martes, 26 de abril de 2022

Enjuiciamiento de Rosas - Félix Frías

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.

En la "Sección ilustrada de los domingos" del diario La Prensa cuya fecha no podemos precisar (c. primera mitad de la década del '70), en la columna "Páginas para releer" se publicó este artículo de Félix Frías.

 

Enjuiciamiento de Rosas

por Félix Frías

SEÑOR presidente: Rara vez se habrá encontrado la asamblea de un pueblo libre encargada de una deliberación más solemne que la que se abre hoy en este recinto. Vamos a discutir un proyecto de ley en el que se nos propone fulminemos una sentencia contra el tirano, hoy vencido y proscripto, que por tan largos años humilló a este país y fue el escándalo de América. Se nos pide demos al anatema de la conciencia pública la sanción de la ley, a fin de que la pena aplicada a la pasada tiranía nos preserve de nuevos tiranos, y a fin de acordar a la libertad victoriosa y a los esforzados sacrificios hechos para conquistarla, la satisfacción que les es debida...

A nosotros estaba reservada la triste suerte, señores, de desmentir la esperanza de los que creían agotada en el siglo XIX la raza de los Nerones y Robespierres. Cuando nuestros padres rompieron heroicamente los lazos que nos unían con la nación española, no pudieron prever, sin duda, que llegaría un día en que un hombre haría de este país su propiedad y de sus hijos sus esclavos, y que cometiera él solo, en veinte años, más crímenes que cuantos se habían cometido en tres siglos de nuestra vida colonial. Para ellos un tirano era una cosa antidiluviana, como uno de esos seres animales cuyas razas se extinguen y cuyos restos se hallan en nuestras llanuras de la Pampa.

Ese hombre vino, sin embargo; vino como vienen los tiranos, precedidos por la anarquía; por la anarquía que no es jamás infecunda, que tiene siempre un heredero forzoso: ese hombre fue Rosas.

¿Os recordaré sus crímenes, señores? ¿Quién los ignora en esta tierra? ¿Os pintaré la religión abatida, los templos profanados, los ministros del altar llevando al pecho palabras de muerte, las asambleas mudas y serviles, su presidente asesinado ahí, en esta misma casa; la prensa encadenada, las damas arrastrando el carro que conducía el retrato de aquel hombre, las propiedades confiscadas, los ciudadanos indefensos arrancados de sus hogares y degollados en los cuarteles y en las plazas, los cohetes que atronaban el aire y la música recorriendo las calles para anunciar a la población aterrada que la sangre argentina corría a torrentes? Y el sereno interrumpiendo el sueño de los habitantes de esta ciudad en las calladas horas de la noche con el grito de “Mueran los salvajes unitarios”. ¡Maldición a la anarquía, señores, maldición a la anarquía que engendra tales monstruos!

¡El nombre de Rosas irá estigmatizado hasta las más remotas generaciones de este país; y el sol de Mayo tiene que brillar muchas veces en el cielo de la patria antes de que se seque la sangre que aún humea en las ciudades y los campos!

Para nadie es un problema si fue o no Rosas un tirano. Las madres y las esposas argentinas que agotaron las lágrimas de sus ojos en los largos días y en las noches más largas aún de la época del terror, os dirán que el problema está resuelto y el fallo pronunciado. Ellas os dirán que es tarde ya y que es inútil acusar a un hombre que no puede ser defendido. 

Se me contestará, tal vez, que pronunciado el fallo por la conciencia pública, es menester aplicar la pena al criminal .¿La pena? ¿Creéis que, aunque recorráis todos los códigos del mundo, hallaréis una pena proporcionada al crimen de la tiranía? La pena existe y voy a deciros cuál es, pero no está escrita en ningún código.

La pena consiste, no en matar a los tiranos sino en dejarlos con vida. Rosas condenado a sobrevivir a su caída en el seno de la civilización europea, ¿hacia dónde dirigirá sus pasos, en qué objeto fijará su vista que no le recuerden sus enormes atentados, su guerra brutal contra la prosperidad y la civilización de su país? Verá en Inglaterra, cuya hospitalidad ha puesto en tan dura prueba, que hasta para las bestias hay garantías en sus leyes, que él negaba a sus paisanos, pues no se puede azotar allí impunemente a un animal. En Inglaterra, señores, no hay más que un esclavo: es Rosas, que no puede sacudir el yugo del remordimiento.

Rosas ha desaparecido últimamente de la casa que ocupaba en Southampton, y busca no sé en qué orgías inmundas el olvido de sí mismo. Al huir de su casa ha creído huir de su conciencia; su conciencia le sigue y el remordimiento ha escrito en ella con caracteres indelebles la pena. ¿Sabéis lo que es el remordimiento para los tiranos? Es el grito incesante, la maldición de la víctima en la conciencia del verdugo. No se mata impunemente, señores, a una madre que lleva en su seno a una criatura de Dios. El remordimiento ha grabado en la conciencia de Rosas el retrato de Camila O'Gorman. ¡Esa es la pena!

El único asilo donde pudiera hallar la paz para su alma atormentada por los recuerdos, es un templo católico y allí no la busca. Si ahí la buscara, los venerables sacerdotes inmolados a su furor invocarían en el cielo en su favor la misericordia divina. ¡Sólo Dios puede perdonar a los tiranos!

La sentencia está dada, señores, y la pena aplicada; y no veo que tengamos nada que agregar ni a la sentencia ni al castigo. Además, ¿somos nosotros, acaso, un tribunal competente? Es menester que una cámara argentina juzgue y condene a Rosas? Yo no lo creo, pero si vosotros lo creyereis, os diría que para eso somos pocos los miembros de esta Cámara. Rosas no fue el tirano de Buenos Aires únicamente; fue el tirano de catorce pueblos argentinos. Yo no veo aquí a los diputados de Tucumán que pudieran contarnos cómo murió Avellaneda, cuando al sentir cortada lentamente su cabeza por la mano del verdugo, que probaba su coraje, la levantó con sublime indignación y exclamó:

“Acabe usted, pues”. No veo aquí a los diputados de Catamarca que nos dirían cuánta fue la sangre que enturbió el agua de los ríos que bañan sus hermosos valles, No veo aquí, señores, a los diputados de esos bravos correntinos que después de haber visto talados sus campos e incendiados sus hogares, dejaron rastro de su generosa sangre en todas las provincias de la República y acompañaron con indomable constancia a su general durante dos años de combates, hasta que, vencidos al fin, pero no cansados de pelear por la libertad argentina, regresaron por el Chaco al suelo en que nacieran. La visita fue corta, pues sabéis que volvieron con nuevo ardimiento a la lucha.

El testimonio de los representantes de esas provincias y de todas las otras, son piezas inseparables del proceso, ¡Y quiera el cielo que el odio de la tiranía nos moviera a reunir cuanto antes el Congreso argentino que ha de condenarla! Podríamos entonces contemplar sin rubor la memoria de nuestros padres y confiar en la grandeza del porvenir de nuestros hijos.

Os he dicho que Rosas estaba condenado por la conciencia pública y por su propia conciencia. Lo estará además por la de la humanidad y la sentencia de la humanidad es la historia que la pronuncia. El día que ella se escriba, el tirano quedará castigado por la execración de las edades venideras. Mi memoria es muy escasa y soy poco instruido en la historia: ignoro si Nerón fue castigado por alguna asamblea romana. Lo que yo sé, y lo sabe todo el mundo, es que Nerón fue un abominable bandido y que los Tácitos reemplazan muy bien a los Senados y vengan victoriosamente a la humanidad ultra- jada, desde que dejan de los tiranos una pintura parecida al original. 

En vano los falsificadores de la historia procuran dorar la guillotina y disculpar con el sofisma a esos genios perversos para vejar la dignidad del hombre: la conciencia de la humanidad es invencible y sus fallos inapelables.

FELIX FRÍAS (1816-1881). Secretario de Lavalle en su última cruzada libertadora, vivió los días más crueles de la persecución “federal”; legislador, periodista, diplomático, desempeñó en la presidencia de Sarmiento la representación del país cn Chile, El discurso trascripto fue pronunciado en la Cámara de Diputados del Estado de Buenos Aires, durante el enjuiciamiento del tirano, en la sesión del 1° de julio de 1857.


Rosas y su tiranía - Bartolomé Mitre

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

75 


En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.

En la "Sección ilustrada de los domingos" del diario La Prensa del 19 de marzo de 1972, en la columna "Páginas para releer" se publicó partes de la carta enviada por  Bartolomé Mitre, a su discípulo Adolfo Saldías, con motivo del envío por parte de éste de su obra "Historia de Rosas y su época"

Dicha obra tuvo su orígen en el pedido que Mitre le efectuara a su discípulo para que escribiera una biografía del gobernante porteño.

 Rosas y su tiranía

por Bartolomé Mitre


Los dos primeros volúmenes de su historia la han podido pasar bajo la bandera de parlamento, como el desarrollo de una tesis en que la vida nacional de una época con sus fenómenos espontáneos constituyese el argumento. Su tercer volumen es la glorificación de un hombre que fue un tirano, dominando un pueblo inerte, sin voluntad propia, movido por el terror o por un fanatismo cristalizado; es la justificación de la existencia de un partido, que triunfante sólo alcanzó a fundar el cacicazgo irresponsable, sin ley y sin misericordia, y lo que es más, la teorización de un conjunto de hechos brutales levantados a la categoría de principios de gobierno orgánico; y para acentuar esta glorificación, esta justificación y esta teoría, viene la condenación sin remisión de los adversarios de la tiranía en sus medios y sus fines, negándoles hasta el instinto patriótico y desconociendo su obra aún después del éxito. Antes de V. algunos se han propuesto la imposible tarea que se ha impuesto sin ir tan lejos en la acusación. Un historiador español pretendió rehabilitar la memoria aborrecida de Felipe I. Un historiador alemán ha procurado vestir a Lucrecia Borgia con la túnica inmaculada de la castidad. Últimamente el historiador inglés Froude se ha propuesto demostrar que Enrique VIII no fue un tirano ni un malvado, sino un gran rey y un hombre bueno. Estas tentativas para disfrazar la verdad o alterar el juicio histórico de la humanidad, en nada absolutamente lo han modificado, y las mismas pruebas aducidas han servido para confirmarlo definitivamente. Y eso que se trataba de tiranos y de seres corrompidos, que tenían su explicación morbosa, cuando el mundo era gobernado por tiranos en medio de la corrupción universal; cuando los tiranos eran una institución de hecho; cuando la moral pública era la del príncipe de Maquiavelo, y cuando no había términos de comparación entre los buenos y malos gobiernos, y por lo tanto, las tesis eran relativamente sostenibles en presencia de su tiempo, aunque no ante la conciencia de su pos- tidad. Con el libro de V. sucederá con más razón lo mismo, porque no sólo no responde a la verdad, relativa, sino que pugna con el espiritu universal que está en la atmósfera moral del planeta que habitamos.

Se ha propuesto V. la rehabilitación histórica, política y filosófica de una tiranía y de un tirano, en absoluto y en concreto, tratando de explicarla racionalmente por una ley anormal, dándole una gran significación nacional y orgánica y un carácter en cierto modo humano como potencia eficiente en la labor colectiva que constituye el patrimonio de un pueblo; y esto, en presencia del siglo XIX en que el mundo está gobernado por la libertad, por las instituciones, por la moral pública, que dan su razón de ser y su significación a los hombres que pasan a la historia marcando los más altos niveles en el gobierno de los pueblos libres.

Cree V. ser imparcial. No lo es, ni equitativo siquiera. Su punto de partida, que es la emancipación del odio a la caída de la tiranía de Rosas, lo retrotrae al pasado, por una reacción impulsiva, y lo hace desandar el camino que lo conduciría al punto de vista en que se colocará la posteridad, colocándose en un punto de vista falso y atrasado. De este modo, el espacio en que se dilatan sus ideas está encerrado dentro del círculo estrecho de acción a que subordina su teoría como derivada del hecho, que es su fórmula concreta, y es pura y netamente el campo de la acción federal de los sectarios de Rosas sin más horizontes que la perpetuidad de la tiranía. De aquí que por un fenómeno psicológico que se explica por la ilusión óptica y por la limitación de vistas amplias, aprisionado dentro de este círculo de hierro, su corazón y su cabeza —no obstante sus instintos generosos—, estén del lado de los verdugos triunfantes y no de las víctimas rendidas.

Cierto es que V. dispensa por excepción, justicia o caridad a los vencidos por la tiranía, aunque no les acompañe con sus simpatías en sus dolores; pero es justificando por razón del número o de los tiempos o de la fatalidad las victorias de la tiranía, y protestando más o menos explícitamente contra las victorias de sus adversarios en nombre de la lógica, y hasta rehaciendo por la estrategia uchrónica las batallas o campañas en que éstos triunfaron.

No es mi ánimo hacer el análisis de su libro al acusar recibo de él y de su atenta carta en que me califica de maestro; pero sin extenderme mucho en apreciaciones o rectificaciones que me llevarían muy lejos, me bastará apuntar algunas observaciones a fin de comprobar con el texto de su mismo libro mis aseveraciones.

Considera V. el gran sitio de Montevideo del lado de los sitiadores. Hace mofa de la Ilíada de la nueva Troya del Plata. Niega a sus defensores la representación de la libertad y la civilización, y a su defensa el carácter trascendental que los acontecimientos le han señalado en la historia. Pone por cuenta de la licencia práctica los degüellos de los sitiadores, de lo que como testigo puedo dar fe, asegurándole que fueron sin represalias por parte de la plaza. Por último, pone del lado de los sitiadores la razón del número por la razón del territorio dominado por sus armas. Es el criterio contemporáneo del campamento del Cerrito de Oribe. Según esto, Oribe era el derecho sostenido por la fuerza de la opinión del país —presidente legal vitalicio—, y debía lógicamente vencer, como representante de un principio superior que no encarnaban “los aventureros”, como los llama —aceptando implícitamente la calificación de Oribe—, que defendían dentro de las trincheras de Montevideo.

Hace V. el proceso biográfico, literario y político de Rivera Indarte, estigmatizándolo sin caridad desde su niñez y cargando las sombras sobre los accidentes de su inofensiva persona, a la par que se muestra benévolo con Mariño, a quien levanta sobre su contendiente y borra con la mano del redactor de la “Gaceta Mercantil” las “Tablas de Sangre” del redactor de “El Nacional”; de lo que resulta que las manchas de sangre de la tiranía desaparecen, y que Rosas no mató a nadie, como lo aseguró Mariño, o que mató bien y legalmente a los que mató. 

Presenta V. la mazorca como una asociación inocente “desempeñando el mero papel de comparsa en las festividades en honor a Rosas”, escudándola con los nombres expectables que figuraban en sus listas, y con esto la absuelve de las matanzas ejecutadas en abril de 1842, en las calles, por sus sicarios patentados, las que “se explican —me valgo de sus propias palabras (página 140)— como escenas de sangre que tuvieron lugar en Buenos Aires en abril de 1842, como venganzas personales, las más ejercidas en circunstancias anormales, en que el pueblo ineducado quería víctimas para alimentar sus rencores aguijoneados por un enemigo audaz, que inmolaba igualmente victimas en los altares de sus odios. Esas escenas (sigue usted hablando) eran obra de la propia intransigencia que la prensa de Montevideo contribuía a mantener, siendo cierto que Rosas puso un enérgico correctivo a esos atropellos incalificables, lo que no impidió que la prensa de Montevideo dijese que Rosas era el autor de esos degüellos por medio de la Sociedad Popular Restauradora, o sea la mazorca”. He ahí la teoría del furor popular, de la efervescencia popular de Rosas, explicada por excesos de enemigos, según usted, por los excesos de la palabra, contrarrestados por el puñal, por la ineducación del pueblo que se permitía matar a la luz del día, sin licencia y contra la voluntad del Restaurador de las leyes, ¡pregonando las cabezas de las víctimas como duraznos del mercado!

El asesinato de Florencio Varela es explicado por usted con los comentarios de sus asesinos, tomando el texto de un diario brasileño asalariado por Rosas, que ofrece a la posteridad “como ecos imparciales y levantados que dan pábulo a las conjeturas, pero que no descubren la verdad”. Según esos ecos, Varela fue asesinado por sus opositores domésticos dentro de Montevideo, es decir, por sus mismos correligionarios políticos disidentes. La conclusión a que llega por este camino es que “no es evidente que Oribe pusiera el puñal en manos de Cabrera y le ordenara que lo matase”, por cuanto el proceso se ha perdido, y porque, además, a estar al testimonio de personas que dice usted bien impuestas y que no nombra, de él resultaban los hechos no tal como el doctor Juan Carlos Gómez, que entendió en él, lo ha asegurado. Es, sin embargo, un hecho de solemne notoriedad que el proceso se perdió cuando Oribe pactaba con sus antiguos enemigos —o algunos de éstos con él—, y son públicas en Montevideo las declaraciones del asesino Cabrera, estando en la ciencia y conciencia de todos quién fue el asesino. 

Cuando el coronel Maza hace degollaciones en masa matando sin piedad ciudadanos inermes y prisioneros de guerra desarmados y capitulados, no es el sistema que representa y sirve la causa de estas bárbaras matanzas, sino el temperamento enfermizo o la monomanía sangrienta del ejecutor; lo que salva científicamente de toda responsabilidad a la colectividad política y militar a que pertenece, callando que la ley federal era no dar cuartel y matar prisioneros de guerra.

Llama V. traidores —y por varias veces— a los que combatieron y derribaron la tiranía de Rosas por medio de alianzas y coaliciones, buscando fuerzas concurrentes que al fin aceptaron los mismos federales que se alzaron contra Rosas. Olvida que el pueblo luchó cuarenta años contra su tirano salvando su honor con su resistencia; que Corrientes se levantó y cayó sola tres veces; que el sur de Buenos Aires, sin un solo soldado, se alzó como un solo hombre al grito de libertad; siendo estas dos revoluciones las más populares de que haya memoria en los fastos argentinos. Olvida que la revolución argentina la inició Lavalle con un puñado de hombres a pie, que recorrieron la República desde el Plata y sus afluentes hasta los Andes del oeste y del norte, atravesando el Chaco desierto, sin dejar de sublevar una sola provincia argentina cuando sus aliados los abandonaron, y regaron el territorio patrio con su sangre. Olvida hasta el martirio de los que prepararon el triunfo final, con su valerosa protesta cívica, olvidando la enseñanza de la parábola romana de que el primero que intentó doblegar la encina concurrió tanto o más a derribarla que el último pigmeo que lo consiguió merced a los esfuerzos de los que le precedieron en el empeño.

 

BARTOLOME MITRE (1821-1906), militar, periodista, escritor, estadista e historiador argentino, cuya personalidad y obra se vinculan, con títulos sobresalientes, a la vida nacional en sus aspectos más fundamentales. De una carta que enviara el 19 de octubre de 1887 al doctor Adolfo Saldías, acusando recibo de su libro “Historia de Rosas y de su época”, trascríbense los párrafos que se publican.

Bartolomé Mitre - Una época La tiranía

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

74 


Diario La Prensa
En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.

En la "Sección ilustrada de los domingos" del diario La Prensa del 12 de octubre de 1975, en la columna "Páginas para releer" se publicó este artículo de Bartolomé Mitre.

 


Una época 

por Bartolomé Mitre


La tiranía es más que un hecho aislado, es una época, se dice, pero, entonces la resistencia a la tiranía, ¿qué es? Nosotros decimos y éste es nuestro principio: la resistencia a la tiranía de Rosas es más que un hecho aislado, es una época. ¿Quién tiene razón?

El triunfo de la revolución ha resuelto este problema. La tiranía ha sido vencida, y ha sido vencida por el pueblo,

La resistencia contra Rosas ha triunfado y el actual orden de cosas es la continuación de esa resistencia, o más bien dicho, es el resultado de esa noble y fecunda resistencia, que se olvida y que no se cuenta por nada en la época de los veinte años de infortunio porque hemos pasado.

Se dice que la tiranía de Rosas, vaciando en un molde a dos generaciones, filtró en ellas sus vicios, el vicio de degollar, el vicio de confiscar, el vicio de falsear el sentido moral, y que ésta es la sociedad en que vivimos y con la cual gobernamos.

Pero se olvida que la resistencia a esa tiranía inoculó mayores virtudes en esas dos generaciones; la virtud del heroísmo, del sacrificio generoso de la vida, del entusiasmo sagrado por la libertad, del respeto por la dignidad humana, de la fortaleza en el infortunio, de la religión del deber, del culto de las tradiciones de Mayo y del horror contra toda opresión y toda violencia.

Jamás pueblo alguno sobre la tierra ha protestado con mayor energía contra la fuerza bruta que lo dominaba, que el pueblo argentino en general y el pueblo de Buenos Aires también, aunque más oprimido que sus hermanas.

Veinte años ha durado la tiranía; veinte años ha durado la resistencia. La resistencia ha triunfado y se consolida apoyada por ese mismo pueblo que con su corazón o con su brazo o con su inteligencia, cooperó a la caída del tirano.

Esto prueba la preponderancia del principio del bien en esa época, que se ha querido representar llena tan solo por la tiranía y sus vicios. Si así no fuera, Rosas o su sistema dominarían todavía en Buenos Aires.

La tiranía de Rosas nada nos ha legado sino el desorden consiguiente a toda tiranía, pero ese desorden no es lo que constituye una sociedad amasada al capricho, un pueblo fundido en el molde de una tiranía brutal. Ella ha dejado señalado en su pasaje el rastro de su contagio impuro con la sociedad, marcado por crímenes espantosos, pero la sociedad no ha quedado contaminada por el crimen. Protestan contra tal acusación veinte mil emigrados salidos del seno de Buenos Aires por no someterse al yugo del tirano.

Protestan contra tal acusación los millares de muertos que el pueblo de Buenos Aires ha dado por contingente al martirologio argentino; los huesos de sus hijos que yacen insepultos en los campos de batalla y ese reguero de sangre que se extiende desde el Plata hasta los Andes, que también es sangre de nuestra sangre.

Protestan los fusilados, los degollados, durante veinte años, en que el verdugo se cansó de degollar antes que el pueblo se cansase de odiar al verdugo.

Protestan ante esa acusación las “clasificaciones” que aún existen como un monumento a la extravagancia, y por las cuales medio pueblo fue calificado de salvaje unitario.

Protesta contra esa acusación el número diminuto de que se componía la mazorca, la ejecutora de las altas obras de la tiranía que nunca contó con más de cincuenta miembros sugestionados por el terror o movidos por los instintos feroces del crimen.

Protestan contra esa acusación los pocos cómplices de sangre de la tiranía que ha habido que levantar judicialmente a la horca, después de su caída.

Protestan contra esa acusación las madres argentinas que salvaron inmaculado el pudor de la virtud no asociándose a las orgías de la tiranía; que no enseñaron a sus hijos a tributar al crimen un culto sacrílego y que azotadas en los templos y en las calles, afrentadas con moños sangrientos como enemigas de la tiranía, se doblegaron como la débil caña al soplo del huracán, pero no se quebraron.

Protestan contra esa acusación, los que en Caseros arrojaron al suelo sus armas, sin disparar un tiro, por no sostener una tiranía que en el fondo de sus corazones habían sentenciado a muerte.

Protestan contra esa acusación: el espíritu de la guardia nacional, compuesta de las generaciones que se dicen amasadas y contaminadas por Rosas: la actitud decidida de la ciudad y la campaña en las reacciones mazorqueras que se han intentado, y esos discursos llenos de sentido moral, llenos de entusiasmo por lo bueno, lo justo y lo verdadero con que jóvenes criados en las tinieblas de la tiranía han derramado un torrente de luz sobre la conciencia pública, que se ha pretendido intimidar.

Podemos, pues, decir, con razón: “la resistencia a Rosas no es un hecho aislado, es una época, y esa época es la que continúa”.

La tiranía fue socialmente un hecho aislado, y ese hecho anormal ha sido vencido y sólo queda de él una terrible lección que debemos estudiar; una herencia de abusos que debemos extirpar y un nudo de intereses bastardos que hemos de desatar sin cortar, por más que se pretenda escudarlo con la teoría de los hechos consumados y la solidaridad del pueblo y de la tiranía.

Si así no fuese, debiéramos renegar del porvenir de la patria.

BARTOLOMÉ MITRE (1821-1906). Cuando más viva era la discusión entre lo que restaba del partido federal, partidarios de Rosas y los liberales, continuadores de los unitarios, Mitre publicó en el diario “Los Debates”, 1857, un artículo titulado “Una época”, al que pertenecen los fragmentos trascriptos.

El gaucho federal - Ventura R. Lynch

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

73 

Diario La Prensa




En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.

En la "Sección ilustrada de los domingos" del diario La Prensa del 30 de noviembre de 1975, en la columna "Páginas para releer" se publicó este artículo. 



El gaucho federal 

por Ventura R. Lynch

A la muerte de Dorrego, un caudillejo prestigioso reúne en su torno los elementos del partido que acaba de ser vencido en los campos de Navarro. Con ellos y los suyos, sube al poder en 1832. Más tarde, entronada la dictadura, aborrecido por los hombres más encumbrados de la época, busca el sostén de su gobierno en su prestigio de la campaña. El gaucho penetra hasta la plaza de la Victoria y se da la mano con el dictador y concluye por hacerse su más formidable pedestal. En estas circunstancias surge la Revolución del Sur. Con ella adviene el verdadero gaucho de la Federación y es en esa época que se comienza a ostentar aquel famoso cintillo: “¡Viva la Confederación Argentina! ¡Mueran los salvajes unitarios!”El gaucho adopta este distintivo.

Favorecido por la impunidad recorre la capital, los pueblos, la llanura, luciendo en su sombrero aquella insignia de color de sangre y blandiendo su puñal con saña feroz.

Sin embargo, el gaucho de la campaña está muy distante de comparar con el gaucho de la mashorca.

Cuando la Revolución de 1839 no fueron los de afuera los que legaron a la historia el asesinato de Castelli, cuya noble cabeza fue colocada al extremo de una lanza en la plaza de Dolores. Ellos, como los de la mashorca, se distinguieron en las barrancas de Obligado, allí, en aquella acción en que las dos escuadras de las naciones más poderosas del mundo estuvieron a punto de sucumbir bajo el vivísimo fuego de las carabinas que sostenían al tirano. En el “Quebracho Errao” el gaucho federal sancionó con su presencia la horrible carnicería que allí hizo la mashorca. Pocos unitarios escaparon a su saña sanguinaria.

Aun cuando el gaucho federal no fue el autor de las decapitaciones y asesinatos que han hecho célebre a Palermo, él autorizó todos estos hechos en silencio.

Vestía con muy poca diferencia del gaucho primitivo, con el sombrero de embudo de aquella época que había sustituido al anterior y en el que lucía su ancha divisa punzó,

El pantalón ya había sido reemplazado por el chiripá, siendo los más usados de paño, lana, lino o algodón.

Al cuello usaba un pañuelo punzó. Su facón había crecido un medio palmo, pasando a colocarse sobre los riñones en vez del costado izquierdo o adelante como lo usaban sus antecesores. El tirador sustituía ya al ceñidor.

Su música había sido aumentada con huellas, gatos, pericones, triunfos, medias cañas, tristes, estilos, cuecas, imperando en sus letras los gritos de muerte que lanzaban los seides del tirano contra sus enemigos y los elogios al Ilustre Restaurador de las Leyes, como él mismo, pomposamente, se hacía llamar.

La trenza de los primitivos gauchos había desaparecido, usándose el pelo cortado a la altura de la oreja. La barba ya había entrado en moda, acostumbrándose a rasurarla a la altura de la boca, dejándose también crecer el bigote. El color del rostro era acentuado, semiachinado, mezcla todavía de la raza blanca y la cobriza, con el labio inferior un poco grueso, como los gauchos anteriores.


VENTURA R. LYNCH (1851-1883). Lynch fue uno de los más destacados cultivadores de las tradiciones populares argentinas, autor de la obra, publicada el mismo año de su fallecimiento, “La provincia de Buenos Aires hasta la definición de la cuestión Capital”, de donde tomamos el fragmento trascripto.

lunes, 25 de abril de 2022

Obligaciones de los serenos de Buenos Aires

EL 20 DE MARZO DE 1834, SE DICTÓ EN BUENOS AIRES UN REGLAMENTO DE SERENOS, ESTABLECIENTO "LAS OBLIGACIONES QUE DEBEN LLENAR"


Eleodoro Marenco
Sereno - Año 1838 - Pintura de Eleodoro Marenco

“Art. 1. El sereno reconocerá por Jefe al Presidente de la Comisión Directiva en lo concerniente a cobro de sueldos y ocurrencias relativas a su persona, y en lo que sea a las públicas al Comisario de Ordenes, en la Casa Central de Policía.

2° Firmará un ejemplar de estas obligaciones y se le dará un nombramiento rubricado por el Presidente de la Comisión Directiva, y con el sello de la Policía, cuyo empleo deberá durar lo menos tres meses, devolviendo este nombramiento cuando se separe de él.

3° Su sueldo será mensualmente de 100 pesos, y cinco se le abonarán para la luz del farol, siendo de su cuenta la conservación y entretenimiento de éste, así como de la pistola y demás útiles que se le entreguen.

4° Media hora antes de la señalada para dar principio de su encargo, todo sereno se hallará en el paraje que se destine, a pasar lista y recibir órdenes, debiendo presentarse ya armado y preparado para pasar la noche.

5° El servicio principiará en primavera y otoño a las 10 de la noche, a las once en verano y a las nueve en invierno, concluyendo al cañonazo del alba.

6° Desde la hora dicha principiará a rondar el distrito que se le señala con marcha pausada, sin detenerse a conversar en pulperías, casas o con persona alguna, y sólo hará alto en las bocacalles, no excediendo éste de un cuarto de hora.

7° Será su obligación primaria celar y vigilar el distrito que se le confíe, por ambas veredas de la calle, cuidando que su farol no se apague mientras dure su servicio.

8° Siempre que encuentre alguna pulpería abierta, contra lo mandado por la Policía, intimará al pulpero que cierre su puerta y si no lo efectuare dará parte al Alcalde o Teniente inmediato.

9° Cada media hora que suene la campana del reloj de la Casa de Justicia, cantará la hora y el tiempo que haga.

10° Usará del pito que se le entregue sólo para anunciar alguna ocurrencia extraordinaria en el distrito de su pertenencia, con objeto de pedir auxilio del modo que se le instruirá.

11° Todo sereno, al oír un pito, tocará también del modo que se le dirá para hacer saber que está de acuerdo, marchando inmediatamente a dar auxilio al compañero que hizo la señal, debiendo ser protegido en el instante por la Partida de Vigilantes establecida en la Casa Central de Policía, retirándose sin demora a sus respectivos distritos, luego que haya cesado la causa.

12° Ningún sereno podrá cambiar el distrito que se le haya señalado, sin orden del Presidente de la Comisión, y al que se le encontrare fuera de él en las horas de servicio, como no lo haya hecho para dar auxilio, será despedido de su empleo y perderá el sueldo que haya devengado.

13° Cada sereno tendrá un suplente de su cuenta, para el caso de no poder hacer su servicio; lo presentará al Sr. Comisionado de su manzana para que lo conozca y apruebe, dándole al efecto un documento visado por el presidente de la Comisión, el que servirá para acreditar serlo, al encargado de pasar lista todas las noches.

14° Deberá imponerse por una tablilla que habrá en cada manzana de la residencia del Alcalde o Teniente a quien entregará la persona o personas que haya tenido por riña u otro: motivo que merezca reprensión, y en el inesperado caso de que no abra la puerta algún funcionario de éstos, serán conducidos de sereno en sereno hasta la Casa Central de Policía, pues la detención será momentánea, porque su obligación primaria es vigilar su destino.

15° Siempre que cualquier vecino llame al sereno, deberá prestarle atención, ya sea para que lo despierte a tal o cual hora, como para ocurrir a algún desorden interior, y en este taso hará señal de auxilio si lo necesita; y del mismo modo si algún vecino lo exigiere para remitir algún sirviente a la Policía, llamar un médico o confesor, o en necesidad de alguna medicina, se prestará a hacerlo si está en su distrito, y si en otro, hará correr la voz de uno en otro sereno hasta verificarlo.

16° Si algún ciudadano o extranjero le pidiere que lo acompañe, lo ejecutará hasta el término de su distrito, desde donde lo acompañará otro sereno y así hasta donde guste.

17° Siempre que encuentre algún ebrio que pueda andar, será conducido de sereno en sereno, a la Casa Central de Policía.

18° Observará a toda persona o personas que se hagan sospechosas, ya sea por la posición en que se hallen o la repetición de sus marchas; la interrogará y, no satisfecho, la conducirá de sereno en sereno a la Policía, comunicándose a los serenos el motivo de su detención para dar el parte.

19° Siempre que un sereno tenga que interrogar a alguna persona, lo hará con expresiones urbanas y no usará jamás la fuerza, sino cuando la circunstancia de defenderse lo exija, pues las armas que se le confían sólo servirán para proteger su persona y la de los que auxilie, recomendándole muy especialmente que cuando usare de ellas, tendrá que probar haber sido atacado.

20° Es excepción del artículo anterior la circunstancia de que un hombre en fuga precipitada no obedezca la voz del sereno, pues en este caso podrá usar de sus armas, con la prudencia posible.

21° Siempre que en horas avanzadas observare alguna puerta abierta o postigo que crea de poca seguridad, y que considere estar así por descuido, llamará o dará golpes sin entrar, hasta que lo cierren, y en caso de estar sola la habitación, dará parte al Alcalde o Teniente más inmediato para que tome providencia.

22° En caso de incendio de una manzana dará aviso inmediatamente a todos los vecinos de ella y hará que de sereno en sereno llegue la noticia a la Policía y a la Iglesia más cercana para que toquen las campanas.

23° Será de su obligación dar parte a la Policía de cualquier reunión que observe se practica con frecuencia y sea sospechosa, así como cuando haya alguna falta en el alumbrado de las calles, por faltar faroles o que estén apagados por culpa u omisión del encargado de ello, o también cuando ocurra alguna novedad de importancia.

24° En el mero hecho de hacerse un robo en el distrito de un sereno, será suspendido de su empleo hasta que se averigüe el hecho y justifique no haber podido evitarlo.

25° Si resultare que no hubiere cumplido el sereno su deber, estorbando el robo, será entregado a la Policía.

26° Si el robo se hubiere hecho violentando una puerta, el cargo se hará al sereno que corresponda.

27° Los serenos estarán exentos de todo servicio militar durante este cargo”.

Rosas - Benjamín Victorica - Buenas costumbres

 

EL 8 DE MARZO DE 1836, BENJAMÍN VICTORICA, JEFE DE POLICÍA DE BUENOS AIRES, DA CUENTA DE LA ORDEN RECIBIDA DEL GOBERNADOR ROSAS. 

El Gefe (sic) de Policía ha recibido orden del Excmo. Gobernador de la Provincia para prevenir, que a todo individuo a quien se le oyera por las calles, pulperías o en cualquier otra parte, hablar o proferir alguna palabra o palabras obscenas o descorteses, los jóvenes muchachos serán destinados a tambores y trompas en los cuerpos de línea, con recomendación para que no se les afloje ejercicio tarde y mañana, a fin de que sean corregidos en un vicio tan perjudicial a la sociedad, y los hombres destinados al servicio de las armas en los referidos cuerpos por 4 años. Con prevención igualmente, que los esclavos serán castigados por la primera falta con cien azotes en la cárcel pública, con doscientos en la segunda falta y trescientos en la tercera.

Del mismo modo serán destinados a tambores y trompas los muchachos que se encuentren por las calles y demás lugares públicos, jugando a la cañita, el hoyito, changuita, montoncitos o en alguna otra cosa mal entretenidos.

Son responsables del puntual cumplimiento de esta disposición, los Comisarios, Alcaldes, Tenientes de barrio y Vigilantes de Policia”. Firma la disposición Benjamín Victorica.

domingo, 24 de abril de 2022

Invasiones Inglesas - Montevideo

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.

En la revista El Tradicional  N° 85 de abril de 2008, se publicó este artículo de Guillermo Palombo. 


Milicias urbanas de Montevideo 

Por Guillermo Palombo


Invasiones inglesas

Ilustra esta nota una acuarela de Francisco Ferrer Llul, que muestra cuatro figuras correspondientes a las milicias urbanas de Montevideo. Son, por su orden: húsares voluntarios del gobierno; batallón de tropas ligeras partidarios españoles de la Campaña; voluntarios del Río de la Plata e Infantería Ligera de Montevideo. En esta oportunidad nos ocuparemos solamente de los dos primeros cuerpos militares, y damos noticia sobre otro, no incluido en la lámina, pero de imprescindible consideración: los Miñones de Montevideo. En otra nota nos ocuparemos, del Regimiento de Voluntarios del Río de la Plata, al mando de Prudencio Murguiondo, y de la Infantería Ligera, a órdenes de Juan Balbín de Vallejo, en virtud de que ambos cuerpos fueron creados después de pasada la segunda invasión inglesa, con la finalidad de dar guarnición a Montevideo.


Húsares Voluntarios Del Gobierno

El 8 de octubre de 1806, el marino francés Hipólito Mordeille (capitán del buque corsario español “El Dromedario”, que se había destacado en la Reconquista de Buenos Aires) presentó al gobernador de Montevideo, Pascual Ruiz Huidobro, un extracto con las condiciones bajo las cuales debía levantarse el Cuerpo de Húsares del Gobierno que propuso. El 13 de ese mes, Ruiz Huidobro proveyó que Mordeille se dirigiese al virrey para que éste resolviese al respecto. Mordeille ofrecía formar un cuerpo de trescientos veinte hombres que no estaban alistados en ningún cuerpo, con la siguiente planta: un comandante, un segundo comandante, siete capitanes, siete tenientes, siete sargentos, siete cabos y un cirujano, con los que se formarían seis compañías de cincuenta hombres cada una, y otra de veinte hombres para el manejo de dos cañones. Servirían indistintamente en mar o en tierra, dentro o fuera de la plaza de Montevideo y harían el servicio ordinario en ella siempre que se estimase conveniente para alivio de su guarnición. La propuesta constaba de doce artículos. En el artículo 1° Mordeille declaraba que serviría en el nuevo cuerpo gratuitamente, a su costa. El artículo 2° (y lo ratificaba el artículo 12°) fijaba los sueldos mensuales pagaderos por la Real Hacienda: 50 pesos al segundo comandante Francisco Fournier y a los siete capitanes; 30 pesos a los tenientes y el cirujano; 20 pesos a los sargentos, 16 pesos a los cabos, y 14 pesos a los soldados. El art. 3° determinaba que los oficiales y tropa quedarían sujetos a las leyes militares prescriptas en las ordenanzas generales del Ejército, y subordinados a todos los superiores de Ejército y marina. Por el art. 4° se estableció que “prestarán juramento de fidelidad a las banderas ante el jefe que se destine para el efecto”, disponiendo el art. 5° “Que la bandera que este cuerpo usará, será roja con las Armas del Rey” (es decir las banderas comunes de la caballería determinadas por el Reglamento de Milicias de 1801, por tratarse de un cuerpo del arma, en la especialidad de húsares). El armamento, de acuerdo al art. 6°, sería de “fusil, sable, dos pistolas y canana”. En punto al vestuario,  el artículo 7° dispuso “Que el uniforme ha de ser chaqueta y pantalón azul, con ojales de oro los oficiales y de lana los soldados, casquete negro con la cucarda y plumero encarnado, media bota y corbatín negro”, aclarando el artículo 8° “Que la chaqueta y pantalón de los oficiales y soldados y el casquete de éstos será pagado del donativo del 2 % que contribuye el comercio para aumento de sueldo de las tropas”. Los arts. 9° y 10° establecían la autoridad militar que dispondría la entrada del cuerpo en operaciones y la circunstancia de que fuera de servicio debían depositar su armamento en casa de su comandante. El artículo 11° disponía que la unidad recibiría dos cañones del calibre de a 8 con su armón y correspondientes municiones.

El 15 de octubre Ruiz Huidobro elevó la propuesta al virrey Sobremonte, quien en esa misma fecha proveyó: "Vista esta propuesta de don Hipólito Mordeille con que manifiesta su dedicación y celo por el servicio de Su Majestad en las circunstancias en que se halla esta Plaza amenazada de invasión con considerable número de buques a la vista, ya que conviene aumentar por todos términos su defensa, se aprueba por este Superior Gobierno con la satisfacción que merece tal objeto, en que contraerá un apreciable y recomendable mérito, y en su virtud será reconocido por comandante del cuerpo de voluntarios que va a formar con las clases de oficiales, sargentos, cabos, cirujano y sueldos que propone en consideración a ser destinado al servicio de tierra y de mar, según lo exijan los casos, facilitándosele por el señor gobernador el armamento que sea posible en el concepto de que los que presentase armados en revista de comisario entrarán desde el propio día a sus goces, y sucesivamente conforme se fuesen presentando con tal que estén efectivamente armados, concediéndoseles la bandera y vestuario en los términos y por los medios que solicita y prestando el juramento de fidelidad a ella ante el sargento mayor de la Plaza. Asimismo se le proveerá de los dos cañones que pide y para que tenga efecto a la mayor brevedad dicho establecimiento se insertará este oficio al señor gobernador para que por su parte expida las órdenes correspondiente a su cumplimiento”.

El 4 de noviembre, Mordeille se dirigió nuevamente al virrey, solicitando una ampliación del número de plazas, puesto que le indicaba como necesarios, en cada una de las siete compañías, dos sargentos y tres cabos “para que puedan cuidar, como es debido, de la instrucción, gobierno y policía de la tropa”, y que se dotara también al cuerpo con los tambores y clarines de ordenanza, fijándose su prest. Reclamó, además, que se fijara el sueldo de Fournier como sargento mayor. Sobremonte proveyó el 6 de noviembre: “Declárase que en cada compañía de las del cuerpo de Húsares Voluntarios debe aumentarse un sargento y dos cabos, y por defecto de tambores dos trompetas o clarines para todo el expresado cuerpo, éste y aquéllos con el sueldo que por Reglamento de Milicias regladas disfrutan sus trompetas, y que lo respectivo al sargento mayor el que gozan los de igual clase de la Infantería veterana conforme al Reglamento de la provincia y tomándose razón en las Cajas Reales de esta Ciudad y Tribunal de Cuentas comuníquese al señor Gobernador de ella para su inteligencia”, todo lo cual se cumplió (La documentación citada y transcripta obra en cuatro originales manuscritos y una copia testimoniada en Archivo General dela Nación, Sala IX, legajo 3-1-1). Mordeille, conocido como “el Manco”, murió valientemente durante el asalto británico a la ciudad de Montevideo, la noche del 2 al 3 de febrero de 1807. De su personalidad se ha ocupado Mario Falçao Espalter, “Hipólito Mordeille corsario francés al servicio de España (1804-1807)”, en Revista del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, t. II, N° 2, Montevideo, 1922, págs. 473 y siguientes.

 

Batallón de partidarios Españoles o partidarios de la campaña de Montevideo

Juan Vázquez Feijoo se dirigió al virrey Sobremonte por nota fechada en Montevideo el 15 de diciembre de 1806 proponiendo la creación de un Batallón “de Partidarios Españoles”, solicitando que se le fijara a sus integrantes un sueldo mensual de doce pesos. Según planilla anexa, firmada por él y datada en la misma fecha y lugar, dicho Batallón tendría la siguiente composición: una Plana Mayor (con un teniente coronel; un segundo comandante y sargento mayor; un ayudante mayor, un subteniente de bandera, y un tambor mayor), y cuatro Compañías, compuestas cada una de ellas por las siguientes plazas: un capitán, un primer teniente; un segundo teniente, un subteniente, un sargento primero, dos sargentos segundos, dos tambores, cuatro cabos primeros, cuatro cabos segundos y ochenta y ocho “partidarios”. En total, cada compañía tendría ciento cinco hombres, y el batallón cuatrocientos veinte. Por decreto marginal, de fecha 18 de diciembre de 1806 el virrey Sobremonte aprobó la propuesta, pero modificándola: habría tres oficiales en las cuatro compañías, agregando en cada una de ellas un oficial veterano, en tanto que suprimió al segundo comandante y al tambor mayor (Nota de Juan Vázquez Feijoo al Excmo. Señor [virrey], Montevideo, 15-XII-1806, en Archivo General de la Nación, Sala IX, legajo 3-2-3, folio 504). Vázquez Feijoo reforzó su propuesta, y en providencia marginal a su nota, el virrey decretó el 22 de diciembre: “Se concederá al proponente que forme su Batallón de Tropa Ligera con el título de Partidarios de la Campaña de Montevideo sobre el pie que designa mi decreto de 18 del corriente”. Designaba a Juan Trigo como capitán “teniendo las calidades que expresa y las de honrado nacimiento”. Dispondría de 200 fusiles. Y la recluta se llevaría a cabo en una y otra banda del Río de la Plata, pero con exclusión de Buenos Aires. Y, en cuanto a la uniformidad, la providencia establecía: “el vestuario se le dará por la Real Hacienda, que solo ha de constar de chaleco abotonado, botón dorado, dos camisas, un pantalón ancho hasta el tobillo, que pueda para corbata y gorra francesa de paño azul con manga, por defecto de sombreros”. (Nota de Juan Vázquez Feijoo al virrey Sobremonte, Montevideo, 21-XII-1806, en Archivo General de la Nación, Sala IX, legajo 3-2-3, folios 503 y 509).

 

Miñones de Montevideo

El 16 de julio de 1806, Rafael Bofarull y José Grau y Font, fecharon en Montevideo una propuesta de Reglamento (de siete artículos) para la Compañía de Voluntarios Miñones Catalanes, que presentaron al gobernador de esa Plaza, Pascual Ruiz Huidobro, quien en la misma fecha admitió la proposición. La compañía estaría integrada por un efectivo de entre ochenta a cien hombres, y cada uno de ellos se costearía, de su peculio, el uniforme, que, según el artículo 5° sería de “pantalón y chaqueta azul con centro y vuelta amarilla, media bota, sombrero redondo y escarapela o cucarda que les de el gobierno” (art. 5), y su armamento, que conforme al art. 6° consistiría “trabuco de mano o carabina, sable y pistolas o en su defecto un hacha o un machete y canana al frente” (El texto del Reglamento y su aprobación ha sido publicado en la Revista Histórica (Montevideo), tomo IV, págs. 92-93 y por Ricardo R. Caillet-Bois, “Miñones y franceses en la Reconquista y Defensa de Buenos Aires”, Buenos Aires, publicación del Instituto de Estudios Históricos sobre la Reconquista y Defensa de Buenos Aires, 1806-1807, Peuser, 1947, págs. 126-127).

Estación de Subte Juan Manuel de Rosas

REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos o notas periodísticas de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años. 

El 23 de noviembre de 2007, se publicó en el diario Clarín la noticia sobre la aprobación en la Legislatura porteña de un proyecto para designar con el nombre de Juan Manuel de Rosas, a la terminal de subtes de la línea B, por entonces en construcción.



Votaron en primera lectura el nombre de una futura parada de la linea B
Revive un enfrentamiento histórico: Una estación de subtes se llamará Rosas
Partidarios del ex gobernador y de Sarmiento y Urquiza discuten la medida.
por Nora Sánchez
 

A 156 años de la batalla de Caseros, la polémica alrededor de Juan Manuel de Rosas continúa. Ayer la Legislatura porteña aprobó en primera instancia un proyecto para bautizar con su nombre a la estación de la línea B que a fines de 2008 será inaugurada en Triunvirato y Monroe. Como es una ley de doble lectura, aún debe ser sometida a audiencia pública y a otra sesión legislativa para hacerse efectiva. Pero su primer tratamiento ya reavivó la antigua antinomia. También sirvió para cuestionar que la estación reciba el nombre de Monroe, que homenajea a un ex presidente estadounidense. El autor del proyecto es el legislador kirchnerista Miguel Talento, que justifica: “Buscamos incorporar a Rosas a la nomenclatura urbana, porque no tiene ninguna mención. Parece que se sigue cumpliendo la maldición que le lanzó José Mármol, 'Ni el polvo de tus huesos la América tendrá” ahora convertida en “Ni tu nombre Buenos Aires tendrá”. Es un personaje controvertido, pero es parte de la historia argentina”. “Rosas siempre fue discutido porque fue un dictador y un hombre sin principios democráticos valederos —dispara Carlos Keller Sarmiento, descendiente del prócer e integrante del Instituto Sarmiento de Sociología e Historia No creo que deba ponerse su nombre a la estación, porque Rosas ya no es una alternativa. Tampoco tuvo una labor patriótica de relevancia. Y fue culpable de muchos asesinatos”.
“En torno a Rosas se construyó toda una historia que lo denigraba, acusándolo de crímenes y de cosas que el revisionismo comprobó que eran falsas —asegura Oscar Denovi, del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas—. Era una época muy cruel, pero no por responsabilidad de los federales ni de Rosas”.
Para Denovi, Buenos Aires tiene una deuda. “El nombre de Rosas falta en la ciudad donde nació y de la que fue benefactor. Fue él quien hizo obras hidráulicas y transformó un bañado en los parques de Palermo. Su caserón era la casa de Gobierno y esos parques eran públicos. En parte del predio del actual zoológico él ya había hecho uno con especies animales autóctonas”.
Pero la nomenclatura lo trató mal. “Su casa estaba en la actual avenida Sarmiento, que dicho sea de paso fue abierta por Rosas —dice Denovi—. Y el monumento a Sarmiento está donde se ubicaba su dormitorio”. Talento explicó: “Buscamos incorporar el nombre de Rosas en forma no litigiosa, en una obra nueva. Como esta estación, que justo está en la avenida que en 1973 fue denominada Rosas. Pero la dictadura se lo sacó y restituyó el de Monroe”. “Si a Monroe se le sacó el nombre de Rosas fue porque él no merece homenajes —sostiene Luis José Vincent de Urquiza, historiador y sobrino tataranieto del general que derrotó a Rosas en la batalla de Caseros—. Su único mérito es que el general San Martín le donó el sable, como reconocimiento de haber defendido la soberanía de la patria en la batalla de Obligado”. Vincent de Urquiza afirma: “No me opongo a que llamen Rosas a algo nuevo. Aunque preferiría que no, para evitar reavivar pasiones viejas que van a volver a enfrentar a los argentinos. Porque éste es el Boca-River de la historia. Y a mí me cuesta perdonar a personas que asesinaron tanta gente, pero del otro lado también se asesinó”. Keller Sarmiento señala: “Creo que el nombre de Monroe es una opción tan equivocada como la de Rosas, porque no tuvo nada que ver con la Argentina”. Desde el Instituto Histórico de la Ciudad, Lidia González afirma: “Las estaciones de subte deben tener los nombres de las calles adonde asoma la salida por una cuestión de orientación. Además, se le va a poner el nombre de Rosas a la autopista ribereña.”




Juan Manuel de Rosas. 1793-1877. Gobernador de la Pcia. de Bs. As. Estanciero, militar y político, gobernó la provincia de Buenos Aires entre 1829 y 1832, cuando la sala de representantes le otorgó facultades extraordinarias y el título de Restaurador de las Leyes. Volvió al poder entre 1835 y 1852.







James Monroe. 1758-1831. Abogado. Presidente de los Estados Unidos. En 1816 se convirtió en el quinto presidente de su país. Se lo conoce por acuñar la llamada doctrina Monroe, “América para los americanos”, que expresa la voluntad estadounidense para mantener su hegemonía sobre todo el continente.

Fronteras del desierto

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchos años.


El artículo publicado a continuación apareció en la revista El Tradicional  N° 85 de abril del año 2008.



El diplomático de las pampas

El Capitán don Rufino Solano

Por Omar Horacio Alcántara 


El capitán Don Rufino Solano actuó en la llamada “Frontera del desierto” entre los años 1855 y 1880, donde desarrolló un papel incomparable dentro de nuestra historia argentina. Por su labor, conoció y trató personalmente con las más altas autoridades, tales como Justo José de Urquiza, Domingo F. Sarmiento, Nicolás Avellaneda. En el ámbito militar actuó y combatió bajo las órdenes del coronel Álvaro Barros, coronel Francisco de Elías, entre otros. En el ámbito eclesiástico, fue además el eslabón militar con el Arzobispado metropolitano, en la figura de su arzobispo monseñor León Federico Aneiros, denominado “El Padre de los indios”. Este militar, con verdadero arte y aplomo, también se vinculaba y relacionaba con todos los caciques, caciquejos y capitanejos de las pampas, adentrándose hasta sus propias tolderías para contactarlos. Mediante estas acciones, logró liberar cientos de personas, entre cautivas, niños, canje de prisioneros e incluso funcionarios, como es el caso de Don Exequiel Martínez, juez de Paz de Tapalqué, en una época donde arreciaban los terribles malones tanto a los poblados, como en la zona rural. Del mismo modo, mediante esta labor mediadora y pacificadora, logró evitar incontables enfrentamientos y ataques a las poblaciones. Es por ello que prestigiosos y académicos historiadores concluyen sin vacilar que “durante casi veinte años el capitán Solano logró mantener la paz en sus confines (sic)” R. Entraigas. Galardonan su legajo militar dos glosas manuscritas por el coronel Álvaro Barros, fundador de Olavarría donde lo colma de merecidos elogios. Por este don que poseía el Ministro de Guerra Adolfo Alsina, ante una gran multitud reunida en Azul en el mes de diciembre del año 1875, le manifestó: “Capitán Rufino Solano, usted en su oficio es tan útil al país como el mejor guerrero”. Es que, mediante tratados de paz, logró evitar los ataques a la región durante la guerra con Paraguay, donde existía mucha debilidad en la frontera.

El diplomático de las pampas

Durante sus servicios, efectuó travesías de miles de kilómetros a caballo, siempre acompañado por un puñado de soldados e incluso en muchas ocasiones se aventuraba en soledad; solía pasar varias jornadas en las tolderías, donde era admitido y aceptado merced al enorme respeto y consideración que se le tenía, cada acercamiento le permitió retirarse llevándose cautivas y prisioneros de los indios.

Este hombre de “dos mundos” sabía hablar el idioma de los indígenas a la perfección, especialmente el araucano, la lengua de Calfucurá, Namuncurá, Pinsén, etc., manejando los términos adecuados para manifestarse ante estos líderes; pero, también poseía la misma valiosa virtud, para tratar con sus mandos, en castellano, tanto militares como del Gobierno Nacional, para arribar a acuerdos ecuánimes y que finalmente se cumplieran. Esta honestidad en su comportamiento, le permitía a Solano ser bien recibido en las tolderías para lograr salvar nuevas vidas.

En cierta ocasión, durante sus recorridas por la frontera, sorpresivamente se encontraron copados por una gran cantidad de indios, en la oportunidad Solano iba con un pequeño grupo de soldados. Estos soldados con armas en mano, se prepararon para una rápida retirada, pero el capitán les ordenó que se quedaran quietos, comprendió que actuando de esta manera lo único que iban a lograr sería que los “chucearan” por la espalda, En vista de ello, les pidió que lo esperaran, que iría a parlamentar para tratar de salvar sus vidas, y de inmediato se dirigió solo hacia un individuo que, por su postura y aspecto, parecía el líder de la indiada. Tras este parlamento, donde sólo Dios sabe lo que le dijo, todos se adentraron hasta la toldería, y luego de un par de días regresaron con un grupo de cautivas y prisioneros, e incluso fueron escoltados por. Este hecho y muchos episodios más se encuentran plasmados en valiosos manuscritos de la época, obrantes en el Archivo Histórico del Ejército Argentino.

Rescate de prisioneros de la ciudad de Rosario, Santa Fe 

Para 1873, en un multitudinario acto, le fue entregada por la sociedad de la ciudad de Rosario, Santa Fe, una medalla de oro, en premio a sus servicios rescatando prisioneros y cautivas residentes en esa ciudad. En dicho acto también se le hizo entrega de un testimonio de gratitud que manifiesta lo siguiente: “Rosario, 5 de agosto de 1873. Al capitán Don Rufino Solano: Me es satisfactorio dirigirme a Ud. participándole que el “Club Social” que tengo el honor de presidir resolvió en asamblea general obsequiar a Ud. con una medalla de oro que le será entregada por el socio Don José de Caminos, la que tiene en su faces verdadera expresión de los sentimientos que han inspirado al “Club Social” a votar en su obsequio este testimonio de simpatía y agradecimiento por la atenta abnegación y generosidad con que penetró hasta las tolderías de los indios de la Pampa para realizar el rescate de los cautivos cristianos, llevando con plausible resultado la difícil y peligrosa misión que le encomendó la Comisión de rescate del Rosario. Esta sociedad no podrá olvidar tan preciosos servicios y ha resuelto acreditarle estos sentimientos con este débil pero honroso testimonio. Manifestando así los deseos del “Club Social” del Rosario, me complazco en ofrecer a Ud. toda mi consideración. Firmado: Federico de la Barra (presidente)”. Dicho acontecimiento fue reproducido en las primeras planas de todos los diarios de la de la ciudad de Rosario y de la Capital Federal, de aquella época.

Muerte de Calfucurá

El capitán Rufino Solano intervino en numerosas batallas en defensa de los pueblos fronterizos, enfrentándose al ataque de malones (San Carlos de Bolívar, Azul, Olavarría, Cacharí, Tapalqué, Tandil, Bahía Blanca, Tres Arroyos, etc.), entre ellas son dignas de mencionar su intervención en Blanca Grande a las órdenes de los coroneles Benito Machado y Álvaro Barros y más tarde, a partir de 1868, junto al coronel Francisco Elías, sentando las bases de la actual ciudad de Olavarría. Junto al general Ignacio Rivas, con el grado de capitán, participó en la feroz y encarnizada batalla de San Carlos, el 8 de marzo de 1872, abriendo los cimientos dela hoy ciudad de San Carlos de Bolívar; en esta última contienda, que duró todo el día, los indios, reconociéndolo, le gritaban “¡pásese capitán !”. En esta batalla, en la que participó como jefe del cuerpo de baqueanos, y donde su responsabilidad quedó manifiesta debido a sus indiscutibles conocimientos de los campos, fue que la División del general Ignacio Rivas logró hacer marchas rapidísimas.

Su intervención en San Carlos no impidió a este valiente soldado, que al poco tiempo de esta decisiva batalla, se presentara nuevamente en la propia toldería del temible cacique Calfucurá, su contrincante vencido, apodado “El soberano de las pampas y de la Patagonia”, siendo casi un milagro que no lo mataran; no sólo ello, sino que al cabo de algunos días pudo retirarse llevándose consigo decenas de cautivas a sus hogares. Este episodio es único e inolvidable, porque Calfucurá, sintiéndose morir, en la noche del 3 de julio de 1873, le indicó al capitán Solano que debía retirarse, porque sabía que luego de su muerte lo iban a ejecutar junto con todas las cautivas. Así lo hizo, e inmediatamente luego del fallecimiento del cacique, partió el malón a alcanzar al rescatador y las cautivas: se escuchaban cada vez más próximos los aterradores alaridos de sus perseguidores y cabalgando durante toda la noche, finalmente lograron salvarse llegando a sitio seguro. Fue así como el capitán Rufino Solano fue el último cristiano que vio con vida a este legendario cacique. El cual, en sus últimos instantes de vida, tuvo un gesto de majestuosa grandeza y generosidad. Por esta verdadera hazaña, el capitán Solano fue recibido con admiración y gratitud en Buenos Aires por el arzobispo Aneiros, el presidente de la Nación y todo su gabinete.

Monseñor Aneiros mandó a colocar, en el Palacio del Arzobispado, una placa conmemorativa de este singular suceso.

Con la Iglesia

A propósito de esta máxima figura de la Iglesia Argentina, el arzobispo Federico León Aneiros, como dijimos, denominado “El Padre de los indios”, en numerosas oportunidades, el capitán Rufino Solano le ofició de enlace e intérprete con diversas embajadas de líderes indígenas, con quienes, esta célebre autoridad eclesiástica del país, mantuvo varias reuniones en el mencionado Hotel Hispano Argentino de Buenos Aires y en otras oportunidades, en la propia sede del Arzobispado.

El 25 de enero de 1874, arriba a Azul el Padre Jorge María Salvaire (lazarista) con idénticas intenciones de catequizar e impartir los sacramentos, pero esta vez contando el sacerdote y la Iglesia con la invalorable presencia intercesora del acreditado capitán Rufino Solano. Es así como debiendo internarse en la pampa, en dirección a los toldos de Namuncurá, la prudencia y la cautela de este célebre sacerdote le aconsejaron la intervención de “...el capitán Rufino Solano, hombre experimentado en la vida de frontera, que en varias oportunidades y con el mismo fin había participado para Salinas Grandes, ganándose la confianza de los caciques y capitanejos, cuya lengua conocía a la perfección” (Monseñor J. G. Durán)

Queda certificada la activa participación y la benéfica influencia ejercida por el capitán Solano, por la existencia de tres cordiales y afectuosas misivas dirigidas a él: dos enviadas por el cacique Alvarito Reumay, fechadas el 15 de febrero y 13 de marzo de 1874 y la otra remitida por el cacique Bernardo Namuncurá, del 13 de marzo de 1874. Es bien conocido que este último fue el que salvó al Padre J. M. Salvaire a punto de ser ultimado por su hermano, el cacique Manuel Namuncurá, hijo de Juan Calfucurá y padre de nuestro Ceferino Namuncurá. (Archivo Basílica Ntra. Sra. de Luján, J. M. Salvaire). A menos de cinco años de la fundación de Azul, nació nuestro personaje (1837), viviendo en su pueblo natal hasta su muerte, ocurrida el 20 de julio de 1913. Así lo certifican su acta bautismal en la Iglesia Catedral de Azul, los Censos Nacionales de 1869 y 1895 (el primero y segundo del país) y la certificación de defunción, asentada en registro del cementerio local.

José Hernández - Martín Fierro

 REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA

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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchos años.


El artículo publicado a continuación apareció en la revista El Tradicional  N° 93 de enero del año 2010.





- MARTÍN FIERRO -

EL HIJO QUE DIO NOMBRE A SU PADRE 

Por el Dr. José Citrino


Martín Fierro
Así como José Hernández escribió una carta para presentarle sus versos del “Martin Fierro” a su amigo y editor José Zoilo Miguenz, el Dr. José Citrino, como fino detalle, le ha enviado a nuestro director, “en homenaje a nuestra amistad”, sobre la base de la célebre misiva, sus consideraciones acerca de la nota solicitada para El Tradicional, donde el autor desgrana los pensamientos de Hernández en favor de la patria.

Al fin me he decidido a que mi pobre “Ensayo de Hernández, José” me ha ayudado algunos momentos a alejar el fastidio de la vida del Ministerio salga a conocer el mundo, y allá va acogido al amparo de su nombre.

No le niegue su protección, Ud. Que conoce bien todos los abusos y todas las desgracias de que es víctima esta clase desheredada de ensayistas.

Es un pobre ensayo, con todas las imperfecciones de forma que el arte tiene todavía entre ellos; y con toda la falta de enlace en sus expresiones, en la que no existe siempre una sucesión lógica.

Me he esforzado, sin presumir haberlo conseguido, en presentar un hombre que personificara el carácter de nuestra identidad, concentrando el modo de ser, de sentir, de pensar y de expresarse que le era peculiar.

Mi objeto ha sido dibujar a grandes rasgos, aunque fielmente, sus ideas, valores y principios; ese conjunto que constituye el cuadro de su fisonomía moral, en retratar en fin, lo más fielmente que me fuera posible, ese pensamiento, tan poco conocido por lo mismo que es difícil estudiarlo, que expresa la recia contextura intelectual, política y moral de José Hernández; en dibujar al poeta y Martín Fierro, en procura de una interpretación y valoración adecuadas del autor y su criatura.

Sin duda que todo esto ha sido demasiado desear para tan pocas páginas, pero no se me puede hacer un cargo por el deseo, sino por no haberlo conseguido”.

Su verdadero amigo

José Citrino

PD. Estimado Raúl, la libertad que me he tomado, ajustando el texto a la carta que Hernández le enviara a José Zoilo Miguens, no es una falta de respeto para el autor, sino, un homenaje a nuestra amistad.

Un fuerte abrazo.


El mes de noviembre, para los criollistas, es sinónimo de tradición, ése eco que, reflejando, resucita el pasado al exhibir sucesos y protagonistas, y que para los tradicionalistas es sinónimo de pertenencia e identidad, promocionando el pensamiento nacional, la identidad cultural y constituyendo un compromiso con las ideas, los valores y los sentimientos que inspiraron la lucha de nuestros mayores por una nación para todos, sin exclusiones de ninguna naturaleza, con autonomía y justicia, animados por la confianza de saberse hacedores de su propio destino. Y es en él en que se honra el nacimiento de José Hernández, que al decir de Carlos Paz (ex presidente de la SADE) “pocos argentinos deben estar presentes en la memoria de las generaciones que los sucedieron como José Hernández”, popularmente conocido por Martín Fierro, pues como decía él mismo, era ese un hijo que había dado nombre a su padre. Hernández, pertenecía a una generación que soñaba con una Argentina abundante, quería participar en el desarrollo histórico de la nación y ser uno de sus constructores. Eran tiempos de crecimiento, de crisis, en los que un pueblo cuestiona su modo de ser, es decir, su identidad.

Por ello, y porque es en la política donde se da, más que en cualquier otro campo de la realidad, la sensibilidad para producir el cambio y actuar en consecuencia, es que creemos conveniente realizar un homenaje a esa generación de políticos, a través de una interpretación y valoración no lineal (múltiples vertientes) de la vida y obra de Hernández; por cuanto a medida que avanzamos en el análisis, la vida se va mostrando en la obra y, correlativamente, la obra va señalando los objetivos de una vida, que contribuyeron a la construcción de una Argentina diferente.

Para ello debemos renovar la importancia que se le concedió a la generación del 80, difundiendo aquellas personalidades que son paradigmáticas a partir de su cultura, su pensamiento democrático, la conducta cívica, la conciencia nacional y su acción, constituyéndose por sí solas en modelos cívicos.

En este orden, Hernández guiaba su mente por distintos rumbos, sin distracción ni confusiones y así fue sucesiva y a veces juntamente:

* Contador, taquígrafo, guerrero, revolucionario y legislador.

* Miembro del Consejo Nacional de Educación, consejero del Monte de Piedad y del Banco Hipotecario.

* Protector de las industrias, estanciero, periodista, orador y poeta.

Hombre de espada y de pluma, del bosque y del salón, de tribuna y de espuela.

* En el campamento como en el gabinete sirvió a su país en el orden Nacional y Provincial.

De su poema “Martín Fierro” dijo el doctor Navarro Viola: “es una lección de lo que debe ser la poesía, es decir: Una moral y un arte”.

SU INFATIGABLE ACTIVIDAD LA PODEMOS SINTETIZAR EN LOS ASPECTOS SIGUIENTES:

I - Referidos a la comunicación: En el campo del periodismo redactó muchos periódicos, “El argentino” en Entre Ríos, como corresponsal político de la “Reforma Pacifica”, y en varios del Rosario. Redactó con Soto “La Patria” en Montevideo y fundó en Buenos Aires, “El Río de la Plata”, donde fue co-redactor el ilustrado Agustín de Vedia y colaboraron los señores: Navarro Viola, José Tomás Guido, Vicente G. Quesada, C. Guido y Spano, J. Siena Carranza, M. A. Pelliza, Tomás Moncada Avellan, Simón Bolívar Camacho y otros escritores de nota e iniciaron sus primeras armas literarias Estanislao Zeballos, Aurelio Herrera (Teseo), Cosme Mariño, Oscar Liliedad, Ocampo (Salvador Mario), Mariano Espina, Gerónimo Montero, Samuel Albert, Nicasio Dibur, Rómulo Gazcón, Enrique Serantes, Vicente Hernández, Horacio Mendizábal, Sixto Rodríguez y otros.

Como director/periodista, llevó a cabo actividades, con persistente labor, que permitieron volver a la vida pública a los señores Vicente López, Bernardo de Irigoyen, Luis Sáenz Peña, Alvear, Lahitte, Gutiérrez, Vicente G. Quesada, Navarro Viola y Tomás Guido.

II.- Referidos a sus ideas políticas:

Autonomía de las localidades.

Municipalidades electivas.

  La abolición del contingente de frontera, generando una revolución en las ideas sociales y en la política.

Elegibilidad popular de jueces de Paz.

Elegibilidad popular de comandantes militares y consejeros escolares.

El culto “de la libertad” como bien supremo.

Defensor de la justicia social.

La mayor garantía que puede darse a los intereses de todos, es que los poderes públicos tomen la menor intervención posible en los negocios de los particulares.

Una política sin justicia, nos aleja de la democracia.

La oposición es siempre útil a los pueblos y a los gobiernos, por más que muchas veces sea apasionada e injusta. Ella es un testimonio de la liberalidad de las instituciones y del respeto de la autoridad hacia los derechos que consagran. Negarle su razón de ser, sería suicidarse. Los derechos son solidarios.

“El concurso a que deben aspirar los gobernantes republicanos, es el de la opinión, libremente manifestada; y éste se adquiere marchando siempre por la vía recta y teniendo por únicos aliados la libertad y la justicia. Más sirve a los gobiernos la prensa opositora que la prensa oficial, porque aquella señala siempre los errores y los escollos, mientras que ésta se empeña en facilitar el camino y en oscurecer la verdad que hiere y deslumbra”.

“Una política alta y generosa, conciliadora sin debilidad, protectora sin privilegios, es lo que se necesita para vencer la crisis, es lo que reclama el país por medio de sus órganos caracterizados. Abordar la solución de todos los difíciles problemas sociales y económicos, dar seguridad a la vida, al derecho, ala propiedad, estimulando el respeto a la ley, reprimir con mano fuerte el abuso de funcionarios despóticos, fomentar la industria, el comercio, eso es lo que necesitamos, ese antídoto contra las reacciones del mal.”

“La historia, eco de los acontecimientos pasados, debe servirnos de ejemplo para el porvenir: Ocupémonos del porvenir; entreguemos a la generación que viene una Patria grande, libre, fuerte, organizada y respetada. Y habremos cumplido la misión de nuestros padres”.

III.- Referidos a los aspectos sociales:

La emancipación del criollo, cuidar con empeño la condición, la suerte de los paisanos, por cuanto, las sociedades que olvidan la suerte de sus pobres están condenadas a ser siempre pobres.

La defensa de los usos, costumbres y el lenguaje popular (españolismo, sabiduría profunda y moral exquisita).

La defensa exacerbada de los derechos individuales.

La lucha contra todo tipo de discriminación (social, política, económica etc).

Defensa de la sociabilidad en que se desarrollaba la gauchesca: la familia y la popular “milpa” (ayuda entre vecinos).

La educación no es una cosa mecánica. Ha llegado la época feliz, de poner término a la educación vegetativa, que ha habido tanto en las provincias que componen la República. Edificios estrechos, inadecuados para su objeto; falta de útiles, falta de personal docente, la educación pública se resiente de todas estas deficiencias. Una de las causas que más influye en el espíritu y en la inteligencia del niño es el local en el que se educa. Los niños se adhieren generalmente a las primeras impresiones. Y no es lo mismo formar ciudadanos de elevadas ideas en casas oscuras, pequeñas, malsanas, que formarlos en buenos edificios. 

Así como la generosidad es el más noble castigo de la ingratitud, la práctica de la virtud es la derrota del vicio y de la iniquidad”.

IV.- Referidos a los aspectos económicos:

Sostener el desarrollo tecnológico y la investigación científica.

La inserción en el movimiento científico, comercial y económico del mundo.

La colonización de las tierras públicas.

La concepción del trabajo como elemento dignificante del hombre libre.

Defensa, desarrollo y afianzamiento del sentido de la propiedad privada.

Defensa de la libertad de comercio.

Un país que tiene por única base de su riqueza pública la ganadería y la agricultura, debe preocuparse por estudiar con acierto y con prudencia los medios que otros países tan adelantados como nosotros, o más adelantados quizá, ponen en ejercicio para obtener buenos resultados de estos elementos primordiales de riqueza.

Ateniéndonos al orden general, como buena doctrina económica, es bueno todo comercio que lleva la mercadería adonde está la necesidad: aproximar la mercadería a donde está la necesidad, y no llevar la necesidad adonde está la mercadería. Así se multiplica el consumo. Es decir, se llega al consumismo como ideología del consumo.

“Demos franquicias, ofrezcamos alicientes a los capitales y todo vendrá pronto. Alentemos a las empresas, no trabemos la iniciativa individual, no llevemos la acción oficial más allá de su misión y de su órbita, y veremos cómo las fuerzas vigorosas de la Provincia se desenvuelven con increíble rapidez.”

“Las riquezas naturales aguardan la época en que deben ser explotadas bajo la influencia fecunda de la paz, del capital y del trabajo”.

“No es un principio admisible, pero es una verdad práctica y reconocida, que donde hay hambre no hay honradez”.

“Al colono extranjero le ofrece la ley Nacional, tierra, semilla, implantes, herramientas, animales de labranza y mantención por un año para él y su familia. Bienvenidos sean esos obreros del progreso. Pero, si el país necesita la introducción del elemento europeo, necesita también como único, como mejor y más eficaz remedio a todos los males, fundar colonias agrícolas con hijos del país”.

“El problema económico que actualmente llama la atención de mayor número de sabios y pensadores europeos, es el que se refiere a la alimentación del género humano. A pesar de los grandes progresos de la agricultura, la producción anual es insuficiente en las primeras naciones del viejo mundo. Nuestro país puede producir en abundancia los elementos de subsistencia que Europa reclama, abriendo así un vasto campo al trabajo, un empleo provechoso a los capitales, y una útil aplicación a la inteligencia y a la actividad industrial.”

“No nos descuidemos, no nos quedemos atrás del movimiento científico, comercial e industrial del mundo, si aspiramos a ser, lo que nos corresponde por legítimo derecho, es decir, la Nación más grande, más fuerte, y más próspera del Continente Sud Americano”. Con el enunciado acerca del peso de las ideas para la transformación de la sociedad, Hernández muestra y demuestra el calado de su percepción política. Esta alcanza ámbitos que el habitual lector de su poema está lejos de sospechar.

Por ello, la difusión de la vida y obra de Hernández como político y legislador, se orienta a fortalecer la conciencia nacional, refirmar nuestra fe en la democracia e informar, enseñar y persuadir en libertad.

En este marco, el valor de las ideas, claramente expuesto por Hernández en toda su obra (política/literaria), sobrepasa la percepción habitual de los hombres públicos, generalmente más preocupados por la solución de los problemas parroquiales, que la conjugación de la acción política con el entendimiento de los fenómenos que, desde diversos planos, asedian al hombre y a la sociedad. La evolución de sus ideas lo convierte en un auténtico hombre de la Organización Nacional.

En esta línea de análisis, el Martín Fierro nos muestra dos épocas. La primera de la paz social, cuando los estancieros y sus peones realizaban “grandes trabajos de los que hoy no se tiene idea”, fue sustituida por la protesta política. Por eso en la segunda parte del poema, no se canta a la vida en las estancias sino la expoliación de los gauchos libres o de los ocupantes de tierras que carecen de título formal sobre ellas. La respuesta al contraste de las épocas, la encontramos colocando el poema en el terreno histórico. La primera época, en donde se abordó el problema social de las relaciones de trabajo, se corresponde con los recuerdos juveniles de Hernández sobre la estancia federal en la cual vivió. En la segunda sucede a la inversa; el fondo, en cuanto culpa a las autoridades (siempre en abstracto) es esencialmente político.

Está claro que la crítica política contra las autoridades unitarias que sobrevinieron a Caseros está presente en la segunda parte. Y así, históricamente quedan en descubierto las raíces federales del pensamiento hernandiano, que sostienen todo el poema en su espíritu y construcción.

No debemos olvidar que en vida de Hernández y ya editado el Martín Fierro todavía persistía “la papeleta” de trabajo, la utilización de los cepos y las estaqueadas, se aplicaba indiscriminadamente el Código Rural (al solo criterio del juez de Paz), se utilizaban los apaleamientos y cundían el hambre y la miseria.

La lucha de Hernández contra todo ello fue incansable hasta obtener el decreto del 8 de noviembre de 1881, que abolió el uso de los cepos y los otros castigos corporales. Pareciera un decreto un poco tardío, en una República que se preciaba de su Constitución, de sus ferrocarriles, de su crédito exterior y de su universidad; pero así aconteció, para desgracia de la formación de una raza democrática, libre, culta y de trabajo.

Podemos asegurar, luego de ubicar el poema en su época y teatro de acción, que fue contra este tipo de justicia “persistente”, aplicada en detrimento de los derechos humanos y las libertades constitucionales que dirigió Hernández su poema; más valioso como requisitoria contra la expoliación de libertades esenciales para la vida humana, que reinaba en las campañas, que como simple obra literaria.

Es importante destacar la coherencia entre el poeta y el legislador, puesto que Hernández funda sus intervenciones en sus conocimientos y en su experiencia.

Ello, se observa en la sesión del 19 de noviembre de 1880, donde se generó uno de los debates parlamentarios de mayor importancia que tuvieron lugar en la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, y es el referido al proyecto del Senado, cediendo el municipio de la ciudad de Buenos Aires para Capital de la República.

La intervención de Hernández constituyó una pieza memorable dentro de la historia parlamentaria argentina, de la cual extractamos: “Una vez resuelta la cuestión de la capital en el sentido que debe ser resuelta, no habremos hecho una evolución; habremos completado nuestro camino; y entonces, los grandes hechos de nuestra historia política podrán completarse en estas fechas notables:

- 1810, la emancipación;

- 1816, la declaración de la Independencia;

- 1853, la Constitución Federal;

- 1862, la integridad nacional, incorporándose Buenos Aires;

- 1880, la organización de la República, definitivamente constituida, con Buenos Aires por Capital.

Tenía Hernández en su origen sangre sin mezcla, y una obstinada identificación con la patria, perpetuada sin desfallecer a lo largo de las generaciones. La vocación de servir que incluía el tributo de la propia vida. Todo ello unido a la dignidad en la conducta, a la falta de empaque, al corazón en su quicio y a la modesta sencillez de las costumbres, signo y cifra de un genuino y ejemplar patriciado criollo. Hoy más que nunca, frente a la magnitud de la crisis social, económica y política que atraviesa la Nación, cobra relevancia el pensamiento y la actitud de estos hombres de la denominada “generación del 80”, cuya lucidez y coraje transformó profundamente la sociedad de su tiempo. Por ello, al decir de Leopoldo Lugones: “... Puede que José Hernández, ya crecido, se mirara en el espejo de sus mayores, de aquellos hombres que en la bella y difícil conciencia del deber, Para honra de la Patria dicen como hay que ser”.

Fuentes

“Tiempo y Vida de José Hernández”, Horacio Zorraquín Becú. 

“Instrucción del estanciero”, José Hernández.

“José Hernández, el senador Martín Fierro”, José Isaacson, Círculo de Legisladores de la Nación Argentina.

“Fierro y la Expoliación del Gaucho”, Juan Carlos Vedoya.