REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.
por Matilde Fierro
“Antes de la guerra de las Malvinas éramos soberbios, luego aprendimos. Me gustaría decirle a la gente que tenga orgullo de ser argentino”. Así, despojadas de falsos exitismos fueron las exposiciones no sólo del mayor Pablo Carballo sino de los otros protagonistas que hablaron en el ciclo “Testimonios de guerra”, organizado por la asociación Voluntarias para la Patria. Fue el miércoles 8 de junio ante un público que desbordó los salones del Círculo Militar.
Más allá de lo conmovedor de esos relatos humanizados, plenos de autocrítica y reflexión veraz, la oportunidad sirvió para ratificar un hecho: el período de “desmalvinización” ha llegado a su fin.
Sutilmente, la población argentina ha comenzado a rescatar los valores del conflicto armado con Gran Bretaña. Se trata de un movimiento de abajo hacia arriba y no impulsado por campañas orquestadas desde los más altos niveles gubernamentales.
Existen variados indicios que van desde pequeños homenajes como la de aquel frutero que a la vera de la ruta a La Plata, utilizó su mercadería para escribir el eterno mensaje: “Las Malvinas son argentinas”, hasta los seminarios, cursos, charlas esclarecedoras y debates privados que se multiplican día a día en todo el país.
Por ejemplo es destacable uno de los trabajos presentados en el simposio que en abril realizó el Centro de Investigaciones Europeo-Latino-Americano (Eural). Su autor, Juan Carlos Puig, catedrático de la Universidad de Simón Bolívar, se pronuncia por una tesis donde menos sustentación tiene Gran Bretaña: “La controversia Malvinas es jurídica”. Plantea como cuestión de fondo el responder al interrogante de ¿Cuál de las partes en el conflicto ostenta mejores títulos jurídicos para la adquisición de ese territorio? Argentina indudablemente.
Mientras en otros foros de estudio se analiza sobre la estrategia en el Atlántico sur donde las Malvinas tienen peso propio, la derrota comienza a capitalizarse en su verdadera dimensión.
Idéntica revisión ocurrió con las grandes batallas —victoriosas o no— de nuestro pasado porque según remarcó Carballo (veterano piloto de la Fuerza Aérea Argentina y autor de dos libros sobre la guerra) “hay cosas que no se pueden esconder, entre ellas la verdad”. Al agregar que “no se puede creer que alguien desperdicie actos heroicos de otros argentinos” manifestaría parte del pensamiento nacional que lamentablemente suele negar su propia existencia.
Las corrientes de opinión, en la Argentina, se excluyen unas a otras, con el riesgo de indefinición que esto entraña.
La interdependencia
El abandono de esa estructura mental que insistía con la negación del tema de las Malvinas ya es un buen indicio. La Argentina debe prepararse para ingresar al nuevo orden mundial que ahora se basa en la filosofía de la interdependencia. En este mundo, los intereses económicos adquieren mayor relevancia. El desarrollo necesita de una sólida política de intercambio con países de diversa alineación.
Hasta 1982 —fecha clave por el vuelco de la región que significó el enfrentamiento armado con Gran Bretaña y por el boom pesquero que ya comenzaba— hablar de riquezas potenciales del mar argentino, sonará a discurso.
Hoy las posibilidades económicas del mar argentino se observan como la un de un iceberg. Millones de dólares se exportan anualmente en concepto de productos de mar. La mayoría proviene de las aguas jurisdiccionales de las provincias patagónicas y sus adyacencias. Sería importante pronosticar cuánto aportaría la zona económica exclusiva en disputa.
En la década del 70, durante los avatares de las nunca fáciles negociaciones con el Reino Unido, no fueron pocas las comunicaciones conjuntas que se pronunciaron acerca de la conveniencia de cooperar, para producir en el área tan generosamente dotada de recursos ictícolas. Claro que los turistas y visitantes que llegaban al archipiélago, previo paso por la Patagonia, jamás podían dimensionar de qué promisorio futuro se trataba. No había pesqueros a la vista ni plantas elaboradoras. Pero el tiempo y las circunstancias aceleraron los cambios. Hoy ya no se piensa solamente en el calamar y las distintas especies comerciales, ahora además se menciona a los nódulos de manganeso, asentados en el fondo del mar, tan preciados por las naciones que han ingresado en la era post industrial con su avanzada tecnología de punta.
La soberanía
Es positivo detectar este cambio de mentalidad en la ciudadanía. Las Malvinas no se pueden esconder por la sangre derramada y porque un buen manejo de la situación permitirá acrecentar el prestigio argentino en los foros internacionales.
Es importante entender que hoy el concepto de la práctica de la soberanía ha variado, porque la capacidad de los estados de afectarse recíprocamente es más grande que en ningún otro período de la historia.
Ha llegado el momento de aprender a negociar.
Según Jorge A. Fraga, en su libro “La Argentina y el Atlántico Sur”, tenemos demasiados intereses en el área como para permitir que las facciones privadas que luchan en el frente interno distraigan de la tarea.
A la búsqueda de la recuperación de los archipiélagos de las Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur se le suma el cuidar nuestro papel en el Tratado Antártico donde la posición argentina es privilegiada. Pero también, según Fraga, es necesario incrementar los contactos públicos con los países ribereños del Atlántico sur, Sierra Leona, Liberia, Costa de Marfil, Ghana, Benin, Nigeria, Camerún, Gabón, Angola, y Sudáfrica entre otros estados africanos, a los que se suman Brasil, Venezuela, etcétera, en América latina. Agenda que se acrecienta ante la obligación tácita de intervenir activamente en todo acuerdo, pacto, tratado u organización política, internacional o regional.
¿Qué tipo de negociaciones?
Ni siquiera el gobierno nacional que prácticamente borró al 2 de abril del calendario, persiste ahora con la “desmalvinización”. Si bien sus intereses probablemente sean en esta etapa de un tenor electoralista cuando no de cortina de humo, allí estarían los representantes en aparente tarea negociadora o rehabilitadora.
Aunque los comunicados no difieren de los tradicionales con respecto al archipiélago, en algunas esferas cercanas al área de relaciones internacionales se coincide en opinar que se avanza paso a paso, sin abandonar lo que es denominado el “paraguas de la soberanía”.
José Manuel Moneta, diplomático argentino fallecido, escribía en 1970 algo que no ha perdido vigencia: “Siempre se dice que las conversaciones prosiguen... pero nunca se hace mención sobre el curso de las negociaciones diplomáticas, pues parece ser que el asunto se trata en esferas tan elevadas que la opinión pública no puede alcanzar”. Moneta había sido jefe de dos expediciones científicas a las Orcadas y delegado argentino en Hungría, Checoslovaquia, Turquía y las Filipinas. Siempre insistía en explicar que los negociadores debían tener excelente preparación intelectual, conocimiento exacto del problema y habilidad personal. Criterio selectivo que estaría muy en boga cuando se aventura acerca del tipo de enviados argentinos que deberían salir al ruedo internacional.
Si las Voluntarias para la Patria que preside Sofía Laferrere de Pinedo hubieran dudado de que este período de reflexión llegaría, habrían cerrado las puertas de la institución cuando el número de integrantes disminuyó abruptamente en comparación con las 14.000 de 1982. Persistieron. Actualmente se ocupan de apoyar a familiares de caídos en acción y a veteranos bajo el asesoramiento de una profesional que se ha especializado en problemas psicológicos de posguerra.
En la apertura del ciclo 1988 de “Testimonios de Guerra”, el historiador Ruiz Moreno advirtió: “Sepamos que hay derrotas honrosas, Malvinas como Curupaití, son historia humana”.