REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
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Con el diario Mayoría del miércoles 20 de noviembre de 1974, se publicó un suplemento de 80 págs. con motivo de la proclamación oficial del "Día de la Soberanía", de la sanción de la ley nacional 20768/74 disponiendo la repatriación de los restos de Juan Manuel de Rosas y de la ley sancionada por la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, derogando la ley 139 del 28 de julio de 1857.
En dicho suplemento se han publicado artículos de diversos escritores e historiadores, que incluímos en este Blog.
PASCUAL ECHAGÜE, el compañero del triunfo, la derrota y el exilio
por Mario Alberto Uzin
El diario carioca “Jornal do Commercio”, en su edición del 24 de febrero de 1852, publica una extensa reseña de lo ocurrido en la batalla de Caseros cuyo autor, un soldado brasileño, hace referencia a las “hazañas” de sus compatriotas. Cuenta allí el autor que el soldado José Martins se apoderó de “uma bandeira argentina com a legenda ROSAS, ECHAGUE OU MORTE” ¿Quién es este Echagüe cuyo nombre aparece unido en la divisa al de Don Juan Manuel? Se trata de una de las figuras más conspicuas de la Confederación Argentina, sistemáticamente relegada por nuestra historiografía liberal.
General Pascual Echagüe |
IMPRESIONA la soledad de Rosas. En los años de
su gobierno, recluido prácticamente en San Benito de Palermo, con la sola
compañía de Manuelita; en las vísperas de Caseros, asistiendo a la deserción de
los gobernadores de provincias que meses antes lo habían declarado “Jefe
Supremo de la Confederación Argentina” y defraudado por las actitudes dudosas
de sus mejores generales; en la dura lejanía del ostracismo, en Burgess Farm,
solo con la doméstica presencia de Mary Ann Mills.
El diplomático británico Gore,
observa a Palmerston, días después de la batalla de Caseros, que “nunca hubo
hombre tan traicionado” como Rosas.
Y en verdad, si observamos el
cuadro de los principales colaboradores del Restaurador en los momentos de
Caseros, encontramos pocas excepciones: la del brigadier general Pascual
Echagüe una de ellas que, siendo gobernador de Santa Fe, concurrió a ponerse a
las órdenes del Jefe Supremo de la Confederación Argentina. Echagüe es el único
mandatario provincial que en Caseros se encuentra al lado del Restaurador y
que, perdida la batalla final, parte con él hacia el exilio a bordo del
“Conflict”.
Pascual Echagüe nació en Santa Fe
el 17 de mayo de 1797. Pertenecía, dice César Pérez Colman, “a la ilustre
familia santafesina de ese apellido cuyos miembros venían ocupando altas
posiciones públicas en el Río de la Plata, desde muchos años atrás”.
Estudió en Córdoba, en el Colegio
de Monserrat y en esa ciudad se graduó de “doctor en ambos derechos” y en
teología.
Se inició como docente en el
mismo Colegio de Monserrat y, de regreso a su ciudad natal, fue maestro de
primeras letras. Toda su vida mostraría especial preocupación por la educación.
Pero pronto sería absorbido por
el fárrago de la política de la Patria incipiente. Será así funcionario y
militar. Secretario del gobernador Estanislao López —que lo distinguiría siempre
como hombre de su confianza—, en 1825 será nombrado teniente coronel y
comandante de armas de la provincia.
Al lado de López. Echagüe
prestará importantes servicios a su provincia. Será gobernador delegado en 1825,
1826 y en 1828, cuando Estanislao López sale a campaña para luchar contra
Lavalle, tras el pronunciamiento del 1° de diciembre y el fusilamiento de
Dorrego. Como representante de Santa Fe Echagüe firmará el denominado Tratado
del Paraná, por el que su provincia y Entre Ríos acordaron auxiliar a los
orientales en su lucha con los lusitanos, el 4 de agosto de 1823; la Convención
de Amistad con Buenos Aires, del 2 de octubre de 1827 y el pacto ofensivo y
defensivo con Corrientes, el 22 de febrero de 1830. A las órdenes de Estanislao
López, y ya con el grado de coronel, participará de la batalla de Puente de
Márquez, en abril de 1829.
Gobernador de Entre Ríos
Tras los gobiernos de Lucio
Mansilla y León Sola, la provincia de Entre Ríos se sumergió en un período de
turbia anarquía, sucediéndose efímeros gobiernos, levantamientos y
revoluciones.
Caudillos de mayor o menor
arraigo, por sí o aliados a fuerzas extraprovinciales, llegaron al gobierno y cayeron
de él, en una interminable serie de “entreveros”.
Ricardo López Jordán, Pedro
Espino, Pedro Barrenechea, Juan Vicente Zapata, Juan Santa María, León Sola,
Pedro Seguí, Mateo García de Zúñiga, llegan al gobierno provincial y lo dejan,
sin solución de continuidad. Entre reelecciones, gobiernos provisionales,
delegados y propietarios, hubo treinta gobiernos sucesivos en el período que va
desde 1820 a febrero de 1832.
Para terminar con ese desorden,
era necesario encontrar el hombre que, sin dejar de ser enérgico en el momento
necesario, supiera mostrarse blando y conciliador —“abierto al diálogo”, diríamos
hoy—, por encima de las pasiones que convulsionaban y dividían a la política
provincial.
Los integrantes de la Legislatura
entrerriana, encargados de encontrar ese hombre, pusieron sus ojos en Pascua!
Echagüe. Para designarlo gobernador de la provincia de Entre Ríos fue necesario
derogar una ley provincial que vetaba el llegar a la primera magistratura a
quienes no fueran entrerrianos nativos. Esa ley fue dictada durante el gobierno
de Sola, para evitar que un porteño, Lucio Mansilla, pudiera acceder nuevamente
a la gobernación provincial.
Echagüe rechaza, en principio, el
nombramiento. Finalmente acepta el 1° de marzo de 1832 inicia su gobierno,
cerrándose así el período de la anarquía entrerriana.
La actuación de Echagüe al frente
de esa provincia, será de trascendental importancia, tanto en el orden
provincial interno como por su participación en las guerras de la
Confederación. Entre Ríos, siguiendo una trayectoria iniciada en el campo de
Cepeda, será “punta de lanza” de la causa federal.
Durante su largo gobierno,
Pascual Echagüe pone en funcionamiento la cátedra de latinidad creada poco
antes que asumiera el cargo, por iniciativa de fray Francisco de Paula
Castañeda; crea la bandera provincial, que diferenciará a barcos y puertos
entrerrianos de los de otras provincias que contaban con enseña propia; se
fundan las ciudades de La Paz y Diamante, poniéndose en marcha la ciudad de
Concordia, mandada a erigir poco antes; se organiza la administración de
justicia; se crean escuelas y se organiza la administración pública; se manda
construir en Paraná la Alameda de la Federación y la iglesia de San Miguel
Arcángel, se destinó el importe fiscal de los diezmos al mantenimiento de
cátedras de filosofía y teología, con lo que se apuntaló a los estudios de
nivel universitario en la provincia; se sancionó la ley provincial de Aduanas y
se tomaron medidas para favorecer la industria y el comercio.
Por sus servicios, Entre Ríos lo
distinguió con el título de Ilustre Restaurador del Sosiego Público.
La tarea de Echagüe al frente del
gobierno de Entre Ríos debió realizarse alternando la administración con las
campañas militares. Por su ubicación geográfica, en la “carrera del Paraguay”;
limitando, río Uruguay por medio, con la Banda Oriental; paso obligado para una
defensa o ataque contra el Brasil y apto punto de invasión, la provincia de
Entre Ríos era entonces —como ahora— uno de los territorios nacionales de mayor
importancia estratégica.
Tras derrocar a Oribe, el general
oriental Fructuoso Rivera, aliado al gobernador correntino Genaro Berón de
Astrada, ataca a la Confederación Argentina. El 31 de marzo de 1839, en Pago
Largo, las fuerzas entrerrianas que manda Echagüe derrotan al ejército
correntino, cuyo jefe, el gobernador, muere en la batalla.
Habiendo evitado que Berón de
Astrada y Rivera unieron sus fuerzas, y restado el apoyo correntino al “Pardejón”,
Echagüe cruza el río Uruguay, donde se libra la discutida batalla de Cagancha.
La “Gaceta Mercantil” informa de este encuentro adjudicando el triunfo a las
armas de la Confederación, pero la historiografía liberal da crédito a Rivera,
a quien otorga los laureles de la victoria.
Lo cierto es que Cagancha evitó
que Rivera invada a Entre Ríos y obligó a Lavalle —aliado del Pardejón— a
abandonar su proyecto de desembarcar en Buenos Aires, en coincidencia con la
asonada de los “Libres del Sur” para dirigirse a la provincia mesopotámica.
El 22 de setiembre de 1839, las
fuerzas de Lavalle vencen a las que mandaba Vicente Zapata, delegado de
Echagüe. Pero no pueden aprovechar las ventajas de un efímero triunfo y deben
refugiarse en Corrientes, donde el fusilador de Dorrego acuerda con Pedro Ferré
una nueva invasión a territorio entrerriano. El 10 de abril de 1840 Echagüe
frena al ejército invasor en Don Cristóbal y el 16 de julio lo vence en Sauce
Grande.
El resultado de esta última
batalla obliga a Lavalle a abandonar Entre Ríos, embarcándose en la flota de
sus aliados franceses. Pero, como señala Leoncio Gianello, “el retiro de las
fuerzas invasoras no significaba por cierto la paz”.
Siempre al amparo de los
bloqueadores franceses, el gobernador correntino Ferré formó un nuevo ejército,
esta vez al mando de José María Paz, que derrotó a Echagüe en Caaguazú, el 28
de noviembre de 1841.
Días después, Echagüe finalizaba
su cuarto período de gobierno, y será sucedido por Justo José de Urquiza.
Gobernador de Santa Fe
Tras dejar el gobierno
entrerriano, Echagüe no permanecerá mucho tiempo ocioso. Incorporado al
ejército confederal que mandaba Oribe, lucha en su provincia natal, Santa Fe
contra las fuerzas del gobernador Juan Pablo López, que se había aliado con los
unitarios.
Derrocado Mascarilla el 12 de
abril de 1842, Echagüe accede a la gobernación de Santa Fe el 18 de abril. Su
tarea al frente de la provincia donde nació se distinguirá por el fomento de la
educación, la pacificación de los indios hostiles del norte, la reglamentación
del poder judicial y el ordenamiento administrativo de la provincia. En 1843,
Echagüe publicó un indulto para los emigrados por causas políticas, muchos de
los cuales regresaron a la provincia, donde vivieron con tranquilidad.
El 6 de julio de 1845, Mascarilla
López tomó por sorpresa la ciudad de Santa Fe. Mientras la escuadra
anglo-francesa era a duras penas resistida en el Paraná por las fuerzas que
mandaba Lucio Mansilla, el hermano de don Estanislao, experto en cambar de
bando y de color, derrocaba un gobierno federal en una de las provincias que
baña el río cuya soberana se quería hollar.
El 12 de agosto, Mascarilla, a
quien Zinny califica de “una verdadera nulidad", es derrotado en
Malabrigo, y Echagüe vuelve al gobierno.
Lo ejercerá sin mayores altibajos hasta el 15 de octubre de 1851 cuando, delegando
el mando en Urbano de Yriondo, se dirige hacia la provincia de Buenos Aires,
para sumar las fuerzas santafesinas a las del gobernador de ese estado y Jefe
Supremo de la Confederación Argentina, don Juan Manuel de Rosas. Es Pascual
Echagüe el único gobernador de una provincia que concurre en apoyo de Rosas,
ante el pronunciamiento de Urquiza y la invasión del imperio.
Compañero del exilio
Tras la derrota final de Caseros,
donde una de las banderas confederadas rezaba “Rosas, Echagüe o Muerte”. Rosas
se embarca en el buque inglés “Centaur”.
Pocas personas van con él: sus
hijos, Manuelita y Juan; su nuera, Mercedes y su nieto Juan. También lo
acompañan, según la lista de refugiados del “Centaur” remitida a Palmerston, el
brigadier general Pascual Echagüe: el coronel Gerónimo Costa; el coronel Munuel
Febre y otras pocas personas.
Manuel Febre era santafesino,
hombre de confianza de Echagüe, que, al delegar el gobierno en Yriondo lo
nombró jefe de las fuerzas santafesinas. Derrotado por los urquicistas, tras el
cruce en punta Gorda del “ejército grande” , Febre fue a Buenos Aires a
reunirse con Echagüe y sumarse a las fuerzas de Rosas.
El 10 de febrero, los pasajeros del “Centaur” son trasladados al “Conflict”, que esa misma tarde emprende viaje a Inglaterra.
El 25 de abril la nave entra en
el puerto de Plymouth, donde los asilados desembarcan el día siguiente, en las
primeras horas de la tarde.
Echague no permanece en
Inglaterra. Poco después viaja a España, y desde allí regresa al Río de la
Plata, instalándose en Montevideo. El 17 de setiembre de 1857 el gobierno
nacional, instalado en Paraná, le reconoce su grado de brigadier general, tras
lo cual regresa al país.
Es luego senador nacional
representando a las provincias de Catamarca y La Rioja. En 1859 es nombrado
interventor federal en la provincia de Mendoza. Representa a Catamarca en la
convención que reformó la Constitución en 1860. En 1861, el presidente Derqui
lo nombra ministro de Guerra y Marina de la Confederación.
Tras la caída de Derqui, se
retira a su campo San Gabriel, en Entre Ríos, donde fallece el 2 de junio de
1867. Se cerraba así una vida de 70 años dedicada al servicio del país.
La historia liberal ha ignorado
esos servicios. Rosas lo distinguió cuando, en 1846, envía una lápida para la
tumba de Estanislao López, cuya leyenda había sido escrita por la propia mano
del Restaurador. Tras mencionar algunas campañas del “Patriarca de la
Federación”, dice el epitafio: “Le rindió —a la Confederación Argentina—
servicios eminentes, con sus fieles amigos y compañeros Echagüe y Rosas”.
Esa lápida, que se encuentra actualmente en el convento de San Francisco de la capital santafesina, junto a la urna que guarda los restos de López, testimonia que la Federación tuvo tres pilares: Juan Manuel de Rosas, Estanislao López y Pascual Echagüe, el compañero de los triunfos, la derrota y el exilio.