domingo, 24 de abril de 2022

El Bicentenario - Algo para recordar

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.

El artículo publicado a continuación apareció en la revista El Tradicional  N° 94 de marzo de 2010.


 



- EL BICENTENARIO -

ALGO PARA REFLEXIONAR 

Por Héctor Guillermo García


Se acerca mayo y vamos a cumplir la segunda centuria de vida independiente.

Cabría preguntarse ¿en 1810 nos independizamos? ¿O cambiamos de amo? Me inclino por lo segundo.

Desde la enseñanza primaria nos vienen repitiendo hasta el cansancio que en 1806 y 1807 rechazamos dos invasiones inglesas, y que la “bandera argentina jamás será atada al carro de ningún vencedor de la tierra”. ¿Fue así?

Lo que no se ve o no se quiere ver, es que los ingleses a lo largo de la historia pierden batallas, pero terminan ganando la guerra final. Algo de esto lo pudimos comprobar en la guerra de las Malvinas. Lo que no consiguen por la fuerza lo logran por el soborno económico.

Inglaterra desde épocas remotas, se convirtió en imperio, por ser poseedora de dos islas carenciadas de recursos, por eso salieron siempre a conquistar territorios, crear colonias y abastecerse de ellas.

Los primeros esclavos que tuvieron fueron los escoceses, irlandeses y galeses.

Volviendo a 1806 y 1807, al encontrar las fuerzas británicas una férrea resistencia de la población criolla, tuvieron que capitular y retirarse. Pero al tiempo volvieron y por la vía pacífica del soborno lograron su objetivo de dominación.

Se conectaron con los comerciantes más fuertes del Río de la Plata, les propusieron asociarse comercialmente a ellos, ofreciéndole mayores beneficios, que operando con la colonia española.

Aceptaron inmediatamente y junto con ello los condicionamientos impuestos por el nuevo amo. En ese entonces éramos, junto con Uruguay, Chile, Bolivia, Paraguay, y el sur del Brasil, las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Inglaterra exigió que las provincias rioplatenses se constituyeran en estados independientes. Entre otros condicionamientos, exigieron la creación de un estado tapón entre la Argentina y Brasil y se declaró independiente al Uruguay.

A partir de entonces ambas naciones funcionaron estatalmente de acuerdo con los lineamientos estipulados por Inglaterra. Luego se sumó a ella Estados Unidos. Estas dos potencias siempre trabajaron juntas.

Se producen, a partir de 1810, las guerras intestinas, luego el derrocamiento de Rosas, la Guerra de la Triple Alianza, donde se destruye al Paraguay, se eliminan las rebeliones de los caudillos del interior, y llegamos a 1880. En este año asume la presidencia del país, el general Julio Argentino Roca, tucumano, y funda el estado moderno argentino, vigente en la actualidad. Lo funda en base a un proyecto inglés, conocido como Proyecto del 80, que fue en beneficio casi exclusivo de la pampa húmeda, la zona central, sur de Córdoba, parte del Litoral, Santa Fe, Entre Ríos. Y el resto del país quedó olvidado por decreto hasta el presente.

Roca, decretó que el país tenía que ser gobernado y digitado desde Buenos Aires.

La fisonomía del país cambió para bien y para mal, por obra de hombres de buena fe, pero equivocados en gran parte. Allí se produce un bache entre el viejo país de raíces hispanoamericanas y amerindias y la nueva Argentina que nace con la instalación del alambrado, el ferrocarril, el telégrafo y la inmigración que llegaba a raudales.

El Proyecto del 80, pese a la influencia inglesa, llevó a la Argentina a ocupar el quinto lugar en el orden mundial.

Entre otros aspectos Buenos Aires fue la primera ciudad de América , que tuvo subterráneos, aquí nació el primer sistema de radiofonía comercial siendo los primeros en el mundo en tener este medio de comunicación. Sesenta días después empezó a funcionar en Estados Unidos. Y así otros logros.

En lo cultural, a nivel de elites intelectuales, empezó a predominar un gusto por todo lo europeo, principalmente por lo francés.

La inmigración procedente de Europa, seguía llegando en gran cantidad. El desequilibrio demográfico fue tan grande, que contribuyó a que entre fines del siglo 19 y principios del 20 el número de extranjeros superara a los nativos del país.

El fundamento filosófico del proyecto ochentista fue el positivismo, sostenedor de que el fundamento de la sociedad es la economía, se fomentaba la creencia del progreso indefinido. Lo que ha contribuido hasta el presente a socavar las raíces histórico-culturales de la nacionalidad. Haciendo perder el sentido de comunidad.

Una mente preclara de entonces sostuvo algo así: “los pueblos que se mercantilizan al extremo van camino hacia su propia destrucción”.

Poco duró este momento de esplendor económico. Los sectores de medianos y altos recursos se volcaron al consumo excesivo, la especulación, el lujo. Lo que derivó en la crisis de 1890, siendo presidente de la República, el cordobés Miguel Juárez Celman, concuñado del general Julio A. Roca.

Esta crisis provocó la quiebra de empresas, comercios, la ruina de varias familias, momentos dramáticos vivió el país que registró en gran parte la literatura de la época: “La Bolsa” de Julián Martel, “Sin Rumbo” (Eugenio Cambaceres), Roberto J. Payró hizo su aporte con “Cuentos de Pago Chico”, “El Casamiento de Laucha”, etc.

Juárez Celman tuvo que renunciar antes de finalizar su mandato. Lo sucedió Carlos Pellegrini, y a éste Julio A. Roca.

La tormenta amainó, y llegamos  a 1910, a la Argentina del Centenario. Debido a la inmigración masiva, y fundamentalmente al concepto positivista que tenía como valor absoluto lo económico, este cosmopolitismo disolvente hizo perder el concepto de país. Algo que sigue vigente en el presente.

Esta situación nada alentadora, conmovió a un grupo destacado de intelectuales, eran jóvenes escritores provenientes del interior del país, residentes en la Capital Federal que se abocaron a la lucha por el rescate y afirmación del ser nacional.

Deben rescatarse algunos nombres como; el del riojano Joaquín V. González, Ricardo Rojas, Manuel Gálvez, Leopoldo Lugones, Martiniano Leguizamón.

Joaquín V. González, por ese entonces publicó “Mis Montañas”, “La Tradición Nacional”, obras de carácter regional.

Manuel Gálvez y Ricardo Rojas, con diferencia de dos años cada uno, 1906 y 1907, viajaron a Europa y regresaron con una nueva visión de la situación compleja del país y tuvieron una mayor toma de conciencia sobre el problema del ser argentino.

Gálvez publicó apenas llegado, “El Diario de Gabriel Quiroga”, y “La Maestra Normal”.

Ricardo Rojas, dio a conocer un libro muy polémico; “La Restauración Nacionalista”, recibió ataques de la derecha, la izquierda, del medio, arriba, etc. Fue defendido por Miguel de Unamuno y Jean Jaurés, desde la páginas de La Nación.

El entrerriano Martiniano Leguizamón, aportó “De Cepa Criolla”, “Montaraz”, entre otros.

A esto se sumaron las memorables conferencias de Leopoldo Lugones en el desaparecido Teatro Odeón de Buenos Aires, destacando la importancia del “Martín Fierro”, por lo que también fue muy cuestionado por las elites intelectuales de entonces.

Los otros escritores, también aportaron, además de sus escritos, conferencias, en distintas partes del país.

Ricardo Rojas, sostenía en su obra mencionada: “Para rescatar el espíritu nacional, en medio de esta sociedad donde se ahoga -escribe- salvemos la escuela argentina, ante el clero exótico, ante el oro exótico, y ante la prensa que refleja nuestra vida exótica sin conocerla”.

Luego sostiene: “Medio siglo de cosmopolitismo en la población, de capitalismo europeo en las empresas, de abdicaciones en el pensamiento político, de enciclopedismo en la escuela oficial y de internacionalismo en la escuela privada, no favorecen, desde luego la difusión de las ideas nacionalistas. Lo que a fuerza de ser argentinos, empiezan a sentirse extranjeros en su propia patria”.

Termina: “Si el pueblo argentino prefiere una vocación suicida, si abdica de su personalidad e interrumpe su tradición, y deja de ser lo que secularmente ha sido, legará a la historia el nuevo ejemplo de un pueblo, que, como otro fue indigno de sobrevivir, al renunciar al pasado renunciará a su propia posteridad”.

Llegamos al Bicentenario y lamentablemente sigue el mismo concepto positivista de 1880, agudizando el individualismo del ciudadano, además fomentando el desarraigo, al negar todo lo proveniente del pasado argentino. Por ello vemos cada funcionario que llega al Gobierno, trata de enriquecerse al día siguiente.

A nivel cultural y artístico, existen algunas voluntades aisladas en el tradicionalismo que tratan de continuar con los mandatos de estos destacados intelectuales del Centenario.

Pero actualmente no existen figuras referenciales como Joaquín V. González, Ricardo Rojas, Manuel Gálvez, Lugones, Martiniano Leguizamón.

Mientras tanto, en la penumbra siguen existiendo posturas mentales, que con la indiferencia o la negación sutil desconocen el pasado nacional, pretendiendo crear una cultura a partir de cero. Algo que es una aberración.

Es necesario una concientización de los argentinos ligados espiritual y emotivamente al suelo nativo para terminar de restaurar lo genuinamente argentino, recuperando las raíces culturales de antaño. Si no seguiremos como hasta ahora, siendo multitud, sin rumbo fijo ni norte señero.