REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
77
¿Qué hubiese sido de nosotros si vencían los ingleses"
“Los problemas en la Argentina comienzan en
el instante en que le echamos aceite hirviendo a los ingleses, sino hoy
seríamos como Australia”. Esta afirmación, que he escuchado muchas veces a lo
largo de mi vida, encierra varios puntos discutibles cuando no mendaces. Cumplidos
200 años de las invasiones es bueno aclarar algunos puntos.
En primer lugar, la imagen consagrada por
nuestros escuálidos manuales de historia, pletóricos de héroes lindantes con la
inocencia y malos hermanados con lo satánico, incurre una vez más en errores.
En el Buenos Aires colonial el aceite era muy caro, lo traían de España a cuentagotas,
por lo que su uso en cantidades como para freír herejes invasores no era
recomendable.
En segundo lugar, ¿seríamos hoy como
Australia o Nueva Zelanda o, en todo caso, como Sudáfrica, Pakistán, Nigeria o
Uganda? El modelo sajón se implantó exitosamente en países escasamente poblados,
con pueblos primitivos que los británicos se encargaron de eliminar
civilizadamente, siguiendo ese aforismo de que “el único indio bueno es el
indio muerto” (la frase pertenece al general Sheridan y la dijo cuándo se hizo
cargo de la conquista del Oeste, después de la guerra civil americana). Con
tanta población hispana, mestiza, esclavos negros e indios habitando nuestras
pampas ¿creen ustedes que la asimilación de la cultura británica hubiese sido
atraumática en estas tierras?
En un momento de mi vida estuve interesado en
escribir un libro de historia-ficción sobre lo que hubiese sido de nuestros
protagonistas de haber fracasado Liniers y Pueyrredón (los 2 curiosamente de origen
francés) durante la Reconquista ¿hubiese sido Belgrano el creador de la
insignia patria o un burócrata al servicio de la corona británica? Rivadavia
seguramente hubiese sido el más fiel de los funcionarios ingleses en lugar de
nuestro primer presidente y San Martín, muy probablemente, hubiera prestado servicios
en el ejército británico tratando de imponer la civilización europea junto a su
amigo Alvear ¿Qué hubiese hecho Don Juan Manuel de Rosas, el mismo que en su
forzado retiro se enorgullecía de tener nietos ingleses? ¿Quién hubiese sido el
líder de la oposición o la resistencia? ¿Estanislao López, Artigas, Dorrego?
Nadie puede afirmarlo. Lo cierto es que la Argentina, al igual que Afganistán
años más tarde, fue uno de los pocos países que rechazó a los invasores británicos.
De haber triunfado el Imperio ¿qué nos hace
estar tan seguros de que hoy seríamos como Australia? Pues veamos un detalle,
Australia y la Argentina desde mediados del siglo XIX crecieron a la par o con cierta
ventaja por parte de los argentinos hasta mediados del siglo XX. Fíjense
ustedes que mientras los índices de Desarrollo Humano en la década del 60 para
Australia rondaban los 6 puntos, para la Argentina eran de 18. Hoy día para la Argentina
es de 3 y para Australia de 34. Fuimos, al decir de los ingleses, la joya más
brillante de la corona, una parte importante del Imperio que no pertenecía al
Commonwealth. Hoy nos caímos del mapa.
La crisis Argentina no debe buscar sus causas
en la leyenda negra española, ni en el rechazo de los ingleses con artilugios
culinarios. Nuestra propia decadencia comienza con el quiebre de las tradiciones
democráticas en las que ni Estados Unidos, ni Australia ni Nueva Zelanda
incurrieron y que nosotros repetimos con un fanatismo casi obsesivo. En ningún
momento estos países abandonaron la cultura del trabajo en haras de un
facilismo populista, repartidor de prebendas con miras electorales. El secreto
del éxito es trabajar considerando el porvenir de nuestros hijos y los hijos de
nuestros hijos, sin pensamientos mágicos, sin cortoplacismos y sin añorar esos
tiempos en que el ‘Union Jack’ ondeó sobre el fuerte de Buenos Aires mientras Mariquita
Sánchez de Thompson agasajaba a estos apuestos oficiales de uniforme tan rojo
como la sangre que habían derramado en las calles de nuestra ciudad.