Otro episodio incalificable ocurrió en el año 1991
cuando, de manera inconsulta, sorprendiendo a la ciudadanía, se sacó del
interior del hermoso monumento, costeado por suscripción popular y emplazado en
el Cementerio de la Recoleta,
el féretro con los restos de Juan Bautista Alberdi, y se lo trasladó a Tucumán,
donde se lo ubicó en el hall principal
de la sede de la gobernación.
|
Interior de la catedral, C. 1830 Pintura de Carlos Pellegrini |
El autor intelectual de la organización de nuestro
país falleció en Francia el 19 de junio de 1884 y sus restos fueron repatriados
en 1889. Frente a su monumento, inaugurado en 1902, cada 29 de agosto,
aniversario de su natalicio y designado Día del Abogado, se le rendía justo
homenaje. El 28 de agosto de 1991, en virtud de la ley Nº 23.965 votada entre gallos y
medianoche, se efectuó el traslado del ataúd sin que existiera un
monumento decente en que depositarlo ni, peor aún, perspectivas de erigirlo en
un tiempo prudencial a causa del deterioro económico que sufría la provincia.
El origen de la absurda
mudanza del féretro se relacionó con la campaña electoral del gobernador Ramón Palito Ortega y la visita a Tucumán del
entonces presidente Carlos Saúl Menem.
En febrero de 1998 la Cámara de Senadores de la
provincia de Corrientes convirtió en ley un proyecto de “repatriación” de las urnas con los restos de los padres del
general San Martín, Juan de San Martín y Gregoria Matorras, a esa provincia. El
proyecto, obra de un diputado autonomista correntino, declaraba “de interés
provincial” el traslado de
las urnas como “el contexto adecuado para
convertir a Yapeyú en santuario sanmartiniano”, escogida fórmula que
recubrió las intenciones de incrementar el turismo hacia la patria chica del
prócer.
|
Dibujo del Mausoleo de San Martín
|
|
Interior de la Catedral de Buenos Aires 1 Antigua capilla Ntra. Sra. de la Paz, actual ingreso al mausoleo 2 Mausoleo del Libertador |
La ponencia del legislador iba más allá: propuso “el traslado de los restos del propio General
José de San Martín a tierra correntina”. Tuvo éxito en lograr que Yapeyú,
antiguo establecimiento jesuítico junto al río Uruguay, custodie no solamente
la casa natal del Libertador sino también las urnas mortuorias de sus padres.
La propuesta de llevar a Corrientes,
además, los restos del Santo de la Espada pareció sucumbir
bajo una oleada de protestas desde todas partes del país, aunque cada tanto
algún político correntino se ocupa de traerla a la memoria de sus
comprovincianos.
|
Otra vista del monumento donde se aprecian las tres alegorías
|
Tras un lapso de relativa paz para los muertos
–salpicado por el bochornoso episodio ocurrido en la localidad de San Vicente
con el traslado de los restos del general Juan Domingo Perón a la que fuera su
quinta de recreo– he aquí que un
diputado socialista porteño propuso, en agosto de 2008, que los restos del
general San Martín sean depositados en el Cementerio de la Recoleta. Fundamentó
la ponencia en que tal era la expresa voluntad del Libertador, interpretando de
manera desacertada la cláusula cuarta del testamento del prócer, escrito y
firmado de su puño y letra en París el 23 de enero de 1844, que dice
textualmente:
|
La alegoría de la Argentina y la cúpula |
“Prohibo
el que se me haga ningún género de funeral y desde el lugar en que falleciere
se me conducirá directamente al Cementerio, sin ningún acompañamiento, pero sí
desearía el que mi corazón fuese depositado en el de Buenos Aires”.
El 18 de agosto
de 1850 llegó a Boulogne-sur-Mer, proveniente de París y con otro compatriota,
el doctor Félix Frías, que fuera secretario de Lavalle y viajaba por Europa.
Llegaban deseosos de conocer a San Martín, cuyo deceso, el día anterior,
supieron apenas bajaron de la diligencia. Frías dejó para la posteridad un
relato muy difundido acerca del fallecimiento, el velatorio y el funeral del
Libertador.
“… En la mañana del 18 tuve la dolorosa
satisfacción de contemplar los restos inanimados de este hombre, cuya vida está
escrita en páginas tan brillantes de la historia americana. Su rostro
conservaba los rasgos pronunciados de su carácter severo y respetable. Un
crucifijo estaba colocado sobre su pecho, otro en una mesa entre dos velas que
ardían al lado de su lecho de muerte. Dos hermanas de la caridad rezaban por el
descanso del alma que abrigó aquel cadáver (…). El día 20 a las seis de la mañana,
partió el carro fúnebre acompañado por un escaso cortejo de amigos del general,
tales como los señores Darthes, Rosales, Gérard, Seguier, José Guerrico y la
familia Balcarce. El cortejo se detuvo en la Iglesia de San Nicolás para el servicio
religioso, luego continuó hasta Notre-Dame de Boulogne, en una de cuyas
capillas subterráneas se depositó el ataúd”.
|
Otra vista del monumento donde se aprecian a la izquierda la alegoría de la Argentina y a la derecha la de Perú |
Notre-Dame de
Boulogne es la Catedral
de la ciudad; el féretro con los despojos mortales del prócer permaneció en su
cripta más de 10 años. El 21 de mayo de 1860 falleció, a los 26 años, María
Mercedes, la nieta mayor de San Martín. Su padre, Mariano Balcarce, había
adquirido una finca en la localidad de Brunoy (Seine-et-Oise) y en el
cementerio local hizo construir una bóveda, que aún está en pie, para depositar
el ataúd de la hija; en 1861 se trasladó también allí el que contenía los
restos del Libertador.
En abril de1877
y a instancias del doctor Nicolás Avellaneda, Presidente de la Nación, se comenzaron las
gestiones para repatriar los restos de
“José de San Martín, Brigadier de la Confederación Argentina,
Capitán General de la
República de Chile y Fundador de la Libertad del Perú”:
De esta manera figuran el nombre y títulos del prócer en el acta de defunción
del 18 de agosto de1850, firmada por el delegado del Alcalde de Boulogne-sur-Mer,
don Francisco José Rosales, encargado de negocios de Chile en Francia, y Adolfo
Gérard, abogado, como testigos. El señor Gérard, bibliotecario de la ciudad,
era el dueño de la casa de la
Grande-Rue Nº 105, en cuya planta alta vivieron San Martín y
la familia Balcarce desde marzo de 1848.
El 25 de febrero
de 1875, a
los 57 años y en el mismo día en que su padre habría cumplido 97 años, falleció
Mercedes, la hija de San Martín. En 1877 sobrevivían al Libertador su yerno
Mariano Balcarce, designado ministro plenipotenciario ante la república gala, y su nieta Josefa Dominga, que
había casado en Francia, en 1861, con Fernando Gutiérrez de Estrada y Gómez de la Cortina, descendiente de
una acaudalada familia mexicana. Mariano y su hija firmaron el consentimiento
para que el féretro con los restos del Libertador fuera retirado de la bóveda
familiar en Brunoy y trasladado a Buenos Aires. La Comisión Central de Repatriación de los Restos del General José de San Martín,
presidida por el doctor Mariano Acosta hasta principios de 1880, y luego por el
doctor Nicolás Calvo, solicitó a Balcarce que buscara en Europa un escultor de
mérito para realizar el monumento fúnebre destinado a contener el ataúd. Luego
de estudiar trabajos de varios artistas, el yerno de San Martín eligió
contratar a Alberto Carrier Belleuse, director artístico de la fábrica de
cerámicas de Sèvres y autor del mausoleo del general Andrea Massena, en Niza.
Carrier Belleuse no era desconocido en Buenos
Aires, ya que había realizado la mitad
de la estatua ecuestre del general Manuel Belgrano. El artista francés alegó, con
notable franqueza, no ser hábil para esculpir animales, por lo que modelar el caballo
quedó a cargo del escultor argentino Manuel de Santa Coloma.
Mientras Carrier Belleuse realizaba el mausoleo,
quedaba por decidir dónde ubicarlo. La Municipalidad ofreció una parcela en el
Cementerio de La Recoleta,
donde ya descansaban los restos del padre del general San Martín y los de María
de los Remedios Escalada, y el arzobispo de Buenos Aires, monseñor León
Federico Aneiros, se mostró dispuesto a ceder un espacio dentro de la Catedral, aceptándose
éste último.
Cuando llegaron de Francia los planos del
mausoleo, se descubrió que ninguna de las capillas tenía el tamaño suficiente
para albergarlo, por lo que se decidió construir otra demoliendo una pared
lindera al altar de Nuestra Señora de la Paz. Hubo un concurso de proyectos para esa
construcción y finalmente se aceptó el presentado por el arquitecto sueco
Enrique Alberg, entre cuyas obras se contaban el ala norte de la Casa de Gobierno y el
edificio de la
Capitanía General de Puertos, en Buenos Aires, y el Hospital
Español y la Academia
de Ciencias, en Córdoba.
Al escultor italiano Camilo Romairone, radicado en
nuestro país desde diez años antes, se le encomendó realizar un friso alegórico
en la nueva capilla. El escultor y el arquitecto no se llevaron bien, y el
italiano abandonó la obra sin hacer el friso.
El gobierno argentino había contratado con el de
Gran Bretaña la construcción de un aviso para la Armada. Botado en
astilleros ingleses y bautizado con el nombre de “Villarino”, se dispuso que en su viaje inaugural a la Argentina el buque
transportara el féretro del Libertador desde Francia a Buenos Aires.
El “Villarino”
también tiene su pequeña historia: tuvo una vida relativamente corta para una
nave, ya que se hundió a causa de un temporal frente a Puerto Madryn, Chubut,
en el año 1899. En 1970 un grupo de buceadores, a solicitud de un residente
local, el doctor More, buscó y halló los restos del buque hundido; el doctor
More contactó con el Instituto Nacional Sanmartiniano, sugiriendo que con
partes de bronce del aviso se realizara un busto del general San Martín. El
trabajo fue encargado al profesor de Bellas Artes Carlos D´Agostino, quien
realizó la obra en su atelier del barrio porteño de Mataderos y el busto fue
inaugurado el 19 de noviembre de 1978,
en una plazoleta ubicada entre la Avenida de los Galeses y la Avenida Costanera
de Puerto Madryn, y junto a la rescatada hélice del “Villarino”.
El 27 de mayo de 1880 arribó el aviso a Buenos
Aires; el día 28 se desembarcó el féretro con los restos de San Martín en el
muelle de Las Catalinas y se lo escoltó hasta el cuartel Del Retiro. En el
muelle y en el cuartel hubo ceremonias de recepción y entre los diversos
oradores se destacaron los discursos de los ex presidentes Domingo Faustino
Sarmiento y Bartolomé Mitre. Desde El Retiro el ataúd, al son de marchas
fúnebres ejecutadas por bandas militares, fue llevado a la
Plaza San Martín donde, al pie del
monumento al prócer, hablaron el Embajador del Perú, doctor Evaristo Gómez
Sánchez, y el presidente Avellaneda, quien recibió los restos del Libertador en
nombre del pueblo argentino. Luego de esta ceremonia el féretro fue conducido a
la Catedral,
donde se lo ubicó sobre un catafalco frente al Altar mayor y se celebró una
misa; el día 29 por la tarde se ofició un funeral al que asistieron el
Presidente de la Nación,
guerreros de la
Independencia y el cuerpo
diplomático. Después se introdujo el ataúd en la cripta del templo,
donde permaneció hasta que el 28 de agosto de ese año, concluído el mausoleo,
se procedió a instalarlo dentro. Fue entonces cuando surgió un problema: la
caja mortuoria era de mayores dimensiones que las supuestas, lo que obligó a
colocarla en forma oblicua, dando pábulo a la leyenda de que la adhesión del
general San Martín a la masonería era la causa de esa insólita posición de su
ataúd.
En 1906 Chile envió las cenizas del general
Gregorio de Las Heras y en 1966 se trasladaron desde La Recoleta las del general
Tomás Guido, el entrañable amigo de San Martín. Las urnas con las cenizas se
hallan en hornacinas a izquierda y
derecha del mausoleo, en la base
de los bustos de ambos próceres. En 1945 se colocó también junto al mausoleo la
urna con las cenizas del Soldado
Desconocido de la
Independencia.
|
Sello postal emitido con motivo del Centenario del fallecimiento del Libertador - 1950
|
En la bóveda de la familia Balcarce, en Brunoy, se
encuentra el ataúd de su nieta menor, Josefa Dominga, que nunca visitó la
patria de su ilustre abuelo y falleció el 17 de abril de 1924 a los 88 años de edad.
Los restos de la hija del Libertador, los de su esposo Mariano Balcarce –fallecido
en 1882– y los de María Mercedes, la nieta mayor de San Martín, fueron
trasladados a un mausoleo dentro de la Iglesia de San Francisco, en la ciudad de
Mendoza.
Esperemos que se atenúe hasta desaparecer la
tendencia de gobernantes y legisladores argentinos a desalojar a nuestros
muertos insignes de las tumbas, mausoleos o
monumentos en que actualmente se hallan, y se les permita descansar en
paz.