domingo, 24 de abril de 2022

Piedra Buena

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

Publicamos a continuación un breve artículo aparecido en la Segunda Sección del diario La Prensa, cuya fecha exacta no podemos precisar pero que fue en la década del '70 del siglo pasado.

Luis Piedra Buena. Un pionero de nuestra soberanía.
Por Bernado Enrique Ribas

Luis Piedrabuena


En la época en que nuestro país iniciaba el difícil camino hacia la organización nacional, tras la caída de la tiranía de Rosas, la vasta extensión situada al sur de la provincia de Buenos Aires era un territorio casi desconocido, en poder de los indios, al que se calificaba en forma imprecisa como “desierto”. Además, era ambicionado por la vecina República de Chile.
Fue a partir de entonces que un pequeño grupo de audaces navegantes se anticipó a la conquista del desierto e inició la exploración de las costas patagónicas y de las islas australes, implantando en ellas el pabellón nacional para proclamar la legítima soberanía argentina sobre las mismas. Uno de los primeros y más activos fue el comandante Luis Piedra Buena (así debe escribirse), de quien se dijo que “es un hecho histórico que a sus trabajos y a su patriótico anhelo se debe en gran parte la reivindicación de los territorios australes de la República Argentina, sobre los cuales fue el primero en llamar la atención”.
Nacido en Carmen de Patagones el 24 de agosto de 1833, respondió desde niño al irresistible llamado del mar. El capitán Lemón lo inició en la actividad marítima como grumete de su barco, en el que viajó hasta los Estados Unidos. A los dieciséis años se enroló como tripulante de otra nave, la “John E. Davison”, dedicada a la caza de ballenas y al salvamento de náufragos. Recorrió así las islas Malvinas, la isla de los Estados, la Tierra del Fuego y. ascendido a primer oficial, dirigió personalmente el rescate de numerosas víctimas de naufragios comandando una goleta que le confió su mentor y amigo el capitán Smiley, que en 1854 lo llevó nuevamente a los Estados Unidos. Ahí perfeccionó, en una prolongada estadía, Sus conocimientos teóricos y técnicos como navegante y, desde Nueva York, regresó a su patria a bordo de la goleta Nancy, siempre bajo el mando de Smiley. 
Su habilidad y arrojo fueron proverbiales, y llegó a rescatar tripulaciones íntegras como la del ballenero norteamericano Dolphin. Como premio a sus servicios el gobierno argentino le donó la isla Pavón, en la desembocadura del río Santa Cruz, donde instaló una pequeña factoría constituida por tres modestas construcciones. Adquirió la Nancy, a la que rebautizó como Espora, en homenaje al célebre marino que fue, puede decirse, el primer criollo que se destacó en la guerra naval. Se dedicó con la misma a la caza de lobos y elefantes marinos y creó una flotilla que incluía el bergantín Carlitos y la goleta Julia. Exploró las islas Wollaston, Ermita, Falso y Cabo de Hornos, en uno de cuyos peñascos colocó una inscripción que decía: “Aquí termina el dominio de la República Argentina”.
Luis Piedra Buena
Cúter Luisito. Acuarela de Emilio Biggieri

No descuidó, mientras tanto, la noble misión que se había impuesto: la de salvar vidas humanas, lo que le valió el elogio de importantes gobernantes de la época, como la reina Victoria. El kaiser de Alemania, Guillermo 1°, le regaló para premiar uno de sus actos de arrojo, un magnífico anteojo-telescopio en un estuche con una plaqueta que rezaba: “Nosotros, Guillermo, por la gracia de Dios Emperador de Alemania y Rey de Prusia: Concedemos esta caja como recuerdo de gratitud al capitán D. Luis Piedra Buena, del buque argentino Luisito, por los servicios prestados en el salvamento de la tripulación del doctor Hanson naufragado en octubre de 1874”. Es de hacer notar que el cúter Luisito había sido construido con los restos de la goleta Espora, que como consecuencia de una fuerte tormenta había encallado en las costas de la isla de los Estados.
Todas esas hazañas que permitían reivindicar la soberanía argentina en el sur se realizaron antes de que el general Roca iniciara la conquista del desierto. Los méritos que implicaban fueron reconocidos y por eso fue designado en 1864, por el presidente Bartolomé Mitre, capitán honorario de la Armada. En 1878 recibió los despachos de sargento mayor y, finalmente, fue ascendido en 1882 a teniente coronel de Marina.
Luis Piedra Buena
Base del Comandante Luis Piedra Buena en la isla Pavón
Óleo sobre tela. Museo Naval de la Nación

Relatar en detalle todos los aspectos de la actuación de Piedra Buena demandaría una extensa biografía. La última embarcación que adquirió fue, en 1878, el velero artillado Cabo de Hornos. Lo trajo hasta el Riachuelo, en las cercanías del puerto de Buenos Aires, y por disposición del presidente Nicolás Avellaneda estableció en el mismo una escuela de grumetes. En 1882 el gobierno nacional, entonces presidido por el general Roca, resolvió levantar faros y balizas en las costas de la Patagonia y de la Tierra del Fuego, para lo cual se envió una flotilla con la dirección científica del sabio italiano Giacomo Bove. Piedra Buena recibió la orden de acompañarlo con su barca Cabo de Hornos en calidad de asesor. La expedición duró ocho meses y fue su último viaje. Cuando se disponía a partir nuevamente, hacia el estrecho de Lemaire, cayó postrado por una súbita enfermedad. Murió el 10 de agosto de 1883. La tripulación del Cabo de Hornos y un batallón de marinería lo acompañaron hasta su última morada, para rendirle los honores correspondientes a los servicios prestados como pionero de muestra soberanía en los territorios del sur.