miércoles, 18 de enero de 2023

Malvinas - Derrota inglesa en Malvinas - Armando Alonso Piñeiro

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En el diario La Prensa, del 6 de junio de 2003, se publicó en la columna "Los fantasmas del pasado" un artículo sobre la primera derrota inglesa en las islas Malvinas. 

La primera derrota inglesa en las Malvinas

por Armando Alonso Piñeiro 


El martes próximo se cumplirán 233 años de la primera derrota británica en las islas Malvinas, hecho producido el 10 de junio de 1770. Un lustro antes, el primer lord del Almirantazgo, lord Egmont, había advertido de manera textual que el archipiélago es “indiscutiblemente la llave de todo el océano Pacífico. Esta isla debe dominar los puertos y el comercio de Chile, Perú, Panamá, Acapulco y, en una palabra, todos los territorios que dan sobre el mar. Hará que en adelante todas nuestras expediciones a esos lugares nos resulten muy lucrativas, de carácter fatal para España”.

Había sido precisamente en 1765 que el comodoro Byron fundó Puerto Egmont, en homenaje al citado estadista. Pero como en 1767 se produjo el reconocimiento francés de los derechos españoles sobre el archipiélago, el gobierno de Madrid enfrentó, con toda justicia, la acción británica de dos años antes. Desocupado el archipiélago por los franceses, el territorio se hallaba en manos del gobernador Felipe Ruiz Puente, quien dependía del gobernador de Buenos Aires, Francisco de Paula Bucarelli. Enterado del levantamiento de Puerto Egmont -ubicado en la isla de la Cruzada o Trinidad, según la nomenclatura española-, el gobernador malvinense comisionó a su segundo, el teniente de navío Mario Plata, para entrevistar al comandante británico, titular a la sazón de la fragata ‘Tamar’, Anthony Hunt, con instrucciones para invitarlo a retirarse de la posesión española. Como era de esperar, Hunt no reaccionó con la hidalguía anteriormente demostrada por Francia, y el gobernador Bucarelli fue puesto en conocimiento de la resistencia británica.

Para Bucarelli había llegado la hora de la verdad. Envió entonces al capitán de navío Juan Ignacio Madariaga, quien zarpó de Montevideo con destino a las Malvinas, al mando de una escuadra integrada por cuatro fragatas - ‘Industria’, ‘Santa Rosa’, ‘Santa Barbara’ y ‘Santa Catalina’- y un jebeque o chambequín: ‘Andaluz’.

Ausente Hunt de Puerto Egmont, lo reemplazaba el comandante Guillermo Maltby, de la fragata ‘Favorite ’, quien rechazó la intimación española. El 10 de junio de 1770, Madariaga disparó dos cañonazos como prevención. “Mientras las naves españolas cañoneaban a los buques ingleses -nos recuerda un historiador- la ‘Industria’ y la ‘Santa Rosa’ despacharon lanchas a tierra con soldados armados, que comenzaron a tirar contra el torreón. Los ingleses, por su parte, descargaban sus baterías por mar y tierra. La lucha fue mucho más reñida de lo que trasuntan las breves crónicas de época. Hubo bajas de ambas partes. En la contienda resultó herido el teniente coronel Vicente de Reyna.”

La nave inglesa se rindió, y poco después Madariaga partía con dirección a España para informar sobre la primera victoria española en el sur del continente americano.

Comienza aquí la etapa diplomática, no muy firmemente inaugurada por la corona de Madrid, que comenzó la triste tradición de perder en la mesa de negociaciones lo que los soldados y marinos ganaban en las batallas. Una tradición no menos firmemente sostenida por sus herederos, los argentinos, en muchos otros encuentros de parecida envergadura.

Porque, en efecto, ante la airada protesta del gobierno británico, la corte española terminó por transigir. Es cierto que al comienzo ensayó una resistencia, pero debió negociar para evitar un conflicto armado. Según el tratado del 22 de enero de 1771, el gobernador Bucarelli fue desautorizado y Puerto Egmont, devuelto a las fuerzas inglesas. Es cierto, sin embargo, que el mismo pacto aclara puntillosamente que “no puede ni debe afectar en nada la cuestión del derecho anterior de soberanía de las islas Malvinas”, como que por una cláusula secreta los británicos se comprometían a retirarse definitivamente de las Malvinas, lo cual se cumplió -aunque no definitivamente- en 1774.