domingo, 6 de agosto de 2023

Celebración del 2 de abril - Leopoldo Bravo

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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  En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

En el diario La Prensa del día 2 de abril de 1987, 5° aniversario de la recuperación de las Malvinas, se publicó el siguiente artículo, del diplomático, político -tres veces gobernador de San Juan- y senador nacional Leopoldo Bravo, sobre el proyecto de ley presentado para que la fecha sea declarada "Día de la Gesta de las islas malvinas, Georgias y Sandwich del Sur"

La recuperación de las islas Malvinas 
Quinto aniversario de una jornada de gloria
por Leopoldo Bravo

 

recuperación de las Malvinas
Leopoldo Bravo (1919-2006)
    Hoy se cumple el quinto aniversario de esa gloriosa jornada de la Patria, una de sus más significativas, en que nuestras FF.AA., tras siglo y medio de estériles reclamos diplomáticos, hicieron cierta nuestra soberanía en esas tierras irredentas.

Durante dos meses y medio la bandera nacional ondeó en los mástiles de esos extremos queridos del solar argentino, asombrando al mundo por la viril decisión política que pudo superar seculares complejos frente a los usurpadores y afirmar el incuestionable derecho que hemos heredado de España en los confines australes. El mundo iberoamericano aplaudió y se solidarizó con nosotros porque interpretó en la actitud una suerte de redención común ante tantos atropellos y una clara expresión que la potencia moral de la raza no estaba extinguida...

Un operativo militar incruento e impecable, un esfuerzo bélico imperfecto pero intenso, una pelea frente a la muralla de intereses de las potencias colonialistas, y una entrega noble y quijotesca de la juventud en holocausto de valores superiores ante la acción combinada de los líderes militares del planeta. Todo ello, y mucho más, presupone esta gesta que está definitivamente incorporada en los anales de la historia argentina.

Cuestionamientos que pierden fuerza

En el lapso trascurrido hemos observado claros intentos de “desmalvinizar” la conciencia colectiva. Quienes desde el primer instante, y tras el dolor de la transitoria derrota, mantuvimos firme nuestra fervorosa adhesión —sin posiciones acomodaticias ni olvidos sacrílegos— podemos corroborar cómo los cuestionamientos van perdiendo fuerza progresivamente y se va dibujando con nitidez la figura positiva y paradigmática de aquellos días de honor que vivió el país. En efecto, cabe preguntarse: ¿Qué gran nación que haya tenido protagonismo internacional no tiene su derrotero cubierto de reveses y victorias militares? ¿Acaso Napoleón, el genial, no fue derrotado en una tercera parte de sus acciones bélicas? ¿No fue una grave y luctuosa derrota, la heroica lucha de nuestra infantería en Curupaytí? ¿No perdimos y recuperamos a manos de los portugueses la Banda Oriental del Uruguay? ¿No mordimos el polvo del fracaso en la Vuelta de Obligado? ¿No estuvimos a punto de perder Chile en la triste noche del desastre de Cancha Rayada? ¿No cayó prisionero de los franceses y luego de los ingleses el propio Libertador San Martín en el Rosellón y la fragata “Santa Dorotea” en su época peninsular?,

Solidaridad

Un país adulto, culto y noble, como corresponde a nuestro caso, debe ser solidario con sus soldados en las horas negativas. Debe reforzar sus apoyos morales y volver sobre sus pasos —por el método de la negociación o el de la fuerza— cuando están en juego intereses superiores de su arquitectura física y moral... Sucede que desde hace mucho tiempo experimentamos una especie de masoquismo colectivo en nuestra sociedad, que nos impide sobreponernos con energía a las dificultades y vencerlas por medio del tesón, la astucia y el coraje. Este fenómeno es extensible a todo el espectro de la problemática nacional; la economía, la social y la política.

Hay momentos en el devenir de un pueblo en que es preciso recurrir a lo que sea menester para afrontar el atropello. No olvidemos que la guerra, al decir de Clausewitz, es “la continuación de la política por otros medios”. Pensamos que desde aquellos lejanos tiempos de 1833 en que fuimos expulsados de las islas Malvinas, las diferentes administraciones argentinas —cualquiera sea su éxito gubernativo— tienen una grave carencia en sus respectivas gestiones frente al tribunal de la historia, por haberse limitado a reiterar periódicas reclamaciones formales y estériles ante Gran Bretaña, en lamentable gesto de vasallaje ante una superioridad material o la conveniencia de negocios menores. El país, que reclama y acompaña su mensaje con evidencias de no ceder, casi siempre triunfa en sus propósitos; el que se abandona, queda relegado en la columna de marcha. Así lo muestran cientos de ejemplos prácticos que no es del caso citar en esta oportunidad.

En este último sentido, la experiencia de la derrota de las tropas británicas en las dos invasiones a Buenos Aires y Montevideo lo ilustran con claridad meridiana. ¿Acaso los efectivos que desembarcaron no eran los mejores del Imperio en aquella época? Pero hubo una decisión política valiente e inteligente y un pueblo consustanciado que supo sobreponerse a la sorpresa, el aislamiento de la Metrópoli y la impresión del usurpador poderoso, logrando el triunfo en sus propósitos,

La adhesión en 1982

Tuve la suerte y la emoción de presenciar, desde los balcones de la Casa Rosada, la enorme concentración del pueblo de la capital e interior en aquellos días agitados de abril de 198. Estaban todos: pobres y ricos, obreros e intelectuales, hombres, mujeres y ancianos, agitando un océano de banderitas azules y blancas respaldando la acción. También presencié la unánime adhesión de los dirigentes políticos y de las restantes organizaciones sociales con lo acontecido, Todos querían subir al avión que trasportaba al flamante gobernador que asumiría en Puerto Argentino o marchar a defender en el exterior nuestros incuestionables derechos... ¿Por qué, luego, tan pocos hemos sido consecuentes en la adversidad?

El juzgamiento, satisfacción para Thatcher

Nada debe haber satisfecho más a la señora Thatcher que el juzgamiento de los responsables de la recuperación de las islas, que la crítica acerba de los dirigentes, que el olvido de los méritos generales e individuales de la guerra, ¿Quién recuerda el resultado efectivo de los pilotos de la Fuerza Aérea y de la Marina que pagaron con su vida su heroísmo? ¿Y a los soldados que libraron desigual contienda frente a la superioridad técnica del invasor? Esos casi mil argentinos que yacen sepultados en esa tierra —desde entonces más cara a nuestros sentimientos— o están en las profundidades abismales y heladas de los mares del Sur, son una permanente convocatoria para reivindicar esos objetivos y no abandonarnos definitivamente en la procura de su logro. Esa sangre nos obliga sin excusas. Esa sangre confirma nuestro derecho soberano a la posesión. Esa sangre no puede ser malograda ni olvidada.

Crítica despiadada

Parte de ese masoquismo, al cual me referí precedentemente, está expresado por esa crítica despiadada sin la debida reflexión lo que no es tan sólo propiedad de algunos sectores de la sociedad. En momentos en que el conflicto se encontraba en pleno desarrollo era de ver dos países dentro de uno. Para unos pocos: la sangre, el sudor, las lágrimas, el frío,  el hambre, el esfuerzo; para el resto, la normalidad cotidiana: trabajo, diversiones, vacaciones y la desconexión —en suma— con el acontecimiento trascendental que se vivía. Las autoridades no supieron ni quisieron imponer al pueblo la realidad del momento; cruel, serio y grave como en toda guerra. Igualmente, tras la derrota, debimos haber recibido triunfalmente a las tropas desfilando por las calles porteñas como expresión de lealtad a los principios, de continuidad en los esfuerzos, de solidaridad con los sacrificados. No fue así, bajaron como con vergüenza entre gallos y medianoche dando pábulo a un rumor carente de veracidad: que nos habían vencido por no pelear, lo que no era así, sino que teníamos muchos héroes entre los combatientes —muertos y vivos— y la propia NATO obtuvo importantes conclusiones de sus falencias tecnológicas al enfrentar nuestros efectivos.

Un revés no es un resultado definitivo —como lo analizamos— sino una circunstancia desfavorable de la que se debe obtener experiencias —que determinan correcciones— y un estímulo para no fallar otra vez. En el caso de la República Argentina y el 2 de Abril hay errores —¡cómo no los va a haber! — pero también hay mucha eficiencia profesional y abnegación. ¿Acaso no perdimos el cincuenta por ciento de las máquinas de la aviación y sus pilotos y muchas unidades terrestres apostadas en lugares críticos sacrificaron la mitad de sus efectivos y equipos?

El país fue conocido y respetado en el orbe

Finalmente, deducimos que aquella jornada ha dejado un tremendo saldo favorable: el país fue conocido y respetado en el orbe, se afirmaron los derechos, se concitó la adhesión de los pueblos hermanos y quedó indeleble una disposición inmodificable a integrar esa “perla perdida en una manto de neblina” a nuestra posesión territorial.

Consecuentemente con esta postura, que considero dictada por una irrenunciable lealtad con mi Patria, he presentado en el Senado de la Nación un proyecto de ley por el que se declara al 2 de Abril como “Día de la Gesta de las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur”.