REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
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En esta sección que llamamos "Revolviendo la biblioteca", incluimos distintos artículos de gran interés histórico, poco conocidos por el público en general, publicados hace ya muchísimos años.
Publicamos a continuación un artículo del historiador Armando A. Piñeiro, aparecido en el diario La Prensa del día 22 de mayo de 2011, en la columna Los fantasmas del pasado.
La voluntad popular en la Semana de Mayo
por Armando Alonso Piñeiro
Cabildantes, militares y protagonistas en general de la Semana de Mayo, muy poco pudieron descansar en aquellos días memorables. Todos pasaron jornadas de tensas reuniones, a consecuencia de las cuales fueron emitidos los primeros documentos del país naciente. El mismo 25, la corporación municipal celebró tres acuerdos, según ha quedado constancia en las minuciosas actas de la época. Por el primero, tomó conocimiento de la agitación popular y de oficios a las autoridades.
Por el segundo, se enteró de la disolución de la Junta formada por el mismo Cabildo y de la constitución de la Segunda Junta, que ha pasado ala posteridad con el primer número ordinal. Por el tercero, tomó juramento y puso en posesión de sus cargos a los miembros del nuevo órgano gubernamental.
También el 25 el Cabildo emitió el primer bando de la época argentina, en realidad un mero documento formal. Y al día siguiente, las flamantes autoridades dieron a conocer la proclama inicial del gobierno independiente, fechada en la Real Fortaleza de Buenos Aires, con las firmas de todos los miembros de la Junta e intitulada: “La Junta Provisional Gubernativa de la Capital del Río de la Plata a los Habitantes de ella, y de las Provincias de su Superior Mando”.
La proclama, impresa en la Real Imprenta de Niños Expósitos, comenzaba afirmando el establecimiento de la “autoridad que renueve la incertidumbre de las opiniones y calme todos los recelos”. El promedio aventaba dudas todavía albergadas en algunos espíritus del sector españolista y ratificaba el imperio de su mandato. “Las aclamaciones generales -continuaba- manifiestan vuestra decidida voluntad; y solo ella ha podido resolver nuestra timidez a encargarnos del grave empeño a que nos sujeta el honor de la elección. Fijad pues vuestra confianza y aseguraos de Nuestras intenciones”. Es decir, que se aprovechaba la oportunidad para dejar claramente sentado el hecho de que la Junta era tal por voluntad de los habitantes de la capital rioplatense, exhortándolos a un mínimo con- trol sobre los procedimientos de las mismas autoridades. Lo cual importaba cierta incipiente práctica democrática, algo verdaderamente revolucionario en el clima monarquista vivido durante casi tres siglos.
“Un deseo eficaz -proseguía el documento-, un celo activo, y una contracción viva y asidua a proveer por todos los medios posibles la conservación de nuestra religión santa, la observación de las leyes que nos rigen, la común prosperidad”. Ergo, la Junta no dejaba lugar a dudas sobre la inamovilidad de las instituciones jurídicas y la continuidad del catolicismo como fe natural. Más adelante, la proclama exhortaba a reposar en los desvelos y fatigas de las nuevas autoridades, dejando a cuidado de ellas “todo lo que en la causa pública dependa de nuestras facultades y arbitrios; y entregaba a la más estrecha unión y conformidad recíproca en la tierna erupción de estos efectos”. En la parte final, el documento pedía llevar el acatamiento a la autoridad “a las provincias todas de nuestra dependencia, y aún más allá, si puede ser, hasta los últimos términos de la tierra, la persuasión del ejemplo de vuestra cordialidad y del verdadero interés con que todos debemos cooperar a la consolidación de esta importante obra. Ella afianzará de un modo estable la tranquilidad y bien general a que aspiramos”. Con lo cual -es preciso destacarlo- la Junta establecía a sólo veinticuatro horas de su constitución, el propósito de expansión geo- gráfica y política del movimiento revolucionario. En sólo 236 palabras, la primera proclama de la Junta de Gobierno consolidaba su poder, plantaba la semilla de la voluntad popular, ratificaba la continuidad tradicional de algunas instituciones y proclama- ba la necesidad de la dilatación emancipadora más allá del Virreinato rioplatense. Aquellos prohombres eran parcos en sus expresiones y generosos en el accionar. Vale la pena recordar esas características a más de 200 años de manifestadas.