REVOLVIENDO LA BIBLIOTECA
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En diciembre de 2017 la Junta de Estudios Históricos del Partido de General San Martín, editó una revista, en la cual encontramos este interesante artículo sobre el cruce de los Andes.
A 200 años del cruce de Los Andes
por la prof. Nora A. de Fasani
(Presidenta de la Junta de Estudios Históricos del Partido de General San Martín)
El arribo de San Martín a Mendoza es casi simultáneo a la noticia de la derrota del bastión chileno en Rancagua, desde 1810 Chile tenía un gobierno patriota, pero por las diferencias entre los principales caudillos chilenos: José Miguel Carrera y Bernardo O’Higgins impiden el sostenimiento del poder patriota, y las fuerzas de O‘Higgins son derrotadas en Rancagua. Es por eso que vuelve a establecerse el régimen español absolutista en Chile y los chilenos debieron emigrar a Mendoza.
Huyendo de los realistas, un contingente de 500 familias patriotas atraviesa la cordillera liderados por Bernardo O’Higgins, quien ofrece sus servicios a San Martín y participa también en la creación del ejército de Los Andes.
Es decir, que el plan de San Martín que había sido cruzar la cordillera para llegar a un país aliado había fracasado, y eso dilató dos años, hasta 1816-17 el cruce de la cordillera.
En enero de 1815 la llegada al poder de Carlos María de Alvear frena al apoyo de Buenos Aires al plan sanmartiniano.
El reclutamiento de hombres fue realmente intenso. Hay una frase simpática de Tomás Guido que dice: “haremos soldados de cualquier bicho”.
Lo que significaba invertir en los soldados. Esa inversión se traducirá en obtener recursos para equiparlos, y también para surtirlos de un elemento fundamental que va a ser el salario. La falta de fondos para contratar soldados profesionales obliga a San Martín a reclutar tropas por la fuerza. Se debe tener presente distintos aspectos para conseguirlo: la adhesión personal, a partir de las propias convicciones o por la defensa de los intereses, pero también el reclutamiento obligatorio, la leva, que consistía en el reclutamiento forzoso, implicando la incorporación al ejército de todos aquellos considerados marginales: vagos, desertores, y aquellos que todavía conservaban su condición de esclavos.
San Martín utilizaba para su reclutamiento a veces su poder de coerción o el de convicción, ya que todo gobierno exitoso tiene una mezcla de coerción y consenso, y ahí se ve la habilidad política de San Martín.
Paralelamente a la formación del ejército de Los Andes se estaba desarrollando en Tucumán, un episodio sumamente importante y en el que San Martín tenía gran interés, era el Congreso General Constituyente.
Cuando San Martín envía diputados de su provincia al congreso que se reunía en Tucumán, la directiva que les da es la declaración de la independencia.
Él necesitaba partir de un estado independiente para dar la independencia a otro estado, si no ¿cómo iba a ir a Chile a decirles “les traigo la independencia”? Le podrían contestar que “todavía ustedes no son independientes”. En el mes de julio de 1816 en Tucumán el Congreso declara la independencia de las Provincias Unidas, a instancias del Gral. San Martín, una medida imprescindible para independizar a Chile.
El apoyo definitivo para el ejército libertador llegaría de la mano del Director Supremo Juan Martin de Pueyrredón. Este le dio todo a San Martín. Hay una correspondencia muy conocida. San Martín siempre se queja que les faltan recursos, y en la célebre carta Pueyrredón le dice: “van los clarines, van los tambores, van los fusiles, van los cañones, va el diablo, va todo. Si usted sigue así terminaré colgado en uno de los tirantes del fuerte”.
Asi, la fuerza expedicionaria estaba completa, lo que significaba la concreción de un gran anhelo, pero significaba también de que pronto se alejaría de su familia. En Mendoza formó su hogar. El director Posadas, amigo de la familia Escalada organizó el viaje de la joven esposa, siempre delicada de salud. La acompañaron Benita Melo y su esposo, el mendocino Manolito Corbalán.
A los pocos días de llegar Remedios se convirtió en el centro de la sociedad mendocina, que simpatizó con la joven esposa del nuevo gobernador. Esta época fue la más feliz del matrimonio de Remedios y San Martín en Mendoza. El hogar de San Martín estaba en la calle Corrientes, y allí nació el 24 de agosto de 1816 la única hija del Libertador, Mercedes Tomasa. Cuando San Martin da la noticia a su amigo Tomás Guido le dice que es “Padre de una infanta mendocina, haciendo alusión al título que en España se daba a las princesas.
Ella lo acompañaba siempre, insistía en que quería cruzar la cordillera, tenía la capacidad para ello pero lo que no tenía era salud.
A fines de 1816 San Martín pide una bandera que identificara especialmente al Ejercito de Los Andes, y en la navidad de 1816, pide a las señoras que están presentes que le bordaran una bandera; y así lo hacen. La confeccionan, la bordan y le ponen el escudo de las Provincias Unidas. Ellas son Margarita Corbalán, Mercedes Álvarez, Laureana Ferrare, y la chilena Dolores Prat de Huici, cuyo esposo había muerto en Rancagua.
Creada bajo el diseño del propio San Martín, la bandera del Ejército de los Andes reflejaba el ideal sanmartiniano: libertad, igualdad y fraternidad, herencia de la revolución francesa. Los laureles simbolizaban la gloria y un elemento propio y distintivo, eran las montañas de América, cuya extensión se proponía liberar.
Hay detalles como los ojos del sol que fueron adornados con las perlas de un collar de Remedios. Este gran entusiasmo que todos ponían se transmitía también a los soldados. El 5 de enero de 1817 la bandera es jurada solemnemente en la Catedral y ese mismo día se consagró como Patrona del Ejército de Los Andes a la Virgen del Carmen de Cuyo, a la cual le entrega su bastón de mando y le encomienda la protección del ejército próximo a partir.
El 10 de agosto de 1814 es designado por el Director Supremo Gervasio de Posadas gobernador Intendente de Cuyo, a su pedido.
El Ejército de Los Andes bajo las órdenes de San Martín quedaba conformado de la siguiente manera:
Cuartel general y estado mayor: Bernardo O’Higgins y Estanislao Soler. Los batallones de línea 7, 8 y 11 y los granaderos a caballo.
La estructura bélica se completaba con las especialidades de barreteros de minas, arrieros y baqueanos, a lo que se sumó la Vicaría castrense, y los cuerpos de sanidad y bagajes.
San Martín creía que con 4000 hombres podía cruzar Los Andes. Pero en Chile, el presidente Marcó del Pont tenía el doble de las tropas de San Martín, pero lo que no sabía era en qué lugar se iba a cruzar la cordillera.
San Martín aplica entonces un plan de espionaje y tácticas de encubrimiento conocido como la guerra de zapa, que significaba hacer incursiones por la cordillera, orientadas para disminuir los posibles apoyos que podían dar las poblaciones al ejército realista.
En este contexto juega un rol importante Manuel Rodríguez que había sido enviado por San Martín como su jefe de inteligencia a Chile. Y al mismo tiempo para hacer una activa guerra de zapa, es decir desorganizar las fuerzas realistas, de modo que no pudiera concentrar el total de sus medios en el punto del cruce.
Es sabido que todo esto tenía como propósito engañar a Marcó del Pont, como por ejemplo con el famoso parlamento que tuvo con las tribus pehuenches en el sur.
San Martin necesitaba que los indios participen en esta estrategia, haciendo difundir la noticia falsa de que todo el ejército iba a ir por el sur. De ese modo Marcó del Pont, distribuiría tropas a lo largo de la cordillera hacia el sur. Y dejaba más desguarnecida a Santiago, que era el objetivo de las dos columnas principales del ejército patriota.
La actividad de espionaje es un recurso que San Martín adopta para asegurarse la victoria, y según él decía, economizar el recurso más valioso que era la vida.
Como dijimos ya, el 5 de enero de 1817 la bandera es jurada solemnemente en la Catedral y San Martín designa como Patrona de su ejército a la Virgen del Carmen de Cuyo, a la cual le entrega su bastón de mando y le encomienda la protección del ejército próximo a partir.
RUTAS SANMARTINIANAS
La falta de agua, pasto y leña, o el frio intenso, fueron algunos de los obstáculos naturales que enfrentó el ejército de Los Andes para llegar a Chile. El plan de San Martín tuvo en cuenta estos problemas, y logró afrontar gran parte de ellos.
Dicen los historiadores que la gran cordillera argentina chilena sólo es accesible por pasos precisos, llamados boquetes o portezuelos, de los cuales los más conocidos que se relacionan con nuestra historia son: al centro los de Uspallata y Los Patos frente a Mendoza y San Juan respectivamente;
Al norte el Portezuelo de la Ramada y el Paso de Comecaballos, que ponen en comunicación a La Rioja con Coquimbo y Copiapó, y por último al sur, los Pasos del Planchón y del Portillo, que conducen a los Valles de Talca y Maipú y a Santiago de Chile.
Estos pasos que se elevan entre 3000 y 3700 metros, quedan obstruidos con las nieves del invierno y sólo son transitables con el rigor del verano.
Hasta 1817 sólo habían sido cruzados por pequeños destacamentos militares o caravanas de arrieros, por senderos en los que únicamente podía pasar un hombre a mula.
El paso de un ejército numeroso a través de sus desfiladeros, se consideraba imposible, y no había sido ni proyectado siquiera.
Por esos precipicios había que llevar artillería de batalla, transmontar las cumbres sucesivas con 5400 hombres, llevar además de las municiones y los armamentos de repuesto los víveres necesarios para la travesía, y las mulas y sus caballos con sus forrajes para el transporte del personal y del material.
Asimismo, esas tropas debían llegar concentradas en son de guerra, al territorio enemigo para calcular los movimientos combinados y lograr una doble victoria, sobre la naturaleza y sobre el enemigo.
El paso de Los Andes fue una verdadera proeza, una empresa difícil, penosa y peligrosa, de la que muchos están lejos de imaginar, lo arduo y sobrehumano que fue aquel cruce, único en los anales de la historia argentina y podemos decir de la universal.
Para comprender el cruce de Los Andes hay que eliminar la amplia carretera que existe en la actualidad, suprimir la mayoría de los puentes y prescindir del túnel que usan los trenes y los autos.
En esa época, sólo había un camino de 30 a 50 cm de ancho, desigual y pedregoso, apto para las mulas. Las tropas tuvieron que viajar al paso de estos animales y por eso el cruce duró 20 días.
En el 218 a.C. el cartaginés Aníbal, cruzó Los Alpes por caminos que en esa época eran muy transitados, tampoco presentaba grandes dificultades, prueba de ello es que Aníbal llevó elefantes, carros de combate y largas columnas de abastecimientos.
Napoleón por su parte, cruzó Los Alpes por el paso del gran San Bernardo, sufriendo tormentas de nieve y avalanchas.
San Martín atravesó Los Andes por empinadas y tortuosas huellas, por senderos de cornisa en los que había que marchar en fila india, sin poder llevar carros y conduciendo a lomo de mula la artillería, municiones y víveres, aparte de tener que usar rústicos cabrestantes e improvisados trineos para poder pasar las abruptas pendientes con sus cañones.
¿Habria podido Aníbal franquear las 5 cordilleras de la ruta de Los Patos, escalando con elefantes y vehículos, los 5000 metros del Paso Espinacito?
De los 1500 caballos que San Martín llevó, sólo 511 llegaron con vida a Chacabuco, y la cuesta de Chacabuco no pudo ser usada como quería San Martín por lo montañoso de la región.
Sólo las mulas mansas eran adecuadas para el cruce. Estas habían sido amansadas para que no produjeran incidentes, aunque algunas causaron la pérdida de equipos, pues la carga estaba colocada sobre el animal y no a los lados, ya que era imposible que sobresaliese más de 20 cm por lado.
Según las ocasiones se encontraban con falta o exceso de agua, con frio intenso durante la noche, con el riesgo de sufrir apunamiento o soroche y con falta de pasto para el ganado, y de leña para hacer fuego durante unos 20 días.
Es una hazaña que raya en la esfera de lo impracticable, de lo imposible. En carta a Tomás Guido, en 1816 le dice: “lo que no me deja dormir es, no la oposición que puedan hacerme los enemigos, sino el atravesar estos inmensos montes”.
San Martín planeó las jomadas del viaje según las posibilidades de conseguir agua, haciendo la travesía por jornadas, en los sitios donde había agua para saciar la sed de más de 5000 hombres, y más de 10.000 animales, para eliminar esa preocupación.
Desgraciadamente la previsión no resultó suficiente, y muchas mulas desfallecieron de puro flacas. Así lo dijo Fray Luis Beltran a cuyo cargo corría el acarreo de la artillería.
VIVERES
Todos los comestibles fueron llevados desde Mendoza por la misma tropa a lomo de mula o en las mochilas y condimentados con grasa y ají picante.
Con la sola adición de agua caliente y harina de maíz tostado, se preparaba un potage, tan agradable como sustancioso, siempre que se pudiera prender fuego, consiguiendo leña.
Sobre las mulas cargueras se llevaban 3000 arrobas de charque —carne salada y seca—, además de galletas de harina, maíz tostado, vino, aguardiente, ajos y cebollas. Estos tubérculos eran utilizados para combatir el apunamiento, no sólo de los hombres sino también de los animales, a los que se les restregaban ajo y cebolla en las narices de las mulas para combatir el soroche.
El número de vacunos en pie, llegaba a 483. La comida típica de los arrieros era el guiso o cocido valdiviano, preparado en un cuenco con agua hirviendo, con charque machacado entre dos piedras, cebollas crudas y maíz molido.
El plato se completaba con el mate como bebida.
Todos, desde San Martín hasta el último soldado tuvieron que dormir a lo arriero, no una sino muchas noches, y usar por cama la montura, el poncho y el jergón, similar a un colchón de lana, puestos sobre el duro suelo de la zona.
Al despertar, todo estaba cubierto de nieve, congelado.
San Martín adoptó dos medidas extraordinarias: proporcionarles zapatos que abrigara bien los pies, y distribuir entre ellos una buena cantidad de alcohol, que llevara calor al organismo.
También les dio ponchos forrados, muy abrigadores, pero lo más importante era un buen calzado para defenderse del frio. Con los desperdicios de cuero de las reses hizo construir zapatones altos y anchos y los hizo forrar interiormente con trapos y lana, pues decía que ello era necesario por cuanto la salud de la tropa es la poderosa máquina que bien dirigida puede dar el triunfo, y el abrigo de los pies es el primer cuidado.
Antes del cruce San Martín exploró los caminos que iban hacia Chile desde Mendoza.
Además de enviar a José Álvarez Condarco a reconocer los pasos —atesorados en su memoria que debió ser prodigiosa— conocía bien la cordillera, con mapas y planos y la ayuda de buenos baqueanos.
Álvarez Condarco, con conocimientos de ingeniería, pasó a Chile por Uspallata y regresó por Los Patos, para registrar los alrededores de Chacabuco, y entre el 10 y 11 de febrero de 1817 realizó un croquis de las serranías.
San Martin envía al ingeniero Álvarez Condarco con la comunicación de la declaración de la independencia para ser entregada a Marcó del Pont, para su conocimiento. Esa era la excusa para realizar el cruce de la Cordillera y memorizar los caminos más adecuados, con la seguridad de que Marcó del Pont lo iba a despachar rápidamente de vuelta (si no lo mataba) por el camino más corto.
INDIOS PEHUENCHES
Como gobernador de Cuyo San Martín tenía relaciones amistosas con los indios pehuenches, que eran dueños de las tierras al sur de Mendoza, con el propósito de tenerlos de su parte en caso de invasión del enemigo.
Para ello invitó a los caciques a un parlamento general. En el fuerte de San Carlos, la idea era pedirles como dueño de la tierra, permiso para pasar por ellas.
Para animar la reunión y regalarle a los jefes mandó anticipadamente recuas de mulas cargadas de odres —cuero para contener líquidos—, de aguardiente y barriles de vino, dulces, telas vistosas, monturas, víveres de todo género en abundancia.
El día del parlamento los pehuenches se aproximaron al fuerte, al son de sus bocinas de cuerno, seguidos de sus tribus y blandiendo sus largas lanzas emplumadas.
Los guerreros iban desnudos de la cintura para arriba, y llevaban suelta la larga cabellera, todos en actitud de combate.
Cada tribu era precedida por un piquete de granaderos a caballo, que contrastaba con el aspecto guerrero de los indios. Al enfrentar la explanada de la fortaleza, los guerreros revolearon las chuzas en señal de saludo y luego hicieron un simulacro militar a la usanza pehuenche,
Lanzaron sus caballos a todo galope alrededor de las murallas del fuerte, mientras que desde los bastiones se disparaba cada cinco minutos un cañonazo de salva como saludo, a cuyo estruendo contestaban los guerreros golpeándose la boca y con gritos de regocijo.
La gran asamblea se realizó en la plaza de armas del fuerte. San Martín solicitó permiso para pasar por las tierras pehuenches y atacar por los pasos del Planchón y el Portillo, a los españoles, que eran extranjeros y enemigos de los indios.
El máximo jefe de las tribus era Necuñan, el más anciano, quien consultó a los otros jefes y escuchó sus votos. Luego le dijo a San Martín que salvo 3 caciques, que él sabría contener, todos los demás aceptaban sus proposiciones.
El tratado se selló con el abrazo de los jefes y San Martin como prueba de amistad, además los indios depositaron sus armas en manos de los cristianos, y se entregaron a una fiesta que duró 8 días consecutivos.
San Martín había previsto que los 3 caciques disidentes denunciarían su simulado proyecto al Gral. Marcó del Pont, como así sucedió.
En carta a su único amigo Tomás Guido dice San Martín: “Concluí con toda felicidad mi gran parlamento con los indios del sur, auxiliarán al ejército no sólo con ganados sino que están comprometidos a tomar una parte activa contra el enemigo”. En verdad, un misterio; los planes auténticos no se supieron hasta que fueron concretados.
EL CRUCE DE LOS ANDES
De acuerdo al plan sanmartiniano, el cruce de Los Andes se concretó por 6 rutas y columnas. Dos de ellas fueron las llamadas principales que incluían el grueso del ejército de Los Andes, y que realizarían las operaciones principales.
Las otras 4 eran las columnas secundarias, pero esenciales para la estrategia global.
El grueso del ejército formó en una columna fraccionada, una al mando de San Martín, otra a cargo de O’Higgins y otra al mando del Gral. Estanislao Soler.
Esta columna tomó la ruta de Los Patos y fue la última en salir del Plumerillo, (entre el 20 y 24 de enero de 1817).
Esta división tuvo muchas dificultades , pues debió atravesar 4 cordones montañosos.
La otra columna principal dirigida por Las Heras, siguió por el camino de Uspallata y el valle del rio Mendoza, librando combates con las avanzadas realistas, en Picheuta y Potrerillos, reuniéndose con San Martín en Santa Rosa de Los Andes.
San Martín decidió que toda la artillería pesada, y parte de la liviana, conducida por Fray Luis Beltrán, siguiera por Uspallata donde esperó la llegada de la otra columna principal. A medianoche y bajo la luz de la luna, contra el viento y el frio los soldados ascendieron las cumbres de más de 3000 metros, todo salía según lo planeado.
La columna principal salió del Plumerillo el 19 de enero. Cada escalón debía estar a una jornada de distancia entre sí.
Las columnas secundarias debían hacer trayectos más largos para operar en conjunto con las principales. Su misión consistía en engañar al enemigo sobre el verdadero arribo del grueso del ejército, distraerle fuerzas, controlar puntos vitales y dejar incomunicados a los distintos cuerpos realistas.
Un destacamento a las órdenes del Cnel Juan Manuel Cabot cruzando la cordillera por el paso de Guana, otra columna debía controlar el paso del Portillo, al mando del Capitán Lemos, otra columna cruzaría por el paso del Planchón hacia cl sur, otra columna lo hizo por el paso de Comecaballos.
San Martin instaló su cuartel general en lo alto de la cuesta de Chacabuco, desde donde podía ver la retirada de la vanguardia realista y la persecución de O’Higgins.
Este pidió autorización para ayudar en la persecución, buscaba impedir que se reorganizaran al pie de la cuesta vieja. San Martín habría dado la autorización pero recordándole la orden de que no realizara ninguna acción directa.
Su papel era el de aferrar al enemigo. O’Higgins era un ardoroso jefe en el combate pero por ello mismo no tenía la sangre fría necesaria para ser un Jefe divisionario, y se dejaba lleva, por la pasión de su causa. Por eso a veces precipitaba sus actos. Tal como el mismo lo reconoció tras la batalla.
De pronto, como si se hubiera propuesto conquistar la victoria por sí solo, O'Higgins hizo a un lado las instrucciones dadas por San Martín, se lanzó al ataque contra la fuerza principal enemiga, nada más que con 1300 hombres, mientras que los realistas tenían 3500 hombres.
Si se seguía el plan combinado de San Martín, los realistas estaban perdidos. Por ello era innecesario arriesgar a las tropas patriotas de antemano en el ataque frontal. El Gral. San Martín tomó la bandera de Los Andes y con ella animó a la infantería a reagruparse y volver al ataque. Encabezó el ataque a la carga, en medio del fuego graneado de los realistas.
A poco de llegar a ellos a unos 200 mts el fuego enemigo comenzó a disminuir.
Con el plan de San Martín la batalla estaba ganada de antemano, se dio el resultado previsto. La batalla de Chacabuco dio la libertad a Chile, que se afianzaría al año siguiente, luego de Maipú, pero además dio la señal de que los americanos del sur iniciaban la guerra ofensiva por su independencia, que culminaría 7 años después, en 1824 con la victoria final en la pampa de Ayacucho. San Martín logró con ella cerrar la primera fase e iniciar la segunda de su plan continental, para la revolución americana.
Aisló al poder español en el estrecho recinto del Perú, salvó a la revolución argentina de su ruina, y contuvo la invasión que la amenazaba por el Alto Perú, suprimiendo a un enemigo peligroso que la amenazaba por el flanco de la cordillera.
Fue la primera gran batalla americana con proyecciones históricas. Así fue de importante.
Tras la victoria de Chacabuco San Martín no aceptó gobernar Chile como le habían ofrecido. Prefirió seguir adelante con sus planes de liberación continental.
Sólo aceptó una hoja de laurel sagrado.
Dos días después del triunfo, el 14 de febrero, el ejército libertador hizo su entrada triunfal en la capital de Chile ahora liberada.