y mayor homenaje, que pudo hacer a un contemporáneo.

El escritor Ricardo Rojas, quien no es afecto a la figura de Rosas, en El Santo de la Espada reconoce que "San Martín lega, pues su sable no al gobernador de Buenos Aires, sino al gestor internacional de la Confederación que ha defendido la integridad del territorio patrio, o sea la independencia que San Martín fundara con aquel sable".

Rosas, nunca defraudó aquellos sentimientos de San Martín, como lo demostrará una vez más el gobernante porteño, años después (1845-1849), con motivo de la intervención -esta vez-, de las dos más grandes potencias de aquellos tiempos: Francia e Inglaterra.

Tanto es así, que producida esta nueva intervención, volverá San Martín a ofrecer sus servicios a su Patria, prestándoselos estando allá en Europa, reiterando su correspondencia con Rosas y cimentando la mutua amistad.

Pastor Obligado refiere en el artículo "¿Para qué sirve la gloria?", publicado en La Nación, el 9 de julio de 1894 (ER N° 24) que en la visita que Sarmiento, conjuntamente con Manuel Guerrico hicieron al Libertador en su residencia de Grand Bourg en el año 1846, San Martín manifestó: "...Que (Rosas) ha sabido defender con energía y en toda ocasión el pabellón nacional. Por esto, después del combate en Obligado, tentado estuve de mandarle la espada con que contribuí a fundar la independencia americana, por aquel acto de entereza, en que con cuatro cañones hizo conocer a la escuadra anglo francesa que, pocos o muchos, sin contar sus elementos, los argentinos saben siempre defender su independencia". (5)


¿Por qué Rosas?

Como bien dice Jorge O. Sulé Tonelli: 

"Además hay un detalle que pocos habrán descubierto: el sable de San Martín, su reliquia más significativa pudo tener otros destinatarios. 

Vivían aún muchos oficiales que lo secundaron en la primera línea en las luchas emancipadoras: pudo haberlo recibido Las Heras, Soler, Pacheco, Corvalán, el propio Guido, Necochea (Mariano y Eugenio), Paz, Lamadrid, Pueyrredón, entre los marinos se debe destacar al prócer máximo de la Marina de Guerra, el Almirante Brown. De los personajes civiles que pudieron aspirar a la herencia histórica recordamos a Juan Larrea sobreviviente de la Junta Provisional de Mayo, Vicente López y Planes indiscutido patricio que se contó entre sus corresponsales y autor del Himno Nacional. Entre los que lo visitaron en el exilio y ya se destacaban en el campo de las letras recordamos a Juan Bautista Alberdi que, en 1844, le hizo llegar una elogiosa semblanza que se imprimió en un folleto en París, y también Sarmiento, que había escrito su Facundo. 

Pero San Martín, imperturbable ante tantos merecimientos de diversos signos, distinguió al que encarnaba sus propios valores: soberanía, independencia, unidad, disciplina y honor nacional; surgía así indiscutible su heredero: Don Juan Manuel de Rosas, señalándolo de esa manera como al argentino más grande de su época". 

Ramón Doll, a su vez afirma:

"San Martín es más fuerte, más veraz y más realista que sus biógrafos, cuando empieza por juzgar los prolegómenos del rosismo, sigue encomiando la presencia de quien supo poner orden en el país y termina exultando las consecuencias de aquella energía providencial, cuyo fruto fue la defensa de la integridad nacional en el pleito con las potencias extranjeras... no se puede negar con documentos a la vista, que entre Rosas y San Martín, sin conocerse, había una identificación de puntos de vista y anhelos, de los que Rosas fue brazo y ejecutor y San Martín, su numen paradigmático a través de la distancia... la visión de la realidad política y social argentina que acompañó a San Martín, durante el ostracismo...San Martín es el primero que advierte en Rosas un celoso continuador de su obra y lo aplaude...Y preciso es no corregir nada al gran hombre argentino; él sabía más que todos..."


Los unitarios y el legado del sable corvo

Ocurrida la muerte de San Martín, y enterados los unitarios que éste había hecho el legado de su sable a Rosas, quedaron consternados y contrariados, porque ello importaba de parte del Libertador, por un lado la aprobación a la política de Rosas, y por el otro representaba una reprobación hacia la conducta antipatriótica que ellos habían tenido al aliarse con extranjeros en su lucha contra el gobernante porteño.

En una carta que Valentín Alsina le envió a Félix Frías el 9 de noviembre de 1850, le dirá: “Como militar (San Martín) fue intachable, un héroe; pero en lo demás era muy mal mirado por los enemigos de Rosas. Ha hecho un gran daño a nuestra causa con sus prevenciones, casi agrestes y serviles, contra el extranjero copiando el estilo y fraseología de aquel... Era de los que en la causa de América no ven más que la independencia del extranjero, sin importárseles nada de la libertad y sus consecuencias... Nos ha dañado mucho fortificando allá y aquí la causa de Rosas, con sus opiniones y con su nombre; y todavía lega a un Rosas, tan luego su espada. Esto aturde, humilla e indigna y... Pero mejor es no hablar de esto".

Los unitarios llegaron a negar autenticidad a esta cláusula porque encerraba una indeleble reprobación de su conducta desleal y antipatriótica, y llegaron a afirmar, fundados en el diario de Varela, “que ese legado le había sido arrancado al glorioso veterano en los momentos de la agonía, cuando ya no era dueño de su cabeza”, no reparando que el testamento había sido redactado por San Martín, muchos años antes a su muerte. 


La remisión a Rosas de la reliquia histórica.

Mariano Balcarce
Dos semanas después de producido el fallecimiento de San Martín, su yerno Mariano Balcarce, en el carácter de albacea -persona encargada por el testador para dar cumplimiento a las mandas testamentarias- comunicó al gobierno argentino por intermedio de su Ministro de Relaciones Exteriores, Camarista Felipe Arana sobre el fallecimiento del Prócer y el mismo día (30 de agosto de 1850) se dirige a Rosas "...para anunciar a V.E. que la Divina providencia acaba de privar a la Confederación Argentina de uno de sus más leales servidores; á V.E. de un digno e impersonal apreciador de sus eminentes servicios; y á mi esposa, y a mis hijos, de su tierno y virtuoso Padre, cuya pérdida nos deja inconsolables. Mi ilustre y venerado Señor padre político D. José de San Martín, después de una larga y cruel enfermedad, expiró tranquilamente en los brazos de sus hijos, en la ciudad de Boloña sobre el mar, Departamento del Paso de Calés, a las tres de la tarde del día 17 del que rije, y en la mañana del 20 sus restos mortales fueron conducidos, sin pompa alguna exterior, a la catedral de dicha ciudad, en cuya bóveda quedan depositados hasta que puedan ser trasladados a esa capital según sus deseos, para que reposen en el suelo de su Patria querida. Como albacea suyo, y en cumplimiento de su última voluntad, me toca el penoso deber de comunicar a V.E. esta dolorosa noticia, y la honra de poner en conocimiento de V.E. la siguiente cláusula de su testamento: [ Aquí transcribe la cláusula 3° del testamento ]. Tan pronto como se presente una ocasión segura, tendré el honor de remitir a V.E. esa preciosa memoria legada al Defensor de la Independencia Americana por un viejo soldado cuyos servicios a la Patria se ha dignado V.E. recordar constantemente en términos tan lisonjeros como honrosos..."

El 29 de setiembre en una nueva carta dirigida a Rosas, Balcarce pone en manos del Restaurador una copia legalizada del testamento que "...servirá de testimonio constante de la satisfacción que experimentó tan eminente Argentino, por los heroicos servicios que ha rendido V.E. a la Confederación y a la independencia de toda la América..."

El 1° de noviembre el Ministro Arana hará saber a Balcarce: "El Exmo. Señor Gobernador se ha instruido con el pesar más profundo de la melancólica noticia que usted le comunica. La patria ha perdido en el ilustre finado general, un ciudadano, militar y político eminente, y el recuerdo mas vivo de las grandes acciones que trajo consigo la guerra heroica de la independencia. S.E. deplora tan inmensa pérdida, que será más vivamente sentida en todo el continente de la América del Sud, teatro de sus mas esclarecidos hechos. S.E. el Sr. Gobernador, previene a usted que luego que sea posible proceda a verificar la traslación de los restos mortales del finado general a esta ciudad, por cuenta de la Confederación Argentina, para que a la par reciba de este modo un testimonio elocuente del íntimo aprecio que su patriotismo le hacía merecedor de su gobierno y de su país, quede también cumplida su última voluntad en este punto..."

Tiempo después Rosas recibirá el sable corvo que San Martín le había legado, quedando así como su legítimo propietario.


La imposibilidad de la repatriación de los restos mortales de San Martín

Diversos factores externos e internos de nuestro país en aquellos momentos impidieron que el deseo del gobierno argentino, en cuanto a la repatriación de los restos del Padre de la Patria, pudieran concretarse.

En efecto, por un lado se deberá tener en cuenta las relaciones tirantes entre la Confederación y el Imperio del Brasil y la probable guerra que entre ambos se estaba gestando y por el otro la defección de la causa nacional del general Justo José de Urquiza quien se encontraba al frente del ejército nacional que se estaba preparando para aquél conflicto, quien cometiendo el delito de lesa Patria, se alió a aquella potencia enemiga y que desembocará con la derrota argentina en la Batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852.

Recién y casi después de 30 años de fallecido San Martín, sus restos son repatriados el 28 de mayo de 1880 durante la presidencia de Nicolás Avellaneda.

Al margen del relato: ¿Se puede imaginar el lector que hubiera expresado el General San Martín de haber vivido aquellos momentos...? ¿...Qué hubiera dicho de Urquiza y de su desleal y antipatriótica actitud...?. Amigo lector, contéstese esas preguntas.

Rosas y el sable corvo

Producida la batalla de Caseros, el Restaurador se asiló en la casa del Encargado de Negocios de la Gran Bretaña, Robert Gore y se dispuso trasladarse a Inglaterra. Una semana después a bordo del navío de guerra inglés HMS Conflict, vió por última vez las costas de Buenos Aires y partió hacia Inglaterra, lo acompaña hacia el exilio uno de sus más preciados bienes: el glorioso sable corvo.

El día 23 de abril desembarcó en el puerto de Plymouth, donde las autoridades locales le rindieron honores. Tiempo después se trasladó a Southampton que era un importante puerto comercial sobre el Canal de la Mancha, donde residirá en distintos lugares de la ciudad y alrededores hasta su muerte.

Preserva la reliquia histórica en un cofre al cual le hace colocar en su tapa una placa de bronce, grabada en ella la cláusula 3° de testamento de San Martín.

A los diez años de su exilio, Rosas redacta su testamento ológrafo el 28 de agosto de 1862, disponiendo que a su fallecimiento se distribuyan sus bienes entre parientes y amigos y en su cláusula 18°, establece el siguiente legado:  "A mi primer amigo el señor Dn. Juan Nepomuceno Terrero, se entregará la espada que me dejó el excelentísimo señor Capitán General Dn. José de San Martín y que lo acompañó en toda la guerra de la Independencia,  «por la firmeza con que sostuve los derechos de mi Patria». Muerto mi dicho amigo, pasará a su esposa la señora Da. Juanita Rábago de Terrero, y por su muerte a cada uno de sus hijos, e hijas, por escala de mayor edad". 

Juan Nepomuceno Terrero era su amigo leal de toda la vida, ya desde que fueron socios en el primer negocio de ambos, el Saladero "Rosas, Terrero y Cía.", abierto en 1815 y con el tiempo esa amistad fue estrechándose mas ya que llegaron a ser consuegros, porque Manuelita Rosas se había casado con Máximo, hijo de Juan Nepomuceno Terrero.

  Quince años después de redactado su testamento y después de llevar en el exilio una vida digna, austera y de trabajo, Rosas rindió su vida a Dios el 14 de marzo de 1877.  

En cumplimiento de su manda testamentaria que en su artículo 3° rezaba: "Mi funeral debe ser solamente una misa rezada, sin pompa ni aparato alguno", como dice Saldías, "...el cadáver de Rosas fue transportado de la chacra de Swarkling a la capilla católica de Southampton, y al día siguiente conducido el cadáver al cementerio de esta ciudad. Encima del féretro de roble se veía la bandera argentina que flameó en la Campaña de la Sierra y que le había donado el coronel Arenales, hijo del general, y el sable que el Libertador San Martín usó en sus campañas por la Independencia de América".  

Por el mandato testamentario y encontrándose prefallecidos Juan Nepomuceno Terrero y su esposa, el sable pasó al hijo de ambos Máximo Terrero.

La repatriación del glorioso sable

"Mientras se levantan altares a San Martín, -decía Alberdi- su espada está en Southampton sirviendo de trofeo fundamental a la tumba de Rosas, puesta en ella por las manos mismas del héroe de Chacabuco y Maipo".

Casi durante los veinte años que siguieron a la muerte del Gran Americano -como se lo llegó a llamar a Rosas- nadie se interesó en lograr la repatriación del sable.


Adolfo P. Carranza
Recién fue en el año 1896, cuando el primer director del Museo Histórico Nacional, Adolfo Pedro Carranza inició esas gestiones.

Carranza temía que el sable quedara en tierra inglesa, pues la hija de Rosas y su esposo -poseedor de la reliquia- eran ya ancianos y sus hijos eran ingleses y vivían allí.

Para realizar esas gestiones ante Manuelita Rosas, Carranza se valió del concurso y ayuda que prestó a tal fin don Antonino Reyes, el fiel exedecán del Restaurador.

Reyes nunca había abjurado de su pasado rosista y fue uno de los pocos que se mantuvo leal a su antiguo jefe, con quien intercambió correspondencia hasta su muerte, y también con Manuelita Rosas, de quien siempre fue su amigo.

Manuelita junto a sus hijos

Así por intermedio de Reyes, Carranza escribió a Manuelita el 5 de setiembre de 1896, requiriéndole la donación del sable al Museo que él dirigía, conteniendo esa carta comentarios elogiosos hacia la conducta asumida por Rosas "...que con su actitud, salvó el honor de nuestra bandera y protestó bizarramente contra el proceder de la diplomacia extranjera. Entre las manifestaciones que él recibió de aplausos por su conducta, tan correcta como decidida es sin duda; la de mayor importancia, la que mereció del ilustre General San Martín, quien para dar más energía a sus declaraciones le legó por testamento, el sable que le había acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur..."

Manuelita le contestó el 27 de noviembre accediendo al pedido, resaltando "...la justicia que hace Ud. en ella a la actitud heroica con que mi lamentado padre el General Dn. Juan Manuel de Rosas durante su gobierno, salvó el honor de nuestra bandera ultrajada por potencias extranjeras que trataban de humillarla..."

También le hacía saber a Carranza que el sable "...hoy pertenece a mi esposo, y como fácilmente lo comprenderá Ud. mucho le cuesta a él, como a todos nosotros hacer el sacrificio de desprendernos de ella... Al fin mi esposo, con la entera aprobación mía y de nuestros hijos, se ha decidido en donar a la «Nación Argentina» este monumento de gloria para ella, reconociendo que el verdadero hogar del sable del Libertador, debiera ser en el seno del país que libertó..."

El Sr. Jacinto Anzorena, cuenta que siendo niño y encontrándose de visita en casa de Manuelita Rosas, y admirando el sable corvo le preguntó porqué no lo regalaba al Museo Histórico de Buenos Aires; Terrero en rápida respuesta le contestó: "Ese sable no volverá a la Argentina sino con los restos del general Rosas", ante lo cual Manuelita le dijo: "No, Máximo, este niño tiene razón; esa reliquia debe volver a Buenos Aires y a su tiempo los argentinos le harán justicia a tatita".

Ya decidida la donación del sable al Museo Histórico, Rodrigo S. Terrero -hijo de Máximo y Manuelita- por encargo de sus padres se comunicó con su primo carnal Juan Manuel Ortiz de Rozas (6) quien residía en Buenos Aires, "...y es el deseo de ellos que seas tú el que hagas la presentación, en su nombre a la patria... Se entiende que el sable será donado a la Nación Argentina y tu me dirás si crees que la entrega deba ser hecha por tí al Presidente de la República para depositarla en el Museo o directamente al Sr. Carranza como representante de este establecimiento, o bien de cualquier otro modo".

En una carta muy cordial que Manuelita le remitió a Carranza el 31 de enero de 1897, en la cual incluso le ofrecía su casa para servirle de hospedaje en caso que este viajara a Inglaterra, expresaba "...que es nuestro deseo especial  que sea Juan Manuel Ortiz de Rozas quien presente la donación, pues en nuestra ausencia y la de nuestros hijos es a él a quien por derecho de cortesía le corresponde recibir y entregar en representación nuestra, el objeto que su abuelo heredó del Ilustre General San Martín..." y que de acuerdo a la opinión de su sobrino "...(enteramente de acuerdo con la nuestra) que tratándose de una donación a la Nación corresponde ofrecer el sable al señor Presidente de la República..."

Máximo escribe dos cartas al día siguiente, una dirigida a Carranza y la otra al Presidente de la Nación, José Evaristo Uriburu, ofreciendo en donación el sable "...siendo mi deseo donar a la Nación Argentina, para siempre, este recuerdo, quizás el más interesante que existe, de su valiente Libertador... Suplico a V.E. -le dice al Presidente- se digne aceptar la ofrenda que hago a la patria en nombre mío, de mi esposa Doña Manuela Rozas de Terrero y de nuestros hijos, y si bien en caso de ser aceptada la remisión, nos fuera permitido expresar nuestro deseo en cuanto al destino que se le diera al sable, sería el que fuese depositado en el Museo Histórico Nacional, con su vaina y caja tal cual fue recibido el legado del general San Martín..."

El Danube, navío en el cual se transportó el sable
Habiendo sido puestos los sellos correspondientes al sable y su cofre en la Delegación Argentina en Londres, el día 2 fueron embarcados en el paquebote RMS Danube de la Royal Mail Line, partiendo dicho buque desde Southampton para Sudamérica tres días después, teniendo previsto el arribo al puerto de La Plata (7) el día 27 de febrero.

Conocida esa noticia casi de inmediato en Buenos Aires -ya que la misma se transmitió telegráficamente-, los diarios dieron distintas opiniones acerca del marco que debía darse al acontecimiento, coincidiendo todos que debía ser de mucha importancia, pero el gobierno en realidad no se preocupó demasiado, como si la situación incomodara y faltando dos días para el arribo de la nave no se sabía cómo se recibiría la reliquia. Todo fue improvisación por parte de las autoridades.

A último momento se dispuso que al arribo del Danube al puerto de La Plata, lo que ocurriría el día domingo 28 por la mañana, el sable fuera trasbordado a la corbeta La Argentina para su traslado bajo el pabellón argentino al puerto de Buenos Aires.


El regreso del sable a la Patria

Al arribo del Danube, su Comandante dispuso el traslado a cubierta de la encomienda que venía con una bandera argentina. Se trataba de un gran cajón, dentro del cual había otro de cinc, que al ser cortado permitió ver una valija de cuero negro rodeada -a modo de protección- por diarios argentinos e ingleses. Abierta la valija había una caja de madera oscura cerrada con llave, sobre cuya cubierta había una placa de bronce de forma ovalada, en la cual se encontraba grabada la cláusula 3ra. del testamento de San Martín -que había sido puesta oportunamente y años atrás por Rosas- y dentro de la caja estaba el sable corvo. El Sr. Ortiz de Rozas se hizo cargo de la encomienda y acompañado por un oficial de la Marina y otras personas presentes descendieron del navío y en un falúa de gala  de la corbeta La Argentina, acompañados por otros botes en formación, fueron trasladados a ésta.

Ya a bordo de La Argentina, se efectuó una ceremonia de recepción. La caja fue depositada sobre el armón de un cañón, bajo los toques de un clarín y con la tripulación formada sobre cubierta. Después de un breve discurso, Ortiz de Rozas, encargaba la custodia de la caja con la reliquia sanmartiniana al Comandante de La Argentina para ser entregada al Gobierno de la Nación, constituyéndose de inmediato una guardia de honor para su custodia, con lo que finalizó el acto.

Corbeta La Argentina

Los diarios de la época destacaron la poca concurrencia de público para tan magno acontecimiento, que atribuyeron a la falta de publicidad y el poco interés o indiferencia de las autoridades para la realización de festejos y promover la concurrencia del pueblo para recibir el sable con el cual San Martín había libertado a media América.

"La Prensa" en su edición del 1° de marzo, así decía: “Desagradable impresión ha causado entre la poca concurrencia que acudió ayer a presenciar el trasbordo de la espada que perteneció al General San Martín, desde el vapor mercante «Danube» que lo ha conducido desde Southampton, a la corbeta «La Argentina».  La ausencia de representación de los gobiernos, y la poca publicidad dada al acto, contribuyó a que aquella ceremonia solo fuera presenciada por unas pocas personas”.

Poca cantidad de vecinos de Ensenada concurrieron al puerto en esa ocasión.

La entrada de La Argentina al puerto de Buenos Aires, fue demorada hasta el día jueves 4 de marzo, pues en esos días anteriores se celebraban las fiestas de carnaval.

Tampoco en esta ocasión se tomaron disposiciones para dar brillo y honrar de manera adecuada a la importancia que tenía la reliquia más valiosa de la nacionalidad. La llegada del sable que unía los nombres de San Martín y Rosas, parece que molestó a muchos militares y civiles, ya que varios generales en actividad designados para integrar una Comisión encargada justamente de la recepción del sable, excusaron su concurrencia y debió asumir la presidencia de la misma el Teniente General Donato Álvarez llegado desde Necochea, quien se encontraba en situación de retiro, junto a algunos coroneles y otros oficiales. 

No se había dispuesto la formación de tropas ni desfiles, como así tampoco la formación y saludo de los buques de la escuadra al paso de la corbeta que transportaba la gloriosa reliquia.

Una vez desembarcada, la caja que contenía el sable fue conducido al Salón de ceremonias de la casa de gobierno por cuatro marineros vestidos de gala de la dotación de La Argentina, seguidos por Ortiz de Rozas, por la Comisión militar y miembros del Club Militar y la escuela de Grumetes de la Armada, con su banda de música, con la concurrencia de aproximadamente un poco más de mil personas.

Juan Manuel León Ortiz de Rozas, nieto del Restaurador

Previa alocución patriótica Pronunciada por el Sr. Ortiz de Rozas -nieto del Restaurador y con su mismo nombre-, la caja con el sable fue entregada al Presidente Uriburu, quien se encontraba acompañado por sus ministros, funcionarios y militares. El presidente, después de agradecer la generosa donación del sable por su legítimo poseedor y a fin de cumplir con la voluntad del donante de que el arma fuera expuesta a la contemplación del pueblo, ordenaba a la Comisión presidida por el Tte. Gral. Álvarez, que hiciera su formal entrega al Presidente del Museo Histórico Nacional conjuntamente con la documentación pertinente que certificaban la autenticidad de esa pieza histórica.

El Tte. Gral. Álvarez, con los otros miembros de la Comisión se trasladaron en carruajes hasta el Museo -ubicado en aquél entonces donde hoy se encuentra el Jardín Botánico- a fin de dar cumplimiento a lo dispuesto por el Presidente. Ese día a las 15 horas, la caja con el sable y demás documentación fue recibida por Adolfo P. Carranza e incorporado así al patrimonio histórico de la Nación. El acto terminó con la entrega de medallas conmemorativas y láminas con el retrato del Libertador y de su sable, no así las de quien había sido destinatario del legado, el Brigadier Rosas, ya que en realidad, donante, legado y legatario estaban íntimamente vinculados.

Los medios de la época destacaron la frialdad de los actos, llegando el diario "El Tiempo" en su edición del 5 de marzo, bajo el título "Patriotismo chiquito" a publicar lo siguiente:

"En el enérgico lenguaje criollo puede decirse que la recepción del Sable de San Martín, ha sido una porquería. 

Ni el gobierno, ni el pueblo, ni el ejército han hecho nada digno del acontecimiento. El gobierno, porque lo tiene a mal traer su perpetuo catarro político; el pueblo porque no ha sabido nada de lo que pasaba o porque si lo ha sabido se ha encogido de hombros; y el ejército, porque... se enfermaron los generales epidémicamente. 

De ahí que la ceremonia adoleciera de la insoportable tiesura oficial sin que una nota calurosa y espontánea derritiera el hielo de la indiferencia...

La repentina peste que se declaró en las altas esferas del ejército hizo que los generales no pudieran concurrir  a la recepción del  sable del GENERAL..."

El diario "La Prensa", no obstante más moderado en sus apreciaciones, destacaba que "...el acto resultó deslucido" y que "Honda contrariedad y profunda pena  causa el retraimiento inequívocamente intencionado de los militares de más alta graduación del ejército y la armada...".

El diario "Tribuna", habla de "la penosa impresión que nos ha causado  y el recibimiento triste y frio  que se ha hecho a la espada de San Martín, el símbolo más hermoso, al fin y al cabo de la epopeya de la independencia americana".

En forma coincidente "El Día" de la Plata, decía "El acto ha debido ser imponente pero ha sido casi frio". 

En conceptuosa nota a Máximo Terrero, Carranza destacó la generosidad del donante de la pieza histórica, como que la misma se encontraba ya expuesta a la veneración del pueblo.

Al ser trasladado el Museo a su actual emplazamiento en Parque Lezama, el sable corvo fue exhibido en una vitrina, en una sala denominada "Recinto de San Martín", donde también se encontraban otros objetos que habían pertenecido al Libertador.


El robo del sable

Hace ya hace cincuenta años atrás, el 12 de agosto de 1963 en horas de la noche y por motivos políticos, el sable fue sustraído del Museo y devuelto el 29 de ese mes al ejército, quedando en custodia transitoria por parte del jefe del Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín. Por disposición del Juez Federal que entendió en la causa, el sable corvo fue reintegrado al Museo Histórico Nacional a las 16 hs. del día 17 de agosto de 1964, aniversario del paso a la inmortalidad del Libertador.

Pero fue sustraído nuevamente el 19 de agosto de 1965 y al ser recuperado tiempo más tarde se dispuso que quedara en guarda y custodia permanente por el Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín, habiendo sido colocado dentro de un templete blindado hecho a tal efecto, para impedir así otra sustracción y la pérdida de la más importante reliquia histórica de nuestro país.

Significado del legado del sable

El poseer ese sable durante todos esos veinticinco años de exilio, fue un bálsamo para el espíritu del Restaurador, frente a los agravios que se le hacían en su tierra, ensañándose con él, apostrofándole e injuriándole de toda forma, despojándole sus bienes y el de sus hijos y lo que es aún peor, dictando leyes, como la sancionada por la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires el 29 de julio de 1857, declarándolo "reo de lesa patria...y por haber hecho traición, en muchos casos a la independencia de la patria" y sometiéndole también a un ilegal juicio, donde se vulneraron todas las formas del debido proceso en el cual fue juzgado por sus declarados enemigos y condenado a muerte.

Pero su nombre quedaría unido indisolublemente por los siglos de los siglos -mal que les pese a sus enemigos de ayer y de hoy- junto al del Padre de la Patria. Su nombre y su memoria resplandecen junto al de San Martín!

Nunca un argentino, ni ayer, ni hoy, ni mañana podrá superarlo en el homenaje que recibió, no comparable a nada, de quien es reconocido como el Padre de la Patria y uno de sus hombres más preclaros y fundador de la nacionalidad argentina.

¡Haber tenido Rosas en su casa por tantos años el sable libertador!. ¡Qué otro homenaje podrá superarlo!

Los ataques que recibió Rosas de los pequeños hombres de Buenos Aires -muy hábiles para rehacer la historia-, se estrellan para convertirse en nada, contra ese reconocimiento eterno que emitió el Brigadier General José de San Martín.


El sable y los detractores de Rosas

Los historiadores de la llamada "historia oficial", nunca pudieron "digerir" el legado del Libertador a quien ellos llamaban "el execrable tirano", "Calígula del Plata", "tirano degollador" y otros epítetos por el estilo. No tenían forma de explicar lo que a ellos les debía resultar "inexplicable". Tampoco podían explicar la amigable correspondencia entre San Martín y Rosas... y entonces ¿qué hicieron?.

En algunos casos lo ignoraron y así la vida de San Martín prácticamente se agota con su partida a Europa allá por 1824 y el Libertador continúa jugando con sus nietecitos allá en Francia, hasta su muerte. Nada de sus opiniones políticas, nada de su relación con Rosas, nada de su testamento.

Otros por el contrario, trataron de "explicar" la actitud de San Martín con argumentos tales como su edad o una pretendida "incapacidad mental", su decadente estado de salud, su desconocimiento de lo que sucedía en Buenos Aires, y otros argumentos que resultarían descalificantes para el Libertador, como si éste hubiere actuado con dobleces, como es subordinar el legado al nombramiento de su yerno con el cargo de Oficial de la Legación Argentina en Francia, sin "advertir" que el testamento fue redactado en 1844 y el nombramiento de Balcarce se efectuó a fines de 1848.

Al respecto escribió Mario César Gras:

"Nada desconcierta ni exaspera tanto a los detractores de Rosas como la constante y firme adhesión que le dispensó el general San Martín y que culminó con el legado de su corvo glorioso, dispuesto por la cláusula tercera de su testamento... Muchos, en la imposibilidad de ocultar esa adhesión, ampliamente documentada, o el propio contenido del testamento, pretenden explicar la actitud del Libertador recurriendo a razones pueriles, como sería su falta de información sobre las atrocidades del gobierno de Rosas o su chochera cuando elaboró sus disposiciones de última voluntad... Se trata de recursos absurdos, demostrativos de condenable mala fe. La correspondencia de San Martín, afortunadamente copiosa y clara, comprueba, hasta la evidencia, su constante preocupación por los sucesos de América, en especial por los que ocurren en su país de origen y, si algunas veces demoran las informaciones más de lo prudente, se apresuran a reclamarlas de sus amigos de confianza... En cuanto a la pretendida declinación mental de San Martín cuando confeccionó su testamento, cabe advertir  que éste está fechado en Enero 23 de 1844, esto es, 6 ½ años antes de su deceso y que el Gran Capitán, conservó hasta su último instante el pleno ejercicio de sus facultades. Así lo asevera su propio yerno don Mariano Severo Balcarce al comunicar su fallecimiento al gobierno de Buenos Aires... (los) esfuerzos -de los historiógrafos liberales- por ocultar o deformar la verdad, carecen ya de eficacia ante el avance de las investigaciones objetivas y, en la actualidad, sólo pueden merecer piedad  o desprecio...".

En cuanto a la salud mental del prócer al momento de su fallecimiento, me remito a la opinión del unitario Félix Frías (ER N° 16), quien lo visitó en sus últimos días y  escribió: "Hacía algún tiempo que el general consideraba próxima su muerte… El día 6 escribió en su cartera algunas palabras afectuosas de despedida para sus hijos. Su razón sin embargo se ha mantenido entera hasta último momento… En algunas conversaciones que tuve con él…pude notar un mes antes de su muerte que su inteligencia superior no había declinado. Vi en ella el sello del buen sentido que es para mí el signo inequívoco de una cabeza bien organizada. Hablaba con entusiasmo…Recordaba siempre… y su memoria conservaba frescos y animados recuerdos de los hombres y los sucesos de su época brillante… Su lenguaje era de un tono firme y militar, por decirlo así, cual el de un hombre de convicciones meditadas".


Significado para los argentinos del legado del sable corvo

Para los argentinos a los cuales les conmueve el espíritu sanmartiniano, no les puede ser indiferente la actitud de San Martín al legarle su sable a su amigo Rosas.

Esa actitud de San Martín, que nunca modificó, y que podía haberlo hecho de haber variado su concepto sobre Rosas y su política, sino que por el contrario lo convalidó cuando en su última carta dirigida a su amigo, el 6 de mayo de 1850, afirmó, lo que constituye un mandato para todo argentino: 

"...como argentino me llena de un verdadero orgullo, al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor restablecidos en nuestra querida patria; y todos estos progresos efectuados en medio de circunstancias tan difíciles, en que pocos Estados se habrán hallado. 

Por tantos bienes realizados, yo felicito a Ud. sinceramente, como igualmente a toda la Confederación Argentina.

Que goce Ud. de salud completa, y que al terminar su vida pública, sea colmado del justo reconocimiento de todo Argentino, son los votos que hace y hará siempre en favor de Ud. este su apasionado

Amigo y Compatriota"

Allá por el año 1960, cuando ingresaba a la adolescencia y después de habérseme enseñado en la escuela primaria todo lo imaginable sobre la "tiranía" de Rosas y por el contrario era presentado al General San Martín, como Héroe máximo de la nacionalidad -que lo es-, junto a otros "héroes" y "próceres" -que no lo son-, al tener la oportunidad de leer la cláusula 3ra. del testamento del Padre de la Patria, me pregunté: "Pero si Rosas era tan malo, ¿cómo es que el general San Martín le legó su sable?". Ese fue el comienzo de una infatigable búsqueda de la verdad histórica y que hoy después de tantos años me tiene al frente de este periódico en la misma senda.

Lo mismo le ha pasado a innumerables argentinos. 

Otros aún siguen con la leyenda de la "primera tiranía". Por aquellos años de mi infancia recuerdo que había una revista llamada "La gran historieta"; así también se debería llamar la historia tejida de "inexactitudes a designio", mentiras y falsedades en torno a Rosas y su gobierno y de exaltación desmesurada e injusta hacia sus enemigos, que fueron también los enemigos de la Patria argentina, historia ésta contada a partir de Caseros.

San Martín, quien -a mi criterio- fue el primer rosista, nos abrió los ojos. ¡Gracias Padre de la Patria, por ser el camino para hacernos ver y conocer la verdad histórica de una época importante de nuestra Nación!

Referencias:

(1) El papel sellado es un tipo especial de papel que contiene un impuesto de timbre, y que es exigido, en ciertos países, para efectuar trámites judiciales o administrativos. 

(2) Se confunde -inclusive por historiadores, escritores, etc.- sable con espada, cuando no son sinónimos sino distintos. El objeto del legado era un "sable" que es un arma blanca semejante a la espada, pero algo corva y por lo común de un solo corte, como lo define el Diccionario de la Real Academia Española, y no una "espada" que es un arma blanca, larga, recta, aguda y cortante, con guarnición y empuñadura, como lo define el mismo diccionario. 

(3) El estandarte que fuere obsequiado al general San Martín, no era en realidad el llevado por Pizarro al conquistar el imperio del Inca, sino era el del ayuntamiento de Lima es decir el que se habría empleado en la fundación de esa Ciudad y que por error se confundía éste con aquél. Tanto San Martín como sus descendientes creyeron de buena fe que el estandarte que se le había obsequiado era en realidad el de Pizarro. Estudios posteriores de un historiador peruano, determinaron en 1827 el verdadero origen de aquel estandarte.

El estandarte de Pizarro se encuentra actualmente en el Museo Nacional de Colombia, en la Ciudad de Bogotá. 

(4) Hay una controversia acerca de si el sable fue utilizado por San Martín en San Lorenzo, pues según algún historiador habría usado una espada, que regaló a Lamadrid, cuando lo nombró su edecán al recibir el mando del Ejército del Norte en 1814. Se desconoce el paradero de esta espada, ya que Lamadrid la perdió en acción de guerra. 

(5) Algunos historiadores y escritores, cometen un error bastante común que es afirmar que San Martín, le remitió a Rosas su "espada" o sable corvo después de haber conocido la acción de la Vuelta de Obligado. Tomamos como ejemplo que en la "Historia integral de la Argentina", de la Editorial Planeta Argentina S.A., año 2000, 25 tomos, dirigidos por Félix Luna, en el tomo 9 "La Santa Federación", pág. 713, cuando refiriéndose a San Martín, dice: "Instalado en Grand Bourg desde 1834, no dejó de pensar en su patria. Cuando se produjo la intervención anglo-francesa (sic) en el Río de la Plata, durante el mandato de Juan Manuel de Rosas, San Martín, impedido de combatir por su avanzada edad y su precaria salud, envió su espada (sic) como acto simbólico de defensa de la soberanía".

Felipe Pigna en la página web "elhistoriador.com.ar", en el apartado Biografía de Rosas y sobre el Combate de la Vuelta de Obligado, incurre en el mismo error cuando afirma: "Los ingleses levantaron el bloqueo en 1847 mientras que los franceses lo hicieron un año después. La firme actitud de Rosas durante los bloqueos (sic) le valió la felicitación del General San Martín y un apartado especial en su testamento..." 

(6) Juan Manuel León Ortiz de Rozas (1839-1813), era nieto del Restaurador ya que era hijo de Juan Bautista Ortiz de Rozas Ezcurra, y de Mercedes Fuentes. De joven fue representante argentino en Montevideo. Luchó en la guerra contra el Paraguay y tuvo destacada actuación política -fue miembro del Partido Autonomista de Adolfo Alsina- y administrativa, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, donde fue gobernador desde julio de 1913 hasta su fallecimiento ocurrido un poco más de un mes más tarde. 

(7) El puerto de La Plata, se encuentra sobre el Río de la Plata, a 10 km. aproximadamente de esa Ciudad, en la localidad de Ensenada.


Fuentes:

Doallo, Beatriz Celina. "El exilio del Restaurador", Ediciones Fabro, Buenos Aires, 2012.

Font Ezcurra, Ricardo. "San Martín y Rosas". Editorial Juan Manuel de Rosas, Bs. As., 1965. 

Gras, Mario Cesar. "Rosas y Urquiza. Sus relaciones después de Caseros". Bs. As., 1948.

Gras, Mario Cesar. "San Martín y Rosas. Una amistad histórica" con Noticia preliminar de Ramón Doll, Bs. As., 1948.

Ramallo, Jorge María. "El Sable de San Martín", Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas N° 20 del segundo semestre de 1959. 

Saldías, Adolfo. "Historia de la Confederación Argentina", Edit. Oriente, Bs. As., 1975.

Sulé Tonelli, Jorge. "La coherencia política de San Martín", Ediciones Fabro, 2007.

Villegas Basavilbaso, Benjamín. "Significación moral del testamento de San Martín", Revista del Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Históricas N° 6 de diciembre de 1940.