Publicado en el Periódico El Restaurador - Año X N° 39 - Junio 2016 - Pags. 10 a 16
Bicentenario de la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el 9 de Julio de 1816
Rosas y la Independencia
por Norberto Jorge Chiviló
Juan Manuel de Rosas. Miniatura pintada por Fernando García del Molino. 1835 |
El 9 de julio próximo se cumplirán los 200 años de la declaración de la independencia de nuestro país "del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli" y 10 días después de la agregación en el acta de la independencia "y de toda otra dominación extranjera".
La fecha patria del 9 de julio fue durante todo el gobierno de Rosas recordada y festejada, pero también era valorada de una manera especial, por lo que significaba.
La palabra "independencia", siempre estuvo presente en el léxico federal del gobierno de Rosas, pero no fue solamente una palabra, vacía de contenido, sino que hechos concretos realizados durante su gobierno la convirtieron en una realidad constante y tangible.
Fue premisa fundamental en toda su acción de gobierno la recordación de la independencia que años atrás se había conseguido y su reafirmación constante, en cada uno de sus actos de gobierno y él fue un tenaz defensor de la independencia que con tanta sangre se había logrado.
El magno acontecimiento independentista de 1816 se encuentra estrechamente vinculado a la figura de los Padres de la Patria: José de San Martín y Juan Manuel de Rosas. Por las campañas militares realizadas por el primero contra el imperio español, se logró afianzarla y por la firme actitud del segundo años después se la defendió y se la mantuvo, en un momento histórico en el cual las intervenciones extranjeras que se dieron en esta parte del mundo la pusieron en peligro. La firma de los tratados Arana-Mackau y Arana-Le Predour firmados con Francia y Arana-Southern firmado con Inglaterra, son la prueba más que elocuente de la consolidación de aquella independencia, por la firme actitud de la Confederación Argentina, a cuyo frente se encontraba Rosas.
Celebración del 9 de julio en el Cuartel del Colorado
Durante la Campaña al Desierto del Sud, llevada a cabo en el año 1833, una de sus alas, la división de la izquierda fue comandada por el general Rosas, quien estableció su Cuartel General en el río Colorado. En las crónicas redactadas por el coronel Juan Antonio Garretón, que se reproducen a continuación, publicadas en la Gaceta Mercantil, dan cuenta de los festejos que se realizaron en ese cuartel, con motivo de la fecha recordatoria de la declaración de la independencia. En esas crónicas se apreciará la importancia de los actos llevados a cabo no solo en ese día, sino en el anterior y posterior y que la fiesta patria era recordada de la misma forma y con la misma solemnidad que la del 25 de Mayo.
"Julio 8 - Diana a las cinco y todo lo demás del servicio ordenado hasta aclarar. Gran helada la noche anterior. La madrugada muy fría. Se dio a la tropa una ración de aguardiente. El día amaneció bueno, sereno y templado…Desde la noche de este día principió en los campos de cada cuerpo a celebrarse la víspera del aniversario de nuestra independencia de la España y de todo poder extranjero. Ardían fogones preparados con anticipación y a la iluminación brillaba el entusiasmo de todos. No se interrumpieron los vivas patrióticos y todo género de demostración que recordaba el patriotismo y virtudes de los autores de tan heroica resolución. A las diez de la noche quedó en silencio el campo y todos se preparaban para el día siguiente. El señor general dispuso para el 9 de Julio la misma celebridad y el mismo orden que tuvo lugar para solemnizar el 25 de Mayo. Uno de los vivanderos que siguen al ejército desde que abrió la campaña don Marcelino Álvarez cuya fortuna es muy escasa, presentó por conducto del comisario al señor general cien pesos, como una pequeña demostración de su patriotismo, con el objeto de que S.S. los admitiera y destinara a los fines que estimare convenientes para aumentar las solemnidad del 9 de julio. Les fueron admitidos dando por ellos las más expresivas gracias…"
"Julio 9 - Diana a las cinco y lo demás de orden establecido. La madrugada muy fría. Heló la noche anterior. Se dio a la tropa una pequeña ración de aguardiente. Media hora antes de salir el sol se hallaban formadas las tropas con el frente al naciente. El coronel don Ramón Rodríguez mandaba la línea y el señor general autorizaba el acto con su presencia. Todos vestían de parada. El día amaneció nublado y el sol no se dejó ver, pero a la precisa hora de su salida, fue saludado con veintiún cañonazos y tres descargas de mosquetería. Se retiraron las tropas y se les dio ración de yerba, tabaco, papel, fariña y galleta, siguiendo después todo cuanto tuvo lugar el 25 de Mayo. El señor general fue felicitado por los jefes y oficiales. Una guardia de honor compuesta de oficiales y ciudadanos mandada por su primer ayudante coronel don Manuel Corvalán le fue presentada y la admitió por corto tiempo. A las diez se jugó la rifa de cincuenta premios, de veinte pesos cada uno, señalados para la fuerza de la expedición. Todo el día se permitió divertirse en los juegos que estaban dispuestos. El arco en que se jugaba sortija tenía entre los varios adornos que permitía el lugar, tres cuadros en que aparecían composiciones métricas análogas al día. El rompe-cabeza y la cucaña hacían parte de dichos juegos, y los completaba el gallo ciego, todos con premios. En el campo de la artillería, estaban colocados varios arcos, y en el centro de ellos acrósticos en honor de los ilustres campeones de la Federación Argentina. Por todas partes se dejaban sentir las emociones más puras de patriotismo. Los no interrumpidos Vivas, las dianas y contenido general hacían recordar los preciosos días de la patria. Todo era patriotismo, todo entusiasmo. Ni las frecuentes garúas de este día, embarazaban las diversiones con que se celebraba. Al ponerse el sol volvieron las tropas al mismo puesto que ocuparon por la mañana. Se leyó la orden general y el discurso que al final de este día se inserta. Después de los vivas que se dieron, se hizo la despedida al sol del 9 de Julio, por una salva y la infantería con una descarga al decir: Bendito y Alabado sea el Santísimo Sacramento, que se rezó de rodillas por el coronel don Manuél Corvalán, nombrado por S.S., para hacerlo en representación de su persona. A las siete y media de la noche todos los jefes, oficiales y ciudadanos asistieron al convite que estaba preparado. El señor general no pudo hacerlo por estar sumamente atareado escribiendo. Los caciques Catriel y Cachul, con el de los tehuelches Niquiñille asistieron también. Presidió el coronel don Manuel Corvalán. La mesa era como la del 25 de Mayo. Fue servida en abundancia y con la mayor delicadeza. Los brindis de orden principiaron a las nueve y siguieron después los generales. Puede asegurarse que en todos ellos brillaba el patriotismo más acendrado y los sentimientos más sinceros porque la patria de los argentinos, conservando el lustre de sus glorias sea la mansión de la paz y de la libertad bien entendida. A las diez de la noche concluyó la comida interesándose la concurrencia porque se les permitiera bailar. Instruido S.S., de esa solicitud permitió que lo hicieran hasta las doce de la misma, encargando al señor coronel Corvalán presidiera la reunión. La noche como el día fue fría, lluviosa y de viento. A las nueve de la noche llegó de posta en posta correspondencia de Buenos Aires y otros puntos. En el cuartel general y demás piquetes de su inmediación se carneó en el orden establecido. Hubo leña abundante, agua buena, no se hicieron observaciones. DISCURSO LEIDO A LAS TROPAS AL PONERSE EL SOL. General de la Izquierda - Río Colorado, Julio 9 de 1833. Año 24 de la Libertad y 18 de la Independencia - Santo: ¡Al Nueve de Julio Salud! - Después de haber sonado el grito de libertad el día siempre memorable del 25 de Mayo de 1810, aparecíamos aún súbditos de la España. La obra del 25 de Mayo reclamaba imperiosamente un nuevo ser que garantiese los derechos civiles y políticos de todas las Provincias Unidas. Esto fue proclamado por los diputados unidos en congreso en la ciudad del Tucumán el 9 de Julio de 1816. Habíamos acreditado que no podíamos, ni debíamos depender de España, y fue el 9 de Julio el día grande en que sacudimos esa rebajante dependencia, jurando al Dios de los cristianos, prometiendo al mundo y a los hombres, que nos declarábamos libres e independientes de la España y de cualquier otro poder extraño, para darnos una existencia propia, formando nueva nación. ¡Qué declaración patricia tan magnífica y eminentemente soberana! Nueve de Julio de 1816. Día primero en que saliendo del estado abatido de colonos, entramos al rango de nación; salve por la duración de los siglos. ¡Salve para gloria, prosperidad de la nación y positiva felicidad de la familia Sud-Americana! ¡Salve Federación Santa, que por sostener la independencia habéis prodigado sacrificios inmensos!. Compatriotas: Vamos a saludar al Sol de Julio y a rendir al Dios de la Patria, el religioso homenaje de nuestro reconocimiento - Juan Manuel de Rosas".
"Julio 10 - Diana a la hora prevenida, y lo demás de orden establecido. El día amaneció nublado y frío, así siguió… En la mañana y parte de la tarde se repitieron fuertes garúas, así anocheció pero en calma aunque nublado. El señor general despachó los indios de la tribu tehuelche que se hallaban en el cuartel general venidos del Río Negro. Antes de la madrugada se despejó y empezó a helar. Hubo leña abundante, agua buena - PROCLAMA DEL GENERAL EN JEFE A LAS TROPAS: General de la Izquierda - Río Colorado, Julio 10 de 1833. Año 24 de la Libertad y 18 de la Independencia - Santo; ¡Al Nueve de Julio, Adiós! ¡Patricios! ¡Hemos ayer saludado al 9 de Julio de gloriosa memoria!. En él se fijó para siempre el destino de la Patria. Libre e Independiente de toda dominación extranjera, salimos del estado de colonos a gozar del bien de gobernarnos por leyes propias. Contados en el rol de las naciones, ocupando entre ellas un lugar bien distinguido. Sepamos merecerlo. Que el patriotismo y virtudes hagan de la tierra fijada a nuestra dirección, la mansión de la paz y la felicidad. ¡Padres de la Patria! A vuestra heroica resolución debemos el inapreciable bien de nuestra independencia, de nuestra libertad y tanta gloria. Recibid de vuestros agradecidos hermanos, el más justo homenaje que os tributamos entre las emociones de la más encarecida gratitud y el juramento sacrosanto que repetimos de grabar en nuestros corazones para su eterno agradecimiento los ejemplos de virtud y de heroísmo que nos habéis legado! Y vosotros dignos hijos de la libertad, federales virtuosos, por cuyos sacrificios se vio restablecido el orden y dignidad argentina, proseguid constantes la carrera que os ilustra para que la tierra conserve su gloria en el templo de la Libertad. Repitamos federales el juramento de nuestra independencia y otro adiós al Sol del 9 de Julio de 1833 - Juan M. de Rosas".
Bandera del partido federal en homenaje al 9 de Julio - Museo Histórico Saavedra |
El decreto del 11 de junio de 1835
Casi dos meses después de acceder por segunda vez a la gobernación de la provincia, hecho ocurrido el 13 de abril de 1835, Rosas dictó el decreto del 11 de junio por el cual estableció como fiesta cívica solemne el día de declaración de la Independencia, dando así la trascendencia que tal acontecimiento merecía.
Hasta ese momento solo se había festejado el aniversario de la Revolución de Mayo, declarada fiesta cívica por la Asamblea del año XIII.
El hecho revolucionario del 25 de Mayo, había tenido lugar en la ciudad-puerto, por lo que más que una fiesta nacional era vista como algo local. Con la decisión del nuevo gobernador volcada en el decreto mencionado, al disponerse la celebración de la nueva fiesta cívica que daba trascendencia a la declaración de la Independencia, sancionada por un Congreso que sesionó en la Ciudad de Tucumán y del cual participaron representantes de la mayoría de las provincias argentinas, la fecha adquiría un carácter más nacional, asociando a las provincias a tal celebración, considerando así ambos acontecimientos patrios como importantes por igual.
Si bien durante el gobierno de Bernardino Rivadavia se había mandado recordar el día de la Independencia mediante un decreto del 6 de julio de 1826 fijándolo como feriado ya que el aniversario "es y será siempre memorable, su solemnidad se celebra el día veinticinco de Mayo", vemos que se estableció así un solo día, el 25 de mayo, de recordación y festividad cívica de ambas fechas patrias, pues "la repetición de estas fiestas irroga perjuicios de consideración al comercio e industria".
El 9 de julio sería recordado, según ese decreto, con "Las demostraciones públicas que en él se hagan, se reducirán a las tres salvas de costumbre por la Fortaleza, Baterías y Escuadra Nacional, con iluminación en la víspera y el día".
La norma dictada por Rosas, por el contrario decía: "Considerando el Gobierno que el día 9 de Julio de 1816, debe ser no menos célebre que el 25 de Mayo de 1810; porque si en éste el Pueblo Argentino hizo valer el grito de la Libertad, en aquél se cimentó de un modo solemne nuestra Independencia, constituyéndose la República Argentina en nación libre e independiente del dominio de los reyes de España, y de toda otra dominación extranjera y que siendo justo tributar al Ser Supremo las debidas gracias en el aniversario del 25 de Mayo, lo es del mismo modo y con motivos igualmente poderosos, manifestarle también nuestro reconocimiento en el aniversario del 9 de Julio, pues que con el auxilio de la Divina Providencia, se halla la república en el goce de esa libertad e independencia que ha conquistado a esfuerzos de grandes e inmensurables sacrificios" y por lo tanto disponía que "el día 9 de Julio será reputado como festivo de ambos preceptos, del mismo modo que el 25 de Mayo; y se celebrará en aquel misa solemne con Te Deum en acción de gracias al Ser Supremo por los favores que nos ha dispensado en el sostén y defensa de nuestra independencia política, en la que pontificará, siempre que fuese posible, el muy Reverendo Obispo Diocesano, pronunciándose también un sermón análogo a este memorable día" y agregaba "en la víspera y el mismo día 9 de Julio, se iluminará la ciudad, la Casa de Gobierno y demás edificios públicos; haciéndose tres salvas en la Fortaleza y buques del Estado, según costumbre" y finalizando, disponía que quedaba "sin ningún valor, ni efecto, el decreto de 6 de Julio de 1826, en la parte que estuviese en oposición con el presente".
El 9 de julio de 1851
Ambas fechas patrias, la de Mayo y Julio, fueron siempre recordadas con solemnidad, durante el tiempo que Rosas ejerció la magistratura. En esas celebraciones que comenzaban con las salvas de la artillería en la fortaleza y los buques de guerra surtos en puerto, respondidas por salvas de otros buques extranjeros y el empavesamiento de los navíos, se embanderaba -con la bandera nacional y la de países amigos- e iluminaba la Pirámide de Mayo y toda la ciudad, además del tradicional Te Deum en la Catedral, se realizaban actos y desfiles militares y de bandas militares, como así también funciones teatrales -en las que los concurrentes, de pié, cantaban el Himno- y diversos juegos -para diversión de los jóvenes-, concitando la atención y la participación entusiasta y patriótica de toda la población nativa y extranjera, según lo refieren las crónicas de la época.
Como ejemplo elegimos la celebrada durante el último año de su gobierno, según lo relatan Adolfo Saldías y E.F. Sánchez Zinny, por lo cual con ambas descripciones podemos reconstruir lo ocurrido en esa fecha patria.
Producido en la localidad entrerriana de Concepción del Uruguay el 1° de mayo de 1851 el denominado "Pronunciamiento" de Urquiza -contra el gobernador Rosas- se sucedieron en todo el resto del país, pero especialmente en Buenos Aires, muestras de adhesión y aprecio de toda la población hacia su gobernador y su gobierno, atento a que Rosas -quien como mandatario de la provincia de Buenos Aires-, detentaba el ejercicio de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina.
Un poco de dos meses después de aquel hecho, el 9 de julio de 1851, un día frio y tormentoso, con viento huracanado -que volteó parte de la Recova-, se realizó en la ciudad de Buenos Aires en conmemoración de la fecha patria una gran parada militar, con la participación de más de 8.000 soldados, formados en el cuadro de la Plaza de la Victoria (1) pertenecientes a los cuerpos de fuerzas de línea y patricios de la ciudad, los llamados "cívicos" o patricios (2), más el regimiento 1° de artillería ligera al mando del coronel Martiniano Chilavert; la formación contaba con 43 cañones tirado por mulas, correspondientes a todos aquellos batallones. El pueblo acompañó en la ocasión a su gobernador, con grandes demostraciones de fervor.
Rosas vestido de uniforme azul, y en contra de la costumbre, se puso al frente. A caballo y seguido por seis ayudantes y por la división Palermo desfilando al trote, apareció por el Paseo de Julio (actual Av. Leandro N. Alem). Los soldados lucían poncho rojo y boleadoras atadas a la cintura, con los lazos en las ancas de los caballos.
Después de pasar revista al ejército formado, -escoltado por su amigo Máximo Terrero, con chaqueta y chiripá colorado, cribado calzoncillo y grandes espuelas, quien oficiaba de ayudante de campo-, al llegar frente al Fuerte (actual Casa de Gobierno) Rosas desmontó y a pie cruzó el arco central de la Recova, seguido por los jefes militares, para dirigirse hasta la Catedral, a donde también llegaban las autoridades civiles y eclesiásticas y el cuerpo diplomático y las corporaciones civiles y militares, para asistir al Te Deum.
Concluida la ceremonia religiosa, sonó el clarín de órdenes y ya frente a la Pirámide de Mayo, Rosas mandó echar al hombro las armas y, extendiendo su brazo y con su espada en alto, saludó con voz estentórea: "¡A la tierra argentina, salud! ¡Gloria perdurable a los patriotas ilustres que acordaron virtuosos el juramento santo de nuestra independencia de los reyes de España y de toda otra dominación extranjera! ¡Viva el 9 de julio de 1816! ¡Viva la independencia americana! ¡Viva la Confederación Argentina! ¡Viva la Honorable Junta de Representantes! ¡Muera el desertor de la sagrada causa americana Santa Cruz! (3) ¡Muera el desertor de la sagrada causa americana Flores! (4) ¡Mueran los salvajes, asquerosos, inmundos unitarios! ¡Muera el loco, traidor, salvaje unitario Urquiza!", provocando los vivas hacia su persona, la federación y a la patria amenazada y los mueras contra los enemigos.
No obstante que la lluvia y el viento seguían persistentes, las tropas con Rosas a la cabeza, desfilaron ante las autoridades nacionales y extranjeras, para tomar después por la calle del Perú (actual Florida) y al llegar a la plaza de Marte (actual plaza San Martín, en Retiro) finalizó el desfile. El regimiento Palermo o Escolta volvió a sus cuarteles en Palermo.
Las manifestaciones de entusiasmo popular se extendieron por la ciudad, durante todo el día.
Cuenta Adolfo Saldías que cuando "… apareció Rozas por el Paseo de Julio, al frente de la división Palermo. El pueblo nacional y extranjero corrió a su encuentro. Una enorme masa humana cubrió el ancho espacio, y lanzó esos ecos que conmueven el suelo con la fuerza de un cataclismo, y vibran en los aires entre ondas que sustenta el entusiasmo. Estrechado cada vez más por esa masa que sin cesar lo aclamaba; en la imposibilidad de dar un paso porque todos querían aproximarse a él y vivarlo personalmente; acusando en la rara palidez de su rostro la emoción que lo embargaba, Rozas dejó hacer al pueblo, y aquello habría interrumpido probablemente las ceremonias oficiales del día, si uno de los ayudantes de campo no hubiese a duras penas abierto con los soldados el camino por el cual Rozas siguió á pie hasta la Catedral…"
La Independencia en los papeles públicos
Durante su gobierno, Rosas impuso la costumbre de fechar todos los documentos y papeles públicos, cartas, comunicaciones, etc. con el año de la Libertad, de la Independencia y de la Confederación Argentina.
Banderas y divisas federales
En banderas, banderolas y divisas, se hacía mención a la independencia y a la libertad, como el lector podrá apreciar con las ilustraciones que acompañan este artículo.
Bandera donde además de los
vivas y mueras figuran las palabras "Libertad" e
"Independencia". Museo Histórico Saavedra |
Paseo de Julio
Una de las distracciones de antaño, fue que los porteños pasearan por la ribera del Río de la Plata, a la que se denominó Paseo de la Ribera o de la Alameda o del Bajo. A mediados del siglo XVIII el gobernador de Buenos Aires encargó la construcción de un paseo arbolado con sauces, en lo que se llamaba "bajo de la Ciudad". Iba desde el Fuerte -actual Casa de Gobierno- hasta lo que hoy es Retiro. Las posteriores autoridades mejoraron ese paseo costanero que se extendía por cuatro cuadras, plantándose distintas especies arbóreas y se hicieron bancos de ladrillo para el descanso de los paseantes.
Durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, se encargó al ingeniero Senillosa para que proyectara, mejorara y modernizara el lugar. Se le agregaron árboles y faroles que embellecieron ese espacio. A mediados de enero de 1847 se hizo el acto de colocación de la piedra fundamental, con la alameda embanderada y al cual concurrieron autoridades nacionales y representantes extranjeros acreditados ante nuestro gobierno; la ceremonia contó también con la participación ciudadana y bandas de música militares. Rosas quien no gustaba de actos oficiales, se excusó de concurrir.
En la sesión de la Legislatura porteña a mediados de marzo de 1848, en memoria y homenaje a de Encarnación Ezcurra -fallecida diez años antes- y también en el de su esposo -el gobernador-, se decidió bautizar el lugar como "Paseo de la Encarnación". Rosas, quien siempre fue contrario al nepotismo y con verdadero espíritu republicano, no aceptó el homenaje que se realizaba y pidió que se lo denominara como "Paseo de Julio".
En el mensaje a la Legislatura enviado por Rosas el 27 de diciembre de 1848, dirá: "Continúa la importante obra de la ribera. Me ha sido muy grato expresaros mi más íntimo agradecimiento por haberle designado el nombre de "Paseo de la Encarnación" y porque accedísteis benévolamente a mi súplica, de que suprimiéndose éste, se lo denomine "Paseo de Julio".
Así se lo llamó, hasta que a fines de noviembre de 1919, por ordenanza municipal, se dispuso cambiar el nombre, por el del fundador del radicalismo Leandro N. Alem, nombre que hasta nuestros días lleva la avenida que es una de las principales de la ciudad de Buenos Aires.
Con aquel cambio de nombre, Rosas quiso brindar un nuevo homenaje a la fecha de nuestra independencia. (Ver ER N° 27, pag. 4)
Rosas, defensor de la independencia y la soberanía nacional
El hecho político de la declaración de nuestra independencia, como dijimos al principio, se encuentra estrechamente unido a los nombres de José de San Martín y Juan Manuel de Rosas.
Con respecto al primero porque con sus campañas libertadoras de los años 1817 a 1821 aseguró no solo nuestra independencia, sino también logró la independencia de las repúblicas de Chile y Perú.
Décadas después, la independencia se encontró seriamente amenazada por las ambiciones imperialistas de las dos más grandes potencias de la época, Francia e Inglaterra, las que no solo promovieron luchas internas y segregaciones territoriales, sino también su intervención directa, con la finalidad de establecer colonias e influencias en esta parte del continente americano. Se encontraron en estas latitudes con la férrea defensa de la independencia por parte del gobernante Rosas, quien tenía el ejercicio de las relaciones exteriores de la Confederación Argentina, siendo prácticamente y en los hechos, el primer magistrado de nuestro país -como en alguna oportunidad lo llamó San Martín-.
Así, a casi veintidós años de aquella declaración, en marzo de 1838, se produjo el primer intento por parte de Francia de avasallar esa independencia, que dio origen al primer bloqueo francés que se extendió hasta la firma del tratado Arana-Mackau el 29 de octubre de 1840. Ver ER N° 6, pág. 1, N° 17, pág. 1.
Cinco años después se produjo otro hecho de trascendental importancia, la intervención anglofrancesa en el conflicto que se denomina "Guerra del Paraná", que finalizó con la firma de los tratados Arana-Southern (con los ingleses) y Arana-Lepredour (con los franceses) el 24 de noviembre de 1849 y el 4 de abril de 1850 respectivamente.
La firme actitud del gobernante argentino, en aquellas dos contiendas, seguido por todo un pueblo y con un desempeño brillante de las armas nacionales, lo hicieron conocido en todas partes del mundo, siendo llamado con el nombre de "Defensor de la Independencia Americana", como lo hicieron escritores y la prensa, tanto nacional como extranjera de aquellos momentos.
Esos tratados firmados con esas dos grandes potencias son un orgullo y una gloria para nuestro país y nuestra diplomacia, ya que no existen tratados similares que aquellos dos importantísimos países pudieron haber firmado con otro gobierno del mundo.
Distintas opiniones sobre Rosas y la defensa de la independencia.
Decir "defensor de la independencia" es lo mismo que afirmar "defensor de la soberanía nacional", pues son conceptos que se refieren a lo mismo.
Se transcriben algunas opiniones, pues poner más excedería la extensión de este artículo.
El historiador brasileño João Pandiá Calógeras en su obra Formação histórica do Brasil, afirmó sobre el gobernante porteño: "era también un estadista, un hombre de ideales y de ejecución, cualidades que no se encuentran tan frecuentemente como sería de desear... Rosas entre tanto, defendió la libertad e independencia y el respeto propio de la Confederación".
Adolfo Pedro Carranza, primer director del Museo Histórico Nacional, pese a su antirrosismo en la carta que le remitió a Manuelita solicitándole donara el sable recibido por su padre por legado del general San Martín, afirmaba: "Durante el largo período de Gobierno que ejerció su señor padre en este país, tocóle defender y mantener sus derechos e integridad comprometida por la agresión de dos poderosas naciones europeas".
El apoyo que recibió el Restaurador, por parte del general San Martín, por la tenaz defensa de la independencia y la soberanía nacional, surge de la correspondencia intercambiada entre ambos y la de que el padre de la Padre mantuvo también con otros personajes de la época.
Debemos decir que Rosas en actos oficiales y publicaciones, recordaba permanentemente el papel fundamental que le cupo al Gral. San Martín en la gesta de la independencia, lo que también le hizo saber personalmente en varias de las cartas que le remitió.
En una de las cartas remitidas por San Martín a Rosas de fecha 10 de mayo de 1846, le decía "...ya sabía la acción de Obligado, los interventores habrán visto lo que son los argentinos. A tal proceder no nos queda otro partido que cumplir con el deber de hombres libres, sea cual fuere la suerte que nos depare el destino, que, por mi intima convicción, no sería un momento dudoso en nuestro favor si todos los argentinos se persuadiesen del deshonor que recaerá sobre nuestra patria si las naciones europeas triunfan en esta contienda, que, en mi opinión, es de tanta trascendencia como la de nuestra emancipación de la España…"
Note el lector, que San Martín resaltaba la trascendencia que tenía para la independencia de nuestra Patria la intervención anglofrancesa, la que la compara con la emancipación de España.
Cuando en 1849, Sarmiento con Manuel Guerrico visitaron al Libertador en su residencia de París, este les expresó: "…el general Rosas que ha sabido defender con energía y en toda ocasión el pabellón nacional. Por esto, después de Obligado, tentado estuve de mandarle la espada con que contribuí a fundar la independencia americana, por aquel acto de entereza, en que con cuatro cañones, hizo conocer a la escuadra anglo-francesa que, pocos o muchos, sin contar los elementos, los argentinos saben siempre defender su independencia". (ER 24, pág. 6)
Ya en su testamento ológrafo redactado el 24 de enero de 1844, en su cláusula 3ra. legó su sable libertador al gobernante argentino "…como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido del honor de la República contra las injustas pretensiones de lo s extranjeros que trataban de humillarla".
En una carta que Sarmiento remitió a Antonio Aberastain desde París el 14 de setiembre de 1846, afirmaba: "San Martín es el ariete desmontado ya que sirvió a la destrucción de los españoles; hombre de una pieza; anciano batido y ajado por las revoluciones americanas, ve en Rosas el defensor de la independencia amenazada, y su ánimo noble se exalta y ofusca..."
Octavio R. Amadeo en su obra Vidas Argentinas, "[Rosas]. Defendió como pocos su débil país contra la agresión extranjera. ¿Sería soberbia del déspota, poco habituado a la contradicción? Sería o no sería. No tenemos el derecho de pesar la proporción de egoísmo que existe en toda acción superior, ni la partícula de vanagloria que encierra un acto heroico. Defendió no sólo el honor sino también la integridad de su país con pericia enérgica; y fue él, quien mantuvo aquella decisión inquebrantable. Las dos naciones más fuertes de la tierra se inclinaron ante este minúsculo señor lejano, y al retirar Inglaterra sus tropas y sus naves, entre las que aún había algunas fragatas de Trafalgar y algunos soldados de Waterloo, los cañones de la Emperatriz de las Indias saludaron con 21 disparos de desagravio y homenaje a una humilde bandera, desconocida del mundo, pero no ignorada por ellos".
El historiador ruso-estadounidense Miron Burgin, en su obra Aspectos económicos del federalismo argentino: "Rosas salió victorioso del conflicto con Francia. Logró conservar intacta la soberanía de la Argentina. Defendió con éxito el principio de la autodeterminación en el continente sudamericano. Al final del conflicto su prestigio político en la Argentina y en todo el continente era mayor aún que antes".
El importante historiador brasileño Pedro Calmon, en Historia social do Brasil sobre Rosas a quien llama "El caballero de la Pampa", dijo: "…Por el error extranjero, [Rosas] se convirtió en el mayor criollo sudamericano. Hacia él toda la América del Sud volvía su mirada conmovida. Si necesitaba una espada para combatir al intruso, lo convocarían a él, el caballero de la pampa. La estatura titánica del Dictador argentino proyectaba una sombra extensa en el continente: tras los navíos del bloqueo tremolaba en el aire su poncho punzó. Desafiaba a las potencias del mundo”.
El historiador inglés Frederick Alexander Kirkpatrick en su obra Compendio de historia argentina, dijo: "Rosas, solo, mantuvo una verdadera política americana de resistencia a toda intervención europea y contrarió los repetidos intentos de imponerle sus mandatos que hicieron dos grandes potencias… Criollo en cuerpo y alma, comprendía el sentimiento de su pueblo; bajo su dirección la Provincia de Buenos Aires, con sus 140.000 habitantes, soportó, casi sin ayuda, la carga de largas operaciones militares; y en 1848, cuando se levantó el bloqueo, estaba, al parecer, más fuerte que nunca, dominando en Buenos Aires, predominando entre los gobernadores provinciales, aclamado en su país como campeón triunfante de la independencia de la Argentina"
Ya con Rosas en el exilio, se produjo un interesante intercambio epistolar con quien lo había derrocado en la batalla de Caseros, Justo José de Urquiza; éste en una carta que le remitió al primero el 24 de agosto de 1858, cuyo original se encuentra en el Archivo Histórico Nacional, reconoció el gran papel que el Restaurador había asumido otrora en defensa de la independencia nacional cuando le expresa sobre los "...buenos sentimientos que le guardan los mismos que contribuyeron a su caída, pero que no olvidan la consideración que se debe al que ha hecho tan gran figura en el país, y a los servicios muy altos que le debe, y que soy el primero en reconocer, servicios cuya gloria nadie puede arrebatarle, y son los que se refieren a la energía con que siempre sostuvo los derechos de la Soberanía é independencia nacional".
Notas.
(1) Plaza de la Victoria. En la época a la cual nos referimos en el presente artículo, la actual Plaza de Mayo se encontraba dividida por la Recova en dos, una plaza al este, denominada la del Fuerte o plaza de Mayo -frente a lo que hoy es la Casa Rosada- y la otra al oeste, la de la Victoria, frente al Cabildo y lugar donde tuvo lugar la rendición del ejército inglés en 1806 y de allí su nombre que le fue impuesto en 1808. Ver ER N° 6, pág. 8.
(2) En la ciudad de Buenos Aires estaban los "cívicos" que eran ciudadanos que guardaban las armas en sus casas y que al requerimiento de las autoridades en dos horas estaban en los cuarteles. Ello era una tradición que venía del antiguo Cabildo que consagraba este derecho del ciudadano armado y que se conservó bajo el gobierno de Rosas.
(3) Andrés de Santa Cruz ("El Cholo"), nació en La Paz en 1792 y falleció en Francia en 1865. Militar y político peruano-boliviano. Fue creador de la Confederación Perú-Boliviana (entre 1836 y 1839) de la cual fue designado como Supremo Protector. Debido a sus intensiones expansionistas provocó una guerra contra la República de Chile y la Confederación Argentina, en la cual fue derrotado, partiendo al exilio. Se lo vinculó con la Expedición Flores.
(4) Juan José Flores, nació en la Capitanía General de Venezuela en 1800 y falleció en Ecuador en 1864. Militar y político, fue el primer presidente de la República del Ecuador, ejerciendo ese cargo en tres oportunidades. Depuesto de la presidencia en junio de 1845, en 1846 exiliado en Europa, proyectó junto a la reina española María Cristina de Borbón, -proyecto al que no sería ajeno el rey Luis Felipe de Francia- una expedición (denominada en la historia como "Expedición Flores") para invadir suelo americano y recuperar para la monarquía española el Ecuador para instaurar una monarquía cuya cabeza sería uno de los hijos de la reina, y así conformar posteriormente lo que sería el "Reino Unido de Ecuador, Perú y Bolivia". La proyectada expedición concitó el rechazo de todos los gobiernos hispano-americanos. No obstante el reclutamiento de tropas y la compra de tres barcos, la empresa fracasó ante la confiscación por parte del gobierno inglés de los tres navíos, lo que dio por tierra con la expedición.
Esa alianza de Santa Cruz y Flores con aquellas monarquías europeas, que representaban una amenaza a la independencia americana, motivaron esas palabras de Rosas en su arenga.
Fuentes
"Escritos Comunicaciones y Discursos del Coronel Juan Antonio Garretón, publicados en la prensa de Buenos Aires desde 1819 a 1852, con el Diario de marchas de la expedición al desierto en 1833", Compilados por Adolfo Garretón, Editorial Araujo, Buenos Aires, 1946.
Gras, Mario Cesar. "San Martín y Rosas. Una amistad histórica" con Noticia preliminar de Ramón Doll, Bs. As., 1948.
"Revista Revisión" Año II N° 7 (2da. época), Buenos Aires, Julio de 1964.
Saldías, Adolfo. "Historia de la Confederación Argentina", Librería El Ateneo editorial, Buenos Aires, 1951.
Sánchez Zinny, E.F. "Manuelita de Rosas y Ezcurra. Verdad y leyenda de su vida", 2da. edición, Buenos Aires, 1942.
Sarmiento, Domingo Faustino, "Obras Completas" (Tomo V. Viajes), CD, Biblioteca Franklin, San Juan, editado por "Todo es Historia".