domingo, 6 de febrero de 2022

Alberto Mondragón . Gerónimo Costa

A mediados de la década del '60 Alberto Mondragón redactó unas breves biografías bajo el título "Figuras rosistas", que fueron publicadas en distintos periódicos y revistas (Revista o períódico El Puente, Revista Doctrina, entre otras). 


FIGURAS ROSISTAS 

(Revista El Puente)


Vigésima cuarta Figura

GERÓNIMO COSTA


Alberto Mondragón

En los primeros días de febrero de 1856 —ya no eran los tiempos de Rosas— se festejó el cruel asesinato dictado por decreto del gobernador Obligado (ex-paniaguado de Rosas), del general Gerónimo Costa y levantando la copa por el éxito de la “victoria” de Villa Mayor expresó Sarmiento: “El carnaval ha terminado y tenemos como trofeo la espada ruin y mohosa del general Costa”. Los unitarios tenían un crimen más.

Importa pues conocer la figura rosista de Gerónimo Corta ya que los unitarios y liberales no sólo matan sino que pretenden enterrar históricamente a los hombres de destacada actuación en la época de don Juan Manuel de Rosas.

El capitán Costa, héroe de Ituzaingó (20 de febrero de 1827), había nacido en Buenos Aires en 1808. Alistado en la milicia como subteniente el 10 de agosto de 1823, hizo la campaña contra el Imperio del Brasil y al retornar a su patria junto con Lavalle en 1828 se opuso al motín del 1° de diciembre de ese año contra el gobernador legal y representante del interior del país, coronel Manuel Dorrego, sufriendo en consecuencia prisión y persecución; de ahí nace su vocación federalista y su firme adhesión a don Juan Manuel de Rosas.

Todo en adelante es firmeza en consolidar el régimen; primero la campaña contra la “Liga Unitaria” del general Paz en Córdoba, la Expedición al Desierto de 1833, que le significan el nombramiento por resolución del gobierno de Rosas de teniente coronel, y segundo la designación de Comandante de la Isla Martín García, donde dio pruebas en este modesto puesto, que resultó al fin de honor y responsabilidad, la defensa de la isla al ser atacada por la flota francesa a cargo del capitán Hipólito Daguenet, el 11 de octubre de 1838, donde iba a conquistar el más preciado de los laureles de su gloria militar y el reconocimiento del invasor al destacar la valentía del coronel Gerónimo Costa. De su decisión da prueba el informe pasado a Rosas, que dice: “En medio de un fuego vigoroso, que por todas partes nos abrazaba, nuestros noventa y seis valientes de que constaba la guarnición, se inflamaban de entusiasmo en vista del retrato de nuestro lustre Restaurador y del bravo general Quiroga, que les había colocado en el asta-bandera, a cubierto de los fuegos”.

La Campaña del Norte contra Lavalle y Lamadrid le encuentra en las sangrientas batallas de Quebracho Herrado (20 de noviembre de 1840) y en la de Rodeo del Medio (24 de septiembre de 1841). Es en esta última que se destaca Costa en una impresionante carga a la bayoneta tomando la artillería del centro enemigo.

Caseros fue para Costa el derrumbe de su destino político y militar, pero no de sus acciones de recuperar para su patria las convicciones federales y populares y aún del retorno de don Juan Manuel.

Acompaña a Rosas a Inglaterra —fiel hasta el fin—; y su vuelta al país con garantía de Urquiza le coloca en enfrentamiento a la Buenos Aires tomada por los expatriados liberales que la gobiernan, Costa decide una invasión y derrotado en Zárate (27 de enero de 1856), reincide en sus planes y en la nueva invasión el 19 de febrero de ese mismo año cayó prisionero en Villa Mayor (Partido de La Matanza), es fusilado por decreto y su cadáver abandonado a los chimangos, pero un alma cariñosa, recordando sin duda un pasado glorioso, a un héroe de la defensa de la patria y a un profundo federal, recoge esos restos mortales y en su propia carroza los deposita en cristiana sepultura en el cementerio de La Recoleta.

Esa alma piadosa se llamó Doña Mercedes Rosas de Rivera, hermana de don Juan Manuel de Rosas, como prueba simbólica del rescate de una hermosa figura rosista.

ALBERTO A. MONDRAGÓN