jueves, 1 de septiembre de 2016

Martín Miguel de Güemes

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año X N° 40 - Setiembre 2016 - Pags. 1 a 6 

 Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el  9 de Julio de 1816  

MARTIN MIGUEL DE GÜEMES
El general gaucho
por Norberto Jorge Chiviló 

La guerra gaucha
Martín Miguel de Güemes en su uniforme de gala



La figura militar de Güemes, verdadero general gaucho, como artífice de la guerra defensiva conocida como "guerra gaucha" -nombre éste que se debe a Leopoldo Lugones-, "guerra de recursos" o "guerra irregular", que se desarrolló en lo que hoy es el norte argentino, tiene en nuestra historia un lugar destacado, ya que junto a San Martín y Belgrano -entre otros- fue ardiente defensor de la naciente independencia argentina.
Vicente Fidel López en "Historia de la República Argentina", afirmó: "La campaña defensiva de Güemes… es, en mi concepto, un modelo en su género como plan estratégico y como ejecución consumada. No faltó en ella una sola previsión; no hubo que lamentar un solo descuido; y todas aquellas milicias movidas y electrizadas por el jefe de la provincia invadida, obedecieron directamente a su sola voz con la regularidad del ejército veterano más prolijamente preparado para las operaciones estratégicas de una guerra estrictamente campal. Si exceptuamos la famosa campaña de San Martín sobre Chile, las mayores luces de la escena, y la imponente solemnidad de las batallas que le dan tantos prestigios, no hay entre las guerras de nuestra Revolución ninguna otra que, como la de Güemes en Salta, ofrezca un modelo más acabado de regularidad en el plan y en los resultados…Y de ahí que la célebre campaña de Salta forme el cuadro más vivo y más romanesco que sea posible encontrar en las luchas sangrientas que las masas humanas hayan sostenido alguna vez, las unas contra las otras, cualquiera que sea el país donde se tomen ejemplos. Y la llamamos célebre porque como tal la han clasificado y estudiado todos los historiadores militares españoles que actuaron en ella". 
Martín Miguel de Güemes, segundo hijo de una familia acomodada, cuyo nombre completo era Martín Miguel Juan de Mata de Güemes Goyechea, nació en la ciudad de Salta (Virreinato del Río de la Plata), el 8 de febrero de 1785.
Desde joven abrazó la carrera de las armas, ya que a los 14 años, se alistó en la Compañía del 3er. Batallón del Rey, Fixo de Buenos Aires, que en ese momento se encontraba en Salta a raíz de la rebelión de Túpac Amaru. En 1805 ese batallón, regresó a Buenos Aires -asiento del regimiento-, y como integrante del mismo, Güemes participó un año después en las gloriosas jornadas de la Reconquista contra el invasor inglés, donde se destacó porque al frente de una pequeña fuerza de 30 paisanos dirigió una carga de caballería, sobre un buque mercante inglés, el Justine, que estaba armado con 26 cañones y que había quedado varado debido a una bajante del río, abordándolo y apresando a su tripulación. Por esa actuación, fue ascendido al grado de teniente. Un año después tomó parte también en la Defensa de Buenos Aires.
A fines de junio de 1810, se conoció en Salta, que en el mes de mayo se había formado en Buenos Aires -por entonces capital del Virreinato del Río de la Plata-, una Junta como "la de España" y Güemes fue de los primeros en alistarse en aquella ciudad en la defensa del ideario revolucionario.
Con el envío por la Primera Junta de Gobierno -llamada oficialmente Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata a nombre del Señor Don Fernando VII-  de la Expedición Auxiliadora al Alto Perú al mando del coronel Francisco Ortiz de Ocampo -reemplazado después por Antonio González Balcarce-, con el objeto de sofocar intentos contrarrevolucionarios en Córdoba y ciudades del Alto Perú -que desconocieron el poder de la junta de Buenos Aires- y a su vez llevar la revolución al Norte del Virreinato, Güemes tomó parte de la misma y con 60 hombres se hizo cargo de la defensa de la Quebrada de Humahuaca. 
En la batalla de Suipacha que tuvo lugar el 7 de noviembre del mismo año y que fue la primera victoria significativa del ejército patrio en la guerra de la independencia, Güemes al frente de un cuerpo de milicianos tarijeños tuvo destacadísima actuación y según el Cabildo de Salta "se cubrió de gloria". No obstante que su accionar junto a sus milicianos determinó la victoria patriota, en el parte de la batalla que se remitió al gobierno no fue siquiera nombrado.
Los jefes militares porteños, por celos y envidia, no solo ocultaron esa participación decisiva del joven capitán salteño en aquella batalla, sino que también ocultarán los triunfos diarios que obtendría en el futuro y aún negarán sus servicios a favor de la causa independentista.
Después de ocupar el Alto Perú, el ejército patriota fue derrotado en Huaqui y debía retroceder; Güemes prestó ayuda a los derrotados, a la par que hostigaba con sus partidas gauchas el avance de la vanguardia realista.
Cuando Belgrano asumió el mando del Ejército del Norte y se inició la segunda expedición auxiliadora al Alto Perú para volver a retomar "las provincias de arriba", Güemes no participó, pues fue separado del ejército por indisciplina, causada por una cuestión de polleras, debiéndose trasladar a Buenos Aires. Tenemos que aclarar, que con posterioridad a aquél desencuentro entre Belgrano y Güemes, estos dos personajes históricos se amigaron.
Debido a las derrotas sufridas, una vez más, de las tropas patriotas al mando de Belgrano, en Vilcapugio y Ayohúma el 1° de octubre y 14 de noviembre de 1813 respectivamente, por las fuerzas realistas al mando de Joaquín de la Pezuela y su retirada hacia Jujuy, el gobierno de Buenos Aires decidió el envío de una expedición auxiliadora, designando el 3 de diciembre a San Martín comandante de la fuerza y el 18 de enero siguiente, lo nombró sucesor de Belgrano -quien así lo había pedido- en la jefatura del Ejército del Norte. Once días después en Tucumán, se reunieron ambos jefes, efectuándose el traspaso del mando del ejército.
Guerra gaucha
Carga de Güemes y sus Infernales, óleo sobre tela de Juan A. Boero


En Buenos Aires, Güemes conoció a San Martín, con quien trabó una franca amistad, que duraría hasta el fin de sus días. El salteño, ascendido a teniente coronel y designado como jefe de caballería acompañará a San Martín en esta nueva misión y así volverá a su tierra. Ya en esa tercera expedición, San Martín, en abril de 1814, admirado por la eficiencia de las partidas gauchas, lo designó como comandante de las fuerzas avanzadas de Salta, por el lado del río Pasaje o Juramento  -llamado así porque tiempo atrás allí se había jurado la bandera-, para organizar esas fuerzas y así poder hostigar y contener a las fuerzas realistas. De esa forma Güemes y sus gauchos fueron una barrera infranqueable para los ejércitos realistas.
Después de provocar las dos derrotas al ejército de Belgrano ya señaladas, La Pezuela avanzó hacia el sur y ocupó la ciudad de Jujuy el 27 de mayo de 1814 y luego la de Salta, ocupación que duró hasta el 25 de julio, en que las fuerzas de Güemes, lo hicieron huir después de ocasionarle 1200 bajas en la retirada. 
Güemes a quien su pueblo llamaba "Padre de los pobres", junto con la ayuda de otros caudillejos, al frente de fuerzas irregulares de paisanos en armas, mal armadas, pero con mucho coraje y determinación, un poco indisciplinadas pero que contaron con el amplio apoyo de la población, hicieron frente en muchas oportunidades a los ejércitos regulares realistas bien armados, disciplinados, experimentados en el arte de la guerra y comandados por militares de prestigio, (españoles y criollos como el Mariscal José de la Serna y los generales Pedro de Olañeta, Joaquín de la Pezuela, Juan Ramírez de Orozco, entre otros), que en seis oportunidades desde el Perú fueron enviados por el Alto Perú, para retomar Buenos Aires, lo que no pudieron lograr por la férrea defensa que los gauchos salteños hicieron en tierras de la entonces Intendencia de Salta, que comprendía las actuales provincias de Salta, Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero y la región (ahora boliviana) de Tarija y Tupiza, entre otras.
Lo que se llamó "guerra gaucha", tuvo lugar principalmente en el escenario geográfico de la Quebrada de Humahuaca, lugar por el que pasaban (de Salta y Jujuy hacia el Alto Perú y viceversa) los ejércitos tanto patriotas como realistas, pues al oeste había una zona prácticamente desértica -la Puna- con pocos recursos lo que hacía muy dificultoso su paso por un ejército y al este era una zona selvática falto de caminos y poblaciones y también difícil de transitar.
Güemes, era una persona muy popular entre su pueblo -y lo sigue siendo aún hoy en su querida Salta- de gran carisma, consumado jinete y guerrero y también de carácter noble, justiciero y generoso, lo que le valió por todas esas cualidades, ser admirado y respetado por sus gauchos y le convirtieron en un verdadero caudillo.     
Martín Miguel de Güemes
Infernales. Dibujo de Eleodoro Marenco

Las milicias de paisanos que comandaba, sus gauchos, llamados "Los Infernales", estaban formadas por peones de las haciendas, pequeños propietarios, arrendatarios, puesteros, arrieros y aun indios, diestros en el manejo del caballo y en el arte de lanzar boleadoras y arrojar lazos y en la utilización de armas blancas, lo que les daba ventajas en los enfrentamientos con los realistas, mientras que las armas de fuego eran pocas. Sus características principales eran la valentía y la fidelidad a su jefe
La táctica principal era la de golpear y desaparecer, crear intranquilidad en el ejército enemigo, emboscarlos, arrebatarles recursos, cortar las comunicaciones y sobre todo, hacerlos sentir inseguros en la tierra que pisaban. Todo ello lo hicieron muy bien, y así lo reconocieron los propios enemigos, pero también debemos decir que ayudó la naturaleza del terreno en que se desarrolló esa lucha.
El historiador español Mariano Torrente en sus memorias, describió claramente como fue aquella guerra gaucha a la que los ejércitos realistas se vieron sometidos por las milicias salteñas: "Las numerosas partidas, que se levantaron… compuestas de gentes sumamente diestras en el manejo del caballo, muy conocedoras de aquel terreno montuoso y quebrado, expertas en la guerra de sorpresas, y emboscadas, y de una particular habilidad para penetrar por los espesos bosques y matorrales, extendieron su incursiones hasta las mismas cercanías de Salta. Las tropas del rey tenían que vivir en una continua agitación y alarma, debiendo sostener continuos choques parciales contra aquellos cosacos de América, llamados Gauchos, que huían cuando se les buscaba, pero que con la misma facilidad se echaban encima para interceptar los víveres, cortar las comunicaciones, y sacar partido de todo descuido o desprevención".
Martín Miguel de Güemes
Gucho de Güemes. Dibujo de Eleodoro Marenco
El mismo San Martín, en carta del 23 de marzo de 1814, dirigida al Director Posadas, le expresaba: "…Puedo asegurar a V.E. que ellos solos [los gauchos de Salta], le están haciendo al enemigo una guerra de recursos tan temible, que lo han puesto en la necesidad de despachar una División de más de trescientos hombres con el solo objeto de proteger la extracción de mulas y ganado vacuno", días después en otra carta del 1° de abril, le decía: "…es imponderable la intrepidez y el entusiasmo con que se arroja el paisanaje sobre las partidas enemigas, sin temor del fuego de fusilería que ellas hacen. Tengo de esto repetidos testimonios…" y en otra del 25 de ese mes: "Los enemigos no se han atrevido a destacar ninguna partida fuera de ella [se refiere a la ciudad] en medio de la escasez de víveres que padecen, porque tienen horror a los montaraces".
El general Pezuela, jefe de las fuerzas realistas le envió una nota al virrey del Perú, contándole la actuación de las milicias gauchas y la acción ejercida sobre su ejército: "Su plan es de no dar ni recibir batalla decisiva en parte alguna, y sí de hostilizarnos en nuestras posiciones y movimientos. Observo que, en su conformidad, son inundados estos interminables bosques con partidas de gauchos apoyadas todas ellas con trescientos fusileros que al abrigo de la continuada e impenetrable espesura, y a beneficio de ser muy prácticos y de estar bien montados, se atreven con frecuencia a llegar hasta los arrabales de Salta y a tirotear nuestros cuerpos por respetables que sean, a arrebatar de improviso cualquier individuo que tiene la imprudencia de alejarse una cuadra de la plaza o del campamento, y burlan, ocultos en la mañana, las salidas nuestras, ponen en peligro mi comunicación con Salta a pesar de dos partidas que tengo apostadas en el intermedio; en una palabra, experimento que nos hacen casi con impunidad una guerra lenta pero fatigosa y perjudicial".
Después del combate del Puesto del Marqués, en Jujuy, ocurrido el 14 de abril de 1815, en el que las fuerzas gauchas de Güemes obtuvieron una rotunda y brillante victoria sobre la vanguardia del poderoso ejército realista que estaba al mando de Pezuela, sorprendiéndola en pleno descanso, ocasionándoles 120 muertos y otra igual cantidad de heridos contra sólo 2 heridos entre los atacantes, capturándose asimismo todo el armamento y pertrechos de los enemigos, Güemes se dirigió a Salta, pero al pasar por Jujuy se apoderó de 700 fusiles descompuestos que se encontraban en "la armería, maestranza y demás talleres del ejército", al llegar a Salta, el 6 de mayo y a petición del pueblo, el Cabildo lo designó como Gobernador de esa Intendencia, cargo que ejerció hasta su muerte.
Martín Miguel de Güemes
Güemes en la numismática. Año 2000

El apoderarse de los fusiles en Jujuy, le valió la recriminación del comandante del ejército del Norte, general Rondeau, quien lo conminó a la restitución de esas armas, a lo que Güemes se negó alegando que pertenecían a sus tropas y necesarias para la defensa de Salta. Esta situación produjo la enemistad de ambos militares, siendo declarado Güemes "traidor a la Patria", si bien esas diferencias fueron posteriormente saldadas con la reconciliación, lo que redundó en bien de la causa americana.
A los pocos días de declarada la independencia de las "Provincias Unidas de Sud América", en la ciudad de San Miguel de Tucumán, se entrevistaron en Córdoba el gobernador de Cuyo, general José de San Martín y el recién designado Director Supremo, general Juan Martín de Pueyrredón, para analizar la estrategia propuesta por el primero que consistía en no reincidir en las campañas al Alto Perú, que habían sido siempre contenidas por los realistas, sino en atravesar los Andes, con el ejército a su mando que en Mendoza custodiaba la frontera oeste, expulsar a los realistas de Chile y de allí por mar pasar al Perú, para atacar Lima, capital del Virreinato del Perú, corazón y centro neurálgico del poder español en América. El Director aprobó la estrategia de San Martín y días después, lo nombró General en Jefe del Ejército de los Andes. A su vez a fin de poner en marcha esta estrategia, era necesario que en el norte se impidiera el paso de los ejércitos realistas que pugnaban hacerlo por el Alto Perú, difícil tarea que ya San Martín y Pueyrredón habían confiado en Güemes, lo que el caudillo salteño cumplía a la perfección y lo hará también más tarde, mientras el futuro Libertador, prepara el ejército de los Andes y también después cuando ya liberada Chile, San Martín se aprestaba a realizar su expedición al Perú.
Producida la Declaración de la Independencia, Güemes hizo el juramento de fidelidad junto a autoridades y principales vecinos de la ciudad de Jujuy reunidos en Cabildo Abierto el 6 de agosto, el que repitió de igual forma en el Cabildo Abierto de Salta el 17 de diciembre. Después del primer juramento expidió una proclama destinada a sus fuerzas, comunicándoles el importante acontecimiento, instándolos a continuar combatiendo a los ejércitos invasores realistas. 
A principios del año 1817, Güemes tuvo conocimiento de los planes del jefe realista, mariscal José de la Serna de realizar una gran invasión sobre Salta. Este jefe realista era un prestigioso militar español, con una importante foja de servicios, que se había destacado en los años anteriores en su lucha en la península ibérica contra las tropas de Napoleón y en 1815, fue destinado a América y designado posteriormente como jefe del ejército del Alto Perú, formado el mismo por fuerzas veteranas de muchos combates, vencedoras del ejército imperial francés, con un alto espíritu militar y que también habían venido de España. De la Serna había prometido levantar el estandarte real en la ciudad de Buenos Aires.
Por su lado, Güemes puso a la provincia en pie de guerra, movilizó a su población y organizó el ejército que dividió en partidas pequeñas de no más de veinte hombres. 
Ante el avance de los realistas, Güemes amagó con retirarse, aplicando la táctica de la tierra arrasada, pero a su vez sus partidas hostigan al enemigo en todo lugar y en todo tiempo.
No obstante, las fuerzas de La Serna entraron en Salta el 16 de abril de 1817, pero no pudieron salir de la ciudad por los ataques relámpagos que sufrían y la población, no solo ninguna ayuda le prestaron, sino que por el contrario pasaban información importante a los hombres de Güemes. Esa situación produjo la preocupación del jefe realista y la desmoralización de sus tropas, lo que se vio incrementado con las noticias que venían de Chile y daban cuenta de las victorias obtenidas por San Martín. Todo ello determinó la retirada de La Serna hacia el Alto Perú. 
El 1° de febrero de 1820, en Buenos Aires, se produjo la batalla de Cepeda, que enfrentó a los directoriales -unitarios- y a los federales, comandados estos últimos por Estanislao López y Francisco Ramírez, siendo estos quienes resultaron victoriosos, causando la caída de las autoridades nacionales: el Directorio y la disolución del Congreso Nacional -que había iniciado sus sesiones en Tucumán pero que por esa época ya sesionaba en Buenos Aires y que el año anterior había sancionado la Constitución, tan resistida por los pueblos del interior-.
San Martín, mientras tanto se encontraba con su cuerpo expedicionario en Chile, demorado para iniciar su expedición al Perú.
En esas circunstancias se produjo en el norte una nueva invasión realista, al mando del general Cantenac, quien con un ejército de 4000 hombres ocupó Jujuy y a fines de mayo lo hizo con Salta.
Ante tales hechos, San Martín, como General del Ejército de los Andes, el 8 de junio designó a Güemes, General en Jefe del Ejército de Observación sobre el Perú, con la idea que este no solo contuviera a los realistas, sino que avanzara sobre el Alto Perú y los atacara por la retaguardia, para de esa forma atraer sobre sí a los ejércitos enemigos y facilitar la empresa libertadora.
Cantenac, seguirá los caminos de La Serna, acosado por las partidas gauchas, se retirará tomando el camino hacia el norte. 
Un año después, de aquél nombramiento, en la noche del 6 al 7 de junio de 1821, con la complicidad de algunos enemigos que Güemes tenía en la ciudad de Salta, una fuerza realista de alrededor de 300 a 400 hombres de infantería, altoperuanos, que comandaba José María Valdés, apodado "El Barbarucho", ingresaron en la ciudad, sin levantar sospechas por la vestimenta a la usanza regional que traían de ponchos y ojotas, para tenderle una emboscada nocturna, cercando la casa de su hermana Macacha, en la que Güemes se encontraba y quien al escapar montado en su caballo recibió un balazo en la cadera derecha. 
Esta herida, sea por la enfermedad de hemofilia que padecía Güemes o por la infección que le produjo, le ocasionará la muerte diez días más tarde, en Cañada de la Horqueta, después de padecer una gran agonía, rodeado de sus fieles y apenados gauchos. Todo su pueblo concurrió a su entierro en la Capilla de Chamical.
Guerra gaucha
La muerte de Güemes. Óleo sobre tela de Antonio Alice, circa 1910


Un poco más de un mes después de su muerte, el 22 de julio, sus gauchos comandados por el coronel José Antonio Fernández Cornejo, derrotaron a las fuerzas de "Barbarucho" Valdés y expulsaron para siempre a los españoles de Salta.
Cuando Güemes estaba gravemente herido de muerte, el general español Pedro Antonio Olañeta le envió emisarios, ofreciéndole médicos para que lo curaran, como así también prometiéndole honores y bienes para que desistiera de la lucha por la independencia, ofrecimientos que Güemes rechazó con gran dignidad.
Esos ofrecimientos no fueron los primeros. Un poco menos de cinco años antes, el mismo Olañeta la había remitido a Güemes, una carta (19 de setiembre de 1816) en la que le expresaba: 
"Muy señor mío y pariente: Conducido por el deseo de proporcionar todo el bien posible a los que conmigo están estrechados con relaciones de sangre, dirijo ésta, para que reflexionando con el pulso debido sobre la deplorable situación en que se hallan Uds. por todos los aspectos, se dedicará a labrar su felicidad futura, desviándose de la ruina que lo amenaza..." 
"Si Ud. se halla al cabo de lo expuesto y tiene ánimo de no sacrificarse, avíseme a la mayor brevedad para que con mis jefes le proporcione cuanto sea para su familia", a lo que Güemes contestó: 
"Muy señor mío; y pariente: Al leer su carta del 19 del cte. formé la idea de no contestarla, para que mi silencio acreditara mi justa indignación; pero como me animan sentimientos honrados, hijos de una noble cuna, diré a Ud. que desde ahora y para siempre renuncio y detesto ese decantado bien, que desea proporcionarme. No quiero favores con perjuicio de mi país: este ha de ser libre a pesar del mundo entero. Vengan enhorabuena esos imaginarios regimientos de Extremadura, Gerona, Cantabria, Húsares y Dragones y vengan también cuantos monstruos abortó la España con su Rey Fernando a la cabeza; a nada temo, porque he jurado defender la Independencia de América, y sellarla con mi sangre. Todos estamos dispuestos a morir primero, que sufrir por segunda vez una dominación odiosa, tiránica y execrable. ¿Qué más quiere usted que le diga? Que adopte la guerra que más le acomode para nuestra destrucción, pero tema y mucho la mía. Si Ud. quiere entrar con ese pequeño grupo de tropas a los pueblos de Jujuy y de Salta avísemelo, y en el momento, (le empeño mi palabra de honor) me retiro, dejándole franco el terreno: quiero ver esa guerra análoga a la mía, quiero que midamos nuestras fuerzas y quiero recordarle los triunfos de Vuelta y Media y Wiloma. Estoy persuadido que Ud. delira y por esta razón no acrimino, como debía y podía, el atentado escandaloso de seducirme con embustes, patrañas, que me suponen tonto como las coplas de Calaino. Y luego dirá Ud. que es un oficial de honor y del rey. ¡Qué bajeza! ¿Y así lo toleran sus jefes? ¿Así lo consiente en ese ejército real? Valerse de medios tan rastreros, como inicuos, solo es propio del que nació sin principios. 
Un jefe, que manda un ejército tan respetable, a él solo debe fiar el éxito de sus empresas, lo demás es quimera, es degradarse y mucha debilidad. Yo no tengo más que gauchos honrados y valientes. No son asesinos sino de los tiranos que quieren esclavizarlos. Con estos únicamente espeto a Ud., a su ejército y a cuantos mande de España. Crea Ud. que ansío para ese dicho día que me ha de llenar de gloria, convénzanse Uds. que por experiencia, que ya tienen, que jamás lograrán seducir no a oficiales, sino ni al más infeliz gaucho. En el magnánimo corazón de estos hombres no tiene acogida el interés, ni otro premio que su libertad; por ella pelean con energía, que otras veces han acreditado y que ahora más que nunca desplegarán. Ya está Ud. satisfecho. Ya sabe que me obstino, y ya sabe también que otra vez no ha de hacerse tan indecente propuesta a un oficial de carácter, a un americano honrado, y a un ciudadano que conoce hasta más allá de la evidencia que el pueblo que quiere ser libre, no hay poder humano que lo sujete. Sin perjuicio de esto vea Ud. si en otra cosa puede serle útil su afectísimo servidor Q.S.M.B. Martín Güemes". Como bien lo dijo el general José M. Paz: "Él despreció las seductoras ofertas de los generales realistas".
En aquellos días en que Güemes moría en Cañada de la Horqueta, el ejército libertador al mando de San Martín, ya se encontraba a las puertas de la ciudad de Lima, símbolo del último poder español en América. Ello había sido posible por la actitud decidida de Güemes y sus fuerzas irregulares.
Güemes no fue "un simple comandante de milicias", como lo definió el general Paz en sus Memorias, sino un militar de carrera iniciada desde muy joven y obteniendo sus ascensos por mérito, que estuvo a las órdenes entre otros de San Martín y Belgrano y cuyas aptitudes militares fueron muy valoradas no solo por ellos, sino también por los enemigos realistas, como ya hemos visto. En esas Memorias, el "manco" Paz, también se refirió al jefe salteño en forma muy despectiva, si bien con posterioridad reconoció que fue "patriota sincero y decidido por la independencia, porque lo era en alto grado" y "que hizo una guerra porfiada y al fin, tuvo la gloria de morir por la causa de su elección, que era la de la América entera…"
Güemes quien vivió y peleó por la libertad de su Patria, no es solamente un héroe salteño, sino de toda nuestra Argentina y de la causa de la independencia americana y por lo tanto se encuentra en la galería de los máximos próceres de nuestra nacionalidad y a quien nuestra Patria mucho le debe.
Martín Miguel de Güemes
Monumento a Güemes, al pie del cerro San Bernardo, Salta

El Monumento a Güemes, es obra del artista Víctor Juan Garino, y fue inaugurado el 20 de febrero de 1931 por el entonces Presidente Provisional de la Nación, el salteño José Félix Uriburu. Allí, en cada aniversario de la muerte de Güemes, se concentran gauchos y agrupaciones tradicionalistas, venidas desde todos los puntos de la provincia, para rendirle merecido homenaje.


Fuentes:
www.portaldesalta.gov.ar
"Crónica Histórica Argentina", Editorial Codex S. A., Buenos Aires, 1968.
Gálvez, Lucía. "Güemes el hacedor de la Guerra gaucha", en revista "Todo es historia", N° 546, de enero de 2013.
Perdiguero, César. "Güemes en el banquillo", en revista "Todo es historia", N° 12, abril de 1968.
Rosa, José María. "Historia Argentina", T° 3, Editorial Oriente S.A., Buenos Aires, 1973.

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Los retratos de Güemes

            Nuestro prócer, nunca fue retratado en vida, por lo que las pinturas y dibujos que de él conocemos, son recreaciones artísticas. El primero que se encargó de ello, fue el retratista Eduardo Schiaffino, quien en 1902, realizó una carbonilla de medio cuerpo en el que se ve a Güemes de pie y con los brazos cruzados, vistiendo uniforme de húsar, obra que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Salta, que reproducimos en el N° 3 (pág. 8), de este periódico.

            Para componer el rostro de Güemes, el artista reunió a sus tres nietos, de quienes tomó rasgos de nariz, frente, boca y otros detalles craneanos y faciales, teniendo en cuenta para eso las descripciones que existían de quienes habían conocido en vida al héroe salteño.

            El retrato que ilustra la primera página "Martín Miguel de Güemes en su uniforme de gala" es un óleo sobre tela de M. Prieto, basado evidentemente en la carbonilla de Schiaffino, y se encuentra en el Museo Histórico del Regimiento de Caballería Ligero N° 5 "Gral. Güemes".

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El feriado del 17 de junio

            A principios del mes de junio ppdo. el Senado de la Nación, sancionó la ley 27.258 -originada en la Cámara de Diputados- por la cual se incorpora "como feriado nacional y día no laborable en todo el territorio de la nación el 17 de junio de cada año, en conmemoración al paso a la inmortalidad del general Don Martín Miguel de Güemes", y que al haber sido promulgada rápidamente por el Poder Ejecutivo, tuvo inmediata ejecución el día 17 de junio pasado.

            Nadie niega los méritos del general salteño para merecer todos los homenajes que podamos brindarle los argentinos y que hemos destacado desde las páginas de este periódico, pero sí nos parece que la proliferación de feriados nacionales, sumados a los provinciales, locales, feriados puente y los fijados por cada gremio de trabajadores y otros extraordinarios o de excepción, son un contrasentido con la necesidad del fomento del trabajo y el estudio, que evidentemente se ven afectados con todos ellos.

            Para compensarse la incorporación de este nuevo feriado, podía haberse suprimido alguno de los llamados feriado puente que no tienen más sentido que promover o fomentar el turismo, como si para promover una actividad se pueda afectar a otras.

            Nos parece también que no tiene ninguna razón, más que la señalada, el corrimiento de los feriados, que cuando corresponden a un sábado o domingo u otro día que no fuere un lunes, son trasladados a un lunes, para hacer un feriado largo, sin ninguna lógica. Los feriados no deberían correrse para ninguna otra fecha, porque pierden así todo carácter patriótico y de recordación y solo son excusa para el turismo. Que alguien pueda explicar, porqué en el presente año, el Día de la Soberanía, que debería celebrarse y recordarse el domingo 20 de noviembre, ni siquiera fue pasado para el día siguiente, sino que se lo hizo para el día 28 (¡).

            Creemos que las presentes autoridades debería poner las cosas en su debido lugar: El país no necesita más jolgorio. Necesita trabajar y los jóvenes estudiar. Las actuales circunstancias así lo imponen.