Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IX N° 36 - Setiembre 2015 - Pags. 6 y 7
Elpidio González, un funcionario honesto - Un ejemplo para las actuales generaciones.
por Norberto Jorge Chiviló
Hace un tiempo atrás, un amigo me envió un correo electrónico sobre la vida de Elpidio González, quien durante tres décadas ocupó importantes cargos políticos, ya sea dentro de la Unión Cívica Radical, como también en la administración pública y en el poder legislativo nacional.
Me conmovió leer sobre su comportamiento espartano, propio de un verdadero republicano, ya sea en su vida personal como pública, ajeno a todo tipo de riquezas, ansias de poder, lujos y ostentaciones. Se puede decir que llevó una verdadera existencia franciscana.
Considero -como lo manifesté en el artículo precedente- a la historia como algo vivo, que no se agota con la descripción de hechos históricos, sino que es más rica, ya que ella debe servirnos -como pueblo- para ir forjando un destino que merezca ser respetado por nosotros mismos -que nos llene de orgullo- y por los otros países.
Desgraciadamente, desde hace ya bastante tiempo, ha habido una declinación moral de la sociedad y en especial de su clase dirigente y gobernante, donde la posesión desmesurada del dinero y riquezas ocupa un lugar destacadísimo en la vida de esas personas, ya que se quiere tener más y más, donde no hay límite y nada alcanza a conformar. No importa de como se "hace" el dinero y las riquezas y el "vale todo" es la forma de lograrlo.
Viene a mi memoria la letra del tango "Cambalache" de Enrique Santos Discépolo, cuando dice: "…el que no afana es un gil…".
Podrán decir que siempre hubo corrupción y funcionarios que se enriquecieron a costa de sus cargos, es verdad, tal es así que ese tango fue compuesto en 1934, hace ya más de ochenta años, pero me parece que se han traspasado todos los límites y los funcionarios -no digo todos- más que servir al pueblo y a la Nación, se sirven del mismo para saciar sus apetencias desmesuradas de poder y económicas.
Hoy día, descubierto el caso de corrupción o de enriquecimiento ilícito, el objetivo del sospechado es que hay que zafar como sea del proceso y una futura condena, ya sea chicaneando juicios, logrando que el caso pase por determinados juzgados "light" y otras lindezas, cuando por el contrario, debería ser una obligación no solo moral, de quien se cree honesto y libre de todo cargo, de ponerse a disposición de la justicia, para demostrar su honestidad y salvar su honor. Pero lo principal para estas personas inescrupulosas es zafar… y seguir disfrutando lo mal habido. Pero otra cuestión tan importante y que demuestra el gran deterioro moral, es cuando su familia disfruta de los bienes mal habidos, como si nada, sin ningún prurito y cuando nada justificaría ese incremento patrimonial con un sueldo de funcionario. Más aún podemos decir que muchos familiares y amigos son cómplices del corrupto, siendo prestanombres para los diversos chanchullos y bienes ilícitamente habidos.
Vemos también funcionarios, que cuando accedieron al cargo público eran pelagatos o simples personas y de buenas a primeras, y se enriquecieron desmesuradamente y pasan a ser los nuevos ricos, sintiéndose grandes e importantes, y que cuando se retiran de la ´vida pública hacen con los bolsillos bien llenos.
Todo ello es aplicable a los amigos del poder de turno, devenidos en importantes y multimillonarios empresarios de la obra pública, ganando licitaciones manejadas con coimas y actos reñidos con la moral, compradores de empresas de todo tipo.
Pero no siempre fue así. Hubo funcionarios que pudieron mostrar sus manos limpias y sus bolsillos vacíos.
Rosas es reconocido como el gran hacedor de la unidad nacional y gran defensor de la soberanía nacional. Si bien ello es -por supuesto- de suma importancia, no debe descuidarse el estudio de su vida privada y también como gobernante y funcionario público, sino también su pasar en tierra extraña y como emigrado y es un ejemplo de honestidad.
Me parece que en estos momentos por los que atraviesa nuestro país, de crisis moral, es de destacar sobremanera las cualidades de este gobernante, que si bien era de linaje y con gran fortuna cuando accedió al poder, siempre llevó una vida sencilla, sin ostentaciones, ni lujos. Como funcionario vino a servir al país -y vaya si lo hizo!- y no para servirse de él y cuando fue desalojado del poder, se fue con una mano adelante y otra atrás, llevando la misma vida austera y de trabajo en tierra inglesa hasta el momento de su muerte. Fue un funcionario honesto y trabajador por el bien de su país, siendo ello uno de los rasgos destacados de su republicanismo.
Ahora, voy a referirme a don Elpidio González, otro personaje histórico, funcionario de las mismas características, cuya honradez y desinterés por las riquezas y bienes materiales merecen destacarse y debería ser también ejemplo para todo funcionario público. Posiblemente pretender esto en la actualidad, sería un poco ingenuo, pero sí es importante que el pueblo lo conozca, ya que no tiene ningún monumento que lo recuerde y honre su memoria y en muchísimas ciudades -entre las que se incluyen las del Ptdo. de Gral. San Martín- ni siquiera una calle lleva su nombre. Desde estas páginas le rendimos nuestro sentido, respetuoso y humilde homenaje.
Don Elpidio nació en Rosario, 140 años atrás, el 1° de agosto del año 1875 en una familia de origen muy humilde. Durante toda su vida dio lecciones de esa profunda humildad, la que siempre practicó y nunca abandonó, no obstante los altos cargos políticos que le tocó ejercer. Físicamente fue de contextura pequeña y algo encorvada y durante su ancianidad usó una larga barba. En su ciudad natal realizó sus estudios primarios y secundarios y a los 19 años se trasladó a la Ciudad de Córdoba en cuya Universidad, inició la carrera de derecho y por la misma época comenzó a interesarse y a intervenir en política, apoyando al caudillo radical Hipólito Yrigoyen. Cuando contaba con 30 años participó en la revolución radical de 1905, comandando un pelotón; vencido el intento revolucionario, como muchos de sus correligionarios, terminó preso. Finalizó su carrera de abogacía en la Universidad de La Plata en 1907.
Con la sanción de la Ley Sáenz Peña en 1912, fue electo diputado nacional y también fue elegido por su partido para encabezar la fórmula para gobernador en su provincia, nominación que desechó pues no podía defraudar -como dijo- a quienes lo habían elegido para integrar la Cámara de Diputados.
Elpidio González e Hipólito Yrigoyen |
En las elecciones celebradas el 2 de abril de 1916, fue elegido para integrar el Colegio Electoral, donde fue consagrada la fórmula conformada por Hipólito Yrigoyen y Pelagio B. Luna, para desempeñar los cargos de Presidente y Vicepresidente de la Nación por el período 1916-1922. En la misma elección fue elegido también diputado nacional por Córdoba, diputación a la cual renunció, ya que fue designado por el presidente electo para ocupar el Ministerio de Guerra, cargo en el cual se desempeñó durante el período 1916/1918. Posteriormente en los tres siguientes años fue designado Jefe de Policía de la Capital. Tanto como ministro de Guerra como así también como jefe de Policía, realizó una importante gestión.
En 1921 fue elegido presidente de la UCR, cargo al que posteriormente renunció para participar en el proceso eleccionario acompañando como candidato a vicepresidente a Máximo Marcelo Torcuato de Alvear -más conocido sin el primer nombre-, fórmula que resultó ganadora en las elecciones de 1922 y que gobernó durante los siguientes seis años. De acuerdo a la constitución y por su carácter de vicepresidente de la República, González se desempeñó como Presidente del Senado nacional.
En ese entonces comenzaron a surgir diferencias entre el expresidente Yrigoyen y el presidente en ejercicio Alvear, produciéndose una ruptura entre estos dos líderes radicales, lo que se reflejó también en el partido, con una virtual fractura, dividiéndose entre yrigoyenistas o personalistas partidarios del primero y los alvearistas o antipersonalistas , que apoyaban al entonces presidente de la Nación. A mediados de 1924, los dos grupos también se separaron en el Congreso, formando dos bloques legislativos distintos.
González, como presidente del Senado y por su apoyo siempre leal al expresidente Yrigoyen, fue permanentemente atacado por los senadores antipersonalistas.
Elegido nuevamente Yrigoyen presidente de la República por segunda vez en 1928, González integró el nuevo gabinete, como titular de uno de los más importantes ministerios, el de Interior, ya que debía resolver las situaciones de las provincias.
En vísperas de la revolución del 30, el día 3 de setiembre ante la renuncia del ministro de Guerra, el general Luis Dellepiane, González lo reemplazó al frente del mismo. Tres días después se produjo el golpe cívico-militar del general Uriburu del 6 de setiembre de 1930 (1) que dio por tierra con el gobierno de Yrigoyen, iniciándose así una época oscura de nuestra historia.
Por motivos políticos fue confinado en prisión hasta el año 1932, iniciándose así un largo período de su alejamiento de la política, sobre todo después de la muerte de don Hipólito, líder al cual él siguió con fervor y le fue fiel en su accionar y en sus ideas hasta el fin de sus días.
Su participación en la política, lo empobreció, ya que a pesar de haber tenido un patrimonio de 350.000 pesos cuando accedió al poder, al producirse la revolución del 6 de setiembre, se encontró con una deuda de 65.000 pesos, por lo que su casa de la calle Gorostiaga fue rematada.
Al recobrar la libertad y ya alejado de la función pública, comenzó a trabajar como corredor en la venta de anilinas "Colibrí", pomadas y betunes, recorriendo la ciudad con su valijita ofreciendo esos productos y ganándose honradamente el sustento diario, como cualquier simple ciudadano.
Todos conocían las dificultades económicas en las que se encontraba este hombre y muchos quisieron ayudarlo, así le fueron ofrecidas casas y dinero, pero él siempre las rechazó con la hombría y la humildad que lo destacaban.
Cuando se iniciaron las obras de ensanchamiento para la Av. 9 de Julio él ocupaba una humilde pieza en la calle Cerrito, que sería alcanzada por las demoliciones que se realizarían para la nueva obra y así le ofrecieron regalarle una casa, lo que él declinó.
Entre los miembros del Congreso era comentario general la situación económica del exvicepresidente y que ello debía ser solucionado, muchos decían: “no puede ser que alguien que ha dado tanto por la Patria viva en estas condiciones”.
Para solucionar el problema económico del exvicepresidente, en 1938, un legislador conservador presentó un proyecto de ley por el cual se les asignarían una pensión vitalicia a los expresidentes y exvicepresidentes. Esa ley fue aprobada y promulgada.
Cuando uno de sus allegados le comentó a González de la sanción de esa norma, que le permitiría cobrar la suma de dos mil pesos mensuales, le contestó: “que mientras tuviera dos manos para trabajar, no necesitaba limosnas”.
Fiel a sus principios, por una nota que dirigió al entonces presidente de la Nación, Roberto M. Ortiz el 6 de octubre de 1838, le manifestó el deseo de no acogerse a los beneficios que le reconocía la nueva ley.
Tuvo una breve intervención en la política a fines de 1945 y principios de 1946, cuando acompañó y apoyó la fórmula radical de José Tamborini y Enrique Mosca de la Unión Democrática frente a la candidatura del entonces coronel Juan Domingo Perón. Con la victoria de este último, González, nuevamente se llamó a silencio.
Fue uno de los políticos más importantes durante tres décadas y de acendrada fe católica durante toda su vida.
Era asiduo concurrente de la ya desaparecida confitería "La Victoria" de Av. de Mayo y Chacabuco, de la Capital, donde hacía un alto en su trabajo para tomar una cerveza tirada.
Con todos sus errores, que los habrá tenido como todo mortal, fue un servidor de la comunidad y nunca se valió de sus altos cargos para sacar beneficio personal alguno. ¡Un verdadero ejemplo!
Después de estar internado durante seis meses en el Hospital Italiano, pues no tenía casa ni familiar que lo cuidara, falleció en la ciudad de Buenos Aires el 18 de octubre de 1951, y el gobierno decretó duelo durante dos días. Sus restos fueron velados en la sede partidaria de la calle Tucumán y el féretro que contenían sus restos mortales, fue acompañado por una multitud hasta el cementerio de la Recoleta, siendo depositado en el panteón del Monumento a los Caídos en la Revolución de 1890, reposando junto a los de Alem e Yrigoyen.
En su testamento pidió ser enterrado con modestia y vistiendo como mortaja el hábito franciscano.
Con motivo de su fallecimiento el diario La Nación, dijo: “Su paso por los altos cargos públicos no había significado para él un enriquecimiento material. Pobre, muy pobre, hizo frente al violento cambio de la fortuna con estoica simplicidad”.
Ante la actual crisis moral que envuelve a gran parte de nuestra sociedad, el vale todo, el dale que vá, la inconducta, la falta de toda ética y el desprecio -particularmente- por los poderosos de aquellos valores eternos que bien supo llevar González, su accionar austero y decente deben ser un ejemplo para las actuales generaciones y las venideras y un faro de luz que vaya alumbrando poco a poco a nuestro país.
Referencias:
(1) La revolución de 1930, se gestó en nuestra ciudad de General San Martín y en el que tuvieron destacada actuación los cadetes del Colegio Militar de la Nación, institución que ocupó el predio en el que actualmente se encuentra el Liceo Militar General San Martín, sobre la calle San Lorenzo.
Bibliografía.
Sala, Héctor Rodolfo, "Los vicepresidentes - Campanillero del Senado o Presidentes «en el banco»", Buenos Aires, 2008.
Internet: historiaydoctrinadelaucr.blogspot.com.ar