jueves, 30 de junio de 2022

Mayoría - Rosas - Vicente D. Sierra

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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Juan Manuel de Rosas
En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.

Con el diario Mayoría  del miércoles 20 de noviembre de 1974, se publicó un suplemento de 80 págs. con motivo de la proclamación oficial del "Día de la Soberanía", de la sanción de la ley nacional 20768/74 disponiendo la repatriación de los restos de Juan Manuel de Rosas y de la ley sancionada por la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, derogando la ley 139 del 28 de julio de 1857. 

En dicho suplemento se han publicado artículos de diversos escritores e historiadores, que incluímos en este Blog.


Sarmiento y Rosas ante la guerra franco-prusiana de 1870
por Vicente D. Sierra

 

Rosas
La guerra franco-prusiana de 1870 apasionó a los pueblos occidentales, y el de Buenos Aires se contó entre los más fervorosos apasionados en favor de Francia. En carta a Manuel R. García, de octubre de 1870, Sarmiento decía: Aquí se vive en las imprentas esperando boletines de notícias. El público es franco por la república”. Cuando el 21 de enero de 1871 Buenos Aires supo la derrota de Francia, la noticia inesperada para la mayoría, produjo unánime desolación. Se libró de ella Sarmiento, entonces presidente de la Nación, que nunca creyó en un posible triunfo francés, fundado en la imposibilidad de que la República Francesa pudiera mantener “un gobierno que le dé seguridad y duración”, como dijera a García en dicha carta, en la que agregaba: “Supóngolo a usted interesadísimo en la lucha europea. Era usted antes simpático a los esfuerzos franceses por mayor libertad y en contra del imperio; y probablemente espera, como tantos pueblos, un esfuerzo supremo del patriotismo francés para reivindicar el territorio por lo menos. ¿Qué resultaría del triunfo alemán para el progreso humano? Cuestión es ésta que a mí preocupa. Hace muchos años que dejé de ser simpático a las ideas francesas. Deseando ardientemente la libertad los que de ella hablan en Francia han hecho siempre como si se propusieran acabar con lo que aún les quedaba, y me temo que vuelvan a perturbar el mundo con sus ensayos prácticos y apasionados… El gobierno de las sociedades humanas, me digo, es un mecanismo, y es perverso, por inocente que sea su construcción, si no puede preservarse a sí mismo. Los francos republicanos nunca acertaron a crear ese mecanismo, que debían defender, conservar por el gobierno de la libertad. No lo mejorarán en adelante porque no han dejado en sus hechos históricos base alguna en qué fundarlo. La república mal construida trae el imperio; el imperio trae la derrota.

Ahora veamos la Prusia. Su mecanismo de gobierno está montado en acero; absorbe, asimila, disciplina y educa. La República Francesa produce los efectos contrarios. La Prusia militar es hoy Alemania; la Alemania está al frente de las ciencias históricas; y el pueblo alemán educado es el que más realiza el programa de una democracia. ¿Cómo es que los Estados Unidos, y la Alemania, más Nueva Inglaterra y Prusia, se tocan a este respecto? ¿Aprenderán a leer los demócratas franceses? ¡Lo dudo!”.

Después de semejante elogio a los métodos prusianos de gobierno, como forma de realizar “el programa de una democracia”, el 12 de julio de 1871, reafirma esas ideas al decir: “La monarquía en Europa se consolidará, y el sistema prusiano monárquico, educado, disciplinado, sin teorias, pero fuerte por la organización férrea, tenderá a hacer prosélitos, pues el éxito FULMINANTE es una de las piedras de toque de los sistemas políticos”. La Inglaterra solo exterior en los mares tiene pocas ocasiones de poner a prueba sus instituciones. Son los Estados Unidos los que representarían el lado opuesto, la república con gobierno electivo, impersonal, discutiente y amovible. La educación más general, regular, profunda, en Prusia. El ejército más fuerte en Prusia. No sé cómo anda la industria. La de Prusia dice que ha hecho progresos inmensos”. Á estos conceptos Sarmiento agregaba una declaración sorprendente,  diciendo:

“Yo he ido a los Estados Unidos a aprender tiranía; y la verdad es que hubiera querido hacer tomar por tipo aquella pacífica y fuerte república en lugar de las agitaciones tumultuosas de los franceses”.

El choque entre la “tumultuosa” República Francesa y la despótica Prusia colocó a Sarmiento entre los partidarios de ésta y contra aquélla; y como no era hombre de términos medios, metió en danza hasta la Iglesia Católica y al liberalismo francés, para demostrar las razones de su fe en el triunfo prusiano, y agregó en su carta:

“Mientras tanto, vea después de Sadowa lo que queda en limpio. Las naciones protestantes, Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, fuertes, constituidas y victoriosas; las católicas Francia, Italia y España, nosotros en medio de convulsiones seculares sin atinar a darnos un día de reposo. La despótica Prusia ha educado a sus vasallos; la liberal Francia está a merced del plebiscito de los bárbaros”.

Que el autor de “Facundo” escribiera que había ido a Estados Unidos “a aprender tiranía” asombrará a más de un lector, por no tener en cuenta que su liberalismo, en lo político, se ajustó, ejerciendo la presidencia, al de prominentes políticos estadounidenses; quienes creían, como Adams, que si bien el pueblo es la fuente de toda soberanía política, el carácter popular del gobierno debía restringirse por medios adecuados; o quienes, como Jackson, entendían que si el gobierno debía ser emanación de lo popular, debían fortalecerse los poderes del gobernante. Idea ésta que Sarmiento procuró imponer actuando al frente del Poder Ejecutivo, y explica la admiración que tuvo por Bismarck y el régimen prusiano, y el repudio con que siempre consideró el populismo de la Revolución Francesa; siguiendo con ello a todos los constitucionalistas de los Estados Unidos. Sarmiento intentó fortalecer los poderes del presidente de la República, del gobierno, de la administración. En sus opiniones, al respecto, coincidió en más de un punto con Rosas; pero olvidó que el fortalecimiento del poder requiere que el gobierno sea auténtica emanación de la voluntad popular, y el que presidió no tenía tan legítimo origen. En el aprendizaje de la tiranía olvidó que don Juan Manuel de Rosas había aceptado la suma del poder tras previa comprobación de que la voluntad popular esperaba que le fuera acordada. El propio Sarmiento destacó años más tarde el carácter popular del gobierno de Rosas. Puede decirse que Bismarck había respondido a la voluntad de su pueblo, mientras Luis Felipe no podía decir que el suyo respondía a la voluntad de Francia. Por eso, al orden prusiano, Francia no podía oponer sino las turbulencias de un pueblo que no era gobernado por algo que fuera emanación de la realidad nacional, y si el patriotismo de ese pueblo bastó para que pusiera en juego toda su capacidad de heroísmo para no ser vencido, el orden hecho fuerza de Prusia, tenía que imponerse, como ocurrió.

Desde su refugio en Inglaterra, don Juan Manuel de Rosas siguió con preocupación las alternativas de la guerra franco-prusiana. Lo muestra la activa correspondencia que sobre el conflicto mantuvo con sus fieles amigos Antonio Reyes y Josefa Gómez, en la cual sus juicios, de alto contenido social e histórico, lo muestran como observador agudo frente a la superficialidad de Sarmiento. Rosas advierte la expansión de las ideas liberales, las inquietudes del proletariado y la aparición del socialismo, y todo ello lo conduce a comprender la grave situación que vive Europa. Como Sarmiento teme “a la licenciosa tiranía a que llaman libertad”, y en una de sus cartas señala que “si hay algo que necesita de dignidad, decencia y respeto es la libertad, porque la licencia está a su paso”, y señala que el remedio se reduce a evitar que sea atacado el principio en que reposa el orden social. Entre éstos considera fundamental el religioso, a raíz de las consecuencias de la situación creada en 1869 a S.S. Pio IX, y con valentía agrega: “Si el Papa ha de salvar a la Iglesia Católica, necesita dar unas cuantas sacudidas con la tiara a la polilla que la carcome”. Y hay que aceptar que en el momento actual asistimos a esos golpes de tiara que aconsejó don Juan Manuel, lejos del auge monarquista que pronosticó Sarmiento.  

En una de sus cartas sobre la guerra, Rosas afirmó predicciones tan trascendentales que muchas de ellas mantienen su vigencia en el mundo de hoy. Dice al respecto: “Su Majestad el rey Guillermo, aun con su poder extraordinario y sus victorias, debe sentir ya los ojos llorosos por no haber sido generoso después de Sedán, cumpliendo su declaración al principio de la guerra” Reprocha la conducta egoísta de Inglaterra, que ha dejado a Francia en manos de Prusia, y opina que el rey “Guillermo y Bismarck siguen su camino de ambición embriagados por sus triunfos, con la cabeza desnuda de toda sana razón. Así no conocen el mal que se hacen y hacen a las naciones de ambos mundos al someter y apoyar a la Francia y crearse un poder tan temible, tanto más al imponer la soberanía imperial de Alemania, ¿Dónde está la regla de moral y el equilibrio reclamados para la paz y bienestar de las naciones”. Vislumbra como un peligro para el mundo una unión posible de los dos poderosos imperios, el germánico y el ruso, y juzga que todo ello surge de la enseñanza libre. En carta de 12 de mayo de 1872 dice: “Por la enseñanza libre la más noble de las profesiones se convierte en arte de explotación en favor de los charlatanes, de los que profesan ideas falsas subversivas de la moral o del orden público. La enseñanza libre introduce la anarquía en las ideas de los hombres, que se forman bajo principios opuestos o variados al infinito. Así el amor a la patria se extinguirá, el gobierno constitucional será imposible, porque no encontrará la base sólida de una mayoría suficiente para seguir un sistema en medio de la opinión pública confundida, como los idiomas en la torre de Babel. Ahora mismo Francia, España y los Estados Unidos están delineando el porvenir. Las naciones, o vivirán constantemente agitadas, o tendrán que someterse al despotismo de alguno que quiera y pueda ponerlas en paz”. ¿A qué “enseñanza libre” se refiere Rosas? No, por cierto, a lo que actualmente se conoce con ese nombre. Rosas no repudia la libertad de enseñar, sino al libertinaje intelectual a que conduce, con el falso pretexto de defender la libertad de cátedra, que los centros de enseñanza se truequen en escuelas destructoras del orden social, desvirtuando las enseñanzas espirituales de los pueblos. Hay en esta opinión un contenido trascendental, en cuanto afirma la importancia de que se eduque para el desarrollo de los valores morales y espirituales afirmados en las esencias tradicionales de cada pueblo.

Cuando en nombre de la libertad el artista pretende tener derechos especiales a pintar o esculpir como quiera, lo que quiera, a título de lo que considera obra de arte por autoafirmación; el literato se considera libre de escribir en ofensa de usos y costumbres; el maestro de enseñar lo que se le dé la gana; el periodista a ofender, el cine a enlodar, olvidando todos y cada uno de ellos que no son entes absolutos sino elementos de una comunidad social, a cuyo fortalecimiento están obligados el arte, las letras, la enseñanza y los medios de comunicación la libertad pasa a ser puro libertinaje; pues la libertad es, sobre todo una responsabilidad y, por lo mismo una disciplina. A tal libertinaje se refirió Rosas para señalar la debilidad de Francia en aquella oportunidad, y a la par señaló lo que habría de ocurrir siguiendo ese camino. Valiente premonición la suya. En la hora actual nuestra Argentina lucha para liberarse de ese libertinaje que avanzaba en su seno. Es que desde Southampton, Rosas sigue abriendo caminos al andar argentino.