domingo, 24 de abril de 2022

Marcos Sastre - Salón literario

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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Marcos Sastre

En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.

En la revista El Tradicional  N° 88 de noviembrede 2008, se publicó el siguiente interesante artículo sobre un personaje poco conocido.






Reivindicación de un federal olvidado

MARCOS SASTRE  

por el Prof. Ismael R. Pozzi Albornoz *  


 

El Tradicional
Marcos Sastre. Carte de visite. C. 1860

 

Fue sin duda una de las personalidades más importantes del mundo intelectual del siglo XIX en ambas orillas del Río de la Plata, y sin embargo su vida y obra aparecen veladas por un injustificado olvido. De honda raigambre federal, no cayó en posturas extremas, por lo que los más exaltados partidarios del Restaurador lo miraron con recelo y los liberales con aprensión. Mucho antes que Sarmiento, Marcos Sastre se mostró pionero en innovaciones educativas, fomento de la enseñanza y apertura de bibliotecas; y sus libros vendidos por miles lo convirtieron en el autor más leído de su tiempo. Vaya entonces esta nota como un modesto homenaje en el bicentenario de su natalicio.

Semblanza biográfica

Hijo del catalán Antonio Sastre y de la criolla Jerónima Rodríguez nació en Montevideo el 2 de octubre de 1808. Cuando los portugueses lanzaron su formidable invasión contra la Banda Oriental la familia emigró, en 1817, primero al Arroyo de la China, actual Concepción del Uruguay en la provincia de Entre Ríos, luego a Santa Fe y, poco después, a Córdoba. En esta última ciudad completó sus estudios secundarios en el emblemático Colegio de Monserrat, anexo a la no menos famosa universidad. Sus innatas condiciones artísticas hicieron que en 1827 ganara una beca para perfeccionase en dibujo y pintura en Buenos Aires. Un año después regresó a Córdoba, matriculándose para completar los cursos universitarios de Filosofía y simultáneamente abrió una escuela de lectura, dibujo y latinidad, siguiendo una vocación que ya se insinuaba como dominante.

En 1830 retornó a la ciudad porteña comenzando en su universidad estudios de jurisprudencia, proyecto que quedaría trunco por un imprevisto viaje. Habiendo sido electo gobernador del Estado Oriental el brigadier general Juan Antonio Lavalleja escribió a los padres de Marcos Sastre pidiéndoles su autorización para tenerlo como asistente y asignarle algún empleo público y así, contando apenas 22 años, partió para Montevideo donde fue designado oficial mayor de la Secretaría del Senado. Allí se inició en el periodismo, escribiendo artículos sobre crítica literaria y educación popular, que curiosamente no firma con nombre propio sino usando tres seudónimos: “Un escolar”; “Un joven montevideano” y “Dos montevideanos”. También la imprenta católica Caridad lo tuvo como colaborador y en ella editó, en 1832, su Compendio de la historia sagrada seguida de un diccionario latino-español para uso de los que deseen entender la lengua latina, manual basado en el Epitome de Carlos Francisco Lhomond, que había escrito para simplificar el aprendizaje del latín. Con su trabajo allanó ese inconveniente y reafirmó la importancia y necesidad de su estudio en la formación humanista de los alumnos. Conviene señalar que antes había realizado un corto viaje a Córdoba, donde contrajo enlace con su prometida Genuaria de Aramburu, a la que pintó en una preciosa miniatura de porcelana. Poco después de ver la luz su Compendio, en 1833, estalló una revolución en Montevideo encabezada por Juan Lavalle en contra del general Fructuoso Rivera, y por no verse envuelto en compromisos políticos Marcos Sastre renunció a su cargo, regresando a Buenos Aires.

El Salón Literario

A poco abrió aquí la llamada “Librería Argentina” ubicada en la calle Reconquista N° 54, comercio que tuvo como nota distintiva contar con un sistema de trueque el cual, unido a la baratura de los libros, le dio rápida fama; aunque en realidad tal modalidad obedecía a un criterio moralizador del dueño quien entregaba obras de un alto valor formativo a cambio de otras que por su contenido no lo tenían y que separaba para su destrucción, evitando así la perniciosa influencia de ciertas lecturas. Fue regla de vida que nunca de sus anaqueles saldría un texto que no procurara la mejor formación del ciudadano. El progreso del negocio fue tal que dos años después tuvo que trasladarse a un local más amplio en el N° 72 de la misma acera, y en enero de 1835 inauguró allí un “Gabinete de Lectura” que contaba con mil volúmenes cuidadosamente escogidos y agrupados temáticamente, estando dotado además de comodidades suficientes para que los usuarios pudieran disfrutar de ellos. También aquí realizó otra innovación interesante, porque mediante una pequeña suscripción los abonados podían llevar los libros a sus casas, con lo cual dio origen a la primera biblioteca circulante del país. Esto sin perjuicio de prestar gratuitamente a los estudiosos aquellas obras que por su costo o rareza no resultaban accesibles. La calidad del servicio y cordialidad en el trato le creó rápidamente una significativa nómina de clientes debiendo trasladarse nuevamente, siempre en busca de un mayor espacio; y así el 16 de mayo de 1837 la librería reabrió sus puertas en la calle Victoria, entre Chacabuco y Las Piedras (hoy Hipólito Yrigoyen 719).

Ofrecía la ventaja de tener varias dependencias en la trastienda, y en dos de ellas se inauguró el viernes 23 de junio un llamado “Salón Literario” que, al uso europeo, buscaba convertirse en un punto de encuentro de lectores e intelectuales que pudieran comentar allí las nuevas obras que llegaban del exterior; e hiciera también las veces de tribuna para exponer conjeturas y refutaciones vinculadas con el avance de la filosofía y las ciencias, pero coincidiendo en la valoración de lo propio y original de nuestra cultura hispanocriolla. Como ejemplo de esto último en ese ámbito se leyeron los dos primeros cantos de La cautiva de Esteban Echeverría posteriormente editada en sus Rimas, al igual que aconteció con el Fragmento preliminar al estudio del Derecho de Juan Bautista Alberdi, impreso que su autor dedicó al caudillo federal de Tucumán general Alejandro Heredia. Incluso el propietario anunció que con sus auspicios se publicarían trabajos inéditos de Juan María Gutiérrez, por entonces funcionario del Departamento Topográfico, estudios botánicos de Vicente López y Planes; y la producción artística de Fernando García del Molino, Carlos Morel y Antonio Somellera. El mismo Sastre ofreció a la crítica los borradores de su obra Merinos y el refinamiento de las lanas. Con un tratado de Economía rural y doméstica con aplicación a las necesidades de nuestro país.

Federal de ley

Mal que le pese a quienes insisten en presentarlo como integrante de la llamada “Generación del 37” no tanto por su aporte a las letras como por una aparente identidad política con sus principales mentores, Marcos Sastre, fiel a una tradición que le venía de cuna, fue federal. Cuando en Montevideo se inició en el periodismo, eligió publicar sus artículos en el diario “El Universal” por resultarle afín su ideario y conocer al editor, un veterano de Ituzaingó llamado Antonio Díaz quien desde las páginas del periódico hacía un público proselitismo que le granjeó la amistad de Manuel Oribe e hizo que cuando el futuro caudillo blanco resultó electo presidente lo pusiera interinamente al frente de las carteras de Guerra y Hacienda; y cuando en 1838 Rivera se sublevó forzándolo a renunciar, lo acompañara en el exilio como uno de sus oficiales en la llamada Guerra Grande (1839-1851) donde combatió con el grado de coronel.

El mismo discurso inaugural del “Salón Literario” que Sastre tituló Ojeada filosófica sobre el estado presente y la suerte futura de la Nación Argentina muestra claramente la orientación de sus ideas. Luego de señalar que abría ese nuevo espacio cultural “Reuniendo en esta biblioteca las obras más importantes de la república de las letras... alimentando constantemente la curiosidad con lo nuevo, útil, bello y agradable [y] estableciendo un curso de lecciones, o más bien de lecturas científicas, que tengan por objeto ya exponer las altas concepciones filosóficas de los sabios.... y a dar cuenta de los progresos de las artes industriales, discurriendo sobre su intromisión y aplicación en nuestro país; y a comunicar ideas y nociones importantes sobre la religión, la filosofía, la agricultura, la historia, la poesía, la música y la pintura”, agregó: “Tengo por indudable que estamos en la época más propia y que presenta más facultades para dar un empuje fuerte a todo género de progresos. Porque el actual Gobierno es el único conveniente, el único poderoso para allanar los caminos de la prosperidad nacional. El gran Rosas es el hombre elevado por la sola fuerza de su genio al alto grado de influencia y de fama, que le pone en aptitud de rechazar toda reacción extraña o anárquica, que intente oponerse a la realización de las esperanzas de la Nación”. Concluyendo: “Así su fundador, como los muy estimables individuos que concurren con sus luces y sus recursos para fomentarlo y sostenerlo, han sido impulsados únicamente por el amor a la sabiduría, por el deseo de perfeccionar su instrucción, o contribuir a la de la juventud argentina [y] todos, pues, debemos esforzarnos en sostener la marcha del progreso pacífico dela Nación”.

Respetando esa declaración de principios, inicialmente no hubo en las tertulias del Salón debates partidarios, y de hecho los discursos que trascendían se mostraban contestes en respaldar al gobierno legítimo, por considerarlo el único capaz de contener a la anarquía. Pero cuando la actitud de Echeverría, en contra de los deseos del fundador, comenzó a transformar el lugar en un centro de planteos y conversaciones solapadamente críticas para la autoridad legalmente constituida, Rosas, quien conocía mejor que nadie a sus adversarios, previó que de allí surgirían conductas disociadoras y dio a entender su disgusto. Esto le bastó a Marcos Sastre para decidirse a cerrar el local vendiendo sus existencias,

Y el tiempo probó que, una vez más, el Restaurador no se había equivocado porque numerosos habitués del Salón, como fueron por caso José Mármol, Vicente Fidel López y el ya citado J. M. Gutiérrez, terminaron gestando una sociedad secreta de claro tinte político y al estilo de la que en Italia creara el masón Giuseppe Mazzini que tomó por nombre el de “Joven Argentina”, mientras que otros, más exaltados aún, se integraron en un denominado “Club de los Cinco” dirigido precisamente por Jacinto Rodríguez Peña, Rafael Corvalán, Enrique La Fuente, Carlos Tejedor y Santiago R. Albarracín. Resultando esos dos grupos verdaderos brazos ideológicos de los unitarios que en lo inmediato aparecieron vinculados con la fracasada conspiración del coronel Ramón Maza, y después se convirtieron en antecedentes directos de la llamada “Asociación de Mayo”, cuyos integrantes terminarían desde el exilio aliándose traidoramente con el extranjero en contra de la soberanía nacional.

A mayor abundamiento, en una carta fechada en Santa Fe el 28 de agosto de 1849, Marcos Sastre le escribe a Rosas: “... Es calumnioso respecto de mí todo concepto que desdiga de la Fe católica más pura, de la decisión más ardiente por la Federación y la Causa americana; y la más firme y respetuosa adhesión a V. E., sería mi mayor gloria que V. E. me ofreciese ocasión de comprobar estos sentimientos, que han sido los de toda mi vida. Dios guarde la importante de V. E. muchos años”. Y fue esa constante adhesión a la causa federal la que lo hizo servir como funcionario en el ámbito educativo no sólo al gobierno bonaerense, sino también en las administraciones de otras importantes figuras como fueron Pascual Echagüe y Justo José de Urquiza. En Buenos Aires, cumpliendo inicialmente las funciones de secretario y luego subdirector del Colegio Republicano Federal, donde instauró su novedoso método bautizado “anagnosia” (del griego agnanosis que significa lectura) editado luego bajo la forma de libro; en Santa Fe como director del Colegio de San Jerónimo; y en Entre Ríos como inspector general de escuelas primarias.

Vecino en el pueblo de San Fernando de Buena Vista, donde se afincó en junio de 1838, habitaba con su familia la casa que él mismo había construido, y que hoy demolida se levantaba a la altura del 948 de Avenida Del Libertador, entre Sarmiento y Madero, muy cerca de la costa del río y mirando al Delta. Ese singular paisaje le inspiró su obra más conocida El tempe argentino, cuya primera edición de mil ejemplares llevó como subtítulo Impresiones y cuadros del Paraná y se agotó rápidamente. El interés que despertó ese libro fue fenomenal, y José Luis Muñoz Azpiri afirma que “Si de “Anagnosia” ya en 1881 se habían tirado sesenta ediciones, de las del “Tempe” se ha perdido la cuenta. Puede asegurarse que no hubo autor americano que en su tiempo igualara la popularidad a Marcos Sastre. Fue el primer escritor famoso rioplatense y en toda la América hispana, antes de que lo fuera el autor del Martín Fierro. Lo que no es poco decir.

*Magister en Historia de la Guerra