REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
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Con el diario Mayoría del miércoles 20 de noviembre de 1974, se publicó un suplemento de 80 págs. con motivo de la proclamación oficial del "Día de la Soberanía", de la sanción de la ley nacional 20768/74 disponiendo la repatriación de los restos de Juan Manuel de Rosas y de la ley sancionada por la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, derogando la ley 139 del 28 de julio de 1857.
En dicho suplemento se han publicado artículos de diversos escritores e historiadores, que incluímos en este Blog.
Ahora veamos la Prusia. Su mecanismo de gobierno está montado en acero;
absorbe, asimila, disciplina y educa. La República Francesa produce los efectos
contrarios. La Prusia militar es hoy Alemania; la Alemania está al frente de
las ciencias históricas; y el pueblo alemán educado es el que más realiza el
programa de una democracia. ¿Cómo es que los Estados Unidos, y la Alemania, más
Nueva Inglaterra y Prusia, se tocan a este respecto? ¿Aprenderán a leer los
demócratas franceses? ¡Lo dudo!”.
Después de semejante elogio a los
métodos prusianos de gobierno, como forma de realizar “el programa de una democracia”, el 12 de julio de 1871, reafirma
esas ideas al decir: “La monarquía en
Europa se consolidará, y el sistema prusiano monárquico, educado, disciplinado,
sin teorias, pero fuerte por la organización férrea, tenderá a hacer
prosélitos, pues el éxito FULMINANTE es una de las piedras de toque de los
sistemas políticos”. La Inglaterra solo exterior en los mares tiene pocas ocasiones
de poner a prueba sus instituciones. Son los Estados Unidos los que
representarían el lado opuesto, la república con gobierno electivo, impersonal,
discutiente y amovible. La educación más general, regular, profunda, en Prusia.
El ejército más fuerte en Prusia. No sé cómo anda la industria. La de Prusia
dice que ha hecho progresos inmensos”. Á estos conceptos Sarmiento agregaba
una declaración sorprendente, diciendo:
“Yo he ido a los Estados Unidos a aprender tiranía; y la verdad es que
hubiera querido hacer tomar por tipo aquella pacífica y fuerte república en
lugar de las agitaciones tumultuosas de los franceses”.
El choque entre la “tumultuosa” República Francesa y la
despótica Prusia colocó a Sarmiento entre los partidarios de ésta y contra
aquélla; y como no era hombre de términos medios, metió en danza hasta la
Iglesia Católica y al liberalismo francés, para demostrar las razones de su fe
en el triunfo prusiano, y agregó en su carta:
“Mientras tanto, vea después de Sadowa lo que queda en limpio. Las
naciones protestantes, Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, fuertes,
constituidas y victoriosas; las católicas Francia, Italia y España, nosotros en
medio de convulsiones seculares sin atinar a darnos un día de reposo. La
despótica Prusia ha educado a sus vasallos; la liberal Francia está a merced
del plebiscito de los bárbaros”.
Que el autor de “Facundo”
escribiera que había ido a Estados Unidos “a
aprender tiranía” asombrará a más de un lector, por no tener en cuenta que
su liberalismo, en lo político, se ajustó, ejerciendo la presidencia, al de
prominentes políticos estadounidenses; quienes creían, como Adams, que si bien
el pueblo es la fuente de toda soberanía política, el carácter popular del
gobierno debía restringirse por medios adecuados; o quienes, como Jackson,
entendían que si el gobierno debía ser emanación de lo popular, debían fortalecerse
los poderes del gobernante. Idea ésta que Sarmiento procuró imponer actuando al
frente del Poder Ejecutivo, y explica la admiración que tuvo por Bismarck y el
régimen prusiano, y el repudio con que siempre consideró el populismo de la
Revolución Francesa; siguiendo con ello a todos los constitucionalistas de los
Estados Unidos. Sarmiento intentó fortalecer los poderes del presidente de la
República, del gobierno, de la administración. En sus opiniones, al respecto,
coincidió en más de un punto con Rosas; pero olvidó que el fortalecimiento del
poder requiere que el gobierno sea auténtica emanación de la voluntad popular,
y el que presidió no tenía tan legítimo origen. En el aprendizaje de la tiranía
olvidó que don Juan Manuel de Rosas había aceptado la suma del poder tras
previa comprobación de que la voluntad popular esperaba que le fuera acordada.
El propio Sarmiento destacó años más tarde el carácter popular del gobierno de
Rosas. Puede decirse que Bismarck había respondido a la voluntad de su pueblo,
mientras Luis Felipe no podía decir que el suyo respondía a la voluntad de
Francia. Por eso, al orden prusiano, Francia no podía oponer sino las
turbulencias de un pueblo que no era gobernado por algo que fuera emanación de
la realidad nacional, y si el patriotismo de ese pueblo bastó para que pusiera
en juego toda su capacidad de heroísmo para no ser vencido, el orden hecho
fuerza de Prusia, tenía que imponerse, como ocurrió.
Desde su refugio en Inglaterra,
don Juan Manuel de Rosas siguió con preocupación las alternativas de la guerra
franco-prusiana. Lo muestra la activa correspondencia que sobre el conflicto
mantuvo con sus fieles amigos Antonio Reyes y Josefa Gómez, en la cual sus
juicios, de alto contenido social e histórico, lo muestran como observador
agudo frente a la superficialidad de Sarmiento. Rosas advierte la expansión de
las ideas liberales, las inquietudes del proletariado y la aparición del
socialismo, y todo ello lo conduce a comprender la grave situación que vive
Europa. Como Sarmiento teme “a la
licenciosa tiranía a que llaman libertad”, y en una de sus cartas señala
que “si hay algo que necesita de
dignidad, decencia y respeto es la libertad, porque la licencia está a su paso”,
y señala que el remedio se reduce a evitar que sea atacado el principio en que
reposa el orden social. Entre éstos considera fundamental el religioso, a raíz
de las consecuencias de la situación creada en 1869 a S.S. Pio IX, y con
valentía agrega: “Si el Papa ha de
salvar a la Iglesia Católica, necesita dar unas cuantas sacudidas con la tiara
a la polilla que la carcome”. Y hay que aceptar que en el momento actual
asistimos a esos golpes de tiara que aconsejó don Juan Manuel, lejos del auge
monarquista que pronosticó Sarmiento.
En una de sus cartas sobre la
guerra, Rosas afirmó predicciones tan trascendentales que muchas de ellas
mantienen su vigencia en el mundo de hoy. Dice al respecto: “Su Majestad el rey Guillermo, aun con su
poder extraordinario y sus victorias, debe sentir ya los ojos llorosos por no haber
sido generoso después de Sedán, cumpliendo su declaración al principio de la
guerra” Reprocha la conducta egoísta de Inglaterra, que ha dejado a Francia
en manos de Prusia, y opina que el rey “Guillermo
y Bismarck siguen su camino de ambición embriagados por sus triunfos, con la
cabeza desnuda de toda sana razón. Así no conocen el mal que se hacen y hacen a
las naciones de ambos mundos al someter y apoyar a la Francia y crearse un
poder tan temible, tanto más al imponer la soberanía imperial de Alemania,
¿Dónde está la regla de moral y el equilibrio reclamados para la paz y
bienestar de las naciones”. Vislumbra como un peligro para el mundo una unión
posible de los dos poderosos imperios, el germánico y el ruso, y juzga que todo
ello surge de la enseñanza libre. En carta de 12 de mayo de 1872 dice: “Por la enseñanza libre la más noble de las
profesiones se convierte en arte de explotación en favor de los charlatanes, de
los que profesan ideas falsas subversivas de la moral o del orden público. La
enseñanza libre introduce la anarquía en las ideas de los hombres, que se
forman bajo principios opuestos o variados al infinito. Así el amor a la patria
se extinguirá, el gobierno constitucional será imposible, porque no encontrará
la base sólida de una mayoría suficiente para seguir un sistema en medio de la
opinión pública confundida, como los idiomas en la torre de Babel. Ahora mismo
Francia, España y los Estados Unidos están delineando el porvenir. Las
naciones, o vivirán constantemente agitadas, o tendrán que someterse al
despotismo de alguno que quiera y pueda ponerlas en paz”. ¿A qué “enseñanza libre” se refiere Rosas?
No, por cierto, a lo que actualmente se conoce con ese nombre. Rosas no repudia
la libertad de enseñar, sino al libertinaje intelectual a que conduce, con el
falso pretexto de defender la libertad de cátedra, que los centros de enseñanza
se truequen en escuelas destructoras del orden social, desvirtuando las
enseñanzas espirituales de los pueblos. Hay en esta opinión un contenido
trascendental, en cuanto afirma la importancia de que se eduque para el
desarrollo de los valores morales y espirituales afirmados en las esencias
tradicionales de cada pueblo.
Cuando en nombre de la libertad el artista pretende tener derechos especiales a pintar o esculpir como quiera, lo que quiera, a título de lo que considera obra de arte por autoafirmación; el literato se considera libre de escribir en ofensa de usos y costumbres; el maestro de enseñar lo que se le dé la gana; el periodista a ofender, el cine a enlodar, olvidando todos y cada uno de ellos que no son entes absolutos sino elementos de una comunidad social, a cuyo fortalecimiento están obligados el arte, las letras, la enseñanza y los medios de comunicación la libertad pasa a ser puro libertinaje; pues la libertad es, sobre todo una responsabilidad y, por lo mismo una disciplina. A tal libertinaje se refirió Rosas para señalar la debilidad de Francia en aquella oportunidad, y a la par señaló lo que habría de ocurrir siguiendo ese camino. Valiente premonición la suya. En la hora actual nuestra Argentina lucha para liberarse de ese libertinaje que avanzaba en su seno. Es que desde Southampton, Rosas sigue abriendo caminos al andar argentino.