martes, 1 de septiembre de 2015

El legado dejado por Rosas

   Publicado en el Periódico El Restaurador - Año IX N° 36 - Setiembre 2015 - Pags. 1 a  5 

 El legado dejado por Rosas

Por Norberto Jorge Chiviló

Cayetano Descalzi
Juan Manuel de Rosas. Óleo sobre tela de Cayetano Descalzi


Hace cuarenta y siete años atrás, en el Boletín N° 2 (Año I, 2da. Época) del Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Históricas, de Agosto-Setiembre de 1968, salió publicado un poema con el título "REPROCHE A JUAN MANUEL", autoría de Emilio Juan Samyn Ducó. La poesía, dice así: 

"iAh! ¡Cómo nos fallaste, Juan Manuel / En las trágicas horas de Caseros! / ¿Porqué no abalanzaste tu caballo / Sobre el vil traicionero? / ¡Qué símbolo elocuente hubiera sido / Tu cuerpo desgarrado / Por las lanzas del falaz brasilero! / / Tu cadáver, / Como estigma sangriento, / Denunciaría por siempre al unitario / Vendido al extranjero. / / ¿Porqué buscaste amparo / En los solares del inglés artero, / En lugar de un pedazo de tu pampa / Recubriendo tus restos, / Y el ganado pasando por encima / Porque perdió su libertad tu suelo? / / En estas noches de argentinos duelos, / Nuestras estrellas velarían tu sueño / A la espera del alba / Sangrienta y roja del desquite nuestro. / / ¡Ah! ¿Por qué nos fallaste, Juan Manuel, / En las trágicas horas de Caseros?" 

Este poema al que la redacción del Boletín calificó de "triste, hermoso e injusto", seguramente algún revuelo había causado entre sus miembros por la crítica que se hacía al proceder del Restaurador "en las trágicas horas de Caseros", pero que no obstante fue publicado por respeto a la libertad de expresión. También se invitaba y ponían las columnas del Boletín a disposición "de quien conteste estos versos con la misma altura y la misma belleza con que los escribió su autor". 

La réplica no se hizo esperar, ya que al número siguiente de esa publicación, (correspondiente a los meses de Octubre-Noviembre de 1968), apareció el poema de Policarpo Medida, titulado "ROSAS ANTE LA BATALLA DE CASEROS", cuyos versos son:

"Señor Gobernador, / Señor Gobernador sereno y digno: / como depositario del honor de la Patria, / cumpliste tu destino de federal, de criollo y de argentino. / / Fue insigne tu valor: / afrontar el destierro, la infamia, la diatriba, / y empuñando el arado en tu vejez altiva, / con tu trabajo honrado repechar otra vez la cuesta arriba. / / Cumpliste tu destino, Juan Manuel: / tu no tenías derecho a descubrir tu pecho / para que el odio se cebara en él, / botín de la alegría del traidor la innoble extranjería. / / La imagen de la Patria sacrosanta / hubiera sido profanada en ti. / (Comprendiéndolo así / a Dios se le hizo un nudo en la garganta.) / / ¡Qué fácil es / cuando abruma la vida, / apurar el veneno de una vez / en la actitud huidiza del suicida! / / Como el soldado carga su mochila, / compañera constante, / la pampa estuvo, cuanto más distante, / espejada más firme en tu pupila. / / ¡Siempre tu recia estampa / fue en cualquier parte, imagen de la pampa! / ¡Cuánto coraje estoico! / y que hermosa enseñanza nos legaste, / cuando aparentemente nos dejaste. / ¡Qué sublime valor! En grado heroico". 

Debo confesar que en aquél entonces y contando con veintiún años de edad, el poema de Samyn Ducó, me había dejado un sabor amargo, pero también consideraba que no era desacertada la crítica que en el mismo se hacía al proceder del derrotado en Caseros.

En ese momento, también pensé, que una muerte gloriosa en el campo de batalla, habría dado más brillo a la figura de quien yo siempre admiré.

Pero el paso del tiempo, hace que la persona medite y evalúe otras circunstancias y los hechos sean analizados desde otra perspectiva y contexto histórico y eso me pasó a mí con este tema.

A través de los años, me hice varias preguntas: ¿Qué hubiera pasado si Rosas hubiera sido muerto en el campo de batalla o hubiera sido fusilado en esa orgía de sangre que se desató inmediatamente después, como pasó con el coronel Martiniano Chilavert, el médico Claudio Mamerto Cuenca y otros prestigiosos jefes militares e innumerables soldados rosistas?, ¿Qué hubiéramos sabido de la Confederación Argentina y de su mentor, Juan M. de Rosas?, ¿Hubiéramos llegado a conocer la verdad de lo que había pasado en la llamada "época de Rosas"?. A la primer pregunta me respondí que con toda seguridad que de no haber muerto en el campo de batalla, hubiera sido asesinado y a las otras dos preguntas, las respondí sin ninguna duda, negativamente.

Desde hace ya tiempo, se conocen todos los intentos de los personajes que conformaron el partido unitario de aquel entonces y sus posteriores corifeos, no solo para ocultar la verdad de lo ocurrido en aquella época, sino también para tergiversar los hechos de la manera más descarada y manchar de cualquier manera el nombre y honor de Rosas, para aparecer ellos como los padres de la patria, llenando el país con sus monumentos -un país federal con estatuas de unitarios!- y poniendo sus nombres a todo lo posible, desde calles, pueblos, escuelas... hasta buques de la Armada.

En los años anteriores a la batalla de Caseros, Rosas se había preocupado en reforzar y abastecer de la mejor forma posible al llamado "Ejercito de Operaciones", que al mando de Justo José de Urquiza, se estaba formando para una próxima guerra que se vislumbraba contra el Imperio del Brasil. Evidentemente, Rosas no pensó que Urquiza iba a traicionar la causa nacional y menos aún que se aliara a quien en ese momento era una amenaza para nuestro país, además de ser -en ese momento- su enemigo histórico.

Pero las cosas tomaron otro cariz con el llamado "Pronunciamiento" de Urquiza y su alianza con el Imperio del Brasil y el gobierno colorado del Uruguay, con el objeto de desplazar al gobernador de Buenos Aires, en cuyas manos se encontraba el manejo de las relaciones exteriores de nuestro país.

Con la defección de Urquiza de la causa argentina, Rosas sabía que eran pocas las posibilidades de obtener una victoria, ya que el entrerriano poseía un ejército veterano batido en innumerables batallas, bien entrenado y con mejores medios de combate que el suyo, formado a las apuradas por tropas bisoñas.

Juan Manuel de Rosas
Estampilla del año 1969
Así Rosas vio menguadas las posibilidades de imponerse en la lucha y sobre todo después del avance que llevó a Urquiza a las puertas de la ciudad de Buenos Aires, sin prácticamente ser enfrentado en forma decidida por las tropas que Rosas había puesto al mando de uno de los militares más importantes que la Confederación tenía en esos momentos, el Gral. Ángel Pacheco, quien otrora había sido subalterno del general San Martín en la campaña libertadora, pero cuyo desempeño en estas circunstancias dejó mucho que desear, inclusive se habló de una traición de este jefe militar hacia el gobernador.

Seguramente, Rosas intuyó cual sería el proceder de sus enemigos políticos en el caso que él fuera derrotado y como intentarían seguir manchando su nombre y honor. Las campañas que habían lanzado desde el exterior contra él y la Confederación, imputándole todo tipo de crímenes y adulterando la verdad para conseguir la ayuda externa, le hacían presagiar lo peor, no podía esperar justicia, ni un proceder honrado de aquellos hombres. Ellos sabían bien como "rehacer" la historia -como lo dijo Sarmiento-, o deformarla a gusto y piacere y como crear una leyenda para el consumo del pueblo, que había sido adicto hasta ese momento al Restaurador. 

Si bien Rosas pudo haber considerado que en caso de ser derrotado podía retirarse al sur -como inmediatamente después de Caseros, lo creyó Urquiza- , donde gozaba de buen prestigio entre la población gaucha e indígena, para intentar una lucha de resistencia y desgaste, con tropas que le eran adictas, consideró que su ciclo político estaba finalizado y se preparó, para el caso de ocurrir lo inevitable, partir al exilio. Esto que afirmo de las posibilidades que tenía de encontrar y concentrar fuerzas adictas en el sur de la provincia, tiene su fundamento en el hecho que tiempo después y encontrándose ya radicado en Inglaterra, le fue ofrecido por personas que le eran adictas traerlo de regreso al país para ponerse al frente de tropas que se concentrarían en la zona de Lobería -sur de la provincia de Buenos Aires-, a lo que Rosas se negó (ER N° 26, pag. 8).

Rosas también sabía que en caso de no morir en la batalla y ser tomado prisionero, casi seguro se lo fusilaría y que de una u otra forma, su buen nombre y honor y el de su administración al frente de la Confederación, quedaría a merced de los vencedores.

Ernesto Quesada, nacido 6 años después de la caída del dictador, hijo de Vicente Quesada (1), cuenta en su magnífica obra La época de Rosas, lo que sucedió en los días previos y posteriores a Caseros.

Así lo relata: "Pero nadie ignora que Rosas, al embarcarse para Inglaterra, -él, el rico home colonial, cuya fortuna particular, antes de subir al gobierno, era quizá la más considerable del país,- no llevó dinero, se fue pobre, sin recursos, pero hizo encajonar casi todo el archivo de gobierno para llevarlo consigo, a fin de que la posteridad pudiera conocer la verdad de su larga dictadura. No acertó a llevarlo todo: el tiempo faltó, y quedaron estantes enteros llenos de papeles, y muchos cajones en poder de algunos particulares. Rosas temió que los vencedores destruyeran el archivo para perpetuar la mistificación y borrar la posibilidad del contralor; no se equivocó: el primer gobierno bonaerense se apresuró a «clasificar» todos los papeles de la época que pudo encontrar, hacer con parte de ellos grandes pilas en los patios de la casa de la calle Moreno, (2) y practicar un «auto de fe» monstruo, a fin de borrar hasta la huella del pasado... Nuestros padres han contemplado la humareda de esa justicia histórica!".

Ese primer gobierno bonaerense, surgido a raíz de Caseros, a cuyo frente se encontraba el fervoroso exrosista -dado vuelta como un panqueque de la noche a la mañana- Vicente López y Planes, secundado por unitarios recién regresados a Buenos Aires, se dedicaron -al decir de Quesada- a la quema de gran cantidad de documentación del archivo del gobierno derrocado, en un verdadero acto de vandalismo político.

Preguntamos: ¿Cuál era la finalidad de tal destrucción?, a lo cual podemos contestar sin equivocarnos: ...no justamente la preservación de pruebas, sino todo lo contrario, esto es la destrucción de documentos para borrar pruebas sobre el buen gobierno de Rosas y a su vez sobre las alianzas de los unitarios con los extranjeros. Cuando cae un gobierno "despótico" o "tiránico", como los unitarios tildaban al gobierno rosista, lo lógico hubiera sido  que se preservaran los instrumentos y archivos que permitieran justificar el desplazamiento de tal gobierno y para probar que era malo... pero si en vez de esto las destruían... por algo sería.... ¿qué se quería borrar...?

También e inmediatamente después de producida la derrota de Caseros, las autoridades provinciales, comenzaron por la violencia a imponer su ley y a diseminar todo tipo de leyendas sobre el "tirano", llegándolo a considerar un monstruo e imponiendo esa idea en las siguientes generaciones. Todos se cebaron sobre el gobernador derrotado, no solo sus enemigos portadores de un odio terrible y exacerbado, sino incluso muchos de los que habían sido sus fervientes sostenedores, que de un momento a otro se dieron vuelta -como el caso más notorio de Vicente López y Planes- para acomodarse con el nuevo gobierno. Además de borrar todo el pasado, se debía crear una nueva historia o mejor dicho, una leyenda, sobre aquél período.

La prensa y los intelectuales se ensañaron con él, esparciendo sobre la sociedad toda una sarta de mentiras, como las que habían esparcido otrora desde Montevideo, presentando al exgobernante porteño como "el Calígula del Plata".

Cuando Rosas se embarcó para el exilio lo hizo acompañado por gran cantidad de cajas y baúles, llenos de papeles y documentos, como bien lo dice Quesada. Los unitarios por el contrario lo acusaron de haberse llevado así joyas y riquezas, que le permitiría vivir como un rey en Europa, lo que posteriormente quedó acreditado que era un infundio más. 

Otros, como Bartolomé Mitre, lo tildaron de ladrón acusándolo de haberse apropiado de los dineros públicos. Infundio cuya falsedad quedó también demostrada después, cuando prestigiosos profesionales luego de analizar la documentación de la época coincidieron en que la administración de Rosas en el manejo de los dineros públicos había sido decente y eficaz. 

Rufino de Elizalde -otro obsecuente exrrosista y que había sido abogado del dictador en juicios incoados por particulares- en la Legislatura provincial, años después de Caseros se refirió a este tema y expresó: "Rosas ha salido del país muy rico. Sabemos que embarcó una gran cantidad de baúles con dinero y alhajas y que se llevó casi todos los brillantes que existían en Buenos Aires porque en los años 40 y 42 todos los que se robaron de las casas particulares, según una carta de Mariño, iban a parar en poder de Rosas. Además Rosas ha vendido, en el pequeño intervalo corrido desde la revocación del decreto hasta la revolución de Septiembre, valiosas propiedades cuyos fondos ha recibido, como también el de una porción considerable de ganado vendido, que le ha sido remitido. De modo que, en posesión de las sumas que sacó, de las que tenía ya anteriormente en Europa y la proveniente del desembargo de sus bienes, no han de padecer nada él ni sus hijos y es muy sabido que ha estado viviendo en Londres con el boato de un príncipe”.

Esos cajones y baúles que se llevó consigo Rosas solo contenían documentos y más documentos que en el futuro le permitieran acreditar su proceder honesto y responsable al frente de la administración pública, como así también la eficaz y patriótica política al frente de la Confederación Argentina.

Como lo informó a su gobierno el comandante del buque que trasladó al exiliado a Inglaterra el dinero que llevó, fue bien poco.

El nuevo gobierno provisorio de la provincia se ensañó con Rosas, aflorando todos los odios y actitudes revanchistas de sus integrantes, tomando contra el exdignatario una serie de medidas arbitrarias, tendientes a despojarlo de todos sus bienes con el dictado del decreto del 16 de febrero -13 días después de Caseros!- por el cual declaraba que todas las propiedades del exiliado eran de pertenencia pública.

Si bien por un decreto posterior de Urquiza -en su carácter de director provisorio de la Confederación Argentina- del 7 de agosto se dispuso la restitución de esos bienes a su legítimo propietario, la situación cambió nuevamente con la revolución que se produjo en la provincia poco más de un mes después -el 11 de setiembre del mismo año-, por el cual los unitarios abiertamente se hicieron con el gobierno provincial y produjeron su secesión de la Confederación Argentina. Cabe consignar aquí que no solo el gobierno se apropió de los bienes del exgobernante, sino también los que les correspondían a sus hijos, recibidos por la herencia de su madre.

Años después y por ley del 29 de julio de 1857, la Legislatura provincial declaró a Rosas "reo de lesa patria" y le imputó entre otras cosas "haber hecho traición... a la independencia de su patria", disponiendo que correspondía a los tribunales ordinarios el juzgamiento de los crímenes comunes cometidos por el "tirano"; a su vez disponía la venta en subasta de los bienes que se le habían confiscado por el decreto del 16 de febrero de 1852, a excepción de los inmuebles que se encontraban en la ciudad, que serían considerados como "bienes municipales".

A raíz de esta ley se le siguió a Rosas un proceso criminal por ante los tribunales ordinarios de la provincia, en los cuales no se le dio oportunidad de defensa al procesado, violándose también todas las formas y garantías del debido proceso y en el que se dictó sentencia en 1862, condenándolo a la pena ordinaria de muerte en calidad de aleve.

Con relación a la subasta de los bienes confiscados al "tirano", dispuesta en esta ley fue dejada sin efecto por otra posterior que dispuso "enegenar sin el requisito de remate público" los inmuebles confiscados. De esta forma el fraude y el favoritismo campearon en las ventas directas, beneficiando a amigos y políticos del gobierno -lo de la corrupción viene de lejos!-. Los bienes del exgobernante se esfumaron de la noche a la mañana y no hay constancias de quienes los adquirieron, ni del dinero obtenido y del destino que tuvieron -imagíneselo Ud, lector!-.

Bien puede decirse que los bienes de Rosas fueron considerados como botín de guerra por sus enemigos.

Mientras todo esto sucedía en nuestro país, Rosas en el exilio vivía de su trabajo personal. Desde allí redactó una Protesta -haciéndolo en tres idiomas: español, inglés y francés- contra las medidas que se habían tomado en Buenos Aires, que se publicó en diarios de Europa y América, poniendo en conocimiento público las arbitrariedades que se habían cometido contra él.

Protesta de Rosas
Parte inicial de la "Protesta del General Rosas", publicado el 20 de
setiembre de 1857, en inglés, francés y español, que constaba de 8 páginas


En Southampton donde se había establecido, había alquilado un predio instalando una chacra o pequeña estanzuela a la usanza criolla donde "la pampa estuvo, cuanto más distante, / espejada más firme en tu pupila", como dice el poema de Policarpo Medina.

En el exilio llevó Rosas una vida sencilla alejada de lujos y riquezas contrariamente a lo que habían dicho sus enemigos.

Estando en el exilio recibió la visita de compatriotas, muchos de los cuales habían sido contrarios a su política y que comprobaron con sus propios ojos lo que aquí decimos en cuanto a esa vida austera que llevaba el exiliado.

Cuando Rosas se trasladó a Londres para encargarse de la impresión de la "protesta", tuvo oportunidad de conocer y entrevistarse con Juan Bautista Alberdi, quien en 1854 había sido designado ministro plenipotenciario de la Confederación cuya presidencia ejercía Urquiza ante distintos gobiernos europeos.

Es muy interesante lo que le contó en cartas Alberdi a Urquiza con respecto al exgobernante porteño, dejando constancia para la posteridad de cual era la situación del exiliado, como vivía y como se comportaba en Europa.

Cuando lo encontró, Rosas le contó "que no había sacado plata de Buenos Aires, pero sí todos sus papeles históricos, en cuya autoridad descansaba". Alberdi, comparándolo con otros exilados, dirá de él: "el único que lleva una vida digna y se tiene en una reserva llena de decoro y honor".

En una carta que Alberdi dirigió el 14 de agosto de ese año al yerno de Rosas -Máximo Terrero-, le dice: "…Nada más público y notorio que la honorabilidad con que lleva el General Rosas su vida de refugiado en el país de los libres… El ejemplo del General Rosas de refugiado digno, resignado, laborioso, en Europa, no tiene ejemplo sino en la vieja historia de Roma. Ningún general de los muchos que la ola de la revolución americana ha echado a las playas de Europa ha dado el ejemplo honroso del General Rosas. Solo él no ha conspirado para recuperar el poder ni ha hecho la corte a los Reyes, ni buscado espectabilidad, ni ruido. Solo él ha vivido del sudor de su trabajo de labrador, sin admitir favores de extraños. Ni el mismo San Martín llevó con más dignidad su proscripción voluntaria. Es indigno y vergonzoso atacar a un hombre semejante y en semejante situación".

Algunos de los visitantes de Rosas, cuentan que en su casa tenía estantes llenos de documentos y papeles, que el exiliado en sus ratos libres se encargaba de clasificar.

Años después del fallecimiento del exiliado, Adolfo Saldías, a quien Mitre le había encomendado escribiera sobre la vida de Rosas, se contactó con Manuelita quien puso a su disposición toda aquella documentación que su padre cuidadosamente había guardado y atesorado, que le sirvió a Saldías para escribir su magnífica obra "Historia de Rozas y de su época", a través de la cual se pudo conocer la verdad sobre la vida y obra del Restaurador y de aquella turbulenta época de la historia argentina.

La historia puede tener dos significados, la historia "muerta", que se refiere al conocimiento de los hechos pasados y la historia "viva", aquella que de alguna manera se puede relacionar con el presente y nos puede brindar ejemplos de conducta, comportamiento político y que sea ejemplo para las generaciones futuras.

Por toda esa documentación, Rosas pudo salvar su honor y buen nombre, que para un hombre honesto es mucho más importantes que todas las riquezas.

En una sociedad, como la nuestra, en gran medida materialista, donde las virtudes cada vez existen menos, donde Don Chicho es igual a San Martín -como dice "Cambalache"-, donde lo que más vale es "hacer plata", la conducta de Rosas debe servir de ejemplo a las autoridades y a los ciudadanos comunes.

La defensa de la honra y el honor que el dictador priorizó a todas las riquezas que poseía, nos debe servir de ejemplo. El hecho de que el hombre encumbrado -ya desde lo político (haber ocupado la más alta magistratura nacional), ya desde lo personal (haber sido uno de los hombres más ricos de la Argentina de entonces)- y que en el último tercio de su vida se haya dedicado al trabajo como un simple labrador, no es un dato menor.

También debe ser ejemplo a todo político, que al poder se va para servir y no para servirse de él y que la administración pública no es un "coto de caza" que sirva para enriquecerse.

Volviendo a las preguntas que hice al principio de este artículo podemos tener la certeza que de haber muerto Rosas después de Caseros, nada habríamos sabido sobre la tan rica y gloriosa época de su administración y defensa de la Patria.


Referencias:

(1) Vicente Quesada fue un importante personaje del antirrosismo de su época y fue uno de los que se opusieron a que al exgobernador de Buenos Aires se le oficiara una misa en la Catedral de Buenos Aires, con motivo de su fallecimiento.  

(2) La casa de la calle Moreno era la residencia que Rosas tenía en la ciudad y en ese lugar funcionaron durante mucho tiempo las dependencias de su gobierno (ER N° 11 pág. 11).


Bibliografía.

"Causa criminal seguida contra el ex-Gobernador Juan Manuel de Rosas ante los tribunales ordinarios de Buenos Aires", Editor Juan Palumbo, Buenos Aires 1908.

Gras, Mario César. "Rosas y Urquiza, sus relaciones después de Caseros", Buenos Aires, 1948. 

Quesada, Ernesto. "La época de Rosas", Ediciones del Restaurador, Buenos Aires, 1950.