Publicado en el Periódico El Restaurador - Año VIII N° 29 - Diciembre 2013 - Pags. 10 y 11
La esposa
Victoria Romero, esposa del Chacho, fue una digna y gran compañera. Los gauchos la llamaban "la Chacha" y se distinguía como gran jinete. Acompañaba a su esposo en los combates -peleando como un gaucho más- y a todo lugar donde este se dirigía.
Así lo relata Félix Luna en "Granes Protagonistas de la Historia Argentina - Ángel Vicente Peñaloza":
En el combate de Manantiales no se escatima violencia ni valor por parte de ningún bando. De a poco las tropas de Benavídez se van imponiendo sobre las de Peñaloza. El choque se ha convertido en un mano a mano, lanza contra lanza, desplegándose en múltiples escenarios.
En el vértigo de la lucha, el Chacho carga, sin mediar cálculo alguno, contra un grupo de hombres muy superior en número. Se abre paso con la lanza derribando a cuanto enemigo se le cruza. Pero de pronto advierte que ha quedado solo, a un costado, alejado de sus hombres, cercado por sus enemigos. En las miradas, en los movimientos furiosos, el Chacho advierte que ellos saben a quién tienen en las manos. Mientras hace caracolear su caballo, intentando esquivar los golpes, se dispone a vender a un alto precio su muerte.
Sumergida en el combate, Victoria Romero, que está peleando como el más valiente de los gauchos, entrevé la complicada situación en la que se ha puesto su esposo.
Desde que han unido sus vidas, la mujer del Chacho cabalga y combate a su par. Reacciona de inmediato. Se lanza al galope en su dirección mientras reclama a gritos la presencia de los gauchos. Aunque no ha llegado aún el auxilio, Victoria aparece sableando a los soldados que se cierran sobre el Chacho, tomándolos por sorpresa con su velocidad y vehemencia. Entre los dos, logran dispersar a los soldados enemigos. Pero antes uno de ellos descarga un sablazo sobre la cara de la mujer, derribándola.
De inmediato, Ramón Ibáñez, uno de los capitanes del Chacho, atraviesa de un lanzazo al agresor y alza a Victoria Romero a su cabalgadura.
Entretanto, el ejército de Benavídez se ha adueñado del campo de batalla y las fuerzas del Chacho empiezan a replegarse. Peñaloza ahora cuida de su mujer. Le acaricia la cabeza, revisa la venda que ha improvisado sobre la herida. Victoria se entrega al sueño, exhausta por la fatiga y la pérdida de sangre".
En la misma obra Luna cuenta la suerte que corrió Victoria Romero, después de la muerte de su esposo
La suerte de doña Victoria Romero, la Tigresa de Los Llanos, resultó ser la contracara de la de Irrazábal.
La compañera inseparable, que había seguido a su esposo en todas las luchas, combatiendo a su par, quien incluso le había salvado la vida, fue trasladada a la cuidad de San Juan y, encadenada junto a otros prisioneros, se la obligó a barrer y limpiar, una y otra vez, la Plaza Pública.
Ya liberada, no habría fin para las humillaciones y despojos de los que será objeto. Natal Luna reclamó por valores que, según afirmaba, le habían sustraído los hombres de Peñaloza. Un juez aceptó que fueran cobrados con bienes del muerto. En pocas semanas, los viejos enemigos acudieron en tropel a la Justicia para quedarse con todo lo que quedaba del difunto. Hasta los bienes que le correspondían a doña Victoria correrán peligro de ser usurpados.
Desesperada, doña Victoria le pedirá ayuda a Urquiza. Nunca se le perdonó que siguiera hasta el último momento el camino del Chacho.