REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
221
En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.
Delicias de la demagogia
La insolencia del Dr. Angeloz
por Hugo Ezequiel Lezama
Me había propuesto no tocar el tema de la guerra de las Malvinas y sus consecuencias por un tiempo, pero traicionaría mi propio pensamiento si no expresara la profunda impresión —por cierto extremadamente desagradable— que me produjeron las desafortunadas palabras del doctor Angeloz sobre este tema.
La demagogia es mala consejera
Es casi imposible
sacarles de la cabeza a los políticos la idea de que a la masa hay que decirle
lo que la masa quiere oír. En primer lugar, esta actitud anual una de las
misiones principales del político que es el ejercicio del poder docente y, en
segundo lugar, generalmente no tienen ni idea de lo que la masa quiere oír.
Probablemente
impulsado por un decadente grupo de consejeros, el doctor Angeloz arremetió
contra el Proceso de Reorganización Nacional y luego contra la guerra de las
Malvinas y ambos temas fueron tocados con insolencia y con insolvencia.
En lo que respecta al
Proceso de Reorganización es necesario, de una vez por todas, poner las cosas
en su sitio: como gobiernos fueron bastante malos (claro, si no los comparamos
con lo que vino después y, naturalmente, si no lo comparamos con lo
inmediatamente anterior) pero como Proceso tiene en su haber algo extremadamente
concreto e indiscutible: ganó la guerra contra la subversión y el terrorismo. Y
no nos equivoquemos, era la primera prioridad. Me gustaría saber en dónde andarían
la mayor parte de los políticos argentinos y la mayor parte de la población si los
militares no hubieran ganado la guerra contra el terrorismo, porque en tren de
tergiversar la historia creo que más no se puede hacer de lo que ya se ha hecho
a cargo de una zurda que respiró su derrota por todos los medios de
comunicación posibles alentados por sus correligionarios que dieron un
victorioso golpe interno en la Unión Cívica Radical. Sin embargo, seguimos
oyendo que la actual democracia se la debemos a Alfonsín, disparate colosal ya
que la democracia actual se la debemos a que el régimen militar lo permitió. Si
el régimen militar tuvo o no derecho de suspender la democracia y tuvo o no
derecho de reactivarla, es motivo de otra discusión. Lo cierto es que Alfonsín
es hijo de los militares, quienes además, en un rasgo de soberana miopía, lo
votaron porque lo creían “propia tropa”.
La impasibilidad de
Angeloz
El candidato a la
presidencia por la UCR parece creer qué va a conquistar la presidencia usando a
los militares, No se da cuenta de que ese tema ya pasó y que hoy hay en el
corazón de muchísimos pero muchísimos argentinos una, por ahora secreta revisión
de las cosas que si no toma estado público vigoroso, es porque la izquierda
continúa controlando la vox populi alentada por un presidente que parece creer
que las formulas del 83 sirven todavía. Siguiendo el camino señalado por su
maestro, el delfín radical se internó en el tema Malvinas con una desaprensión
total. En primer lugar, decir que fuimos a la guerra por culpa de un “general
borracho" es, además de una falsedad histórica, una insolencia inadmisible.
Y lo digo yo, que no hace mucho he hablado del tema chacotonamente porque creo
que nos hace falta mucho sentido del humor para corregir nuestros puntos de
vista y reencarar el tema a la luz de los datos concretos de la realidad.
Veamos primero lo
personal. No solamente lo calificó de “borracho” al general Galtieri, sino que
agregó que bien preso está, con esa tierna costumbre que tienen los radicales
de sentenciar antes que la Justicia, lo que le da el pie a cualquier mal tuvo
una entrevista con él a las dos de la mañana y según cuenta en un libro próximo
a aparecer, estaba tomando un whisky, pero ni él ni ninguno de las otras
personas de mi conocimiento que trataron a Galtieri en aquellas épocas, ni por
supuesto yo mismo, lo pensando para suponer que lo que quieren en realidad es
“orientar” las conclusiones de la Justicia. He hablado varias veces con el
general Galtieri siendo presidente y durante la guerra y varios amigos míos
también. Uno de ellos, embajador en ejercicio, hemos visto nunca al general
Galtieri, alcoholizado. No puedo decir lo mismo de algún otro presidente civil al que
traté cuando él era presidente y a quien dos veces vi en su despacho de la Casa
de Gobierno con los ojos arrasados de lágrimas por un lamentable estado
etílico. El presidente al que me refiero ha muerto y si no doy su nombre es
porque una acusación semejante —por cierta que sea— excede los límites del
decoro que todos los ciudadanos le debemos a la investidura presidencial. Por
lo tanto las palabras de Angeloz me parecen un acto tan desbordado sólo
comparable al infausto incendio de ataúdes de la campaña del 83 que tanto bien
le hizo al doctor Alfonsín para obtener el voto de los ingenuos. Esta vez la
feroz “gaffe' no la cometió un peronista, la cometió un radical, sólo nos resta
esperar que este insolente tropiezo no actúe como el otro, vale decir, no sirva
para llevar a la presidencia a un peronista, pero no le quepa al doctor Angeloz
y a sus consejeros la menor duda de que esa frase lo ha descalificado para
ocupar la presidencia de la Nación.
En cuanto a lo no
personal, sino a lo histórico, el doctor Angeloz mostró tal desconocimiento del
problema Malvinas que se me hace difícil pensar que sea auténtico y me inclino,
más bien, por calificarlo de trampa retórica y demagógica.
Hablemos un poco de
las Malvinas y su gestación
No se ha escrito todavía
un libro de historia veraz y completo. En las librerías encontramos documentos
aislados y casi siempre, escritos al servicio de intereses personales y no de
la verdad histórica. Una nota periodística no alcanza para tocar el tema a
fondo pero sí para situar dos o tres datos importantes para la evaluación de
aquellos acontecimientos. Visto desde hoy puedo decir que, personalmente, la
ocupación de las islas fue un grave error político porque con el tiempo se
sabrá —y el que dude de esto que le pregunte al doctor Roberto Alemann,
entonces ministro de economía de la Nación— que estábamos en condiciones de
maniobrar políticamente para colocar a los Estados Unidos —factor decisivo— en
una posición óptima para que apoyaran las aspiraciones argentinas.
Primera conclusión
entonces: la recuperación por la fuerza fue un error. Pero ese error no es
imputable a un “general borracho”, en primer lugar porque no es borracho y, en
segundo lugar, porque las decisiones fueron tomadas por la Junta Militar aunque
con distintas intensidades de fervor en cada uno de los tres miembros. No estoy
hablando de lo que me contaron, estoy hablando de lo que viví. La recuperación
forzosa de las islas tuvo un instigador ideológico que fue el almirante Anaya
para quien el tema parecía constituir una verdadera obsesión. El caso Anaya es
muy rico desde la óptica psicológica. Hasta qué punto el hecho de ser primera
generación de argentinos y provenir de una estirpe boliviana, país mártir sin
salida al mar, vale decir, una isla seca, no lo impulsó secretamente a una
epopeya anfibia es algo que queda para investigación de la psiquiatría histórica,
pero lo cierto es que Anaya fue la espoleta que accionó la bomba Malvinas. No
le costó mucho a Anaya incorporar a su causa al general Galtieri pero no
precisó seducirlo con el alcohol, le bastó con excitar la frivolidad política
de Galtieri apoyado por un núcleo íntimo de bajo coeficiente mental.
El tercero, el
brigadier general Basilio Lami Dozo, fue, me consta, el más reticente, pero
dado el clima que se vivía en aquellos días, ¿qué podía hacer Lami Dozo? Si se
negaba rotundamente, hubiera tenido que retirarse de la Junta y no hubieran
faltado, seguramente, los que lo habrían tildado de cobarde, porque cuando los
gobiernos y los pueblos entran en la irracionalidad prebélica todo el sistema
de valores sufre una torsión violenta y absurda.
Segunda conclusión: la
señora Thatcher estaba mirando para otro lado. Como dice Roberto Alemann, pese
a que su marido parece tener excelentes vinculaciones con la Falklands Company,
lo más probable es que pensara que se trataba de una de las tantas islas del
noroeste de Escocia, algo así como un desprendimiento de Las Hébridas. Tengo
buenas razones para creer que la señora Thatcher se llevó una enorme sorpresa
cuando ocurrió el episodio de Grytviken y le anuncian como paso inmediato la
invasión de las Falklands. Pero a partir de ese momento ya fue “su guerra”. Con
certera mirada advirtió que disponía de un argumentó políticamente muy apto
para su propio manejo interno. De tal manera una vez iniciadas las operaciones
era completamente imposible que diera marcha atrás. Esto no lo manejó ni el
“general borracho” ni la Junta Militar, esto lo manejó la Royal Navy cuya flota
de superficie estaba a punto de desaparecer por la estructura aprobada por la
OTÁN y el almirantazgo británico conjetura entonces, que si hace del episodio
de las Georgias una “casus belli” encuentra una rendija de supervivencia. Y así
fue. Sólo que las cosas no le fueron tan bien a la Royal Navy porque cualquiera
que no sea un tonto encandilado por las luces de bengala de la campaña
presidencial estaría explotando el ejercicio “Fire Focus” que se hizo en las
Malvinas en el mes de marzo, ya que el “Fire Focus", al probar que la
defensa de las Malvinas era más barata y más fácil por abastecimiento aéreo,
puso la defensa de las islas en manos de la Royal Air Force y la Royal Navy pasó
a un deprimente segundo plano. Pero mientras en Gran Bretaña la marina y la
aviación se pelean igual que en la Argentina, la señora Thatcher saca réditos
porque a ella le importa un pito todo lo que no sea su propia carrera política.
Igual que en la Argentina.
La guerra fue
instigada por la Royal Navy
$i el doctor Angeloz
se hubiera hecho el propósito de no mentirle al país para intentar una
conquista de votos lamentables, tendría que haber dicho estas cosas que
seguramente sabe, desde la tribuna política si quería tocar el tema Malvinas,
ya que cualquiera sabía —y mucho más un político como Ángeloz— que la Argentina
se ve obligada a continuar las operaciones por el desborde bélico que provocan
los ingleses en las Georgias ya que la Junta Militar —que tenía planeada la
ocupación por la fuerza de las islas Malvinas— había elegido como fecha
septiembre y no abril por los siguientes motivos:
1- En julio empezaba
el desmantelamiento de la flota de superficie de la Royal Navy.
2 - A la Argentina le
faltaba que llegaran los Super Etendard restantes que había comprado, así como más
misiles Exocet, que también, había comprado.
3- Dada la fecha, el
entrenar de nuestras tropas era todavía muy precario.
Tercera conclusión: la
toma de las Malvinas fue un error político al que nos llevó el manejo que hizo
la Royal Navy del caso Georgias. Esto no excluye que nosotros cometiéramos el
error de convertir el episodio de los “chatarreros de Grytviken” en un hecho
semibélico porque fueron trasportados en un buque de guerra y porque con los
chatarreros de Davidoff nuestro alto mando naval no se sustrajo a la tentación
de incluir algunos infantes de marina. Este error sí es completamente imputable
a la obsesión fóbica del almirante Anaya.
El error de cálculo de
la Junta Militar
La Junta Militar
comete dos equivocaciones. La primera: no darse cuenta de que con una pequeña
espera mayor hubiéramos tenido a los EE.UU. actuando como freno de Gran
Bretaña. Este es un hecho complejo que no voy a desarrollar ahora pero que es
una realidad. Para que esto ocurriera era preciso que la Argentina no iniciara
ningún tipo de hostilidad. Y, repito, los EE.UU. fueron, son y serán la llave
de las islas Malvinas. Segundo; el segundo error político fue no advertir que dado
el temperamento de la señora Thatcher y teniendo en cuenta el debate interno
que había en Gran Bretaña sobre la supremacía entre la Royal Navy y la Royal
Air Force, nuestra intervención involucraba necesariamente una guerra, la cual,
una vez desatada, no podía ser atemperada ni eliminada por la intervención de
los EE.UU.
Que la Junta Militar
no pensó que esto iba a terminar en una guerra con la OTAN lo prueban muchos
acontecimientos. Por ejemplo:
1 - El general
Menéndez no va a las Malvinas como jefe militar, sino como gobernador. Después,
las circunstancias lo convirtieron en jefe militar, pero no era esa su misión.
2 - Las mejores tropas
argentinas no fueron a Malvinas, acordonaron la frontera andina por miedo a un
zarpazo chileno.
3 - A las Malvinas se
enviaron tropas bisoñas originadas en zonas tropicales de nuestro país y sin
equipo de invierno.
4 - Hasta tal punto no
se creía en una verdadera guerra que el almirante Anaya decide no comprometer
la flota (a la que reserva para una posible guerra con Chile), motivo por el que
la flota de mar adopta la humillante actitud de no intervenir en el conflicto.
5 - La Fuerza Aérea no
prolonga las pistas en Puerto Argentina, obligando a sus aviones de combate a
operar desde el continente. Otro signo de que "la cosa" no iba en
serio.
6 - El general
Menéndez solicita urgentemente el envío de cuatro mil mochilas cuando las
hostilidades han comenzado o estaban a punto de comenzar, y no le llegó
ninguna.
No voy a abundar en
más ejemplos, porque es absolutamente terminante que el alto mando argentino no
creyó en la guerra hasta que tuvo la guerra en sus narices. Y aun así la
conducta de nuestras tropas no fue, en absoluto, desdorosa. Y esto no me lo
dijeron militares argentinos, me lo dijeron a mí combatientes profesionales
británicos que estuvieron luchando en las Malvinas. ¡Cómo me gustaría llevarlo
al doctor Angeloz a Inglaterra para que hablara con la gente con la que yo he
hablado! Y si es un hombre de bien tendría que sentirse profundamente
arrepentido por haber recitado sus insolencias electoralistas.
Ahora bien, están por
comenzar los juicios a los implicados en la guerra de las Malvinas. Espero que
los golosos del poder no imiten al doctor Angeloz y tomen este tema como bandera
de la campaña presidencial. Más aún, el juicio a los altos mandos de la guerra
constituirá una enorme e imperdonable humillación, porque los errores cometidos
no son fundamentalmente por mala práctica profesional, los errores cometidos
fueron errores políticos y la política no es la profesión de los militares. Por
otra parte, si cada gobierno fuera a enjuiciar al anterior por errores
políticos, la historia argentina sería la historia de una infinita prisión. Si
inauguramos la costumbre de juzgar a los inmediatos antecesores por sus equivocaciones
políticas, el doctor Alfonsin, cuando termine el mandato, en vez de irse de
vacaciones a Galicia tendría que irse a Villa Devoto con los siguientes cargos:
malversación de la historia; utilización arbitraria y delirante de los dineros
públicos; destrucción de la economía argentina, dado que hoy, sin ninguna duda,
estamos económicamente peor que durante el “nefasto” Proceso; demolición de las
FF.AA. de la Nación en un doble aspecto, físico y moral, dejando a la República
poco menos que inerme y para qué hablar de sus ministros, qué juicio sainetesco
podría hacerse al canciller Camacho por erratismo presuntamente patológico y
por despilfarro de dinero nacional en campañas personales para mejorar su currículum;
y a Sourrouille, y a Mazzorin, y a tantísimos otros, sin contar las añagazas
utilizadas por la Coordinadora para convertir (desde un poder turbiamente
obtenido) a este país en lo contrario de lo que es y de lo que quiere ser. Pero
todo esto forma parte de la historia y no del Código Penal. No propicio el
enjuiciamiento de ninguno de ellos. Los tomo cómo lo que son, parte de la hoja clínica
de la Argentina en donde se consignan sus enfermedades.
Pero tengan ellos la
decencia de no insultar a los equivocados que no tuvieron mala intención, así
como la inmensa mayoría independiente del país les disculpara a ellos muchas
cosas, aun sabiendo que no tenían buena intención.
Y usted, doctor Angeloz, no sea maleducado. No calumnie, no tergiverse la historia y no muestre tan poca fe en sí mismo.