REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
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En el periódico Juan Manuel de Rosas N° 1 y 2 de octubre de 1986 y agosto de 1987 respectivamente, se publicó el siguiente artículo sobre la batalla de Caseros y sus consecuencias.
La traición de Caseros aún da rédito al imperialismo
por Gustavo González
1ra Parte
Desde las estipulaciones del famoso Tratado de Tordesillas que delineaba las áreas de influencia a que debían atenerse los reinos de España y Portugal, la política expansionista luso-brasileña se fue caracterizando por el desconocimiento, la violación y el olvido del mismo. Para los portugueses la Bahía de Todos los Santos operó como una verdadera "cabecera de puente” en el continente suramericano.
A diferencia de los conquistadores españoles que vinieron a
integrase con los nativos y a evangelizarlos haciéndoles súbditos e integrantes
del Reino, los portugueses llegaron para colonizar en el peor sentido del verbo
y como tal, sabedoras de que las comarcas del Sur eran las más ricas y aptas,
fueron presionando hacia regiones de los ríos Paraná y Uruguay, con el aporte
despiadado de sus tristemente célebres “bandeirantes”, que constantemente
asolaron las reducciones jesuíticas dependientes de la Corona de España,
tratando de apoderarye —entre otras cosas— de nativos que les sirvieron como
esclavos en sus minas y plantaciones.
La creación del Virreynato del Rio de la Plata en 1777, vino
en parte para conjurar estas depredaciones e injusticias, las que ya habían
sido legalizadas, con las resignaciones territoriales que le impuso a España el
Tratado de San Ildefonso. No obstante la puja expansiva continuó hasta que en
1810, cuando los argentinos al hacernos cargo del Virreynato para convertirnos
en Provincias Unidas del Rio dela Plata, heredamos no solo el territorio que se
proyectaba desde el Alto Perú, el Paraguay
y las Misiones Orientales hasta el Magallanes y la Antártida con salida a los
dos océanos, sino también sus conflictos y tradiciones culturales y políticas.
Lamentablemente la
miopía política de muchos de nuestros prohombres de Mayo, como sucesivamente en
los triunviros y directorios, enredados en una política centralista y
absolutista que luego daría paso al “unitarismo”, al circunscribirse a los
intereses del mercantilismo porteño nacido a la égida de las Invasiones
Inglesas, no solo concitaron la desconfianza y la reacción de los pueblos del
interior, sino que también favorecieron las desmembraciones y el aislacionismo
tal como sucedió con el Alto Perú y el Paraguay. Y mientras los “directoriales”
se perdían en sus proyectos monárquicos y se trenzaban en lucha con los
caudillos del Interior, como Artigas, Ramirez y López, el Brasil ocupaba la
Banda Oriental que era una herencia natural de Virreynato.
Hasta aquí ya habían quedado atrás la sublevaciones
guaraníes para seguir siendo súbditos españoles, el nuevo Imperio Brasileño se
había presentado en las costas del Plata y a partir de allí haría valer el
“utis possidetis” ya sea con las armas o con la diplomacia. La reacción de los
33 Orientales, facilitada por argentinistas y la ayuda de algunos patriotas
como Juan Manuel de Rosas, contuvo momentáneamente esa posesión ilegal con la
primera Guerra y el triunfo de las armas argentinas en Ituzaingó. Como vemos,
la antigua confrontación hispano-portuguesa, por herencia pasaba a ser
argentino-brasileña. El pleito de la rica Cuenca del Plata había quedado
pendiente y el Brasil no se resignó a la pérdida de su influencia en una geografía
tan vital para su desarrollo económico e imperialista.
Con el advenimiento del Brigadier General Juan Manuel de Rosas como Gobernador de Buenos Aires y Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, con el pacto Federal integrador de 1831 comenzó una trabajosa labor en pro de la Unidad Nacional, tendiente también a reintegrar los pueblos y territorios que habían pertenecido al viejo tronco español. La campaña a los desiertos del Sur, la Guerra con la Confederación Perú-Boliviana, el no reconocimiento de la independencia del Paraguay, las campañas militares federales contra los segregacionistas litoraleños y orientales como Berón de Astrada y Rivera, como los enfrentamientos armados con la Francia e Inglaterra, sostenidos exitosamente por Rosas, fueron la consecuencia de las ambiciosas y justicieras miras del Restaurador, las que por otra parte concitaron la adhesión de la mayoría de los pueblos hispanoamericanos.
Esta política soberana de la Argentina, no pasó
desapercibida en la ambiciosa Casa de Braganza y los servidores políticos y diplomáticos que
componían la clase dirigente del Imperio. Así fue en todo momento, el Brasil
estuvo pendiente del desarrollo de las discordias entre unitarios y federales,
fomentándolas e interviniendo directa o indirectamente en favorecer al bando
opuesto a la política de Rosas.
En 1843, sitiado
Montevideo por las fuerzas orientales del General Oribe, aliado de Rosas, el
derrotado Fructuoso Rivera y los expatriados de la Comisión Argentina en
Montevideo; desesperados por una situación que se tornaba irreversible,
buscaron una vez más el apoyo extranjero para, salvarse y sin reparar en medios
ni costos, urdieron el proyecto de la segregación de Corrientes y Entre Ríos de
la Confederación Argentina, las que junto al estado Oriental y el Paraguay
formarían uno nuevo “independiente”; a tal efecto, comisionaron al Dr. Florencio
Varela para que tentase en las Cortes europeas, la intervención armada
necesaria para impedir el triunfo de la Confederación Argentina. “Esta
agregación de las provincias de Entre Ríos y Corrientes era un remedo de
Artigas, que acariciaba Rivera para crearse un gran poder en el Litoral, que
acarició la Comisión Argentina como medio de quebrar la influencia de Rosas;
que acarició Brasil cuya aspiración era partir por mitad esta extensa República
Argentina: Y que acariciaron los agentes franceses, quienes esperaban sacar buenas
ventajas no solo porque ellos protegerían tal evolución de acuerdo con
Inglaterra, sino porque muy buenas sumas les eran debidas por sus aliados los
riveristas y los unitarios, que desde el año 1838 habían hecho la guerra a Rosas
con el armamento y los dineros de la Francia... Han sido los unitarios de 1843
los únicos argentinos que han trabajado paciente y deliberadamente la
dislocación de su patria por la obra de las armas extranjeras (1).
Planteado el bloqueo de la plaza de Montevideo por el
Almirante Brown, el que había hecho extensivo a Maldonado, este fue desconocido por el jefe de la estación naval brasilera, siguiendo instrucciones
del Ministerio del Imperio en Montevideo, negándole al gobierno argentino el
derecho que tiene todo beligerante para asediar o bloquear una plaza en poder
del enemigo. Rosas pidió explicaciones al Ministro brasilero acreditado en
Buenos Aires y como éste le respondiera en forma descomedida, el Jefe de la
Confederación Argentina le devolvió la nota, cortando toda correspondencia y
expidiéndole los pasaportes para que saliese inmediatamente. Si bien el
gobierno del Brasil dio seguridades y explicaciones a nuestro embajador en Rio,
General Guido, por otro lado envió al Vizconde de Abrantes en misión especial
cerca de los gobiernos británico y francés, para apoyar la misión disociadora
de Varela, iniciando por otra parte una campaña antirrosista en los papeles
públicos.
Si bien las misiones
de Florencio Varela y del Vizconde de Abrantes no tuvieron el eco esperado en
las cortes europeas, la situación de guerra imperante en el litoral y la
transigencia de Rosas para que fuera reconocido el bloqueo, sirvieron de
pretexto a las grandes potencias Francia e Inglaterra para alegar que se
perjudicaban el comercio y sus intereses, como así, que se estaban violando los
tratados de 1828 y 1840, planteando por los mediadores Ouseley y Deffaudis, la
exigencia que el gobierno argentino debía retirar sus fuerzas del territorio y
aguas orientales. Mientras esto sucedía, los unitarios intrigaban a favor de
los interventores y por otra parte, inician hostilidades en Entre Ríos con el
General Paz y en las aguas litorales con el mercenario Garibaldi.
Así sobrevino la intervención y agresión armada
Anglo-Francesa en el Río de la Plata, mientras el Brasil quedaba expectante
para sacar provecho en la primera oportunidad. Durante los cuatro años que duró
la intervención, dando lugar a la mayor coalición de fuerzas y circunstancias
adversas que se descargaron contra la política soberana de la Confederación
Argentina, no solo pusieron a prueba la voluntad y la energía del Restaurador,
sino también el patriotismo y la resistencia del pueblo argentino y sus fuerzas
armadas. Son bien conocidos los hechos de armas de Obligado, Tonelero, San
Lorenzo, El Quebracho, Laguna Limpia y Vences favorables de Rosas, lo que
sumado a la movilización de la opinión mundial en adhesión a su causa y el
apoyo imponderable prestado por eminentes personalidades como la del Libertador
General San Martín, terminaron por inclinar la balanza para que la Confederación
saliera airosa y sin mácula de tan grande conspiración.
Cuando sobrevino la firma de las honrosas Convenciones
Southern-Arana con Inglaterra y Arana-Le Predour con Francia, que pusieron a la
Confederación Argentina y a su irreductible jefe en el pináculo de la gloria;
pacificado y unificado todo el interior bajo la causa federal, el Imperio del
Brasil se apercibió que no se equivocaba al vaticinar que Rosas iba en camino
de recuperar la unidad geográfica del antiguo Virreynato y prontamente decidió
preparar la tercera coalición contra la Argentina. Ya su perfidia había
tanteado la posibilidad de conseguir la defección de Urquiza cuando el
conflicto anglo-francés arreciaba en nuestras costas, llegándole a ofrecer una
vez más, el recurso de reconocerlo como jefe, si este conspicuo federal
segregaba las provincias de Entre Ríos y Corrientes.
Finalmente la
perseverancia brasilera consiguió comprar a Urquiza. Había sobrados antecedentes
del proceder desleal de este jefe. “El sometimiento de las provincias
argentinas a las reglas Económico-financieras dictadas en Buenos Aires fue
completo hasta 1849. Ya para este año Urquiza trabajaba en sociedad con Don Samuel
Lafone, explotando saladeros en una y otra banda del Uruguay, evidenció la
primer resistencia seria a las medidas de Rosas” (2). A propósito de esta
conducta, ya en 1849 y 1850 el ministro inglés Southern informaba a lord
Palmerston de las reticencias de Rosas para iniciar campaña contra el Paraguay
por desconfianza en Urquiza y más adelante en 1851 en otro despacho a
Palmerston lo calificaba así: “La conducta del General Urquiza es sanguinaria y
caprichosa, ...además es rapaz y avaro, uniendo a las características de un
tirano insensible e inexorable, los rasgos de un mercader voraz e insaciable”
(3).
También en mayo de 1850 el en cargado de negocios británico
en Montevideo en carta privada a Palmerstón, le informaba lo que luego aconteció:
“Me ha sido comunicado confidencialmente que Pimenta Bueno el nuevo Presidente
de la Provincia de Rio Grande, dispone de treinta mil libras esterlinas
suministradas por el gobierno imperial a fin de sobornar a Urquiza, gobernador
de Entre Ríos, para que se una al plan de derrocamiento del general Rosas, y
que si esta suma no es considera da suficiente, el gobierno brasilero está
dispuesto a adelantar el doble de la misma, si es necesario” (4).
Continuará
(1) Adolfo Saldías “Historia de la Confederación Argentina”
Tomo III págs. 473/478.
(2) Diego Luls Molinari “Prolegómenos de Caseros” pág. 69.
(3) Ibídem, pág. 26.
(4) Ibídem, pág. 21.
2da. Parte
En el número anterior y como 1°
Parte de este trabajo, su autor reseñó los antecedentes que desde los
enfrentamientos que sucedieron entre portugueses y españoles, a pesar del
Tratado de Tordesilla y la creación del Virreynato del Río de la Plata,
continuaron por la política expansionista del Imperio del Brasil, la miopía de
los gobiernos patrios que se instalaron a partir de Mayo, pasando por el
aislamiento paraguayo, la malograda guerra de 1826 con el Brasil, hasta el
advenimiento del gobierno integrador y nacionalista de Juan Manuel de Rosas.
Asimismo, se repasaron los
sucesos diplomáticos y de guerra que tuvo que afrontar la Confederación
Argentina, contra Francia, Inglaterra, el gobierno títere de los expatriados
argentinos en la Banda Oriental, junto a las intrigas brasileñas que fueron
“tanteando” a los futuros traidores, y que se acentuaron luego del triunfo
argentino concretado en las Convenciones Southern-Arana y Arana-Le Predour,
fructificando con la dada vuelta de Urquiza a partir de 1851.
Urquiza y el Brasil
Para ocultar la traición de
volver sus armas contra la Patria, Urquiza necesitaba encubrirla con un viso de
legalidad —en esto consistió el “Pronunciamiento del 1° de Mayo de 1851— por el
cual, desconociendo las atribuciones legales de Rosas, la Provincia de Entre
Ríos ‘‘reasume las facultades inherentes a su soberanía territorial en materia
de Relaciones Exteriores que habían sido delegadas en el gobernador de Buenos
Aires”... “'quedando la Provincia de Entre Ríos en aptitud de entenderse
directamente con los demás gobiernos del mundo’’ (1). Esto era lo que se
necesitaba para disfrazar una verdadera sublevación y formalizar públicamente
la alianza hecha en secreto previamente con el Imperio del Brasil y el gobierno
de Montevideo, dada luego a conocer el 29 de mayo de 1851 y completada el 29 de
noviembre del mismo año, con una “Convención deslindadora de deberes
recíprocos’’; la misma pretextaba no hacer la guerra a la Confederación sinó a
Rosas, y luego de acordar el suministro de tropas armamentos y las modalidades
de las operaciones militares, merecen destacarse las siguientes estipulaciones:
“Art. VI Para poner a los estados
de Entre Ríos y Corrientes en condiciones de a los gastos extraordinarios que
tendrán que hacer con el movimiento de su ejército, S.M. el Emperador del
Brasil les proveerá en calidad de préstamo, la suma de Cien Mil patacones por
el término de 4 meses o durante el tiempo que transcurriese hasta la
desaparición del General Rosas. Esta suma se realizará por letras libradas por
el Tesoro Nacional a ocho días vista y entregadas por el Ministro
Plenipotenciario del Brasil al agente de S.E. el gobernador de Entre Ríos’’
(éste era el comerciante catalán Antonio Cuyás y Sampere).
“Art. VII Su Excelencia el Sr. Gobernador de
Entre Ríos se obliga a obtener del gobierno que suceda inmediatamente al del
General Rosas, el reconocimiento de aquel empréstito como deuda de la
Confederación Argentina y que efectúe su pronto pago con el interés del 6%
anual. En el caso no probable que esto no pueda obtenerse, la deuda quedará a
cargo de los Estados de Entre Ríos y Corrientes y para garantizar su pago con
los intereses estipulados, sus excelencias los gobernadores de Entre Ríos y
Corrientes hipotecan desde ya las rentas y los terrenos de propiedad pública de
los referidos estados”. Por otros artículos, también se comprometían declarar
la libre navegación de los ríos (art. XIII) y la independencia del Paraguay (en
art. adicional) (2).
Tal fue el apuro de Urquiza en
concretar sus ambiciones de poder, que no trepido en comprometer las finanzas
de su Patria y hasta los terrenos de su provincia, a pesar de que en ésta hacia
mucho que funcionaba su satrapía personal. Que contraste con la conducta del
Restaurador, el que en incontadas ocasiones sostuvo el erario público de su
propio peculio, caracterizando su gestión con una honradez sin parangón en el
manejo de los fondos públicos!
Entrega de la Banda Oriental
Luego de la firma de la
Convención Arana-Le Predour, Rosas y Oribe se habían comprometido en mantener
el statu quo o “suspensión de armas'' en la Banda Oriental, hasta que se
produjera su ratificación por la Asamblea Francesas. Rosas cumpliría
estrictamente con su compromiso, aún cuando le hubiera sido muy fácil tomar
Montevideo, pero su palabra —de por sí valiosa— pero que lo era la de la
Confederación, pues ya era su Jefe Supremo, estaba por encima de cualquier
especulación.
De esta situación se sirvieron
Urquiza y el Imperio que de a poco, repartiendo el dinero espúrio de la
coalición, irían comprando a determinados jefes orientales y fomentando la
deserción que se veía facilitada por el cansancio y el inmovilismo prolongado
de una tropa atónica acostumbrada a la pelea. Finalmente Oribe: que no enviaba
noticias a Rosas, sino tarde, poco y mal” (3) capitula en el Pantanoso y la
divisiones argentinas que se mantuvieron fieles hasta allí, fueron copadas por
Urquiza y obligadas a incorporarse a su ejército. No obstante, la mayoría de
sus jefes evitaron la captura y se embarcaron hacia Buenos Aires en una
demostración de lealtad a la Confederación y a su Jefe. Rosas perdió así lo
mejor de su aguerrido ejército; lo que no se había conseguido por las armas
enemigas, se obtuvo por la traición que ya era moneda corriente en los enemigos
de la Unidad Nacional.
Cinismo diplomático inglés
Por el Tratado de 1828 el Imperio
del Brasil y la Confederación Argentina, no podían iniciar nuevas hostilidades
sin notificar el estado de guerra a la Gran Bretaña, que por el mismo se
constituyó en mediadora obligada. Su cumplimiento fue evadido por los
brasileños pretextando no hacer la guerra a la Confederación sino a Oribe y por
lo tanto, si Rosas intervenía le correspondería a él declarar el estado de
guerra.
La actitud de Inglaterra, antibelicista en primera instancia, ya que una larga guerra perjudicaría su comercio, varió al conocerse la traición de Urquiza, considerando además, que con su alianza con el Brasil le daban posibilidades de obtener una pronta victoria. Su cinismo diplomático se evidenció cuando lord Palmerston “al tener noticias de los acontecimientos que se desenvolvían en contra de Oribe, dijo al conde Waleski, embajador de Francia en Inglaterra, que “poco importaba que uno u otro fuese vencido, siempre que aquello terminase y que la paz quedase establecida” (4). Así también, a poco ordenaría a Mr. Southern (ya Ministro inglés en Rio de Janeiro) que observara la mayor neutralidad con respecto a la invasión del Brasil a territorio Oriental. La especulación o el oportunismo del premier inglés, le hizo comprender que lo que no había obtenido Inglaterra ron la intervención armada Anglo-Francesa de 1845, libre cambio,libre navegación de los ríos y el establecimiento de su influencia en los estados tapones como el Uruguay y el Paraguay y la proyectada segregación de Entre Ríos y Corrientes, lo conseguirían ahora —sin arriesgar expediciones militares costosas— con el concurso del Brasil y la traición de Urquiza.
Caseros (el desenlace de la crisis)
Iniciada la invasión del
territorio nacional, el llamado Ejército Grande llegaría a las inmediaciones de
Buenos Aires, casi sin resistencia, a excepción del breve combate en los campos
de Álvarez que fue llevado con gran coraje e inútilmente por el Coronel Hilario
Lagos. Esta insólita situación fue debida a la obstinada conducta de Pacheco,
que rehuyó constantemente a enfrentar al enemigo en las barreras naturales del
caudaloso Paraná y el pantanoso Arroyo del Medio, pese a las indicaciones
reiteradas de Hilario Lagos sobre la necesidad de cortar el avance de los
invasores. Así en las inmediaciones del Arroyo Morón, cerca del campamento
militar de los Santos Lugares, se daría la batalla conocida como Monte Caseros
y que definió por muchos años la suerte de la Confederación Argentina y de su
Jefe Supremo.
El ejército leal que opuso Rosas,
en su mayor parte formado por reclutas, no resistió mucho tiempo los embates de
las veteranas divisiones de caballería entrerriana y de la aguerrida división
oriental. Salvo las divisiones de caballería de Lagos y de Sosa que finalmente
fueron envueltas por más de 15 mil jinetes lanzados en sucesivas cargas por
Urquiza, solamente pelearían hasta el final junto a Rosas, los batallones de
infantería al mando del Coronel Pedro José Díaz y la brigada de artillería del
Coronel Martiniano Chilavert, los que a pesar de ser de ideas unitarias
antepusieron su amor a la Patria al sentimiento partidario, comprendiendo
realmente, que no podían llamarse argentinos quienes se unían al extranjero
para invadir su propio país.
Como lo reconociera el mismo
Urquiza, Rosas peleó bravamente hasta el final, cuando ante toda resistencia
inútil fue envuelto por lo que quedaba de la División Sosa y sacado fuera del
campo, siendo perseguido por diferentes piquetes y partidas enemigas, las que
al final fueron dispersadas por las cargas ordenadas de su escolta, en donde
cerca ya de la Matanza fue herido de bala en su mano derecha. A poco de su
entrada a la ciudad en compañía de su ayudante, se apeó de su cabalgadura para
redactar su renuncia en la cual se destacaba el siguiente párrafo
“Creo haber llenado mi deber como
todos los señores Representantes, Ministros, conciudadanos, los verdaderos
federales, mis compatriotas y compañeros de armas. Si mas no hemos hecho en el
sostén sagrado de nuestra Independencia, de nuestra integridad y nuestro honor,
es porque más no hemos podido”. (5)
Inmediatamente Rosas tuvo que
partir al exilio, detrás quedaban como escarnio al patriotismo y la lealtad,
las víctimas de las primeras venganzas toleradas y azuzadas
por el vencedor: el sabio y médico prestigioso Claudio Mamerto Cuenca,
asesinado por el Coronel oriental Palleja en pleno Hospital de Sangre; el
Coronel Santa Coloma maniatado y lanceado frente a al Iglesia de Santos
Lugares, numerosos oficiales y soldados fusilados y degollados, pese haberse
desempeñado en la lucha con honor militar; saqueos y pillaje en los Santos
Lugares como en las orillas Buenos de Buenos Aires.
En Palermo, ya instalado Urquiza, correrían la misma suerte todos los integrantes de la división Aquino que se habían pasado a Rosas y el bravo Coronel Chilavert rendiría su tributo de sangre, luego de su comparencia ante Urquiza; este jefe —como bien lo relata Saldías— lo despachó con el rostro descompuesto y ordenó su fusilamiento por la espalda. Así “Fueron más los fusilados en los 17 días que van desde Caseros al desfile de los brasileños que en los 20 años del gobierno de Rosas" (6). Precisamente, el corolario de las iniquidades desatadas aquellos días, fue el desfile del ejército Imperial del Brasil por el centro de Buenos Aires, el día 20 de febrero, justamente en la fecha que se debía haber conmemorado un aniversario más de la victoria argentina de Ituzaingó.
Las consecuencias
El gobierno de Rosas habla sido
la expresión de un verdadero proyecto nacional: la unidad de las repúblicas que
descendían del antiguo Virreynato, a través de pactos confederales; la defensa
de nuestra soberanía territorial, el respeto de la autodeterminación de los
pueblos americanos; el sostenimiento de nuestra independencia económica,
defendiendo las producciones locales y también la conservación de nuestras
tradiciones culturales hispano-criollas.
Todo esto cayó con Caseros. De un
esquema independiente y nacional pasaría a uno liberal y subordinado a los
imperialismos de turno. Como resultado inmediato de la derrota nacional de
Caseros sufrimos: la pérdida de las Misiones Orientales; el alejamiento
definitivo del Paraguay: la renuncia a la soberanía de los ríos interiores,
llamada eufemísticamente “libre navegación”.
Se iniciaba una política de
espaldas al país. Las expresiones criollas serían desdeñadas por bárbaras y
como ejemplo de “civilización” predominarían la exaltación de lo extranjero y
hasta la copia de sus instituciones. Alberdi pregonaría en sus Bases “No son
las leyes las que precisamos cambiar son los hombres, necesitamos cambiar a
nuestras gentes incapaces de libertad por otras hábiles para
ella" (7) .....“En el Paraguay saben leer todos los hombres del pueblo y sin
embargo son incultos y selváticos al lado de un obrero inglés o francés que no
sabe ni la ó” (8).
Los últimos caudillos federales
serían ultimados por los coroneles uruguayos de Mitre y aplaudido por Sarmiento
que le escribiría “No hay que ahorrar sangre de gauchos, es un abono que
debemos hacer útil a la tierra, la sangre es lo único que tienen de humanos”.
Acordes con esta política interna, se abandonaría el americanismo de Rosas; la
oligarquía porteña seguiría los dictados del imperialismo brasileño, sirviéndole
de auxiliar para exterminar a la última República soberana del Plata, el Paraguay
y a su eminente jefe el Mariscal Francisco Solano López, el que caería
heroicamente en Cerro Corá, Se repetiría otro Caseros y su mismo epílogo, la
hegemonía del Brasil en la cuenca del Plata.
No sería menos trágico el aspecto
socio-económico argentino; con el advenimiento del libreambio, la Argentina
entraría en el esquema de la división internacional del trabajo, donde las
potencias centrales eran la manufactureras de las materias primas que obtenían
a vil precio en los países dependientes y periféricos, con el consiguiente
empobrecimiento de las economías regionales y la pauperización de los
trabajadores nativos. Este sistema sería afianzado por determinados procónsules
de la mal llamada “generación del 80”. Fuimos un apéndice económico de la corona
británica; fueron ingleses los ferrocarriles que orientaron sus rieles sobre
las estancias también de propiedad inglesa al igual que sus frigoríficos.
Los conflictos limítrofes con
Chile, fueron arbitrados por S.M.B perdiéndose así vastos territorios y los
demás fueron arbitrados por los norteamericanos con idéntico resultado. La
colonización pedagógica y cultural corrió paralela anestesiando a varias
generaciones, las que se educaron menospreciando lo nacional y admirando la
extranjería. Partidos políticos, instituciones civiles, comerciales, agrarias,
gobiernos y legislaturas, eran influenciados o controlados por las concesiones
o los embajadores de turno. En aquel marasmo hubo quienes pudieron sustraerse a
la corrupción generalizada y al tiempo también dieron su fruto positivo.
Durante cien años la derrota de
Caseros se hizo sentir en todo su rigor hasta que un gobierno nacionalista y
popular de este siglo intentó recuperar una Patria Libre, justa y soberana, a
través de una política de hondo contenido social y reivindicatorio de lo
argentino. Teniendo la osadía de nacionalizar los depósitos bancarios que
controlaban los ingleses, el comercio exterior, los servicios públicos; creando
una industria que se emancipaba de la dependencia; obteniendo armamento propio
y tecnología de punta y por medio de una nueva Constitución nacionalizar el
subsuelo y consolidar los derechos del pueblo trabajador, no pudo menos que
terminar en un nuevo Caseros, recreándose con la aparición de la línea
Mayo-Caseros-Septiembre, el esquema liberal de la dependencia, ahora con
nuevos patrones y hasta capataces, lo que significa que hemos descendido de
categoría colonial.
Hoy día, cuando se habla de
integración, debemos tener en cuenta que esta palabreja de apariencia
milagrosa, solo es posible cuando hay dos países que se encuentran en igualdad
de condiciones. En nuestro caso y refiriéndome al Brasil estamos en total
desventaja y la tan mentada integración puede derivar en satelismo. Debemos
recordar la reunión del TIAR de 1982, cuando la guerra de Malvinas, donde a
pedido de Brasil, no se incluyó en su Declaración a las Islas Sandwich, por
estar éstas en línea recta con sus costas y que justificarán sus aspiraciones
antárticas. No es inocente tampoco la penetración cultural que se realiza sobre
nuestras fronteras, por medio de poderosas emisiones radiales y televisivas,
sobretodo en la de Misiones.
Pero el dato más importante sobre la falsa integración, se da en el rubro armamentos, en el cual Brasil está considerado como el quinto exportador mundial. Al caso cabe recordar —tal como oportunamente lo registraron las crónicas periodísticas— que al momento de firmarse los protocolos de intensiones entre los presidentes de Argentina y Brasil, el gobierno de este último, por imposición de sus altos mandos militares, debió retirar los pliegos que referidos a los aspectos militares, deberían haberse firmado con nuestro país. Tal vez haya que tener en cuenta las palabras del ministro de ejército carioca toda vez que afirmó: “El Brasil debe contar con fuerzas armadas fuertes y bien equipadas para negociar acuerdos, ya que nadie pacta con débiles ni teme a un país desguarnecido”.
Como vemos, la política brasileña
es la misma que en los tiempos de don Pedro II, en tanto que nosotros no hemos
podido consolidar un proyecto nacional que nos devuelva el liderazgo político y
tecnológico que ostentáramos hace más de treinta años. Parecería ser que aún
cuando pasaron 135 años, la traición de Caseros sigue dando réditos al
imperialismo.
NOTAS:
(1) Decreto del 1° de mayo de
1851 del Gobernador de Entre Ríos: “La Unidad Nacional” por Ricardo Font
Ezcurra; Ed. Theoria pág. 90.
(2) Convención deslindadora de
deberes recíprocos: “La Unidad Nacional” Ibidem; pág. 94.
(8) Nota de Southern a Palmerston
del 2-10-1851: ‘‘Prolegómenos de Caseros” Diego Luis Molinari, pág. 39.
(4) Citado en “Prolegómenos de
Caseros” Diego Luis Molinari, pág. 41.
(5) “Papeles de Rosas” de Adolfo
Saldías, Ed. de 1904, Tomo II, págs. 246/48.
(6) “La caída de Rosas” de José
María Rosa, Ed. Inst. Estudios Políticos de Madrid; pág. 148.
(7) J.B. Alberdi; “Bases de
partida para la organización política de la R.A.” Ed. Eudeba 1966; pág. 178.
(8) J.B. Alberdi; Ibidem pág. 182.