REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.
El 8 de noviembre de 1988, fue publicado en el diario La Prensa, un artículo sobre la "Soberanía de América latina y el Caribe", que tiene que ver con el tema indigenista.
"1992: Año de la soberanía de América latina y el Caribe"
Un atentado contra nuuestra identidad cultural
por Ignacio F. Bracht Olmedo
El pasado 10 de octubre, en vísperas de celebrarse el Día de la Raza, —conmemoración establecida en el país durante la primera gestión presidencial de Hipólito Yrigoyen mediante un decreto de su autoría del 4 de octubre de 1917—, se difundió en los medios de prensa un proyecto de resolución elaborado por un conjunto de diputados de la Nación, que elevó al Poder Ejecutivo para que, a través de la Cancillería se den instrucciones al representante argentino en las Naciones Unidas para que promueva que se declare el año 1992 “Año internacional de la Soberanía de América latina y el Caribe”.
El proyecto de marras fue suscripto por los diputados oficialistas Lucía Alberti y Federico Storani; por los justicialistas Olga Flores, Carlos Ruckauf y Federico Puerta; por los intransigentes Raúl Rabanaque Caballero, Miguel Monserrat y Luis Manrique; por el socialista popular Guillermo Esteves Boero; por el democristiano Alberto Aramouni y por los integrantes del minibloque socialista-cristiano unificado Simón Lázara y Matilde Quarracino.
El proyecto y sus argumentaciones
El proyecto de resolución posee cinco partes que llevan por títulos los siguientes: 1) fundamentos; 2) la dependencia bajo la dominación ibérica; 3) la dependencia bajo la dominación británica; 4) la dependencia bajo la hegemonía del imperialismo norteamericano, y 5) hacia la definitiva descolonización de América latina y el Caribe.
En los fundamentos, sostienen los diputados firmantes que, “A través de cinco siglos nuestro continente ha sido estructurado en forma dependiente, estableciéndose un vasto sistema de dominación que la perpetúa, mediante el cual vivimos pendientes y dependientes de las decisiones que se tomaron en los centros de poder. Estos últimos han ido cambiando de sede (sic) a lo largo de la historia —primero España, luego Inglaterra y actualmente Estados Unidos de América—...”
En los puntos restantes y referidos a las distintas etapas de la dominación ejercida sobre América latina, como se ha sostenido, los diputados firmantes equiparan en pie de igualdad los procesos de colonización que, a partir del siglo XV se iniciaron con la presencia de España en nuestro continente. Bajo este esquema quedan calificados en el proyecto como idénticas formas de “dominación” variando sólo el modo en espacio y tiempo, la acción de España en América; el posterior asentamiento inglés en el norte; la expansión colonial y comercial británica y francesa en África y Asia, los asentamientos coloniales de Holanda, la penetración comercial de Inglaterra en nuestro país durante el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, la bipolaridad surgida luego de la Segunda Guerra Mundial y en la que los Estados Unidos se erigieron como una de las dos potencias que se distribuyeron las zonas de influencia y en las cuales hacen sentir su condición de hegemónicos. En lo que atañe a nuestro continente, finalizan los firmantes mencionando la dependencia económica que sufre América latina en su condición de deudora del FMI, Banco Mundial y los distintos trusts económicos y financieros. De esta manera los señores diputados nos brindan un prolijo desarrollo de la dependencia, y cuya relación de causalidad se remonta al 12 de octubre de 1492.
Estas argumentaciones violan la genuina verdad histórica, y en definitiva demuestra una supina ignorancia de los hechos y procesos históricos de nuestro pasado americano.
Si a ello le sumamos la referencia que los señores diputados hacen al expansionismo norteamericano en el Caribe con su teoría del “Destino manifiesto” a fines del siglo XIX, o la posterior política del “Big Stick” de Teodoro Roosevelt, o la presión de los bancos acreedores mencionados, tales como el Chase Manhattan, Citibank, Morgan Guaranty Trust, etcétera, y que estas realidades sean la resultante de que Colon haya echado pie a tierra en América, es ingresar en el mayor y absoluto diletantismo simplista.
La hispanidad: resultante cultural
La confrontación cultural existió desde los orígenes mismos de la Humanidad, suscitándose en el preciso momento en que un pueblo entró en contacto con otro pueblo, poseedor de diferentes valores culturales. Esta colisión cultural existe aún, y existirá por siempre, ya que la universalidad declamada hoy, sólo puede y debe ser entendida en el marco enriquecedor de la diferencia cultural.
Con la presencia de España en América se produjo sin lugar a dudas, una colisión cultural, pero que no acarreó como en otros casos la aniquilación de una cultura por otra. En América, pasados los primeros y duros tiempos de la conquista, se fue gestando, sobre todo desde fines del siglo XVI, y a través de infinidad de manifestaciones la confluencia de la cultura europea-mediterránea y de signo castellano, con las diversas culturas de los pueblos americanos. Es este un hecho, de encuentro y también de enfrentamiento, por qué negarlo, y a pesar de que los señores diputados consideren que “eufemísticamente se denomina Encuentro de Dos Culturas”, el resultado fue, no la desaparición de las culturas aborígenes por la imposición de la cultura de España, sino por el contrario el surgimiento de una nueva entidad cultural: La Hispanidad.
En esta labor de fusión cultural tuvieron descollante actuación las órdenes religiosas evangelizadoras del continente que no fueron “endilgadas a Colón” y a los posteriores adelantados como sostienen los señores diputados, sino que surgieron de la propia cosmovisión con que los reyes de España emprendieron la gesta de América. Estos religiosos brindaron a la posteridad excelsas obras en los más diversos campos, ya sea en las artes plásticas, la música, las letras, la ciencia, la arquitectura, etcétera, y en las cuales se reflejó la simbiosis cultural de la que hablamos. Asimismo, la existencia de misioneros mártires nos comprueba irrefutablemente que se buscó un objetivo que superaba lo temporal y el afán de lucro; es decir que estos hombres fueron impulsados por un ideal metafísico, más allá de todo interés crematístico que, como esgrimen los firmantes del proyecto pareciera ser que sólo la expoliación de las riquezas, fue el único fin de España en América.
Existen infinidad de ejemplos que podríamos enunciar para demostrar cómo fue encarada por parte de España, la obra americana. Uno de ellos se refleja en las universidades que se levantaron, por todo el espacio americano y en las que se formaron en las disciplinas académicas muchos indígenas; otro de los ejemplos es la aparición del Derecho Indiano que, en vastos aspectos, y a pesar de que la ciencia jurídica peninsular brillaba como parte de ese “Siglo de Oro” que vivía España, no rechazó y por el contrario se edificó en base a grandes aportes que provinieron del derecho indígena.
Pero si hay un fenómeno contundente, en razón del cual fue el sentido con el que España consideró a las distintas culturas aborígenes, es el mestizaje. Este grandioso logro, único y diferente a cualquier otra empresa colonizadora de los tiempos modernos y contemporáneos, nos demuestra de manera tangible la unión de las culturas, ya que en la sangre criolla se concretó la integridad que denominamos puente: es decir el mestizaje cultural en donde se fusiona la herencia cultural indígena y española.
Los autores del proyecto no podrán mostrar algún fenómeno similar que se haya producido con la colonización inglesa y holandesa en América, África y Asia, o con cualquier otra potencia europea de la modernidad que hubiera concretado proyectos de colonización. Sin duda les será muy difícil encontrar la analogía en este terreno. ya que repetimos, el mestizaje como entidad totalizadora fue un hecho único y diferenciador de todos los procesos colonizadores que se produjeron.
Así, la hispanidad deviene como resultante y no como la anulación de una cultura por otra, y es aquí donde se agiganta España como nación conquistadora en que, con las armas triunfantes en la mano no aniquila, sino que recepciona el legado cultural de los vencidos.
La hispanidad constituye hoy, con la suma de los aportes culturales de las corrientes inmigratorias posteriores, la heredad que nos marca una identidad cultural.
En la hispanidad se renueva la América indígena y la América española, y por intermedio de ésta, España, que es lazo de unión con la cultura greco-latina, primigenia cuna de la genuina civilización occidental y cristiana, que en absoluto tiene relación, mal que les pese a los señores diputados, con la modernidad capitalista, fruto de las corrientes filosóficas qu nacieron bajo la cosmovisión protestante del modelo anglosajón.
Errores históricos del proyecto
Los señores diputados nos ilustran en su proyecto, como ya lo hemos señalado, con un punto referido a “la dependencia bajo la dominación ibérica” y en el cual citan como antecedentes a las guerras de la Independencia, los levantamientos y revueltas que se produjeron durante el siglo XVII a lo largo de Hispanoamérica. Conviene sobre este punto reflexionar un instante.
A partir de la presencia española en América en tiempos de los reyes católicos y durante todo el reinado de la casa de Habsburgo, América se estructuró como Reino de Indias, tan reino como Castilla, Aragón, Flandes, etcétera, federado a todos los reinos de España, pero no dependiente de ninguno.
El Imperio Español fue así, una “Federatio Regnorum”, en donde cada reino poseyó sus fueros, privilegios y autonomía. Esta tradición que España heredó del “Foedus” romano y la “Anfictionia” griega, le dio al imperio español una característica particular que se mantuvo durante todo el reinado de la dinastía de los Austrias. Recién con el ascenso de los Borbones al trono de España, se produjo la desvirtuación y subversión de la tradición, convirtiéndose los reinos de Indias en meras colonias, sujetas al centralismo de la metrópoli y a su voracidad fiscal. De allí que se produjeran levantamientos pero que no fueron contra España, como sostienen los legisladores, sino cuyo objetivo fue el de conservar los fueros y prerrogativas contemplados en el Derecho Indiano y que como hemos señalado, gozaron estos reinos.
Los movimientos que señalan los señores diputados tales como, el de los Comuneros de Nueva Granada de la Villa del Socorro (16 de marzo de 1781) se llevó a cabo al elocuente grito de “¡Viva el rey!, pero no queremos pagar la armada de Barlovento”. Similar a éste, fue el sentido de la sublevación de los Comuneros de Asunción (1723 y 1730), de Corrientes y de Lima. La famosa rebelión de Tupac Amaru (1782) se realizó bajo la consigna “¡Viva el rey!, pero mueran los corregidores”. Como vemos en todos los casos, la intención fue la defensa del común, los fueros propios e intransferibles, y contra el abuso de algunos funcionarios de la corona que durante el reinado de Carlos III pretendían violar una tradición afincada en el alma y mente de los hispanoamericanos.
La leyenda negra: sus forjadores y los voceros de hoy
No mucho tiempo trascurrido, luego que España se afincara por toda América, comenzaron a alzarse voces de condena, que hoy continúan, con el claro propósito de mancillar la epopeya de España. Así surgió la “Leyenda Negra” que con su afán denigratorio se detuvo en los hechos puntuales, en los excesos que existieron y que en algunos casos fueron de gravedad, pero que por otra parte son inevitables, como ya lo hemos sostenido, en toda confrontación cultural. Pero callaron y menoscabaron los actos que engrandecieron a España como nación colonizadora, renegando del legado cultural que conllevó la unión de las culturas y que poseyó en el mestizaje su más elevada manifestación.
La “Leyenda Negra”, resultado de la intencionalidad anglosajona, fiel reflejo de la ancestral enemistad de España e Inglaterra —aunque hoy se pretenda minimizarla—, encontró sus voceros en nuestras tierras.
Durante el siglo XIX, hubo quienes hicieron suyos estos postulados y que subyugados por las corrientes del positivismo liberal propugnaron que nuestros modelos culturales, políticos y económicos tuvieran su norte en el arquetipo anglosajón, olvidando nuestras raíces encarnadas en la hispanidad, ya que ésta, para su cosmovisión era sinónimo del atraso y la barbarie.
Este esquema que atenta contra nuestra heredad se continúa hoy en algunas corrientes que proviniendo del marxismo —heredero éste también del positivismo del siglo XIX—, y que supuestamente opositoras al modelo anglosajón, confluyen en sus resultados: denigrar la acción de España en América y socavar nuestro ser cultural. Dentro de estas vertientes cabe mencionar a un ideologizado Movimiento Indigenista que continúa con la vetusta, pero hoy remozada “leyenda negra” y con el cual seguramente, los legisladores del proyecto deben identificarse plenamente.
Consideraciones necesarias
Es conveniente que nuestros representantes de la Cámara Baja, promotores del proyecto que nos ocupa, leyeran además de las obras citadas en el mismo, tales como “Las venas abiertas de América latina”, de Eduardo Galeano; “Las Américas y la civilización” de Darcy Ribeiro, entre otras, algunas de las obras producidas por pensadores e historiadores que no rechazan el legado cultural que nos hizo ser americanos. Deberían consultar las páginas del “Solar de la raza”, de Manuel Gálvez; el “Ariel” del uruguayo José Enrique Rodo; “Defensa de la hispanidad”, del español Ramiro de Maeztu; “Del municipio indiano a la provincia Argentina”, de José María Rosa; “Sentido misional de la conquista de América”, de Vicente Sierra; las bellas letras de Rubén Darío, y todas las que fueran necesarias para evitarse así realizar comparaciones irracionales que fuerzan el acontecer histórico. Sólo así podrán revertir posiciones que buscan una causalidad donde no existe, y cuyo resultado es un refrito en el cual caben Cristóbal Colón, el Fondo Monetario Internacional, Tupac Katari, capitalismo, evangelización, el neocolonialismo, España, la CIA, Holanda, Inglaterra, el vizconde de Chateaubriand, el Morgan Guaranty Trust, el acuerdo de Bretton Woods, los Comuneros del Socorro, Lyndon Johnson, Artigas, el Banco Mundial, San Martin, el Citibank, etcétera.
Poseemos la convicción y la certeza de que existen figuras del radicalismo que no comparten las argumentaciones del proyecto de resolución, como asimismo relevantes personalidades y numerosos sectores del justicialismo. Los primeros, porque no reniegan de Hipólito Yrigoyen, que como hemos señalado al comienzo de estas líneas, estableció la festividad del 12 de Octubre; los segundos debido a que siguen fieles al pensamiento de su líder Juan D. Perón, quien expresó el 14 de noviembre de 1947, al recibir el título de Doctor Honoris Causa de las Universidades Argentinas, lo siguiente: “Si la América española olvidara la tradición que enriquece su alma, rompiera sus vínculos con la latinidad, se evadiera del cuadro humanista que le demarca el catolicismo y negara a España, se quedaría instantáneamente baldía de coherencia y sus ideas carecerían de validez”.
Pretender reivindicar la soberanía de una América latina opuesta a la idea integradora de la hispanidad es negar nuestro pasado cultural, y una América sin pasado lo es también sin futuro. Por ello sostenemos que el proyecto de resolución analizado atenta contra la identidad cultural de los pueblos de Hispanoamérica.