REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
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Con el diario Mayoría del miércoles 20 de noviembre de 1974, se publicó un suplemento de 80 págs. con motivo de la proclamación oficial del "Día de la Soberanía", de la sanción de la ley nacional 20768/74 disponiendo la repatriación de los restos de Juan Manuel de Rosas y de la ley sancionada por la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, derogando la ley 139 del 28 de julio de 1857.
En dicho suplemento se han publicado artículos de diversos escritores e historiadores, que incluímos en este Blog.
por Ernesto Palacio
Ernesto Palacio |
Sabía que la solución estaba en la causa de los pueblos identificada
con el federalismo. Pero el peligro próximo del federalismo era la desintegración.
Tal era el argumento de los directorales y los unitarios que habían pretendido
conjurarla mediante la intervención militar y la constitución centralista sin
otro resultado que exacerbar el patriotismo local y el odio a Buenos Aires.
Esa política nos había ocasionado la pérdida de las
provincias altoperuanas, del Paraguay y de la Banda Oriental y no era probable
que el movimiento se detuviese allí pues ya intrigaban los emigrados en la
Mesopotamia por el Este, en Cuyo por el Oeste y en Jujuy y Salta por el Norte.
A la tarea de conciliar dos término: aparentemente contradictorios —la autonomía
con la unidad— se aplicó Rosas con todas las fuerzas de su alma y todos los
recursos de su indudable genio político y triunfó en ella venciendo obstáculos
que a cualquier otro habrían resultado insalvables: recelos e intrigas internas,
calumnia sistemática, resistencia armada, intervención extranjera.
Era natural que, para lograr su objeto se erigiera en único
juez de sus medios, por ser el único que dominaba la totalidad de las circunstancias,
atento por su situación como por su comprensión excepcional de la realidad
concreta. ¿Cómo reprocharle que haya sido a veces duro, si él consideraba esa
dureza necesaria? En esas ocasiones es casi seguro que tenía razón y que las
ejecuciones capitales que ordenó para salvar la patria asumieron un carácter de
sacrificio de sangre ineludible y casi diríamos sacramental. Sea esto dicho
para encarar de frente el cargo más constante contra el Restaurador sin aceptar
por ello que haya sido especialmente sanguinario. La crítica histórica ha
demostrado que las “tablas de sangre” de sus adversarios se hallan tan cargadas
como las que a él se le atribuyen, sin justificarse por los resultados, desde Dorrego
hasta Chilavert y el Chacho.
Si es así, ¿cómo se explica su leyenda? En el fondo, no
tiene otro origen que la antipatía tradicional en la América hispana del
especulativo (fraile o leguleyo) contra el activo (encomendero o militar), del
hombre de toga o levita contra el de espada o lanza. Basta leer las expresiones
con que se refieren a él en su correspondencia los unitarios desterrados desde
los comienzos de su gobierno es decir mucho antes de que hubiera realizado
ningún acto de rigor. Es el bárbaro, el salvaje el “gaucho bruto” ¡Ah los escrúpulos
de los tenderitos graduados en el colegio y que se sienten muy superiores a sus
compatriotas porque abominan de España y de la religión, ante el magnífico
campesino que acaba de frustrar sus esperanzas de imponer al país el reinado de
sus “luces”!
(Historia de la Argentina, 1954).