A mediados de la década del '60 Alberto Mondragón redactó unas breves biografías bajo el título "Figuras rosistas", que fueron publicadas en distintos periódicos y revistas (Revista o períódico El Puente, Revista Doctrina, entre otras).
FIGURAS ROSISTAS
(Revista El Puente)
Décima tercera Figura
FRANCISCO JAVIER MUÑIZ
La mecha prendida a ese cañón lo fue por dos jóvenes de larga y meritoria, aunque divergente trayectoria nacional, el uno gobernante y Restaurador de las Leyes, Juan Manuel de Rosas, y el otro médico y paleontólogo, FRANCISCO JAVIER MUÑIZ.
Estudiante en el Colegio Carolino siguió su carrera médica en el Instituto Médico-Militar, a cuya cabeza estaba el Dr. Argerich, MUÑIZ se recibe en 1822 y para 1825 está en Chascomús ejerciendo la noble profesión, y alternando sus múltiples actividades. Como veremos, produce un artículo titulado “El Teatro de la Opinión” acentuando una sincera y franca opinión federalista, y en materia educacional, la creación de escuelas gratuitas y obligatorias, importantes antecedentes para quien fuera más adelante: diputado, profesor y escritor.
Es en Chascomús que por su iniciativa —nunca recordada en esa ciudad— funda junto con Prudencio Rosas, Joaquín Campana, Ramón Gorostarzu y otros, la “Sociedad de los Amantes de la lustración”, cuyo fruto es el descubrimiento en la laguna de Chascomús del “Dasypus Giganteus” —tatú fósil o gran armadillo—, hallazgo paleontológico inicio de importantes descubrimientos posteriores —el caballo, el tigre fósiles, la descripción del ñandú, etc.— que dieron fama universal al Dr. FRANCISCO JAVIER MUÑIZ.
Su pasión por las Ciencias Naturales le llevó a vincularse con el Padre Castañeda, Muñoz y con el inquieto Don Pedro de Ángelis que le aguijonearon para proseguir esas investigaciones científicas.
Pero hasta 1828 con Dorrego, y con Rosas luego, es donde su potencial intelectual, su capacidad de investigador y su responsabilidad médica se afianza definitivamente, y a ello se debe agregar sus francas opiniones federales, sus virtudes profesionales y sus descubrimientos famosos que hacen a MUÑIZ un sabio ante el consenso nacional e internacional.
El 15 de Febrero de 1830 es nombrado médico militar en Luján, lugar de sus incesantes trabaj¡ en la aplicación de la vacuna antivariólica, como farmacéutico en la preparación de medicamentos y sobre todo en hallazgos fósiles —¡once cajones! — que remite al Gobernador Don Juan Manuel de Rosas, quien a su vez obsequia al Museo Cuvier de París, dando así Rosas cumplido mérito personal al ya sabio MUÑIZ y conocimiento de la ciencia en la Confederación Argentina.
Estudia una nueva vacuna, la llamada “Cow pox” rectificando a su creador Jenner, sobre la fiebre escarlatina, sobre partos, nada escapa a su labor científica, pero todo, ayudantes, cátedras, asignaciones, publicaciones ,etc., etc., se deben a su compañero del cañoncito en las Invasiones Inglesas, y así lo certifica el noble MUÑIZ en carta a Rosas del 29 de Febrero de 1844 al elevar el informe “A V. E. consagré —permítaseme indicarlo aquí— el descubrimiento en 1841 de la vacuna genuina e inmediatamente provenida de la vaca.
Tengo el honor de acompañar a V. E. una memoria sobre la fiebre escarlatina. Si me he permitido dedicar a V. E. esta pequeña obra es porque recuerdo la benévola acogida que la mereció algún otro presente, fruto inmeritorio de mis solitarias tareas”, y a continuación llama a Rosas: "coronado de virtudes heroicas, como magistrado, como estadista y como guerrero”.
Todos los trabajos científicos de MUÑIZ son publicados en la “Gaceta Mercantil” —órgano oficial de la Confederación— que así en elevado periodismo, engalanaba sus páginas para conocimiento popular y certificación de la cultura en la época de Rosas.
Después de Caseros sus actividades declinan y se apagan, sólo a la Medicina rutinaria se dedica, actúa en la guerra del Paraguay y en su noble acción popular pierde la vida el 8 de Abril de 1871 en la terrible y devastadora “fiebre amarilla”. Pasa a ser un desconocido, y le sigue la injusticia aún hoy; sólo en el mundo científico se sabe que un fósil lleva el insigne nombre del sabio: es el antediluviano “Muñifilis Bonaerensis”.
Alberto A. Mondragón