REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.
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REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.
por JORGE BALLESTEROS
Cuando se celebró, hace pocos años, el bicentenario de la Revolución Francesa, se puso de manifiesto ante la opinión pública internacional, la neta prevalencia en la historiografía moderna y contemporánea, de las interpretaciones críticas de la “Grand Revolution” sobre la hermenéutica apologista dominante en el siglo pasado. ¿Cómo se explica este hecho? Entre las motivaciones que lo originan, destaco: la tendencia, de sesgo fenomenológico, en la historiografía de nuestra época, a describir los acontecimientos tal como se presentan, ateniéndose a la mostración rigurosa de éstos, sin mezclarla con las convicciones o ideas del observador; el análisis psicológico profundo de los protagonistas históricos; la extensión de la valoración valorativa que antes daba atención preferente a los discursos, actitudes exteriores y comportamiento público de los personajes evocados: ahora también se registra en ellos, detenidamente, las frases circunstanciales —trasmitidas por testigos confiables— las cartas y comunicaciones reservadas, los rasgos de personalidad que se revelan en la conducta privada. Así, el relato evocativo gana en aproximación auténtica el equivalente de lo que pierde en preciosismos estilísticos o en juicios apodícticos enturbiados por la ideología del historiador.
La prosa imaginativa de Jules Michelet, la amenidad anecdótica de Adolfo Thiers, el apasionamiento marxista de Jean Jaurés, referidos a la Revolución Francesa, son actualmente considerados como ajenos al meollo real del acontecimiento.
El revisionismo metodológico preponderante hoy en academias, universidades e institutos de investigaciones históricas de Francia, se caracteriza por su estilo conciso, sus ingentes aportes en documentación original, sus penetrantes análisis psicológicos, sociológicos y políticos. “Entre las obras representativas de ese perspicaz revisionismo se encuentra un libro de Louis Madelin: “Los hombres de la Revolución Francesa”. Louis Madelin, con gran acopio de documentos públicos y privados, examina las personalidades de notorios propulsores de la Revolución: el marqués Gilbert de Lafayette; Gabriel de Riquetti, conde de Mirabeau; los sacerdotes renegados Henri de Talleyrand y Emmanuel Sieyes; Georges Danton; madame (Marie Jean) Roland; Maximilien Robespierre; los feroces termidorianos Fouché, Fréron, Tallien, Barras.
Madelin muestra como la escasa capacidad intelectual de Lafayette, la conducta licenciosa de Mirabeau, el desmesurado afán de riqueza y honores de Talleyrand y Sieyes, los llevaron a tener complicidad, directa o indirecta, con los crímenes políticos que dieron origen al Terror. Desencadenado éste, después del regicidio, Madelin establece una clara distinción entre el obnubilado idealismo de Danton y de los Girondinos con madame Roland a la cabeza, precursores del ideologismo revolucionario que asolaría el siglo veinte, y los psicóticos detentadores del nuevo despotismo burocrático: Robespierre, Saint-Just, enfrentados con los dirigentes de Termidor que los hicieron guillotinar, siendo ellos, sus circunstanciales adversarios, también terroristas profesionales. Madelin halla ciertas excusas para los extravíos políticos de Danton y de los Girondinos: no supieron detectar a tiempo las consecuencias légicas que se derivaban de sus premisas revolucionarias absolutistas. En cuanto a los oficiantes del terrorismo estatal como Robespierre y Saint-Just, Fouché y Fréron, y otros organizadores desde el gobierno revolucionario de numerosos crímenes políticos, Madelin los enjuicia con severidad: ellos, extremistas despiadados, son los verdaderos responsables del fracaso de una rebelión que pudo haber sido encauzada por los principios liberales de la famosa Declaración de Derechos de 1789.
Madelin cita frases significativas de los revolucionarios por él estudiados: “Me encuentro en la terrible situación de ver el mal sin poder remediarlo” (Lafayette). “Cuando se pone uno a dirigir una revolución, la dificultad no está en hacerla avanzar, sino en contenerla” (Mirabeau). “¡Ah Libertad! ¡Cuántos crímenes se cometen en tu nombre!” (Mme. Roland). “El terror, sin el cual la virtud es impotente” (Robespierre). “En un día como este, hace un año, hice instituir el Tribunal Revolucionario. Pido por ello perdón a Dios y a los hombres” (Anton). “Los cadáveres ensangrentados, arrojados al Ródano, producen en ambas riberas, una impresión de espanto y brindan la imagen de la omnipotencia del pueblo” (Fouché, después de ejecutar a 2.000 prisioneros políticos en Lyon). “La muerte, sin frases” (Sieyés, al votar por la decapitación de Luis XVI. “Las cosas van bien. Hemos movilizado a 1.200 operarios para demoler y arrasar la ciudad. Todos los días, desde que llegamos, hacemos caer doscientas cabezas” (Fréron, en carta a la Convención, dando cuenta de la represión militar en Toulón, dirigida por él). Cabe añadir a estas citas este párrafo, extraído de un informe a la Convención del general Francois Westermann, jefe de la represión revolucionaria en La Vendée: “Conforme a vuestro mandato, he arrojado a los niños a las patas de los caballos. He mandado acuchillar a las mujeres para asegurar que no pongan otros hijos en el mundo. No se me puede echar en cara ningún prisionero: los he eliminado a todos”.
Al final del informe, agrega Westermann: “No hacemos prisioneros, se les habría de dar el pan de la Libertad y la compasión no es negocio de la Revolución”. Basándose en datos sobre la población de La Vendée a la llegada de las tropas revolucionarias, y en el comprobado número de sobreviviente al término de la invasión militar, el afamado historiador francés contemporáneo Pierre Chaunú, imputa a la Convención y a Westermann el haber cometido el crimen de genocidio, comparable, en guarismos proporcionales, al Holocausto del que fueran víctima los judíos durante el nazismo.
Cual se deduce de estos testimonios, a partir de la Revolución Francesa, la democracia como régimen político hubo menester de un calificativo para ser debidamente caracterizada: democracia liberal. Pues la Revolución había instaurado la democracia totalitaria.
En el mundo de hoy, son fácilmente reconocibles y diferenciables las democracias liberales — democracias propiamente dichas— y las democracias totalitarias., Entre los principales atributos de las liberales, figuran un Estado limitado; la autonomía efectiva de los tres poderes gobernantes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial; el pluripartidismo; la plena vigencia de los derechos individuales: derecho a expresarse en la prensa sin censura previa, derecho a disponer de la propiedad legítimamente adquirida, derecho a exteriorizar las convicciones religiosas —o no religiosas—, derecho a asociarse libremente, etcétera. Democracias totalitarias son aquellas en las que rige un Estado centralizado y prácticamente omnipotente; en ellas, cuando las hay, las elecciones son un formalismo vacío, pues se celebran sin que haya libertad para elegir; el gobierno es ejercido por una casta burocrática en nombre de ideales revolucionarios siempre postergados en su realización.
Múltiples son las fuentes históricas de las democracias liberales. Cito las más destacables: las tradiciones jurídicas griega y romana; la influencia espiritual del judaísmo y del cristianismo; la filosofía aristotélico-tomista; las concepciones políticas de la Ilustración europea; las monarquía constitucional británica; el individualismo y el federalismo norteamericanos.
Una sola es la fuente histórica de las democracias totalitarias: la praxis de la Revolución Francesa, magistralmente elucidada, por Louis Madelin en sus principales obras, entre las cuales sobresale su libro “Los hombres de la Revolución”, pródigo en enseñanzas ejemplares.
Páginas de este Blog relativos a la Revolución Francesa
https://periodico-el-restaurador.blogspot.com/2023/09/revolucion-francesa.html
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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.
por Armando Alonso Piñeiro
Vengo observando con interés no exento de estupefacción las obsesiones argentinas de reciente data por volver al pasado, a partir de los años setenta. Aparentemente, este retorno -que justifica como pocas veces el título de mi entrega quincenal- visto por lo general con el ojo izquierdo, cuando lo deseable sería evitar el estrabismo.
Recurrir al pretérito tiene sus riesgos. Porque retroceder tres décadas habilita para retrogradar en el túnel del tiempo quién sabe hasta cuándo. Y a alguien se le ocurrió, a comienzos de este mes, ingresar en tan alarmante subterráneo. Una ignota entidad se presentó ante el juez federal Sergio Torres abriendo una causa de lesa humanidad: delitos cometidos a partir de 1492. El expediente se titula “Denuncia contra el reino de España por su responsabilidad en la matanza de indígenas argentinos y el despojamiento de sus tierras tras el descubrimiento de América”.
Espléndido intento. No sería mala idea pedir fuertes indemnizaciones al gobierno de Madrid, que tal vez pudieran solucionar el default argentino. Y extender las reclamaciones jurídicas a los descendientes de Cristóbal Colón, que afortunadamente residen en la península y sobre quienes sin duda alguna el juez Garzón no tendrá ningún reparo en conceder su extradición a nuestro país para que respondan por los aberrantes crímenes cometidos por el Gran Descubridor.
Sobre este tema tengo algunas propuestas dirigidas a los defensores de derechos humanos y de reivindicaciones seudohistóricas. Por ejemplo, el virrey Sobremonte, que en la Segunda Invasión Inglesa llevó los tesoros reales hasta Luján y luego desaparecieron para reaparecer en España. Así como los argentinos somos dueños de nuestras tierras, también tenemos derecho a ver restituidos aquellos dineros.
Deberíamos investigar, por otra parte, la tragedia de Navarro. Algunos la definen como el “asesinato” de Lavalle. Otros, como el fusilamiento. Reabramos el proceso y establezcamos las responsabilidades, porque este hecho es gravísimo y divide a nuestra sociedad de 2003. ¿O no?
Nadie dudará de la necesidad de investigar las revoluciones o, mejor dicho, golpes de Estado. La mal denominada Revolución del 90 dio origen al radicalismo. Los descendientes de las víctimas del Parque son acreedores a la justicia, es decir a una indemnización adecuada.
En este tema del golpismo, ¿no habrá llegado el momento de inaugurar sendos atestados contra el radicalismo por haber incurrido reiteradamente en la violación constitucional de alzarse contra las autoridades constituidas? ¿Qué fueron si no las revoluciones de 1893 -en la que el flamante senador nacional Leandro Alem asumió la paternidad de la asonada de San Luis- y de 1905, minuciosamente organizada por el sobrino del ya suicidado Alem, es decir don Hipólito Yrigoyen?
Tenemos mucho material para reabrir el pasado. Ya que de Yrigoyen hablamos, ¿por qué no investigamos su actitud en la triste Semana Trágica de 1919? ¿Por qué las centrales obreras y piqueteras no amenazan con encontrar culpables y marcar a sus autores y descendientes?
Podríamos seguir hasta el fin de los tiempos. Sólo bastará con recordar que los defensores de los derechos humanos clamantes contra los militares de los años setenta, se han olvidado de quién era en aquel momento presidente de la Nación y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Me refiero a María Isabel de Perón, firmante del decreto que ordenó “aniquilar” (sic) a las bandas subversivas.
La razón es simple. Quien abre la caja de Pandora se encuentra con incómodos fantasmas del pasado.
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A 200 años de la Reconquista de Buenos Aires
por Juan Carlos Antón
Liniers avanzó sobre la ciudad desatando una batalla campal en distintas calles de Buenos Aires, hasta acorralar a los británicos en el fuerte de la ciudad. Las tropas inglesas desfilaron derrotadas por la Plaza Mayor.
La forma tan rápida con la que las tropas inglesas se apoderaron de Buenos Aires -a fines de junio de 1806- engañó a los invasores. Ellos supusieron que los habitantes de Buenos Aires eran un grupo de sujetos pasivos que terminarían por congraciarse con los británicos. En realidad, no sospechaban que en las sombras comenzaba a prepararse un plan que terminaría con su rendición pocas semanas después. Como aperitivo de la reconquista, el 1° de agosto, una guerrilla amparada por Martín de Álzaga en una quinta en las afueras de la ciudad -y dirigida por el criollo de ascendencia francesa Juan Martín de Pueyrredón- logró hacer frente a las tropas del general irlandés William Carr Beresford, el jefe de la ocupación británica. La intentona fue derrotada por una fuerza inglesa de 550 hombres. Sin embargo, abrió el camino a la victoria.
“Acá hay una sola palabra: Liniers. Este apuesto capitán de navío, jefe de la Ensenada de Barra- gán, no quiso jurar lealtad al rey de Inglaterra y organizó la Reconquista”, señaló a La Prensa el historiador Juan José Cresto.
Liniers se trasladó a Montevideo donde el gobernador Ruiz Huidobro estaba preparando el intento de liberación de la capital del Virreinato. Ruiz Huidobro le dio un contingente de mil hombres y ocho cañones.
El capitán francés pagó 800 pesos con su patrimonio personal para el costo del viaje a Montevideo. El total del valor de la expedición sería de 1.794 pesos y un real. La mitad de esa cifra se cubrió con sesenta onzas de oro que le fueron entregadas a Liniers en la capital de la Banda Oriental.
EL DESEMBARCO
A las 9 de la mañana del 4 de agosto de 1806, en un fondeadero del río Las Conchas, en el Tigre actual, desembarcó la fuerza expedicionaria, procedente del puerto de Colonia.
La noticia no tardó en llegar a Beresford, quien se encontraba en el fuerte de la Plaza Mayor -actual Casa Rosada-. El jefe británico decidió enfrentar a las columnas de Liniers a campo abierto; sin embargo, el mal clima hizo que desistiera de su intención: no contaba con las tropas de caballería y por lo tanto, le resultaría imposible marchar a pie por los caminos barrosos. La fuerte tormenta que se desató esa noche tendría, por lo tanto, una influencia crucial en las operaciones militares.
La tormenta no amilanó a las tropas de criollos y españoles. Según cuentan las crónicas, Liniers y sus hombres atravesaron las zonas embarradas y empujaron a mano los cañones. Siguieron camino y el descanso recién fue en San Isidro. En la mañana del 9 de agosto reanudaron la marcha hasta los Corrales de Miserere (actual Plaza Once), adonde llegaron al día siguiente.
RESISTENCIA
Para alarma de Beresford, los porteños ya no ocultaban su resistencia ante los invasores. Temiendo un ataque nocturno, el jefe británico distribuyó la mayor parte de sus fuerzas alrededor de la Plaza Mayor. El imparable avance de las tropas de Liniers ya era vox populi en toda la ciudad -de apenas 45.000 habitantes- y negocios y pulperías cerraron sus puertas. Muchos corrieron a ponerse al servicio de las tropas leales.
El primer enfrentamiento fue en Retiro, con la victoria de Liniers quien venció a una sección británica Este triunfo puso en pie de rebelión a toda la ciudad y la irrupción se hizo incontenible.
En la mañana del 12 de agosto Liniers instaló su puesto de comando en la Iglesia de la Merced, en tanto la gente ya había irrumpido en la Plaza Mayor al mando de unas tropas que ahora alcanzaban los 4.000 hombres. Desde lo alto la Recova que partía a la plaza en dos, Beresford ordenó la retirada hacia el fuerte.
Ante el peligro de que se produjera una verdadera masacre -el pueblo estaba prácticamente descontrolado y quería penetrar en el fuerte- Beresford reemplazó la bandera ingles por la española. Inmediatamente después, salió del fuerte junto con el coronel Hilarión de la Quintana, quien lo llevó a hablar con Liniers. Según las crónicas históricas, ambos jefes se abrazaron e intercambiaron unas pocas palabras y Liniers le comunicó a Beresford que las tropas inglesas deberían dejar su armamento en la galería del Cabildo. El general irlandés ofreció su espada a Liniers.
A las tres de la tarde de ese 12 de agosto -hace hoy doscientos años- las tropas inglesas desfilaron derrotadas por la Plaza Mayor. También entregaron varias banderas de sus regimientos. Las tropas leales, en formación marcial, presentaron armas en señal de reconocimiento a los vencidos.
Beresford firmó la capitulación el 20 de agosto. En ella, se acordaba el intercambio de prisioneros entre ambos bandos.
Una vez retomada la ciudad, la Real Audiencia de Buenos Aires asumió el gobierno civil y decidió entregarle la capitanía general a Liniers. Asimismo, la corona española le agregó a Montevideo el título ‘La muy fiel y reconquistadora’ y en el escudo de esa ciudad se agregaron banderas inglesas caídas para señalar la ayuda decisiva de la capital oriental en la derrota de los británicos.
Cresto señaló que de todos los antecedentes de la Revolución de Mayo, las invasiones son, sin duda, el más decisivo: “Se habla de los filósofos españoles, los franceses, pero lo más importante fueron los muertos que hubo. Los habitantes del virreinato decían: ‘Hemos vencido a la potencia más grande de la Tierra, qué diablos tenemos que hacer con España’, que ya no existía”.
A pesar de la derrota, o quizá a causa de ella, los ingleses decidieron volver al año siguiente. Cuando el tesoro del Virreinato se paseaba por las calles de Londres, en Buenos Aires ya había triunfado la Reconquista. Y eso justificó la segunda invasión que ya fue una expedición punitiva porque Inglaterra lo vivió como la rebelión de una colonia contra la metrópolis. Para esta segunda invasión, Buenos Aires no sería una presa tan fácil para los ingleses.
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En Southampton tuve el proyecto
de encontrar algún rastro sobre Juan Manuel de Rosas. Así llegamos a un gran y
extenso cementerio totalmente abandonado y abierto: el “Southampton (Old)
Cemetery”, sin guardias ni oficinas para hacer preguntas. Caminamos por varios
senderos y finalmente encontramos un gran mausoleo de Juan Manuel de Rosas y de
la familia Terrero.
El Municipio dice que este
cementerio es el más viejo cementerio municipal de Inglaterra, aunque sabemos
que muchas iglesias que todavía conservan sus cementerios laterales, sueles ser
más antiguos. Este Cementerio abrió en mayo de 1846 y está ubicado en el
costado sudoeste del “Southampton Common”, un campo “donado” por el “señor de
las tierras” al pueblo en un cuento que es otra historia.
Hace un tiempo la Comuna de
Southampton decidió que el cementerio sea mantenido como estaba solo para
preservar la diversidad de la vida salvaje que lo habita y prácticamente quedó
abandonado. Hoy es un paseo ecológico de la ciudad.
Este cementerio tiene varias
entradas. Para encontrar el mausoleo de Rosas, se entra fácilmente por la
entrada sur de la calle Cemetery Road, con una casa en la entrada, que divide
el acceso en dos caminos. El sendero sinuoso del costado izquierdo de la casa,
que sale hacia el norte, es el que lleva al mausoleo de Rosas que está a unos
60 metros caminando. El otro camino es arbolado pero es un paseo.
El mausoleo es un gran monumento
de granito marrón sólido con una gran cruz en la parte superior, apoyado sobre
un granito gris y protegido por una coqueta valla de bronce tallada que lo
rodea, a modo de reja. La obra tiene unos 3.00 m. de altura y contiene las
siguientes escrituras en idioma inglés:
Sobre el gran panel superior del
frente del mausoleo y dentro de un recuadro tallado, hay un escudo circular de
laureles con sus dos espadas sables cruzadas, y debajo dice: “General Rosas /
Nacido en Buenos Ayres / 30 de marzo de 1793 / Llegó a Inglaterra en 1852 /
Fallecido en Southampton / 14 de marzo de 1877 / R.I.P.”
Más abajo en el siguiente panel
frontal, dice: “Manuela de Rosas de Terrero / La amada hija del / General Rosas
/ y esposa de Maximo Terrero”.
Debajo en el panel contra el
piso, dice: “Nacida en Buenos Ayres el 24 de mayo de 1817 / Fallecida en
Londres el 17 de septiembre de 1898 / R.I.P.”
En uno de los costados, en el
panel superior, dice: “Rodrigo Thomas Terrero / Fallecido el 9 de septiembre de
1937 / En sus 79 años de edad / El hijo menor de / Don Máximo Terrero: / y de
Donna Manuela / De Rosas Terrero / Y nieto del / General Rosas”
En el otro costado en el panel del medio, dice: “Maximo Terrero / nacido en Buenos Ayres el 4 de mayo de 1817 / Murió en Southampton el 7 de diciembre de 1904 / R.I.P.”
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Nos invita a hacer propia la famosa consigna de don Justo José de Urquiza "ni vencedores ni vencidos”, pronunciada después de derrotar a don Juan Manuel de Rosas en Monte Caseros. Según este antiguo catedrático de Derecho Político de la Universidad de Buenos Aires, fue gracias a dicho lema que "tanto los rosistas como los antirrosistas encontraron un lugar en el gran proyecto que nos legaron las generaciones de 1853 y de 1880".
Quien lea ese párrafo y no sepa
nada más sobre lo ocurrido a mediados del siglo XIX en la Argentina (como puede
ocurrir con muchos extranjeros que lean su artículo por Internet) pueden
colegir que a partir de la histórica batalla mencionada (3 de febrero de 1852)
la Argentina era una Arcadia.
Nada más lejos de la verdad. En
efecto, luego de la caída de Rosas, el 11 de septiembre del mismo año, al poco
tiempo de la partida de Urquiza hacia Santa Fe desde Buenos Aires, en ésta hubo
un golpe de Estado liderado por Valentín Alsina, Bartolomé Mitre, Pastor
Obligado y Dalmacio Vélez Sarsfield, entro otros, que decidió la separación de
la Provincia de Buenos Aires de la Confederación Argentina, erigiéndose en
Estado soberano en lo exterior y lo interior, como lo declararán en abril de
1854 en la primera Constitución bonaerense.
Desde entonces y hasta 1859
Buenos Aires tendrá su vida independiente y cíclicos choques bélicos con sus
antiguas hermanas, hasta su derrota en los campos de Cepeda (23 de octubre de
1859), hecho que dio pie al Pacto de Unión Nacional o de San José de Flores (11
de noviembre) mediante el cual se reunificó el país.
Sin embargo, los enfrentamientos
entre Buenos Aires y sus hermanas no cesarían: el asesinato del gobernador de
San Juan y el rechazo de los diplomas de los diputados nacionales por Buenos
Aires provocaron un nuevo choque de armas, que tuvo lugar en Pavón el 17 de
septiembre de 1861, ocasión en que Urquiza, comandante en jefe del Ejército de
la Confederación, decidió inexplicablemente dejar el campo de batalla, en que
se imponía sobre Mitre, gobernador de Buenos Aires, dejándole la victoria.
Á Pavón le siguió la campaña de
los ejércitos de Arredondo y Paunero contra las provincias que no se sometían a
la nueva situación política. En 1863, 1867 y 1873 hubo más guerras civiles a
causa de los alzamientos de Ángel Vicente Peñaloza, Felipe Varela y Ricardo
López Jordán, respectivamente, contra el poder central. Esto sin contar las
sublevaciones armadas de los mitristas de 1874 y 1880 al verse burlados en
sendas elecciones presidenciales.
Además parece olvidar que Rosas sufrió dos veces (la segunda y definitiva fue en 1857, por la ley N° 139) la confiscación de sus bienes y una condena como "reo de lesa patria", por la Legislatura bonaerense, "por la tiranía sangrienta que ejerció sobre el pueblo durante el periodo de su dictadura, violando hasta las leyes de la naturaleza y por haber hecho traición, en muchos casos a la independencia de su patria y sacrificado a su ambición, su libertad y su gloria". De esta forma la Legislatura se arrogó atribuciones judiciales (algo nada liberal ni republicano ni conciliador) y que cuando en marzo de 1877 el Restaurador de las Leyes murió en el exilio, en Buenos Aires el Gobierno llegó a prohibir la celebración de una misa en sufragio de su alma. Como se sabe, sus restos mortales, a causa del odio que muchos conservaban en su contra, sólo pudieron ser repatriados el 30 de septiembre de 1989 (112 años después), a comienzos de la presidencia de Carlos Saúl Menem, y la condena de la Legislatura bonaerense fue levantada en noviembre de 1973, a iniciativa del gobernador Oscar Raúl Bidegain.
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Construir sin destruir
Araceli Bellotta |
El 23 de junio de 1874 se discutió en el Senado de la Nación un proyecto de ley enviado por el Poder Ejecutivo para la construcción de un parque en los terrenos de Palermo, en el mismo sitio donde el ex gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, había levantado su quinta, abandonada luego de su derrocamiento. En esa sesión, el recientemente incorporado senador por Tucumán, Nicolás Avellaneda, demostró que era posible sostener la oposición a Rosas, entonces en el exilio, sin necesidad de destruir aquello que él había construido y que era digno de aprovechar.
Contra el monumento
El senador por San Juan, Guillermo Rawson, se opuso al
proyecto y entre sus argumentos esgrimió que Rosas escribía en Southampton dos
libros: uno sobre la historia del país y otro sobre medicina, y expresó su
temor de que en alguno de esos escritos el ex gobernador se refiriera al lugar
elegido para el Parque con la ironía de que “el pueblo que se titula civilizado
y libre ha adoptado aquel monumento del atraso”. A su turno, Avellaneda sostuvo
una conclusión opuesta: “El tirano es muy anciano ya y debemos apresurarnos; es
necesario que ese libro por él escrito no concluya diciéndonos: ‘¿Veis ese
Palermo de San Benito? ¡Hoy es el paseo de Buenos Aires después de 30 años! ¡Y
con qué diferencias! Han destruido los árboles, han dejado crecer la hierba en
los caminos, han desecado las aguas del lago hasta convertirlo en un pantano!’.
Es necesario apresurarse; es necesario que esa ironía sangrienta no se
encuentre escrita en la página final del libro de Rosas. Es necesario, por el
contrario, que le obliguemos a retractarla, mostrándole que el Palermo de San
Benito, aquel viejo Palermo, no es el paseo favorito de Buenos Aires, sino otro
Palermo mejorado, y embellecido por todos los maravillosos encantamientos de
las artes, de las ciencias, de la elegancia y del buen gusto”.
Respecto al consejo de Rawson de “no asociar nuestros paseos,
nuestras distracciones públicas al horrible recuerdo de la tiranía”, Avellaneda
respondió: “Es santo, es bueno, es noble, el horror a la tiranía; pero no basta
el horror a la tiranía; es necesario amar a la libertad. El horror a la tiranía
por sí mismo, sin ser vivificado por el amor a la libertad, puede convertirse
en un sentimiento de destrucción”.
El nuevo presidente
Un año después, Avellaneda fue consagrado presidente de la
República. En ese carácter le tocó inaugurar la primera parte del Parque que él
había defendido en el Senado y en ese discurso completó su idea: “Era mejor
convertir la mansión sombría del tirano cauteloso en jardines cultivados para
el uso del pueblo. ¿Dónde hay, a la verdad, otro espectáculo igualmente
democrático, demostrando mejor nivelados los rangos, y que cada hombre por fin
es siempre igual a otro hombre, como el que presenta cada día un paseo público?
El hijo del pobre y el hijo del rico mezclarán bajo estos árboles al grito
jubiloso de los pájaros sus juegos igualmente inocentes”.
El Presidente cerró su arenga con una idea que no estaría nada mal tomar para el presente: “Los paseos públicos, ejerciendo una atracción irresistible sobre la masa de los habitantes, sirven para mejorar, ennoblecer y elevar los sentimientos de las multitudes; y pueden contribuir a dar formas cultas y suaves a las luchas duras y severas que engendra la vida democrática”.
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La probabilidad de que una estación de subte lleve el nombre
de Juan Manuel de Rosas ha desatado una polémica que no parece zanjarse nunca.
Una mirada sobre los nombres de las calles permite advertir cuántas otras
batallas siguen pendientes.
A raíz del proyecto de bautizar una estación de subterráneo con el nombre de Juan Manuel de Rosas se renovó una polémica no liquidada después de 155 años de finalizadas las guerras civiles entre unitarios y federales.
Polémica que llegó a la
exasperación cuando en el año 2003 propuse sin éxito que 300 metros de la
Avenida Sarmiento, los deshabitados que bordean el Zoológico y la Sociedad
Rural, cambiaran su nombre por el del Restaurador.
Se perdió así la oportunidad, y ojalá
no se pierda ahora, de comenzar a cerrar una de las cicatrices abiertas en
nuestra historia, en la que las
antinomias insisten en ser vertebrales. Pero la que con mayor obstinación
se resiste a saldarse es la de unitarios contra federales, la confrontación de dos proyectos de país que se dirimió en
sangrientas batallas, en despiadados ajusticiamientos, en tumultuosas
anarquías.
La agria y pertinaz resistencia
al Restaurador en la Capital Federal es contradictoria con que haya avenidas
“Brigadier General Juan Manuel de Rosas” en los partidos bonaerenses de La
Matanza (Ruta Nac. N°. 3), Morón y San Martín y calles en Quilmes, San Isidro,
Merlo, Pilar, Gral. Rodríguez, Escobar (2 calles), San Miguel, Tres de Febrero,
Lomas de Zamora, Tigre, Berazategui, Berisso, San Vicente. También en todas las
provincias. Tampoco olvidemos que su efigie decora los billetes de veinte
pesos.
Esta “venganza” histórica no se
agota allí pues en la ciudad de Buenos
Aires tampoco hay calles que lleven el nombre de caudillos provinciales
como Estanislao López, Francisco Ramírez, Juan Bautista Bustos, el “Chacho”
Peñaloza, Felipe Varela, Juan Saá, López Jordán. El “castigo” a estos jefe
federales no tiene en cuenta, por ejemplo, que varios de ellos tuvieron destacada actuación en las guerras de la
Independencia y fueron, como es el caso del santafesino López, el
entrerriano Ramírez, el cordobés Bustos, también protagonistas de los “tratados
preexistentes” a los que se refiere el preámbulo de nuestra Constitución
Nacional.
No faltan, en cambio, calles porteñas que llevan nombres discutibles,
como el de Manuel García, ministro del protounitario Rivadavia que en una más
que sospechosa negociación entregó la Banda Oriental al Brasil. O plazas con
nombres de presidentes de facto como Pedro E. Aramburu. En cuanto a las
estaciones de subterráneos recordemos que la ubicada en la confluencia de las
avenidas Santa Fe y Cabildo fue bautizada no hace mucho con el nombre de un
ministro de Alfonsín
El obstinado revanchismo unitario degrada a sus propios prohombres
pues la maravillosa estatua que el genial escultor francés Auguste Rodin dedicó
a Domingo Faustino Sarmiento está emplazada, semioculta entre los arbustos, en
el exacto lugar donde se elevaba el dormitorio de Rosas en la residencia derribada
por el odio persistente el 3 de febrero de 1899, ¡en el 46° aniversario de la
batalla de Caseros! Esa insólita ubicación arrancó a su amante. Aurelia Vélez,
el irónico comentario epistolar: “¡Pobre Domingo Faustino! Hasta la eternidad
en la cama con el tirano”.
En cuanto al primer jefe federal,
Manuel Dorrego, no fue suficiente con fusilarlo ominosamente sino que además se lo ha insultado hasta hoy erigiendo
la plaza Lavalle y el monumento de su fusilador en el solar de su familia. No
termina allí la fiesta vindicativa de
los vencedores, que se prolonga hasta nuestros días, pues varias calles de
la ciudad de Buenos Aires llevan nombres de batallas en las que las tropas
unitarias resultaron vencedoras: Angaco, Yeruá, Caaguazú y otras. En cambio no
merecen ese homenaje las de resultado adverso como Quebracho Herrado o Puente
de Márquez.
Cabe agregar que en los países más civilizados no son
aceptadas calles con nombres de batallas libradas entre hermanos. Estos
desatinos urbanísticos merecen ser corregidos.
Tanta intolerancia cava una zanja
de disociación nacional en la que se reproducen otras dicotomías que se dirimen
por el revanchismo de acuerdo con el modelo capitalino del triunfo unitario.
Sin tomar ejemplo de Urquiza, quien compadecido de la pobreza del exilio de
Rosas le envió mil libras esterlinas de su peculio. Tampoco del Restaurador,
quien, enterado de la muerte de don Justo José, hizo llegar a su viuda cálidas
expresiones de condolencia.
Quizás sea pedagogía de necesaria unidad patriótica que en el futuro cercano se pueda tomar el subte en la estación “Urquiza” de la línea E y combinar con la línea H para descender en la estación “Rosas”.
REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
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El liberal José Hernández
por León Pomer
En “Instrucción del estanciero" (1882) instruye al
hacendado criador de ganados: es un libro sabio. Habla de pastos y
construcciones; advierte sobre cómo cuidar los animales, como marcarlos,
alecciona sobre las relaciones con las peonadas. Anota que el casco de la
estancia debe estar rodeado por un cuadro de tierra cercado con alambre: “... los peones del establecimiento: no
deben tener jamás el derecho de penetrar en él sin que se les llame; desde el
principio debe infundírseles este respecto y a ninguna hora del día, ni de la
noche deben entrar a este departamento, donde nada tienen que hacer ni que
buscar". Es que “…por ahí empieza –opina don José- el respeto hacia el
mayordomo, respeto que luego se manifiesta en lodos los trabajos diarios del
establecimiento..."
De modo que cada cual en su lugar, y el del peón no es la
casa del patrón. Para él están los ranchos y sobre todo la cocina, que
Hernández reputa sitio principalísimo para el hombre que trabaja. En esta nada
debe omitirse para la comodidad de los que en ella comen y duermen. “Cuanto sean mejor tratados han de ser
ellos más celosos en el cuidado de los intereses del establecimiento”,
Hernández es un liberal del 80, pero un soplo popular y
democrático humaniza sus ideas, las distingue. Entre tanto, en “Instrucción”,
les explica a sus contemporáneos que “...por
muchísimos años todavía, hemos de continuar enviando a Europa; nuestros frutos
naturales para recibir en cambio los productos de sus fábricas, que satisfagan
nuestras necesidades, nuestros gustos o nuestros caprichos”. Está
persuadido que “... la América es para
la Europa la colonia rural”. Y al revés, que “Europa es para la América la
colonia fabril”.
No le parece malo que ello ocurra, ya que con su industria
ganadera (la única que menciona), nuestro país “... gira y se desenvuelve dentro del círculo de las naciones
civilizadas”. Con las vacas nos alcanza para ser ricos, nos sobra para ser
fuertes. Dejemos que otros se devanen los sesos fabricando, elaborando nuestras
materias primas. Que el precio de esta división del trabajo podía costarnos
caro Hernández ni lo imagina. Vive en el mejor de los mundos e ignora que ya en
el 80 somos una semicolonia, ignora incluso (al menos así lo parece) que más
allá de las tierras ganaderas hay otro país argentino que transcurre sus días
en una suerte de agonía postcolonial. Exclama exultante “¡Nadie puede tener una visión clara del crecimiento y de las mejoras a
que hemos de llegar muy pronto!”. Y muy pronto apenas ocho años más tarde
-el país crujía brutalmente bajo el peso, de la crisis juarezcelmanista.
Pero ya quedó dicho: el liberalismo de Matraca (que así lo
llamaban sus amigos por el vozarrón formidable) es más humano que el de otros.
Le preocupan de continuo “los hijos del
país”, para los cuales postula la formación de colonias, algo más de
justicia, un algo de protección. Él quiere un criollo incorporado al trabajo
permanente, bien tratado, con tierras y semillas y máquinas a su alcance. Pero
en función, claro, del proyecto liberal que viene hipertrofiando la ganadería
en detrimento de la colonización agraria, del desarrollo industrial, que está
inflando desmesuradamente una parte del país a costa del resto.
Años antes, en 1869, había adherido don José al "Club
de los libres”, constituido con fines electorales y con un programa
decididamente progresista para su medio. Pretendía “combatir la oligarquía"; exigía el juicio por jurados como
medio de que el pueblo fuera juzgado por sus iguales. Pedía también la
descentralización de la campaña para impedir que los gobiernos fueran poderes
electorales; la elección por voto directo de los empleos importantes; el
mejoramiento de los habitantes del campo organizando las fronteras, otorgando
facilidades para acceder a la tierra, evitando que la Guardia Nacional continuara
padeciendo las penalidades de los contingentes. El Club creía -y con él
Hernández- que “... la primera necesidad
de la actualidad..." son las autonomías provinciales.
Firmaron este programa, entre otros, Álvaro Barros, Carlos
Pellegrini, Vicente A. Quesada y por supuesto nuestro hombre. Que algunos de
los, firmantes abominaron más tarde de él parece indiscutible; de don José
puede decirse que pasados los años no le fue enteramente fiel.
Pero seamos justos, en el 69 y en su diario “El Rio de la
Plata”, peleó fieramente por “... la
división y distribución de la tierra sin más condiciones que la de explotarla y
poblarla...” abogó por “... medidas
de protección eficaz a las industrias decaídas...” En el 82 se había
olvidado de las industrias.
En el 69 el futuro autor de “Martin Fierro!" deploraba
que la tierra estuviera “aglomerada”
en pocas manos: “No hay países más
pobres y más atrasados que aquellos donde la propiedad está repartida en unas
cuantas clases privilegiadas. De esa desigualdad se originan los privilegios
odiosos que imponen al pobre un pesado tributo”. En el 82 seguirá pidiendo
tierra y protección para el pobre; pero su condena del latifundio se habrá
esfumado.
Pero siempre fue fiel al criollo de abajo. A su manera. En
1880, y en tanto diputado provincial, se opone a la enajenación de los Montes
del Tordillo: “Se va a desalojar de allí
a miles de personas, cuya miseria, necesidades y pobrezas, van a lanzarlas tal
vez en sendas criminales”. Agregará: "...vamos al despoblar los Montes del Tordillo y vamos
a poblar la penitenciaría”.
En diciembre del 83,
se duda en el senado nacional “,,,hace
muchos años que vengo viendo a una parte importante de la sociedad argentina,
lanzada en una peregrinación sin asilo, sin hogar, sin protección, sin familia”.
Hernández no objeta la esencia del sistema; su verba vigorosa clama por
mejorarlo, humanizarlo. Es un liberal sensible al padecer de los de abajo.
Tampoco el inmigrante le es indiferente. Ve a la ciudad de Buenos Aires repleta
de gringos que lustran botas y venden números de lotería: “Mientras subsistan los sistemas viciosos que nos hemos dado, mientras
subsista el desequilibrio entre la población y la riqueza, mientras no se abra
un ancho campo a la avidez de las especulaciones individuales, la inmigración
que afluye a nuestras playas se encontrará sin dirección y sin rumbo...” “...
Es que en tanto las gentes de ultramar carezcan de condiciones para el trabajo,
de los instrumentos que se requieren y de los recursos indispensables, para
explotar la tierra en beneficio propio y en beneficio del país...”, sólo han de
padecer y hacer padecer a otros. Hernández señala un mal muy grave la “disminución de los salarios”, por
excesiva oferta de trabajo. Esa inmigración, así planteada, “¿no es más bien la amenaza para el
proletariado?”.
Los temas de la milicia y sus penurias, el servicio de
fronteras, están presentes en su pluma: ya sabemos el lugar qué ocupan en
“Martin Fierro”. También los jueces de paz y la administración de justicia le
saltan de la pluma en parrafadas indignadas.
Pero esta sensibilidad social se compadece en él
perfectamente con los peores renuncios del liberalismo: del que es parte. En
diciembre de 1869 apoya el proyecto presentado por el diputado Melchor Rom,
disponiendo la venta a particulares del Ferrocarril del Oeste. Rom es gerente
de la Bolsa de Comercio y colabora con el diario de Hernández.
Diez años más tarde, siendo diputado, se manifiesta
partidario de proteger y fomentar el ferrocarril bonaerense. Pero agrega que se
opone a que el gobierno realice las obras públicas; prefiere que se favorezca a
los capitales particulares. Poco después, discutiendo un despacho de las
comisiones de Hacienda y Obras Públicas sobre el proyecto de ley general de
ferrocarriles, hace saber que se ha tenido principalmente en cuenta el
facilitar la entrada al país de capitales ferroviarios; expresa su preocupación
de que en el exterior no se conozcan suficientemente las leyes que rigen en
materia ferroviaria. Todo debe ir dirigido a atraer capitales foráneos.
Largo se podría escribir sobre el pensamiento y la acción de Hernández. Basten por ahora estas apuntaciones; habrá oportunidad para volver.
Moneda de 2 escudos de La Rioja de 1843
Esta moneda fue ofrecida en venta en el portal de la empresa de remates "Hilario - Artes Letras Oficios", con el texto que damos a conocer a continuación:
Excepcional testimonio histórico de la acuñación de monedas en el gobierno federal; ésta salida de la Casa de la Moneda de La Rioja en 1843. Medidas. Peso: 5 gr. Diámetro: 2,95 cm.
Guiados por el estudio que Jorge N. Ferrari realizó sobre esta ceca [1] provincial, sabemos que Juan Manuel de Rosas rechazó en más de una ocasión el homenaje que querían tributarle los riojanos, acuñando monedas con su retrato, las que pese a su respuesta se realizaron a lo largo de varios años, no así en 1843, cuando lanzaron la presente en oro con la inicial del ensayador José Barros y Quinteros.
Ferrari [2] la describe del siguiente modo:
«Anverso: En el campo, el gran Sello de la Provincia, sobre dos banderas, puestas horizontales con los paños recogidos sobre sus astas, el Cerro de Famatina, detrás del cual asoma sol entero, figurado y radiante. Flanquean el Cerro, en cuyas ladera se observan cuatro pequeñas figuras humanas, a diestra, la cifra 2 del valor y a la izquierda la inicial E de la denominación / ESCUDOS /. En el perímetro, leyenda circular: / ETERNO LOOR AL RESTAURADOR ROSAS /. Al pie del campo, cierra la leyenda un ornamento. Gráfila de granetería.
Reverso: En el campo, sobre un pabellón formado por dos banderas, un cañón, y un fusil con bayoneta por flanco, escudo argentino, sin el Sol que debe timbrarlo. En el perímetro, la leyenda semicircular superior: / REPUB. ARGENT. CONFEDERADA / y semicircular inferior: / R. 1843. B. / , siendo la letra / R / sigla de ceca / RIOJA / y la / B / inicial del ensayador José Barros y Quinteros. Ambos segmentos de la leyenda, separados por granetes. Gráfila de granetería.
Canto laureado».
Notas:
1. Ceca: Según la Real Academia Española, “Establecimiento oficial donde se fabricaba y acuñaba moneda”.
2. Jorge N. Ferrari, Amonedación de La Rioja 1838-1860, Buenos Aires 1964, tomo II, pp. 26 -27.
REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.
Podemos nombrar tres grupos
políticos que tienen su origen en las citadas Invasiones Inglesas.
a) Grupo de Álzaga: Álzaga
se convierte en caudillo popular por su intervención en la Reconquista de la
Ciudad de Buenos Aires, su grupo defiende al Rio de la Plata de la invasión extranjera
como parte del territorio español, pretende conservar estos dominios pera
España, o al menos para los españoles europeos. Es el grupo conservador,
compuesto en su mayoría por españoles europeos, en gran pare comerciantes;
entre los americanos que formaban parte de este grupo merecen nombrarse a Moreno
y Leyva. Es llamado también “Partido del Cabildo”, "Partido Republicano”
por su oposición a la monarquía, “Partido de las Juntas” —por su adhesión a ese
sistema—, "Partido Independiente", etc.
b) Grupo de Castelli:
Tratan de lograr un acercamiento con el invasor inglés para obtener la
independencia, habiendo fracasado en esto buscan otra solución extranjera, pero
habiendo fracasado nuevamente, coinciden por último con el grupo Saavedrista. EL
grupo de Castelli tiene un carácter reformista innovador, influenciado por las
ideas de los filósofos liberales franceses. Forman este grupo, entre otros,
Manuel Belgrano, Antonio Luis Beruti, Juan José Paso y Domingo French, etc. Son
generalmente universitarios; a pesar de rechazar el dominio francés, fueron
ideológicamente afrancesados. Se los conoce también con el nombre de
"Partido mirandista", “Partido carlotino”, por su adhesión a la princesa
Carlota.
e) Grupo de Saavedra:
este grupo junto con el de Álzaga actúa en forma decisiva en las jornadas de la
Reconquista y Defensa de Buenos Aires. Está formado en su mayor parte por
americanos, actúan en él, Martín Rodríguez, Juan José Viamonte, Juan Ramón
Balcarce, Feliciano Antonio Chiclana, entre otros. Es llenado también "Partido
de la Reconquista”, “Partido de los Patricios", "Partido de
Liniers", etc. Sus fines podemos resumirlos en un párrafo de una cara
dirigido por Saavedra a Chiclana el 11-2-1811 “… no reconocer otro amo que a
nosotros mismos”.
Las Invasiones
Inglesas
A principios del siglo
IXI Inglaterra, se decide e la conquista de los dominios españoles en América,
movida por diversos motivos; entre los que podemos mencionar la guerra que
sostenía contra Francia y España, la necesidad de nuevos mercados para colocar
los productos de su industria y también como un desquite por la ayuda prestada
por España a los revolucionarios de las colonias inglesas de América del Norte.
Después del abandono
de la ciudad de Buenos Aires por el virrey Sobremonte, y de la escasa
resistencia opuesta por los cuerpos militares, los ingleses se adueñan de la
Ciudad a fines de junio de 1806.
Castelli y los de su
grupo conferencian con los jefes invasores, especialmente con Beresford,
tratando de obtener la independencia de estas tierras, pero ante la negativa de
éste a tal propuesta, los criollos abandonan momentáneamente esa idea.
Mientras tanto
españoles y criollos de los grupos criollos y tradicionalistas, se organizan
para reconquistar la Ciudad, a la que retoman después de cruentos combates.
Como resultado de la primera invasión inglesa,
se toman diversas medidas que influyen sobre los acontecimientos posteriores: a)
Se organizan cuerpos militares formados por criollos, b) Se celebra el Cabildo
Abierto del 14 de agosto de 1806, por el cual se encarga a Liniers el mando de
las tropas y se designa una comisión para indicar al Virrey Sobremonte la
conveniencia de no ingresar a la capital y delegar su autoridad militar.
Al año siguiente, los
ingleses intentan infructuosamente, —debido a la oposición que encuentran por
parte de los cuerpos militares de Buenos Aires—, de conquistar la capital del
Virreynato.
Como consecuencia de
estas acciones los criollos, toman conciencia de su poderío y de la ineptitud
de las autoridades españolas, toma cuerpo la idea de una mayor independencia.
Intentos de
independencia con la Princesa Carlota
Una vez fracasado el
intento de Castelli y su grupo de lograr la independencia con el apoyo inglés,
en 1806, se les presenta otra oportunidad con motivo de la llegada a las costas
americanas, de la corte portuguesa, que había huido ante la invasión francesa a
su suelo patrio en el año 1808.
Este grupo -el de
Castelli- quiere la coronación de la princesa portuguesa Carlota Joaquina de
Borbón, hermana de Fernando, y a tal fin invitan a Saavedra a sumarse a su
grupo, pero éste se niega y entonces no se puede realizar este proyecto.
Saavedra da cuenta de ésta proposición comentando que Vieytes había tratado de
convencerlo "...que no nos quedaba otro recurso que tomar en tan apuradas
circunstancias, que erigir a muestra América en Estado independiente de la
España europea, y esto se conseguiría fácilmente reconociendo a la Señora Infante
de España doña Carlota Joaquina de Borbón...” Vemos así como queda desplazado
el grupo carlotino.
Asonada del 1° de
enero de 1809
Álzaga aspiraba, —ante
las noticias de los sucesos que tenían por teatro el continente europeo— a
instalar una Junta que debía convertirse en centro de un Congreso de todos los
Cabildos del virreinato para declarar la independencia, Manuel Belgrano en su
“Autobiografía" dice "En Buenos Aires se hacía la jura de Fernando VII
y los mismos europeos aspiraban e sacudir el yugo de la España por no ser napoleonistas”.
Álzaga desconfiaba del
virrey Liniers por su origen francés, y es así como prepara un movimiento
militar que tendría por fin el alejamiento del virrey; ese movimiento estalla
el 1° de enero de 1809, en la gestación del proyecto estuvieron presentes en un
comienzo los integrantes del grupo de Castelli, pero debido a la primacía que Álzaga
quería dar a los europeos, se separan de la causa, volcándose y estimulando las
fuerzas de represión adictas a Liniers.
La actitud asumida por
Saavedra cn la emergencia impide que se concrete el deseo de Álzaga de separar
a Liniers de su cargo.
Saavedra en sus “Memorias"
se refiere a los fines de la asonada en los siguientes términos: "El poder
de éste (Napoleón) y sus empresa de apoderarse y dominarla les hizo temer que
la España europea sería presa de aquél invasor; y con tiempo acordaron los
medios de no perder el predominio en esta parte. En una palabra, se propusieron
la idea de formar otra España americana, en la que la que ellos y los muchos
que esperaban que emigrasen de la Europa continuarían mandando y dominando”.
Después de le asonada
del 1° de enero, Saavedra en virtud a su actuar en dicha oportunidad, y a la
debilidad puesta de manifiesto por Liniers, se convierte en jefe indiscutido
del grupo criollo americanistas; se dispone también el desarme de los cuerpos
militares peninsulares adictos a Álzaga, con lo cual los criollos quedan dueños
de la situación, y solo esperan el momento oportuno para actuar.
La llegada de
Cisneros al Río de la Plata
En 1809 llega al Río
de la Plata el muevo Virrey don Baltasar Hidalgo de Cisneros, que había sido
nombrado por la Junta Central de Sevilla para desempeñar dicho cargo. Los dos
grupos americanos —el de Castelli y el de Saavedra— y algunos miembros del grupo
español, tratan de presionar a Liniers a fin de que éste resista la autoridad
de Cisneros, por no ser éste la autoridad legítima. Este intento fracasó por la
negativa de Liniers a prestarse a tales fines, y no obstante la presión que
sobre el ejercieron las fuerzas militares. Se traslada a Montevideo, donde
estaba Cisneros y de delega el mando. Los jefes militares no tienen más remedio
que aceptar la autoridad de Cisneros, bajo la condición que se mantuvieren los
regimientos de milicias que cono vimos, eran la base del poder.
Los alzaguistas creen
encontrar en Cisneros a un aliado y claman por el rearme de los cuerpos
europeos que habían sido desarmados con motivo de la asonada del 1° de enero de
1809, pero no logran tal propósitos.
Los americanos
piensan en la Independencia
Los triunfos de
Napoleón en España inducen a los americanos en pensar seriamente en la
independencia, y a actuar en consecuencia.
Martín Rodríguez en
sus “Memorias” nos dice: "A los nueve meses de estar Cisneros ocupando la
silla del Viereynato, creíamos que ya era tiempo de pensar en nosotros mismos.
Ocupada la España por numerosísimos ejércitos franceses, y en posesión de todas
las plazas más fuertes de ella, creíamos que los españoles jamás podrían
sacudirse de tan inmenso poder. De consiguiente empezamos a tratar muy secretamente
sobre nuestra seguridad a fin de no correr la suerte de los españoles, y esto no
podía hacerse sin que recayera el gobierno en nuestras manos. Y esto mismo
hacía tanto más necesaria la deposición de Cisneros.
Citados los comandantes
militares el día 20 de mayo de 1810 a una audiencia con el Virrey, éste les
preguntó si estaban dispuestos a sostenerlo en el mando como lo habían hecho
con Liniers el 1° de enero de 1809, a lo que le contestó Saavedra que era muy
distinta la situación de ambas épocas. "… hemos resuelto reasumir nosotros
mismos nuestros derechos y conservarlos por nosotros mismos. El que a V.E. dio
autoridad para mandarnos ya no existe, de consiguiente tampoco V.E. la tiene
ya, así es que no cuente con las fuerzas de mi mando para sostenerse el ella".
(C. Saavedra "Memoria Autógrafa").
Resultado de esa
reunión fue la convocatoria a un Cabildo Abierto que se realizó el 22 de mayo
de 1810.
Estrategia de los
grupos políticos en el Cabildo Abierto
Según Mitre, en el
Cabildo Abierto actuaron tres grupos:
a) El Partido
Metropolitano: que estaba por la continuación del Virrey en el mando, con la innovación
de asociar al gobierno a los principales miembros de la Audiencia. Este grupo
estaba formado por los oidores de la Audiencia, apoyados por el obispo Lué y
los empleados españoles.
b) Partido Conciliador:
contaba con el apoyo del general español Ruiz Huidobro, estaba entre los dos
partidos extremistas, votaron por le deposición del Virrey pera reasumiendo
interinamente el Cabildo el mando superior hasta tanto se organizase el gobierno
provisional dependiente de la autoridad peninsular. Este partido contaba con la
adhesión de muchos criollos.
e) Partido Patriota: Esteba
por la cesación del Virrey en el mando y por la formación de un gobierno
propio, pero algunos (Castelli) ese gobierno debía ser el resultado de una
votación popular, mientras que otros (Saavedra) delegaban en el Cabildo la
facultad de organizar el nuevo gobierno, pero dejando constancia de que el
verdadero soberano es el pueblo, ("Que no quede duda que el pueblo es el
que confiere la autoridad ó mando", voto de Saavedra en el Cabildo
Abierto).
Según Ramallo, el partido
conciliador era el resultado de una maniobra de los patriotas, y que no
respondía a una realidad política, apoyado por ciertos elementos criollos para
dividir a los peninsulares.
En cuanto a la
actuación del grupo alzaguista, sus miembros no guardaron una actitud uniforme,
y por el contrario, votaron de manera distinta.
Participación de
todos los grupos en las Juntas del 24 y 25 de mayo de 1810
En la Junta del 24 de
mayo, Saavedra y Castelli, representan al grupo criollo revolucionario, Solá e
Incháurrgui al moderado y Cisneros al metropolitano.
La inclusión de
Cisneros en la junta del 24 de mayo despierta una reacción en los patriotas, lo
que deciden a Cisneros y a los otros componentes de la Junta a renunciar.
El 25 de mayo se
proclama una mueva Junta que estaba formada de In siguiente forma:
a) Presidente: Coronel
D. Cornelio Saavedra, cabeza del partido mayoritario y de más poder de los criollos.
b) 1er. Vocal Dr. Juan
José Castelli, ocupa el segundo lugar en la Junta, conductor del grupo carlotino,
con méritos acumulados a lo largo de todo el proceso revolucionario.
c) 2do. Vocal
Licenciado Manuel Belgrano, incluido en ia Junta por su estrecho contacto con
Castelli a través de todo el ciclo revolucionario.
d) 3er. Vocal Dr
Miguel Azcuénaga, no está muy claro acerca de cuál fue la razón de su inclusión
en la Junta. Saavedra en carta a Viamonte se pregunta: "Azcuénaga ¿qué ha
hecho en toda su vida con respecto a muestra libertad?", otros dicen que
fue incluido por su calidad de jefe veterano y por su posición social.
e) 4to. Vocal, D. Manuel
Alberti, incluido en razón de su estado sacerdotal.
f) 5to. Vocel D.
Domingo Matheu, europeo, partidario de Álzaga.
g) 6to. Vocal D. Juan Larrea,
como el anterior era europeo y partidario de Ázaga.
h) ler. Secretario D.
Juan José Paso, entró en la Junta por el grupo de Castelli y su actuación
destacada en el Cabildo Abierto del 22 de mayo.
i) 2do. Secretario D.
Mariano Moreno, antiguo partidario de Álzaga,
Según Ramallo, había
en esta Junta un orden de prelación que era de gran importancia, sobre todo en
aquella época en que se valoraba rucho el protocolo.
A partir de la
instalación de la Junta del 25 de mayo comienzan a surgir diferencias entre sus
miembros, lo que nos permite poder nombrar dos grupos; uno el grupo morenista,
formado por miembros del grupo carlotino, que debido al alejamiento de Castelli
al norte y de Belgrano al Paraguay, reconocieron el liderazgo de Mariano
Moreno, miembro antes del grupo alzaguista, grupo ilustrado , llamado también
grupo centralista, el otro grupo era cl grupo que reconoce el liderazgo de
Saavedra y que se opone al grupo innovador reformista de Moreno, llamado
también grupo provinciano.
La oposición entre
ambos grupos dentro de la Junta se pone de manifiesto con motivo de le sanción
del "Decreto de supresión de honores”, que dirigido contra le figura de Saavedra
produce el alejamiento de Moreno.
En 1811 con la
incorporación de los diputados del interior, —a lo que se habían opuesto Moreno
y su grupo— la Junta se transforma en lo que se llamó Junta Grande.
BILIOGRAFIA
CHAVEZ, Fermín:
"Historia del país de los argentinos". Edit. Theoría. Buenos Aires.
FURLONG, Guillermo:
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LAFONT, Julio B. :
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PUEYRREDON, Carlos A.:
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RAMALLO, Jorge María:
"Los Grupos Políticos en la Revolución de Mayo", Ed. Theoría, Bs. As.
WAST, Hugo: "Año X", Bs. As. 1960