REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
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Con el diario Mayoría del miércoles 20 de noviembre de 1974, se publicó un suplemento de 80 págs. con motivo de la proclamación oficial del "Día de la Soberanía", de la sanción de la ley nacional 20768/74 disponiendo la repatriación de los restos de Juan Manuel de Rosas y de la ley sancionada por la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, derogando la ley 139 del 28 de julio de 1857.
En dicho suplemento se han publicado artículos de diversos escritores e historiadores, que incluímos en este Blog.
Soldados de Juan Manuel de Rosas |
La verdad sea dicha: aunque solo
ahora, en el transcurso de los últimos 30 años, el combate de Vuelta de
Obligado fue objeto de rememoraciones oficiales y sus héroes evocados con
justicieras palabras provenientes del mismo ámbito, lo cierto es que dicha acción
bélica es una de las pocas ocurridas durante la época de Rosas que siempre fue
considerada por los argentinos, sin distinción de partidos e ideologías, como
una victoria moral de la que cabía enorgullecerse y cuyos laureles —si vale la
expresión en este caso— son reivindicados por toda la Nación sin parcialidades
ni distingos. En ese sentido tuvo razón el diario de la tarde que dijo, al
cumplirse el 20 de noviembre de 1964 otro aniversario del combate, que “la
historia ha recogido este episodio destacándolo con perfiles propios y sin
comprometerlo en la crítica de nuestras guerras civiles”.
UN “CANCIONERO” INEDITO
Recordaré que a principios de
nuestro siglo el escritor Martin Coronado, hijo del federal Juan Cororonado (el
autor de Los misterios de San José; uno de los urquicistas que se alzaron, como
José. Hernández, López Jordán, Simón Luengo, Francisco F. Fernández y Evaristo
Carriego, entre otros, contra el caudillo entrerriano), fue distinguido en un
certamen literario por una novela titulada La Bandera, en la cual el protagonista,
que es antirrosista, se une las fuerzas de la Confederación cuando observa a
las naves francesas e inglesas avanzar por el Paraná: tocando en sus más vivos
y profundos sentimientos de argentino, el héroe de la novela de Coronado ya no
se siente unitario ni antifederal, sino simplemente hombre de su tierra, y sin dudar
se resuelve a luchar junto los héroes de la Vuelta de Obligado.
Más tarde, el mismo escritor
llevó el asunto de su novela a las tablas, con el nombre de El sargento Palma, drama
que es una de sus mejores creaciones dramáticas. Y bien: parece que en ninguno
de los dos casos hubo reacción que tildase a estas obras de exaltadoras de la
tiranía o cosa parecida. Ni el jurado del certamen de La Sin Rumbo se eximió de
premiar La Bandera (cosa que no es tan seguro hubiera ocurrido en nuestros días)
ni la crítica, que sepamos, o el público, rechazaron el drama por motivos
ideológicos.
Curiosamente, repito, ha privado
casi siempre, al juzgarse o recordarse este heroico hecho de armas, un sentido
netamente nacional. Desde luego, ello no significó en ningún caso extender el
sentimiento de justicia histórica a Don Juan Manuel de Rosas, que fue quien
ordenó la fortificación de ese lugar del Paraná a fin de procurar entorpecer el
avance de la escuadra anglo-francesa. Antes bien no ha faltado el fanático
antirrosista que, no pudiendo por cierto desmerecer la acción de Obligado,
acusó a Rosas de haber mandado a aquellos héroes a un inútil sacrificio y creo,
incluso, de no haberles proporcionado bastantes municiones...
Por otra parte, aunque existe una
literatura y un cancionero de Obligado (no muy abundante, es verdad, porque los
cantores de la línea nacional y popular nunca fueron muchos), también es verdad
que esa literatura y ese cancionero permanecieron marginados del conocimiento
público, por razones que yo llamaría obvias. Además, ese tipo de literatura
nunca atrajo la atención de los historiadores y los críticos de las letras
argentinas ni menos tentó a los antólogos, ni siquiera a los proveedores de
textos de lectura para las escuelas. Desde luego, también por razones obvias.
En vista de tal circunstancia,
hace más o menos unos seis años desglosé de mi inédito Cancionero Histórico de
la Federación las piezas referentes al Combate de Obligado, les añadí algunas
páginas en prosa de diferentes autores en conexión con el tema y le entregué el
conjunto, con las notas histórico-bibliográficas del caso, a un editor que
hasta el día de hoy no ha dado cumplimiento a su promesa de publicarlo. Parece
que el libro llegó hasta el plomo, pero no ¡ay! a su impresión: quedó
encarcelado en el taller de imprenta hasta que fuera pagada la composición, del
plomo, es decir, por lo que imagino in aeternum. Los originales, según parece,
también quedaron re tenidos, pues no los he vuelto a ver. De todos modos, obran
copias en mi poder que me permiten volver sobre el tema, no para brindar una
información detallada o exhaustiva sobre la literatura de Obligado pero sí para
recordar a algunos de sus cantores. No todos fueron brillantes, es verdad, pero
los hubo y hay muy meritorios.
POETAS DEL SIGLO XIX
Poesías contemporáneas del hecho
de armas hubo por lo menos dos, Una, original de don Alejandro Medrano, quien
después de luchar en las guerras de la Independencia se dedicó a la industria o
al comercio, y cuyo hijo, el subteniente Faustino Medrano, murió en Obligado,
como consta en el parte de Mansilla de fecha 21 de noviembre de 1845.
Precisamente, su Canción Fúnebre a la heroica acción del Tonelero y Vuelta de
Obligado, que se publicó en un diario de la época, está consagrada a la memoria
de ese hijo. Algunas estrofas de la Canción permitirán, a la vez que dar idea
del estilo vigente en la época, apreciar los sentimientos de los argentinos en
aquella hora de prueba para la libertad, la independencia y la soberanía del país:
“Cual pacificadores / su corte los envía a nuestro suelo. / Pero
conquistadores... / No puede soportarlo nuestro celo! / Repita el bronce, oh
nobles Argentinos! / No somos la Gran China ni Argelinos! / En la margen undosa
/ del Paraná su escuadra combinada, / se presenta / animosa / contra una
batería improvisada: / Ciento trece cañones la batieron. / Del calibre de
ochenta muchos fueron.”
Otro poema contemporáneo del
combate es la Canción del Quebracho, recogido en un viejo y olvidado libro de
historia, cuyo autor —guiándose por referencias orales— la atribuye al propio
general Lucio Norberto Mansilla, el mismo que comandó a las tropas federales de
Obligado. Como su título lo indica, no se refiere en realidad a dicho combate
sino a otro de la misma época y librado contra los mismos invasores. Pertenece,
pues, la Canción al ciclo que podríamos denominar de Vuelta de Obligado. He
aquí un fragmento: “Entre el humo y las balas se vio / a las grandes naciones
ceder / al valor de libre que hicieron / vergonzosas su fuga emprender. / Esos
mismos que allá en Obligado / levantaron de nuevo el pendón / de Inglaterra,
serán el oprobio / de la Francia, vergüenza y borrón”.
En su poema El sueño de la Patria,
escrito en febrero de 1878, dos años antes de la repatriación de los restos del
general San Martin, el futuro novelista de La Bandera y dramaturgo de El
sargento Palma evoca los postreros instantes del Libertador en Francia. San
Martin sueña, moribundo, con su tierra lejana; le tiende con la imaginación sus
brazos de proscripto y regresan hacia él las horas pasadas: Maipo, Lima, la
aparición de Bolívar, a quien abre paso y cuya gloria saluda, para luego
arrojarse “a las olas del destierro, en busca de la sombra y del olvido”.
También aparece en su sueño la época de Rosas y, en ella, la defensa del ser
nacional simbolizada en la heroica resistencia de Obligado:
“De su expatriado hogar lo vio el
guerrero: / el Paraná de cólera rugía / al oír el cañón del extranjero, / y el
tirano de un día cerraba el paso a las soberbias naves / que llevaban le eterna
tiranía”.
Entre los autores de nuestro
siglo cabe mencionar a don Carlos Obligado, noble poeta, digno hijo de su
padre, el poeta nacional. En don Carlos, como en toda su familia, se conservaba
viva la tradición federal y rosista que muchos años de liberalismo no pudieron
apagar, y en el seno de su hogar bebió sin duda enseñanzas y emociones que, dos
veces al menos, retoñaron lozanas en su obra poética con referencia al combate
de Vuelta de Obligado. Precisamente en ese lugar, donde se elevaba la casa
solariega de la familia, escribió en 1915 La elegía del combate, que comienza
así:
“¡Campo augusto de gloria lejana
/, que con olas y frondas murmuras, / reclinado en la paz soberana / de las
cosas agrestes y puras! / ¡Oh barrancas, oh cancha bravía / gala y prez de los
lares paternos, / que el horror fragoroso de un día / ha poblado con himnos
eternos! / ¡Oh reposo del aire en aromas / que rasgaba la muerte en las balas,
/ y hoy, en vuelo fugaz de palomas, / sesga un silbo de rápidas alas!”.
A esta poesía escrita en su juventud
siguieron, muchos años más tarde, en su florida madurez, los versos de su Campo
de Gloria, más conocidos por formar parte de su libro El poema de la Vuelta de
Obligado.
Héctor Pedro Blomberg, que no fue
precisamente un poeta de filiación rosista, no olvidó en sus poemas el episodio
glorioso.
“Son las goletas rojas de Costa
Brava, son las que respondieron en Obligado / al clamor iracundo que las
llamaba / para batir la flota que navegaba / el Paraná invadido y ensangrentado.
/ Bergantines de Thorne. La voz, del viento / dice en la arboladura la copia
errante / que recuerda en su recio y extraño acento / aquellas que en el viejo
puente sangriento / se oían en los tiempos del Almirante. / Con sus rojas
banderas en la mesana, / allá van sus bravías tripulaciones: / Federación o
Muerte, se oye, lejana, / la canción que cantaban en la mañana / junto a la
negra boca de los cañones”.
Así dicen los versos de Las naves
rojas de la Federación. Blomberg cantó también, en otra poesía, a los héroes de
la Vuelta de Obligado.
ORTIZ BEHETY, BRASCO, CHAVEZ
Luis Ortiz Behety consagró varios de sus
libros al tema, tan consustanciado con él, de la Patria: la lejana patria de
los hielos blancos (fue el primer poeta de la Antártida), la patria irredenta
(en su Cancionero de las islas Malvinas, y las glorias de la patria histórica
(la Reconquista, la época de don Juan Manuel).
En su Cancionero de Juan Manuel
de Rosas la heroica lucha contra los invasores anglo-franceses se revive, con
profunda vibración, en varios poemas. De todos ellos quiero reproducir, como lo
he hecho ya tantas veces, su hermoso Cielito de las Batallas:
“Cielito, cielo y más cielo, / de
la Vuelta de Obligado. / Como la sangre argentina / puso gloria en su costado.
/ Cielito, cielo que sí, cielito de la victoria. / En San Lorenzo las armas /
se engalanaron de gloria. / Cielito, los federales, / cielito del Tonelero, /
cuando los cañones truenan, / Cómo corre el extranjero. / Cielo y cielo del
Quebracho,
Cómo brilla nuestro rio /cuando
lo cubre el coraje / de federales bravíos. / Cielito, cielo y más cielo,
/cielito del corazón / ya huyeron los extranjeros. / viva la Federación.
Algún día deberán reeditarse
todos esos libros de Luis Ortiz Behety, árdidos de emoción de patria, y
—reitero un antiguo pensamiento mío— algunos de sus poemas incluirse en los
textos de lectura de nuestras escuelas.
Otros autores contemporáneos,
Alfredo Tarruella, Dante Rodolfo Núñez, Héctor Pedro Soulé Tonelli, Fermín
Chávez, han escrito poemas dedicados a la acción de Obligado. Anda por ahí,
también, una canción con letra del poeta Miguel Brascó a la que puso música
otro poeta, Hamlet Lima Quintana. Termina diciendo, muy expresivamente:
“Que los tiró a los gringos... / Junaygran
siete. / Navegar tantos mares, / venirse al cuete; / ¡qué digo, venirse al
cuete!...”
Según mis referencias, la pieza
ha sido muy difundida por conjuntos nativistas y hasta creo que ha sido llevada
al disco. Y por este mismo medio se divulgó, en su momento, la Chacarera de
Obligado con letra de Fermín Chávez:
AIlí está Ramón Rodríguez/ con su
fusil entre el pasto; / para aporrear tantos gringos / las balas no dan abasto,
/ Tiene el pulso de Facundo/ ese teniente Quiroga / que metiendo bocha gruesa /
por docenas los ahoga. / Chacarera del Clavel / Cayéndose por las venas./
Gaucho ladino ese Rosas, / ponerle al río cadenas.
EL MAS JOVEN POETA DE OBLIGADO
Alusiones al combate las hay en
composiciones de otros poetas, no referidas específicamente al tema. De los
pocos de Vuelta de Obligado quizás el más joven sea Eduardo Gómez Tayhbe, quien
escribió dos poesías sobre un mismo motivo, Atardecer en la Vuelta de Obligado.
He aquí la segunda:
En esta tarde que languidece / y
va rindiendo lentamente / sus banderas a la sombra, / he vuelto a caminar / por
los senderos muertos de antes. / Aquí todo es lo que parece: / el cielo, el
río, el susurrar creciente de las aguas tranquilas... / No sé si es cierto que
vinieron a morirse / por un pedazo ‘e cielo / al tope de una caña, / ni se si
murieron como árboles, atados a la tierra, / o si tenían color de ceibo / y
olor de pasto sus desvelos. / o si en el último recodo trazó la angustia por
sus bocas yertas / un balbuciente signo de pregunta.”...
“EL MAS HERMOSO POEMA”
En una oportunidad, hablando con
el R. P. Guillermo Furlong, le dije que tema en prensa (ingenuo de mi) un
Cancionero de la Vuelta de Obligado. “Usted —me contestó— seguramente no
conoce, como yo, el más hermoso poema de Vuelta de Obligado”. Contra lo que yo en
el primer momento supuse, no se trataba de versos, pero sí, como afirmara
Furlong, de poesía. Tiempo después, con la idea de incorporarlo al Cancionero,
que no terminaba de salir del plomo al papel, le pedí me lo relatara por
escrito. Así lo hizo cortés y modesto como era el padre sugiriéndome que obrara
con libertad y lo redactara yo de nuevo, en la creencia generosa de que yo
podría hacerlo “con mayor elegancia y con más vivacidad”. Yo preferí transcribir
textualmente sus palabras, a las que nada hay que quitar —salvo referencias
circunstanciales y personales— ni tampoco añadir. Para concluir esta nota, y
como un humilde homenaje a la memoria del sabio sacerdote jesuita, a quien
tanto debe la Iglesia Católica y la cultura d nuestra Patria, reproduzco aquí
sus palabras que son la transcripción casi total de su carta del 5 de febrero
de 1970, cuyo original consta en mi archivo:
“...el poema, a que Ud. se refiere,
relacionado con la Vuelta de Obligado, u “Obligadó”, como oí decir en París con
referencia a la estación del Metropolitano, así llamado, es lo que contó Juan
José Biedma
“Estando él tomando exámenes
conmigo allá por 1918, como saliera el tema referente a la Vuelta de Obligado,
me refirió cómo cuando falleció José Manuel Estrada en la Asunción del Paraguay
en 1894, fue él uno de los que formaron la Comisión para ir a esa ciudad y
traer los restos mortales de ese gran ciudadano. Así lo hicimos, y al regresar
con los mismos en el vapor Villarino de la Armada Nacional, quise una noche
subir a cubierta y respirar un poco de aire sano, pues estaba en la sala del
velorio. La noche era oscura ya, pero no tanto que no viera, a lo menos en
parte, la silueta del vapor y lo que no esperaba ver fue lo que mejor vi; en la
proa del vapor estaba de pie un hombre, haciendo la venia o saludo con toda la
grandeza de una estatua de bronce. Es un loco, pensé yo, y con el mayor cuidado
y disimulo me adelanté algunos metros para ver quién era el loco. Era el
capitán del barco: Thorne, hijo de Juan T., el héroe de la Vuelta de Obligado.
Entonces entendí toda la grandeza de ese acto de sublime «locura». El hijo, en
la soledad de la noche, saludando el hecho histórico, tan relacionado con su
señor padre. Juan no murió entonces, pero las heridas que entonces recibiera le
afectaron hasta su deceso en 1885”.
“Creo que me dijo que su hijo era también Juan pero no estoy seguro. / ... / Recuerdo que también me dijo: y al regresar a la sala del velorio pensé: Eso fue José Manuel Estrada, el hombre que siempre estuvo de pie, haciendo la venia a Su Dios y Señor, incondicionalmente a su servicio”.