domingo, 1 de marzo de 2009

Un mausoleo para el Libertador

  Publicado en el Periódico El Restaurador - Año III N° 10 - Marzo 2009 - Pags. 1, 3 a 5 

Un mausoleo para el Libertador, por la Profesora Beatriz Celina Doallo

  

General San Martín - Retrato realizado por Cupertino del Campo



Para remontarnos a los comienzos de esta etapa de la historia argentina en que perturbar el descanso de sus muertos ilustres ha ido tornándose un deporte muy popular entre las clases dirigentes, hay que mencionar el impiadoso tránsito a que se sometió el cuerpo embalsamado de Eva Perón luego de sustraerlo de la C.G.T. a pocos días de la revolución del 16 de septiembre de 1955.

Otro episodio incalificable ocurrió en el año 1991 cuando, de manera inconsulta, sorprendiendo a la ciudadanía, se sacó del interior del hermoso monumento, costeado por suscripción popular y emplazado en el Cementerio de la Recoleta, el féretro con los restos de Juan Bautista Alberdi, y se lo trasladó a Tucumán, donde  se lo ubicó en el hall principal de la sede de la gobernación.

Interior de la catedral, C. 1830
Pintura de Carlos Pellegrini
El autor intelectual de la organización de nuestro país falleció en Francia el 19 de junio de 1884 y sus restos fueron repatriados en 1889. Frente a su monumento, inaugurado en 1902, cada 29 de agosto, aniversario de su natalicio y designado Día del Abogado, se le rendía justo homenaje. El 28 de agosto de 1991, en virtud de la ley Nº 23.965 votada entre gallos y medianoche, se efectuó el traslado del ataúd sin que existiera un monumento decente en que depositarlo ni, peor aún, perspectivas de erigirlo en un tiempo prudencial a causa del deterioro económico que sufría la provincia. El origen de la absurda mudanza del féretro se relacionó con la campaña electoral del gobernador Ramón Palito Ortega y la visita a Tucumán del entonces presidente Carlos Saúl Menem.

En febrero de 1998 la Cámara de Senadores de la provincia de Corrientes convirtió en ley un proyecto de “repatriación” de las urnas con los restos de los padres del general San Martín, Juan de San Martín y Gregoria Matorras, a esa provincia. El proyecto, obra de un diputado autonomista correntino, declaraba “de interés  provincial”  el traslado de las urnas como “el contexto adecuado para convertir a Yapeyú en santuario sanmartiniano”, escogida fórmula que recubrió las intenciones de incrementar el turismo hacia la patria chica del prócer.

Dibujo del Mausoleo de San Martín


Interior de la Catedral de Buenos Aires
1 Antigua capilla Ntra. Sra. de la Paz, actual ingreso al mausoleo
2 Mausoleo del Libertador

La ponencia del legislador iba más allá: propuso “el traslado de los restos del propio General José de San Martín a tierra correntina”. Tuvo éxito en lograr que Yapeyú, antiguo establecimiento jesuítico junto al río Uruguay, custodie no solamente la casa natal del Libertador sino también las urnas mortuorias de sus padres. La propuesta de llevar a Corrientes, además, los restos del Santo de la Espada pareció sucumbir bajo una oleada de protestas desde todas partes del país, aunque cada tanto algún político correntino se ocupa de traerla a la memoria de sus comprovincianos.

Otra vista del monumento donde se aprecian las tres alegorías

Tras un lapso de relativa paz para los muertos –salpicado por el bochornoso episodio ocurrido en la localidad de San Vicente con el traslado de los restos del general Juan Domingo Perón a la que fuera su quinta de recreo–  he aquí que un diputado socialista porteño propuso, en agosto de 2008, que los restos del general San Martín sean depositados en el Cementerio de la Recoleta. Fundamentó la ponencia en que tal era la expresa voluntad del Libertador, interpretando de manera desacertada la cláusula cuarta del testamento del prócer, escrito y firmado de su puño y letra en París el 23 de enero de 1844, que dice textualmente:

La alegoría de la Argentina
 y la cúpula
“Prohibo el que se me haga ningún género de funeral y desde el lugar en que falleciere se me conducirá directamente al Cementerio, sin ningún acompañamiento, pero sí desearía el que mi corazón fuese depositado en el de Buenos Aires”.

El 18 de agosto de 1850 llegó a Boulogne-sur-Mer, proveniente de París y con otro compatriota, el doctor Félix Frías, que fuera secretario de Lavalle y viajaba por Europa. Llegaban deseosos de conocer a San Martín, cuyo deceso, el día anterior, supieron apenas bajaron de la diligencia. Frías dejó para la posteridad un relato muy difundido acerca del fallecimiento, el velatorio y el funeral del Libertador.

“… En la mañana del 18 tuve la dolorosa satisfacción de contemplar los restos inanimados de este hombre, cuya vida está escrita en páginas tan brillantes de la historia americana. Su rostro conservaba los rasgos pronunciados de su carácter severo y respetable. Un crucifijo estaba colocado sobre su pecho, otro en una mesa entre dos velas que ardían al lado de su lecho de muerte. Dos hermanas de la caridad rezaban por el descanso del alma que abrigó aquel cadáver (…). El día 20 a las seis de la mañana, partió el carro fúnebre acompañado por un escaso cortejo de amigos del general, tales como los señores Darthes, Rosales, Gérard, Seguier, José Guerrico y la familia Balcarce. El cortejo se detuvo en la Iglesia de San Nicolás para el servicio religioso, luego continuó hasta Notre-Dame de Boulogne, en una de cuyas capillas subterráneas se depositó el ataúd”.

Otra vista del monumento donde se aprecian a la izquierda la
alegoría de la Argentina y a la derecha la de Perú
Notre-Dame de Boulogne es la Catedral de la ciudad; el féretro con los despojos mortales del prócer permaneció en su cripta más de 10 años. El 21 de mayo de 1860 falleció, a los 26 años, María Mercedes, la nieta mayor de San Martín. Su padre, Mariano Balcarce, había adquirido una finca en la localidad de Brunoy (Seine-et-Oise) y en el cementerio local hizo construir una bóveda, que aún está en pie, para depositar el ataúd de la hija; en 1861 se trasladó también allí el que contenía los restos del Libertador.

En abril de1877 y a instancias del doctor Nicolás Avellaneda, Presidente de la Nación, se comenzaron las gestiones para repatriar los restos de “José de San Martín, Brigadier de la Confederación Argentina, Capitán General de la República de Chile y Fundador de la Libertad del Perú”: De esta manera figuran el nombre y títulos del prócer en el acta de defunción del 18 de agosto de1850, firmada por el delegado del Alcalde de Boulogne-sur-Mer, don Francisco José Rosales, encargado de negocios de Chile en Francia, y Adolfo Gérard, abogado, como testigos. El señor Gérard, bibliotecario de la ciudad, era el dueño de la casa de la Grande-Rue Nº 105, en cuya planta alta vivieron San Martín y la familia Balcarce desde marzo de 1848.

El 25 de febrero de 1875, a los 57 años y en el mismo día en que su padre habría cumplido 97 años, falleció Mercedes, la hija de San Martín. En 1877 sobrevivían al Libertador su yerno Mariano Balcarce, designado ministro plenipotenciario ante la república gala, y su nieta Josefa Dominga, que había casado en Francia, en 1861, con Fernando Gutiérrez de Estrada y Gómez de la Cortina, descendiente de una acaudalada familia mexicana. Mariano y su hija firmaron el consentimiento para que el féretro con los restos del Libertador fuera retirado de la bóveda familiar en Brunoy y trasladado a Buenos Aires. La Comisión Central de Repatriación de los Restos del General José de San Martín, presidida por el doctor Mariano Acosta hasta principios de 1880, y luego por el doctor Nicolás Calvo, solicitó a Balcarce que buscara en Europa un escultor de mérito para realizar el monumento fúnebre destinado a contener el ataúd. Luego de estudiar trabajos de varios artistas, el yerno de San Martín eligió contratar a Alberto Carrier Belleuse, director artístico de la fábrica de cerámicas de Sèvres y autor del mausoleo del general Andrea Massena, en Niza.

Carrier Belleuse no era desconocido en Buenos Aires, ya que había realizado la   mitad de la estatua ecuestre del general Manuel Belgrano. El artista francés alegó, con notable franqueza, no ser hábil para esculpir animales, por lo que modelar el caballo quedó a cargo del escultor argentino Manuel de Santa Coloma.

Mientras Carrier Belleuse realizaba el mausoleo, quedaba por decidir dónde ubicarlo. La Municipalidad ofreció una parcela en el Cementerio de La Recoleta, donde ya descansaban los restos del padre del general San Martín y los de María de los Remedios Escalada, y el arzobispo de Buenos Aires, monseñor León Federico Aneiros, se mostró dispuesto a ceder un espacio dentro de la Catedral, aceptándose éste último.

Cuando llegaron de Francia los planos del mausoleo, se descubrió que ninguna de las capillas tenía el tamaño suficiente para albergarlo, por lo que se decidió construir otra demoliendo una pared lindera al altar de Nuestra Señora de la Paz. Hubo un concurso de proyectos para esa construcción y finalmente se aceptó el presentado por el arquitecto sueco Enrique Alberg, entre cuyas obras se contaban el ala norte de la Casa de Gobierno y el edificio de la Capitanía General de Puertos, en Buenos Aires, y el Hospital Español y la Academia de Ciencias, en Córdoba.

Al escultor italiano Camilo Romairone, radicado en nuestro país desde diez años antes, se le encomendó realizar un friso alegórico en la nueva capilla. El escultor y el arquitecto no se llevaron bien, y el italiano abandonó la obra sin hacer el friso.

El gobierno argentino había contratado con el de Gran Bretaña la construcción de un aviso para la Armada. Botado en astilleros ingleses y bautizado con el nombre de “Villarino”, se dispuso que en su viaje inaugural a la Argentina el buque transportara el féretro del Libertador desde Francia a Buenos Aires.

El “Villarino” también tiene su pequeña historia: tuvo una vida relativamente corta para una nave, ya que se hundió a causa de un temporal frente a Puerto Madryn, Chubut, en el año 1899. En 1970 un grupo de buceadores, a solicitud de un residente local, el doctor More, buscó y halló los restos del buque hundido; el doctor More contactó con el Instituto Nacional Sanmartiniano, sugiriendo que con partes de bronce del aviso se realizara un busto del general San Martín. El trabajo fue encargado al profesor de Bellas Artes Carlos D´Agostino, quien realizó la obra en su atelier del barrio porteño de Mataderos y el busto fue inaugurado el 19 de noviembre de 1978,  en una plazoleta ubicada entre la Avenida de los Galeses y la Avenida Costanera de Puerto Madryn, y junto a la rescatada hélice del “Villarino”.

El 27 de mayo de 1880 arribó el aviso a Buenos Aires; el día 28 se desembarcó el féretro con los restos de San Martín en el muelle de Las Catalinas y se lo escoltó hasta el cuartel Del Retiro. En el muelle y en el cuartel hubo ceremonias de recepción y entre los diversos oradores se destacaron los discursos de los ex presidentes Domingo Faustino Sarmiento y Bartolomé Mitre. Desde El Retiro el ataúd, al son de marchas fúnebres ejecutadas por bandas militares, fue llevado a la Plaza San Martín donde, al pie del monumento al prócer, hablaron el Embajador del Perú, doctor Evaristo Gómez Sánchez, y el presidente Avellaneda, quien recibió los restos del Libertador en nombre del pueblo argentino. Luego de esta ceremonia el féretro fue conducido a la Catedral, donde se lo ubicó sobre un catafalco frente al Altar mayor y se celebró una misa; el día 29 por la tarde se ofició un funeral al que asistieron el Presidente de la Nación, guerreros de la Independencia y el cuerpo  diplomático. Después se introdujo el ataúd en la cripta del templo, donde permaneció hasta que el 28 de agosto de ese año, concluído el mausoleo, se procedió a instalarlo dentro. Fue entonces cuando surgió un problema: la caja mortuoria era de mayores dimensiones que las supuestas, lo que obligó a colocarla en forma oblicua, dando pábulo a la leyenda de que la adhesión del general San Martín a la masonería era la causa de esa insólita posición de su ataúd.

En 1906 Chile envió las cenizas del general Gregorio de Las Heras y en 1966 se trasladaron desde La Recoleta las del general Tomás Guido, el entrañable amigo de San Martín. Las urnas con las cenizas se hallan en hornacinas a izquierda y  derecha del mausoleo, en la  base de los bustos de ambos próceres. En 1945 se colocó también junto al mausoleo la urna con las cenizas del Soldado Desconocido de la Independencia.

Sello postal emitido con motivo del
Centenario del fallecimiento
del Libertador - 1950


En la bóveda de la familia Balcarce, en Brunoy, se encuentra el ataúd de su nieta menor, Josefa Dominga, que nunca visitó la patria de su ilustre abuelo y falleció el 17 de abril de 1924 a los 88 años de edad. Los restos de la hija del Libertador, los de su esposo Mariano Balcarce –fallecido en 1882– y los de María Mercedes, la nieta mayor de San Martín, fueron trasladados a un mausoleo dentro de la Iglesia de San Francisco, en la ciudad de Mendoza.

Esperemos que se atenúe hasta desaparecer la tendencia de gobernantes y legisladores argentinos a desalojar a nuestros muertos insignes de las tumbas, mausoleos o  monumentos en que actualmente se hallan, y se les permita descansar en paz.